Capítulo 22
Me levanto y me estiro en mi cama. Ciertas partes de mi cuerpo duelen, y ese dolor es bastante placentero; además, me recuerdan todas las cosas que he hecho estas últimas cuatro noches.
Sí, cuatro noches.
A pesar de que la primera vez no fuimos cuidadosos al usar un condón, ahora, que los dos sabemos lo que queremos, hemos tomado todas las precausiones. Así esté tomándola píldora es mejor prevenir que...
De todas formas, He frotado mi frijol por todo ese tiempo.
Y ha sido maravilloso. Quién iba a pensar que Pablo podría ser un amante muy considerado e intenso a la vez. Estar con él ha sido una experiencia de otro mundo. La forma en la que me toca, acaricia, besa, posee y me hace el amor es... inefable.
Ya perdí la cuenta de todos los orgasmos que he tenido, y no saben cuánto me alegro de ello. Como dice Jenny: ¡Ya era la maldita hora!
Me levanto y tomo una ducha, es una pena que deba borrar las huellas de Pablo en mí, pero no me puedo quedar toda la vida con su aroma sobre mi piel y los rastros de sus besos, de todas formas, existe la posibilidad de tenerlo de nuevo esa noche.
En la sala, Jenny me espera con una sonrisa de mierda. Ella no vio a Pablo escabullirse de mi habitación a la madrugada, pero por la maldita sonrisa en mi cara, lo sabe. Desde el primer día lo supo todo. Sólo fue verme llegar a casa hace cuatro días, y grito: ¡Ya era la maldita hora!
—Alguien tuvo jaleo anocheeee —canta y la fulmino con mi mirada.
—Cállate —gruño y voy hasta mi cocina para preparar un desayuno. Jenny se acerca para tomar algunas de mis rodajas de durazno, y golpeo su mano—. Míos, no toques mí desayuno. Sírvete el tuyo.
—Creo que ese frijol necesita más jaleo, aún no se te pasa lo gruñona y no sacas todo ese tiempo reprimido. Hablaré con Pablo.
—Hazlo y morirás. Y no, no estoy gruñona. Creo que cualquier persona que te tuviera por hermana, tendría un humor de perros.
Termino de corar las frutas y me siento en la mesa para comer, Jenny me sigue sin perder su sonrisa.
—Uisss que duro, creo que necesitas un poco de rompe colchón.
—¿Qué?
—Rompe colchón —La miro en blanco y sonríe—, no te preocupes. Lo raeré esta noche, para que lo practiques con Pablo.
Me guiña un ojo y empiezo a entrar en pánico.
—¿Qué demonios vas a hacer? Será mejor que no hagas una estupidez Jenny, déjame a mí lidiar con mi vida sexual a mí manera.
—Una ayudita nunca está de más.
—Jenny.
—Lo que sea, de todas formas, ¿sigue en pie la fiesta de pijamas de esta noche?
—Sí, las niñas están muy entusiasmadas. Y con respecto a lo otro, quédate fuera de ello.
—Ujum.
Suspiro y termino mi desayuno, viendo a mi hermana partir con una sonrisa que me hace temblar un poco.
Las ideas de Jenny nunca salen bien.
Jenny está loca y siempre convierte todo en un caos.
Esto no pinta bien.
—Toma. —Una bolsa es dejada frene a mí, sobre mi mesa de cocina. Sacudo mis manos llenas de harina y miro con sospecha a mi hermana. Jenny rueda los ojos y resopla—. No es una bomba, ábrela.
Lo hago, con toda la cautela y precaución del mundo. Lo primero que tocan mis dedos es una caja pequeña. Frunzo el ceño y la saco. Es una caja de condones. Jenny sonríe y mueve las cejas, agita sus manaos y me pide que continúe. Lo hago, a la caja le siguen unos diminutos pantys rojos comestibles, unas esposas, un gel multiorgásmico, un consolador y unos aceites.
¿Qué mierda?
—Antes de que sufras un derrame cerebral —dice riendo y siento una vena latir en mi cien—, o que empieces a gritarme, déjame decirte que este producto —señala al gel—, es muy efectivo. Sacudirá tu mundo. Y estas preciosas tanguitas comestibles, harán que nuestro queridísimo Pablo, ex vecino aterrador y nuevo semental, se enloquezca.
—Definitivamente estás loca.
—Ay por favor, no te hagas la santita ahora; bien que sé eres toda salvaje en la cama. —La miro con fingido horror y sonríe—. Olvidas que compartimos apartamento y las paredes eran demasiado finas.
Mierda. Es cierto.
—Lo que sea. Guarda esas cosas, las niñas llegaran pronto.
—Oh, también traje algunas cosas para las niñas. ¿Las tiendas de campaña están listas? —pregunta, alejando de mí la maldita bolsa del pecado.
—Sí, ya las he montado en el patio. Ya armé los pinchos con frutas y los malvaviscos para asar.
Termino de armar las galletas que voy a hornear y sonrío al ver la cara emocionada de mi hermana menos.
Quién diría que Jenny moriría por una pijama con dos niñas de cuatro y ocho años.
Dejo las galletas en el horno y voy a mi habitación para cambiarme a mi pijama. Estoy terminando de recoger mi cabello en una cola de caballo, cuando la puerta suena.
—¿Puedes recibirlas por mí? —grito a Jenny.
—Claro.
Aplico un poco de crema y repelente para insectos y salgo para recibir a mis invitadas. Las encuentro en la sala con sus pijamas, brincando de emoción junto a Jenny, Pablo permanece a un lado, mirando hacia el pasillo, por donde me encuentro.
—Hola. —Sonríe apenas y llego hasta ellos.
—Hola. —Me acerco y para sorpresa de todos, Pablo me hala y me da un casto beso en los labios, ganándonos unas risitas de las niñas y un bufido de mi hermana—. ¿Qué traes en la bolsa? —pregunto al ver la maleta en su mano.
—Mi pijama —responde y mis cejas suben hasta el nacimiento de mi cabello.
—¿Te nos unes? —pregunta Jenny por mí.
—Sí, le pregunté a las niñas y... —AL ver mi cara de sorpresa, sus mejillas se colorean—, yo, no...
—Veo que alguien no puede estar lejos de mi hermana —se burla Jenny. Las mejillas de Pablo se colorean un poco más, pero su ceño se frunce al dirigir su mirada a mi hermana.
—También quiero estar con mis hijas.
—Y nadie lo duda —me apresuro a decir cuando Jenny menea sus cejas y sonríe abiertamente—. Puedes cambiarte en el baño. Niñas, vamos a llevar los aperitivos a la mesa que está afuera.
Pablo me da una pequeña sonrisa y se dirige al baño mientras golpeo a mi hermana y dirijo a las niñas hacia la cocina y luego al patio. En el camino, tomo una manta extra y dos almohadas. Es bueno que haya decidido armar la tienda de campaña grande y una de las pequeñas.
El horno pita y saco las galletas, camino con un recipiente lleno de las mismas hacia el patio. Pablo ya se encuentra sentado en la manta junto a mi hermana y las niñas. Su pijama es totalmente decente y aun así, la camisa se aferra a su cuerpo, recordándome la tersa y firme piel bajo ella.
Alejo mis pensamientos de Pablo y su perfecto cuerpo, y me concentro en dar la mejor pijamada del mundo.
—¿Qué haremos ahora? —pregunta, mirando el video beam con mi Laptop, los libros, el tablero con los marcadores, el "adivina quién", el estéreo y la comida.
—Primero veremos una película —responde Marcela—. Hemos escogido ver la de los Trolls.
—Así es. Jenny, ayúdame con la sabana.
Entre mi hermana y yo, dejamos caer la sabana sobre las puertas corredizas del patio, amarrándolas fuertemente para convertirla en una pantalla en blanco. El sistema de sonido ya está conectado, por lo que enciendo el vídeo y listo.
Pablo y yo nos sentamos lado a lado. Marcela se sienta frente a su padre y se recuesta en él, Samanta hace lo mismo conmigo; enredo mis brazos alrededor de su pequeño cuerpo, y me concentro en la película, no sin antes dirigirle una sonrisa a Pablo.
Después de ver la película, comer, jugar y reírnos como locos; llegó la hora de dormir. Las niñas pidieron que ambos durmiésemos con ellas en la carpa grande. Mi hermana, que jugó y se convirtió en una de las mejores amigas de las niñas, no tuvo problema alguno para entrar en la carpa pequeña y dejarme fuera de ella.
Un poco nerviosa y ansiosa, me permití acostarme al lado de Pablo, en el centro de la cama. Sami volvió a aferrarse a mí cuando caímos en las mantas y almohadas. Marcela se inclinó hacia el calor de su padre. Pablo y yo, nos cogimos de las manos libres, y mientras él les contaba un hermoso cuento, caímos dormidos.
Fue la primera noche que pasamos juntos.
—Levántate dormilona.
Algo me hace cosquillas en la nariz, palmeo la nada intentando alejar lo que sea que molesta mi precioso sueño. Una risita se escuha y me vuelvo hacia el otro lado.
—No se quiere despertar. —La voz dulce y suave me hace sonreír en medio de mi sueño.
—Ya lo veremos —dice una voz profunda. De pronto, algo frío y húmedo roza mi pie, y salto como un resorte de mi confortable y caliente lugar.
—¿Qué demoni... —Me calló apenas y veo a las niñas riendo frente a mí—. ¿Qué está pasando? —pregunto, volviéndome hacia un divertido Pablo.
—Sólo intentando despertar a una osa dormilona —responde. Ladea su cabeza, mirándome intensamente; muerde su labio, intentando contener una risa.
—¿Estoy despeinada, verdad?
—Un poco —ríe Marcela. Sonrío y peino mi cabello. Sé de primera mano cómo luce mi cabello a primera hora de la mañana.
—¿Imagino que tienen hambre?
—Sí —responde los tres. ¿Jenny sigue dormida? —Asienten y me río—. Bien, vamos adentro y les prepararé un nutritivo desayuno.
Salimos de la tienda de campaña, las niñas, con sus pijamas de princesas corren hacia la casa, apostando quién puede llegar primero, Marcela le regala una ventaja a su hermana pequeña, haciéndome sonreír. Las pierdo dentro de la casa y en ese momento, soy empujada hacia un lado y arrinconada contra la pared del patio de mí casa.
Los labios de Pablo se acercan peligrosamente a los míos, tentando y provocando.
—Buenos días —susurra. No me da tiempo de responder, su boca se estrella con la mía y me sumerjo en un beso. Muerde mis labios y los separa para poder someter a mi lengua. Mis manos se aferran a su cuello y lo acerco más a mí. El beso, se torna intenso y es en ese preciso momento que decide terminarlo.
Las niñas podrían regresar por nosotros.
—Muy buenos días —murmuro agitada. Sus ojos verdes son intensos y oscuros cuando me miran—. ¿Qué?
—Eres demasiado hermosa en la mañana —dice, dejando un beso en mi cuello y abrazándome más fuerte—. Pero, la próxima vez que despiertes a mi lado, sin que haya dos niñas con nosotros, me encantaría saber que el descontrol en tu cabello es producto de mis manos, por haberme aferrado a él, cuando empujo dentro de ti. —Me da un último beso y se separa, dejándome con la boca abierta y el corazón acelerado.
Jesús, que llegue esta noche rápido.
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!He vuelto chicas¡
Lamento mi ausencia pero estuve muy ocupada por el trabajo y otras cosas más, pero regresé y vamos con toda. Espero terminar esta preciosa historia pronto y dejarlas muy enamoradas de esta parejita.
¿Cuántas extrañaron a Susy, Pablo y Jenny?
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