Capítulo 37
Hoy es el cumpleaños de Marcela.
Pablo y yo nos despertamos antes de que el sol saliera y bajamos a la cocina para iniciar la preparación del mejor desayuno de cumpleaños del mundo. Ya preparamos las tortillas huevo, jamón y queso; el batido de vainilla y chocolate, las galletas con almendras y la ensalada de frutas con queso y crema de leche.
Sólo espero que Marcela no entre en un coma diábetico por tanta azucar.
Igual, el desayuno de cumpleaños es sólo una vez al año. Y hoy Marcela está cumpliendo nueve años. Ya es una niña grande y hay que celebrarlos con todo.
Tomo una de las bandejas con una sonrisa en mi rostro y Pablo me ayuda con la otra. Claudia sostiene los globos de cumpleaños, Claudia los regalos y Saúl la enorme vaca de pecluche que le compró. Sami, que pidió también fuera despertada para entregar sus buenos deseos y su regalo hecho a mano. Un cofre con palitos de paletas relleno de dulces y una pulsera de oro que compramos con sus "ahorros" hace un par de semanas.
Pablo le ayudó a hacerlo y a pintarlo, luego, volvió a comprar la alcancía que Sami rompió y la lleno de dinero, un poco más de lo que Sami tenía ahorrado... es un excelente padre.
Caminamos en silencio hasta la habitación de las niñas, Sami es quien abre la puerta, entramos en silencio echándole un ojo al bulto en la cama de Marcela. Podemos ver el sube y baja de su tranquila respiración; Saúl toma el móvil de su bolsillo del pantalon de pijama y busca la canción del cumpleaños, para reproducirla suavemente.
Apenas y empieza, Marcela se vuelve y abre sus ojos rompiéndo en una hermosa sonrisa. Chilla y Sami la sigue, corriendo hacia ella y presentadole su regalo. Cantamos el feliz cumpleaños y hacemos lo mismo que Sami, le ofrecemos nuestros presentes a Marcela. Se emocioa y grita. Mira a cada uno de nosotros y... llora.
—¿Qué pasa princesa?, ¿por qué lloras? —pregunta Pablo, preocupación tiñendo su voz.
—¿Cariño? —susurro y dejo la bandeja en la mesa de noche para abrazarla—. ¿No te gustó?
—No es... eso —hipa. Limpia sus mejillas y nos sonrie en medio de sus lágrimas—. Estoy feliz porque este es un bonito cumpleaños... y tendré una fiesta.
—Oh —murmura Edith. Claudia sorbe y Pablo y Saúl carraspen. Yo le sonrío y la abrazo más fuerte.
—Cómete el súper desayuno de cumpleaños que te preparamos tu papi y yo... —Le hago cosquillas haciéndola carcajearse—, y luego vamos a destapar todos los regalos.
—Síii —chilla contagiando a su hermana y a todos.
Nos reunimos alrededor de su cama y todos comemos del desayuno que se preparó, hablamos, reímos y disfrutamos. Abrimos los regalos y Marcela casi ahoga a su tío al agradecerle por la enorme vaca de peluche; el cofre que su hermana le regala lo ocupa inmediatamente con sus "joyas" de niña, su abuela le regala dos muñecas, su tía Claudia un set de Barbie y yo un juego completo de jardinería para niñas.
—Llevaré esto a la cocina. —Tomo las bandejas con los recipientes vacíos y me dispongo a salir del cuarto. Los demás me ayudan y dejan que Pablo apapache más a su hija.
—¿Susana? —llama Marcela.
—¿Sí, cariño?
—Gracias, por ser más que mi amiga y por hacer que este cumpleaños sea el mejor —dice, mi mirada se desvía a Pablo que me sonríe.
Trago el nudo que se forma en mi garganta y después de aclararme murmuro—: Gracias a ti por dejarme entrar a tu vida, y por permitirme celebrar hoy tu cumpleaños.
—Te quiero. —Es imposible que ante esa confesión mis ojos no se llene de lágrimas.
—También te quiero —susurro y trato de caminar fuera de la habitación antes de echarme a llorar, pero la mano de Sami se enreda en mi blusa, deteniendo mi huida.
—También te quero, Susy.
Mierda... ¿cómo no llorar?
—Ay Sami, y yo a ti.
Las lágrimas simplemente se desbordan por mis mejillas. Pablo se ríe y poniendose de pie, me atrae a su pecho para abrazarme. Un segundo después, las niñas se unen al abrazo.
—Bueno —empiezo a decir, empujandome fuera del abrazo y secando mis ojos—, es hora de prepararnos para la fiesta que tenemos hoy. ¡Vamos chicas! —Aplaudo y las niñas corren hacia su baño para prepararse.
Respiro profundamente para evitar llorar de nuevo. Pablo acuna mi rostro y me besa suavemente.
—Te amamos, Susana, todos.
—Y yo a ustedes.
Todo nos ha quedado hermoso.
El arco de globos, las torres de flores, las mesas, los centros de mesa, los manteles, la mesa del pastel, los festones... todo. Mi hermosa torta de cumpleaños reposa en ella y se ve divina. Es de vainilla y está decorada con flores y llunas en pastillaje. Marcela flipó cuando la vio. No puedo esperar a que la pruebe.
Mis dos princesas ya están vestidas. Marcela tiene un vestido esponjoso púrpura con blanco, con brillantinas y flores, que llega hasta sus rodillas y unas hermosas sandalias blancas. Sami usa el mismo modelo en color amarillo y sandalias doradas. He definido bien sus rizos con crema para peinar... lucen hermosas.
Pablo y toda la familia llevamos jeans y camisetas blancas con la foto de Marcela y la frase de "feliz cumpleaños, Marcela". He rizado mi cabello igual que las chicas y uso la misma corona que ellas. Claudia y Jenny han optado por alisar su cabello y también llevan coronas de princesas.
A las dos de la tarde llegan los animadores y la chica que se disfrazará de princesa. A las tres ya los pocos invitados empiezan a aparecer y damos inicio a la fiesta. Todos estamos pasando un agradable rato, Saúl se ha nombrado el fotografo de la fiesta y pretende inmortalizar todo. Edith, mi madre, Claudia y yo nos ocupamos de los pasabocas y bebidas, mientras que mi padre, Pablo y Jenny se encargan de participar con los niños, en cada actividad de los animadores. En este momento están jugando a "Te compro un pollo".
Quién iba a decir que Pablo se dirvertiría tanto como un niño.
Marcela y Sami no se han despegado de Issy, sus padres, Javier y Cecilia desde que han llegado nos han ayudado con todo. Aunque invitamos a muy pocas personas, siempre alcanzamos a ser un grupo de más de veinte. Entre ambas familias, los compañeros más cercanos y sus padres.
—Es hora de la torta —chillo, aplaudiendo y llamando la atención de todos.
Pablo enciende las nieve velas sobre el pastel y ayudo a Sami para que se acomode junto a su hermana y ambas soplen las velas —así es como lo quiere Marcela—. Saúl deja sonar el feliz cumpleaños por el estereo y todos aplaudimos y cantamos junto a la pista.
—Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seís, siete, ocho, ¡Nueve! —gritamos todos. Las niñas se inclinan a soplar las velas y cierran sus ojos mientras cada una pide su deseo.
Mis ojos se humedecen cuando veo a ambas niñas tomarse de las manos y reír. Se ven ta felices. Suspiro cuando unos brazos me rodean desde atrás y me recuesto en el pecho de Pablo. Sus labios besan mi sien y lo siento sonreír contra mi piel.
—Es hora de las fotos con los papás —grita la animadora dirigiendo su mirada hacia nosotros.
Me sonrojo y abro mi boca para aclarar el mal entendido. —Oh no, yo no soy...
—Vamos —dice Pablo en mi oído.
—¡Susy ven! —gritan las niñas.
Mis padres y Edith nos sonrien. Saúl nos apresura y acomodandonos a cada lado de las niñas —me ubico junto a Sami y Pablo al lado de Marcela— ambas nos toman de las manos y sonreímos para la camara. Después nos toman la foto familiar donde mis padres, Edith, Jenny, Saúl y Claudia se unen y es el payaso quien hace la toma. La foto con los niños es más exigente, las niñas piden ver una y mil veces cómo quedan en la foto. Jamás pensé que fueran tan vanidosos. Gracias a Dios terminamos rápido y podemos cortar y comer el pastel.
—Oh Dios mío, Susy —chilla Marcela, llevándo un trozo de pastel a su boca—. Esto está delicioso.
—Me alegro que te guste, cariño. —Como de mi propio pedazo y lo disfruto. Pablo me comparte del suyo y yo del mío haciendo reír a los demás.
Para las siete la mayoría de los invitados se han ido. Sólo quedamos las familia, los padres de Issy y las niñas. Todos ayudamos a recoger el desorden y después de limpiar todo, nos sentamos en la sala para destapar los regalos de cumpleaños. Los regalos son en su mayoría juguetes, cuentos infantiles, ropa y accesorios. Cerca de las nueve de la noche, estamos rendidos y listos para ir a la cama.
—Voy a permanecer en mi cama todo el día mañana —murmuro, aceptando el refresco que Edith me ofrece.
—Me duelen mis pies, ¿cómo es que personas tan pequeñas tienen tanta energía —se queja Jenny dejándose caer al lado de Saúl.
—Pero fue divertido. —Todos están de acuerdo conmigo.
Minutos después, estamos despidiendo a mis padres y a sus dos chicos guardines, que regresan a casa.
También me despido de todos, estoy rendida. Camino hasta el jardín acompañada por Pablo. Axel permanece dentro de la casa ayudando a Edith a apilar las ultimas sillas. Pablo me ofrece quedarme en su casa pero realmente quiero bañarme e ir por un pijama.
—Puedo prestarte una camisa —susurra abrazándome.
—Realmente quiero tomar un baño.
—Puedes bañarte aquí, te ayudaré si así lo quieres. —Sus labios trazan un camino de besos desde mi cuello hasta la parte de atrás de mi oreja.
—Tentador —suspiro sintiendo la piel de gallina—, pero prometiste leerles un cuento a las niñas.
—Por favor, sólo esperame en el baño. Quiero consentirte.
—E-está bien —jadeo. Mi resolución cae por completo cuando muerde el lobulo de mi oreja y aprieta mi trasero.
Se ríe y me hala dentro de la casa donde todos ya se han retirado a sus cuartos. Subimos a su habitación y me guia hasta su baño, me dejo caer sobre el borde de la tina y espero mientras abre la llave para llenarla.
—¿Azul marino o frutos rojos? —pregunta, enseñandome los dos frascos de gel.
Voy a responder, pero entonces mi trasero vibra. No recordaba mi telefono.
—Frutos rojos —respondo mientras tomo mi móvil y verifico el mensaje que entró.
Una sensación extraña .
Es un numero desconocido y el mensaje es realmente extraño e inquietante.
¿Estás segura que las niñas están en su cuarto?
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