Capítulo 22

Capítulo 22
Reconciliaciones

Mi hermano llega a casa levitando, una sonrisa de oreja a oreja que me hace entender que la salida con Keilyn no salió nada mal. Me quedo con el interés de preguntar que ha pasado. No quiero meter mis narices en eso más de la que ya la metí.

—Bueno, cariño, ¿qué es lo que quieres comentarnos? —pregunta mi padre.

—¿Que hace él aquí? —pregunto molesta por su presencia.

—Leyó el mensaje que me enviaste y ha sido imposible quitármelo de encima —admite mi tío.

Mi tío parece tenso. Suspiro al ver que no tiene la culpa de nada.

—Bueno, ¿que he hecho para no ser bienvenido en esta casa? —mi padre pregunta descaradamente.

—¿Que no has hecho? —mi madre lo ataca.

—Por Dios, Benja córtale la videollamada a tu madre por el bien de todos —pide mi señor padre.

Mi hermano está en las nubes, lo ignora.

—Por qué mandas a tus hijos a hacer cosas en vez de hacerlas tu mismo, que poca valentía resultaste tener —responde mi madre.

Benja ni se entera de la discusión que hay en esta sala. Y es obvio que aunque mi madre no esté presente físicamente, las cosas podrían ir un poco mal si siguen en esta discusión. Tengo que intervenir.

—¿Van a seguir discutiendo o me van a dejar hablar? —pregunto.

Mis padres se quedan en silencio avergonzados y entonces continuo.

—No se si alguno recuerda a Viviana, pero me contactó.

—¿Cual Viviana? —pregunta mi padre.

—La que te besaste en el hospital cuando nuestra hija estaba en cirugía —le recuerda mi madre.

¡Qué! Vaya dato perturbador. Ignoraré eso y me haré la loca.

—Ah, ella... ¿y para qué te contactó? No se supone que ella era la publicista de Marga —pregunta con interés

—Era la editora de Marga, si, pero solo llegaron a publicar un libro, ahora ella quiere que termine de escribir los dos libros que le faltan a la historia.

—Luciana, esa es una propuesta genial —mi tío habla sorprendido y alegre.

—Ya, pero es que no creo que sea genial para mi —respondo de inmediato.

—Por supuesto que sí, cariño, te encanta leer y escribir, si Viviana te contactó seguro que es porque confía en tus habilidades y talento —opina mi padre.

Sus palabras me sorprenden un poco.

—Luciana, no creo que sea apropiado, la familia de Marga se molestará aun mas contigo —habla mi madre— y la última vez fueron demasiado duros contigo, cariño.

—¿Pues que culpa tiene mi hermana? —salta mi hermano en mi defensa— Fue un accidente y si le ofrecen terminar de escribir esa trilogía, pues es porque mi hermana puede.

Todos dan su opinión, papá, mi tío y Benja creen que es una propuesta que deba aceptar, por otro lado, mi madre no esta del todo segura. La conversación queda ahí, no hablo mas del tema y todos aseguran que la única que puede tomar una decisión soy yo y me aterra completamente. Creo que de alguna manera esperé que fueran ellos los que tomaran la decisión por mí.
Mi tío y mi padre salen de casa, mi padre quiere enseñarle los planos del nuevo centro comercial, mientras Benja pasa pegado a su teléfono sonriendo a cada minuto.
Termino de lavar los platos y acomodarlos en su respectivo lugar cuando decido enviarle un mensaje a Julio. Barro la cocina mientras espero su respuesta. Llega un mensaje. Es Keilyn y se ha enterado de la noticia por mi hermano.

—¡Benjamín! —exclamo.

—¡Soy inocente! —inmediatamente responde sabiendo porque le grito.

Dejo en paz a mi hermano, no se me apetece torturarlo así que salgo de casa.

—Lu, ¿qué haces aquí en medio de la oscuridad? Parece una escena triste salida de unos de esos dramas turcos que ves con Keilyn.

Levanto mi mirada y veo a Julio subir las escaleritas para sentarse conmigo en el columpio.

—Nada, me sentí algo mal y salí para respirar aire fresco.

Julio se preocupa enseguida así que aclaro la situación.

—Esta vez no es mi diabetes —digo y él se relaja un poco—. Es sobre la editora de Marga.

—No me has contado cómo te fue con ella.

—No le había contado a nadie hasta hace poco, en la cena —respondo—. Ella me pidió que terminara de escribir los dos libros de la trilogía de Marga.

Julio se sorprende, creo que tuve la misma reacción que él cuando me lo propusieron.

—Wow, eso es una gran noticia, pero por alguna razón siento que no lo es para ti.

—Es solo que... Perdi el control aquella noche, Marga se llevó la peor parte, ella murió, de alguna forma siento que todos creerán que también le quité esto —finalmente me sincero— Ella amaba escribir, a mi no me gustaba tanto comparado con ella y siento que esta oportunidad deprimiría más a su familia y también me odiarían más de lo que ya hacen

Suspiró cansada y realmente frustrada por la situación.

—Aunque parezca mentira, aún los quiero a pesar de lo horrible que me trataron desde la muerte de Marga —confieso— y no me apetece estar envuelta en una guerra con ellos.

Julio agarra mi mano. Sus manos están tibias a diferencia de las mías que están helando.

—Veo que tu cabeza está hecha un lío, así que no sé si lo que te diré va a ayudar en algo, pero mírame, Lu, no pienses en los demás, no pienses en cómo reaccionarán, piensa en ti, en lo mucho que tú y Marga se querían, ¿ella estaría contenta con esta propuesta? —da en el clavo— Piensa en ello y sea cual sea tu decisión hazlo porque lo haz decidido por ti misma, no por los demás y el qué dirán. Ahora no creo que el problema sea de si eres capaz o no de continuar esa historia, ambos sabemos que se te da bien la escritura.

—Eso no lo sabes —respondo inmediatamente.

—Vale, lo poco que he leído de tu puño y letra ha sido precioso, así que me quedo con eso —dice sonriendo seguro de sí mismo.

Es tan sexi que siento que olvido por completo mi frustración y lío mental. Su sonrisa coqueta me manda a otra galaxia y... ¡Vuelve al tema, Luciana!

—Eres muy bueno escuchando y dando consejos —lo halago.

—Si, lo sé, la última vez mis servicios costaron 5 besos, pero considerando el delicado tema, esta vez el precio se elevará un poco.

Suelto una risa que incluso los vecinos pudieron oír desde sus casas.

—Espero ser la única clienta, me molestaría mucho que le des este tipo de servicios a otras personas, y aún más si cobras de esta manera.

Julio me besa y al separarse dice algo muy bonito.

—Lu, sabes que eres la única chica que me trae loco y la única que puede acceder a este tipo de servicios.

Evidentemente amo cuando lo aclara, cuando dice con sus propias palabras, con su propia voz y sin presión alguna que soy la única chica que le importa, mi ego a su lado crece a cada segundo.

—Es lo que más te conviene, Julio —advierto en broma.

Sonrío una vez más y me acurruco en sus brazos. Ahora empieza a hacer más viento y frío, pero sinceramente no quiero irme de aquí.

—¿Y qué han dicho tus padres? —continúa con su curiosidad

—Papá ha llegado en contra de mi voluntad, sabes que últimamente no hablo mucho con él, pero estaba con mi tío al que si le escribí para pedirle que llegue temprano, el punto es que llegó, mamá al contrario no pudo venir, así que la teníamos presente en una videollamada, pero esos dos empezaron a discutir, ¿te puedes creer que papá besó a Viviana?

—¿Viviana la editora? —pregunta sorprendido.

—La misma y sucedió cuando estaba en el hospital por el accidente, mamá dice que ella llegó por Marga, pero que al final fue a preguntar por mi estado de salud. La cosa es que cada vez se me hace imposible comprender a papá, no se supone que haces algo así cuando tu hija está grave en cirugía luchando por su vida.

Julio me acaricia el cabello, lo cual es muy relajante. Yo me dedico a jugar con sus manos.

—Sinceramente tampoco entiendo a tu padre.

—Ni yo, al final dijo que debía aprovechar la oportunidad, mamá dijo que me lo piense bien, y bueno mi tío y Benja están de acuerdo con papá.

—No te presiones en tomar una decisión, hazlo con calma, Lu —pide.

—Lo intentaré —prometo.

Nos quedamos abrazados en el columpio más de una hora, riéndonos y conversando, eso hasta que no soporto más el frío nocturno. Julio se despide no sin antes besarme y vuelve a su casa en contra de su voluntad.

Al despertar me siento con mucha sed, necesito mi insulina ya, pero no tengo ninguna. ¡¿CÓMO QUE NO TENGO NI UNA SOLA?!

—Benjamín —corro a la habitación de mi hermano, pero no está.

Bajo rápidamente y tampoco encuentro a nadie, se han marchado sin avisar. Le mando un texto a mi hermano, pidiéndole que me compre medicina, pero ni siquiera le llegan los mensajes.  Recuerdo que Julio tiene medicinas en su carro, así que le escribo inmediatamente. Enseguida me llama.

—Buenos días, Lu.

—¿Estas en casa? —pregunto casi desesperada.

—No, salí hace cinco minutos. ¿Está todo bien?

—Necesito insulina. No sé en qué momento se me han terminado, se supone que aún tenía y si, iba a pedirle a papá que la compre, pero como no hablo mucho con él, me dio vergüenza pedirle, iba a pedirle a mamá, pero creo que lo olvidé y me levanté con la glucemia anormal a diferencia de otras mañanas y...

Creo que he hablado muy rápido.

—En tres minutos estoy ahí. Tranquila.

Julio cierra la llamada y trato de calmarme. Suelto el llanto, me siento frustrada e idiota. ¡Como pude olvidar algo tan importante!

Julio toca la puerta y le abro tan rápido como puedo. Agarro la funda y procedo a buscar la insulina basal. Me inyecto al segundo. El malestar empieza a disminuir.

—Lu, ¿estás bien? ¿Te sientes mejor? ¿Quieres ir al doctor?

—Creo que me ha dado un ataque de pánico —admito aun nerviosa.

—Traeré un poco de agua —Julio corre a la cocina y vuelve de inmediato con un vaso con agua fresca.

Enseguida le doy un par de sorbos, refresca un poco mi garganta seca, pero aun me tiemblan las manos.

—Levántate, vamos al doctor.

Inmediatamente me niego.

—No, me siento mejor —aseguro.

—No te ves mejor, estas pálida, helada y temblando, Luciana —recalca muy angustiado.

—Estaré bien —trato de calmarlo—. Solo quiero un abrazo.

Julio me atrae a sus brazos, me quedo escondida en su pecho minutos enteros, su colonia me relaja mucho y empiezo a calmarme mientras hace preguntas randoms.

—Pero no entiendo que tipo de trabajo tiene el papá para tener tremenda casota, tener como diez hijos y llevar a toda la familia de vacaciones.

—En algún momento de mi vida creía que era narcotraficante o algo por el estilo —respondo interesada por la pregunta—. Supongo que son cosas insignificantes para la trama, es como Scooby Doo, de donde Shaggy y Scooby sacan tanto dinero para comprar toda esa comida...

—Si, en efecto, una pregunta mas a la que no tengo respuesta. Bueno, viendo que nos hemos calmado y que no hay nadie en casa, ¿quieres ver mis nalgas, Luciana?

Su ultima pregunta no me la esperaba en lo absoluto, así que mientras me enrojezco suelto la risa. Risa nerviosa.

—Estoy bromeando —informa también muerto de risa—, pero al menos ya hay un poco de color en tu rostro.

Me cubro el rostro, aun divertida por su propuesta indecente.

—No es justo, me emocioné en vano.

Julio sigue riendo. Yo ya no.

—Cuando tenía catorce tuve mi primer ataque de pánico...

—No me imagino lo duro que fue para ti —Julio responde.

—Fue horrible, fue por una broma de mal gusto, por alguna razón los chicos de mi clase escondieron mi bolsa con medicamentos, para ese entonces si esa bolsa no estaba en mis manos, perdía el control y pensaba que moriría —recuerdo agriamente el momento—, a ellos les parecía muy gracioso verme buscar mi medicina así que terminé teniendo un ataque, claro que a esa edad jamás pensaría que tendría uno, ni siquiera lo supe identificar, de hecho, creí que era mi diabetes y que necesitaba con urgencia mi medicina.

Julio me escucha con atención.

—Desde ese entonces tengo mi medicina a mi lado a cada segundo, al despertarme y ver que se me habían terminado, creo que me recordó mi primer ataque... lo siento si te asusté.

Julio acaricia mi mejilla.

—¿Por qué se te han cruzado puros imbéciles?

Sonrío.

—Solía pensar eso...Bueno, ya no pienso eso desde que te conocí —admito.

—Uf, Luciana, me he sonrojado.

Me rio y lo beso. No puedo con la ternura que me causa.

—Luciana...

—¿Mm?

—Me encantas, ¿lo sabias?

—Si, lo decía unas cuatro veces la carta que me escribiste.

Julio se levanta del mueble como si fuera un resorte. Esta blanco como la nieve.

—¿Qué carta? —pregunta, muy aterrado.

—La que estaba entre las pinturas que me regalaste.

Creo que la vergüenza lo come vivo.

—Creí que era parte del regalo —aclaro—, por eso la abrí y la leí un par de veces, en realidad la leí seis veces, también se la mostré a la familia, fue por error, se la quería mostrar a Keilyn y la terminé enviando al grupo familiar, papá dice que eres muy labioso, pero mi tío te defendió, mientras Benjamín dijo que ni mi diabetes es tan empalagosa como tú, mi madre se reservó el comentario, ella te adora... creo.

Julio esta rojo como un tomate y aunque quiere decir muchas cosas, las palabras no salen de su boca. Creo que hablé mucho, no era necesario que supiera que envié por error la foto de la carta.

—Lo siento —me disculpo.

Julio se sienta a mi lado, todavía sorprendido.

—Cuando las escribí, tu me tratabas como un vecino cualquiera y me sentía frustrado así que escribirlas me hacia sentir mejor.

—¿Me escribiste otras cartas? —chillo de emoción— ¡¿Dios, esto es demasiado romántico... o tal vez obsesivo?!

—¿Tu hermano dijo que soy mas empalagoso que la diabetes? —pregunta al mismo tiempo.

Al final ambos nos terminamos riendo.

—Claro que no, las otras son muy vergonzosas —asegura— si las lees pensaras que estoy loco y desocupado.

—No pensare eso, por favor —suplico.

—Te advierto, no caeré con esa carita —avisa.

Media hora mas tarde Julio me ha enseñado otra carta, solo para que lo dejara en paz con el tema. Accedí porque leer otra es mejor que no leer ninguna.

—Pero si eres peor que Stingy, el de la banda The Police con la canción Every breath you take —lo molesto.

Julio se arrepiente de mostrarme esa carta y me asegura que, si alguien más sabe de la existencia de esas cartas JAMAS, pero de los jamaces volveré a ver a los gatitos. Si, me amenazó con la custodia de sus hijos y nietos gatunos. También me ayudó a cambiarme de sensor, creo que le dolió más a él que a mí, sus gestos de dolor me han hecho reír mientras me ponía el nuevo sensor.

Después de eso ha tenido que marcharse, lastimosamente. Estoy llamando a mi madre, pero no responde a mi llamada. Tocan la puerta dos veces así que dejo mi celular en la mesa y me apresuro a abrir la puerta. Es mi padre.

—Lu, hija —saluda— por un momento he creído que no te encontraría en casa. ¿Puedo pasar?

Me hago a un lado y él entra.

—Se que mañana se te termina la medicina —continua—, pero quise adelantarme y traértela hoy.

Entonces me percato en la funda que trae. La confusión se adueña de mí, creo que mi padre se da cuenta de ello.

—¿Por qué te ves sorprendida, hija?

—Es solo que no te pedí nada...

Mi padre se entristece un poco con mi respuesta.

—Lo sé, pero es mi responsabilidad comprar todas tus medicinas, cariño. Se que no me has pedido nada, pero no es necesario, se que cada 28 se te terminan las medicinas.

Abrazo a mi papá. Creo que no se lo esperaba en absoluto.

—Gracias, papi —agradezco con las palabras casi rotas.

Papa me devuelve el abrazo y creo que no piensa soltarme nunca.

—Entonces, ¿ya no me odias? —pregunta esperanzado en oír una respuesta negativa.

—No te he odiado nunca por mas que hagas cosas que no me agraden en absoluto, pero considerando que apenas hacemos las paces, no hablare de ello.

Mi padre se ríe un poco.

—Entonces no jugare con mi suerte el día de hoy —asegura—. He traído todo lo necesario, pero Lola me ha contado que tus dosis cambiaron, así que he traído más.

—¿Has hablado con mamá? —no puedo ocultar la sorpresa que me ha causado oír a mamá.

—Bueno, le debía una disculpa muy grande y afortunadamente tu mamá es buena, así que estamos en buenos términos.

Su celular empieza a sonar, es del trabajo.

—Debo irme, cielo, es sobre el nuevo centro comercial, el ingeniero a cargo me esta creando problemas, creo que estoy a poco de despedirlo.

Besa mi frente y camina hacia la puerta.

—Gracias, papi, por tu visita.

Mi padre me abraza una vez más.

—Estaba pensando que esta noche podemos ir a cenar con tu hermano, solo nosotros tres, lo prometo.

—Esta bien.

Papa sonríe alegre al escuchar mi respuesta y se marcha en su carro. Sonrío contenta, tampoco es que me gustara estar en malos términos con mi padre. Subo con velocidad a mi habitación y rebusco en el armario para ver cuál será el outfit de esta noche.

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