II

II

La vida, se basa en decisiones y yo estoy en tus rincones esperando que decidas.

No pienses que hay razones para unir los corazones porque eres desconocida.

Que el miedo a los dolores por antiguas relaciones no te impidan que lo vivas. Sé mi desconocida.

[...]

A Evelyn no le alcanzaban las lágrimas para llorar, estaba rota, deshecha, no sabía qué hacer ni a quién recurrir.

Vagaba sola por las calles de New York, había empeñado su preciado collar de rubíes para poder obtener algo de dinero y sobrevivir unos cuantos días más... 1.200 dólares era una buena cantidad, pero no en la ciudad que nunca duerme.

Llegando a su departamento fue asaltada y le quitaron, afortunadamente, solo la mitad del dinero, parte de la otra mitad la había gastado en comestibles y lo llevaba en bolsas de mercado que sus atracadores tuvieron el acto bondadoso de no quitarle. Pero la hicieron acostarse boca abajo en el suelo y contar hasta 10 o corría peligro de que una navaja atravesara su garganta.

Dejó las cosas en su apartamento y salió a caminar con la intención de despejar su mente de tantos pensamientos.

La tarde en la que corrió a Mal de su piso decidió hacerle caso y realizarse aquel test casero, su desgracia vino cuando este dio positivo. Desde entonces había estado llorando. Y esa mañana cuando salió no tuvo otra idea que empeñar su joya más preciada con tal de no sufrir hambre los siguientes días, quizás hasta un mes, mientras decidía qué hacer con la criatura.

En la bolsa también estaba la tarjeta de aquella rarita, varias veces se estuvo debatiendo en si llamarla o no. Pero le ganaba la cobardía.

Finalmente decidió hacerlo, tendrían un encuentro en un café al sur de Queens, la doctorcita era pudiente al parecer...

—Hola Evie... me dijiste por teléfono que era algo urgente.

—Sí, digo, yo no la conozco de nada pero usted insistía en ayudarme y-y... yo estoy sola en este país, sin una carrera ni oportunidades de trabajos, y ahora menos que estoy...

— ¡Lo sabía! —Mal se recompuso al ver la mala cara que puso Evelyn—. Perdón, yo, comprendo, es muy difícil. Yo, puedo ayudarte, vivo sola y busco alguien que me haga compañía, no pienses mal, ¿sí? Necesito de alguien que cuide mi casa cuando no estoy, que me ayude con los quehaceres y hasta me espere con un buen platillo de comida.

— ¿Algo así como una dama de compañía?

—Sí, ¡exacto! Podría incluso pagarte y te acomodarías perfectamente en mi casa, es muy espaciosa —Mal no había sido del todo sincera, pero ya tendría tiempo para decirle a Evie las verdaderas razones de su interés por ella.

La peli azul, no tuvo que pensarlo mucho, era no solo su oportunidad de comenzar de nuevo, sino de también poder darle un mejor futuro a su bebé.

Incluso podría ahorrar y dejar a la doctorcita en cuando pudiera comprarse un piso y pagar la escuela de su hijo.

—Yo... ¿bajo qué condiciones?

—Pues tendría que pensar en algunas reglas, pero por ahora ninguna.

[...]

—Puedes quedarte aquí —pronunció Mal, abriendo para ella la puerta a una espaciosa habitación con una espeluznante decoración para bebés. A la peli azul un escalofrío le recorrió la espalda—. No te asustes, el cuarto ya estaba así cuando compré la casa.

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