CAPÍTULO 38

Siete semanas después

Juicio

Charlie no pudo asistir al juicio porque no se sentía bien, todavía seguía en el hospital por su estado delicado. Así que el juzgado se centró en el día del hecho, que comencé yo a narrar mirando fijo a Ramiro momentáneamente grabándome su cara destrozada con patrones marrones claros irregulares, las cejas estaban cortadas con los mismos pequeños anteriores, nada en su cara estaba liso, todo lo había rayado con la punta de aquella botella.

No me sentí bien pero tampoco tan mal, se había llevado una cicatriz física y eso me recompensaba un poco aunque me inquietaba la confianza que desbordara como si sabría que ganaría el caso.

No parecía él con el pelo cortado y recogido, con un traje negro que jamás le había visto puesto. Sonreía incrédulo en cada cosa que señalé y yo perdía la paciencia, aún más cuando su abogado comenzó a hacerme preguntas que respondí con la sinceridad posible y cuestionando muchas cosas.

—Nadie se creería que si fuera cierto que armé el plan pondría a Logan Hilfier quien dice que fue el objeto del plan, una persona que aprecio, en peligro para más credibilidad. No señor, le reitero que no armé ningún plan —le dije.

—Si lo aprecia, usted lo quería para él... —me interrumpió.

—A lugar —protestó Ruiz.

—Denegado —dijo la jueza.

—Reformulo para su comodidad señorita McNaughton. Hay pruebas donde no le tiene buenos sentimientos a Charlie Fodds, un video donde lo insulta y le tira un balde de pintura. ¿Entonces...?

Las preguntas siguieron, yo estaba agotada. Hasta que por fin le tocó el turno a Ramiro y tocaron el tema de su enfermedad de psicopatía histérica. El contó su maldita versión.

—Hay muchas pruebas y testificantes que afirman que usted era celoso compulsivo con Cloy —le habló Ruiz—. Porque usted la golpeó en Nueva Orleans y ella le puso una orden de alejamiento porque perdió la confianza en usted. Tenía más amigos que usted ha afirmado que son delincuentes drogadictos y en ese caso tendrían los escrúpulos de secuestrar y asesinar, si ellos son de esa índole, ¿por qué recurrir a usted para un plan contra Logan Hilfiger?, ¿qué tenía usted que no tenía ellos? En el tema de dinero en ella no es problema.

—Yo no iría a contárselo a sus padres —contestó.

—Usted mismo ya ha dicho que sus amigos no tienen buena relación con los señores McNaughton. No tendrían ni podrían decírselo tampoco.

Casi se le descuadra la cara de rabia. Siguieron las preguntas y cuando terminó se sentó y me miro sádico.

—Vete a la mierda —le susurré. Sonrió burlón antes de girarse a la puerta por donde venía Ronney esposado con un traje naranja—. Te queda bonito el color maldito traicionero —también le susurré.

Clavó la mirada en mí, arrepentido, al sentarse en la silla del interrogante. Al principio se mostró seguro en respaldar a Ramiro hasta que Ruiz le preguntó sobre el caso de Samuel y Cristian.

—Acaba de llegarme el informe que usted dio declaraciones de ese caso —Observó un papel que tenía en la mano—. Aquí afirma que tiene conversaciones sobre las plantaciones de droga que Ramiro les hizo a ambas casas.

Todos emitieron un jadeo, me quedé sorprendida por el poder de convencimiento de Samuel que había hecho su último intento al visitar a Ronney hacía algunos días.

—¡Maldito desgraciado mentiroso! —gritó Ramiro desaforado yéndose por Ronney, los policías lo retuvieron.

Dieron un descanso y yo me acerqué al piso agachándome donde forcejaban con Ramiro quien estaba incontrolable.

—Espero que no sea parte de tu enfermedad. —Le sonreí trémula—. Estás perdido, estoy segura que Ronney te delatará.

—¡Maldita! ¡Agg! —gritó tratando de tomarme la cara.

Alguien tiro de mí hacia arriba.

—No te pongas en peligro —me regañó Matthew apartándome.

***

En el descanso de una hora nos enteramos que Ronney delató allí a Ramiro dejándolo como el orquestador del plan y las pruebas estaban en los respaldos de sus equipos en su casa. Yo recibí una llamada de pronto, mis padres me miraron cuando me acerqué a la puerta.

—¿Cómo va todo? —me preguntó D.T. luego de saludarme educado, como siempre.

—Desconcertante.

—La conseguí. Viajará hacia Nueva York dentro de dos horas.

—Gracias, gracias, No sé como compensarte.

—Gana ese juicio.

Me despedí de él cuando me dio el número celular de la chica para ponerme en contacto con ella, sabiendo que había sido una buena idea llamar a Timothy Dixon para que diera con Caddie. No esperé y marqué al número.

—Soy Cloy.

—No te preguntaré como estás porque lo sé.

—Necesito tu ayuda.

—Por eso voy. Destrozaré a Ramiro como él lo hizo conmigo.

—Sé discreta, por favor, se siente confiado. Uno de mis amigos irá a buscarte al aeropuerto. Y gracias.

—Lo hago por las dos.

Colgué diciendo que era Jessica, no podía todavía adelantarme, faltaba su declaración.

Luego del descanso Logan fue el interrogado, se veía serio, firme, sexy. No titubeó en ningún segundo y mostró la cierta empatía ante la situación en las preguntas del abogado de Ramiro.

—Hay pruebas de los chats entre la señorita Cloy y mi defendido Banner, han planeado todo y si su amigo puede dar por fin su declaración le dirá lo mismo. Él sufrió con golpes que Cloy le dio, todo por usted Logan —le dijo tratando de hacerle ver.

—Cloy me ha demostrado que su amor no daña de esa forma tan destructiva, aunque sea impulsiva y golpee.

—¿Ustedes tienen una relación?

—Nada más que amigos. Pero ha estado para mí siempre. No podría dudar de esa forma de ella. Fui testigo como Ramiro la golpeó en Nueva Orleans, el foco debe dirigirse a él, no es justo que la señalen como asesina cuando Charlie no se murió ni sería capaz de matarlo.

Me derretí, porque Logan se veía sexy así. En serio.

Lo que restó de la tarde hablaron Duke y los matones que lesioné a algunos de por vida.

Aplazaron la sesión para dentro de dos días para cuando Charlie mejorara.

***

Al llegar a casa discutimos sobre si Charlie seguía así y no daba testimonio Ramiro llevaría ventaja porque se consideraba su enfermedad como prioridad. Yo pensé en algo, incluso al llegar al departamento estaban el resto de los chicos hablando con Caddie que tenía un pánico momentáneo de declarar.

—Hay personas implicadas. Su vida no se va a arruinar —le decía Byron—. Tienes que...

—Te acompañamos —le dijo Jessica—. Le hablaremos a los abogados de Cloy, ellos pueden representarte si quieres dejar los cargos de nuevo.

Las chicas se quedaron hablando con ella y los chicos me llevaron a la habitación a decirme su plan.

—Que lo delate y lo grabemos —dijo Cristian.

—Es muy de película —contrarió Duke— y muy estúpido.

—Llegar a un acuerdo sin abogados, Ronney me dijo que él quería hablar contigo pero tienes seguridad y seria sospechoso —habló Sam.

Me aventé al precipito sin arnés y propusimos un plan. Al finalizar le hablé a Killian, se había fugado unos días atrás y fue a refugiarse en el departamento.

—No puedes estar aquí, tenemos a la policía en la mira. Ve con papá —le dije.

—Me iba si me lo decía la dueña de todo esto —se burló con desdén.

—Te quiero ayudar pero este no es el momento.

—Tú tienes los medios para que no me lleven.

Seguía burlándose porque creía al abogado ineficiente para hacer que no le dejaran la patria potestad a los Banners, cosa que se seguía discutiendo. Y aunque faltaba dos meses para los dieciséis y pedir la emancipación no podía estar así a la ligera. Todo el progreso de portarse bien en el reclusorio iba en picada y no garantizaba que le redujeran la pena.

—¡¿Qué demonios piensas o crees? ! Te recuerdo que Cloy se peleó con su madre para que te asignaran un puto abogado —explotó Cristian—. Al menos vete con el señor Alonzo y no puedes decir que estabas con él porque la patria potestad todavía los Banner la pelean.

—Alonzo espera que te convenzamos para que vayas con él a una casa en el Bronx —le dijo Duke.

—Igual iré a ese reformatorio y luego a la cárcel.

—Si te comportas bien, no —le dijo Lindy—. Mis padres también pueden ayudarte.

Apreté las manos en mi cara, me recordaba a mí.

—Tienes que irte Killian —le pidió Samuel con voz un poco dura—. No queremos que los casos se mezclen y quedes en el medio de todo esto, pensaran que te retenemos contra tu voluntad por venganza a los Banner. Eres menor de edad, por Dios, termina de madurar.

—Yo haré lo que me dé la gana. Ustedes no saben el infierno...

—Eres lo suficientemente maduro para tener consciencia y saber que nos pones en aprietos —le dijo Duke.

A él no le gustó que él lo interrumpiera y que también lo tratara con rudeza. Por eso se fue hacia el gimnasio y Lindy lo siguió.

—Tan terco como Cloy —dijo Tris cruzada de brazos y yendo hacia el sofá.

—Pero Cloy es inteligente y sabe que es lo que le conviene o no en esa posición —dijo Marco.

—Solo necesita alguien que le hable más amoroso —dijo Jessica.

—No seas delicada, todos hemos recibido un regaño de nuestros padres que nos ha puesto en cintura —le dijo Cristian—. Y Lindy solo le dice que lo apoyará porque tampoco sabe.

—Jessica ha recibido amor y concesión —habló Tris—. Pero es cierto lo de Lindy, iré a hablar con ellos.

Ella caminó hasta ellos, y vi como Samuel estaba arrepentido por cómo le había hablado, pero nadie cuestionó nada porque sabía que estaba en el derecho de hablarle así. Duke por ese instante no creyó que había sido duro con Killian.

***

Se hizo de noche y llamé a Matthew casi a las diez.

—Tengo a Caddie en el departamento, hablará contra Ramiro —le dije.

—¡¿En serio?! Es un maldito regalo y no te reprocharé que no tuvimos más sexo. Ya voy en seguida —dijo emocionado y colgando.

Samuel vino a la habitación diciendo que Ramiro había aprobado. Salimos dejando a las chicas con Caddie y Killian (quien se negó a irse) a la espera de Matthew con cuidado de los policías.

Más adrenalina que eso, nada.

El camino fue largo, una hora hasta un descampado a las afuera de la ciudad fue demasiado, si yo hubiese hablado con Ramiro en vez de Duke habría sido a diez minutos del departamento, sobre todo porque el asesino fue quien puso esa condición.

Cuando hayamos el lugar maldije miles de veces a Ramiro, era un precipicio con luz escasa e insectos por doquier.

No me sentí tan nerviosa, estaba la fuerza bruta de Samuel y yo sabía golpear, ya los demás sabrían como defenderse en caso de que nosotros no pudiésemos hacerlo.

Estudiando el lugar Cristian y Byron se atrasaron buscando varios bates de aluminio y al reunirse con nosotros llegaron con ellos y con Killian que regañaban por colarse en la camioneta.

En la espera de diez minutos Marco se les unió a los tres para jugar a las espadas con los bates.

Al llegar a veinte minutos Duke comenzó a impacientarse.

A los treinta minutos Sam y yo calculábamos la distancia entre el precipicio y el río para lanzar a Ramiro.

Unos tres minutos después el susodicho apareció con dos camionetas de lujo, de una salió él acompañado con el que conducía que estaba trajeado y fornido, en cambio Ramiro vestía una chaqueta roja y las otras prendas grises. De la otra salieron cuatro hombres más vistiendo cualquier cosa y luciendo de apariencia cuestionable.

Mientras se acercó le vi a través de los faros de los vehículos la sonrisita comemierda en la cara, su expresión cambió a desprecio cuando se quedó a medio metro de nosotros.

—Ahorrémonos los insultos de que me estás implicando en un asesinato por un plan absurdo —hablé—. Quiero negociar.

—Estás perdida Cloy. Al igual que tú, pedazo de mierda —escupió mirando a Duke.

—Están saliendo las verdades —le habló Duke con seriedad y una mirada aterradora—, y jamás serán a tu conveniencia.

—Quiero que tú me libres de todo esto. Es lo que menos puedes hacer luego de destruirme la cara —exigió Ramiro mirándome a mí.

Había oscuridad en sus ojos y rigidez en su postura, nada de clemencia. Ya no podría chantajearlo sentimentalmente como cuando le pedí el abogado para Killian. Debía dejar de ser ambigua e ir con todo.

—Le ofrecí a la gerente del hotel demasiado dinero y confesó que tú los chantajeaste. —Era mentira, por supuesto, no pudimos contactar a nadie de ese hotel—. También hallaron una cámara cuando me ahorcaste, tiene la grabación. Y Ronney va a delatarte, le ofrecí una beca en la mejor universidad de informática de Europa.

Se le deformó la cara en rabia, ya no estaba tan seguro como en la mañana.

—¡Maldita! —Se abalanzó contra mí y Samuel con una mirada siniestra me quitó de él—. ¡Zorra maldita!

—Quédate quieto que mis amigos no quieren golpes de tus matones —le dije logrando ponerme frente a él—. Estás perdido. Caddie va a testificar contra ti.

Se había detenido a centímetros y cuando escuchó eso, se abalanzó contra mí.

Samuel le metió un empujón, el chofer hizo lo mismo conmigo, Sam con rapidez le golpeó la cara.

En esa distracción Ramiro me levantó tomándome del pelo.

Mis amigos se metieron, los otros tipos los separaron de mí lanzándolos al suelo y pateándole el cuerpo.

Como pude me doblé con Ramiro hasta que le hice una llave abarcándole el cuello, mis brazos y piernas le hacían presión a toda su espalda en suelo.

—¡Maldita toda tu generación! —Escupió, trató de morder mi brazo y reboté su cabeza en el suelo—. Te pudrirás en la cárcel.

—Y tú arderas en la última caldera del infierno bajo cientos de grados. Pagaras más de treinta años. Dile a tus matones que los suelten, porque te voy a partir la madre si no se los ordenas —espeté inclinando a su oído—. Estoy entrenada para matarlos si quiero.

—¡No dejen de golpearlos! —pidió en el borde su asfixia.

De pronto un golpe en la frente me aturdió tumbándome de espaldas al suelo. Y sentí un arma donde me dolía.

—Pídele que los suelte —me dijo uno de los matones con voz dura.

—Samuel, suéltalo —escuché decir a Ramiro.

—Quita tu mierda de mi cara, que si me matas, te puedo asegurar que voy a revivir para asesinarte yo misma a golpes y darle de comer tus testículos a toda tu maldita generación —espeté reuniendo toda la intimidación posible.

Sonrío sobrado y yo lo vi como una distracción para quitarle el arma de las manos y levantarme rápido del suelo.

En apenas cinco segundos pude ver como Samuel mantenía bajo presión al chofer y otro matón con las caras unidas uno encima del otro con sus manos mientras que él estaba sentado en la espalda de uno de ellos. En otro momento me hubiese dado risa como se besaban pero se estaban ahogando mutuamente.

—Eres un verdugo Samuel —dije riéndome.

Solo cinco segundos, hasta que el otro me quitó el arma y me apuntó con ella teniéndome contra su cuerpo.

—Suéltame pendejo, te saldrá caro —le reiteré.

—Dile que suelte a mis compañeros —gritó en mi oído con voz amenazante.

En mi panorama vi a Marco casi desmayado junto a otro matón noqueado.

El que quedaba le aplicaba una llave a Duke, más allá Ramiro y Cristian se daban puñetazos y se gritaban cosas.

¿Y Byron y Killian?

—Si me sueltas tú, él los soltará —le dije.

—Te voy a...

Ni siquiera quise seguir registrando las perversidades que me decía. Y ahí si le tuve miedo, no por mí, sino por lo que le harían a mis amigos.

De pronto Byron venía de la camioneta con algo detrás de su espalda, se acercó, sacó un arma y le apuntó a Ramiro en el suelo, Cristian se quedó paralizado unos instantes.

—Suelten a mis amigos ahora —demandó Byron.

No me imaginé que ricitos de oro y cara de aristócrata podría tener esa cara determinante y no cargarse de miedo, aunque sus manos temblaban. Y sabía que con esa mirada no iba a flaquear.

Me dio algo de miedo verlo con esa expresión. Cristian se zafó de Ramiro para levantarse y aplastarle el pie en la espalda.

—Diles maldito que los suelten —rugió Samuel a Ramiro.

—No los vayan a soltar —les pidió Ramiro adolorido y riéndose a la vez como un lunático asesino.

—No lo hagas Ramiro, tienes las de perder.

—¿Perder qué? Voy seguro a la cárcel. Y ustedes siempre serán su mala influencia, la dejarán en la miseria.

—Fuiste la peor de todas —le respondió—. Y tú la has dejado en la ruina todo este tiempo.

—Eres despreciable —le dije a mi enemigo.

—Por lo menos nadie me tiene lástima. Nadie quien me quiere se aleja de mí, no como esta manada de cobardes —me respondió.

—Te voy a destruir.

—Sí, ya dijiste. Pero yo destruí a estos pedazos de mierda teniendo a Ronney de chivo expiatorio.

—Tírate del precipicio y acaba con la ira que te tienes.

Cristian le pateó la cara dándole sobre todo a la nariz por lo que comenzó a sollozar a la vez que se reía.

—Diles que suelten a los chicos —le pidió Byron—. No me conoces nada Ramiro, no sabes de lo que soy capaz con un arma.

—Nunca, no me das miedo. Si me matas te refundes en la cárcel.

—Y tú no me verás refundido en ella. Así que diles que suelten a Duke y Cloy.

—Ustedes primero, no querrán ver a su amiguita puta sin ojo —dijo el que me retenía.

El que tenía a Duke iba a golpearlo en las costillas, así que agarré la muñeca del tipo que me tenía para morderla con fuerza.

En su descuido por el dolor y la sangre salir tomé el arma, lo tumbé y apreté el pie en la carne destrozada mientras él gemía del dolor. Escupí en su cara su fluido y me limpié la boca con mi sudadera.

—Yo no juego, así que déjense de jugarretas y suelten a mi amigo —exigí sintiéndome una criminal.

El que tenía a Duke le metió un golpe en la mandíbula, no sé de donde saqué valentía porque la verdad estaba cagada y muy furiosa que disparé el arma.

Allí me di cuenta de dos cosas:

1. Ramiro iba dispuestos a matarnos.

2. Mataría a quien sea por mis amigos.

El tipo soltó a Duke cuando recibió el disparo en una pierna.

Cristian se la pisó al igual que yo y Duke pudo ayudar a Marco a levantarse.

Samuel vino por detrás del que había mordido y le metió un golpe en la garganta y comenzó a toser desesperado.

—Vamos mátame —me apremió Ramiro mientras chorreaba su nariz destrozada sangre—. Es lo que te falta para librarte.

—No, no me hace falta. Porque yo no les dije a los chicos que ante cualquier cosa te mataran, contrario a lo que le ordenaste a esta bola de matones. Me das pena Ramiro. Te refundirás en la cárcel y yo si voy a tener el placer de verte allí.

—¡Maldita puta!

—Muy seguro que tendrás sexo con un palo o el pene de tus compañeros de celda. Charlie te mintió, no me señalará como culpable. A ti sí.

Con una seña que les hice a todos dejaron de sostenerlo.

Duke me quitó el arma de las manos, la limpió y la lanzó lejos, al igual que Samuel con dos que sacó de no sé dónde.

—Antes me muero, pero los mato a todos —dijo Ramiro.

En el momento que sacó su arma yo saqué una de las tres dagas que me había llevado, se la tiré y me llevé al suelo los que estaban cerca, Duke y Marco.

Samuel tiró a Cristian, pero Byron disparó.

Falló.

Cuando Ramiro iba a disparar, Samuel le lanzó un cuchillo que atinó en su mano, gritó y se desgarró la garganta.

Disparó ahora sí. Samuel me quitó una daga y se la encajó a la distancia en la rodilla, gritó desaforado.

Samuel volvió a clavarle la otra en su otra rodilla porque no dejaba de disparar, de pronto, se detuvo y sonrió con malicia justo detrás de nosotros.

Y disparó dos veces.

Alguien gritó, no era una voz gruesa, era una voz más joven. Nos giramos para ver.

Killian.

—¡Duke, Samuel¡ ¡Duele! —gritó adolorido.

Se me revolvió el estómago. Byron no dudó de disparar de nuevo y volvió a fallar.

Marco y Cristian corrieron hacia Killian cuando a Ramiro se le acabaron las balas.

—¡Ustedes no me van a ver en la cárcel malditos drogadictos! ¡Te odio Cloy!

Se afincó una daga en la garganta, justo en ese momento Duke se le abalanzó y quedó en intento cuando se desequilibraron y cayeron. Duke pateó el arma lejos.

Yo me acerqué.

—No me verán en la cárcel —me dijo Ramiro boca arriba.

—No tienes poder sobre mi Ramiro. Nunca más, te detesto y no me arrepiento de nada —espeté en su cara antes de noquearlo con un golpe en su cara.

Sin importarme que derramara sangre fuimos hacia los chicos que rodeaban a Killian sabiendo que él único matón consciente era el que seguía tosiendo. Sam le daba los primeros auxilios y se quitó su camisa para taparle la herida en el abdomen.

—No me dejen morir —sollozó él diciéndolo repetidamente.

Algo nos decía y él mismo lo sabía que no estaba bien. Y el sudor y terror hacían las cosas difíciles en nosotros al ver que la sangre no dejaba de fluir.

Samuel tomó acción pidiéndonos seguir poniendo trapos para él llamar a la policía y a una ambulancia. Amarró al que debilitó en la garganta a un tronco con un cinturón.

La siguiente media hora fue de angustia y Killian estaba más grave, todos en realidad; Marco y Duke como los demás tenían golpes en la mandíbula y costillas, por mi parte no tenían más que un moretón en la frente y al igual que los otros estábamos llenos de polvo.

Había una desesperación y un tenso silencio que Cristian cortó hablando.

—¿Hubieses matado a esos tipos? —me preguntó.

—No, en realidad, sí. Mataría por ustedes, lo pensé en ese instante, pero por los momentos no esta vez, tenía miedo... la presión del juicio me dictó que no lo hiciera. Tal vez diga que sí, pero no consiga las agallas si tengo la oportunidad. No la tuve porque mira como Killian está. Me faltó rapidez —balbucee.

Samuel mismo me explicó cómo se desenfundaba el arma, como sostenerla y como apuntar una tarde hacía unas semanas y practicamos muchos días, las navajas, dagas y cuchillos no bastaron en aquel primer enfrentamiento.

—Te volviste un lío hablando, pero está bien. No tienes que matar por nosotros. Nunca. —Tomó mi cabeza entre sus manos—. Óyeme. Nunca. —Afirmé con la cabeza y pareció quedarse tranquilo—. Déjanoslo a nosotros, todavía podemos matar a Ramiro.

—¿Y la tuya Byron? —pregunté, se tensó y no me miro a los ojos.

—Le hice un préstamo a un amigo y me la dejó de garantía. Algún día la necesitaría y hoy fue el día.

—Bota eso —le dijo Samuel.

—Opinamos lo mismo —le dijo Cristian.

Siguió otro tenso silencio. Duke estaba en shock y le hablaba a Killian al mismo tiempo con un dolor y ansiedad, no teníamos las fuerzas para decirle que lo dejara en paz.

Todo se volvió confuso y una mancha borrosa, pero que todos sabíamos lo que pasó cada segundo.

En el momento que la policía y la ambulancia llegaron fue muy tarde. Killian había muerto.

La segunda persona que vi muerta fue a Killian, el proceso de su muerte fue una agonía para todos sobre todo para él quien vio que su vida se iba de sus manos y nosotros lo presenciamos. El dolor seguía allí cada vez que nos acordábamos.

Me lamenté de no haber hecho más, me culpé de no haberlo regresado a la correccional en cuanto puso el pie en el departamento. Todos quedamos devastados, sorprendidos e impotentes. No podría jamás comparar el dolor o el proceso de aceptación de ninguno de nosotros.

Fue diferente sentir dolor por alguien y que ya no esté físicamente. 


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