La traición.
¡Hola queridos lectores!
Espero se alegren porque les traigo dos capi seguidos esta vez ;-) y que no quieran matarme cuando les diga que luego pondré en PAUSA la historia XD
Pero antes de que se enfaden demasiado diré que es solo temporal, ya que necesito escribirla (esta no la tengo terminada como la de Místicas Criaturas) Por lo cual necesito tiempo y eso implica que la deje en stop.
Por otro lado, voy a seguir con la saga de M.C, ya que se han portado muy bien y todos la han leído *-* Así que tendrán más de Daniel y Alise, mañana 7u7 Ya dejen de odiarme sí XD
Los amodoro. Disfruten de la historia.
Julieth sentía que en ese punto todo lo que pasaba a su alrededor se ralentizaba y en cámara lenta estaba absorbiendo todo lo que pasaba. Uno de aquellos indeseables chupasangres, de cabello negro, como la misma noche, y ojos azules penetrantes, la había liberado y la tenía sujeta por el cuello, amenazando su vida.
—Un movimiento más y se muere—corroboró el hijo de la noche, con una voz melosa y arrulladora. Oírlo helaba la sangre.
Las armas que ambas sostenían retumbaron en las baldosas cuando cayeron al suelo en un monocorde sonido metálico. July no iba a seguir peleando si la vida de Jen estaba en juego. Notaba la tensión interior de Johanna, pero aun así agradecía que esta no se hubiera resistido a dejar las armas.
—Estamos a su merced. Hemos caído en su trampa— murmuró Johanna en tono resignado, que albergaba cierto reproche. Y tenía toda la razón. Aunque pudieran acabar con aquel grupo de vampiros, si seguían batallando, Jen moría, y no era algo que Julieth fuera a permitir. Pero para salvarla ahora, daba su vida a cambio, y eso implicaba que Jen moriría más adelante, de manera inevitable, como el resto de los humanos.
Johanna lo sabía desde el momento en que habían salido de la casa de Astrid, y se lo había dicho, y aun así, cuando aquella había protestado y expuesto sus argumentos, ella no había querido escucharla. Pero ya era tarde para arrepentimientos.
—No la lastimes, por favor...—se encontró suplicándole al desconocido vampiro que apretaba el delicado cuello de Jen.
Algunas lágrimas corrían por su rostro, abriendo surcos en las costras de sus mejillas. Pero bajo aquellos ojos cristalinos estaba la mirada que Julieth tanto había amado y que se encontraba con la suya, generando esa conexión que siempre le había parecido mágica. Los labios agrietados de la castaña formularon su nombre y a la pelirroja se le deshizo el alma.
July solo podía apelar a la buena voluntad del vampiro, y sabía en su interior, que él no le haría nada, pues Jen era su garantía. La de salir ileso de esa batalla.
—Podría matarla con tanta facilidad—dijo pegado al oído de Jen, aspirando su aroma—,pero para ser franco, aunque su sangre huele de maravilla, la mundana no me interesa en realidad. Solo era un medio para atraerte a ti—corroboró con obviedad. Los ojos fríos del hijo de la noche parecían sonreír—. Al final, resultaste ser tan altruista como Amatis sugirió.
"¡La maldita hada nos traicionó! Mis instintos me decían que no podía fiarme del todo en ella. Debí hacerles más caso." Se cuestionó Johanna "Ahora confirmo que ella fue responsable de la muerte de Mark" Pensó con furia, tensando su musculatura.
El vampiro empujó a Jen a un lado y rápidamente una vampiresa, que había aparecido junto a él como un fantasma, materializandose repentinamente, la tomó y la volvió a meter a la jaula, cerrando la puerta de su prisión con llave.
El resto de los vampiros se fueron haciendo a un lado a medida que su líder (pues era evidente que se trataba de David) avanzaba, con excepción de uno de ellos, el más robusto de cuerpo, que había intentado retener a Johanna, tomándola por los brazos. La gélides de sus gruesas falanges le puso la piel de gallina unos instantes, allí donde estas se posaron.
—Quítame tus manos de encima o te mueres—le susurró Johanna y el vampiro titubeó un rato antes de apartarse y replegarse con los otros.
Aquella acción resultó extraña para July. "¿Por qué hacerle caso?" Ellas ya no resultaban una amenaza, habían perdido. Pero el vampiro seguía mostrándose precavido, y por más que Johanna se mostrara realmente intimidante, Julieth ya sospechaba que allí pasaba algo más, algo por lo cual los vampiros no se atrevían a dañarlas. La respuesta a aquella duda surgió a la brevedad.
—Muchos subterráneos te han buscado para matarte parásito —siguió diciendo el líder haciendo caso omiso a lo que había pasado con su subalterno. Aquel apodo hizo que Johanna se tensara y su boca se curvara en una mueca rabiosa—. Pero el error radica allí justamente. Si te matan vuelves y te tornas un dolor de cabeza para todos nosotros. Amenazas con frustrar nuestros planes—ya se había detenido muy cerca. Tenía su cabello rizado y negro pegado a la frente y sus ojos inquisitivos contemplaban el cuerpo que ambas compartían minuciosamente, mientras su aliento las envolvía en un vaho de podredumbre y muerte —Algunos aún no se han dado cuenta, porque no tienen la información que poseemos nosotros, y te dan caza en esta vida, pero los hijos de la noche hemos sido más inteligentes y sabemos que retenerte es lo más seguro, hasta que podamos eliminarte totalmente y así dejarás de querer alterar el futuro.
Johanna pensaba que David se estaba dando demasiada importancia, y que su mayor logro había sido dar con la traidora de Amatis, quien evidentemente le había suministrado los conocimientos que poseía sobre el futuro, y sobre ella, principalmente.
Por otro lado, comenzaba a creer que haber ido al nido no había sido tan malo, después de todo. Ahora sabía con exactitud qué grupo de subterráneos eran los responsables de la invocación del ángel y también tenía una concisa noción de dónde podía estar el libro.
"El Reino de las Hadas" Era el sitio más seguro y uno de los lugares más impenetrables, para los que no conocían sus secretos.
"Si pudiera idear un plan para salir de allí ilesa, podría tener éxito en su misión finalmente y acabaría de una vez con todos sus enemigos, empezando por aquella hada engañosa y artera." Pensó Johanna.
—Pues te tengo noticias bastardo. ¡No hay forma de eliminarme! Así que solo podrán retenerme hasta el día del advenimiento, hasta que mi anfitriona muera, pero cuando eso pase, y pueda abandonar el cuerpo, mi retorno será inminente... Además con la información que ahora poseo, gracias al discursito que soltaste, podré anticiparme a tus planes y te aseguro que te volverás polvo para tapete antes de que te enteres— se jactó la demonia, mientras lo miraba de modo amenazante.
El líder de los vampiros mostró toda su brillante dentadura que envió destellos marfileños a las sombras y rió.
—¿En serio piensas que soy tan incauto? Si te digo todo esto, es porque en efecto sé que tendremos éxito. En cuanto a la forma de eliminarte, aunque no podamos matarte directamente, siempre podemos extraer tu esencia y contenerla eternamente, dentro de la caja.
"La caja" era un artefacto místico y consagrado, de los muchos diseñados por el Creador, los cuales habían sido distribuidos por sus arcángeles en distintos sitios terrenales, para que los humanos pudieran afrontar el mal y a los demonios, a lo largo del tiempo. Aquella información le llegó a Julieth, a través de los conocimientos de su huésped.
Aunque sabía de su existencia, su paradero era desconocido por Johanna, así como para los demonios y subterráneos oscuros, pero aquella suponía que siendo este grupo portador del Libro de Enoc, que contenía los secretos de los ángeles, no les habría resultado difícil hallarlo, y confiaba en que David no estaba mintiendo, lo cual realmente era preocupante.
—Metanla también a la jaula, hasta que llegue Merliot.—Ordenó el jefe del clan, y sin oponer resistencia esta vez, Johanna dejó que aquellos dedos fríos y muertos volvieran a sujetarla, despojándola de sus armas y deslizándola al interior de la misma prisión metálica donde yacía Jen, aun replegada en un rincón de la misma, desde donde la contemplaba.
No, a ella no, a Julieth. Al menos pasarían sus últimos momentos de vida juntas, y eso en un sentido extraño, la confortaba.
—¿Qué hacemos con la bruja David?—preguntó la vampiresa, al jefe del clan.
Johanna se fijó que por la familiaridad que lo trataba podía ser su pareja. No era más que una cría de unos 16, con cabellos rubios rizados como los de una muñeca. La mayoría de los de su clase parecerían una parva de adolescentes de por vida, una de las maravillosas facultades que el gen vampírico aportaba, "juventud eterna" y eso sin pasar por el incómodo acné que acompañaba la adolescencia, pues todos lucían una fantástica piel de porcelana.
En ese punto quizá los envidiaba. Aunque esa ventaja no implicaba, que el trágico espíritu de aflicción, que generalmente envolvía a los jóvenes en esa etapa, estuviera ausente. De hecho, la mayoría de los vampiros, según el juicio mordaz de Johanna, mostraba signos de severos conflictos internos, ambivalencia y melancolía extrema, eso sin mencionar que todos vestían con deprimentes ropas oscuras y un look que fluctuaba entre los góticos de antaño y los emos modernos.
En ese otro punto, sino estuviera tan ocupada odiándolos Johanna quizá los hubiera compadecido un poco.
— Tengo una celda especial para ella—respondió David, con su insoportable mueca socarrona y ordenó a sus subalternos que cargaran el cuerpo.
Acto seguido, se dirigió a la vampiresa y en una muestra de amor, estiró su níveo brazo alrededor del cuello igualmente pálido de ella. El mismo, le colgó como un grueso collar perlado, mientras el de ella, un tanto más delgado y fino, se posó como un marfileño caderín en torno a su cintura. Esta vez la nueva escena romántica dio mayores ascos a Johanna, que la comida orgánica.
Minutos después, para su suerte (no quería vomitar, lo que posiblemente sería su único alimento por quién sabe cuánto tiempo) se retiraron, enredados el uno en el otro, indicándole al vampiro robusto, de nombre Ray, que se quedara en el recinto, para vigilar a las prisioneras.
Una vez en la prisión, Johanna empezó a trazar un plan en su mente. Era tiempo de ponerse en acción.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top