Capítulo 32

Llegamos a la puerta mi casa y me lanzo sobre él, reclamando su boca con la mía. Jadea, sorprendido por mi arrebato, pero pronto responde a mí y se adueña del beso, sus manos van a mi cintura y me atrae hacia su pecho. Cierro mis ojos y me pierda en él y en su poderosa boca. Mis manos suben a su rostro y lo tomo con ternura, cuando mi dedo roza la cicatriz de su mejilla, Pablo gime.

Nos separamos cuando es necesario volver a respirar. Abro mis ojos, para encontrar a Pablo sonriéndome.

—¿Por qué fue eso? —pregunta con los ojos nublados por la pasión.

—Por hoy, por ayer, por todo.

Su sonrisa se amplia y es él, quien ahora se arroja por mí. Me arrincona contra la puerta, presionándome entre ésta y su pecho. Sus manos acunan mi rostro y su pierna se acomoda entre las mías. Un pequeño gemido escapa de mi boca cuando sus labios descienden y muerden el lugar donde late mi pulso. Toda la sangre viaja hacia cierta parte de mi cuerpo, excitándome y calentando todas mis células. De pronto, Pablo se aleja y gimo en protesta. Abro mis ojos que se habían cerrado y lo miro embelesada.

—¿Por qué fue eso?

—Estoy adelantándome a lo que pasará una vez abras la puerta.

—¿La puerta? —pregunto confundida—. ¿Qué hay dentro?

Pablo sonríe y me quita el aliento. Se acerca a mi oído y susurra después de morder suavemente mi lóbulo:

—Ábrela y lo descubrirás.

—Oh por Dios —jadeo una vez que la puerta de mi casa es abierta. Llevo mi mano a mi boca y siento como mis ojos se humedecen.

Rosas, hay muchas rosas rojas en el suelo de mi casa. El tallo ha sido removido, pero el capullo, la rosa en sí está intacta. Y todas se alinean formando un bello camino. El camino va hacia mi habitación, lo sigo con Pablo tras de mí. Al llegar a mi habitación, el camino se desvía hacia mi baño, frunzo el ceño sin perder la sonrisa que se dibujo en mi boca, bajo mi mano. Me vuelvo hacia Pablo, bajando ambas de mis manos. Le doy una mirada interrogativa y él sonríe.

—Sigue el camino —murmura, besando mi mejilla y descendiendo hasta mi cuello. Suspiro y curvo mi cuerpo hacia el suyo, buscando más de sus caricias.

Se aleja y suavemente me empuja hacia mi baño. Llego hasta la puerta y la abro, dejando que otro jadeo escape. La tina está llena a superficie tiene pétalos de rosas, hay una exquisita esencia en el ambiente, una botella de vino tinto reposa sobre el mostrador y a su lado, un recipiente con frutas picadas.

—¿Y esto? —Mi cara se encuentra roja por la excitación y la emoción. Pablo sigue sonriendo mientras se acerca y toma el dobladillo de mi blusa.

—Sólo quiero dedicarte un poco de tiempo —susurra sobe mis labios. Desliza sus manos bajo mi blusa y le permito sacarla de mi cuerpo, ayudando a desabotonarla de mi cuello—, demostrarte cuánto me importas. —Sus labios besan mi clavícula y la piel visible de mis pechos en mi sostén—. Hacerte sentir especial —Se arrodilla, besando mi ombligo, mientras sus dedos se enroscan en la pretina de mi pantalón—, querida, amada y... —Desabrocha mis zapatos y los arroja lejos, continua con el pantalón y suavemente lo desliza fuera de mi cuerpo, sin dejar de besar mi piel. Me quedo en bragas y sostén, pasa su nariz sobre mi montículo y aspira mi olor, jadeo por lo erótico que es el momento—, deseada.

—Pablo...—Doblo mis rodillas para estar a su nivel y poder besarlo, pero no me lo permite.

—Esta noche se trata de ti, Susana. Hoy quiero complacerte y consentirte. Permítemelo. —Me envía una mirada cuando abro mi boca para decir que también quiero hacerlo con él. Decido callar y asentir, sonríe y se levanta besando un camino hacia mi pecho. Enreda sus manos en mi cabello y lo peina con sus dedos, toma mis labios y muerde suavemente, gimo y me aferro a su cintura.

Desabrocha mi sostén y lo arroja al suelo, sus manos acunan mis senos, dejando que su pulgar se burle de mis pezones. Me estremezco frente a él, sintiendo como se humedecen mis bragas y como mi centro palpita, necesitado. Sus dientes se aferran a la piel de mi cuello, donde mi pulso late desenfrenado, entierro mis manos en su camisa y tiro de ella, ríe entre dientes por mi desesperación. Sus manos liberan mis pechos y toman mis bragas, tirando de ellas por mis piernas. Muerde mi pezón derecho, causando que gima en voz alta y tiemble de nuevo. Una de sus manos acaricia mis muslos mientras su boca se acerca a mi oído.

—Abre las piernas para mí —susurra. Su aliento envía miles de corrientes por mi cuerpo, y la anticipación de sentir su mano ahí, donde más lo necesito, me abruma.

—Por favor.

—Shh, cariño. Déjame adorarte.

Toma uno de los cauchitos para el pelo que guardo en el mueble de baño y ata mi cabello, creo que ha practicado demasiado con las niñas, pues lo hace perfecto. El moño cebollero está firme en mi cabeza. Me da un beso más fuerte y posesivo, y luego me convida a la tina. Suspiro apenas y mi pie toca la tibia y deliciosa agua.

—Recuéstate —pide y obedezco. Pone una pequeña toalla bajo mi cabeza y se aleja, para desnudarse. Bebo de su majestuoso y firme cuerpo, como si fuera una sedienta. Su erección se eleva orgullosa y lamo mis labios deseando tenerla más cerca y poder saborear esa perfección. Toma su teléfono del pantalón y después de presionar algunos botones, la introducción de una canción que amo, se escucha.

Burbujas de amor de Juan Luis Guerra.

Me sonríe y se aproxima para ubicarse detrás de mí, con la taza de frutas en su mano. Me inclino hacia adelante para darle espacio y me recuesto en su pecho , sintiendo como su erección se clava en mi piel. Gimo suavemente y sonrío cuando se tensa al sentir mis manos en sus muslos.

—Abre la boca —ordena. Lo hago y deja caer una rodaja de manzana untada de crema. Ahora comprendo por qué razón desestimó el postre durante la cena. Él tenía todo preparado en casa.

Deja el tazón a un lado y tomando uno de los geles de baño sobre la tina, lo esparce en mi espalda y empieza a masajear mi piel.

—Eso se siente bien —jadeo, disfrutando de sus manos sobre mí. Desciende un poco, acariciando mis senos y mi estómago. Llega a mis muslos y abro mis piernas automáticamente para darle acceso, lo siento reír a mi espalda y pellizco suavemente la piel de su entrepierna, aspira el aire y muerde mi oreja, provocando que curve mi espalda y sus manos se adentren a mi centro.

Se aleja, protesto pero vuelve a darme un trozo de fruta y continúa su tortura. Dejo caer mi cabeza y me entrego a sus caricias. Las canciones que se reproducen son cada vez más sensuales y provocadoras, tornando caliente y erótico el ambiente. Cierro mis ojos y suspiro, sus manos regresan a mis pechos y su boca comienza a besar mi cuello.

—Te amo, Susana —susurra—. Te deseo tanto, tanto que duele. —Y a mí también me duele, especialmente cuando siento lo duro que se encuentra. Su polla se aprisiona en mi baja espalda, tentándome y asegurándome que pronto me hará sentir todo y gritar el nombre de Pablo—. Te añoro demasiado, te necesito, quiero sentirme dentro de ti, de tu corazón.

Toma mi pezón entre sus dedos y aprieta, a la vez que reparte pequeños mordiscos que me vuelven loca, sobre mi cuello y hombro. Su mano libre continua su descenso, provocando mi ombligo y pellizcando mi cadera. Me remuevo, buscando su contacto y, cuando creo que alejara su mano de nuevo, me da lo que quiero. Sus dedos trazan tentativamente mi entrada, una, dos y tres veces para luego adentrarse y frotarme con firmeza. Me muelo contra su mano, jadeando y gimiendo. El agua aumenta la sensación de su toque y me vuelvo loca. Extiendo mis manos y las enredo atrás, contra su cabello.

Introduce un dedo y tiemblo, introduce el segundo y me desespero, levanto mis caderas para presionarme contra su mano, haciendo que el agua se mueva y unas cuantas gotas caigan fuera. Pablo gruñe al sentir como me aprieto sobre sus dedos y aumenta el ritmo, frotando mi clítoris con su pulgar. La presión dentro de mí aumenta, así como el placer y el calor de mi cuerpo.

Me deshago ante sus manos y su boca.

Le toma unas cuantas caricias más, para hacerme caer. Me rompo a su alrededor, gritando su nombre. Es tan potente que mis ojos se cierran, mi boca deja salir un fuerte grito y mis manos caen a mi costado.

Sigo en trance cuando Pablo tira de mi rostro suavemente, para besarme. Enredo mi lengua en la suya y vuelvo a subir mis anos hacia su cabello. Su polla late detrás de mí y me vuelvo, para estar frente a él y sobre su regazo. La punta de su erección se mueve sobre mi entrada, Pablo me observa con los ojos llenos de deseo y lujuria, sus labios se entreabren y sisea cuando roto mis caderas, introduciéndolo sólo un poco.

—Susana...

—Shh, ya me has consentido lo suficiente. Ahora quiero que me ames, me tomes y me reclames.

Gruñe y tira de mí a su boca, mis palabras rompen toda su resistencia, sus manos se aferran a mis caderas y me empuja hacia abajo, permitiéndome acogerlo en mi calor, muy profundo dentro de mí. ambos nos estremecemos y gemimos, mis ojos se clavan en los suyos cuando empiezo a mover mis caderas, la fricción es deliciosa y la presión casi dolorosa pero placentera. Entierro mis uñas en la piel de sus hombros y aumento el ritmo. La cabeza de Pablo cae hacia atrás y lo sigo, tomado su boca en la mía. Me besa, enredando sus dedos en el poco cabello que se ha soltado.

De nuevo, el orgasmo nace en mí. Cada estocada me acerca más al borde, al límite. Y lo mismo sucede con Pablo, sus caderas se levantan para encontrar a las mías en cada empuje, su ceño se frunce como si tuviera dolor y sus gruñidos son cada vez más profundos.

—Susana... Dios, sí... así.

Jadeo cuando es él quien rota sus caderas y muerdo su hombro cuando el orgasmo me atraviesa.

—Mierda —gruñe y se estremece, siguiéndome al olvido. Su cuerpo se estremece un segundo después de que los temblores inician en el mío, y lo siento palpitar dentro de mí, caliente, muy caliente. Murmura mi nombre una y otra vez, mientras yo sigo aferrada a su cuerpo y a su piel, cruzando el magnifico puente de placer.

Después de que nuestros cuerpos dejan de estremecerse y nuestros corazones tratan de regularse, Pablo acaricia mi espalda, aun dentro de mí. Estoy tendida, saciada y somnolienta, sobre su pecho.

—Vamos —dice, besando un lado de mi cabeza—. El agua ya se está tornado fría.

—Hmm.

—Susana —Ríe al ver que no hago el mínimo intento de levantarme.

Para mi asombro, logra ponernos de pie. El movimiento hace que salga de mí y gimo. Se ríe de nuevo y nos saca a trompicones de la tina. El frío aire hace que mi pe se ponga de gallina y chille como una niña. Pablo me estrecha más fuerte y enredo mis piernas a su alrededor. Camina hasta la cama y nos acomoda en ella. Besa mí frente al atraerme sobre su pecho, y continúa acariciándome.

—¿Quién te ayudó? —pregunto medio dormida.

—Tu hermana y Saúl. Les dije que quería una noche para ti. —Besa mi mejilla y pasa su nariz por mis labios—. Quería consentirte sin preocuparnos por el tiempo o por estar muy lejos de casa y no poder estar cerca para comprobar a mi familia.

—¿Están todos en tu casa?

—Sí, tu hermana está haciendo una especie de pijamada con las niñas.

—¿Eso quiere decir que esta noche eres todo mío?

—Lo soy —responde besándome.

—Bien, porque planeo recordártelo nuevamente.

—¿Es asi?

—Sí, eres mío... en cuerpo y alma.

—Y tu mía... toda mía.

Alguien está siguiéndome.

Estoy totalmente segura de ello. ¿Por qué le dije a Axel que esperara en el parqueadero?

Porque no pensabas que los baños del primer nivel estuvieran tan ocupados.

Había una fila, y la verdad es que tenía demasiadas ganas de ir y no podía esperar tanto. Así que subí al segundo nivel del centro comercial donde estoy comprando el regalo de Marcela, que cumple años el próximo sábado, y aproveché que Simón es quien abre la tienda hoy, para venir de compras. Dejé el paquete en el suelo y hice mis cosas. Justo cuando regresaba hacia el primer nivel, sentí a alguien demasiado cerca de mí. Cuando me volví, no vi a nadie, pero mientras camino hasta la escalera que conduce al estacionamiento, siento un cosquilleo en mi nuca y esa sensación de que algo no va bien, aferro mis paquetes a mi cuerpo y sigo mi camino. Vuelvo a mirar detrás de mí, pero no hay nadie, unas pocas personas caminan hacia sus autos y otras suben por la escalera del otro lado.

Corro, algo no se siente bien, apresuro el paso y trato de llegar al auto lo más pronto posible. Axel me ve aproximarse y su rostro deja de estar tenso. Su teléfono está en su mano y se aproxima a mí.

—¿Dónde estaba? —gruñe. Mira a mi alrededor y luego mi rostro angustiado y preocupado.

—En... en el baño.

—No, me planté frente a la puerta y no la vi.

—Estaba en los de arriba. Estos estaban muy llenos.

—¿Fue sola arriba? —pregunta poniéndose pálido. Asiento y miro de nuevo hacia atrás—. ¿Alguien la seguía?, ¿Es por eso que está asustada?

—No estoy segura.

—Señora —dice Axel y me guía al auto—, no vuelva a hacer eso. Usted pudo correr peligro allí arriba. Le permití ir al baño, sola, porque está a unos cuantos pasos de aquí.

—Estaba lleno.

—Hubiera regresado a mí, la hubiera acompañado. —Abre mi puerta y espera que entre—. ¿Está usted bien para manejar? ¿Llamo al señor Pablo?

—Yo... —Voy a responder, cuando mi teléfono suena, es Simón—. ¿Hola?

Susy —jadea, mi cuerpo vuelve a tensarse y toda mi piel se eriza.

—¿Qué sucede Simón?

La tienda —chilla y mi corazón se paraliza—, rompieron todos los vidrios y... Tienes que venir. No es bonito.

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Se acerca el final...

¿Será que alguién sí estaba siguiendo a Susana?

¿Y ahora que habrá pasado con la tienda?

Pronto lo descubriremos.

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