Capítulo 20

Capítulo 20
El accidente

La llegada imprevista de mi hermano nos ha alegrado montón, hemos reído y peleado mucho. Creo que mi madre y mi tío quieren huir de esta casa, pero no pueden.

—Muchas gracias por no denunciarme y por la cena —Keilyn agradece a la familia.

—Esta es tu casa, Keilyn —le recuerda mi tío.

Mi amiga sonríe contenta y conmovida.

—Vuelve pronto —se despide mi madre.

Benja grita desde el mueble lo siguiente:

—No denunciaremos, pero será mejor que no salgas de la ciudad y vengas a diario a asegurarte de que mi existencia no se haya desvanecido —pide divertido.

—Ignóralo, por favor, está mal de la cabeza desde antes del accidente, nació un poco defectuoso —le digo.

—Exclamó la diabética —grita mi hermano.

—Benjamín, no molestes a tu hermana —lo regaña mi tío.

Resguardo a Keilyn hasta su camioneta.

—Fue todo un día pesado —confiesa—, afortunadamente fue una desgracia con suerte.

—Nos vemos mañana —me despido.

—Tengo que trabajar, pero te llamaré —avisa.

Keilyn se despide y se marcha en su carro. Estoy por entrar a casa, pero veo a Julio asomado en la ventana de su habitación. Enseguida mi celular suena.

—Hola —dice sonriendo—. Sabes cuando éramos amigos venías más seguido a mi casa.

—¿Y ahora que somos? —pregunto aguantando mi sonrisa.

Escucho la carcajada de Julio y mi corazón se derrite.

—Por ahora novios, en algunos meses ¿esposos?

Su risa es muy sensual y...

—Estas loquito —aseguro.

—Por ti, por supuesto —responde inmediatamente.

—Bueno, quería ver a los gatos, pero con lo que sucedió ya se me complicó.

—¿Qué sucedió? —se preocupa.

—Nada grave —me apresuro a aclarar—. Mi hermano vino del extranjero y Keilyn terminó atropellándolo, pero él ahora está bien.

Julio se queda sorprendido y sin palabras. No sabe qué decir, se termina riendo.

—¿Y a eso lo consideras nada grave? —pregunta, divertido.

—Bueno, solo le ha dislocado el brazo, pero ahora ya tiene el cabestrillo. Se recuperará en unas semanas.

—Luciana, estás hablando de un hombro dislocado como si se tratara de un raspón —sigue sin creérselo—. Dios, quiero besarte ahora mismo.

Pienso debatir, pero la lengua se me traba. Okey, él sabe que me pone nerviosa cuando dice esas cosas, lo ha hecho a propósito.

—Nos vemos mañana, buenas noches.

Escucho su risa antes de colgar. En la ventana él me lanza un beso. Lo agarró en el aire y lo guardó en mi pecho, luego entro a casa.

—Bueno, familia, me iré a descansar —aviso—. Fue un día terriblemente agotador.

—Luciana, ayuda a tu hermano a acomodarse en la habitación de invitados —pide mamá.

—Se dislocó el brazo, no se rompió la pierna —recuerdo—, pero claro, lo ayudaré a ponerse cómodo.

—Gracias, hermanita, te adoro.

—Buenas noches, chicos —mi tío se despide de nosotros.

Ellos se quedan conversando de no sé quién, así que continuamos con lo nuestro.

—Tú y yo tenemos cosas de que hablar, hermanita.

—¿De qué? —pregunto distraída mientras pongo sus bolsos en la cama.

Benja se acomoda en la cama. Me siento a su lado ya que al parecer quiere hablar de algo serio.

—Vi ese vídeo —dice.

La sangre se me congela.

—¿Que vídeo?

Mi hermano me abraza, fuertemente.

—Ya me ha contado todo papá, ¿cómo es posible que me hayan excluido de la familia mientras no estaba? —está entre triste y molesto—. ¿No se supone que somos hermanos y que debemos apoyarnos siempre? Si me hubieran dicho todo lo que estaba pasando no dudaría de poner pausa a mis estudios y apoyarte, Luci.

Me separo de mi hermano, ahora estoy llorando.

—Lo siento, tienes razón —admito.

—Ven aquí, te quiero mucho —dice— y siento mucho todo lo que has vivido. Mamá me contó sobre este imbécil de Ezequiel, ese tipo nunca me cayó del todo bien, se notaba que su relación con Marga era tóxica, supongo que la cárcel es lo poco que merece.

Entonces me río.

—Le rompí la nariz —le cuento.

Benja me revuelve el cabello contento y orgulloso.

—Bueno, por gusto no te enseñé defensa personal —recuerda con orgullo—. No te escucho agradeciendo por eso.

—Tienes razón. Gracias, hermano, por enseñarme a soltar buenos puñetes.

Benja se ríe y yo también.

—Bueno, te dejaré descansar, ha sido un día duro para ti —le recuerdo.

—Claro, mañana me hablarás de este tipo, Julián.

—Es Julio.

—Si, de Julián, ese mismo.

Me río y niego, es imposible.
Dejo a mi hermano acomodado en la habitación de invitados y me regreso a la mía. Keilyn me envía un mensaje avisando que ya llegó a casa y que esta vez no atropelló a nadie. Me río de ella y la molesto un poco.
Me baño y me pongo el pijama. Me pincho el dedo para revisar la glucosa. Está en 6.2 mmol/L, lo cual está en el rango aceptable. Continuo con mis cosas, termino unas tareas y reviso mi Twitter. También mi correo electrónico y encuentro en spam un mensaje que logra captar mi atención. Es de la editorial de Marga.
Abro el mensaje y leo detenidamente. Es de su editora y quiere verme urgentemente. Se que no es hora para responder, pero de todas formas lo hago. Dejo claro en el mensaje que no tengo razones ni motivos para verla, que no la conozco y que se debe comunicar con los padres de Marga, no conmigo.

Julio me envía unas fotos de Bigotes y su novia, dándose mimitos.

Julio: Me están sacando en cara su relación amorosa... quiero echarlos de casa.

Yo: Estas peleando con los gatos, mientras ellos viven su amor, ya déjalos.

Julio: No tengo con quien pelear :( es con ellos o con el aire.

Yo: Bien, haz lo que tu corazón diga.

Julio: ¿Estás mejor? Hoy fue un día de muchas emociones...

Yo: Lo fue, pero tengo el apoyo de mi familia y el tuyo.

Julio: Mañana quiero enseñarte algo.

Yo: No seas cochino, Julio, no quiero verte las nalgas... es muy pronto.

En realidad, no estaría mal.

Julio: ¿Qué? ¡Luciana! Tienes la mente cochina, me has hecho sonrojar. Te pasas, vete a la iglesia y pide perdón.

Me pongo nerviosa y no puedo evitar reírme.

Yo: Entonces sino quieres enseñarme las nalgas, ¿de qué se trata?

Julio: Mañana sabrás. Descansa, pervertida.

Bloqueo mi celular y me recuesto en la cama. Miro el techo y sonrío de nuevo. Creo que, si fui un poco pervertida, pero bueno tampoco soy ciega y he visto las nalgas redondas de Julio, no he podido evitar pensar en ello.
Me quedo dormida de un momento a otro, por primera vez en mucho tiempo sueño algo realmente bonito. Al despertarme me siento totalmente descansada. Me pincho el dedo y reviso mi glucosa. Está bien. Busco la insulina y me inyecto en la pierna. Siempre tengo que alternar los lugares donde me inyecto. Me baño y me pongo un vestido que hace poco me compró mamá. Es lindo, corto y fresco. Al final me cambio, el día está muy frío y no quiero resfriarme. Me pongo un abrigo verde oliva y un pantalón negro. Me dejo el cabello suelto ya que hoy sí que está bonito, sin friz y muy ondulado.

—Dicen que cuando estás enamorada el cabello se ondula mucho... ¿será cierto eso? —pregunta mi madre.

Me rio. Un momento, esto es bullying familiar, no debo reírme.

—Ignoraré ese comentario. Elijo ser un ser de luz y paz.

Benjamín se ríe de mí.

—Ser de luz y paz, ¿quieres pasarme las pastillas?

Agarro la tableta y se la doy junto con un vaso con agua.

—Eres muy servicial, hermanita, si supiera que el tener el hombro dislocado trae estos beneficios, hace mucho que lo hubiera hecho.

—Ignora a tu hermano —pide mamá—. Desde que le llegaron esas rosas está en las nubes.

—¿Que rosas? —pregunto.

En la sala hay un ramo de rosas junto a una disculpa firmada por Keilyn.

—Pobrecita, sí que se ha sentido mal por pasarte el carro por encima —murmuro.

—Bueno, volveremos a casa esta tarde —avisa mamá.

Me entristece la noticia y también a Benja, quien se rehúsa a salir de esta casa.

—Pueden quedarse...

—Podemos quedarnos —me apoya Benja.

Mi madre cruza los brazos.

—Claro que no, estamos irrumpiendo la privacidad de tu tío, suficiente con Luciana. No podemos quedarnos nosotros, además tengo que trabajar.

—Mi tío dijo que podía quedarme todo el tiempo que quiera —avisa Benja—. Y quiero pasar más tiempo con Luciana.

Al final mi madre acepta que Benjamín se quede, claro que primero lo consulta con mi tío Cristian, quien en definitiva no se niega.
Me voy a clases y al regreso mi madre ya no está en casa.

—¿Cómo te ha ido en clases? —pregunta mi hermano mientras trata de servir la comida.

Lo quito del camino y me pongo a servir la comida.

—Bien, descubrieron a la prima de Emir, pero a la final le he pedido a la directora de carrera que no la sancione. Me costó mucho convencerla, pero al final lo ha aceptado.

—Eres muy buena, la verdad.

Reviso un mensaje de Keilyn, no ha podido levantarse de la cama y ha faltado. Me asegura que vendrá luego. Le respondo y dejo mi celular de lado.

—¿Cómo has conseguido cocinar con un solo brazo? —pregunto sorprendida.

—De hecho, Julio se ha pasado por aquí —confiesa— y mientras lo he interrogado me ha ayudado un poco... en realidad, él lo ha hecho todo, mientras yo hablaba tranquilamente sobre ti.

—Espero que no lo hayas amenazado con robar sus gatos, mamá ya lo ha hecho antes.

—¡Qué, de razón que no funcionó! —se queja—. Bueno, me parece que es un chico aceptable, claro no puedo adelantarme, no quiero que me decepcione.

Después de comer termino de arreglar un documento sobre la importancia de la educación al cliente cuando recibo otro correo de la editora de Marga. Resoplo bastante frustrada.

—¿Qué pasó? —pregunta Benja.

—Nada, es spam en mi correo.

Cierro mi laptop, no quiero lidiar con esto ahora. Guardo los libros y me estiro, he estado mucho tiempo sentada en tareas sin darme cuenta de la hora.

—¿Por qué no vas a visitar a tu novio? —pregunta mi hermano.

—De hecho, estaba por hacerlo justo ahora... ¿me estás echando de casa?

—No, claro que no, solo que te veo estresada con esas tareas y no me dejas escuchar bien la televisión —se excusa.

—Bien, me voy, no me extrañes.

—Ya te extraño, pero no te detengas por mí. Se feliz. Cuidado con tener bebés a tan temprana edad —advierte.

Me detengo y le lanzo un cojín en la cara a mi hermano.

—Era broma, pero no tanto, así que cuidado, Luciana.

Ignoro a mi hermano y voy a la casa de Julio. Toco la puerta dos veces y espero a que abra.
Él sonríe cuando me ve.

—¡Ah, por fin mi chica se digna a visitarme!

—También puedes ir a visitarme, si tanto lo quieres.

Le doy un beso rápido en los labios y saludo al señor Bigotes. También a su gata y a sus gatitos.

—Estuve en tu casa, he conocido a tu hermano, es tan gentil como Lola —asegura divertido.

Agarro al naranjito y lo beso. Este maúlla de engreimiento.

—Ese gatito se está robando a mi novia, me temo que tendré que encargarme de él en cuanto te vayas.

Suelto al gatito y cruzo los brazos.

—Ni se te ocurra.

Julio me agarra de la cintura y me planta un beso. Sí que lo he extrañado.

—Estas muy linda hoy, pero te siento algo estresada.

—No es nada... en realidad, si hay algo.

Y procedo a contarle a Julio del correo de la editora de Marga. Me escucha atentamente.

—Entonces, le dije que contacte a sus padres, no a mí, pero sigue insistiendo en que quiere verme, ¿por qué después de tanto tiempo?

—Tal vez te quiere contar el motivo, pero en persona, no a través de un frío correo electrónico. Deberías ir y hablar con ella, así también te la sacas de encima.

Pienso en eso. Tal vez Julio tiene razón.

—Creo que haré eso. Gracias, eres el mejor aconsejando.

—¿Cuál gracias? Aquí mis consejos súper valiosos y sabios se pagan con besos. Y creo que usted señorita me debe —se pone a contar— Cinco besos. No está incluida la propina.

Suelto la risa.

—Eres demasiado atrevido, pero tendré que pagar, no me gusta deberle nada a nadie.

Beso a Julio, saboreo sus labios, lo muerdo y jugueteo con su lengua. Él me sienta sobre sus piernas y continuamos con el beso. El pulso se me acelera y el corazón me estalla. Agarro su cabello, acariciando sus mechones suaves. Suelto un gemido cuando mete la mano debajo de mi suéter.

—No tienes blusa —se da cuenta.

—No, solo el suéter.

Julio me quita el suéter con mi aprobación y detiene el beso. La forma en la que mira mis tetas hace que me sonroje incluso más de lo que ya estoy por el apasionado beso.

—Luciana, me declaro fan número uno de tus tetas.

—¡Julio! —exclamo avergonzada.

Julio vuelve a besarme, empieza a hacer un camino desde mis labios, pasa por mi cuello y al final para en mis tetas. Tiemblo de placer y nervios. Me suelta el brasier y se detiene admirado. Mis pezones están duros, Julio me toca las tetas y luego deja besos húmedos en ese punto que me enloquece.

—Me gusta...

Él continua y estoy tan encendida que el frío que sentía hace unos minutos se ha esfumado. Estoy por quitarle la camiseta a Julio cuando alguien toca la puerta, en repetidas ocasiones. El susto invade mi ser y salto del mueble recogiendo mis cosas.

—Julio, hijo, ¿estás en casa?

—Es mi madre —me aclara sorprendido.

—Es tu madre —repito, angustiada.

La vergüenza que siento en estos momentos debe ser única. Me pongo mi brasier con una habilidad que no sabía que tenía. Julio entiende mi vergüenza y me lleva a las escaleras.

—No sabía que venía —se disculpa—. Quédate en mi habitación, no subirá.

Eso es lo que voy a hacer, pero la habitación que siempre está cerrada con seguro está abierta. Me termino de poner mi suéter y con mucho cuidado de no hacer ruido entro al cuarto. Hay todo tipo de pinturas aquí, acrílicas, acuarelas, entre otras. Es su cuarto de arte. Hay varias pinturas en una esquina, paisajes, lagos, pero otras que están cubiertas con una sábana blanca. La curiosidad me mata, estoy a punto de quitar la sábana, pero me detengo y salgo de la habitación. Si Julio quisiera enseñarme lo que pinta, lo haría, pero si no lo ha hecho, no tengo porque mirar sin su conocimiento. Decido no ser entrometida. Entro a su habitación, siempre está igual de limpia y pulcra. Me lanzo a la cama y suspiro mirando el techo.
Me quedo dormida, puedo afirmar que no por mucho tiempo, tal vez unos veinte minutos o menos.

—Te has dormido —Julio se ríe de mí.

Me levanto y estiro mis brazos.

—¿Tu mamá?

—Ya se fue, vino a recoger las llaves de la casa de campo, se quedará ahí por algunos meses ya que está libre del cáncer —me cuenta contento.

—Seguro que es un lugar tranquilo, le viene bien después de tantos meses estar fuera del país y en un hospital.

Nos quedamos en silencio, bostezo cansada, miro a Julio quien me observa tranquilamente con una sonrisa preciosa en sus labios. Recuerdo lo que pasó en el mueble antes de que su madre tocara la puerta. La vergüenza vuelve a mí.

—Hay algo que quiero enseñarte. No son mis nalgas —avisa divertido.

Creo que estoy roja, de nuevo.

—Que mal —respondo fingiendo tristeza.

Lo sigo hasta el cuarto desocupado, donde están sus materiales de pintura.

—Desde que te conocí no he parado de pintar...

Julio quita la sábana blanca y me permite ver tres cuadros que estaban ocultos. Dios, esto le hace mal a mi ego, lo alimenta.

—Esa soy yo. ¡Me has estado pintando! No es porque se trate de mí, pero wow, que hermosas pinturas.

Julio se ríe y toma mis manos.

—Creo que me terminé de enamorar de ti cuando me golpeaste con ese bate. Desde ese momento no hago otra cosa que pintarte.

—¿Estas declarando tu amor por mí? —pregunto emocionada.

—Si, Luciana —responde— Estoy profundamente enamorado de ti, Barquet.

No sé qué decir, o sea, sí que sé qué decir, pero las palabras no me salen así que lo beso, demostrándole que siento lo mismo por él.

—Quieres que te diga algo, me encantan tus nalgas —confieso.

—Son todas tuyas, Lu.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top