En un lugar desconocido del mundo, en un lugar escondido entre la naturaleza se encontraba; un pequeño pueblo llamado Chacralla. Ese fue el pueblo donde nací en el año 2019 junto a mis hermanos perrunos, sintiendo el calor de mi madre.

Era demasiado pequeño para comprender lo que me rodeaba, lo que me esperaba o entender lo que era yo mismo. Así pasaron unos momentos hasta que escuche unas voces humanas hablando de mí, pero yo era muy pequeño para poder comprender la situación. Después de unos momentos siento que soy cargado por unas manos que me llegaron a parecer incomodas y me sacaron de mi pequeño calorcito.

-Llévese este pequeño Señor Rubén para que lo acompañe- dijo una voz que me estaba cargando.

Al parecer Rubén estaba indeciso por que en ese momento no escuche voz alguna, solo sentí que era cargado por otras manos que eran demasiado distintas a las primeras que me cargaron, más sucias, arrugadas y a la vez más fuertes.

Yo apenas podía ver alejarse lo que antes era mi hogar para ahora ir al nuevo hogar que me esperaba, siendo cuidado ahora por mi nueva madre. Y una nueva vida en un lugar que seria mi hogar hasta la fecha.

Después de pasar un largo viaje para llegar al lugar que seria la casa predestinada, yo ya estaba cansado del largo viaje, pero cuando llegamos yo estaba muy curioso del lugar que miraba. No estaba en un lugar como el de antes, ahora podía ver casas algo desoladas, un montón de pastos, colinas y un cielo azul tan enorme que no sabía cómo describirlo.

Al entrar me encontré con la mujer que sería mi madre, aun no lo sabia en ese entonces, y me encontré junto con un perro alto y delgado que estaba echado en el suelo, descansando al costado del lugar de la leña.

Siendo un cachorrito pequeño, al principio sentí un poco de miedo, claro por el viaje y además estaba cansado. Mi madre al verme no la convencí al principio, pero si lo suficiente para recibir leche de vaca. Mientras mi querido compañero se fijaba en mirarme, parecía solitario, creo que ya tenía edad.

Paso el tiempo y no sentí que fuera tan malo el lugar, podía correr todas las distancias que yo quiera, jugar con las cosas, además tenia mi plato de leche propio y era como el hijo de mi compañero mayor, además de que ahora tenia nombre y ese es... "Chascha", claro que como todos yo tengo apodos como: Chaschacha, Heredero, Chapo, Chato, etc. Todo lo que llegan a inventar mi familia, aunque en ese aspecto mi compañero tiene más fácil reconocer su nombre ya que es uno solo: Jala.

Mi compañero Jala se comportaba como esa imagen paterna que necesitaba en mi vida, era atento, me hacia jugar, me enseño a ladrar y me defendía de los otros perros que me cruzaban en el camino cuando empezamos a fugarnos por las noches para recorrer todo el pueblo solo por la diversión de caminar.

Mi madre era una mujer de edad avanzada, aunque lo que más destacaba de ella era su peculiar manera de animar las cosas porque sin ella la casa se sentía muerta, era como mi consentida; siempre me daba de comer; me sacaba las pulgas, ya que si por si no lo saben soy muy peludo, me bañaban y me hacían andar de un lado a otro. También, aunque ella no quería demostrarlo tan fácil me quería más que a papá Rubén. Yo era el consentido de mamá.

Papá Rubén era un hombre de edad avanzada, un hombre que le gustaba bailar y festejar hasta caer de cansancio, aunque siempre fue un hombre trabajador en los campos, siempre tenia su lado divertido cuando el ambiente estaba a lo grande. Claro que tenia discusiones con mi madre, pero ante todo era algo que podía ser normal, ya que, en mis meses de vida aprendí que los humanos discuten y no negare que hasta yo discuto con Jala, pero esa será historia para otro momento.

Mi vida transcurrió creciendo así, de esa manera tan libre que me daba extrañeza encontrar a Toffy siendo sorprendido por todo ello en Chacralla, una historia que estoy a punto de contarles. Claro que como yo tenia meses no entendía ciertas cosas que para mis padres ya eran comunes todos los años como lo eran las visitas de los familiares y las fiestas de febrero.