DESDE EL INFIERNO


SINOPSIS

Zack, un joven sacerdote católico sin fe invita a sus exitosos amigos Jason y Beatriz a jugar un tenebroso juego que, según se dice, despertará a un demonio asesinado durante la gran batalla por el cielo, cuyos restos reposan bajo un viejo edificio en ruinas de Londres.

PRELUDIO

Es la batalla entre el bien y el mal, del pueblo entre ángeles y demonios, en los confines del reino de los cielos. Un eclipse oscurece todo en torno a la contienda, y entre las montañas, en medio de nubes errantes, brilla una espada de fuego, y un ser alado cae a la tierra, su horrible figura bañada en sangre, sangre que riega los campos.

CAPÍTULO 1

LONDRES, ÉPOCA ACTUAL.

Se habían reunido en un bonito café, frecuentado por estudiantes y escritores, como cualquier trío de exitosos amigos que hubieran hecho un hueco en sus apretadas agendas para recordar viejos tiempos. Sus nombres eran Zack, Jason y Beatriz. El primero era sacerdote católico, el segundo un escritor ateo y la tercera una arqueóloga, y procedían de Estados Unidos, México y España respectivamente.

Se habían conocido hacía más de quince años, por internet, y por increíble que pueda sonar, habían logrado forjar una amistad larga y duradera, al punto de que se reunían dos veces al año en un país neutral para pasar unos días juntos. Compartían su gusto por el licor, el sexo y las fiestas, así que no les costaba trabajo pasárselo bien, pero estaban unidos por algo mucho más fuerte, que eran estudiosos, inteligentes, adinerados, y que creían tener el mundo a sus pies. Tal vez fuera esto último lo que los hizo cometer el terrible error de pensar que podían meterse con fuerzas que no comprendían, o tal vez fuera otra cosa, no importa. Esta es la historia de cómo lo hicieron y lo que les pasó.

-Estoy a dos segundos de escupir en tu chocolate, Zack –dijo Bea, genuinamente enfadada. Era una hermosa chica de treinta años, soltera, de cabello castaño y ojos azules, que se describía a sí misma como una belleza buscatesoros. Su enfado se debía a dos hojas de papel que acababa de leer y a una propuesta absurda que había hecho Zack.

Jason terminó de leer las mismas dos hojas de papel, se las devolvió a Zack y se echó a reír, con aquella sonrisa enigmática que había cautivado a Bea muchos años atrás. Era moreno, tenía el cabello y los ojos negros como el azabache, y sabía perfectamente cómo usar sus encantos.

-Vamos, nena, una noche es todo lo que pido –dijo Zack, divertido, y le lanzó un beso. Aunque era sacerdote católico, para Zack el celibato no era más que una palabra relacionada con algo que no podría lograr jamás, pero la propuesta que acababa de hacer no tenía nada que ver con sexo, más bien se relacionaba con una aventura.

Los folios que Bea y Jason habían leído contenían un juego y una leyenda: La leyenda contaba que hacía mucho tiempo, en los comienzos del mundo, uno de los demonios de Lucifer había caído sobre Londres como un rayo del cielo, y que dada la gravedad de sus heridas, había muerto. El juego revelaba el lugar exacto donde había muerto aquel ser, y advertía que si uno lo jugaba en ese lugar podría traer a la criatura de vuelta a la vida.

Así, lo que Zack quería era ir al lugar señalado y jugar el juego, de ese modo podría comprobar la veracidad de la leyenda.

-La señorita buscatesoros le tiene miedo al diablo –bromeó Jason, y soltó una carcajada.

Bea sonrió con suficiencia.

-La señorita buscatesoros desenterró seis tumbas supuestamente malditas en Irak hace ocho meses, señor escritor, y tiene una colección de siete figuras de oro talladas en honor a tres demonios antiguos.

-Uuuuh –repuso Jason, y volvió a reír.

-¿Entonces por qué no quieres venir? –preguntó Zack.

-Porque es una tontería, joder. No hay nada de científico en creer una patraña escrita en un par de folios, menos aún una patraña tan disparatada.

Zack chascó la lengua.

-Bah, olvida la ciencia, hablamos de curiosidad, de comprobación. Tenemos dos folios, una leyenda en uno y un juego satánico en otro, veamos qué podemos sacar de eso. Además, lo que has leído es una traducción directa de un viejo pergamino hallado en España por éste servidor.

-Bueno, la comprobación es un paso del método científico –observó Jason, mirando burlonamente a Bea.

La chica exhaló un suspiro.

-Bah, supongo que no me hará ningún daño, pero no puedo creer que me hayas hecho venir a Inglaterra por esto, Zack.

-Podríamos estar a punto de descubrir algo grande –bromeó el cura, y Jason se echó a reír de nuevo.

-Sois unos hijos de puta –repuso Bea, pero también rio.

-Nos veremos a medianoche –dijo Zack un poco más tarde, mientras los tres abandonaban el café a pie-. El sitio que señala el juego es una especie de edificio en ruinas, pero he estado yendo por ahí desde hace una semana, y parece seguro.

Jason y Bea intercambiaron una mirada.

-Confío en que de veras lo sea –dijo ella-. No quisiera ponerme en las manos de un delincuente de manera tan absurda.

Zack le pellizcó la mejilla.

-Descuida, preciosa, esta noche no habrá delincuentes allí, esta noche seremos sólo nosotros y el diablo.

CAPÍTULO 2

Llegaron al lugar señalado poco antes de las doce de la noche, en un auto alquilado. Hacía un frío de cojones, y la iluminación en aquella solitaria cuadra era mínima. El sitio al que se dirigían era un edificio de gran tamaño y aspecto envejecido, que parecía estar deshabitado desde hacía mil años.

-No me gusta el aspecto de esa cosa –dijo Jason, mirando fijamente el edificio, y esta vez hablaba en serio.

Zack se echó a reír.

-¿Qué, tú también le tienes miedo al diablo?

-No me refería a eso –el mexicano no sonrió-. Me refería a que podría haber cualquier cosa ahí dentro, desde ratas hasta asesinos.

Bea también estaba mirando la estructura con algo parecido a preocupación.

-Es cierto, Zack. ¿Estás completamente seguro de que no hay peligro?

-Claro –repuso jovialmente el cura-. Ya os lo dije, llevo una semana entera viniendo todos los días.

-¿De día? –insistió Jason.

La sonrisa de Zack vaciló en sus labios.

-No hay nada de qué preocuparse, en serio. El lugar está solo como un desierto. Venga, no seais gallinas –el hombre echó a andar hacia el edificio, y sus amigos lo siguieron de mala gana.

-Tal vez deberíamos olvidar esto –dijo entonces Jason, en un último intento, pero ni Bea ni Zack le respondieron.

-Forcé la cerradura principal hace unos días –explicó Zack, mientras abría la reja de entrada, la cual chilló como un animal herido-. Pasad a mi castillo, por favor, pero no sin la luz del señor –les entregó linternas de largo alcance.

-Eres un hijo de puta sin fe –le espetó Bea. Aquella estúpida incursión no le había parecido divertida cuando Zack la propuso, pero ahora estaba enfadada, y la consideraba la idiotez más grande que hubiera hecho en su vida.

Una vez traspuesta la entrada se encontraron en un largo pasillo lleno de matojos, el cual los condujo hasta la puerta principal, que Zack abrió con una ganzúa. Una nube de polvo y olor a decrepitud les dio la bienvenida al interior de la estructura, además de una penumbra que parecía tan densa como la más negra nube de tormenta.

-Qué horrible olor –se quejó Jason, mientras tosía y estornudaba varias veces-. ¿No te afecta, Bea?

-No, he estado en sitios peores –la joven dirigía la luz de la linterna a uno y otro lado sin parar, como si buscara algo o tuviera miedo de que hubiera algo en la oscuridad-. No es común encontrar edificios tan deteriorados en Londres. ¿Para qué usaban éste, Zack?

Zack estaba arrodillado a un par de metros de ellos, iluminando el suelo con la linterna y dibujando algo en él.

-Dicen que han intentado usarlo para varias cosas, preciosa, pero siempre que lo habitaban ocurría una tragedia. Entiendo que también intentaron demolerlo, pero desistieron cuando cuatro trabajadores murieron en circunstancias misteriosas y otros muchos dijeron haber visto cosas en el edificio.

-Interesante –Beatriz avanzó cautelosamente por la sala, y logró que sus ojos le encontraran forma. Se trataba de un espacio rectangular muy grande, con varias columnas alineadas justo en el centro. En las paredes laterales habían puertas, a modo de dormitorios u oficinas, y aunque el salón estaba vacío, había mucha suciedad en el piso. Al caminar hacia el fondo, la chica vislumbró unas escaleras ruinosas, pero aunque se preguntó a dónde conducirían no tenía ni la menor intención de subir por ellas.

-¿Bea? –la llamó Jason, mientras alumbraba a uno y otro lado con la linterna.

-¿Qué haces?

-Exploraba –repuso ella-. Ten cuidado, hay columnas de concreto a mitad de la sala.

-Parece como si hubieran pasado mil años desde que alguien puso el pie aquí –comentó el escritor una vez estuvo al lado de la chica-. Es un buen sitio para una novela de horror.

-Tal vez puedas empezar a escribirla mañana mismo –intervino entonces Zack, alzando la voz-. Si la leyenda es cierta, al jugar traeremos de vuelta al demonio muerto.

Bea sacudió la cabeza con disgusto.

-Tú no crees en nada, ¿eh, Zack? –dijo Jason.

-Claro que creo, soy un maldito crédulo –el rubio rio como un jovenzuelo travieso-. Creo en las hadas, en los fantasmas, en los duendes, en la virgen...

-Oh, ya cállate –lo interrumpió Bea-. Juguemos el juego de mmierda y vámonos a un bar, estoy deseando salir de aquí cuanto antes.

-¿Por qué? –se interesó Jason.

Ella lo miró sin comprender.

-¿Por qué qué?

-¿Por qué sientes esa urgencia por marcharte?

Bea se encogió de hombros.

-No sé, tal vez me parece que perdemos el tiempo, tal vez quiero un trago, tal vez tengo hambre... podría ser lo que fuera.

-Acercaos –dijo Zack en aquel momento, levantándose-. Ya está todo listo.

Ellos se tomaron de la mano y regresaron con cuidado, pues descubrieron que parte de la basura del suelo eran trozos de madera, vidrio y metal.

-Bien, ¿qué hay que hacer? –preguntó Bea, impaciente.

Zack se sacó una hoja de papel del bolsillo de la chaqueta, la desdobló y la estudió a la luz de la linterna.

-El primer paso es quitarnos la ropa y agitar el culo. Venga, Bea, empieza tú.

Los dos hombres soltaron una carcajada, que rompió el silencio tenebroso de la estancia y produjo un inquietante eco. No fue para nada divertido.

-Una más y me largo –prometió, sin embargo, Beatriz, disgustada y, aunque no lo reconocería nunca, un poco asustada. Acababa de iluminar lo que Zack había dibujado en el suelo, descubriendo que no se trataba de una tontería tal como una estrella de cinco picos, la cabeza de un demonio o una cruz invertida. Lo que había dibujado era algo que ella había estudiado en sus clases de mitología antigua, algo que a primera vista podría parecer un círculo con un punto en el centro, pero que no era tal.

Aquel símbolo estaba relacionado con los sutty, los sacrificios humanos a la diosa Kali. Bea no recordaba el nombre exacto que se le daba en uria antiguo, pero su significado era algo como ojo del dolor, ojo de la sangre u ojo del suplicio. Sí recordaba, sin embargo, el horrible ritual donde los hindúes dibujaban el símbolo.

Se hacía a la muerte de un gran príncipe, cuyo cadáver era decapitado y se lo vestía con ropa suntuosa y sus mejores armas. Entonces se elegía a la víctima, que era siempre una mujer que hubiera compartido el lecho con él al menos una vez, se la vestía con joyas, y se hacía una procesión de tres días por la jungla, un desfile macabro en que participaban sacerdotes, acólitos de todas las edades, músicos, faquires y guardias reales.

Al término de estos tres días el desfile se detenía, y a la mujer se la ponía en el altar de Kali junto con el cadáver, se le dibujaba el símbolo en el vientre, las mejillas y la frente, luego se le cortaban los pechos, se la apuñalaba en los sitios donde estaba dibujado el símbolo y se la dejaba morir desangrada. Cuando el muerto estaba ya bien empapado de sangre, se prendía fuego a ambos, entre rezos delirantes y chillidos horribles en honor a la diosa. A las mujeres que participaban en aquellos sacrificios se las emborrachaba con zumo de cáñamo y opio, pero no por eso el ritual era menos horrible.

-Vale, vale –dijo Zack, luchando por mantenerse serio-. Empecemos el juego.

CAPÍTULO 3

Se sentaron en torno al símbolo dibujado en el suelo, y Zack sacó un papel y un boli, escribió algo, cortó el papel en tres partes con una navaja, le entregó una a Bea, otra a Jason, y guardó una para él.

-¿Qué dicen los vuestros? –preguntó entonces.

-Leche de hombre –dijo Bea, tras iluminar el trozo de papel que le había tocado con la linterna. Entonces fulminó a Zack con la mirada-. ¿Es una maldita broma?

-No –repuso el rubio-. No, juro que no.

-El mío dice leche de mujer –intervino Jason.

Zack asintió.

-Entonces el mío dice sangre viva. Ahora debemos herirnos las manos y dejar que nuestra sangre empape el símbolo.

Bea sintió un escalofrío.

-Oye, esto se está poniendo demasiado macabro –protestó-. El semen, la leche materna y la sangre eran considerados fluidos sagrados en antiguas culturas, y se los usaba para rituales espantosos.

Zack rio como un idiota.

-Vaya, entonces sí estabas asustada después de todo –se burló.

-A la mierda –Bea hizo una bola con el trozo de papel, se lo tiró a Zack y se puso en pie-. Me largo. No creo en nada, pero no jugaré con estas cosas horribles.

-Creo que yo también me voy –la apoyó Jason-. Admítelo, Zack, esto es demasiado tétrico.

El rubio sacerdote había fruncido el ceño y ya no sonreía, pero se levantó también.

-Vale, entonces... –empezó a decir, pero justo en aquel momento tres estacas cayeron del techo y se clavaron en el suelo, cada una a espaldas de uno de los jóvenes.

Bea soltó un grito, y los otros dos parecían igual de aterrorizados.

-No se muevan –dijo Jason, tratando de tomar el control de la situación-. Si hay alguien arriba...

-No hay nadie arriba –lo cortó Zack, en un tono lleno de miedo-. Ningún ser humano tiene la fuerza para hacer algo como esto.

-Aún así no os mováis –dijo Bea, la voz temblorosa.

Estuvieron así durante un rato que les pareció interminable, escuchando el silencio y sus respiraciones, hasta que Zack se atrevió a dar un paso hacia la puerta. Entonces cayó otra estaca, justo ante su pie, y como las demás, se hundió profundamente en el piso, de un modo imposible, irreal.

-¿Quién está ahí? –preguntó Jason, alzando la vista hacia el techo. Hablaba como un ebrio, como si tuviera los labios dormidos.

-Yo –respondió una voz. Se trataba de una voz horrible, inhumana, demoníaca-. Sentaos en torno al símbolo y jugad.

-Queremos marcharnos –suplicó Bea-. Por favor...

Una estaca cayó del techo detrás suyo, al lado de la anterior, haciéndola soltar otro grito.

-Sentaos y jugad –ordenó nuevamente aquella voz horrible.

Los jóvenes obedecieron, muertos de miedo. Todos temblaban, pero ninguno lloraba, y parecían mantener el dominio sobre sí mismos.

-¿Qué hacemos primero, Zack? –preguntó entonces Bea, deseando que aquello terminara pronto, deseando que no fuera más que una horrible pesadilla.

-Di... dibujos –respondió el sacerdote-. Debemos dibujar u... un corazón, un miembro viril y unos pechos llenos de leche. Cada cual debe dibujar lo que le tocó según el trozo de papel. Tengo pintura de agua y un pincel.

-Dámelos –dijo Jason, extendiendo una mano temblorosa-. Yo comenzaré.

Zack obedeció, y el escritor dibujó los enormes pechos llenos de una mujer.

-Soy la siguiente –se ofreció entonces Bea, y dibujó un pene erecto dentro de aquel símbolo horrible.

Zack fue el tercero, y dibujó un corazón sangrante.

-Ahora debemos herirnos las manos con la navaja –les informó el rubio, y así lo hicieron, uno tras otro, en medio de un pánico que crecía y crecía-. Ahora en pie, juntemos las manos y demos vueltas en torno al símbolo, de manera que nuestra sangre caiga en el interior. Ni una gota de sangre debe caer fuera del círculo, chicos, ni una.

Bea y Jason comprendieron la advertencia, y tuvieron sumo cuidado al entrelazar sus manos con la de Zack, y más cuidado aún al caminar en torno al símbolo.

Justo en ese momento, aquella voz siniestra que provenía del techo volvió a hablar, pero esta vez en una lengua de palabras arrastradas y siseantes, que los jóvenes no conocían ni deseaban conocer. Empezó hablando bajo, pero la voz fue elevándose lentamente, y al final las palabras parecían rugidos horribles. Entonces empezó a llover, y un viento espantosamente fuerte azotó las paredes y ventanas del edificio, al tiempo que violentos rayos estallaban en el cielo.

Bea deseaba gritar, correr, llorar, rezar, pero no se atrevía a hacer nada, salvo dar vueltas en torno al círculo, dándole de beber la sangre que manaba de su mano y de las manos de Zack y Jason. No podía creer que aquello fuera verdad, tenía que ser un sueño, tenía que ser un delirio.

Pero no lo era, no era un sueño. Aquello quedó muy claro cuando el símbolo del ojo de la sangre se tiñó completamente de rojo y un gutural gemido emergió de él.

Los jóvenes se soltaron las manos y dieron un salto atrás, al tiempo que el viento y los rayos estallaban con violencia en el exterior, y la horrible voz del techo rio, una risa larga y maligna.

-¡Que se levante la que duerme! –rugió entonces, y toda la estancia se estremeció.

Al momento, el círculo se abrió lentamente, y una figura brotó de él, saliendo a la superficie, tal y como si el propio suelo estuviera dándola a luz. Se trataba de una mujer, o más bien, de un monstruo semejante a una mujer. Su piel era roja como la sangre, sus ojos grandes y desorbitados, su cabello negro y enredado, su lengua larga y colgante, y poseía cuatro brazos, en cada uno de los cuales había un ala. Llevaba un collar de cráneos y un cinturón de manos humanas, además de puñales en sus horribles manos.

Los tres jóvenes la reconocieron de inmediato, pero sólo Bea mencionó su nombre.

-Kali... Dios mío, es Kali.

CAPÍTULO 4

Y en efecto, Kali era. Estaba ahí de pie, tan real como cualquiera de ellos, mirándolos con aquellos ojos horripilantes.

-Humanos –dijo la diosa-. Habéis interrumpido mi descanso, me habéis sacado de los negros salones de la muerte.

Pero si aquello eran palabras de gratitud, no sonaban como tal. La voz de la criatura contenía odio, desprecio y maldad, todo a partes iguales.

-¿E... eres el demonio que murió en la batalla por el cielo? –SE ATREVIÓ A PREGUNTAR Zack.

El rostro de Kali se retorció con ira, volviéndose aún más horrible.

-¡Soy, soy! Caí ante la espada flameante de Miquel, por un imperdonable descuido. Mi cuerpo cayó como un rayo sobre la tierra en medio de la batalla, mi sangre divina regó los campos.

-Has sido adorada como una diosa por los hindúes, mi señora -intervino Jason, con la voz llena de miedo, pero también de fascinación-. Jamás habría creído que fueras real.

La criatura rio malignamente.

-Soy real, humano tonto, más real que tú. Yo ya vivía desde antes que el mundo fuera mundo, y aún en la muerte, mientras flotaba inerte por un río de sangre, recibía los sutty de mis hijos, y gozaba con ellos. Soy diosa del amor y de la muerte.

Bea no se atrevía a moverse, menos aún a hablar. Sentía los ojos de la diosa clavados en ella, la única mujer del grupo, y sabía que, si exigía un sacrificio humano allí mismo, ella sería la elegida para morir.

-Pero a vosotros más os valdría que yo fuera un mito –siguió entonces la criatura, sanguinaria-. Más os valdría no haber venido aquí jamás, más os valdría no haberme traído de regreso al mundo de los vivos.

-¿Qué vas a hacer con nosotros? –preguntó Zack, el rostro transformado en una máscara de miedo.

Kali rio malévolamente, y su risa era aún peor que su voz, maligna y enloquecida.

-Os haré una pregunta, humanos insignificantes, y si respondéis correctamente viviréis. Es esta: De esta casa ruinosa y esta tumba tormentosa, sólo uno con vida puede salir. ¿Cuál será?

-Quiere que nos matemos unos a otros –dijo Jason, aterrorizado, cuando los tres se juntaron para discutir la respuesta.

-No, lo que quiere es que nos condenemos a morir unos a otros como si fuéramos enemigos –dijo Zack.

Bea negó con la cabeza, lágrimas de miedo resbalando por sus mejillas.

-No, la pregunta es simbológica: Los viejos hindúes sacrificaban mujeres cuando moría un hombre con el que se hubieran unido sexualmente en honor a Kali. Quiere decir que yo no puedo ser la respuesta, por el simple hecho de ser mujer.

-No digas eso, maldita sea –replicó Zack, y dejó escapar un sollozo.

Pero Bea se mantuvo firme.

-No puedo ser yo –dijo entre lágrimas-. Hoy es el día en que moriré. Uno de vosotros es la respuesta, chicos.

-Entonces tiene que ser Zack –propuso Jason-. Si tú eres el sacrificio, yo soy el muerto, Bea, porque nos relacionamos sexualmente hace años.

Ella lo contempló con profundo pesar, y el llanto le impidió responder, pero lo que decía el escritor tenía toda la lógica del mundo.

-La respuesta es Zack –insistió Jason, haciendo un gran esfuerzo por permanecer calmado.

La joven asintió, y al mismo tiempo se secó los ojos con la manga del abrigo. De pronto sentía una inexplicable calma, estaba preparada para aceptar su destino.

-Cuídate mucho, Zack –le dijo al rubio, soltando cada palabra con odio-. Disfruta tu patética existencia, si es que puedes vivir con la idea de que gracias a ti Jason y yo... –un sollozo le impidió terminar la frase.

Zack la miró largamente, con una tranquilidad que a ella le pareció era fruto de la desesperación.

Jason le escupió a la cara, luego agarró a Bea de la mano, y ambos se encararon con la diosa.

-Siguiendo las leyes del sutty, la respuesta es Zack –dijo el escritor-. Según la tradición yo debo ser el muerto, Bea el sacrificio.

La horrible criatura rio malévolamente, el espectáculo de ver cómo se agitaba su mandíbula era espantoso.

-Bien contestado, humano –dijo.

En ese momento se oyó una risa menos maligna, una risa humana, pero igualmente desagradable. Era la de Zack, el hijo de puta estaba riendo.

-En efecto, bien contestado –dijo el rubio, y avanzó hasta situarse ante Bea y Jason, donde se arrodilló, mirando a Kali-. Estos dos son mi ofrenda para ti, madre del amor y la muerte. Soy un estudioso, y gracias a mis conocimientos pude encontrar el sitio donde yacías sin vida. Yo, Zack, sacerdote del Dios cristiano, te he traído de vuelta al mundo de los vivos, para ofrecerte estos sacrificios y mi lealtad perpetua.

Entonces se levantó, giró hacia Bea y Jason, y sonrió con suficiencia.

-Lo lamento, chicos, pero vi la oportunidad y la aproveché. Hay una gran diferencia entre ser un tonto y aparentarlo, y yo he estado aparentando por mucho tiempo, a la espera de mi oportunidad. Esta es una buena lección para ti, Bea, para que aprendas a no juzgar a las personas. Ahora sabes que, después de todo, yo sí tenía fe, y no sólo eso, sino que mi fe es más grande que la de cualquiera.

La chica estaba demasiado conmocionada para responder, pero Jason volvió a escupirle a la cara.

-También te extrañaré, amigo –dijo el rubio, y se apartó a un lado, dejando a la pareja frente a frente con la diosa-. Adelante, mi señora, son vuestros, los traje para vos.

Kali soltó un chillido de cólera, y uno de sus puñales voló por el aire y se clavó dolorosamente, hasta la empuñadura, en la entrepierna de Zack.

El rubio cayó al suelo dando gritos horribles.

-¡Humano tonto! ¿Por qué manchas mi nombre con tus pútridas maquinaciones? ¡Soy la reina y señora de la muerte y del amor, no una asesina insignificante como tú! ¡Ahora, como castigo por tus pecados, tú serás el sacrificio vivo para Kali, y vivirás para lamentarlo por siempre en el infierno!

La mirada de Zack estaba llena de miedo, de dolor y angustia. Cuando habló, su voz no era más que un chillido patético.

-Dios mío, no, no, no permitas que pase esto, no dejes que éste demonio...

-¡Tu Dios está lejos de aquí! –rugió Kali, y lanzó un chorro de fuego de su horrible boca, que cayó sobre el sacerdote y lo hizo arder vivo, entre gritos de súplica y agonía.

Un silencio tenebroso se impuso en el sitio una vez Zack estuvo muerto, hasta que Kali arrastró los pies hasta su cuerpo quemado y comenzó a devorarlo.

Bea contempló el espectáculo con terror, hasta que Jason tiró fuertemente de su mano.

-¡Corre, corre!

Y corrieron, corrieron como poseídos, traspusieron la puerta y la entrada principal del edificio, salieron al exterior sin que nadie los detuviera, y siguieron corriendo, corrieron por horas en medio de la ciudad dormida, hasta que por fin, locos de terror y fatiga, se detuvieron. Esperaban que Kali cayera sobre ellos como un rayo en cualquier momento, pero el tiempo pasó, pasó y pasó, y nada ocurrió.

-Estamos a salvo –dijo entonces Jason, y vomitó en la calle.

EPÍLOGO

Un año más tarde.

Bea y Jason se reunieron en el mismo café donde, un año antes, habían decidido iniciar la tonta aventura que había cambiado sus vidas para siempre. Después de lo sucedido habían estado alejados por un tiempo, cada cual en su país y sus ocupaciones, pero hacía un mes habían vuelto a hablar, y desde entonces la comunicación entre ellos había sido constante.

Zack no era un tema de conversación, para ellos era como si no hubiera existido, como si jamás hubiera formado parte de sus vidas, pero aunque ninguno de los dos lo admitiría nunca, el rubio seguía estando en sus sueños, donde aún lo veían morir quemado, los órganos sexuales cercenados por el horrible puñal de Kali.

En tales sueños también aparecía la diosa, horrible y malévola, y en vez de dejarlos ir, como había hecho aquella noche, en sus sueños los devoraba junto con Zack.

-Estoy pensando en escribir de nuevo –dijo Jason, seriamente, mirando a los ojos de su amiga-. Una historia de horror, la historia de cómo dos tontos son arrastrados por un maldito asesino a una aventura horrible, relacionada con un demonio muerto. ¿Qué te parece?

Bea lo miró enigmáticamente.

-Estoy a dos segundos de escupir en tu chocolate, Jason –dijo, genuinamente enfadada.

FIN

Nota del escritor

Saludos, soy Enrique Esparza, y si has llegado hasta aquí tal vez es que te ha gustado la historia. Si fuera así, es un honor que me hayas leído, porque eres la razón por la que escribo.

Como sea, sólo quería explicarte que me he tomado algunas libertades mitológicas para construir éste relato, así que la mayor parte de la información que aparece en estas páginas es producto de mi imaginación, y no consta en ningún libro de historia o mitología.

Es importante que sepas, si es que no lo sabes ya, que la diosa Kali no tiene alas, ni está relacionada de modo directo con la tradición cristiana. Estas son pequeñas mentirillas que he contado para enriquecer la historia, lo cual es válido tratándose de una narración como esta.

Espero perdones estas blasfemias literarias, y espero también que nos volvamos a encontrar muy pronto, cuando tenga algo más para contarte. Mientras tanto, adiós y buena suerte.

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