Capítulo 5. La Verdad
Jane recorrió la formación rocosa. Era una maravilla de la naturaleza digna de verse, aunque tenía en mente no alejarse mucho, no pudo evitar quedar atrapada en el encanto del majestuoso arco iluminado por la luz de la luna.
Imaginó la infinidad de caravanas que habían desfilado frente a ese arco, de cuántas guerras habrá sido testigo, cuántos secretos ocultaría... La naturaleza podía brindar los espectáculos más impresionantes que mente humana jamás podría idear. Tan absorta estaba que se asustó un poco cuando de pronto sintió un pequeño temblor que hizo que se deslizaran algunas piedrecitas y temblaran los pequeños arbustos espinosos.
No le dio importancia y siguió recorriendo el lugar. Escogió una pequeña formación desde la cual tenía una vista magnífica del arco y se sentó a contemplarlo por unos momentos antes de volver.
Al cabo de unos minutos escuchó una voz que la llamaba con preocupación.
—¡Jane! ¿Dónde estás?
—¡Estoy aquí! –Se puso de pie y fue siguiendo la voz.
Cuando se encontraron se sorprendió de ver lo angustiado que se veía.
—¿Dónde te has metido? Estaba preocupado, pensé que pudiste resbalar en uno de esos barrancos o algo así.
—Oye, cálmate, no me pasó nada, solo me distraje contemplando el arco. Mira. Le señaló aquella maravilla de la naturaleza, pero él pareció aún más molesto.
—¿No sentiste el temblor? ¿Por qué no volviste de inmediato?
—No me regañes como si fuera una niña, volvamos y ya. Solo quiero que veas la formación un momento.
A regañadientes fue hacia ella para tener su misma perspectiva. No pudo evitar dejar escapar un suspiro.
—¡Vaya!
—Mira cada uno de esos rincones en sombras, cada parte de esa roca es una historia maravillosa que nosotros podríamos descubrir. Lo más hermoso de mi trabajo es develar esos secretos y hacerlos míos y luego compartirlos con todo el mundo, o al menos con quién esté interesado en conocerlos. Historias de amor, pasión, intrigas, de supervivencia. Reinos caen y se levantan, una y otra vez, formando un hilo llamado historia, y todo queda registrado, ¡todo! En una roca, en una urna, en un monumento, en una simple vasija puedes encontrar el rastro milenario de la vida. Todo esto está ahí, esperando una mano y un corazón que lo saque de las sombras y esa mano es la mía que busca y anhela tocar el rastro de los eones en el mundo.
Elrick la miró extasiado por la pasión con la que hablaba de su trabajo, había conocido gente que amaba lo que hacía, pero Jane parecía ser una parte palpitante de aquello, no era solo un trabajo, ¡Era la esencia de su ser!
—Debes amarlo mucho para dejar todo esto por él.
El golpe fue tan certero que Jane se llevó la mano al pecho. Había olvidado que el día que Marshall la reclutó para esa misión era el mismo en que había anunciado su retiro para dedicarse a su futuro matrimonio.
"Traidora."
Lo miró con los ojos llenos de lágrimas. Si, era una traidora, había traicionado a Patrick al aceptar un noviazgo falso, había traicionado a su madre al prometerle algo que no podía cumplir, había traicionado su profesión, que era lo que más amaba en el mundo, y se había traicionado a sí misma por dejarse llevar y tomar tantas decisiones equivocadas.
—¡No lo amo! ¿Es eso lo que querías escuchar? No lo amo y estoy segura que tampoco me ama, porque en cuanto le dije que vendría a esta expedición me tiró a la basura como si ya no le sirviera y rompió nuestro compromiso.
—¿Cómo? ¿Estás diciendo que ya no había compromiso cuando...?
—Cuando estuve a punto de acostarme contigo. No, ya no había compromiso. –Jane dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la antena. La señal debía haber llegado y había trabajo por hacer. Llegaron al lugar sin haber pronunciado ni una sola palabra.
¿Qué palabra era la adecuada cuando se había ofendido y humillado a una maravillosa mujer?
Descargaron el mapa del escaneo de la zona, a Jane la pareció igual al que ella llevaba en su mochila, pero no dijo nada, trazaron la mejor ruta según la información recibido y devolvieron la señal para que en la agencia recibieran su ubicación.
Era hora de volver al campamento.
—Jane, espera. –Sabía que no había forma de arreglar las cosas, pero tenía que intentarlo, no era justo lo que había hecho, ella no se merecía eso.
Jane no se detuvo, bajaban por un sendero un poco inclinado al borde de una caída vertical, caminaba delante de él sin detenerse a mirar si la seguía.
Tuvo que tomarla de un brazo para hacer que se detuviera.
—¿Qué quieres? ¿Todavía te falta alguna ofensa que no me has lanzado?
—Lo siento, ya sé que no estuvo bien, perdóname.
—¿Todo eso fue porque creías que aún estaba comprometida? o ¿Hay algo más?
Desvió la mirada ¿Ahora qué? Decirle la verdad o inventarse otra mentira para salir del atolladero. ¿Cómo se lo tomaría?
—Tuve mis razones.
—Deben ser muy buenas razones. –Se cruzó de brazos en espera de que él continuara. Elrick suspiró, no sabía ni cómo empezar, ni siquiera estaba seguro que debía decírselo.
—Escucha, ya sé que debí decirte esto antes, pero... —Un ligero movimiento de las rocas lo interrumpió, de pronto el movimiento se intensificó y Jane sintió como la tierra que la sostenía se deslizaba hacia el barranco. Levantó los brazos y un grito se le escapó de los labios mientras se precipitaba hacia el vacío.
La caída se detuvo bruscamente y quedó suspendida de la nueva orilla que se había formado. Elrick alcanzó a tomar su mano antes que cayera y la sostenía desde arriba.
—¡Jane! ¿Estás bien?
Jane miró hacia abajo. A la difusa luz de la luna se distinguía el fondo no tan profundo pero lo suficiente para hacerse mucho daño si caía desde ahí.
—Estoy bien. Solo quisiera subir. –Apoyó un pie en una pequeña saliente y se impulsó mientras él tiraba de ella con fuerza, con tan mala suerte que la saliente se desprendió y volvió a caer tirando de Elrick y haciendo que se deslizara un poco hacia abajo.
Ambos gruñeron ante el intento fallido.
—¿Ahora qué? –Jane había pasado por ese tipo de cosas un par de veces. En realidad, era para tener miedo, pero ella había aprendido que entre más miedo tuviera menos podría pensar y correría más peligro. Mantener la calma era la mejor opción, pero al parecer un biólogo no enfrentaba situaciones de ese tipo muy a menudo. Su tono lleno de pánico se lo demostró.
—Cálmate, todo saldrá bien, ¿Sí? Lo intentaremos otra vez, espera mi señal. –Colocó el pie y midió el terreno un par de veces. Cuando estuvo segura continuó.
—A la cuenta de tres.
"Uno... Dos... ¡Tres!"
Él tiró de ella una vez más y ella se impulsó con todas sus fuerzas, logró subir lo suficiente para apoyarse en el borde y él la ayudó a subir, Jane subió con más velocidad de la debida haciéndolos caer a ambos al suelo rocoso, aunque a ella no le afectó ya que él amortiguó su caída.
Sus ojos se encontraron nuevamente, estando ahí sobre él le volvieron las imágenes que había imaginado en el camarote y la visión de un apasionado beso a la luz de la luna. En un momento como ese todas las explicaciones podían esperar, se acercaron lentamente sin romper el contacto visual, Jane cerró los ojos, sus labios apenas se habían tocado cuando...
bip... bip... bip...
Se detuvieron ante el insistente sonido del comunicador.
Se separaron avergonzados.
—¿Verónica? –contestó Jane llevándose el comunicador al oído mientras se ponían de pie.
"¡Jane! ¿Están bien? Creímos que les había ocurrido algo".
—Estamos bien, ¿Cómo están por ahí?
"Los 'chicos listos' están muy nerviosos, pero nada más. No me creen que están más seguros aquí, durante un sismo, que en San Francisco".
Jane no pudo evitar reírse un poco.
—Bien, vamos para allá.
"No, será mejor que no lo hagan. Habib dice que el camino por donde llegaron allá arriba ya no existe, hubo un derrumbe. Será mejor que busquen un refugio, es muy peligroso buscar otro camino de noche".
Se miraron sorprendidos.
—¿Cómo es que Habib sabe eso?
"No lo sé, pero mencionó algo muy poético sobre un profeta de Alá que recoge un halcón herido".
—Bueno, está bien. Descansa Verónica, buenas noches.
"Buenas noches, cuídense por favor".
Cuando cortó la comunicación se quedaron un momento dudosos de lo que debían hacer. Hasta que por fin fue él quien rompió el silencio.
—Supongo que debemos buscar un refugio por aquí.
—Me pareció ver una gruta, vamos.
Parecía que en un tiempo lejano e impreciso una enorme roca había caído y se había quedado apoyada sobre dos que ascendían de forma perpendicular formando una cueva no muy profunda.
Encendieron una pequeña fogata y extendieron los sacos de dormir a ambos lados de la misma. Jane quería seguir la conversación que habían dejado pendiente antes del sismo, pero no sabía cómo retomar el tema.
Elrick permanecía parado en la entrada mirando hacia afuera.
Ella se acercó y se dio cuenta de que algo andaba mal.
Respiraba con dificultad y estaba muy pálido.
—¿Qué ocurre? Te ves realmente mal.
—No... no es nada... en la mochila hay un...
De pronto se contrajo en un gesto de dolor y se llevó ambas manos al pecho mientras caía contra la pared de la cueva.
Ella corrió alarmada hacia él cayendo de rodillas a su lado.
—¡Elrick! ¿Qué sucede? ¡Dime algo!
Era evidente que no podía hablar, estaba rígido, parecía que cada músculo de su cuerpo se volvía piedra y su piel se podía cada vez más fría.
—¡No puede ser! ¡Por favor, no! –sollozó ella sin saber qué hacer.
Era la primera vez en muchos años que la dominaba el pánico. De alguna manera él pudo hablar con los dientes apretados.
—El... estuche... en la... mochila...
Jane no preguntó nada, corrió hacia la mochila y sacó el estuche negro. Dentro había una jeringa en forma de pistola cargada con un émbolo lleno de un líquido verde. Al leer la etiqueta se le erizó la piel: "Inhibidor prueba 2.0. Basilisco."
"—Este... inhibidor puede retardar la muerte de una persona infectada aplicando una dosis muy fuerte directo al corazón.
—¿Al corazón?
—Usted no quisiera estar ahí cuando es aplicada, es muy... inquietante."
Llegó junto a él temblando.
—No puedo... no puedo hacerlo...
Se aferró a ella y le susurró con una voz ronca y débil.
—Jane... estoy... muriendo...
"Además puede causar daños irreversibles en el organismo al usarse de manera muy frecuente."
¿Muriendo?
¿Aquí?
¿Ahora?
Abrió la camisa de un tirón. Las marcas de las dosis anteriores eran evidentes. Colocó la pistola inoculadora contra el pecho.
"Cuarta dosis" rezaba la etiqueta más abajo.
Cerró los ojos. Presionó el gatillo y esperó.
Hubiera querido no escuchar el terrible gemido de dolor mientras el tubo se descargaba dentro de su cuerpo.
Esperó una fracción de segundo después que el tubo se hubo vaciado y lo lanzó lejos con aversión.
Parecía que las contracciones musculares se hacían más severas y fuertes temblores lo sacudían violentamente. Lo abrazó lo más fuerte que pudo hasta que, poco a poco, se fue relajando y recuperando el aliento. Su respiración se normalizó y recobró el control de sus brazos lo suficiente para abrazarla también. Se quedaron así en el piso largos minutos.
Jane tuvo miedo de perder el control. Podía mantener la calma cuando conocía los riesgos y medía meticulosamente sus posibilidades. En esto estaba completamente a oscuras.
¿Iba a morir? Si era así, ¿Cuánto tiempo le quedaba? Si no, ¿Qué podía hacer ella para ayudarlo?
Recordó la primera noche que se conocieron y lo mucho que había deseado estar con él. Estando ahí, abrazados y con miedo, sintió que era una burla del destino haber encontrado el hombre de sus sueños solo para darse cuenta que pronto lo volvería a perder.
¡No iba a permitirlo!
No, sin pelear.
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