Capítulo 24 - El pasado vuelve
Capítulo 24: El pasado vuelve.
«―Necesito un tiempo para estar a solas.»
Aquellas fueron las palabras con las que Nathan se quedó hace cuatro días y su mente no había podido hacer otra cosa que repetirlas como un reproductor atascado. Se había aferrado a ellas porque era la única cosa que podía hacer para no pensar en lo que realmente sabía que pasaría: las cosas habían terminado.
Ese pensamiento fue el mismo que pasó por su cabeza cuando ella había decidido irse con su hermana. Sin embargo, aquel pensamiento fue fugaz porque había estado decidido a no dejarla ir, no por aquel imbécil que había intentado robársela cuando él se rindió y dejó de luchar por su matrimonio. Pero en aquel entonces ella no sabía ni la mitad de lo que había tenido que contarle y las cosas parecían girar únicamente en torno a tener que luchar con otro hombre por su amor.
Ahora luchaba contra su pasado.
Después de haberle contado la verdad sobre David Becker, Ashley se había tomado un tiempo para procesar todo y finalmente había decidido que quería pasar la noche en un hotel. Ni siquiera había aceptado la compañía de Lynn y no sabía si era porque estaba enojada o porque realmente quería estar sola. De alguna manera quería que fuese lo primero porque así sabía que aun sentía algo más que el dolor que había visto en sus ojos cuando se enteró de todo.
Ella ni siquiera le había dejado llevarla, tomó un taxi y le dijo donde estaría únicamente para que no se preocupara. Les pidió tan fervientemente a ambos que no fueran a buscarla hasta que no estuviera lista que sintió un vuelco en la boca del estomago.
Ashley no quería estar cerca de él.
Lynn le había dicho que tenía que regresar antes de que Brandom tuviera un ataque por tener que pasar tanto tiempo con su madre. Así que ahora se encontraba llevándole un café mientras esperaban en el aeropuerto. Acababan de avisar que habría un retraso pero no estaban seguros de cuanto sería.
―Tal parece que siempre causas retrasos en los vuelos ―la fastidió después de entregarle el café y sentarse junto a ella. Ella tomó el vaso y dejó los ojos en blanco ante su comentario.
―Ya, mientras no suceda cuando yo esté dentro del avión, no me importa ―tomó un sorbo del líquido caliente.
―¿Sigues sin superar tu fobia a los aviones? ―cuestionó, sabiendo del miedo irracional que ella le había tomado de niña sin razón específica.
―Nunca tomaría un vuelo internacional ―afirmó determinada, el menor tiempo que pasara dentro de esa cosa era mejor.
Él soltó una carcajada y ambos se dedicaron a terminar sus bebidas en silencio.
―Lamento ser un mal primo, ni siquiera he podido ir a conocer a tus hijos ―su disculpa era sincera. Mientras Lynn todavía estaba embarazada, él le había prometido que volaría en cuanto le dijera que estaba en labor. Debido al accidente de Ashley ni siquiera había podido enviarles un regalo apropiado.
―Lo harás en cuanto todo esto se resuelva ―le sonrió para restarle importancia―. Eso sí, no me los eches a perder, Nate. Sé cuáles eran tus formas de diversión cuando niño.
―¿Me estás diciendo que no puedo corromper a tus hijos? Le quitas toda la diversión a ser tío ―bufó y ambos rieron.
Ni Nathan ni Lynn habían tenido hermanos por separado y ya que la familia era muy reducida, ellos se habían vuelto muy cercanos. Una vez, cuando eran niños, se prometieron que cuando fuesen grandes y tuvieran hijos los harían llamarlos tío y tía ya que de su parte no tenían a nadie que ocuparan ese título.
Él terminó su café y recibió el vaso de su prima cuando ella también lo hizo para ir a botarlos. Lynn miró a Nathan cuando éste volvía de arrojar los vasos en el cesto de basura y Nathan podía adivinar lo que estaba pensando.
―¿Vas a estar bien? ―quiso saber aunque la pregunta no era realmente esa. Ella quería saber si él y Ashley volverían estar bien.
―No estoy seguro ―confesó con aire cansado. Realmente estaba exhausto de no saber lo que ocurriría con su relación.
―Ella entenderá ―trató de convencerlo pero no sonó segura. Para alguien que siempre solía ver el vaso medio lleno, aquello no era buena señal.
―Lo peor es que yo entendería si no lo hiciera ―tragó el nudo que comenzaba a formarse en su garganta. Sus manos viajaron a su cabello, desordenándolo más de lo que estaba―. No sabía que ella había pasado por esto una vez, no puedo imaginar lo que serían dos.
Lynn le había contado que la razón por la que ella se había alejado era porque los había escuchado hablar sobre ello anteriormente. Ahora entendía las razones por las que Ashley se había vuelto tan distante e incluso ―aunque le carcomía por dentro― podía entender porqué había caído en los brazos de Jeff.
―Mira, esperemos a que Ashley tenga su tiempo a solas, ¿de acuerdo? ―él la miró sabiendo que eso no sería suficiente―. Después será momento de que te escuche y podrás... ―su frase fue interrumpida por el sonido de su celular así que tomó su bolso y lo sacó―. ¿Qué hace Claire llamándome?
Nathan también se preguntó lo mismo, recordando como terminaron las cosas en Los Ángeles antes de volver. Aun cuando la discusión había sido entre hermanas, la más enojada con la situación parecía ser Lynn quien protegía a Ashley de la más mínima situación desde lo que sucedió con David.
―Debe ser algo importante ―supuso Nathan. Lynn se encogió de hombros y presionó la tecla de contestar.
―Tengo un vuelo que tomar así que espero que sea importante ―respondió ella cortante mientras su primo sacudía la cabeza ante la actitud infantil. Decir que Lynn era rencorosa era un eufemismo, la mujer hacía suplicar de rodillas antes de conseguir que te volviera a dirigir la palabra cuando estaba molesta.
Debido a que la comunicación era unilateral, Nathan no pudo escuchar cual fue la respuesta de su cuñada pero supuso que no fue algo bueno cuando la expresión de Lynn cambió a preocupación
―Sí, estoy en Seattle. Nathan está conmigo pero no sé nada de Ashley, ¿qué ocurre?
Se inquietó al instante. El rostro de Lynn palidecía con cada palabra que Claire decía y le pareció que pasó una eternidad antes de que su prima volviera a mirarlo mientras bajaba el teléfono.
―Nathan, necesito que mantengas el control ―lo previno antes de volver a dejar el celular dentro del bolso.
―No puedes pedirme eso mientras tienes esa expresión en tu rostro, ¿qué sucedió? ―su pulso comenzaba a latir en sus oídos, algo ya comenzaba a formarse en su cabeza por la llamada de Claire.
―Claire me dijo que acaba de ser informada de la liberación de David Becker. Se suponía que le dirían en cuanto estuviera afuera pero no lo hicieron. David salió hace una semana.
Fue todo para que saltara de su asiento y estuviera dispuesto a salir corriendo a buscar a Ashley pero se obligó a mantenerse cuando Lynn también se puso de pie para colocarse frente a él.
―Necesito buscar a Ashley ―fue todo lo que dijo y ella asintió pero no se movió.
―Escucha, el asunto es que una de las condiciones que tenía Becker era que debía presentarse con su oficial de libertad condicional una vez a la semana y la cita fue hace tres días ―ella hizo una pausa y un peso se asentó en el estomago de Nathan al saber cómo terminaría esa frase―, y no se presentó.
Eso fue todo. No necesitaba más para ir corriendo a tomar a su esposa y asegurarse de que estuviera segura. Junto a él.
****************
Lynn corrió detrás de él sin importarle que perdiera el vuelo. No podía dejar a su primo en ese estado y menos ahora que el paradero de David Becker era desconocido. Claire le había dicho que fueron a buscarlo a su casa y a la casa de su madre pero no lo habían encontrado en ningún lado. Los padres de Becker lo repudiaron después de enterarse de lo que le hizo a Ashley al igual que todos los «amigos» que se había hecho en la universidad así que ninguno parecía estar encubriéndolo.
Ella subió al auto de Nathan al mismo tiempo que él. Cuando ponía el auto en marcha se dio cuenta que su celular había caído de su bolsillo y estaba entre los asientos. Ella lo tomó y vio que su primo tenía diez llamadas pérdidas y un mensaje de voz: siete de ellas eran de Claire, dos de ellas eran de Ashley y había una de un número desconocido.
―Nathan... ―lo llamó, mostrándole la pantalla. Él solo necesitó unos segundos para ver el nombre de su esposa y tomar el aparato para llamarla.
Fue directo al buzón de mensaje así que lo intentó de nuevo pero fue inútil.
―Hay una llamada perdida de un número privado ―le informó y él asintió pero no parecía demasiado ocupado en ello―. Escucha el mensaje de voz.
Él se lo tendió a ella para que lo hiciera, pero sabiendo que Nathan también querría escuchar, lo puso en alta voz y presionó las opciones que le indicó la operadora.
«―Nathan, soy yo. He tratado de comunicarme contigo pero no deja de mandarme al buzón de mensajes. Es urgente, necesito hablar contigo. Por favor, llámame ―hubo una pausa y luego―: creo que iré a casa.»
Ninguno supo qué pensar con esa llamada. No podían divisar si Ashley se escuchaba asustada o ansiosa. Nathan no quería pensar en que aquel tipo la tuviera y no había podido hacer nada para detenerlo. Justo como la última vez.
―No estoy segura de hace cuanto fue la llamada así que no sé si debe estar en la casa o todavía en el hotel ―dijo Lynn, mirándolo.
―Vayamos al hotel primero.
―Mejor me dejas aquí y yo tomo un taxi para ir al hotel mientras tú vas a la casa ―sugirió, sabiendo que Nathan estaba desesperado por encontrar a Ashley―. Te llamaré si la encuentro.
Él suspiró, sopesándolo por unos segundos, pero finalmente asintió y estacionó el auto. Lynn bajó y caminó hacia la parada que quedaba a un par de metros e hizo una señal a Nathan para que siguiera su camino.
****************
Nathan sentía que su corazón saldría de su pecho con tantas emociones embargándolo. Estaba preocupado, tenía miedo de que ninguno pudiera encontrar a Ashley y todo porque ya estuviera en manos de su antiguo-obsesivo ex novio.
Tomó el celular para llamar a casa pero desechó la idea en cuanto recordó que era el día libre de las mujeres de servicio. Si Ashley estaba ahí podría contestar pero casi prefería no intentarlo porque si lo hacía, y ella no respondía, estaría todo perdido.
No tuvo mucho tiempo para pensar en sus opciones. Estaba seguro de que se había saltado varias señales de alto y al menos dos semáforos en rojo para llegar a su casa en tiempo record. El aeropuerto no se encontraba precisamente cerca así que le había importado una mierda si algún policía hubiera estado cerca para detenerlo.
Mientras se acercaba al frente para detener el auto, lo único que podía escuchar era el latido de su corazón en sus oídos. No recordaba haber estado tan nervioso desde hace un tiempo y ambas ocasiones habían sido por la misma razón: desconocía dónde podría estar Ashley.
Tomó el celular por si acaso su prima lo llamaba, aunque rezaba por encontrar a su esposa en el interior, y bajó del auto antes de caminar en dirección a la puerta. Desde ahí no divisaba movimiento alguno y algo le decía que por dentro la casa se encontraría igual de silenciosa que en el exterior pero aun así el sudor no desapareció de su frente y manos mientras metía la llave en la puerta y la abría.
Cuando la llave solo necesitó una vuelta se paralizó. No tenía seguro.
La esperanza se elevó en su pecho aunque muy en el fondo de su mente una alarma se encendía. Algo no iba bien. Con cautela dio un paso hacia dentro, observando el interior en buscar de su esposa.
―¿Ashley? ―llamó pero podía decir desde ya que ella no se encontraba ahí.
Aun así buscó en el vestíbulo, mientras avanzaba hacia las escaleras. En su mente intentaba reproducir esa mañana cuando salió con Lynn hacia el aeropuerto preguntándose si había alguna posibilidad de que se hubiese olvidado de colocar llave.
No lo creía.
Entonces alguien...
No terminó el pensamiento cuando el celular sonó en el bolsillo de sus pantalones. Sacó el aparato y observó en la pantalla el nombre su prima. No sabía que esperar pero prefería terminar con ello de una vez así que respondió.
―Ashley está conmigo ―le comunicó ella y el alivió recorrió su cuerpo de forma inmediata―, pero hay algo más.
―¿Qué sucede? ―nada podía quitarle la alegría de saber que Ashley estaba bien.
―Cuando llegué, ella estaba en la recepción con el teléfono en la mano, llamándote ―se sintió mal porque seguramente había sido cuando dejó el mensaje y él no había estado ahí para responderle―. Alguien entró en su habitación.
―¿Alguien?
―Destrozaron todo. Los cajones estaban en el suelo, la ropa de la maleta en el suelo. Quien fuera estaba buscando algo y lo encontró.
―¿Qué es?
No alcanzó a escuchar la respuesta por el sonido que produjo la puerta al cerrarse. Se giró bruscamente por el impacto y se encontró con alguien que no había visto en años.
―¿Se te perdió algo? ―la gruesa voz masculina del hombre frente a él vino acompañada de una risa siniestra. En su mano brillaba una llave colgando de su dedo al mismo tiempo que la voz de su prima salía desesperada al otro lado de la línea:
―¡Nathan, alguien robó la llave de tu casa! ―gritaba ella con desesperación al no recibir respuesta― ¡¿Nathan?!
―Ahora, baja el teléfono lentamente y cuelga ―le advirtió David Becker, avanzando hacia él hasta quedar a pocos metros―. Esto es únicamente entre nosotros.
―¡¿Nathan, con quién estás hablando?! ―espetaba su prima histérica a través del alta voz.
No escuchó el resto ni alcanzó a darle una respuesta antes de colgar la llamada.
David Becker era un problema del que iba a encargarse solo.
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