V: Necessary

Su cuerpo se estremeció cuando su piel se vio expuesta al ser despojada de aquel voluminoso vestido, como pudo se cubrió con sus brazos manteniéndose aún de pie sobre el pedestal.

—Siento que le hace falta una capa más, ¿no lo crees? —pregunta la reina tomando la falda de azul del vestido.

En ese instante la sirvienta llegó hacia ella sosteniendo la bata de seda para cubrir su cuerpo casi desnudo, mientras otra colocaba unas pantuflas justo frente al pedestal para ponérselas al bajar de este.

—Por supuesto, su majestad —respondió con claro protocolo de una interna a prueba en el equipo de costureras—. Será cuestión de unos dos días para que lo pueda usar.

Minji desconectó su atención de la conversación que mantenía su madre con la joven, en cambio dirigió su mirada hacia el vestido que acababa de quitarse. Este era lindo, no lo iba a negar, un cuello cuadrado con el torso lleno de decoraciones que asemejaban hojas o pétalos, el color celeste casi tirando a gris no era tampoco una gran novedad en sus vestidos; los hijos de la reina 9 de 10 veces vestirían de azul claro. Nunca entendería aquella manía, no solo de su madre sino que del resto de la monarquía, en hacer vestir a sus hijos con sus colores representativos.

El vestido era muy lindo, pero ella ya estaba más que cansada de los vestidos lindos que su madre le hacía vestir.

— ¿Me has escuchado, cariño? —Negó girando para ver a su madre, encontrándola con una cálida sonrisa hacia ella cuando notó que tenía toda su concentración en el vestido— Preguntaba si te había gustado el vestido, pero veo que ha llamado tu atención.

—Es lindo —«Como todos los demás».

Luego de forzar una sonrisa lo suficientemente creíble, giró sobre sus tobillos para dirigirse a la pequeña sección con vestidores donde anteriormente se había despojado de su ropa.

Trataba de agudizar su oído en un intento de descifrar los murmullos que compartía su madre con la modista, no quería otra sorpresa como el repentino cambio de vestido el día antes de su cumpleaños.

Esta ni siquiera se trataba de su propia graduación, ¿por qué tanto esmero en ella?

Suspirando, ya acostumbrada a las precipitadas decisiones de su madre, no tuvo más opción que escurrirse en sus jeans y vestirse para irse lo más pronto del lugar. Había tenido ya su requerida y más que suficiente ración diaria de monarquía.

Ella tan solo quería ir a reunirse con sus amigas y salir como si no tuviera que preocuparse por un tonto vestido para el baile de una graduación que ni siquiera sería la suya. ¿No deberían ser los graduandos quienes resaltaran en ese día tan importante?

—Mi querida princesita tiene que ser la más hermosa —Alzó la mirada hacia su madre una vez que estuvo vestida, por un instante consideró la idea de que esta hubiese podido escuchar sus pensamientos.

Forzó una sonrisa cuando su rostro fue acunado por las manos de la reina, sus manos se encontraban extrañamente frías o no sabía si en realidad era su rostro que se encontraba caliente por la indignación.

Debería considerarlo una gran habilidad suya: encontrarse fúrica por dentro mientras mantenía una tierna y brillante sonrisa.

—Madre, lamento tener que irme pero luciré muy impuntual si llegó tarde a la reunión con el resto de mis compañeras. Iremos al Museo Contemporáneo —se excusó con ella tratando verdaderamente de lucir cabizbaja por tener que dejarla. Dando dos pasos hacia atrás, se giró hacia la modista inclinando también la cabeza hacia ella—. Lo siento, me despido.

Pudo soltar todo el aire retenido viéndose camino a la puerta hasta que escuchó la voz de su madre resonar en su cabeza en el instante en que su mano sujetó la perilla.

Cuídate. Cuídate. Cuídate.

Repetía la frase una y otra vez con cada paso que se alejaba de la gran habitación. No entendía por qué seguía dándole tanta importancia, por qué le daba tantas vueltas a lo dicho.

«Cuídate» Era una palabra tan simple con muchos significados, viniendo de la reina tenía tal vez demasiadas definiciones implicadas. Cualquiera pensaría que tan solo era una madre pidiendo a su hija cuidarse en una salida con sus amigas, incluso la modista tuvo que haber sonreído escuchando su "dulzura maternal", sin saber la verdad oculta detrás de la simple palabra.

Cuídate no era más que una palabra para esconder su: "Cuida tu comportamiento a donde vayas, cuida con quien salgas y cuida cada palabra que salga de tu boca. Procura ser perfecta a cada instante".

—Tsk, cuídate —masculló empezando a bajar los escalones—. Cuídate. Como si yo no supiera cuidarme a mí misma.

Sus zapatos resonaban haciendo eco en el pasillo al pisar cada vez con más fuerza, bufando mientras pasaba sus dedos entre su cabello, un manía suya cada vez que algo le atormentaba. Pero una voz la hizo frenar en seco, un grito mejor dicho.

— ¡Déjame en paz!

El reclamo de una voz masculina la hizo quedarse de pie en la cima de la siguiente sección de escaleras. Con curiosidad giró su rostro en dirección al pasillo de donde provenía el chillido, esperaba tal vez escuchar algo más sobretodo al hacérsele tan conocida aquella voz pero por el eco sonaba algo distorsionada.

Mordió su labio intercalando una mirada entre las escaleras y el pasillo, su gato curioso interno le rogaba que interrumpiera su recorrido para acercarse.

La presencia de personas en ese piso no tendría sentido un día como ese, en un piso donde se hallaban las aulas de clases no debería de haber nadie en uno de los primeros días de vacaciones. Inclusive las luces se encontraban apagadas, siendo vagamente iluminado por los contados y lejanos ventanales.

— ¿Por qué estás actuando así tan de repente? —Pudo escuchar más como un berreo— Deja de ser un maldito hipócrita.

No lo soportaba, sabía que no debía pero necesitaba saber acerca de tal alboroto. A cada pequeño paso trataba de consolarse a sí misma diciendo que tan solo se preocupaba de que se pudiera crear una pelea entre algunos estudiantes.

Cualquier cosa para ocultar su esencia tan entrometida.

—Nuestra conversación no va a llegar a ningún lado, detente —de nuevo esa voz tan familiar, podría reconocerlo si tan solo no hablara entre dientes.

—No, claro que no me detendré. ¿¡Quién te crees para jugar así conmigo!?

El repentino grito le hizo detenerse de repente, las voces sonaban cada vez más cerca conforme llegaba al final del pasillo donde este se dividía en dos. Seguía caminando con sigilo manteniéndose cerca de las puertas de los salones de clase, trataba de alguna forma de ocultarse entre las sombras como si eso fuera a servirle de algo.

—Dijiste que ella ya no te gustaba, lo prometiste —los reclamos iban subiendo cada vez más de intensidad, hasta podía sentir la rabia impregnada en cada una de las palabras de uno de los chicos desconocidos—. Nosotros nos besamos, tú me besaste, no me vengas ahora con tu excusa barata de que tan solo querías "experimentar".

Su sangre heló al escuchar su frase, aquella confesión le había tomado por sorpresa, no por otra razón más que pensó, tontamente, que estaba enterada de cualquier conflicto o relación que hubiese en el Instituto. Era la primera vez que tenía conocimiento de algún estudiante al parecer homosexual.

Ella ni siquiera se había detenido por un segundo a pensar aquello, pero en ese justo momento le preocupaba más lo dolido que se escuchaba el chico en sus reclamos que su orientación sexual.

—Así fue y deberías superarlo de una vez por todas. —Esa voz, estaba segura que conocía al dueño de esa voz.

— ¡Pues no, no te lo permito! No permito que me uses como una maldita prueba de homosexualidad que solamente usas, dices "¡wow, parece que no soy gay!" y luego te largas.

Unos cuantos pasos más, tan solo unos cuantos más y habría llegado al final, podría mirar por la esquina y descubrir las identidades de ambos chicos, pero entonces escuchó unas pisadas apresuradas y furiosas acercándose a ella, o más bien hacia donde ella se encontraba.

El pánico la inundó y casi tropieza con sus pies al momento de dar la vuelta para huir del lugar, aunque de inmediato llegó a la conclusión de que sería una pérdida de tiempo tratar de correr por el pasillo; a quien quiera que viniese hacia ella le tomaría menos tiempo cruzar la esquina que a ella en escapar de ahí. Debía esconderse.

Con desespero comenzó a probar las manillas de cada una de las puertas, corriendo de un lado del pasillo al otro al comprobar cómo cada una de estas se encontraba cerrada. Había llegado al punto donde estaba más que dispuesta a crear su actuación más creíble de haber llegado por equivocación y no haber escuchado absolutamente nada, justo cuando una de las cerraduras cedió ante su mano.

Su cuerpo reaccionó mucho más rápido que sus propios pensamientos y en un abrir y cerrar de ojos ya se encontraba entrando al aula cerrando la puerta con sumo cuidado de no hacer ningún tipo de ruido que la delatara. Entre la oscuridad corrió hasta el fondo del salón escondiéndose sentada detrás de la última silla de la columna.

Solo ahí se permitió recuperar el aliento que había estado reteniendo más bien por el agobio, tan solo unos segundos antes de que su corazón se detuviera al sentir el ruido de la puerta abrirse y cerrarse al ser azotada. La sorpresa le hizo llevar ambas manos hacia su rostro cubriendo cualquier ruido que pudiera salir de su boca.

En esa situación ya no podría mentir, ya no podría decir que se encontraba ahí por una simple casualidad y quien sea que hubiese entrado sabría a leguas que ella había estado espiando su discusión.

— ¡Te odio! —su grito desgarrador fue acompañado del sonido de algo arrastrándose por el suelo.

No sabía quién era, no recordaba siquiera haber escuchado su voz alguna vez, pero su llanto caló muy profundo en ella. Sentía su rabia y su dolor, deseaba poder acercarse a él, abrazarle y consolarle, pero también era consciente de que en el estado en que se encontraba no podía arriesgarse a cualquier tipo de reacción agresiva que tuviera hacia ella.

Una persona a quien le acaban de romper el corazón es capaz de volverse muy peligrosa.

Y ahí estaba de nuevo su curiosidad tan necia haciéndola asomar su cabeza por la silla tratando de espiar la situación, necesitaba darle un rostro al doloroso llanto que oía. Sin embargo con lo que se topó fue con un chico inclinado contra la pared en posición fetal, siéndole imposible observar su cara.

Pero volvió a su posición en un segundo, escondiéndose al ver como el chico se ponía de pie de una manera brusca, asustándola de nuevo hasta que sintió como la puerta era cerrada. Solo entonces pudo respirar de nuevo con tranquilidad.

—Todo está bien, ya pasó —masculló antes de ponerse de pie, soltando un quejido cuando un pensamiento surgió en su mente—. ¿Y si él sigue afuera? Él puede estar aún ahí, el otro chico puede aún estar ahí.

Suspirando vio que no le quedaba más opción que esperar el tiempo suficiente para asegurarse que nadie volvería, pero no podía controlarse a sí misma lo suficiente como para pasar este tiempo de espera sentada en el fondo del salón.

Luego de que sus ojos estuvieran por completo adaptados a la oscuridad que la rodeada, se dirigió hacia el lugar donde con anterioridad había estado el pobre chico siendo entonces capaz de saber cuál era el objeto que había causado ese ruido de arrastre: a unos dos metros de distancia se encontraba un ramo de flores.

Las reconoció al instante, se trataban de begonias, todo un ramo lleno de begonias rosadas. Las recordaba de uno de los libros de botánica de la biblioteca y quiso entonces saber qué significado tendrían, pues para tener un ramo entero únicamente con dicha flor debía tener algún tipo de sentido oculto.

—Pobre chico —susurró para sí misma inspeccionando más a fondo el ramo, encontrándose con una pequeña tarjeta amarrada en un lazo al tallo.

Esta se encontraba sutilmente doblada y dentro halló un poema escrito a puño y letra con una ortografía bastante prolija:

"Si la miras detenidamente,

es hermosa.

Si la miras mucho tiempo,

es adorable

Tú también eres así."

Terminando el escrito con un "para: S", siendo una S bastante estilizada que resaltaba bajo el resto de los caracteres de la cartita. Supuso entonces que aquella letra se trataría de la inicial del destinatario del ramo, o el que tuvo que haber recibido el presente.

Recordaba aquel poema, en su mente podía escuchar la voz de una de sus primeras instructoras recitándolo hacia la clase, sin embargo no parecía poder recordar ni el nombre de la obra ni el autor.

Deshizo el pequeño lazo desprendiendo la carta del ramo, para luego guardarla en uno de los bolsillos de su pantalón. Observó de nuevo el bello ramo y suspiró sabiendo que no podría llevárselo, sería demasiado incriminatorio para ella, por lo que tan solo decidió dejarlo sobre el escritorio del instructor, justo en medio.

—Lo siento mucho —dijo dándole una última mirada al ramo antes de darle la espalda.

Sentía un poco de pena de que unas flores tan bellas fueran a morir dentro de un aula vacía y oscura, sin nadie que pudiera apreciar su hermosura. Pero lo pensó mejor y pudo llegar a una conclusión, era ese su destino: ese ramo se había vuelto una representación física de los sentimientos desenfrenados de uno de los chicos hacia el otro, sentimientos que habían sido abruptamente rechazados, mismos sentimientos que iban a perecer en lo más profundo de su dolido corazón, sin poder ver nunca la luz del sol, sin mostrarse nunca como el amor debía ser, brillante, vivo y hermoso, en su lugar se marchitarían en medio de la oscuridad, solos y abandonados.

Era triste, pero era algo que ella no podía cambiar. No se podían controlar los sentimientos como si se tratara de un simple puzle, a veces las piezas no encajaban y al tratar de forzarlas tan solo acabarían maltratándose y hasta rompiéndose. El amor era mucho más que eso, más que una simple pieza acabaría siendo todo el rompecabezas entero, complejo y tedioso de armar, con sus momentos de frustración al ver las piezas no encajan, desarmándolo una y otra vez para empezar de cero. Pero tenía su final feliz, todo tenía su final feliz o al menos era un pensamiento infantil que Minji había conservado siempre, llegaría el momento en que todas las piezas caerían en su sitio, cada una encajando a la perfección en conjunto para dar vida a un sinfín de imágenes y bellos colores. Así era el amor: un proceso complicado y agotador, pero que tarde o temprano se mostraría con su verdadera esencia, bello como su naturaleza lo dicta.

Solo que quedaban pocas personas dispuestas a ponerle el empeño necesario para juntar cada una de las piezas.

Dio unos sigilosos pasos hacia la puerta, acercándose lo suficiente como para apoyar su oreja sobre la superficie de esta y así escuchar lo que sucedía del otro lado, pero lo único que sintió fue un silencio absoluto. Se arriesgó entonces a abrir la puerta para asomar solo la cabeza y espiar hacia ambos lados del pasillo, como lo pensaba y esperaba este se encontraba por completo vacío.

No lo pensó dos veces y abandonó el lugar lo más rápido posible, trotando por el pasillo más preocupada por su velocidad que por el ruido que podría hacer. Solo pensaba en huir, y huir muy rápido.

[...]

La entrada al Instituto se encontraba atiborrada con todos los estudiantes que salían y entraban, casi todos los estudiantes habían hecho planes para salir ya sea con sus amigos o a pasear por la Capital por cuenta propia. Había un bullicio y una algarabía que mantenía los ánimos por los cielos, todos contentos por el tan esperado inicio de vacaciones, hasta que reinó el silencio entre los estudiantes que aún no salían de la institución. Cada una de las miradas se dirigió sin ningún tipo de discreción hacia uno de los villanos, aquella cabellera rojo intenso llamaba la atención de cualquiera al momento de entrar. Aún ninguno había asimilado la idea de que verdaderamente se encontraban compartiendo entorno con una docena de villanos.

Se escuchaban los murmullos curiosos de los jóvenes, algunos casi habían huido al verlo mientras que los demás se mantenían en sus sitios en la espera de cualquier cosa, quizás esperando que de repente le salieran colmillos y alas de dragón.

Miradas y murmullos que no pasaron desapercibidos para él, sin embargo ya se encontraba más que acostumbrado, todos ellos lo estaban, pero al menos le tranquilizaba el hecho de que fuera él y no otro de sus amigos que estuvieran en esa situación. Los imaginaba y podía ver fácilmente a Johnny o Lucas lanzándose a una pelea con quien sea que les dirigiese una mala mirada. ¿Por qué prestarles atención?

—Idiotas —masculló girando los ojos mientras continuaba con su camino a las escaleras. Quería llegar a su habitación y encerrarse lo que restaba del día.

Caminó entre las indiscretas miradas de los "muñequitos de pastel", casi le divertía ver cómo todos se apartaban del camino conforme el seguía caminando, le empezaba a gustar ser temido, ser respetado.

Pero en el instante en que puso un pie sobre la escalera se topó con una de estas pocas miradas que no tenían ni una pizca de temor cuando lo veían. La chica que venía corriendo por los escalones casi cae al frenar tan repentinamente, dejando tan solo dos peldaños entre ambos.

Por un instante todo pareció detenerse, se escucharon las exclamaciones ahogadas del resto de los estudiantes quienes veían aquel encuentro. La princesa justo frente a uno de los villanos, la hija de Cenicienta frente al hijo de la Reina Roja.

Absolutamente todos miraban la escena expectante de la siguiente acción de cualquiera de los dos, los que solo fueron unos contados segundos se sintieron como toda una eternidad mientras sus ojos se mantenían sobre los del otro.

Dos escalones, la princesita se encontraba tan solo dos escalones por encima de él pero sentía su intensa mirada de superioridad. Con su mirada le estaba lanzando cada más al abismo, recordándole que ella se encontraba muy por encima de él y que eso no cambiaría.

O al menos eso fue lo que sintió en esos 5 segundos.

—Taeyong hyung. —Ambos giraron para ver al hermano menor del chico, este le dio un pequeño vistazo a la chica antes de observar a su hermano tratando de analizar la situación.

Sin embargo esta no dijo palabra alguna antes de terminar de bajar la escalera, pasando junto al mayor casi rozando sus hombros al momento de alejarse del lugar.

—No preguntes, sigue caminando —dijo empezando a subir las escaleras sin más, siendo seguido de inmediato por Mark.

Mientras los hermanos se dirigían a la habitación, Minji casi corría por las callejuelas de la Capital buscando de llegar lo más pronto posible a su destino. Podía imaginarse a las chicas impacientes y extrañadas de que ella no apareciera, en la gran mayoría de las ocasiones era ella quien se encargaba de juntarlas a todas para llegar juntas a cualquier sitio, pero la escena con aquellos chicos le había hecho casi olvidarse de sus planes.

—Más les vale seguir ahí —se dijo para sí misma al momento de ver la gran fachada del Museo.

Inclinó la cabeza ante los guardias de seguridad que reverenciaron frente a ella al momento de cruzar por la puerta, pasó por el detector de metal con total normalidad ya que no llevaba nada consigo y fue de inmediato, por el camino más que conocido de sus tantas visitas guiadas, pasando por la sala de las esculturas, pasando por el pasillo hasta el final solo que en lugar de entrar al ala de multimedia, cruzó hacia el pasadizo que daría hasta una de las salidas de emergencia.

—Pero miren quien decidió honrarnos con su presencia. —Soltó una risotada al escuchar la voz de Jeongyeon.

—No sabrían qué hacer sin mí —se burló viéndola sentada con Sooyoung junto a la puerta del almacén.

Había un pequeño camino de concreto que juntaba la salida con la pequeña puerta del almacén, el pequeño escondite de las chicas. "La habitación de pánico".

El pequeño cuarto había sido descubierto alrededor de un año atrás, específicamente por Dahyun y Chaeyoung. Larga historia corta, ambas chicas habían escapado de clases y fueron descubiertas por un guardia, lanzándolas a una persecución ya que sabían el castigo que les esperaría en el Instituto, llegando al patio trasero del Museo donde aquella puerta lució como su única salvación. Pasaron horas dentro hasta que anocheció y no tuvieron más opción que regresar, pero con un nuevo descubrimiento.

Con el paso del tiempo comenzaron a llevar al resto de su grupo ahí, se había vuelto la guarida secreta perfecta ya que, indagando en los libros y con sus instructores —de manera discreta—, descubrieron que el pequeño cuartito había sido en algún momento el registro de las obras del museo, pero con el paso de los años y de las mejoras a la institución terminaron cerrándolo ya que había un salón mucho más grande para aquello.

Nadie iba ahí, nadie pasaba por allí, incluso era un punto ciego entre todas las cámaras de seguridad, dato descubierto por Jihyo de una manera poco legal.

Era el escondite perfecto y ellas solo la hicieron la guarida perfecta.

— ¿Están todas aquí? —preguntó una vez que ambas chicas se pusieron de pie, sin obtener respuesta ya que al entrar pudo fijarse que efectivamente todas estaban ahí, o al menos la gran mayoría— ¿Dónde están las hermanitas heladas?

—También es bueno verte, Min —se quejó Nayeon desde uno de los pufs, recostada sobre el regazo de Seulgi.

Las siete chicas, sin contar a Sooyoung y Jeongyeon, se encontraban distribuidas entre los pufs y los cojines con que habían "amueblado" el lugar, dejando un círculo en el medio donde tenían una gran variedad de dulces, varias bolsas de papas junto a las botellas medio vacías de soju.

—Son dos rubias platinadas casi idénticas, puedo notar cuando no están —dijo entrando junto a las otras dos chicas, buscando un lugar entre Jihyo y Yerim.

— ¿Momo y Sana? Creo que iban a salir con Yuta —comenta Dahyun ofreciéndole una botella que Minji recibió gustosa—. ¿No lo sabías?

— ¿Por qué debería saberlo? —respondió con una risita mientras se llevaba el pico de la botella a los labios.

Una vez que todas estuvieron dentro y que la puerta fue cerrada con seguro, pudieron disfrutar de su reunión clandestina. Las risas y sus voces risueñas era lo único que se escuchaba dentro, pero fuera de las cuatro paredes todo seguía ocurriendo con total naturalidad, ni un solo murmullo era perceptible fuera del cuarto.

— ¡Por supuesto que no lo besé! —exclama Wendy escuchando las risas de sus amigas.

—Yah, recuerda que Namjoon es mi primo, tienes que pedirme primero permiso a mí —aseguró, con un tono de burla en su voz, Nayeon apuntándola con su botella.

—Sus padres ni siquiera son familia, ¿de qué hablas? —dice Jihyo sin poder aún evitar de reír.

—La familia la llevas en el corazón, no en la sangre —afirmó llevando su mano a su pecho con una fingida expresión de seriedad.

—Tu concepto de familia no impidió tu rollo con Taeil hace unos cuantos años —masculló Chaeyoung contra su botella, creando un coro de gritillos del resto de las chicas.

Esos eran los momentos verdaderamente valiosos para Minji: estar sentada en un cuartito de 2x2 casi unas sobre las otras, riendo hasta el punto donde las lágrimas escapaban de sus ojos mientras seguían llenando sus organismos de soju en un acto bastante ilegal para sus edades, pero solo en momentos así se sentía genuinamente feliz, se sentía como una chica más que podía disfrutar de sus amigas sin tener que preocuparse de lo que sus padres dirían, de lo que su reino pensaría de ella.

Si, ella se escapaba para beber clandestinamente. Si, ella tenía novio a escondidas de sus padres. Si, ella quizás rompía las mil y un reglas que regían sobre ella como la princesa, pero nada más que eso la hacían sentir viva.

Para sus padres, para sus instructores, para ellos muchas de las cosas que sus hijos hacían estaban mal y ni hablar de las que ellos no tenían ni la más mínima idea. Pero todas, todas y cada una de las cosas que ellos hacían o decía, sus escapadas, sus bromas, sus estupideces eran muy necesarias, necesarias para sentir que no podían controlarlo, sin importar cuánto lo intentaran, cuantos castigos y reprimendas recibieran, de alguna forma u otra encontrarían la manera de seguir siendo ellos mismo. 

Irresponsables, insensatos y tontos, así eran ellos y ni una ni mil reglas de la monarquía lograría calmarlo.



¡Hola, mis amores!

He vuelto luego de mucho con un regalito para todos ustedes que estuvieron pidiendo tanto por un nuevo capítulo, espero que sea de su agrado.

Me alegra en contarles que la historia ha llegado a las ¡1.5k lecturas! ¡Son los mejores! Por ustedes trataré de darle más atención a este libro siempre y cuando ustedes también muestren su amor por la obra, me encanta saber que les gusta tanto.

Aquí vimos a unos cuantos personajes nuevos, ¿qué les ha parecido? Y con esto quiero jugar un poco, ¿de quienes creen ustedes que son hijas cada una de las chicas? Para el siguiente capítulo pondré de quien son hijas las chicas y adivinarán ahora a los chicos, será divertido. Los estaré leyendo.

Y antes de irme quería aprovechar para hacer un poquitito de spam de una "historia" que acabo de crear, la pueden encontrar en mi perfil como "Charlas con Gya" y ya el título dice bastante de lo que va. Me encantaría interactuar con ustedes por allá así que les agradecería si pudieran hacer eso por mí.

Ahora sí, ¡hasta la próxima, mis bellezas!

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