V e i n t i c u a t r o

Perspectiva de Yuuri

Me encontraba sentado en el patio, específicamente, en la mesita del té, un día en el que nadie se encontraba en casa. 

Mi mano se movía en un vaivén lento, y en mis dedos un test de embarazo daba su resultado.

—Dio negativo...

Suspiré suavemente y sonreí de forma tenue hacia el objeto. 

—Victor hizo un gran escándalo por algo que obviamente no sucedería —cerré los ojos y dejé descansar mi rostro sobre mis antebrazos—. Me ilusionó...

Era un día viernes, mis ánimos no eran los ópticos como para ponerme de pie e ir a estudiar, por lo que todos me dijeron que lo mejor era quedarme en casa y así lo hice.

Hace mucho tiempo que los tres no compartíamos un momento, por lo que preparamos una deliciosa tarde de té con galletas, sandías picadas en cuadritos y chocolates.

Otabek estaba en medio de su gran paraíso. 

Mientras comíamos, comenzamos a hablar de temas triviales, pero bien sabía que Victor lo hacía para intentar distraerme de todo lo que estaba sucediendo detrás de nuestra relación y que le callabamos al mundo. 

Makkachin descansaba a mis pies y bajo la mesa, lo cual era algo muy poco común, ya que eso solía hacerlo con Otabek, incluso mientras dormía.

Estaba por pinchar un trozo de sandía, cuando Otabek agarró mi muñeca con fuerza. 

Por inercia dejé salir una risita, ya que creí que aquello fue porque le estaba quitando su comida de antojo favorita, pero al mirar su rostro, este tenía el ceño fruncido y mordía su labio hasta sangrar. 

—C-creo que... ¡Ya está! 

Yurio abrió los ojos con sorpresa y los dirigió a la silla en la que estaba sentado su amado y luego miró a Victor, el cual se había puesto de pie para buscar las llaves de auto. 

Con la máxima rapidez y fuerza que nuestros cuerpos tenían, tomamos a Otabek hasta la parte trasera del auto del padre de Victor y nos pusimos en marcha.

Yurio iba tirando aire hacia el rostro de Otabek una y otra vez mientras sus manos estaban tomadas para que el futuro padre pudiera ejercer la fuerza que deseara, y a la vez liberar el dolor en ello. 

Victor iba con la ventana abierta para poder hacer señales con las manos y de esta forma poder pasar con más velocidad por las calles y no resultar heridos. 

Miraba cada ciertos segundos a Otabek, el cual intentaba mantenerse fuerte ante una situación tan dolorosa.

—Estamos a una cuadra, Beka. Sé fuerte.

Este asintió ante mi comentario y Yurio también lo hizo. Ambos mostraban confusión y miedo. Por supuesto que lo sentían, ambos sabían que era una situación que se veía tan lejana de sus vidas hace menos de dos años, pero ahí estaban, luchando por salir adelante. 

Corrí en busca de alguien que nos facilitara una silla de ruedas, o de la plano, una camilla. 

Todo pasó sumamente rápido, tanto que, de un momento a otro, nos encontrábamos Victor y yo con la respiración agitada, sentados fuera de la sala de parto en la cual Otabek y Yurio se encontraban. 

Victor rodeó mi cintura con su brazo y me apegó a él con una sonrisa. 

—El pequeño Yurio está por salir del horno. 

Comenzamos a reír, tal vez un poco para calmar las ansias y nervios que nos generaban todos los sucesos. 

Las horas pasaban, volviéndose cada vez más difícil mantener los ojos abiertos. 

Otabek estaba teniendo serias complicaciones con la dilatación y aquello probablemente nos tendría la noche entera allí.

Desperté gracias al olor de un capuchino casi dentro de mi nariz. Al abrir los ojos, me encontré con Victor sonriendo junto a dos vasos del dulce café. 

—Buenos días, mi amor. Lamento no tener algo más elaborado después de la larga espera, pero, ¿deseas tomar un poco de café y galletas? 

—No tenías que molestarte.

Victor dejó un suave beso en mis labios y me entregó el café. 

—Nació a las doce con seis minutos.  

—Uhg... Beka debió quedar bastante cansado. 

—Así es. Le dijieron que se quedara el día de hoy, ya que le pusieron un par de calmantes a la vena.

—Ya veo... —revolví un poco el café—, ¿y Yurio? 

—Fue a casa por ropa y mantas. 

Apoyé mi mejilla en el hombro de Victor y este abrazó un poco más fuerte mi cintura.

—Yuuri, ¿hay algo de lo que quieras hablar?

Cerré los ojos unos segundos, medité rápidamente la decepción que me había creado el resultado de la mañana anterior, y volví a abrirlos.  

—No, no hay nada.

Nos quedamos en aquella posición por un largo rato y en completo silencio. 

Más tarde me arrepentiría de no haberle dicho lo que sentía y pensaba.

Mucho más tarde...

+Continuará

.....................  

¡MARATÓN!

No dejaré notas en los capítulos que vienen, por lo que digo desde ya...

Siento mucho lo que vendrá en breve.

¡Gracias por leer!

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