Capítulo 7. Leyendas del desierto

Aunque sabía que era una parada, por varias razones, muy necesaria, Jane estaba realmente irritada por tener que detenerse. Todos habían mostrado entusiasmo y hasta habían comenzado a llevarse mejor, ya que, al principio ambos grupos se mostraban poco dispuestos a colaborar entre sí. Pero la vista del agua abundante, las palmeras y la gente hospitalaria los hicieron estar de mejor humor y, al fin, considerarse un solo equipo.

Habib se reunió durante interminables minutos con los ancianos del Oasis hasta que el más anciano de todos, y líder del lugar, salió personalmente a darles la bienvenida y ofrecerles su ayuda con todo lo que necesitaran. Lo que todos agradecieron de corazón.

Fueron conducidos a distintas partes del extenso oasis donde serían alojados y aunque las familias estaban dispuestas a compartir sus tiendas, ellos prefirieron levantar las suyas.

Tim, uno de los miembros más destacados del equipo de biólogos terminaba de montar el equipo y hacía las primeras pruebas cuando Elrick entró a su tienda.

—¡Doctor Faulkner! Quería mostrarle las últimas pruebas del simulador. ¿Recuerda que dijo que hiciera un pronóstico usando un escenario de las condiciones más favorables para el sujeto?

—Ajá. – Generalmente prefería ser muy parco en su trato con los miembros del equipo. Algunos de ellos mostraban mucho entusiasmo hacia su jefe y eso le resultaba incómodo. No quería ser para ellos algún tipo de modelo a seguir o algo así.

—Bueno, las expectativas son muy buenas. Mire. – Presionó el botón "Ejecutar" y el simulador comenzó a mostrar gráficas que señalaban algunos puntos en una figura humana en 3D que giraba en la pantalla. Arriba se leía la identificación para el sujeto de pruebas: "Identidad: desconocido." De hecho, no era ningún desconocido.

Tim siguió con entusiasmo.

—En resumen, si estas condiciones como: buena condición física, edad, estado anímico, etc. Se dan al aplicar la cura, y antes de la sexta dosis del inhibidor, hay buenas probabilidades de sobrevivir.

—¿Sobrevivir? ¿Qué hay de las secuelas del inhibidor?

El rostro sonriente de Tim se ensombreció un poco.

—Bueno, para saberlo exactamente tendría que tener muestras de sangre y hacer pruebas...

—Dame un estimado.

Tim se limitó a introducir algunos datos en el simulador y correrlo nuevamente. En ese caso el pronóstico no era muy alentador. Comenzaron a aparecer palabras señalando distintas partes del cuerpo humano en la pantalla.

"Falla cardíaca. Ceguera. Parálisis. Accidente cerebrovascular. Coma."

—Sin más datos es imposible saber cuál de ellas es la más probable, es más, podría no pasar ninguna.

—Gracias Tim. – Se dispuso a salir, pero el joven volvió a hablar.

—Doctor, hay otra cosa.

—¿Hay más?

—Bueno, usted dijo que tomara en cuenta cualquier cosa que podría afectar el organismo humano.

—Sí, ¿Y?

—Pues hay una interesante respuesta a la producción de dopamina. Vea lo que pasa al aumentar los niveles. – Cambió un par de números y corrió el simulador por tercera vez. Esta vez los porcentajes al lado de cada una de las secuelas se redujeron y aumentó el porcentaje en la probabilidad de supervivencia. Elrick no lo podía creer.

—No puede ser.

—Según esto si el sujeto es sometido a constante estado de estrés esto podría desencadenar frecuentes crisis del virus Basilisco, aún a pesar de estar usando el inhibidor; pero, si se presenta un ambiente favorable para la producción natural de este neurotransmisor, tenemos un escenario completamente distinto.

—¿Es broma verdad?

—Ja, ja, parece que una persona enamorada tendría más probabilidades de que su organismo acepte el inhibidor y posteriormente la cura.

"Dale una oportunidad a lo que sentimos, quién sabe, puede ser una cura mágica como en los cuentos de hadas."

Le dio unas palmadas en la espalda.

—Buen trabajo. – Salió tan aprisa que Tim se quedó con la palabra en la boca.

—¡Gracias Doctor Faulkner!

Ya quería ver la cara de sus compañeros cuando les contara que el jefe le había felicitado. Se dirigió a buscarlos, estarían reunidos alrededor de Habib como todas las noches para escuchar sus historias.

Verónica estaba cada vez más irritada por la impaciencia de su amiga.

—Jane, ya deja de dar vueltas como animal enjaulado. Estamos en tiempo, no nos hemos salido del itinerario y el grupo, por fin, trabaja como un equipo. Nunca te había visto ponerte impaciente en una expedición y menos cuando las cosas marchan tan bien, ¿Ya me dirás que pasa?

Jane se pasó la mano por la nuca. Verónica tenía razón, tenía que guardar la calma, ¡Quería estar en calma! A pesar de lo que le había dicho a Elrick, tenía miedo de no conseguir llegar a la cura a tiempo. No podía imaginar perderlo, sólo de pensarlo se le hacía un nudo en la garganta.

—Todavía no, te prometo que te contaré todo cuando lo haya asimilado.

—No me digas que el Doctor Faulkner volvió a decirte alguna grosería.

—No, no, no... de hecho... —Fue a tomar las manos de su amiga sonriendo y dejando a un lado el estrés un momento. –Lo que pasó fue que él y yo... ¡Ya sabes!

—¡No! ¿En serio? ¿Allá arriba? Cuéntame cómo fue. –Jane se ruborizó un poco. No hablaban mucho de esas cosas porque Verónica odiaba a Patrick y nunca preguntaba nada sobre su relación, pero ahora estaba entusiasmada y quería detalles.

—Pues... fue maravilloso.

—¡Lo sabía! Sabía que no podía estar tan equivocada, lo supe desde que vi cómo te miraba. Espera, entonces ¿Por qué te trató de esa manera?

—Eso es lo que aún no te puedo contar. –Se levantó de nuevo y volvió a pasearse por la tienda. Verónica fue a ella para decirle algo cuando escucharon afuera de su tienda una voz conocida.

—Jane, ¿Estás aquí?

Verónica le hizo una señal con los pulgares arriba, tomó su mochila y salió de la tienda.

—Está adentro, pasa y... ¡Más te vale que la trates bien! –Se fue a reunirse con los demás alrededor del fuego.

Él entró a la tienda como si fuera un adolescente en su primera cita, nervioso y sin saber que le iba a decir.

—¡Hola! –saludó Jane y fue a abrazarlo, había estado tan preocupada, pero al verlo sonriéndole se había sentido muy aliviada–. Tenía muchas ganas de verte.

—Yo tamb... —No le dio tiempo de responder porque tiró de él y se puso en puntitas para besarlo con ansias.

Mientras se besaban lo llevó a rastras hacia el colchón colocado en el suelo y rodeado de unas tela suave y semitransparente que mantenía a raya a los molestos y peligrosos mosquitos.

En torno a la fogata Habib les contaba una hermosa leyenda de amor.

"El príncipe quería desposar a la flor más delicada. Pero ella tenía los ojos puestos en el Halcón del desierto, quién descendió del cielo y apartando las cortinas de sus aposentos se presentó en la cámara de la más amada de todas."

Apartó un mechón de su cabello castaño y contempló sus ojos brillantes.

—Eres tan hermosa... —Comenzó a acariciarle el cuello con los labios, lo que provocó uno de esos sonidos que lo hacían sentirse cada vez más unido a ella.

"El desierto odiaba a la flor más dulce por haberse robado el amor del Halcón que antes surcaba libre su cielo, temía que lo haría su esclavo para siempre. Por eso tramó enviar al Ángel de la muerte para acabar con ese amor."

—Tengo miedo... no quiero perderte.

No podía prometerle nada, aún no. Sólo podía darle todo lo que tenía en el presente, en ese momento que era solo de ellos dos.

—Ahora estoy aquí, para ti.

"El príncipe, en la forma de una serpiente de ojos brillantes acechaba el lecho de los amantes."

Abrió la blusa despacio y luego se despojó de la camisa, ardía en deseos de sentir su piel, de unir sus corazones palpitando al unísono, de escucharla suspirar y decir su nombre de aquella forma que lo hacía olvidarlo todo.

Se sumergió en el aroma de aquel cuerpo perfectamente formado que guardaba un alma intrépida que se le entregaba por entero.

"Irguiéndose con los colmillos descubiertos se dispuso a dar la mordida mortal. Pero, ¿A quién debía matar? ¿A la amada que lo había traicionado o al que había osado robar el amor de su bella flor?"

Podía sentir el fuego al tocarla, al besar cada centímetro de su piel, al unirse sus cuerpos vibraban y juntos alcanzaron el éxtasis, una y otra vez mientras conectaban también sus almas y todo su ser.

"Uno caerá y el castigo del otro será la soledad."

Habib guardó silencio. Parecía que él mismo se había quedado hechizado por la intensidad de la leyenda.

—¿Y? ¿Luego que pasó?

—No lo sé. Esa parte aún no se ha escrito.

Uno de ellos les llamó la atención hacia el reproductor que había logrado esconder y todos confesaron haber ocultado algún aparato electrónico, pusieron música y olvidaron la historia que acaban de oír. Sentían que algo misterioso flotaba en el aire, hicieron parejas improvisadas para bailar al ritmo de la música que extrañamente parecía encajar en la atmósfera que se había formado.

Verónica, sin embargo, se quedó pensativa.

—Dime Habib, esa historia ¿Qué significa?

—Tú lo sabrás y serás testigo.

Ella no pudo evitar dirigir la mirada hacia donde había dejado a su amiga junto al hombre que en verdad amaba. Nunca la había visto mostrar sus emociones con tanta intensidad, le preocupaba que saliera lastimada, aunque no podía precisar bien por qué.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top