El Reino de Faylinn. Parte II


Cuando la clara luz del alba se posó sobre las mágicas tierras de Faylinn develando lo que las sombras ocultaban, Julieth se preguntó por qué en los libros de cuentos de hadas mundanos siempre describían aquel sitio como deslumbrante y hermoso, cuando lo que captaban sus ojos, era un vasto páramo, desolado y melancólico.

—¿Qué ha pasado en estas tierras Ellylon?—inquirió Johanna, y July captó cierto ápice de consternación en su voz—. Se están pareciendo cada vez más a Edom—observó—. Y no es que no me guste mi hogar en el Infierno, pero este sitio no cuadra para nada con los parámetros estéticos de las hadas o de los elfos—dijo, en referencia al otro grupo que habitaba las tierras Norestes del Reino, mientras que las hadas se ubicaban en el Suroeste.

—Tienes razón Johanna, lo ominoso en general va mejor con los demonios, sin ofender claro—comentó el caballero hada, sonriendo de lado, acentuando el hoyuelo de su mejilla izquierda—. Pero quizá notes que toda esta devastación ha sido causada con intención, y no forma parte de las creaciones natas de las hadas—Ellylon detuvo su andar un momento, para recoger un puñado de negro polvo del suelo. Johanna pensó que no era necesario tal esfuerzo, pues aquellas motas cenicientas flotaban en el mismo aire que respiraban, e incluso varias partículas estaban adheridas a su ropa, piel y cabello—. Esta tierra que pisamos y muchas otras hectáreas circundantes al Reino perdieron sus propiedades de la noche a la mañana, y nada ha crecido en ellas desde entonces, pese a nuestros esfuerzos. Ahora son áridas, completamente estériles y por ende están deshabitadas. Fue como si una maldición hubiera sido lanzada sobre ellas...

O como si hubieran sido envenenadas –añadió Johanna, haciendo énfasis en la última palabra—. ¿Qué han hecho las hadas que moraban aquí?—siguió indagando.

—Migraron a las tierras más altas, cerca del Palacio Real. Y cada vez están más cerca de aquel, puesto que lo mismo que pasó en la periferia, ahora sucede en las tierras del centro.

¿Qué opina Amatis respecto a esto?—inquirió la demonia, ya habiendo anticipado la respuesta.

—Dice que si esta maldición continúa extendiéndose por nuestro Reino y la vida empieza a perecer inexorablemente, para preservar la especie habrá que buscar nuevas tierras sanas. Tierras fuera de los dominios mágicos, si es necesario. Es eso, o el fin de nuestra especie.

¡Eso imaginaba! Incentiva al pueblo a traspasar las fronteras al humano, pero sin parecer tan obvia.— Ellylon asintió confirmando sus palabras—. Incluso me atrevo a afirmar que también sugiere que aquellas tierras les corresponden a su especie por derecho, pues son las hadas y los elfos los que se encargan de mantener los espacios naturales siempre lozanos y bellos, pese a que los hombres se esfuerzan en destruirlos.

—Así es—dijo el soldado.

Es como si buscara avivar a las antiguas facciones opositoras al régimen de Mark, pero de una forma más sutil, ganando incluso nuevos adeptos—Johanna suspiró con frustración—. Te juro Ellylon que me parece volver a escuchar el clamor de la primera rebelión de los seres mágicos contra los humanos alzarse de nuevo. Con la diferencia que ahora Amatis está en el bando al que siempre perteneció, y no fingiendo apoyar al de Mark— finalizó,  envarándose.

—De todas formas, no importan ya sus artimañas y engañosos juegos.—la tranquilizó el caballero hada—Algunos pueden alegar desconocimiento por temor a las represalias, o fingir que aún creen en su buena voluntad. Incluso pueden justificar aquel repentino cambio en su forma de pensar y de actuar, como un intento desesperado de preservar su especie. Pero para nosotros, los hombres de confianza de Mark, su Guardia Personal, está más que claro quién es Amatis en realidad. Una traidora, y la asesina de su Majestad. 


Cuando el sol estaba en lo alto del cenit, la Guardia Real estaba próxima a las tierras centrales del Reino, donde estaba emplazado el Edificio Secreto en el cual se reunía antaño el Consejo.

Solo el Señor de los elfos y las hadas y sus servidores más íntimo tenían conocimiento de aquel sitio, que a primera vista, parecía un simple anfiteatro, pero en cuyas bases subterráneas estaban emplazadas las instalaciones, que servían como sala de reunión y donde el Rey trataba asuntos de suma primacía concernientes al mundo mágico y humano; y del cual Amatis no tenía conocimiento, pues por alguna extraña razón, el Rey, a pesar de la estima que parecía profesarle, no la había hecho participe del secreto.

Aquel lugar, ahora más que nunca, hacia valer el título, que antiguamente le habían puesto sus subordinados, pues funcionaría como "Centro Clandestino de Reunión" del bando de los buenos.

—Este lugar es hermoso—le dijo Jen a July, mientras se encaminaban al anfiteatro.

Ahora que esta última había decidido mostrarse ante su antigua novia, Johanna y ella se turnaban el control del cuerpo y fundamentalmente del habla.

Finalmente Julieth debió admitir que la castaña tenía razón y los libros de cuentos también.

Cuando abandonaron las tierras periféricas el verdor se hizo notorio en el terreno y se empezaron a divisar las siluetas de los primeros árboles, que desplegaban al cielo sus frondosas copas, que parecían vibrar, rebosantes de vida, mecidas por los suaves acordes del viento. Y a medida que se fueron adentrando cada vez más en el sendero, el vivaz bosque los absorbió por completo.

Las especies arbóreas eran similares a las de la tierra en su mayoría, pero también había algunos árboles y arbustos mágicos, cuyas multiformes hojas relucían las distintas tonalidades del arcoíris, muchos de los cuales estaban cargados de flores, o racimos de frutos, que parecían auténticas gemas.

Las floridas enredaderas caían desde las altas copas, serpenteando sobre sus cabezas, como fragantes cortinados vegetales.

Y las mariposas y algunas diminutas aves se posaban en ellos absorbiendo su néctar.

—Demasiado...—corroboró la pelirroja—. En cierto sentido, me recuerda al Central Park.

"Y nuestros paseos por aquel lugar" Quiso agregar, pero no quería abrumar a Jen con todo el amor que se le había despertado de golpe y que se agigantaba en su pecho, conforme pasaba más tiempo a su lado. A demás, luego de aquel intento de beso frustrado, y de las palabras de afecto que ambas habían compartido en el páramo, la castaña se había mantenido bastante distante y más cerca de Astrid. De hecho, aquellas eran las primeras palabras que compartía con Julieth. Aunque quizá su lejanía tenía que ver con el hecho de que Johanna había empoderado el cuerpo bastante tiempo y se había dedicado a hablar con Ellylon, de temas más importantes, durante la mayoría del trayecto.

Empero, July creyó que lo mejor era limitar sus emociones, hasta que no estuviera segura de que las cosas entre ella y Jen estaban bien y que se habían saldado las diferencias del pasado. Una nueva disculpa, más profunda y que abocara a hechos puntuales tampoco estaría mal. Y esta vez debía venir de las dos partes.

››Solo que menos mágico—finalizó la frase, con palabrería insustancial.

El anfiteatro que estaban recorriendo también era esplendido como el bosque que habían dejado atrás hacía unos momentos y se encontraba suficientemente alejado de la cuidad, por lo que el grupo estaba medianamente a salvo, y eso era porque hacía mucho tiempo no se usaba, para fines recreativos.

Johanna recordaba bien el por qué de ese hecho. Desde la muerte de Mark, aquel lugar se había convertido en su Santuario personal. Ella así lo había dispuesto, pues era uno de los sitios favoritos del Señor de las hadas y de los elfos. Sitio donde solían pasar buenos momentos, admirando alguna representación, o espectáculo, o simplemente disfrutando de la paz y la belleza que aquel espacio natural ofrecía.

A simple vista parecía formar parte de la naturaleza misma, puesto que estaba diseñado en perfecta armonía con el entorno. Las gradas estaban construidas con relucientes piedras rusticas, y se encontraban dispuestas en forma de cascada en un sentido circular. Sus bases estaban recubiertas de musgo, como si estuvieran revestidas en una verde y acogedora tapicería, mientras que múltiples ramilletes de flores habían sido sembrados en hileras con el propósito de dividir las filas, confiriéndole a las gradas un aspecto de floridos balcones, vistos desde la lejanía.

El centro del anfiteatro, que antaño cumplía la función de escenario, estaba cubierto de tiernas briznas de césped, interrumpido aquí y allí por campanillas silvestres, del mismo color dorado de los cabellos de Mark; que colmaban el aire con su atrayente fragancia. A Julieth le pareció oír también suaves acodes de una cautivante y mágica melodía, que la misma brisa en encargaba de extender por la curva explanada. La música no provenía de ninguno de los presentes, parecía emanar de la tierra misma, de la naturaleza, como si las mismas flores la clamaran.

Avanzaron hacia el mausoleo que July había sabido asociar a los recuerdos que su huésped le había compartido con anterioridad, en cuya base destacaba un relieve de carácter realista, con la esbelta y grácil figura del Rey Mark, en una postura que denotaba ímpetu pero también templanza, y cuya mirada, lejos de ser vacía, por tratarse de una estatua, despertaba admiración y respeto, como si de algún modo el artista hubiera podido capturar esas virtudes de su alma en su trabajo y de esa forma hubiera logrado inmortalizarlas.

Johanna se detuvo a contemplar un momento la imagen, mientras el grupo de seres mágicos, se reunía. La demonia parecía mirar a través de la inerte piedra hacia el pasado, donde aquella figura cobraba vida.

Se vio a ella misma junto al Rey en ese mismo sitio, sentada en una de las grabas, uno próximo al otro, contemplando, a través de una ventana mágica al mundo humano, una imagen que a Julieth le figuró muy familiar.

Tardó un momento en identificar el Prospect Park y la banca ubicada bajo el olmo añejo, frente al lago de nenúfares en flor, pero cuando lo hizo, de inmediato se reconoció como una de las jovencitas que entrelazaban las manos, sobre las tablas, con afecto, profesándose amor eterno en el día de su aniversario, bañadas por la fulgurosa luz anaranjada del ocaso.

—Somos Jen y yo—dijo Julieth a su huésped—. Pero...no entiendo, ¿por qué nos observaban? ¿Tú ya me habías elegido como una posible anfitriona desde ese tiempo? ¿Significa que cuando me poseíste ya me conocías y fingiste no hacerlo?—inquirió confusa, frunciendo el ceño.

¡Relaja Julith!—Johanna rió descomprimiendo el gesto—. Te prometo que no hubo selección previa, y que todo fue producto del azar. Tampoco recordaba haberte visto con anterioridad cuando tomé posesión de tu cuerpo, pues vi cientos de rostros a lo largo de mis vidas para recordar uno concreto. Pero admito, que te reconocí como la chica del estanque, cuando tuviste aquel recuerdo, en el Prospect Park y en ese punto, de alguna forma rara comenzaste a agradarme un poco más.

Julieth sopesó sus palabras un momento, recordando algunas vivencias de sus pasados días junto a su huésped y supo que lo que decía era verdad.

—Antes dijiste que el Rey le mostraba a su pueblo el lado amable de los humanos, acciones solidarias o actos de amor y de entrega, que reflejaban los motivos por los cuales merecíamos ser guardados...—repitió las palabras de su huésped y luego preguntó—. ¿Ese día también te mostraba eso a ti, verdad?

Johanna asintió.

Aprendes rápido chica. Jen y tú le sirvieron de ejemplo práctico. ¡Y uno muy bueno por cierto!

Su anfitriona se ruborizó un poco ante el inusual cumplido de Johanna, que estiró sus labios formulando una sonrisa genuina, que era de ambas.

—¿Entonces Mark es responsable de que, a pesar de que seas un demonio, sientas algo de empatía por nuestra especie y quieras salvarnos?—cuestionó, intentando dilucidar aquel interrogante que se había planteado desde que supo que la había poseído un demonio que afirmaba querer salvar a la humanidad.

Johanna se encogió ligeramente de hombros.

Pues...algo de eso hay, pero es muy pronto para darle todo el crédito a Mark —y dicho aquello, comprobando que el grupo finalmente estaba reunido, estiró su mano hacia la de la yerta estatua, y dejó una caricia suave sobre esta, recitando unos versos en una lengua extraña, que bien podría ser elfica, o faerica, provocando que el brazo cediera ligeramente, como si una palanca se hubiera accionado, mientras la tierra bajo sus pies temblaba y el mausoleo se abría ante los ojos de los presentes, revelando la entrada al recinto secreto de las hadas.  

N/A

Esta es la melodía con la que me gustaría que imaginen el momento emotivo que finalmente logra la conexión real entre nuestras protagonistas, a través de sus vivencias compartidas con sus respectivas parejas.

Capitulo dedicado a JayCam <3 Por mil años más...

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