IV

IV

La desconocida, se volvió mi confidente por siempre entre las sábanas que la abrigan, si el sentimiento presientes detente porque pones en riesgo tu vida, yo solo estoy para entenderte y conocer lo que sientes cuando por mi te inspiras, hoy te conozco más que nadie pero mañana serás otra desconocida.

[...]

—Ya estoy, ya estoy aquí, ya estoy aquí —murmuró Mal acercándose a Evie que se encontraba acostada sobre aquella camilla. Respiraba pesadamente y una fina capa de sudor perlaba su piel lozana, la de cabello azul apretó la mano de Mal con fuerza.

Fue entonces que se dio cuenta del gran dolor que Evie soportaba.

La consolaba dándole la esperanza de que aquello terminaría pronto.

—Okey, señora Evelyn, ya dilató lo suficiente por lo que esto será rápido, solo recuerde respirar y puje cuando yo se lo pida, ¿está bien? —Mal le limpió el sudor a Evie de la frente con un pañuelo y apretó su mano.

Los siguientes momentos fueron bastante tensos y torturantes, pero luego de una hora y media Evie podía respirar tranquila porque había traído a su primogénita al mundo.

Fue entonces cuando Mal no pudo más con la emoción y besó a la peli azul en los labios, sorprendiéndola.

Evelyn no pasó eso por desapercibido, pero sin embargo no dijo nada. Estaba contenta, satisfecha de al fin poder tener a su bebé en brazos.

Ya en una habitación del hospital en donde la madre esperaba ansiosa por su pequeña comenzó a hacerse ideas sobre por qué aún no se la traían, debía alimentarla, Evie comenzaba a desesperarse.

Mal abrió la puerta despacio, pensando que su roomie estaría dormida, se sorprendió al encontrar a Evie intentando bajarse de la camilla.

—Alto ahí señorita, ¿A dónde se dirige?

—Quiero ver a mi bebé, Mal, no la veo desde hace 4 largas horas y estoy preocupada.

—Ella está bien, E. Yo misma me encargué de revisar que todo con ella estuviera en orden, es una bebé preciosa y muy sana. Ahora vamos, sube a la cama y relájate un poco, le pedí a la enfermera que la trajera para que pudieras alimentarla —la peli morada le sonrió acercándose a la mujer en la camilla, aquella escena le recordó tanto a cuando se conocieron.

Besó su frente de forma maternal y apretó su mano dándole apoyo—. Todo está bien, ¿okey?

Evie por fin asintió y se dejó caer de espaldas sobre la camilla lentamente.

—Quisiera darme un baño, por favor —Mal tragó duro, la única ahí era ella, eso significaba que ella debía atenderla...

—O-ok, tú y tus excusas para ponerte de pie tan pronto, E —la regañó, sin embargo cedió a su petición y la ayudo a caminar hasta el baño. No estaba nerviosa, no es como si no hubiese visto a una mujer desnuda antes... estaba su madre, sus primas, sus ex novias, ella misma, no había de qué preocuparse.

Con cuidado le retiró la bata de hospital y le pidió que se sentara sobre el W.C.

—Tu cuerpo aún está débil, no quiero que te desmayes en el piso del baño, así que hazme caso —Mal llenó una cubeta con agua hasta la mitad y fue en busca del jabón que había empacado el día anterior justo cuando Evie la llamó despavorida mientras ella estaba en la facultad diciéndole que había entrado en labor, fue tanto el desespero que Mal no solo tomó lo que estaba arreglado con anterioridad dentro de la pañalera sino que también hizo un bolso a parte con cosas extra que podrían necesitar, entre ellas el jabón con olor a rosas para Evie.

Con cuidado de no ser brusca comenzó a humedecer su piel y esparcir el producto sobre la espalda de Evie mientras esta, sin pudor ni vergüenza alguna limpiaba las demás partes de su cuerpo. Pasados unos minutos, una sonrojada Mal la ayudó a secarse y a vestirse, luego le indicó que se apoyara en su hombro para así caminar hasta la cama y que Evie por fin descansara un poco.

—Recién bañada y lista para ver de nuevo a tu hija —murmuró Mal con una sonrisa.

La enfermera llegó segundos después empujando delante de ella el cunero en donde mantenían tibia y calmada a la pequeña criatura, Evie sonrió cuando sus ojos se encontraron con los de su hija, eran azules como el cielo.

De inmediato comenzó a llorar, no pudiendo contener la emoción. Aquel pequeño ser tan solo llevaba existiendo algunas horas y ya lo amaba.

Mal ayudó a ponerla en sus brazos y sonrió también invadida por la emoción que le transmitía ese momento madre e hija.

—Hola pequeñita, yo soy Evie, tu mamita, y ella es Mal.

—Bienvenida, hermosa muñeca de porcelana —dijo Mal saludándola y notando varias pelusas rubias en su cabello, al igual que sus ojos azules como el safiro.

Evie vio la sinceridad en los ojos de Mal cuando la conoció, vio su determinación, sabía que era una persona entregada, llena de carisma y pasión, con muchas virtudes, principios y valores. Para ella ya no había lugar en el mundo, pero en cambio Mal; su vida estaba llena de oportunidades, fue por eso que tomó una decisión. Ahí, en aquella habitación de hospital, viendo como su hija era atendida y cuidada con los mejores tratos, asistida como una princesa.

Esa decisión marcaría el resto de su vida.

Pero estaba segura de que era lo correcto.

[...]

— ¿Encontraron algo?

—La señorita ahora vive en Virginia, trabaja como administradora un restaurant de comida china y constantemente se cambia de residencia. Pero no parece tener intenciones de trasladarse a otro estado.

Mal asintió dando un largo suspiro.

—. Pude conseguir una forma segura de comunicarse con ella, sigue sin sospechar que estuvimos siguiendo por casi 7 meses.

Con eso finalizaron la conversación, la ahora peli morada le entregó lo acordado al investigador y salió de la oficina, con rumbo a su casa.

—Gracias por cuidarla mientras estuve fuera Jane.

—Es un placer, llámame si necesitas algo.

Su amiga salió por la puerta y Mal se encontró nuevamente a solas con la pequeña.

—Hola princesa, tu mami ha sido muy difícil de encontrar pero, al parecer no quería ser buscada. Tú tranquila, sé que algún día podrás conocerla... —Mal acarició los rubios cabellos de la pequeña, que ahora legalmente era su hija, la niña jugaba con bloques de construcción de diferentes colores ajena a los pensamientos de la mayor.

Aún no procesaba todo lo que había pasada en tan solo un año...

Isabella, así se llamaba la niña. Había nacido sana y fuerte, mientras crecía rodeada del amor que Mal e Evie le profesaban, sin embargo la bebé pasó 6 meses sin ser presentada, o sea que pasó 6 meses sin nombre, 6 meses sin literalmente existir; cuando Evie se dio cuenta de que la niña ya no necesitaba ser amamantada simplemente desapareció.

Dejando desconcertada a Mal, quien solamente encontró a la bebé dormida en su cuna con una carpeta bajo su almohada aquella noche...

Dentro de este sobre había 3 cosas, una foto en blanco y negro de ella junto a Evie y la bebé, una carta y su acta de nacimiento en donde estaba registrada como hija de Mal y llevaba por nombre Isabella. Eso.

Ahí  se aclararon todas las dudas de Mal, el por qué Evelyn no había registrado a la pequeña cuando nació, el hecho de no haberse ido antes de que la niña dejara de tomar pecho, o sus extendidas llamadas a un número privado...

Evie llevaba 6 meses planeando todo aquello, y el hecho de que la niña dejara de lado la lactancia materna fue lo único que la detuvo. Cuando estuvo segura de que Isabella no quería tomar más pecho se aseguró de dejar todo en regla y poder huir sin dejar ningún cabo suelto, valga la redundancia. ¡Era el plan perfecto!

Un trámite que requería tiempo y papeleos, una condición que le impedía separarse de su hija, y una distracción infalible que era el trabajo y las demás ocupaciones de Mal.

Una vez más leyó el contenido de esa carta, le gustaba torturarse...

"A partir de hoy permito que te hagas cargo de mi más grande tesoro; definitivamente Isabella no llegó como parte de un plan, de no ser por ti ni siquiera hubiera sabido que estaba embarazada... ella no formaba parte de ningún plan como ya lo dije, pero tampoco es como si yo tuviera uno, es decir, llegué a este país por caridad y luego ya no pude irme; Mal, sé que quizás estés molesta o confundida, pero créeme que no pude haber elegido mejor persona para cuidar a mi hija que tú. Mis razones tal vez no te parezcan suficientes, pero sé que tú puedes ofrecerle todo eso que yo no voy a poder darle. 

Confío en ti, no me defraudes, sé que serás una madre fantástica.

A quien engaño, serás mejor madre de lo que yo podré serlo en 5 vidas o más, te lo aseguro.

Si lo deseas, háblale de mí, pero como una amiga, no quiero que se avergüence de la madre que le tocó... una estudiante fracasada que terminó bailando en un bar por un par de centavos porque de repente ya no podía pagar la renta.

Evie Grimhilde.".

Por eso contrato un investigador privado, porque necesitaba que Evelyn Grimhilde le explicara en persona todo, no a través de una carta. Y eso fue todo, se fue sin más, sin dar mayor explicación. De eso ya habían pasado 7 meses, Isabella tenía 13 meses ahora, un año y un mes con 11 días exactamente. Evie se había perdido su primer cumpleaños. 

Mal admitía haber estado muy molesta y confundida al principio, pero después de mucho pensar comprendió que Evie no sólo estaba asustada, sino que no se sentía suficiente... y por eso huyó. No creía ser suficiente para nadie.

Pero lo que nunca entendió fue porque la besó tan apasionadamente un día antes de irse, fue como una promesa de que en algún se volverían a encontrar... aun guardaba ese recuerdo, como si fuera candela sobre su piel, ardiente, como una tatuaje en su memoria. eso fue lo que la dejó más desconcertada, pero ya no se lo podía preguntar, Evie se había ido.

—Sí, tu mami quizás no era suficiente —le habló a la bebé.

Sujetó a Isabela de las manitos y juntas llegaron al cuarto de la pequeña, ahí Mal la acostó en su cama-cuna y comenzó a tararear una canción hasta hacerla dormir profundamente.

—. Pero era lo que yo necesitaba.

Mal se acercó a la frente de la niña y la besó maternalmente. Su hija.

Algo había que agradecer de todo aquello.

Su sueño al fin se había cumplido.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top