Capítulo 3. Desencuentro
Jeremy les había guardado en sus móviles las claves secretas de cada uno para enviar las señales del transmisor. Tenían que introducir sus claves con menos de medio segundo de diferencia y esperar junto a la antena a recibir la señal. Luego trazarían la mejor ruta a seguir... ¡Juntos!
Cuando les explicó los procedimientos paso a paso y estuvo seguro de que lo habían entendido, Jeremy salió del camarote y cerró la puerta dejándolos solos en la escena del crimen.
Él la miró dudoso. ¿Por qué tenía que ser precisamente ella?
—¿Doctora Brown?
—Mi nombre es Jane.
—¡Ah! Yo creí que era John. John Brown sonaba a arqueólogo de película.
—Eso no es nada, yo creí que el Doctor Faulkner era un anciano benévolo y tímido.
Ambos soltaron una carcajada al unísono.
¿Cómo iban a saber quiénes eran?
Claro, lo lógico hubiera sido presentarse antes de besarse, juguetear con los broches de la ropa y pensar en pasar la noche juntos, pero ¿Quién piensa en los nombres en momentos así?
Jane se adelantó y le sacó la identificación del bolsillo de la camisa.
—Tu nombre es Elrick Faulkner y das clases de Biología en la Universidad Estatal. ¿Das clases?
—No, esa era la pantalla. —Ella volvió a poner la identificación en su bolsillo y él retuvo su mano junto a su pecho. Se quedaron un momento en silencio.
—Será mejor que me vaya. —Liberó su mano esperando que él la detuviera, que le pidiera que se quedara, entonces ella fingiría renuencia, "No podemos, debemos trabajar juntos". Pero él la besaría y olvidarían el maldito virus, al gobierno y todo para entregarse a la pasión.
—Sí. Hasta mañana.
No era la respuesta esperada y la decepción se hizo presente.
—Hasta mañana.
Cuando ella se marchó le pareció que el mundo entero se quedaba vacío y helado. ¡Era lo que se merecía por dar rienda suelta al deseo a pesar de...!
—¡Maldición! –Volvió a renegar y descargó un duro golpe sobre la mesa.
No se suponía que se involucrara con nadie, se lo había repetido miles de veces. No estaba en situación de tener ningún tipo de relación con nadie y ahora no solo él estaba afrontando las consecuencias. Nunca más olvidaría lo cuidadoso que tenía que ser. Lástima que era demasiado tarde, porque ya había involucrado a Jane y, quisiera o no, ella también saldría afectada.
Por la mañana Jane y Verónica estaban paradas frente a la puerta donde la noche anterior había vivido uno de los momentos más vergonzosos de su vida.
—¡Vamos! No es para tanto, fueron solo un par de inocentes besos.
Jane miró a Verónica con expresión de: "No sabes lo que dices".
—Está bien, tal vez no fueron "taaaan" inocentes. Son lo bastante adultos para trabajar juntos olvidando ese pequeño incidente. Después de la misión podrían retomar lo que empezaron.
—Definitivamente, no.
—Solo actúa con naturalidad, él hará lo mismo y las cosas no se saldrán de control, de cualquier forma, hay que tocar la puerta de una vez y ver qué pasa.
Jane habría dado cualquier cosa por despertar con fiebre o catarro o amnesia... cualquier cosa que la eximiera de asistir a esa reunión. No sabía si podría mantener la calma frente a él. Cada vez que recordaba la forma como la había besado, como sus manos recorrían su cuerpo con ansias y como sonaban esas seductoras palabras en su oído, se le erizaba la piel y le temblaban las rodillas.
Verónica tocó la puerta y ella aguantó la respiración. Cuando la puerta se abrió apareció Jeremy sonriéndoles.
—¡Hola! Bienvenidas, la estaba esperando.
Jane entró en la habitación tímidamente. Era tan lujosa como la suya y también igual de pequeña. Miró en todas direcciones y no vio a nadie más, pero no dijo nada, fue Verónica la que preguntó.
—¿Dónde está el Doctor Faulkner?
—Volverá en unos momentos, creo que salió a tomar aire o algo así.
¡Esa es una maravillosa idea! Pensó Jane mientras sentía que las paredes se encogían y le costaba un poco respirar.
—Doctora Brown, comenzaremos a armar la antena ¿Podría traer ese maletín que está sobre la cama? Por favor.
Jane obedeció, tomó el maletín, pero en lugar de llevarlo de inmediato se quedó contemplando la cama mientras imágenes inconfesables acudían a su mente.
"Si quieres yo seré tu conquista".
—La Tierra a Jane... ¿Hay alguien ahí?
La voz de Verónica la sobresaltó y fue, casi corriendo, a dejar el maletín sobre la mesa.
La puerta se abrió en ese momento, ¡Precisamente en ese momento en que estaba turbada y con la cara roja! Vaciló un momento en el umbral, pero luego entró y después de un saludo frío e impersonal se dirigió a Jeremy.
—Será mejor hacer esto rápido. Debes comunicarte con Marshall, parece que el equipo que viajó por aire tuvo un problema y se retrasará.
—¿Qué? ¿Por qué a mí no me avisa ese tipo de cosas? También mi equipo viaja en ese avión, ¿Qué ocurrió exactamente?
—Doctora Brown, son solo contratiempos, Jeremy averiguará los datos. ¿Continuamos?
"Doctora Brown"
Al parecer ya no era: "Preciosa". Sintió una punzada al escuchar su tono de voz tan formal y esa forma de evitar su mirada. "Serenidad" se dijo a sí misma y se lo siguió repitiendo toda la mañana.
Las explicaciones eran sencillas y después de armar la antena un par de veces cada uno, para comprobar que lo recordarían, Jeremy les anunció que llegarían a puerto al día siguiente y por la tarde, con todo el equipo al fin reunido, partirían hacia ciudad Kushita siguiendo la ruta que trazarían según los datos del satélite.
—Bueno, ya que mi trabajo ha concluido me voy, tengo que revisar unas notas aún. Te espero allá Jane. –Verónica se levantó y guardó algunas cosas en su bolso.
—Nos vemos en un rato.
—Señores. – Los dos hombres se pusieron de pie y le dedicaron un saludo mientras se iba.
Jane y Elrick no notaron la inquietud de Jeremy mientras seguían desensamblando la antena por última vez para guardarla en el maletín. De pronto se puso de pie y les dijo algo ansioso.
—Oigan, recordé algo, vuelvo en unos momentos.
Jane se sintió un tanto alarmada. Quedarse a solas con él era lo último que quería.
—¡Espera! Tienes que verificar esta cosa...
—No hay problema, ustedes terminen y yo luego la veo, adiós.
Miró a Elrick, pero este ponía toda su atención en un par de tornillos que parecían oponer resistencia.
—Creo que ese no es el destornillador correcto. –Le alargó la herramienta correcta y él la tomó sin mirarla.
—Gracias —murmuró y terminó de sacar los tornillos–. Creo que es todo.
—Bien, entonces, creo que también me voy. –Se pusieron de pie a un tiempo y se quedaron mirándose un momento. Él fue a abrir la puerta bruscamente, el mensaje no podía estar más claro, así que ella se fue a su camarote sintiéndose la más idiota del mundo.
Esa noche el saco de boxeo del gimnasio recibió la descarga, golpe tras golpe, de frustración del científico. ¿Cómo pudo tratarla con tanta frialdad cuando en realidad lo que quería era disculparse? Su mirada desolada cuando la saludó de aquella manera tan distante le rompió el corazón. Se detuvo un momento a tomar aire mientras el sudor le escurría por la frente, el pecho desnudo y bien definido y los brazos que parecían de bronce.
Ella era todo lo que había esperado toda su vida y llegaba justo en ese momento en que... Comenzó de nuevo a golpear con tanta furia como pudo acumular. "¿Por qué ahora Jane? ¿Por qué ahora?"
¡Jane! Tan dulce y tan provocativa en ese vestido rojo. Tan lista y valiente, era la mezcla perfecta de ternura y sensualidad. Jamás podría olvidar sus besos y jamás podría perdonarse por lo que le había hecho y lo que todavía le iba a hacer. Era muy cruel, pero tenía que hacerlo para terminar de poner distancia entre ellos. Se dejó caer, por fin, exhausto y se sostuvo la frente con las manos cubiertas por los guantes de box.
No había otro camino.
***************
Verónica suspiró mientras miraba el plato intacto en el lado de la mesa de su amiga. Se había quedado hacía rato con la mirada perdida.
—Sé que te afecta más de lo que quieres admitir.
—Solo fue un momento de locura. Él tiene toda la razón del mundo en guardar la distancia, así debe ser.
—¿Distancia? Y ¿Cuántos años luz crees que hagan falta? Una cosa es guardar distancia y otra tratarte de esa forma tan despectiva, creo que exageró.
—Olvídalo.
—Lo haría si no tuvieras esa mirada. – Jane dejó de ver el mar a través de la ventana y miró a su amiga.
—¿Mirada? ¡No hay ninguna mirada! – Tomó la copa y le dedicó un brindis al aire antes de llevársela a los labios. Verónica se inclinó un poco hacia ella apoyando los codos en la mesa.
—¿Fue sólo eso? ¿Un momento de locura?
Jane se puso de pie y se retiró un poco de la mesa.
—Nunca sabremos que fue.
Se fue a sentar frente a su computadora, pero no pudo trabajar. No sabía por qué se sentía como una chica de dieciséis años a quien su novio hubiera terminado.
¡Tenía que olvidar lo ocurrido a como diera lugar!
La brisa del mar se colaba por su ventana y no pudo evitar una vaga sensación de abandono se instalara en su pecho sin saber por qué. Lo olvidaría, estaba segura de eso.
¿O no?
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