Capítulo 13: Avances
Yuya le había esperado en la entrada con el entrenador. Había estado allí todo el tiempo que le habló. Se recostó sobre la pared con calma y tranquilidad. Se duchó en los vestidores y tenía un cambio de ropa puesto. El agua le escurría por el cuello todavía y estaba calmado. Cuando le vio, se levantó de su cómoda posición se acercó a él. No hizo ninguna pregunta relacionada a porque se había demorado ni al partido. Solo movió los labios para preguntar:
"—¿Quieres cambiarte en los vestidores o en los dormitorios?"
Yugo se quedó un rato mirándole, la cabeza le seguía caliente del partido. Simplemente murmuró una respuesta ininteligible y caminó hacía los vestidores. Yuya estuvo con él todo el tiempo. No se marchó ni nada. Simplemente lo esperó mientras miraba a la nada y de vez en cuando bostezaba. Ni dijo nada de lo que hizo en el juego ni le reclamó nada. Solo estaba allí. Pensaría en alguna tontería, se distraería con ella algún rato y después iría a otra. O al menos eso es lo que pensaba el hijo de Jafar.
—¿Sigues aquí? —preguntó cuando salió de la ducha. Tenía puesta su ropa interior y la toalla sobre la cabeza. Yuya se volvió a él.
—Eh... ¿Sí? —dijo él confundido—Aún no has terminado.
—Pensé que ya te habrías ido con tu novio —le dijo y se retiró de la vista del otro. Yuya parpadeó suavemente.
—No tengo novio —dijo con simpleza. Lo miró mientras agarraba sus ropas.
—¿No? —preguntó el hijo de Jafar. Alargó un poco la silaba y le dirigió los ojos fugazmente.
—No, no tengo, sigo soltero —volvió a decir simplemente—. Además, creo que sería mala idea meterme con Yuto ahora que tiene que —alzó sus manos para hacer unas comillas en el aire—"enamorar" al princeso Yugi. No puedo estar con alguien que tiene que estar con otra persona, ¿sabes?
Yugo alzó un poco sus cejas. Había hablado más rápido de lo que creyó.
—Entonces, quieres.
—¿Qué? —arrugó las cejas con suavidad.
—Estar con Yuto —se puso su camiseta sin mirarlo. Estaba de espaldas. Quizá preparado para un golpe, quizá solo casualmente así.
—¿De pareja? —se quiso asegurar.
—De pareja —le repitió. Agarró una sudadera que tenía y se la empezó a poner. Algunas gotas de agua caían de su cabello y golpeaban el suelo. Contó al menos 4 que cayeron antes de que Yuya respondiera con cierta duda en sus palabras.
—No lo sé —Yugo levantó el torso entonces. Yuya mirada a alguna parte con sus ojos rubís. Se volvió hacia él cuando se sentó a ponerse las medias. Quizá temeroso de mirarle.
—Me pregunto si eso mismo le dirás cuando se te declare —dijo Yugo sonriendo de lado.
—Puff, será en otra vida, creo —dijo moviendo las piernas adelante y atrás—. Está muy concentrado ahora con todo eso de vengarnos —no había tristeza en su voz o en su expresión—. Si todo esto sale, su madre estará orgullosa. Es todo lo que quiere.
—Todos nuestros padres lo estarán —apuntó mientras se ponía los zapatos. Yuya asintió apenas.
—Toda la isla —dijo apenas. Yugo miró a la pared en frente suyo, movió un poco su cuello ocasionando que le tronara y se levantó.
—Bien, a comer, ya que estás pegado a mi como babosa —caminó hacia él. Yuya se bajó del mesón del lavamanos de un saltito y se puso a su lado—espero que al menos me compartas de tu comida.
—Ni en sueños —dijo él—. No de dejaré tocar ni en broma mi pollo.
—Veremos si puedes ocultarlo de mis manos expertas —dijo con sorna. Yuya sonrió suavemente mientras se dirigían juntos a comer.
Al menos Yugo no estaba descargando su frustración en nada.
Caminaron charlando casi a murmuros hasta el comedor. Usaron a Yuto y Yuri, que ya estaban comiendo, como guarda cosas dejando sus maletas y se fueron a comer. El de ojos fucias fue el único que lo reprochó y que Yuto estaba un poco más ocupado pensando en algo y comiendo como si tuviera todo el tiempo del mundo. Cuando estuvieron en la fila, Yugo recibió miradas de casi todo el mundo por su actuación en el partido de Tourney, en parte porque temían de su temperamento, en parte porque le culpaban de lo ocurrido. Sinceramente el de ojos esmeraldas a duras penas lo notó. Acostumbrado a miradas todo el tiempo no reaccionó en lo más mínimo y cuando se dirigía a su mesa nuevamente no pudo evitar sonreír con sorna.
—Al menos no le pegaste a nadie, cabeza de coco —le dijo Yuri cuando volvieron ambos. No había terminado de comer su cena y parecía no tener intensiones de hacerlo. Yuto por su parte les dedicó una corta mirada como si eso fuera un saludo y siguió comiendo con muchísima calma.
—Tampoco me hubiera importado su así fuera —dijo él. Atacó su pollo con agresividad y empezó a comer. Yuya, al probar un bocado hizo un pequeño gesto de placer y se aisló levemente de la conversación.
—Bueno, a mi si me hubiera importado —Yugo, con la comida en la boca, alzó los hombros—. Uh, vaya indiferencia.
—Estábamos jugando, no me sentiría mal por aplastar a nadie —comentó entre bocado y bocado. Yuri rodó los ojos.
—Pero la directora...
—Ni estaba en el campo, para que sepas —tenía la boca llena cuando habló. Tragó antes de seguir—. Y tú llegaste tarde, quizá porque te estabas besando con tu novio.
—Ya quisiera yo —dijo con una leve sonrisita. Casi ensoñadora—. Pero ha estado ocupado, me distraje en otras cosas. No es como si me interesara ver tu tonto juego todo el rato, ¿sabes? Me aburro.
—El Tourney no es aburrido —replicó Yugo haciendo mala cara—. Solo que no lo comprendes.
—Ajá —le restó importancia—. Hablando de llegar tarde, par de deportistas —miró a Yuya en ese momento—. ¿Por qué la demora? Casi salgo a ver dónde estaban ustedes dos.
Yugo abrió la boca para decir algo, pero Yuya, quizá algo tocado, respondió primero.
—El entrenador llamó a Yugo a hablar —Yuri parpadeó un par de cosas—. Por eso fue.
—Aja, ósea que no volviste antes porque... —dijo esperando alguna respuesta de parte del otro. Yuya arrugó un poco las cejas.
—¿Por qué lo estaba esperando? —dijo con cierta duda. No veía lo malo en aquella acción. Peor Yuri lo observaba con ojos curiosos y Yuto estaba al fondo en la otra esquina de la mesa mirándolo casi con indiferencia. Antes de que cualquiera pudiera decir algo más, alguien se acercó a ellos y llamó su atención aclarándose la garganta.
—Buenas noches, compañeros —saludó cordialmente. Todos los ojos de la mesa, incluso los de Yuto que se habían reincorporado al mundo real nuevamente hacía apenas unos instantes con la conversación anterior. El que estaba allí, era el gran y voluminoso Gongenzaka. La bandeja en sus manos era la cena y estaba sin tocar. Había dos jugos sobre ella llenos y el plato de ensalada intacto. "Oh" pasó por la mente de todos al mismo tiempo—. ¿Puedo sentarme con ustedes?
La mesa de quedó en silencio. Al inicio se miraron unos a otros. Yuya tragó un poco de saliva, Yugo intentaba seguir procesando, Yuri estaba sorprendido y Yuto, con la cabeza más fría que la de los demás estaba perdido. Pero, fue el único que pudo decirle algo sin extrañarse o hacer parecer que habían sido agarrados con los pantalones abajo.
—Sí —fue muy seco y casi sin emociones. Fue lo que pudo hacer para que no se notara la sorpresa ni nada. El pelinegro procedió a hacerse al lado de Yugo quien se corrió junto con Yuya. Ambos bajaron sus maletas de la silla por mera inercia.
Hubo un repentino silencio en la mesa. Casi todos los ojos de los hijos de los villanos estaban puestos en Gongenzaka. No solo ellos, sino también algunos compañeros de las mesas alrededor. Silencio, que el propio pelinegro se negó a dejar que pasara y se volvió a hablar con Yugo sobre lo ocurrido en el partido.
Ninguno de sus compañeros les puso demasiada atención a las palabras. Yugo quizá sí, pero al mismo tiempo no. Seguían en su sorpresa y nadie les culparía por ello. Yuri sobre todo estuvo mirándolos un largo rato. Tenía ideas rondándole por la cabeza como si fuera una luna en un planeta. Puso una pequeña expresión afligida y miró hacia otra mesa un poco alejada de ellos. Tenía a casi 7 personas en ella y había una sola que llamaba la atención de Yuri.
Tragó saliva solo de pensar en ellos por unos segundos y retiró la mirada de Dennis.
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El día siguiente, durante el almuerzo, Yuya simplemente desapareció. Yuto no fue el único que lo notó. De hecho, esa fue la primera vez que todos lo hicieron. Le esperaron, medianamente, mientras almorzaban y se miraban haciéndose la pregunta de manera silenciosa. Sin embargo, no fue hasta que Yuto terminó, dejó su bandeja allí en medio de la mesa y se levantó casi sin decir nada. Los otros dos le miraron algo sorprendidos.
—Nos vemos más tarde —dijo secamente. Y después se fue. Sin decir nada, sin absolutamente ninguna indicación o nada. Se fue perdiéndose en la masa de gente que había por allí. Yuri miró de manera instantánea a Yugo y este tenía una ceja.
—Los dos novios se parecen, ¿no crees? —dijo el de ojos fucias. El hijo de Jafar apenas he hizo caso—Ambos desapareciendo de la nada, sin explicación...
—No —negó con la cabeza, hizo una pausa retórica y lo miró a los ojos—, creo que va a irlo a buscar.
Yuto se movió por los pasillos con cierta agilidad. Algunas personas se quitaban de su paso al verle y sentir esa aurora tan pesada que llevaba encima. Buscó con los ojos por todas partes, incluso cerca a los salones. Tomó algo de aire y miró hacia otra parte. De la nada y en medio de su caminata divisó a Yugi en medio del pasillo ocupado por un par cosas encima. Estaba ayudando a alguien a llevar cuadernos y carpetas. Solo que estaba solo. Se mordió el interior de la mejilla y sintió impotencia.
Iba a desaparecer de allí hasta que los ojos de Yugi se cruzaron con los suyos. «Maldición» pensó. Disimuló su sorpresa y se acercó a él a paso dudoso. «Maldición, maldición, maldición».
—Oh, hola Yuto —dijo Yugi cuando le vio cerca. El de ojos grises, sin decir mucho, agarró un par de cosas con las manos del otro.
—Te ayudo —dijo secamente, casi como si estuviera molesto. Pero no había con quien estarlo.
—Muchas gracias, Yuto —dijo risueño. Caminaron juntos un par de pasos hasta que, de repente se apareció un conocido acompañante del heredero al trono. Yuto no lo vio acercarse, pero podría jurar, por todo lo que más quería, que había venido casi corriendo.
—Hola —saludó Atem atropelladamente. Yuto lo miró agarrar cosas de las manos de Yugi y se deja de las suyas también—. ¿A dónde vamos? —preguntó "causalmente". El de ojos grises casi sonrió con gracia. Atem era fácil de leer ahora que lo miraba dos veces y esos celos que guardaba eran demenciales. La verdad es que ese tipo de cosas de le hacían divertidas. No iba a negarlo, pero tampoco afirmarlo en voz alta.
—Ah, hola —saludó Yugi un tanto sacado de onda—. Al despacho del profesor de física, necesita que le llevemos esto.
—Bien —dijo Atem apenas. Yuto, suspiró suavemente sin que lo notaran y los siguió. Se iba a librar de ellos tan rápido como pudiera e iría a buscar a Yuya a como diera lugar.
Sorpresivamente, pasó de nuevo en frente de la cafetería. Él no los vio, pero tanto Yuri como Yugo lo pillaron junto a ese par y abrieron ligeramente la boca. Sobre todo, este último. Estaba tan seguro de que iba a buscar a Yuya que le sorprendió que estuviera con el príncipe heredero y su patito personal. Supuso entonces que la misión que tenían ellos para con su isla era más importante que un amorío. Yuri en cambio lo miró de lejos hasta que desaparecieron. Se alegraba de que tuviesen avances en su misión, pero por otro lado no tanto de que no tuviera nada que ver en su espejo mágico. Casi se lamentaba de eso.
Dejando así la pregunta de "¿Dónde el mundo está Yuya?" en el aire sin ser respondida por ninguno de los tres.
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Se pasó casi todo el recreo mirando las latas de salchichas que había dejado en la zona de descanso. Su mente le carcomía sobre varias cosas, no sabía exactamente cual era su propósito con todo eso, estaba siguiendo netamente sus deseos. Había algo en la actitud del perro que les recordaba a algunos niños de la isla. Lo pensó durante la noche, lo pensó seria y profundamente. Los niños solían aprender a hacer travesuras muy temprano, pero también aprendían a robar comida. Era algo casi de supervivencia en la isla. Si tus padres no podían comprarte o recibir comida de alguna de las fuentes, los niños con sus manos pequeñas y silenciosos como pocos; debían robar la comida como podían. No todos eran iguales, algunos eran más escurridizos que otros y otros eran manipuladores. Pero ese perro en concreto era "agresivo". Se lanzaba por su comida y huía como loco apenas la conseguía. Sin querer hacer más que eso.
Lo reconocía.
Tragó saliva cuando se dio cuenta. Miró en aquel entonces a en dirección a Yuto la oscuridad no le dejó verle el rostro pues estaba a contraluz. Tragó saliva y miró al techo. Iba a hacer un acto de buena voluntad a un perro. Casi le daba gracia la situación. Pero más que nada le daba cierto temor. No era lo que se esperaba de él, mucho menos lo que su madre esperaba de él. Iba a darle de comer a un ser que hace poco creía un demonio grande y espantoso. Libre en los campos de Auradoon comiéndose los refrigerios de los demás y ahuyentando a gente (era solo a él en realidad). Atrás, mucho más atrás, en la isla, con todos esos años encima cuidándose solo con su madre Yugo, Yuri y Yuto; no habría compartido su comida. O al menos, no con algún extraño, con sus amigos quizá. No se lo pedirían, pero estaría dispuesto a permitirlo.
Pero eso era porque la comida no siempre era suficiente en la isla. A veces algunas familias tenían que pasarse un par de días sin comer y los problemas de desnutrición eran palpables. Suerte que ellos habían sido privilegiados en ese aspecto. Allí en Auradoon podría comer cuando quisiera. Todo el tiempo si tuviera el estómago. La perra no podía. Se mordió el interior de las mejillas en la oscuridad y tomó aire silenciosamente.
¿No era eso lo que estaban haciendo también con toda la gente de la isla al liberarles? ¿Llevarles algo que no tenían? ¿No era eso algo de bondad también?
Y con la mente así de revuelta y sin mucha dilación se encontraba allí, esperando a que se las comiera y no pasara alguien de servicio o lo que sea a quitarlas. Estaba esperando a que la perra apareciera, se comiera sus latas y él se fuera de allí. Solo iba a hacer eso. Oculto de todos, en uno de los tejados, fuera de la vista de cualquiera. Nada sospechoso.
Milagrosamente, cuando esta por culminar el recreo por fin lo vio. El animal salió de los arbustos como lo había visto varias veces. Se dirigió con una rapidez totalmente asombrosa hacia las salchichas y las devoró. Masticaba y comía con tanta rapidez que a Yuya le pareció que le iba a dar hipo. Se lamió todo el hocico cuando hubo terminado con casi todas menos con una. El hijo de Cruella de Vil la miró interesado, era como si hubiera un magnetismo en ese animal. No podrían culparlo, tenía un pelaje negro profundo y estaba seguro de que en los mejores días seguía brillante. Ahora estaba lleno de maleza hojas y unas cosas más.
Entonces, la magia se rompió.
La perra agarró con rapidez la lata entera entre los colmillos, la mordió con fuerza y huyó del lugar con prisa. Yuya se dio cuenta del porqué de inmediato. Alguien entró repetidamente a ese pequeño lugar oculto. El de ojos rojos de inmediato se agazapó a la pared como si de eso dependiera de su vida e hizo que su estómago se redujera lo máximo posible sin hacer ruido alguno. Claro, no era como si quisiera esconderse de Yuto, no era su actividad favorita ni mucho menos. Pero en esos momentos, en los que había hecho un acto de bondad totalmente voluntario prefería evitarse las preguntas.
Escuchó como preguntaba por él. Su voz sonaba algo cansada, como si se hubiera apresurado a llegar allí. Tragó saliva lentamente. Esperó a que se fuera o cualquier cosa. Después le tocaría una clase más con él, una a la que no le importaba llegar tarde si eso hacia que Yuto no se enterase de nada. El diría cualquier cosa, que había pasado por el dormitorio a recoger alguna cosa o que se había ido a comprarse alguna golosina en la tienda que tenían cerca.
Eran buenos mintiendo, seguro que podría convencerlo de cualquier excusa.
Aunque no tuvo oportunidad para prepararse, pues le dieron un susto de muerte con apenas unas pocas palabras.
—¿Qué haces aquí?
Le costó cada célula de su cuerpo no soltar un grito extremadamente no varonil.
Se volvió hacia Yuto totalmente en blanco, casi queriendo huir como un loco antes de dirigirle la palabra, pero no podía hacerlo. No porque eso levantaría muchas sospechas y, además, le estaban acorralando. No era exactamente una invasión de su espacio personal, pues estaba muy seguro de que el de ojos grises no haría eso intencionalmente, más bien solo estaba cerca. Solo cerca.
Muy cerca.
—Estaba explorando un poco el edificio —sonrió mostrando los dientes. Yuto levantó una ceja.
—Eso no fue lo que vi en el espejo de Yuri —se cruzó de brazos y se balanceó a un lado. Al de ojos rojos se le salió una pequeña gotita de sudor.
—Ah, ¿no? —preguntó demasiado rígido en su puesto, sonriendo forzosamente. Como idiota.
—Estabas observando algo muy fijamente —le reclamó—, o a alguien...
—¡No era nada! —se apresuró a decir. Hecho un manojo de nervios. Yuto ladeó un poco su cabeza. Yuya sintió como si se hubiese acercado a él. En su mente podía sentir la respiración del otro en su rostro y algo del calor que emanaba le llegaba al cuerpo—Realmente no era nada, solo vine al dormitorio por algo que se me quedo en la mañana y me quedé aquí en el techo porque extraño que nos montemos en los tejados y escalar cosas y...
—Nos evitaste a todos —dijo Yuto interrumpiendo su palabrería llena de nerviosismo—. Ninguno sabía a donde ibas.
—¿De qué estás hablando? —preguntó esforzándose por no titubear—¿Desde cuando nos contamos todo lo que hacemos? —sonrió nerviosamente.
—Desde que nos intentamos cuidar entre nosotros cuatro —murmuró, casi como si le avergonzase. Yuya tragó saliva.
—Bueno, tampoco es para tanto, ¿qué me irían a hacer ellos? —dijo desviando la mirada hacia los pasillos donde pasaban alumnos de Auradoon, todos tranquilos caminando, alegres, como si no fuera a pasarles nada nunca—Digo, no usan la magia ni tampoco nos amenazan con nada, solo nos ignoran o no nos quieren —seguía sin mirar al de ojos grises—. No creo que me vaya a pasar nada con eso.
—Entonces... tú puedes esperar a Yugo mientras se cambia, ¿pero cuando yo te busco porque no apareces es innecesario?
Las campanas sonaron de repente. Yuya lo tomó como una excusa para alejarse del de ojos grises con cierta rapidez. Alegó a medias que iban a llegar tarde a clase. Que los iban a dejar por fuera y otras cosas a las que el hijo de Maléfica apenas puso verdadera atención. Suspiró y se sintió imbécil por unos segundos.
Yuya tenía razón. ¿Por qué iba a preocuparse él por Yuya? ¿Qué iba a pasarle en esos lugares? Frunció los labios y negó con la cabeza. Tenía que aclararse los pensamientos. Definitivamente tenía que hacerlo.
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Esa tarde hubo una práctica de Tourney. Era corta y únicamente para mantener el ritmo. Yugo y Yuya fueron. Este último accedió por dos cosas, la primera porque era una práctica corta y sobre la segunda Yugo no tuvo una idea clara de porqué. Tenía un ligero presentimiento, pero tampoco estaba seguro. Lo bueno es que estaban allí juntos y que, por obra y gracia del señor de la maldad supremo, los pusieron en el mismo equipo para practicar. Solo que no en el juego que estaban pensando.
La clase fue bastante ligera. Calentaron formalmente y jugaron a captura la bandeja unos minutos. Para todos fue una ligera sorpresa, pero una vez empezaron todos a jugar, no hubo pensamiento lógico que los detuviera de hacerlo. Solo el sentimiento de competición.
—Muy bien, formados los equipos, ¡comiencen! —gritó el entrenador.
Como un pistolazo en atletismo, algunos jugadores de ambos equipos se tiraron sin mente alguna a por la bandera del otro lado. Fueron derribados de manera casi automática. Yugo no fue uno de esos. Tenía la suficiente cabeza como para entender que eso era una mala idea. No robabas nada al primer intento, era el peor error que se podía cometer. Si algo era demasiado sencillo, ten por seguro que te pueden estar engañando. O algo así le dijo su padre durante los días de aprendizaje. Cuando sus manos se volvieron silenciosas y delicadas, rápidas como un zarpazo, pero efectivas.
Cuando los primeros se salieron de la zona de juego, por el equipo se vivió una tensión bastante gorda. Algunos hacían fintas de ir al otro lado, pero nadie se atrevía a pisar el límite. Algunos graciosillos del grupo incluso hicieron la broma de pisar el otro lado y reírse mientras retiraban el pie como una gacela. Aparte de eso, nadie hacía ningún otro movimiento. El entrenador miraba todo con interés, arrugando el rostro y con las manos detrás de su espalda. Yugo se paseaba por enfrente mirando detenidamente a sus oponentes sin pisar la línea. No quería provocar, no le convenía. Solo quería ver donde había alguna apertura. Pero para su mala suerte, la mayoría de los defensas del equipo estaban al otro lado y estos estaban listos para irse en frente de él y anularle cualquier movimiento. Se volvió a mirar a Yuya, el pobre estaba mirando al otro equipo desde atrás, sin hacer movimiento alguno o decir apenas nada.
Se acercó a él y se hizo a su lado. Habló a susurros.
—¿Qué pasa? —preguntó. Yuya le devolvió la mirada y arrugó las cejas.
—No sé, no soy bueno con estos juegos, pero diría que no podríamos entrar.
—Gracias capitán obvio —dijo uno de sus compañeros a su lado. Yugo rodó los ojos y negó. Yuya en cambio ni pareció escucharle porque siguió en lo suyo.
—Aunque esto me recuerda a cuando Zarc y su banda nos acorralaban a nosotros —recordó de repente—. Cuando éramos niños. ¿Te acuerdas?
—¿Qué dices tú? —preguntó Yugo obviamente confundido—Claro que las recuerdo, era bastante pesadito...
—Sí, pero también... —no terminó la frase el mismo, Yugo sin embargo alzó un poco las cejas al recordar. Completó la frase del otro sin chistar.
—También terminábamos escapándonos de ellos con facilidad... —chasqueó la lengua. Miró a su alrededor. ¿Cómo iba a olvidarlo? Si jugaban con la mente de esos piratas como si nada. Zarc aprendió a respetarlos con el tiempo gracias a que se las ingeniaban siempre para irse ilesos de uno de esos encuentros. Esto era parecido, no igual, pero muy parecido. Usando esa lógica, Yuya pensó en algo y abrió un poco la boca cuando la idea fluyó en su mente. Agarró a Yugo del brazo y lo obligó a retroceder.
—¿En quién podemos confiar? —preguntó discreto. Yugo con su expresión casi gritó un "¿Qué?"—¿Alguien que creas que nos hará caso si le pedimos un favor? —preguntó. Yugo, aún con la cara arrugada vaciló en asentir.
—Creo... creo que Gongenzaka —dijo aun con cierta duda. Yuya buscó con la mirada al susdicho, no fue dificil hacerle, su cuepo resaltaba a la vista, sonrió ligeramente. Era bastante conveniente para el pequeño plan que se había armado en la mente—¿Por qué... preguntas por eso?
—Tengo una idea —dijo simplemente, después se desplazó hacia el susodicho dejando a Yugo con la duda en el aire y las palabras en nada.
El de ojos Esmeraldas fue conciente de como Yuya ler habló al mayor sin mucha pena, llamando su atención. Gongenzaka escuchó al de ojos rojos con atención y levantó ligeramente las cejas cuando terminó. Después le dedicó una rápida mirada a Yugo y levantó el pulgar hacia él. Obviamente, el aludido se confundió, arrugó los ojos y se quedó perdido.
Yuya volvió, digno y sin mucha expresión en su rostro.
—¿Y? —preguntó. Yuya solo sonrió ligeramente—¿Qué le dijiste? —preguntó más confundido que frustrado.
—Tu solo espera —le miró casi dramáticamente—y corre por esa bandera—le susurró.
Y entonces, por el cielo, un grito de guerra fue lanzado. Yuya sonrió ligeramente y se movió lejos de Yugo justo cuando Gongenzaka buscó taclear a sus rivales con toda la energía el mundo mientras gritaba algo sobre el compañerismo y los esfuerzos. Joey pestañeó ligeramente incrédulo, pero un recuperado Tristán le golpeó ligeramente la espalda y salió corriendo al otro lado. Yuya también salió corriendo sin gritar o golpear a nadie.
Yugo abrió los ojos ligeramente. Se dio cuenta de lo que estaban haciendo.
A partir de entonces las cosas fueron más que bien. Yugo entró al ultimo, sacaron a un par de personas de su equipo, pero no se detuvo. Yuya corrió como malamente pudo, esquivando a la gente con cierta gracia, evitando que lo atraparan. Tristán fue de los primeros eliminados. Derribó a algunas personas. Gongenzaka por su parte fue de las personas que más se resistió a caer. Con su cuerpo pocos pudieron hacerle frente y las miradas fueron apartadas de la única amenaza verdadera.
Yugo corrió como leopardo hacia el peto que hacía de bandera. Lo agarró y volvió a agarrar velocidad. Se puso la prenda dentro de los pantalones como pudo mientras andaba, ante las miradas que se habían percatado de su presencia. El corazón se le aceleró por la adrenalina del momento y el aliento se le volvió más pesado. Pero siguió corriendo como si no hubiera un mañana.
Lamentablemente, a pesar de que avanzaba con rapidez, tuvo que dar algunos giros bruscos porque se le interpusieron en el camino y le desviaron del camino. Yuya estaba afuera del campo demarcado artificialmente para la actividad, gritando con ánimo a su compañero. Gongenzaka finalmente había caído y estaba sentado en suelo casi que llorando al lado del de ojos rojos. Yugo no los vio y a decir verdad tampoco los escuchó. Estaba demasiado centrado en esquivar e intentar conseguir la victoria. Sentía cada musculo arder y quemarle. Agarró su valioso botín en las manos puesto que iban a agarrarlo. En una de sus miradas alrededor vio a uno de sus compañeros, Joey.
A día de hoy, Yugo no sabe en que pensó exactamente al pasarle la camiseta y dejarse vencer. No sabe si fue una especie de venganza silenciosa, una manera de sorprenderse y hacerse el arrogante o, por el contrario, simplemente compañerismo. Nunca le dio la suficiente cabeza al asunto. Quizá porque le daba miedo el saber que es lo que su mente arrojaría como respuesta.
—¡Gana el equipo Rojo! —gritó en entrenador. Joey estaba en el otro lado de la línea mientras respiraba fuertemente y apretaba el peto fuertemente en su mano. Miraba al fondo del campo con la mirada perdida. Incapaz de procesar del todo—Ahora, los del equipo azul, por favor a hacer las vueltas a la cancha. ¡No me hagan esas caras, moveos! —gritó mientras aplaudía fuertemente. Las quejas se escucharon por todo el lugar.
Yuya se levantó de su asiento en el césped y fue hasta donde Yugo para ayudarle a levantarse. Gongenzaka sin embargo, se adelantó a él, lo levantó con una fuerza brutal y lo abrazó con fuerza. El de ojos esmeraldas se quejó en el aire por la falta de oxígeno y sus pobres huesos.
—¡Yo, el varonil Gongenzaka, estoy muy orgulloso de ti! —gritó mientras lo seguía abrazando. Yuya reía ligeramente. Se rascó el brazo y se retiró de algo de pasto sobrante en su piel—¡Confiaba en que serías capaz de confiar en otros compañeros! ¡Gracias a ti hemos logrado ganar!
—¡Me estás destripando! —gritó Yugo intentando zafarse—¡Bájame! ¡Bájame!
—Gongenzaka —habló de repente en entrenador con una voz ligeramente grave. Yuya casi se asustó al no haberle sentido llegar—, necesitan al joven Yugo —dijo las palabras forzadamente. Como si no quisiera hacerlo. Señaló con la cabeza a una persona fuera del campo de jeugo. Era el Hada Madrina. La cara de desagrado que el de ojos esmeraldas hizo no tuvo comparación.
Y así fue como una vez más terminaba en problemas.
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