Capítulo 10

Por todos los bebés conejos de cola esponjada y rosa.

Este lugar es impresionante. Realmente impresionante.

Un soplo de brisa me golpea suavemente el rostro y el cuerpo, me estremezco y siento la mano de Pablo tomando la mía y acercándome a su cuerpo.

—Hace frío. Debiste traer un abrigo más grande. Ese no te proporciona el calor suficiente.

—Estoy bien —respondo y me pierdo en su iris verde. Sonríe de medio lado y pasa su brazo sobre mi hombro.

—¿Te gusta el lugar?

—Sí, es hermoso.

—Eso me alegra, de verdad.

Le sonrío y continuamos caminando por el paseo ecológico de la cuidad, es un enorme corredor que construyeron hace dos años. Está rodeado de árboles y una gran cantidad de flora. Hay pequeños puestos de comida saludable, otros de vendedores de artesanías y bisuterías, unos cuantos músicos y cafeterías pequeñas. El corredor es de once kilómetros y atraviesa gran parte del centro de la ciudad. Sólo había venido una vez aquí, cuando recién fue inaugurado y había muy pocas cosas para ver.

Hemos caminado un kilómetro, Pablo me regalo unos hermosos pendientes en forma de gazanias que encontramos. Yo le compré una manilla con el dije de la virgen y escuchamos a algunos cantantes interpretar algunas canciones. No pude dejar de inclinarme hacia las flores y absorber su belleza.

—Ahí hay un puesto de chocolate caliente ¿Quieres uno?

—Sí —respondo y lo halo hacia la chocolatería.

Nos sentamos en uno de los bancos y bebemos de nuestro chocolate mientras hablamos. O más bien, yo pregunto.

—¿En que trabajas? Siempre estás de traje.

—Tengo una empresa de transporte.

—Oh, algo así como Fletexlogistic S.A

—Sí —Sonríe de nuevo y me ve divertido—, algo así.

—Impresionante. ¿Cuántos años tienes?

—Treinta y tres.

—La edad de cristo —murmuro y bebo de mi taza humeante—. Eso sería siete años más que yo.

—Eres joven —dice y bebe de su chocolate.

—Cuidado, señor anciano. Apenas estás en tus treinta.

—Pero soy siete años más sabio y experimentado que tú.

—La edad no significa nada en cuanto a sabiduría o experiencias.

—¿Es así?

—Sí —respondo con toda la convicción del mundo.

Sonreímos y nos quedamos en silencio por unos minutos. Suspiro cuando una nueva brisa viene y nos golpea, pero el calor del chocolate hace que mi cuerpo no se estremezca de nuevo.

—No has vuelto a observarme desde tu ventana.

—¿Perdón?

—Me escuchaste perfectamente.

Toma mi taza vacía y la arroja, junto con la suya, en el bote de basura a un lado. Su cuerpo se gira hacia el mío y me hipnotiza con sus verdes ojos.

—Lo sé, es sólo que no entiendo por qué lo preguntas.

—Porque me gusta saber que me observas —dice y me sonrojo a más no poder. Jesús, soy patética—. Eso me da a entender que no estoy solo en esto.

—¿En qué?

—En esto —responde antes de estrellar sus labios con los míos.

El frío del ambiente se extingue cuando el calor de su beso y su cuerpo me envuelven. Su beso es fuerte, pero delicado a la vez. Tienta mis labios a abrirse y lo hago, por la sorpresa al sentir su lengua y por las sensaciones que me embriagan en estos momentos. Mi cuerpo se siente zumbar y mi ritmo cardiaco se dispara hasta la estratosfera. Su lengua juega con la mía y cuando siento el gruñido en lo profundo de su garganta, pierdo la timidez y me entrego por completo al beso.

Cuando el aire me falta, Pablo se retira y deja suaves toques de sus labios en los míos.

—Definitivamente no estás solo en esto —murmuro atontada, abriendo mis ojos.

Sin embargo, vuelvo a sufrir una descarga de emociones, cuando el rostro de Pablo se divide por una enorme y fantástica sonrisa.

—Eres hermoso —dejo escapar y su sonrisa cae.

—No, no lo soy. —Tensa su mandíbula y trata de ocultar la cicatriz de su mejilla.

—Oye no, no hagas eso. —Tomo su mano y la alejo de su cara. Me acerco y poso mis labios sobre la marca. Su cuerpo se tensa y deja escapar el aliento que no me percaté, contenía—. Eres hermoso, para mí lo eres.

—Tú eres hermosa.

—Si yo lo soy, tú también

Deja caer sus ojos al suelo y su labio se curva en una sonrisa. He ganado.

-No quiero regresar todavía —susurro, me estremezco cuando el frío se hace más fuerte y mi cuerpo se eriza y tiembla—. Pero realmente tengo frío.

—¿Vas a aceptar mi chaqueta, por fin?

—No, tendrás frío.

—Mejor yo que tú.

—He dicho que no. Pero puedes abrazarme.

—Eso me encantaría.

—Guau, ¿en serio sentiste todo eso con ese beso? —pregunta Jenny sorprendida.

—Sí.

—Maldita suertuda —murmura y me arroja un cojín.

Me rio y suspiro, recordando la noche pasada. Después de traerme de regreso a casa, Pablo volvió a besarme en el umbral de mi puerta. Ese fue un beso mucho más intenso y pasional. Pero, no lo llevamos a otros niveles. Lo cual agradecí. No estoy lista para eso todavía, aunque mi cuerpo se opuso y manifestó que definitivamente el sí estaba a bordo.

Compartimos números antes de irse y nos hemos llamado sólo dos veces. Él me ha enviado un mensaje, yo no le he enviado ninguno. No quiero hacerlo difícil para él. Aún no me dice que tipo de problema tiene, y tampoco se lo preguntaré.

—¿Van a follar en la siguiente cita?

—Jenny —gruño y le devuelvo el dardo cojín.

—¿Qué?, es normal hacerlo en la primera. La segunda sería lo mismo.

—No voy a acostare con él.

—¿Nunca?

—Por ahora.

Sus ojos se estrechan en mi dirección y sonríe. —¿Vas a negar que no te has imaginado al vecino no tan aterrador y buen besador cada vez que te tocas el frijol?

—¡Oh por todos los santos!, ¡Eres una idiota!

—Está bien, ya, cálmate hermanita. —Gruño y me concentro en la serie que se presenta en la TV—. Pero... ¿van a salir de nuevo con el, verdad?

—Sí. Eso creo.

—¿Eso crees? —pregunta y me arroja alguna spalomitas de maíz—. ¿Qué significa eso?

—Bueno, él no me pidió otra cita.

—Pues entonces hazlo tú.

—¿Yo?

—Sí, no me vayas a salir con que es el hombre que debe invitar a la chica. Por favor Susy, ebria has invitado a muchos chicos.

—¡Precisamente porque estaba ebria!

—Exacto. Cuando estamos ebrios nuestros verdaderos deseos toman el control. Invítalo, o puedo embriagarte primero.

—No te atrevas.

—Ah, vamos Susy, el chico ya dio el primer paso, ¿por qué no dar tú el segundo y sorprenderlo?

Hmm, porque nunca he hecho algo así. Bueno, tampoco he espiado a alguien como lo he hecho con él, pero...

—¿Será?

—Hazlo, sorprende una vez más al hombre y demuéstrale que como tú, ninguna.

—Lo pensaré.

—No tardes mucho —Canta y se concentra en la serie.

Me quedo pensando en sus palabras, intentando imaginar a qué lugar podría invitar a Pablo.

De repente, una idea me cruza por la cabeza y oro a los dioses para que me den la fuerza necesaria.

Porque realmente, invitaré a Pablo a nuestra segunda cita.


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