V e i n t i o c h o
Perspectiva de Victor
Hay cosas que simplemente no se pueden olvidar.
Mi alfa interior me gritaba y regañaba ferozmente cada día, diciendo que debía permanecer en pie, firme y siendo lo suficiente protector para saber cuidar a mi amado.
El tiempo comenzó a pasar, y ambos entendimos que no se detendría ni siquiera por un bebé muerto.
Cambiamos el horario nocturno de Yuuri a la mañana para pasar más tiempo juntos aunque nuestras carreras universitarias no tuvieran un punto en común más que las matemáticas.
Nadie más que nuestros más cercanos sabían sobre los sucedido, por lo que, una vez que éramos rodeados por personas inocentes y felices, nuestros corazones se sentían tranquilos y libres de prejuicios.
Pero eran inolvidables las noches en las que Yuuri sollozaba en pleno sueño o despertaba aterrado por la idea de que aquella situación se volviera a repetir. Por ello, siempre lo acurruqué en mi pecho, liberé mis ferómonas y acaricié su rostro, limpiando cada lágrima, dejando que se desahogara, pero a la vez, intentando impedirlas para no volver a verlas caer.
Nos tomó algo de tiempo volver a querer tener intimidad, tanto que, ni el celo nos hacía acercarnos, sexualmente hablando. Pero tampoco era fue algo totalmente olvidalo.
Prometimos por la garrita y un beso a media noche, que cuando nuestras carreras acabaran, lo intentaríamos de verdad.
Y así fue.
Fueron meses realmente divertidos, en los cuales nuestra relación se volvía tranquila nuevamente, ya que el amor jamás acabó, mucho menos estuvo cerca de terminar.
Los intentos reiterados por quedar finalmente esperando un bebé, se volvieron cada vez más placenteros, y a ratos, olvidábamos que estábamos "trabajando" en la máquina forma bebés.
Un año se cumplió, ambos ya rodeábamos los veintidós años, y nada.
—Victor —susurró Yuuri, mientras pasaba su dedo índice por mi pecho desnudo—, ¿crees que deberíamos seguir intentándolo?
—Depende de ti, cariño.
Yuuri frunció un poco su ceño a manera pensativa muy adorable.
—¿Cómo te gustaría que se llamara?
—La verdad es que no lo había pensando profundamente —admití con una sonrisa avergonzada—, pero me gustaría que fuera japonés.
Besé una de las mejillas sonrojadas de Yuuri, para luego pasar a un pequeño besito en los labios. Yuuri aprovechó la acción para tomar mi rostro en sus manos e intensificar el contacto.
Pasé mis brazos por su cadera, y mantuve el ambiente tranquilo mientras acariciaba su espalda baja para que más tarde no sintiera demasiadas molestias.
Yuuri mantuvo los ojos cerrados aún después de que el beso había finalizado. Aquello me recordó cuando nuestros labios se unieron por primera vez; éramos jóvenes e inocentes portadores de felicidad en su mayor expresión.
—Kiyoshi.
—¿Qué?
—Kiyoshi significa sagrado, y es puesto generalmente en bebés que nacen en circunstancias especiales.
—Entonces así será.
Un largo silencio se apoderó de la habitación, pero las respiraciones tranquilas mantenían la incomodidad lejos de nuestro ambiente.
De pronto, pasaron mil ideas por mi cabeza al ver a Yuuri con las sábanas color crema sobre su cuerpo delgado, mientras que la luz de la mesita de noche hacía un contraste perfecto para hacer ver a mi amado como un frágil ángel.
Ambos sabíamos que los lazos que nos unían eran más fuertes que cualquier otra cosa, pero aún así, algo me impulsaba a hacer aquello.
—¿Yuuri?
—¿Victor?
—¿Y si nos casamos?
+Continuará
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❤Antepenúltimo❤
El drama no es lo mío, lo saben... pero lo sucedido, siempre estuvo planeado.
Gracias por leer, sobre todo los que siguen allí a pesar de todo🌹.
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