Doce pasos

¡Oh, que gran día para retirarme de los campos! No podía pedir algo mejor, me encuentro aquí a mis cuarenta y un años en el círculo central con mis compañeros de casi toda una vida.

Abrazados, rezando al poderoso porque nos de la gran dicha de ser campeones, no es mucho pedir. Este campeonato se nos ha hecho esquivo durante veinte años y nuestra gente vino hoy a apoyarnos desde muy lejos, cánticos, gritos ensordecedores y fuegos artificiales.

Toda una fiesta.

Las tribunas repletas de fanáticos amantes de nuestros colores, mi familia en el palco principal. Mi esposa Amina, quien ha estado conmigo en las buenas y  en las malas desde un principio, mis hijos Haala y Rayman, las joyas más preciadas de mi herencia.

¡Qué clase de juego tuvimos! Estábamos abajo en el marcador: 2-0 desde el primer tiempo, no podíamos contenerlos, eran unas máquinas sedientas de goles, nuestro técnico nos indicaba que debíamos marcar más a presión si queríamos lograr el empate. Pasaban los minutos y aún no lográbamos si quiera llegar a su portería, habían colocado un muro de concreto digno para levantar una pirámide.

─¡¿Que están esperando?! ─Rashid gritaba desde la banca, jamás había visto a nuestro técnico tan desesperado.

Minuto 64 en la pizarra, el DT decidió mandarme a calentar un poco para ingresar, algunas personas me aplaudían desde las tribunas. Seguro eran fieles seguidores desde el comienzo de mi carrera, eso hace unos veintidós años, cuando solo era un joven futbolista con deseos de superación personal.

Mi padre solía traerme desde muy niño a los juegos del equipo, su club de amores, era una locura nuestro hogar; banderas, silbatos, bufandas y todo recuerdo con los colores distintivos eran bienvenidos.

Recuerdo cuando mi viejo contaba su pasión de ser futbolista, que había practicado día y noche en un terreno a las afueras de su casa, cuando el club anunció la búsqueda de nuevos talentos. Pero algo terrible había ocurrido y con apenas dieciséis años, fue reclutado por los adeptos a Adnan. Guerrilleros asesinos que querían destruir la ciudad iluminada por no pertenecer a nuestra religión.

Algunos países aliados a la ciudad iluminada, buscaron a los líderes de Adnan, los bombardearon hasta la rendición total de ellos. Mi padre a los diecinueve años perdió su pierna derecha por causa de esos ataques y no pudo cumplir su más gran sueño.

Se dedicó al cultivo y la siembra con la ayuda de mi madre, desde ese entonces, me fue inculcando este gusto por el deporte de sus amores

Yo hice lo que todo buen hijo haría por su padre, hacerlo feliz y sentirlo orgulloso hasta el final de sus días. Pues allá esta mi padre al lado de mi esposa Amina.

Minuto 70, ya estaba en la línea central de la banda, esperando mi ingreso. El cuarto árbitro levantaba la pizarra.

"Se retira con el número ocho el jugador Abel Jazim y entra en su lugar, el jugador con el número dieciséis: Rayman Abdel Salam".

Se oía repetir mi nombre tanto el anunciador, como en las tribunas, era mi último juego antes de retirarme como profesional, un fuerte aplauso me habían dado los seguidores de ambos equipos, a veces uno se gana el respeto de las personas haciendo bien las cosas.

Y allí me encontraba yo disputando mis últimos minutos como jugador activo, cada balón lo corría como si fuera la primera vez, no había tiempo para cansarse. Teníamos que lograr el empate, robamos el balón; me dieron un pase vertical la cual devolví donde estaba Saul, quien centró para que Silva anotara el descuento.

¡Gol! Emocionado grité con todos mis pulmones, recogimos la pelota y nos fuimos directos al centro del campo, ya no había tiempo. Faltaban solo cinco minutos.

Minuto 90, lanzamiento desde la esquina; fui directo a cobrar. Rashid gritaba ya sin garganta que fuéramos todos al ataque, hasta el portero Jhair estaba allí esperando el centro.

Lo lancé con total sutileza, no quería botar la única esperanza que nos quedaba... allí pasó el milagro.

¡Gol! Jhair lo había convertido, nuestro portero lo había hecho, arrodillado en la esquina me quedé agradeciendo desde el cielo al poderoso, a mi madre que siempre me había apoyado hasta el momento de su muerte, a todos mis familiares difuntos, a mi padre, a mi esposa y a mis hijos, era la locura en el estadio. Final del partido, iríamos a prórroga.

Ya estábamos extenuados, pero teníamos que disputar el tiempo extra, treinta minutos más para lograr la gloria. No queríamos hacernos daño y así solo cumplimos con el trámite hasta que el árbitro pitó el final 

─¡A los penales! ─gritaba el anunciador

¡Qué clase de juego de despedida! Uno nunca se imagina como iba a ser, pero el mío se veía destinado para algo más grande.

Allí estábamos lo veintidós protagonistas, en el medio del campo, esperando el sorteo para el lanzamiento desde los once pasos. Nos tocó de primero así que: Silva, Saul, Jhair, Abdel y yo éramos los encargados de patear los penales.

Nuestro país necesitaba esto, una final de campeonato digna del recuerdo, todavía seguíamos viviendo tiempos violentos y estos juegos hacían unificar a toda una nación, no importa que religión profetice, todos somos hermanos ante los ojos del poderoso.

¡Gol de Silva! Habíamos empezado bien la tanda, pero ellos también convirtieron.

¡Gol de Saul! Una nueva presión para ellos pero... anotaron también.

¡Gol de Jhair! Rashid estaba muy nervioso y más cuando ellos anotaron el empate.

¡Gol de Abdel! Nos colocamos 4-3 a favor.

Los gritos se desbordaron cuando ellos fallaron su cuarto tiro, era la hora de mi turno.

Que podía decir, solo me daban palmadas en mi pecho y espalda, yo solo oía los latidos de mi corazón que aceleraba con cada paso que daba al llegar hacía el punto de penal.

Tantas cosas se venían a mi mente, mi esposa, mis hijos, mi padre y su gran amor a este equipo, ya no escuchaba nada, solo observaba el balón, lo agarré y le di un beso.

Lo coloqué en el punto de penal, y allí me encontraba desde los doce pasos. Quería agradecer al poderoso por haberme dado todo lo que necesitaba, el amor incondicional de los míos, miré al cielo y vi una pequeña luz, venía directo hacia nosotros, luego observé otro objeto acercándose, se aceleraba mi corazón me paralicé por completo, escuché un estallido, había fuego, llamaradas por todos lados, gritos de auxilio, traté de divisar a mi familia...

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                                                  No más guerra en el mundo, seamos hermanos.


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