Capítulo 12. De nuevo en casa

—No. No había luces al final de un túnel, ni nada parecido.

—¿Qué fue lo que viste?

—Nada. No vi nada, no vi ángeles, ni nubes blancas, ni a mi padre llamándome desde lejos...

—¿Absolutamente nada?

—Bueno, sí escuché algo.

—¿Qué era?

—Una voz.

—¿De quién?

—No sé quién es. Es la voz de un hombre.

—¿Qué te decía?

—No lo sé, no entendí nada. Era una voz cálida.

—¿Por qué te perturba tanto esa voz?

—Porque siento que lo que me decía es importante y no puedo recordar qué era.

—Jane, ¿Te das cuenta que pudo haber sido solo un sueño sin ningún significado?

Jane se quitó el antifaz que la obligaba a tener los ojos cerrados y se levantó del diván en el que estaba recostada.

—¡Me dispararon! ¡Casi me muero y luego despierto y me entero que he perdido tres meses de mi vida en coma! ¡Ah! Y por si fuera poco, he perdido los recuerdos desde varios meses antes de eso también. Disculpe doctor, pero en mi opinión, cualquier cosa que me perturbe es bastante importante para mí.

—Jane, no quise decir que no fuera importante. Estás siendo irracional otra vez, quedamos en que tratarías de estar más receptiva.

Jane se desesperó y tomó su bolso.

—Mire, no me siento bien. Mejor dejamos esto para la próxima sesión.

—Señorita Brown...

Jane atravesó la puerta y la cerró con todas sus fuerzas. Verónica la esperaba afuera, al verla salir fuera de sí, se puso de pie y fue tras ella murmurando algo como: "No otra vez."

—Jane, espera. ¡Jane espera por favor!

Se detuvo y se giró para ver a su amiga.

—No me digas lo mismo de siempre, sí quiero recuperar la memoria, pero cada vez que estoy ahí siento que estoy patinando sobre el mismo sitio una y otra vez sin llegar a ninguna parte. ¡No puedo más!

—Tienes que tener paciencia.

—¡No quiero tener paciencia! ¡Quiero recuperar mis recuerdos, eso quiero! – La tomó de los brazos, suplicante–. Verónica, eres mi mejor amiga, casi como mi hermana, cuéntame lo que sucedió en Egipto de una vez por todas, eres la única que puede ayudarme a saber por qué me siento tan perturbada y ansiosa.

Verónica se soltó y le dio la espalda. Era lo que más deseaba, pero recordó con dolor el día que Jane despertó del coma.

Abrió los ojos despacio y los volvió a cerrar. Hacía meses que no percibían la luz y le lastimó. Verónica se acercó a ella.

—¿Jane? ¿Jane estás despierta?

Había tenido movimientos esporádicos la última semana, luego había intentado hablar y hasta levantó la mano una vez. El doctor había previsto que podría despertar de un momento a otro.

—A... miga...

—¡Jane! Soy yo, estoy aquí, contigo.

—Verónica... ¿Qué... me... pasó?

—Tranquila, te recuperarás, te contaré todo después.

El doctor la revisó y al fin dio la certeza que estaba fuera de peligro, un par de semanas de descanso y unas más de terapia y lograría recuperarse por completo, pero aún no se habían dado cuenta de lo peor.

Cuando se sintió mejor su madre llegó por fin a visitarla.

—Querida, estaba tan angustiada, pensé que nunca despertarías.

Llegó hasta ella y la abrazó rápidamente y le dio un beso en la mejilla.

—Ya estoy mejor, madre.

—Me alegra mucho, estoy ansiosa por que salgas de aquí, este lugar es demasiado deprimente.

Verónica rodó lo ojos, realmente la sacaba de quicio la actitud de esa mujer, pero ni modo, era su madre y aunque le doliera, tenía más derecho que ella a estar ahí. Tocaron la puerta y Verónica pensó que era el doctor y fue a abrir. Pero no era el doctor, por la puerta hizo su aparición Patrick.

—¿Puedo pasar? —preguntó vacilante antes de avanzar.

—Por supuesto, cariño —contestó Jane extendiendo su mano hacia él.

Patrick, Elena y Verónica miraron primero a Jane y después se miraron entre sí, confundidos. Todos recordaban claramente la discusión que había puesto fin a su compromiso antes de partir a Egipto.

—¿Qué les pasa? Parece que hubiera dicho una herejía.

Nadie se atrevía a decir nada.

—¿Cielo, no vas a saludarme?

Patrick dio un par de pasos mirando alternativamente a Verónica y a Elena sin atreverse a preguntar nada. Quiso estrecharle la mano, pero era evidente que Jane no esperaba un saludo de amigos, así que le dio un discreto beso sobre los labios y se apartó.

—Eh, Jane. ¿Recuerdas por qué estás aquí? —sondeó Patrick para entender la actitud de su ex prometida.

Ella se esforzó por recordar, pero por más que trataba de evocar las imágenes, nada acudía su mente.

—Lo último que recuerdo es la conferencia de prensa, cuando anuncié mi retiro.

Elena jadeó y se tapó la boca asombrada. Verónica se llevó ambas manos a la cabeza.

—¿Qué? ¿Qué pasa? Ya díganme que pasa.

—Jane, esa conferencia ocurrió hace más de seis meses. —respondió su amiga después de algunos instantes de vacilación.

Verónica repasaba lo ocurrido en su mente una y otra vez buscando un hilo del que tirar, alguna salida para ayudar a su amiga, pero pasaban los meses y nada mejoraba.

—Verónica, eres el único enlace que tengo con mis recuerdos. Solo tú puedes ayudarme.

—Ya te he dicho lo que dijo el doctor, Jane. Los recuerdos deben volver por sí solos, el shock podría ser demasiado fuerte, quiero ayudarte, pero esa no es la forma.

Verónica se mordió los labios, cuando lo supiera todo se volvería loca de dolor y ella no sabía cómo evitarlo.

Regresaron al departamento de Jane. Se había mudado con ella porque temía que recordara algo de un momento a otro y quería estar a su lado para apoyarla.

Las palabras de Elena se repetían en su mente como una condena.

—¡Óyeme bien niña estúpida! Si mi hija cae en coma otra vez por una imprudencia tuya nunca te perdonaré, y haré todo por que vayas a dar a la cárcel.

Patrick trató de calmar a Elena. Verónica seguía insistiendo en decirle todo lo ocurrido a su amiga, pero ella reaccionaba como una fiera.

—Tienes que entender que hay cosas que ella tiene que saber. ¿No pretenderás que siga fingiendo que aún estamos comprometidos? Yo no puedo engañar así a Jane, tiene que saber lo que pasó.

—Si lo dices por ese científico que estuvo aquí, si le importara tanto no habría desaparecido como lo hizo, ¿Verdad? Dime Verónica, ¿Por qué no está aquí ahora? ¿Eh?

—¿Por qué no estás aquí? –Se dejó caer en el sofá, ya sintiéndose atrapada en una encrucijada en la cual no encontraba la salida, por más que quería ayudar a Jane, no sabía cómo.

Jane se metió en la cama, pero como tantas otras noches, se quedó despierta hasta tarde mientras su mente no la ayudaba para nada a poner en claro todos los sucesos que la habían llevado casi a la muerte.

Recordaba la conferencia, la discusión con Verónica después de eso, recordaba nítidamente cuando Verónica le entregó las carpetas y cerró la puerta de su oficina, le parecía que después de eso había abierto los ojos en el hospital. ¡Seis meses después! Era como para enloquecer.

Habían ido a Egipto. ¿Para qué? ¿Quién financió esa expedición? Por qué no había movimientos en sus cuentas, y lo que era más importante, ¿Por qué fue a otra expedición inmediatamente después de haber anunciado su retiro? ¿Por qué rompió la promesa que le había hecho a Patrick? ¿Por qué Patrick se lo tomó con tanta calma?

De pronto se le ocurrió que si hablaba con algunos de sus contactos podría averiguar algo. Tenía que haber algún modo de saber lo que realmente había ocurrido. Las últimas semanas se las había pasado visitando neurólogos, psicólogos, fisioterapeutas y quién sabe que más doctores y especialistas. No se había comunicado con ninguna de sus amistades.

Buscó su móvil, el cual siempre que salía de viaje dejaba en la caja fuerte juntos con otras cosas, que al menos para ella, eran de valor. Lo armó y encendió.

Tenía varias llamadas y algunos mensajes, incluyendo uno... ¿De Verónica? Según la fecha debían haber estado en Egipto cuando lo envió, ¿Por qué le enviaría un mensaje sabiendo que no tenía su móvil con ella? Si estaban juntas podría haberle dicho cualquier cosa en lugar de enviarle un mensaje, ¿No? ¡Esto no tenía sentido! Abrió el mensaje y como era una fotografía tardó un poco en cargarse. Cuando la imagen apareció en la pantalla Jane sintió como si la golpearan en la cabeza con un mazo. Cayó de rodillas junto a su cama y en seguida miles de imágenes acudieron a su mente sin control, quería detenerlas, ponerles orden, entenderlas, pero no le daban tiempo a asimilar nada.

Mi nombre es Edison Marshall. Subsecretario de Defensa. Creemos que una empresa farmacéutica ya tiene en su poder una versión modificada del Basilisco capaz de transmitirse a través del aire. No creo que esté bien que nos divirtamos a costa del gobierno. Esto será perfecto para que de una vez olvides a tu ex —prometido. Me gustaba más la versión en la que me estabas acosando. ¿Fue solo eso? ¿Un momento de locura? No me gustan las traidoras. Es mejor que te alejes de mí. ¿De qué me quieres proteger? ¡No lo amo! ¿Es eso lo que querías escuchar? No lo amo... y rompió nuestro compromiso. Jane... estoy... muriendo... ¿Hiciste pruebas no autorizadas con esa cosa? No estaba en mis planes viajar durante semanas contigo. Ni en los míos enamorarme de ti. Eres tan hermosa... Tengo miedo... no quiero perderte. "Falla cardíaca. Ceguera. Parálisis. Accidente cerebrovascular. Coma." Jane Brown, alguna vez debes dejarme tomar la iniciativa. Es difícil, te tardas demasiado. No sé para quién trabajas, pero diles que ya pueden esperar sentados. ¡No! ¡Déjala! Haré la cura... ¡Pero no lo hagas! ¿Qué estás diciendo? Que es mejor que comience a trabajar ahora mismo o tendrá que sostenerla en sus brazos mientras muere. ¿Qué te parecería ser mi única conquista esta noche y para siempre, Preciosa? Pero a veces hay que hacer lo que nos ordenan y no lo que queremos y hoy mi objetivo no eres tú.

¡No!

—¡Noooo! ¡No! ¡No!

Verónica entró corriendo en su habitación, solía tener pesadillas y ella pensó que se trataba de otra, pero cuando la vio tirada en el piso totalmente fuera de control supo que era algo peor.

—¡Jane! ¿Estás bien? ¿Qué ocurre?

—¿Dónde está? ¿Por qué no me hablaste de él? –Jane la tomó por la ropa y le gritó en la cara fuera de sí—. ¡Cómo pudiste callarte todo esto! ¿Dónde está Elrick? ¡Dímelo ahora mismo! ¡Por favor, dímelo! Por favor... por favor... —Se quedó llorando como una niña.

Verónica la abrazó, quería confortarla, pero nada de lo que le dijera podría calmarla, al contrario, seguramente se pondría peor. No pudo soportarlo más y también se echó a llorar.

La ayudó a recostarse en la cama, ella dejó que le preparara un té para calmarse, sabía que tenía que estar serena para acallar el torbellino de imágenes y voces sin sentido que la acribillaban sin misericordia. Al fin logró calmarse y volvió a preguntar en un tono más civilizado.

—¿Dónde está?

Verónica suspiró, había llegado el momento que tanto había temido. Era inevitable, tenía que decirle.

—Jane... no lo sé. Nadie lo sabe.

Jane aún no se reponía del shock que le causaron tantas imágenes a la vez, imágenes que aún no tenían sentido. Sabía quién era él, sabía lo que significaba para ella, pero había tantos vacíos en sus recuerdos. ¡Tenía que entender lo que había pasado!

—¿Qué quieres decir con eso?

—Estuvo en el hospital en El Cairo, no se separó de ti cuando te trasladaron aquí, ni siquiera cuando tu madre amenazó con llamar a seguridad para que lo sacaran, pero una noche...

—¿Una noche que...?

—Esa noche, estábamos optimistas, tú habías abierto los ojos, creo que hasta dijiste unas palabras. Parecía que todo estaría bien, pero... Esa noche... tuvo una crisis.

No podía precisar lo que eso significaba. Las imágenes y las voces acudían a su mente sin control.

¿Hace cuánto tiempo te infectaste? el inhibidor provocó severas lesiones en el organismo. Jane... estoy... muriendo... ¿Cómo te sentiste ahí solo en el laboratorio sabiendo que no había marcha atrás? ¿Es la cura? No des un paso más o destruyo la cura. Tengo la cura. ¿Es un pétalo de la flor?

—La cura. Había una cura.

—Se suponía que la estaba tomando, nadie sabe que pasó. Defensa vino y se lo llevaron, después de eso traté de localizarlo. Disolvieron el equipo de trabajo, ninguno de ellos sabe nada, Marshall no responde ninguna llamada y sus datos... no hay nada, como...

"Como si nunca hubiera existido".

Miró la fotografía que Verónica le había enviado. Estaban juntos y sonreían, parecía que estaban en un oasis en medio del desierto, se veía como si fueran felices. Había sido feliz al lado de un hombre que al parecer amaba y que la amaba y ahora ya no estaba más a su lado.

¿Ahora qué?

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