Capítulo 11. La Cura
Tim llenó cada probeta cuidadosamente y las colocó sobre una pequeña llama azul. Luego fue a introducir algunos datos en la computadora mientras Elrick analizaba en un microscopio algunas muestras que el chico había tomado.
La composición tenía que ser absolutamente precisa, de lo contrario podría precipitar a la víctima del Basilisco a la demencia o volverlo parapléjico o cualquier cosa en una amplia gama en el infinito universo de horrendas posibilidades. A veces se preguntaba por qué se había marchado del lado de su pacífica familia para ir a trabajar para el gobierno en medio de medias verdades clasificadas y esa maraña de papeleo.
Estando frente al acertijo de las plumas había recordado a su padre y la forma como lo miraba cuando lo consideraba un digno heredero de las antiguas enseñanzas de la cetrería. Lo miró de modo muy distinto cuando se echó su mochila al hombro y le dio la espalda.
Apartó la vista del microscopio y en un arrebato tomó la placa con las muestras que analizaba y la lanzó contra una pared donde se estrelló en mil pedazos.
—¡Fallida! –gritó desesperado. Tim murmuró algo e hizo unas anotaciones. Era la quinta prueba y la composición no se acoplaba, siempre había algo y los números simplemente no eran los esperados.
—Tic tac Doctor, el tiempo no espera –señaló con un movimiento de cabeza el rincón donde, sobre un saco de dormir y arropada con su chaqueta, yacía la arqueóloga. Adormecida y afiebrada, con la cabeza apoyada en las rodillas de su amiga que le limpiaba la frente y de vez en cuando intentaba hacerla tomar un poco de agua.
—Ya lo sé –murmuró con frustración en la voz.
Tim se acercó un poco vacilante.
—¿Qué tal si probamos con esta combinación? –Le mostró un diagrama en el móvil inteligente.
—¿Podría funcionar?
—No lo sabremos si no lo intentamos.
Hicieron las modificaciones necesarias a las muestras sobre las llamitas y esperaron. La mente de los dos trabajaba en decenas de combinaciones, adelantándose a los posibles resultados. Cuando estuvieron listas la llevaron al microscopio. Elrick las observó unos instantes y luego le dio lugar a Tim.
—Dime que ves –dijo y este se sintió como si le estuvieran haciendo un examen final.
Tim se apartó sorprendido, casi sin aliento. Se limpió los ojos y volvió a mirar. Luego se volvió hacia su jefe, perplejo.
—Es... ¿Es la cura?
Ante la mención de la cura todos levantaron la cabeza.
De pronto los hombres armados los sujetaron y apartaron de las muestras. Dina Dupré tomó una de las probetas y sacó una pequeña cantidad con un gotero y la dejó caer en una placa. En unos minutos la muestra cambió de color hacia un azul claro y ella sonrió satisfecha.
—Bien, con una es suficiente –Se guardó la probeta en el bolsillo–. Destruyan las demás muestras.
—¡No!
Todas las armas apuntaron hacia la mesa de trabajo y vieron impotentes cómo, uno a uno, los pequeños recipientes de cristal volaban en pedazos y su contenido caía en la arena donde era absorbido inmediatamente.
Mientras las armas se ocupaban en algo que no fueran blancos humanos, el equipo de biólogos, que habían logrado zafarse de las cuerdas que los ataban usando una navaja escondida, saltaron sobre los hombres quienes perdieron el control de las armas lanzando varios disparos perdidos. Verónica trató de cubrir a Jane lo mejor posible. Elrick y su fiel ayudante se refugiaron detrás de un muro derrumbado.
—¡Tim, hay que recuperar esa muestra!
—Liberemos a los arqueólogos.
Se arrastraron hacia el otro grupo que aún estaban atados y soltaron las cuerdas. Si lograban desarmarlos tendrían la ventaja ya que los superaban en número.
Verónica corrió hacia Dina decidida a recuperar la cura para su amiga, la embistió y esta dejó caer el arma, mientras forcejeaban rodaron por el túnel que llevaba hacia la cámara mortuoria hasta que chocaron contra la pared y se dieron tiempo para ponerse de pie.
—No des un paso más o destruyo la cura —amenazó Dina haciendo amago de tirar la muestra al piso para aplastarla como había hecho con la última dosis del inhibidor.
—¡No lo harás! Es lo que viniste a buscar, ¿No? ¿Qué les dirás a tus jefes si regresas con las manos vacías?
Dina sabía que era verdad. Por su parte Verónica estaba consciente que el tiempo se agotaba y tomó una decisión desesperada, se dirigió hacia las llaves de la cámara y presionó una de las plumas. En seguida las paredes temblaron y la puerta se cerró antes que Dina pudiera llegar a ella.
—¿Qué has hecho?
—Ahora estamos encerradas en la cámara, si me matas jamás saldrás de aquí.
—¿Estás loca? ¡Abre esa puerta ahora mismo!
—Será mejor que no grites, esta cámara tiene oxígeno para... Veamos... Yo diría unas dos horas. Tal vez menos, no querrás acabarlo todo de una vez, ¿O sí? Dame ese tubo si quieres salir de aquí.
—No lo harías, tú también morirás.
—No me importa morirme aquí si mi mejor amiga no va a salvarse, así que tú elijes.
—¡Claro que elijo vivir desquiciada! Todos ustedes están completamente locos.
Cargó el inoculador con la cura y se lo entregó de mala gana. Verónica sacó el transmisor y lo encendió. Al instante la voz de Elrick se escuchó a través del aparato.
—Verónica, ¿Todo está bien?
—Tengo la cura. Tienen que abrir la puerta.
—¿Cómo abrimos la puerta?
—Abre el cerrojo de seguridad.
—¿Eso no inundará la cámara?
—Nos arriesgaremos.
Jane se sentía lo suficientemente bien como para dirigir a su equipo y junto con su amiga lograron descifrar la clave para abrir el cerrojo. Cuando estaban a punto de mover las piezas para abrir la puerta, Jane tomó el transmisor nuevamente.
—Verónica, no sabemos cuánto tiempo tendrán para salir antes que la cámara se llene de agua así que deben... —Sintió por un segundo que el mundo entero daba un giro y se quedó sin aire.
—Te has esforzado mucho, tienes que guardar energías, la asimilación de la cura no será fácil para tu cuerpo. —Elrick la ayudó a volver a recostarse.
—¿Jane? ¿Jane estás bien?
—Estoy bien Verónica... Deben apresurarse a salir en cuanto se abra la puerta.
Verónica se quedó preocupada, las dos horas estaban a punto de cumplirse. Jane se había sentido mucho mejor, incluso se puso de pie, pero al escucharla por el transmisor se dio cuenta que solo había sido una tregua del virus antes de entrar a la última etapa.
Su mejor amiga estaba a punto de morir.
—Nuestra pequeña Jane no se escucha muy bien, ¿Verdad?
—¡Cállate, Arpía! Todavía podemos dejarte aquí adentro a que nades con los peces. ¿Crees que ya olvidé lo que le hiciste en la universidad?
—Le quité de encima una lacra que intentaba embarazarla para obligarla a casarse y quedarse con una buena parte de su fortuna.
—¡Te uniste a él para estafarla! Casi pierde todo por tu culpa...
—Liam era una basura sin cerebro, ¿sabes cómo terminó?
—No me interesa.
—De una sobredosis en una acera cualquiera de la calle.
Verónica se estremeció, aunque fuera una ser vil y despreciable, era un final bastante deprimente. Aquel tipo miserable había marcado la vida de Jane y le había robado su confianza en el amor, ¿sería posible que hubiera sanado? ¿Podría llegar a ser feliz ahora que había encontrado a alguien que la amaba sinceramente?
Un chirrido interrumpió sus pensamientos, un torrente de agua se precipitó desde la parte superior de la cámara. Ellas retrocedieron. Cuando el agua rozaba sus pies, la puerta a la cual llegaban subiendo por una pequeña rampa comenzó a abrirse así que corrieron a atravesarla.
Al salir se dieron cuenta que las armas estaban en manos de los miembros del equipo de biólogos y los hombres que acompañaban a Dina habían preferido huir para salvarse.
Elrick tomó el inoculador de manos de Verónica y se arrodilló junto a Jane.
—Jane, ¿Me escuchas?
Contestó con un susurro un "si" apenas audible. La levantó con cuidado.
—Esto no será fácil... estoy aquí contigo.
Aplicó el aparato en forma de arma hacia ella. Verónica se unió a ella y sostuvo la mano de su amiga. Presionó el gatillo y la ayudaron a soportar los largos minutos en que la cura eliminaba el virus de su cuerpo. Como él había dicho no fue fácil, fue volviendo a la normalidad hasta que, exhausta, se quedó dormida.
—¿Estará bien? –preguntó Verónica, sintiéndose también cansada después de tantas conmociones.
—Solo necesita descansar un poco. Nunca usó el inhibidor, así que su cuerpo será capaz de reparar los daños por sí mismo. –Se dirigió hacia la esquina donde Dina observaba todo con aire de aburrimiento, mientras Verónica trataba de que su amiga estuviera lo más cómoda posible.
—¿Para quién trabajas?
—Ya piensas que te lo diré así nada más. – Se cruzó de brazos y lo desafió con descaro.
—Aún puedes volver a la cámara si no hablas.
—Yo que tú me preocuparía de buscar una manera de recrear la cura. ¿Olvidas que usaste la única muestra en tu amada? ¿Qué crees que dirá cuando despierte y sepa que ya no tienes salvación?
La tomó de los brazos, furioso.
—¡Tú destruiste las muestras! ¿Qué me impide dejarte dentro de esa cámara?
—Ninguno de ustedes tiene las agallas de matar a un ratón.
—¿Quieres comprobarlo?
James y Tim decidieron intervenir.
—Doctor, no vale la pena mancharse las manos con ella.
—Tiene razón, Defensa se hará cargo de ella cuando lleguen. Los helicópteros llegarán en un par de horas.
Él la dejó y se retiró. Ella tenía razón en una cosa: destrozaría a Jane saber que habían perdido todas las muestras de la cura. Todos los rostros de ensombrecieron y Dina aprovechó el momento de distracción. Arrebató el arma a uno de los chicos y lanzó varios disparos mientras huía, afortunadamente no logró herir a nadie.
—¿Vamos tras ella?
—No puede ir demasiado lejos y la superamos en número, como ustedes dijeron, será mejor dejar que Defensa se ocupe de Dina Dupré.
Decidieron dedicarse a revisar los trozos de los tubos que habían quedado esparcidos a ver si alguno conservaba suficientes restos de la cura como para analizar los componentes y reproducir el proceso. Lograron reunir media probeta, tenían la esperanza que sería suficiente. De pronto la voz de Verónica les llamó la atención.
—¡Elrick! ¡Jane está despertando!
Corrió hacia ellas, Jane abrió los ojos y los miró a ambos.
—Ustedes se ven bastante mal –bromeó con voz débil, pero con una sonrisa. En la siguiente hora mejoró perceptiblemente y después de algunos análisis básicos determinaron que estaba casi curada. Habría que hacer otras pruebas, pero estaban bastante seguros de que la cura había funcionado.
Cuando calcularon que los helicópteros estaban a punto de llegar salieron hacia los vehículos y cargaron el equipo más importante para estar listos para su partida.
—Lo primero que haré al llegar a casa será comer una enorme hamburguesa.
—Yo dormiré tres días con sus noches en mi amada cama.
—¿Dormir, comer? Yo buscaré una buena fiesta con música de verdad, no esa aberración que carga James.
—¡Oye! Deja mi música en paz.
Las carcajadas siguieron mientras todos se preparaban para volver a la civilización. No se dieron cuenta de la figura misteriosa de un hombre vestido con túnica que merodeaba cerca de ahí.
—Ya todo está listo, ¿Dónde está Jane?
—Suele recorrer el lugar antes de retirarnos de un sitio de excavación, es una especie de despedida.
—¿Es uno de esos rituales privados?
—Yo creo que ya no tiene nada que ocultarte a ti, así que creo que puedes acompañarla.
—Gracias.
Elrick la encontró contemplando uno de los muros lleno de inscripciones. Recordó lo que le dijo cuando recorrían la formación de rocas y supo que de alguna manera era cierto lo que dijo Verónica. Se estaba despidiendo del lugar. Por un momento no supo si sería mejor dejarla sola, pero ella le habló.
—Tengo algo para ti.
Se acercó y ella extendió el puño cerrado hacia él y le mostró lo que guardaba celosamente entre sus dedos. Era un pequeño pétalo marchito.
—¿Es un pétalo de la flor?
—Eso creo.
—¿De dónde lo sacaste?
—Habib estuvo aquí hace unos minutos y me lo entregó con la condición que lo usara para despertar la esperanza... o algo así.
—¿Cómo crees que lo obtuvo?
—No tengo idea. Habib tiene muchos secretos, a veces creo que...
No la dejó seguir. La atrapó por la cintura y tomó sus labios apasionadamente.
En ese viaje había tenido las peores experiencias de su vida, pero también había vivido la mejor. Haber conocido a esa hermosa e intrépida mujer compensaba todos los horrores que habían sorteado. Ahora todo podría ser como lo habían soñado desde el principio.
—¿Qué te parecería ser mi única conquista esta noche y para siempre, Preciosa? – Le susurró al oído y Jane sonrió al sentir el leve cosquilleo que le recorrió la nuca y la espalda.
—Solo soy una cita de trabajo, ¿Recuerdas?
Se rieron abrazados hasta que la voz de Verónica se escuchó por el radio transmisor.
—Oigan tórtolos, casi es hora de irnos.
—Vamos para allá –respondió Jane y muy a su pesar se separaron y se dispusieron a salir de los túneles de la pirámide.
Apenas habían dado unos pasos cuando una voz los hizo girar de improviso.
—¿Tan rápido se van de la fiesta?
Jane tuvo deseos de lanzarse sobre ella, pero Dina les apuntaba con el arma que había logrado conseguir antes de escapar.
—Vaya, ustedes tienen cara de haber visto un fantasma. —Los miró alternativamente, moviendo el arma hacia uno y otro alternativamente.
—¿Qué quieres? Ya no tienes nada que hacer aquí.
—¿Qué quiero? Déjame ver... Ah, sí, lo que más quiero es quitarte de en medio pequeña Jane.
Apuntó el arma hacia ella.
—Pero a veces hay que hacer lo que nos ordenan y no lo que queremos, y hoy mi objetivo no eres tú.
Cambió la dirección a que apuntaba por algunos centímetros. A Jane le tomó medio segundo darse cuenta quién era su verdadero objetivo.
Se negaba a aceptar que las cosas terminaran así. ¡El destino no podía jugarle esa mala pasada!
—¡Nooooo!
******************************
Afuera todos estaban pendientes de observar el cielo para ver si aparecían los famosos helicópteros, de pronto, desde dentro de la pirámide, se escuchó un estruendo.
—¿Qué fue eso? –Se alarmó Verónica.
—Sonó como un disparo.
—Venía de la pirámide.
Verónica entró corriendo y tratando de convencerse de que no era nada.
Habría una explicación bastante simple para ese sonido y para que ni Jane ni Elrick contestaran sus alarmadas llamadas al radio transmisor, les echaría tremendo sermón por asustarla sin razón y luego se reirían tontamente.
Después de una bifurcación los encontraron.
Lo que vio la dejó helada, ni siquiera tuvo las fuerzas para preguntar nada, mucho menos para dar un paso o gritar o hacer cualquier otra cosa.
"No es cierto. Es un sueño."
Se repetía mentalmente. Pero no era un sueño.
Jane estaba lívida, fría, inmóvil, la vida escapándosele a torrentes a través de la herida que tenía en el pecho. Elrick la sostenía en brazos desesperado y la llamaba con angustia, pero ella no respondía.
"¡Abre los ojos! ¡Respóndele! ¡Di algo!"
Trataba de ordenarle a su amiga, pero sus labios eran incapaces de pronunciar las palabras que gritaba en su mente.
Jane escuchaba la voz de Elrick llamándola con dolor y desesperación, quería decirle que se calmara, que todo estaría bien, que ella lucharía por su vida. Pero no encontró modo de que su cuerpo obedeciera la orden de su cerebro. Las voces comenzaron a escucharse cada vez más confusas, gritos, órdenes, exclamaciones y de pronto un ruido atronador. Los helicópteros habían llegado.
Al fin se iría a casa.
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