Parte 5

Si hago memoria puedo recordar tres momentos de entera felicidad en mi joven vida. El día que me gradué de la Facultad de Abogacía, el día de mi boda, y este día.

Salir de mi sepulcro simboliza libertad y renacimiento.

No reviví cuando abrí los ojos y me encontré acostado en esa caja de madera rodeado por la más cerrada oscuridad, tampoco cuando escapé de ella porque, aunque estaba de pie y podía ver, seguía en un ataúd un poco más espacioso. En esos momentos la sombra de muerte seguía ceñida sobre mí, renuente a abandonarme. Durante estos días sentí el filo de su guadaña en mi yugular siempre a punto de darme aquel frío beso metálico que me llevaría al más allá. Ella fue mi invisible carcelera durante todo mi encierro. Pero ahora...Ahora puedo decir que veo aquella parca presencia alejándose y espero no volver a toparme con ella en largo tiempo.

En mi mente comienza a trazarse mi siguiente meta: ir a las autoridades y denunciar a los responsables de mí desgracio. Puede que la catalepsia fuera la causante de esa muerte aparente, pero no puedo culpar a una enfermedad que forma parte de la naturaleza, en cambio sí puedo incriminar a quienes me enterraron prematuramente y a consciencia.

Inicialmente quería tomar venganza por mi cuenta. No niego que ante el descubrimiento de la traición pensé en asesinar con mis propias manos a ese infame par. Pero se las estaría poniendo demasiado fácil. Una muerte rotunda les traería descanso, tranquilidad, pero el encierro...¡Ah! el encierro es el peor castigo que les podría dar. La soledad, el aislamiento, pueden llegar a enloquecer a los más cuerdos. Porque es en ese estado de desamparo donde se está más indefenso y expuesto a los más íntimos fantasmas. Estamos a merced de una nebulosa donde reinan nuestros sentimientos más lóbregos, aquellos que son artífices de las más siniestras pesadillas. 

Todavía tiemblo por todo lo acontecido. Camino por el cementerio como un niño que aprende a dar sus primeros pasos. Pero el mal sueño ya está próximo a terminar… Un poco más y al fin podré encontrar la paz que necesito.

Me permito mirar hacia atrás una última vez. El febo asciende imperial por la escalera celeste hasta el cenit derramando en el cementerio su lluvia de oro. Dejo escapar un profundo suspiro. Es un bello sitio, pese a todo.

Fin.

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