Capítulo 17
Capítulo 17
Segundos
He visto el vídeo más de 10 veces, no puedo evitarlo. Es horrible. Hay muchos comentarios de personas que no conozco en absoluto, pero que sin duda no pierde el tiempo para comentar negativamente. Quiero vomitar.
Keilyn entra a casa gracias a las llaves que le ha dado mi tío por si las necesita en momentos urgentes como ahora.
—Todo estará bien —dice al llegar a mi—. Ese vídeo es una mierda, nadie lo creerá.
Siento que la pesadilla se repite una y otra vez siempre para recordarme lo horrible que fue aquel momento.
Estoy llorando en silencio de impotencia y frustración, no tengo idea de quién es responsable por esto.
Keilyn escribe en su celular y después de unos momentos la puerta de casa es golpeada. Dejo que mi amiga vaya a abrir la puerta. Me levanto rápidamente creyendo que es mi tío, mi madre o mi padre. Me limpio el rostro para evitar que me encuentren llorando. Afortunadamente no son mis padres, ni mi tío, es Julio. Al verme viene a mí a abrazarme. No me suelta y sinceramente no quiero que me suelte. Su presencia me tranquiliza mucho.
—Traeré agua —avisa Keilyn y desaparece en la cocina.
Me separo de Julio y él aprovecha para limpiar mis lágrimas.
—No llores más, lo vamos a solucionar —dice esperanzado—, te lo prometo, Lu.
Cuando Marga falleció, no salí del hospital hasta después de tres días, todo había pasado, la misa, el sepelio, todo lo que necesitaba para despedirme, para aceptar el accidente. Fue duro salir del hospital y que mi vida y la de los demás sea completamente una mierda y cada minuto me culpaba por ello. Los demás también lo hacían.
No sé en qué momento todo empeoró. No sé en qué momento empezó a circular ese horrible rumor sobre mí y sobre el novio de Marga. En realidad, sé exactamente cuando empezó, fue dos semanas más tarde del accidente, Ezequiel, el novio de Marga se acercó a mí, decía entender mi dolor y era él único (aparte de mis padres) que no me culpaba por el accidente, pero de momento a otro él me besó sin mi consentimiento, lo peor de aquello es que sacaron una foto y después de una hora ya era noticia:
"Asesinó a la mejor amiga para quedarse con su novio"
"Ahora no creo tanto la versión del accidente"
"Ella fue la chica con la que descubrió la infidelidad"
Esos eran los comentarios más tranquilos que hacían sobre mi. Me decían asesina cada día, en el colegio, en la calle, en el patio de mi casa. Un día lanzaron una piedra que alcanzó a golpear a mamá. Ese día fue suficiente para ir a la policía, pero no pudieron hacer mucho. No bastaba con mi dolor, no bastaba ya con lo horrible y culpable que me sentía, yo era lágrimas días completos, noches enteras. No estaba viviendo, estaba agonizando. Odiaba cada parte de mi, odiaba todo a mi alrededor y la única solución para mi, era morir.
Estaba en el límite, no podía más con nada, solo quería dejar de sentir, solo quería dejar de sufrir. Después de varias semanas de odio injustificado hacia mí fue que decidí hacer lo que hice. Fue mi primer intento de suicidio, cruce la calle sin mirar, el carro logró frenar de golpe, y lo único que me llevé fue un raspón en la pierna. Luego de eso, ya no solo me sentía triste, a partir de ese momento me sentí frustrada, molesta y resentida con la vida ¿No bastaba ya todo lo que había pasado? ¿Debía sufrir más? ¿Por qué solo yo pagaba las consecuencias? Esas preguntas y esa furia me llevó a cometer mi segundo intento de suicidio, mi madre me encontró en el baño, me corté las venas, tan profundo como pude, pero no tan profundo como para cumplir mi objetivo. Mis padres nunca supieron de mi primer intento, no hasta el segundo, no podía más, no podía más con la frustración que sentía a cada respiro que daba.
Y como era de esperarse me internaron en un hospital psiquiátrico por dos meses. Fueron los meses más tranquilos de mi vida, allá dentro nadie me culpaba, nadie me llamaba asesina e incluso me animé a hablar con personas que no fueran mis padres. Ahí conocí a Lluvia, una chica muy dulce y alegre, también había intentado quitarse la vida, su hermanastra había fallecido hace unos meses y la culpa no la dejaba vivir. No puedo decir que salí del hospital como nueva, sería mentir descaradamente, pero al menos los comentarios ofensivos ya no me afectaban en absoluto o al menos aprendí a canalizarlos.
"No permitas que logren hacerte sentir como ellos quieren, no les des el control"
Esa frase me la decía mucho mi doctora. Con medicinas y terapias logré salir del horrible lugar en el que estaba. Logré salir de ahí, pero Lluvia no. Su muerte me impactó tanto que me quedé en cama dos semanas enteras, después de eso no salí de mi casa, si ella demostraba ser tan feliz y ya no estaba, ¿que podía esperar de mí? Volví a la terapia, y tuve recaídas, pero mi doctora y mis padres siempre estaban ahí para levantarme, para seguir por mi cuando yo ya no podía.
Salir de mi zona de confort fue demasiado brutal, mi habitación era mi lugar seguro, mi casa era lo más reconfortante, pero mis padres una vez más consiguieron que saliera de esa burbuja en la que me sentía tan cómoda. En su momento odié a mis padres, por supuesto que si, pero hoy siento que puedo luchar mis propias batallas. Me cansé de que mis padres luchen por mi, cuando ellos mismos luchaban con las suyas.
—Oh, Luciana —suelta Keilyn a mares—. Eres demasiado buena como para haber pasado por todo esto.
Es la primera vez que Keilyn escucha esto, Julio ya había escuchado algo, no todo, omití ciertos detalles... detalles importantes.
—Lo siento, debí contárselos antes —me siento realmente mal.
Keilyn y Julio me envuelven en un abrazo demasiado fortalecedor. Me llenan de energía y fuerzas.
—¿Que pasó con Ezequiel? —pregunta Keilyn—. Necesito saber qué tuvo su merecido... que, Julio, ni me mires así, sé que también quieres saber esto.
Julio niega.
—Lu, no es necesario que respondas la pregunta.
—En realidad, él simplemente desapareció, creo que sus padres no podían con la vergüenza que traía su hijo.
—Bah, que mal, los malos nunca pagan.
—Lu, ¿te sientes mejor? —pregunta Julio.
Asiento.
—Mis padres no pueden ver ese vídeo.
Son cuarenta y dos segundos en los que no paran de acusarme de asesina, quita novios, rompe hogares y más cosas. Si mis padres llegan a ver esto, creo que realmente les afectará incluso más que a mi.
—Déjamelo a mí —habla Julio—. Trataré de bajar la cuenta.
—Cierto, que tenemos un hacker de nuestro lado —chilla de emoción Keilyn—. Aprovecha y baja las cuentas de los que comentan y comparten ese horrible vídeo.
—¡Keilyn! —la regaño.
—Esta vez estoy de acuerdo con ella —la defiende Julio.
Me aseguro de que solo bajen el vídeo, que logró obtener más de dos mil visualizaciones. Espero que mis padres no hayan sido parte de ese número. Reviso mi celular a cada instante por si alguno me escribe por esa razón.
El celular de Keilyn suena, revisa rápidamente y se desanima.
—Me tengo que ir, mi padre se ha quedado con la llanta pinchada.
Keilyn se despide de nosotros y se marcha con pena absoluta, quería quedarse para hacer una pijamada.
—Es loca, habla mucho, pero es buena persona —confiesa Julio.
—Lo es, el día que la conocí no sabía cómo pedirle que se callara. Ahora es raro cuando se va y deja esta casa en absoluto silencio.
Julio apaga su computadora y me observa varios segundos antes de volver a abrazarme. Desearía estar así siempre.
—Te amo, Lu, nunca lo olvides.
Los latidos de mi corazón se disparan instantáneamente. Un comentario suyo puede calentar hasta el antártico.
—¿No estás molesto por evitar ciertos detalles?
Me separo de él para poder ver su reacción. Niega.
—No, bueno si, estoy molesto y furioso, pero no contigo, con esa gente que te hizo tanto daño. Desearía encontrarme a ese tal Ezequiel y reubicarlo con un solo...
Golpeo su pecho y se calla.
—No te preocupes, logré romperle la nariz antes de que me internaran —confieso.
Julio sonríe de oreja a oreja.
—¡Júralo, Lu!
—Lo juro —estoy algo avergonzada, eso hasta que veo a Julio muy contento con el detalle—. Estaba tan cansada de sus comentarios y sus estupideces que no soporté y le di un puñete en la cara, al final le rompí la nariz. Me suspendieron una semana. Después de eso no volví a la escuela, estudiaba en casa y así fue como terminé el colegio.
Suspiro. Siento que ha pasado mucho desde ese momento, siento que he cambiado mucho, para mal, para bien, para aprender.
—Wow, me siento mejor —confiesa Julio—. Justicia llevada a cabo por tus propias manos.
Julio besa mis manos y siento que me enrojezco.
—Dios, tengo que inyectarme —recuerdo.
Agarro mi bolsita y procedo a revisar mi glucosa. Tengo que inyectarme. Estoy por hacerlo, pero me detengo al ver a Julio pasmado.
—Te incomoda si...
—No, es solo que... Te admiro muchísimo, Lu.
Entonces procedo a inyectarme en el abdomen. Aprovecho para revisar mi inventario de medicina. Anoto lo que necesito y sus respectivas cantidades. Recibo un mensaje de mi tío. No llegará esta noche.
Por lo que procedo a hacer lo más atrevido en mi vida.
—¿Puedes quedarte esta noche?
Julio se sorprende ante mi pedido. No se lo esperaba, bueno, yo tampoco me esperaba pedirle esto.
—Mi tío no llegará. Sospecho que está metido en sus propios asuntos —trato de restarle importancia a la importancia de mi petición—. Está bien sino puedes.
Julio reacciona.
—Claro, no pienso dejarte sola esta noche, no después de ese horrendo vídeo.
Salto emocionada. Creo que debería disimular más mi alegría.
—Tenemos que ver 10 cosas que odio de ti —ordeno.
—Acepto, pero antes necesito alimentar a mis gatos. Volveré enseguida.
Julio va a su casa y aprovecho para ordenar mi habitación que es un desastre total. Una vez decente mi aposento, me pongo la pijama más decente que encuentro en mis cajones. Es una pijama muy básica, de color rosada con rayas blancas. Abro la puerta y recibo a Julio con una sonrisa tímida. Él también se ha puesto ropa cómoda. Subimos a mi habitación y busco la película, mientras Julio parece tímido.
—Pasa ya —lo animo.
—Bien, perdona, pero siento que estoy invadiendo tu espacio.
Bueno, me sentí un poco así cuando yo entré a su habitación, así que no lo culpo. Trato de restarle importancia al asunto y lo invito a ver la película.
—Bien, bien —dice.
Los primeros minutos son raros, pero en cuanto le prestamos atención a la película nos olvidamos que estamos en mi habitación. Nos reímos con la mayoría de las escenas y al final también con los BLOPPERS.
—Deberíamos hacer eso algún día —Julio propone.
—¿Besarnos? —pregunto.
QUE. ACABO. DE. DECIR.
—QUÉ —Julio empieza a carcajearse—. No se, Lu, primero invítame un café y luego si quieres nos besamos, pero...
QUE. ACABA. DE. DECIR.
Julio ya no se ríe, yo ya no me río. Siento mis mejillas calientes y rojas. Las mejillas de Julio están del rojo carmesí. Y hago lo que nunca pensé que haría:
BESARLO.
No puedo creer lo que estoy haciendo, no puedo creer que Julio está devolviéndome el beso. Sus labios y los míos están en perfecta coordinación, su lengua y la mía se encuentran en una desesperada búsqueda. Mando a volar la laptop a otro lado, Julio aparta la almohada que esta entre nosotros. Agarró su cabello y él me agarra de la cintura. Todo está sucediendo tan rápido que lo único que logra separarnos es una llamada telefónica.
Nos separamos inmediatamente, sus respiraciones son rápidas y jadeantes, igual que las mías. ¿Estoy roja? Me siento ROJA.
¡QUE ACABAMOS DE HACER! Estoy en un colapso circunstancial, si Julio no dice nada, yo tampoco lo haré. Si ambos fingimos demencia, aceptaré.
—Contestaré la llamada —aviso.
Me levanto y salgo de la habitación.
—Mamá, ¿puedes darle de comer a la tortuga Bell? —habla Keilyn.
—¿Cuál mamá? Soy Luciana —respondo aún exhalada por el beso.
—Lu, por qué tienes el celular de mi mamá... oh, creo que me equivoqué, espero no haberte despertado.
Noo, si yo estaba más despierta que nunca.
—¡Te equivocaste de número y dices eso! Hablamos mañana, adiós.
—Lu...
Corto la llamada, pero no vuelvo a la habitación. Me siento como una cobarde, como una mala persona y miles de pensamientos surgen en mi. ¿Y si nuestra amistad termina por culpa de este beso? Y miles de preguntas parecidas surgen y surgen.
No soy una cobarde y ahora tengo que hacerme cargo de mis acciones.
Regreso a mi habitación con toda la actitud requerida para enfrentar a mi mejor amigo al cual le acabo de meter la lengua hasta las amígdalas.
—Dios, Lu, yo...
Julio se ve asustado y nervioso. Se levanta y trata de decir algo, pero lo interrumpo valientemente.
—Quería besarte... desde la noche de la fiesta. No me arrepiento de absolutamente nada —digo segura de mi misma—. Esa noche dije algo que no era cierto, le dije a Heidi que no me gustabas de esa forma en la que ella sugería, en realidad, ella solo preguntaba, pero fue una pregunta tan repentina que me dio tanto miedo responder con sinceridad que al final dije lo que dije. La realidad es que me gustas, Julio, me gustas mucho.
Julio no dice nada, ni siquiera sé si está respirando, creo que va a desmayarse en cualquier momento. No se lo esperaba.
—Pero no significa que debes sentir lo mismo que yo, no quiero que mis sentimientos se interpongan en nuestra amistad —sigo hablando.
Al menos lo hacía hasta que Julio me agarra del rostro y me estampa un beso igual o mucho mejor que el de antes. No hay vuelta atrás, Julio lo sabe, yo lo sé. Si las cosas se arruinan, la arruinaremos juntos.
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