El libro de Enoc. Parte I


Terminaron de arreglarse rápidamente, en completo silencio. Esta vez la selección de vestuario consistió en unos jeans desgastados, camiseta blanca de manga larga y cuello alto, y una campera de cuero color negro.

Julieth secó su cabello con la toalla luego de peinarlo, y Johanna lo ató de nuevo en una coleta alta, mientras se miraba una última al espejo, antes de salir del baño.

July pensó que se veía mucho mejor que antes, aunque las ojeras violáceas que resaltaban como cardenales en su rostro pálido, no le hacían demasiada justicia y deseó tener allí sus maquillajes o dormir algunas horas al menos para recuperarse.

Fuera la escena había cambiado por completo. Incluso Julieth creyó que quizá el baño tuviera doble puerta y habían salido por otro lado, a un nuevo cuarto.

Los libros estaban ordenados en las repisas de forma prolija y la luminosidad de la estancia había aumentado ya que los veladores no tenían retazos de tela cubriéndolos y podían apreciarse claramente los paisajes del vitró de las tulipas.

También los cortinados que actuaban de puertas habían desaparecido, reemplazados por auténticas puertas de cedro. En cuanto a los objetos esotéricos y amuletos, estos se habían reducido a unos cuantos, más que nada a la bola de cristal que destacaba con su brillo azul claro en una mesa ovalada de patas torneadas, estilo imperio, a juego con las sillas, que ocupaba el centro de la sala, y al mazo de tarot que descansaba a un lado de la esfera.

Un alegre fuego eléctrico chisporroteaba en la chimenea de granito ubicada frente a esta, y las llamas falsas enviaban destellos anaranjados hacia el ambiente, que ciertamente era acogedor y cálido.

Los tonos con los que estaban pintadas las paredes también resultaban cálidos y agradables, y en estas Julieth reconoció varios cuadros de artistas famosos y hasta vislumbró un ficus, rebosante de vida, extendiendo sus verdes ramas pobladas de hojas, en una esquina de la sala, junto a la ventana.

—Espero que la nueva decoración sea más del agrado de tu anfitriona. Sentí su incomodidad cuando entró a mi morada, y quise modificarlo—dijo Astrid, quien también vestía de manera más sobria, casual y no tan excéntrica.

Llevaba puestos jeans negros, al cuerpo, y una chaqueta de lana monocromática. Sus cabellos castaños le caían sueltos por los hombros y la espalda enmarcando su rostro anguloso y de rasgos vistosos. El maquillaje no había cambiado, aunque sí sus accesorios, que ahora se limitaban a un par de aretes de gemas verde claro y un colgante con un péndulo del mismo tono esmerilado, lo cual destacaba sus ojos.

July se sintió mal por sus pensamientos anteriores y quiso disculparse y agradecer a la bruja por mostrarse tan amable, pero Johanna se lo impidió y habló primero.

—No tenías por qué desperdiciar tus energías transformando tu espacio de trabajo. Al fin que a tus clientes les atrae lo excéntrico y el estilo ominoso de tu antro—se encogió de hombros, mientras se sentaba en torno a la mesa donde yacía la bola de cristal y donde además Astrid había dejado un desayuno más elaborado y variado, concentrando mágicamente los gustos de ambas jóvenes en particular, como si las conociera desde siempre. Entonces la demonia añadió—Sin embargo, el gesto del desayuno sí fue útil, pues parte del nuestro quedó en el Prospect Park y la otra en la entrada de tu apartamento.

Dicho esto empezó a devorar su parte del desayuno, la que contenía huevos revueltos y tiras de bacón básicamente y luego dejó lugar para que Julieth incorporara un cuenco de yogurt dietético, repleto de cereales.

—Que lo disfruten. Y DE NADA—dijo la bruja mientras blanqueaba sus ojos, resignada a los malos modales de su "invitada".

Luego, mientras las jóvenes comían se dedicó a checar uno de los libros de sus estantes, y finalmente decidió llevarlo hasta la mesa, para compartir su contenido con ambas.

De inmediato Julieth se percató de que no era un libro cualquiera, sino más bien uno elaborado de puño y letra, como si se tratara de un diario particular o una crónica. Además divisó que el mismo contenía varios recortes de periódico en su interior, con distintas fechas, y reconoció algunas valoraciones analíticas, en torno a estas.

—He estado recaudando cierto material desde "la última vez que nos vimos", a partir de los datos que me has dado sobre el dichoso día del advenimiento—musitó la bruja—. Y creo que al fin di con algo útil... Algo que puede echar luz sobre lo que pasó ese día en concreto, o más bien lo que pasará, si lo vemos desde nuestra actualidad. Como sea—siguió al ver la impaciencia de Johanna, la cual había dejado de comer para devorarla a ella con la mirada—, creo que el único ser capaz de poseer una magia tan potente para generar tal destrucción es uno celestial. Pienso que un ángel será el responsable de que la humanidad perezca.

—¡Esto no puede ser!—dijo Julieth en voz alta, aprovechando que su huésped estaba ensimismada en sus pensamientos —. ¡Los ángeles son puros y buenos!

Astrid la miró de manera analítica, frunciendo su entrecejo, reconociendo que quien hablaba obviamente no era Johanna.

—En lo que a mi concierne—dijo su inquilina, también en voz alta—, es algo perfectamente factible. Yo nunca confié en los sucios alados del Altísimo.

Yo creo que tú les tienes envidia...—replicó su anfitriona.

Y yo creo que tú eres una ilusa, que se deja engañar por los falsos estereotipos de ángeles regordetes que tocan el arpa todo el día y se la pasan entonando insoportables villancicos.—terció Johanna demasiado cabreada.

—¡PODRÍAN CALLARSE AMBAS Y PRESTAR ATENCIÓN AQUÍ!—dijo Astrid chasqueando los dedos, y elevando su voz para captar la atención de ambas mujeres—. Lo que intento decir es que las señales—apuntó con su dedo el diario que estaba sobre la mesa—,  indican a que será un ángel el causante del fin, pero eso no quiere decir que dicho ser celestial actué bajo su voluntad—explicó.

—¿Te refieres a que alguien podría forzar al alado a hacerlo?—cuestionó Johanna alzando una ceja con incredulidad, mientras Astrid asentía con un gesto—. ¡Es imposible! Para eso tendrían que invocarlo primero y querida mía déjame decirte que eso queda difícil cuando el único libro que verdaderamente indica cómo hacerlo, se halla perdido hace cientos de años. De hecho, hasta empiezo a creer que ni siquiera existe.

—"¿A qué libro se refieren?"— inquirió July mentalmente.

—"Al inédito de Enoc"—informó Johanna, dejándola acceder a la información que tenía almacenada respecto a ello.

Julieth supo entonces que Enoc era un humano que se había convertido en el favorito de Dios y había visitado varias veces el cielo. Incluso el Altísimo lo había consagrado, convirtiéndolo en el mismísimo arcángel Metatrón. Pero lo más importante era que Enoc había escrito varios libros, que develaban algunos secretos divinos, entre estos, el procedimiento para invocar a un ángel.

—¡Claro que existe!—reafirmó la morena con seguridad—. Hay pruebas de que los ángeles fueron invocados a lo largo del tiempo—giró el diario hacia ambas y comenzó a mostrarles las imágenes, que aquel contenía.

Julieth estudió las fotografías, la cuales mostraban distintas zonas del planeta, espacios naturales, en cuya superficie estaba impresa una huella perfectamente redondeada y profunda, del tamaño de un cráter.

Al principio le pareció que eran las marcas que usualmente dejan los meteoritos al caer, pero al leer los encabezados de las noticias periodísticas y las anotaciones que había resaltado Astrid, entendió que aquellas cicatrices terrestres eran un verdadero misterio, pues los científicos y estudiosos afirmaban que no había rastros en la escena de ningún cuerpo celeste.

Aquella situación era similar a las extrañas marcas de los maizales, que aparecían de un día para el otro, en distintos campos, y que algunos fanáticos aludían a los extraterrestres.

Johanna refunfuñaba interiormente repitiendo mentalmente que eso "no probaba nada". Sin embargo, no lo expresó a viva voz, y dejó que la bruja continuara.

››Estas marcas como pueden ver son un misterio; para aquellos mortales que no saben nada del mundo sobrenatural, claro. Pero para nosotros tienen el inconfundible sello de lo divino. Son sitios donde los ángeles cayeron, y son posteriores a la primera caída, si me entienden —aclaró Astrid, refiriéndose posiblemente a la expulsión de los ángeles del cielo, que siguió al acto de insurrección de Lucifer.

Entonces, en serio piensas...—empezó Johanna, pero fue interrumpida nuevamente por Astrid.

—Antes de que destiles tu mordaz sarcasmo cariño, te diré algo: no solo estoy convencida de que se puede invocar a un ángel porque veo las marcas, sino porque yo misma tuve el libro inédito de Enoc, en mis manos.

"Mierda" pensó Johanna ahogando su comentario. "Esto no me lo esperaba."

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