Rubén Carolina era paleontólogo quien en aquella ocasión, partió rumbo a la región del Amazonas, aunque jamás había sospechado que ese viaje cambiaría su vida.

        Su primera impresión al arribar a ese lugar fue que, probablemente encontraría restos de animales correspondientes al periodo de las grandes heladas de la era Cenozoica, pues el terreno parecía ser propicio para tales hallazgos. Sin embargo, al llegar al lugar designado para la excavación, descubrió que el tipo de suelo era pedregoso y difícil de abrir, por ello, tuvo que llamar a una empresa de maquinarias para que enviaran equipo de excavación.

         Las máquinas entraron en acción y, abrían el terreno para la investigación. Mientras, Rubén, decidió acudir al museo de sitio de una zona paleontológica cercana, con el propósito de cerciorarse si sus observaciones acerca de las especies que podía hallar, eran correctas.

       Una vez en el museo, Rubén pudo observar que algunos de los fósiles estaban mal clasificados, pues no correspondían a la especie indicada, así que pidió hablar con el director del museo, el cual dió un recibimiento amigable a nuestro investigador.

      Tras conversar con el director por un buen rato, Rubén obtuvo el permiso para sacar de las vitrinas las piezas fósiles que había detectado como equivocadas. Al estudiarlas, notó que algunas encajaban con otras, sin que la forma correspondiera a alguna de las especies que conocía. Así que pidió permiso para enviar las piezas a la ciudad, con el fin de investigar a qué especie correspondían. Como el director del museo otorgó el permiso, las piezas fueron enviadas a un laboratorio en la ciudad, donde se les hicieron pruebas y se determinó que correspondían a una nueva especie de mamífero del periodo Cenozoico.

      Unos días después, en la excavación, Rubén encontró más fósiles similares a los que había enviado a la ciudad.

     Poco tiempo después, y con ayuda del director del museo, Rubén Carolina dió a conocer sus hallazgos acerca de la nueva especie, a la que dieron un nombre en honor de nuestro paleontólogo, y la noticia se extendió cual incendio.

     Sin embargo, Rubén sabía que su descubrimiento era parcial, pues faltaba darle crédito a quien había desenterrado los primeros fósiles, aunque los había clasificado erróneamente. Así que preguntó al director ¿quién había llevado aquellos fósiles al museo?, pues, también debía reconocérsele.

El director respondió: "Hace mucho los trajo un joven caballero llamado Valentín González".
Rubén replicó:"¿Valentín González? ¡Pero si él fue mi compañero en la escuela! De hecho, aún tengo su número de teléfono".

     Entonces, Rubén Carolina llamó a su antiguo compañero Valentín González, y le informó lo sucedido.

     Valentín viajó a las Amazonas para reunirse con su amigo, y, junto con el director del museo, oficializaron el descubrimiento de la nueva especie, a la que dieron nuevo nombre con el que se reconocería a los dos investigadores: el Zaglossus Carolinagonzalez. Desde entonces, Rubén y Valentín son ampliamente reconocidos en el campo de la paleontología.                    
                                                                                        Fin.