-019-
_POV Martina_
- ¿Camila sale con Noah Centineo? -dijo Sofía asombrada.
- Al parecer -dije. -Me da penita por Shawn. -Suspiré. -Quiero que vuelvan.
- Sí, hacían una linda pareja.
- Voy a tener que alejarme de ellos. Así ellos puedan ser felices. -Se me acumularon las lágrimas.
- ¿Qué estás diciendo, estúpida? -dijo Sofía. -Que te alejes de ellos no hará que vuelvan.
- Hice tantas cosas malas -murmuré.
- ¿De qué estás hablando? -dijo ella. -¿Mar, qué pasa? -Negué.
- Es mejor dejarlos en paz, así todo vuelve a la normalidad.
- ¿Qué me ocultas? -dijo Sofía preocupada.
- Nada. Me iré a casa -dije, y agarré mis cosas. -Iré a ver a Ariana -dije, y fui al cuarto a verla.
Se veía tan inocente dormida. Su pecho subía y bajaba suave. Está tan calmada, sin nada que preocuparse.
- Te amo mucho, Ariana -susurré. -Que nunca te olvides de eso, pequeña -acaricié su esponjosa mejilla.- No cometas los mismos errores que tu madrina, ¿me oíste? Sé feliz. -Y una lágrima cayó por mi mejilla.
Le besé la cabecita y salí de ahí.
- ¿No quieres quedarte en casa? -Negué.
- Gracias, pero tengo cosas que hacer.
- Está bien -dijo ella. -Cuídate.
- Tú también -y la abracé muy fuerte.- Che, te dejé dinero depositado, por si precisas.
- ¿Más? Si acabas de dejarme menos de dos semanas -bufó. Reí.
- Cuídense, ambas -dije, y ella asintió.
Salí de su departamento y me dirigí a mi coche. Conduje por la carretera, dejando que las lágrimas cayeran. Me sentía muy triste, Shawn y Camila no volverían por mi estúpida culpa. Paré en un supermercado y me adentré en él. Fui a la parte de alcohol y agarré tres botellas de vino y una de tequila. Fui a la caja y pagué. Salí velozmente de allí y esta vez conduje hasta mi casa. Al llegar, estacioné y salí. Como pude, abrí la puerta de mi casa y la cerré detrás de mí.
-¿Papá? -dije, pero no oí respuesta.
Dejé mi bolso en el sillón y fui hasta la cocina, agarré una copa y luego fui a mi habitación. Puse la música a todo volumen y me puse a bailar arriba de la cama, sacando las malas energías de mí. Tomé una y más copas. Tenía ganas de desahogarme, así que empecé a escribir una carta. Otra, y otra copa más. Fui hasta la ventana de mi cuarto y vi cómo el cielo se iluminaba por la tormenta.
-Perdóname, cariño. Tú no tienes la culpa de nada. Lo que pasa es que soy una mierda de persona -murmuré y cerré las cortinas de mi habitación.
Espero que algún día alguien me perdone.
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