La boda. Parte I


Bueno...—dijo Johanna tomando la palabra—Es evidente que en esta Línea Temporal Alternativa, la suerte se está inclinando a favor del equipo bueno finalmente. Y eso es gracias a la intervención oportuna de la Guardia Real, pero fundamentalmente es gracias a Astridla bruja la miró sorprendida. No podía creer que la demonia le diera las gracias por algo. Era un día histórico sin duda y cualquiera fuera la línea temporal en el que estuviera sucediendo, ella se encargaría de recordarlo—. Fuiste tú la que me brindó las piezas faltantes del rompecabezas debido a las conjeturas brillantes que has hecho. Antes, solo tenía el cuándo y el dónde. Ahora tengo también el cómo y el quién. Y con esos datos, puedo saber el rumbo que debo tomar para tener éxito en mi misión. De esta manera, el futuro del cual provengo no existirá, pues la "Línea Temporal Original" como le gusta decirle a la engañosa hada rastrera, se borrará por completo y esta realidad se volverá de manera oficial: "La Nueva Línea Temporal Original"—sonrió satisfecha, sabiendo en el fondo, que ella sola entendía lo que estaba diciendo, pues todos la miraban atónitos, sino boquiabiertos.

—­No sé ustedes pero lo único que he captado de todo esto es que es la primera vez en la historia de todas las historias posibles que esta súcuba ingrata me da las gracias por algo dijo Astrid y todos rompieron a reír sonoramente.

Después de unos momentos, Johanna dijo:

Ahora solo falta revelar el paradero del Libro. Tú afirmaste que no está en el Reino, Ellylon...

—Así es—respondió él—, a pesar de las insistencias de Amatis en albergar el documento en el Palacio, Merliot se mantuvo firme en su postura de conservarlo, alegando que ya tenía un sitio seguro donde mantenerlo a salvo.

—¿La cuestión es dónde?—dijo Aziza.

De pronto, todos estaban sumidos en silencio, pensando en los posibles sitios donde el brujo podría haber escondido el Manuscrito, atando cabos, formulando hipótesis. Pero no fue ninguna de las criaturas sobrenaturales, con sus mágicos y deslumbrantes dones, que participaban con ahínco en el diálogo quién proporcionó la respuesta, sino que esta vino del interior de la cabeza de la dueña del cuerpo que habitaba la súcuba, una simple mundana.

Julieth, como buena profesora de matemáticas que era, acostumbrada a resolver problemas, había dado con la respuesta de aquella incógnita. Esta era tan simple, tan evidente, que no había sido tenida en cuenta, pues esa misma sencillez la volvía improbable. Pero July estaba convencida que el libro estaba en el único sitio seguro donde sus mismos habitantes serían incapaces de tocarlo, por más valioso y tentador que fuera.

—¡Mujer juro que nunca me he sentido tan feliz de escucharte!—exclamó Johanna en un tono que era extrañamente alegre.

—¿Lo has descifrado verdad?—aventuró Astrid leyendo las expresiones de Johanna.

—¡Yo no, ha sido mi anfitriona! comentó la demonia levantándose de su asiento, sonriendo victoriosa—. Prepárense amigos míos y vistan con sus mejores galas, y cuando digo galas, quiero decir armas, por supuesto—hizo una breve pausa que pareció eterna y finalmente añadió—. Iremos a visitar a mi querido papi.


Tiempo después el ecléctico grupo estaba organizado y con un arsenal bien provisto, para atravesar los portales hacia el Infierno mismo.

Pero, muy a pesar de Johanna, la expedición no partiría de inmediato, por varios motivos convergentes.

La mayoría de los presentes estaban exhaustos, y necesitaban obligadamente descansar e ingerir alimentos para recargar energías suficientes y así afrontar el viaje que tenían por delante.

Edom no era cualquier parte del Infierno, sino que era el sitio más peligroso del Reino Oscuro, pues allí residía el mismísimo Lucifer, su concubina Lilith y otros demonios mayores en igual rango y poder a la última. Y por eso era el mejor lugar donde guardar el libro hasta que la ceremonia de invocación pudiera concretarse.

La misma sería ese mismo domingo, pues se necesitaba un día sacro para la invocación de un ser celeste, y que mejor que el día de Pascuas, donde la tradición católica celebraba la resurrección de Cristo.

Además, estaba el hecho de que los demonios no se atreverían a acercarse al manuscrito, ya que como todos los objetos divinos estaba investido con poderes de luz nocivos para cualquier demonio que intentara poner sus manos encima.

Eso Julieth lo había aprendido luego de que Johanna manifestara aquel temor a tocar la caja, pensando que se quemaría con su luz divina. Pero al parecer, mientras estuviera dentro de un anfitrión humano, su esencia demoníaca permanecía inmune a la santidad de los objetos beatos.

Otra de las razones por las cuales no partirían a la brevedad era la veraz posibilidad de que muchos no volvieran con vida de aquella travesía, por lo cual Aziza insistió en oficializar la boda con Edrielle, su prometida, bajo el preludio de que si sus cuerpos mortales parecían en aquellas tierras malditas, al menos sus almas permanecerían unidas por el resto de la eternidad en otro plano espiritual. Por tanto, la ceremonia matrimonial se concretaría esa misma noche, en aquel recinto.

—Odio las bodas...—dijo Julieth con un tono pesado mientras intentaba ponerse el vestido que Edrielle había escogido para dama de honor.

Tanto ella, como Jen, serían las damas de la novia, a quien ya habían arreglado previamente. Solo faltaba el maquillaje, del cual se encargaría la castaña, cosa que July se lo agradecía en el alma, porque si en ese momento estaba luchando con los cordeles de un simple vestido, no se podía imaginar intentando combinar los diversos tonos de maquillaje para que la novia quedara bonita y armoniosa. Pero a Jen le iban muy bien esas cosas, pues ella había estudiado, entre otras cosas, Arte.

Astrid, por su lado, se había salvado de las implicancias del cargo, pues oficiaría la ceremonia. Mientras que Ellylon y Gwyllion, formarían parte del cortejo del novio. Gwyllion había resultado ser medio hermano del primero y sus ojos de un cálido tono lila marcaban quizá el único rasgo común que unía a ambos, porque del resto eran muy diferentes, ya que la madre de Gwyllion era una elfa y de ella había heredado las largas y puntiagudas orejas peludas, a diferencia de las de las hadas que si bien, eran afinadas en las puntas, sus trazos eran más sutiles, delicados, y carentes de vello. Y claro, estaba la notoria distinción de las alas que solo poseían las hadas.

Bajo las corazas doradas Julieth no las había visto, pero cuando los caballeros se quitaron los trajes de combate, poniéndose más cómodos, durante el almuerzo, aquellas emergieron por completo. Las alas de las hadas eran altamente flexibles y tenían la facilidad de enrollarse lo suficiente para no resultar un estorbo en la lucha, de manera que quedaban perfectamente resguardadas bajo las brillantes armaduras. Libre de ellas, y completamente extendidas y apaisadas eran lo más maravilloso que había visto la chica.

Parecían ser frágiles y translúcidas a primera vista, porque eran delgadas, membranosas, a diferencia de las alas de los ángeles que destacan por la espesura de sus plumas y su aspecto sólido, pero ni bien la luz se posaba en ellas comenzaban a irradiar colores esplendorosos, rutilantes; puesto que estaban cubiertas de fino polvo refractante que le aportaba aquella cualidad iridiscente. Además Julieth misma pudo comprobar su resistencia cuando Ellylon la invitó a tocar sus propias alas, notando que eran elásticas y fuertes.

—¡Eso es nuevo!—aseveró Johanna con cierto asombro—pensé que las bodas te gustaban, ya que ibas a casarte. Además lo de detestar este tipo de eventos sociales queda mejor conmigo. El papel de "Grinch anti bodas" lo tengo reservado. Y antes de que añadas algo así como "pero si tú también ibas a casarte" recuerda por qué no lo hice, y ahórrate palabrería innecesaria.

Julith rodó sus ojos, frente al espejo oval en el que se admiraba, e intentó una vez más anudar, sin éxito, los múltiples lazos del corsé que formaba parte del suntuoso vestido de color rosa pálido.

—No iba a recriminarte nada—bufó—. Y tú misma lo has dicho, "iba". No eres la única a la cual le ha ido mal en sus relaciones románticas ¿sabes?

—Respecto a eso, desde que supe lo de que Jen y tú habían terminado, he tratado de perpetrar tus recuerdos para saber la causa—dijo con total impetuosidad—. Pero te lo tienes bien guardado. Diría que es una de las evocaciones más custodiadas de tu banco memorial.—afirmó en un tono, que le causaba orgullo, pero a la vez frustración, y luego añadió—.Y dame eso, o tardaremos siglos en terminar— acto seguido tomó el control de las funciones motoras del cuerpo, comenzando a anudar los lazos del vestido con total ductilidad.

—Eso es porque desde que pasó aquel episodio no quiero recordarlo, ya que me causa malestar...—explicó. Johanna iba a protestar, pero July continuó hablando—Sin embargo, te lo contaré, solo si prometes que también me darás información a cambio.

¿Sobre qué exactamente?—inquirió la demonia con precaución. En tanto, habiendo terminado con la preparación del vestido, comenzaba ahora con la realización del sofisticado peinado—. Y antes que preguntes cómo es que tengo tanto conocimiento de estas cuestiones estéticas, te diré que uno de mis anfitriones fue estilista y además soy fabulosa en todo lo que hago—puntualizó, captando los pensamientos de su anfitriona.

—Vale, vale...—dijo Julieth respecto a la última aclaración, acostumbrada a la presuntuosidad de Johanna —. En cuanto a lo primero deseo saber ¿por qué siendo hija de Lucifer, una Princesa de la Oscuridad, te has empeñado en salvar a nuestra raza? Has admitido que en parte tiene que ver con Mark, pero ¿qué más hay? ¿Acaso un infantil deseo de ver llamar la atención de papi llevándole la contraria?—se mofó la pelirroja y se ganó un pellizco mental por parte de su huésped. Aquellos se manifestaban como fuertes puntadas en medio de su frente, como si de un intenso dolor de cabeza se tratara—. Auch...¡De acuerdo! No especularé al respecto, pero tendrás que sincerarte conmigo sobre la verdadera causa, si quieres que yo también lo haga. ¿Trato?

—Está bien, acepto—dijo Johanna luego de meditarlo un momento.

Júralo por Mark—se apuró a agregar Julieth, con astucia, para evitar que la ojinegra incumpliera su parte del acuerdo.

—¡Ufff eres imposible mujer! Lo juro por Mark—dijo a regañadientes Johanna—. ¿Eres feliz ahora o quieres que ponga las manos sobre "la caja" para darle un carácter más solemne?

—No es necesario. Además no quiero que te distraigas de tu labor. Me va gustando el peinado—arguyó Julieth satisfecha, mientras observaba la intrincada trenza cascada de la hija de Lucifer estaba haciendo en sus cabellos, y luego dijo—La causa fundamental de nuestra separación fue infidelidad.

—¡JA! Lo sabía—comunicó Johanna alardeando.

—Sí, bueno, es la causa común de separación en el 90% de las parejas—comentó Julieth sin emoción alguna—. Pero en mi defensa diré que no fue intencional. ¡Yo estaba ebria cuando besé a aquella chica en ese horrible antro, en mi odiosa despedida de soltera, la cual NUNCA debí permitir que "mis amigas" me hicieran.

—¿Y por qué Jen estaba en tu despedida? ¿No se supone que las parejas no deben estar presentes en las despedidas de solteras de sus correspondientes parejas? En especial cuando se realizan en antros de perdición y pecado—cuestionó Johanna.

—Se supone, pero "mis amigas" me querían dar la sorpresa llevando a mi futura esposa a aquel lugar, para que termináramos juntas la noche.

—¡Y vaya sorpresa que te llevaste!—exclamó Johanna, mientras culminaba el peinado adornándolo con algunas de las campanillas doradas del ramo.—Como sea, ¿intentaste explicarle a Jen lo que había pasado?

—¡Claro que sí mujer! Lo hice una veintena de veces, esa noche. Desde que descubrí que sus hermosos ojos me habían pescado infraganti, en plena acción, hasta que me cerró la puerta de nuestro cuarto en la cara.

Johanna giró sus ojos oscuros, mientras negaba.

—¡No me extraña que esa mujer no quisiera escucharte con el carácter que se gasta! Pero en fin, tal vez debiste insistir un poco más al día siguiente...

—Quería hacerlo cuando regresé de casa de mi madre, ya que esa noche me había ido, sabiendo que Jen necesitaba espacio. Pero las ilusiones de que me perdonara se fueron por el drenaje, junto con cualquier explicación, cuando la vi en nuestra propia cama, envuelta en los brazos de otra chica.

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