CAPÍTULO 35
Dos semanas después
El beso de tres segundos
Quise jugar a las cartas en familia e invité a Sam para que subiera, nos sentamos mamá, papá y Sam en la misma mesa mientras los mellizos jugaban un videojuego desde el televisor en la sala.
—¿A quién odias de mis amigos? —le pregunté a mamá.
—A nadie y Lina tampoco —contestó Alonzo adelantándose, echando una K de corazones, ella asintió.
—Como los tratas pareciera que sí.
—Yo los invité para tu fiesta sorpresa, no los odio —habló ella—. Los reuní en tu departamento y pudimos conversar sobre ti.
—¿Y a quién menos apto para ser mi amigo?
—Cariño, ya son tus amigos.
—¿Aceptas que son mis amigos? Porque antes no lo hacías.
—Ahora tampoco, pero no puedo hacer nada. Yo contigo ya no puedo hacer nada —por su tono sabía que no quería discutir, se le notaba cansada al igual que a papá.
Samuel me echó una mirada disimulada para que cortara la conversación.
—¿Los toleras por qué serán de ayuda en el juicio?
—No, Cloy, agradezco su ayuda. Ya se los dije a ellos, por los momentos la vida que llevan no van acorde con el estilo de vida que tú llevas con nosotros.
Dejé las cartas en la mesas cruzándome de brazos. No le creía. Los toleraba porque testificarían a mi favor en el juicio.
—Has sido clasista y discriminante. ¿Ahora los ves de otra forma por conveniencia?
—Cielo, no vayas por ese lado. Es porque consumen droga.
—Es cierto —intervino Sam algo incómodo—. No te vayas por ese lado, tus padres han querido lo mejor y tal vez nosotros no estamos en eso de lo mejor de la vida. No nos engañemos. Y también tiene razón en eso de la droga, lo que puedo asegurar es que desde el año pasado no consumimos nada. Marco y Killian no lo soportaron. Ya se los dije una vez, nosotros no nos volvimos adictos. Y ahora estamos limpios.
—Les dije que no se menospreciaran, eso estás haciendo Samuel —le dije.
—De acuerdo. No discutan, ni nosotras. Quien me cayó mal fue el tal Cristian, se cree muy insolente —dijo Catalina.
—No conocemos del todo a tus amigos. Sé que Duke te quiere, se le nota —me dijo papá.
—Duke se aísla con personas nuevas —explicó Sam—. Es el que costó interactuar con nosotros en el orfanato, aparte de Cloy. No obstante, al verla que estaba en el grupo se integró más.
—Pareciera que te amara —dijo Alonzo volviendo a tirar una J de corazones.
Samuel se retiró dejando las cartas en la mesa.
—Siempre la ha visto como su hermana. Siempre. Y se pone celoso cuando Cloy habla con cualquier chico, no nivel Ramiro, desde luego.
—Si te viera como hermana jamás habría aceptado que dijeras que te acostabas con él y por eso lo metiste al departamento —intervino Lucas desde el sofá frente a la consola.
Por unos segundos lo miré como diciéndole que estaba de más recalcarlo.
—Estrategia —remarqué.
Se hizo un silencio algo pesado unos breves segundos hasta que mamá habló.
—Si veo a alguien como hermano, no lo beso —dijo Catalina mirándome a Samuel y a mí. Alcé una ceja.
Menos mal que no nos vio besándome con él en mi departamento por un juego de botella. Pero sabía que hablaba del día en la estación.
—Si intentaras controlarme menos te darías cuenta como es mi amistad con él y con todos.
—¿Entonces por estrategia besarías a Lucas? —me preguntó Alonzo.
Luz levantó la cabeza del mando, mamá lo miró extrañada, Lucas a punto de quemársele las mejillas, yo inmutable.
—Alonzo ¿cómo vas a decir eso? —Le reprendió mamá—. Cloy no tiene la misma convivencia de Lucas con Samuel o ese muchacho Duke. ¿Por qué de pronto se te pasa por la cabeza?
—Podría suceder, al final no comparten sangre y se conocieron cuando las hormonas afloraron.
—Papá ¿en serio crees algo como eso? —le pregunté ofuscada—. Yo no me besaría con Lucas.
—Hablas de sexo abiertamente con tus amigos que son como tus hermanos. —Se puso de pie, las venas en sus frente estaban marcadas, molesto era poco—. ¿Cuál es la diferencia de Lucas? ¿Por qué vives con él? Más rápido se besarían.
Que él fuese explícito me hizo mucho ruido... y que mencionara ese tema conociendo sus anteriores desvíos del tema de mi sexualidad... Mire a Lucas que estaba a punto de colapsar.
—No más rápido Alonzo. —Me levanté—. Jamás...
Me corté al ver que él iba a decir algo más, algo de lo que se arrepentiría y no lo dijo. Él sabía algo.
—No, papá, jamás —dijo Lucas también de pie intentando no quebrarse, estaba a punto de llorar como si fuera el culpable.
Nadie era culpable cuando sentías algo por una persona, así fuese prohibido, nadie le decía al corazón que no tuviese sentimientos por esa misma persona.
Siempre vi a Lucas como el culpable de lo que sentía, hasta esa noche.
—Ay Alonzo —le dijo mamá—. Tú has dicho que no hay manera en la que Cloy y Lucas tengan algo, de ninguna forma. Ni el más desconocido lo diría.
Papá nos miró a los dos y se fue. Mamá se fue detrás de él.
—Iré a prepararle té. Está afectado por el juicio —dijo Luz yéndose a la cocina, Luis la acompañó.
Observé a mi hermano sollozando.
—Todo es mi culpa.
—No, no es tu culpa —le dijo Sam—. No debe ser fácil que su hija sea señalada como una asesina.
—¿Por qué aparentemente se enteró que siente algo por mí? —susurré sentándome en el sofá donde estaba.
—No, tal vez y lo esté considerando, pero no sabe nada.
Me cortó con un ademán de mano y se fue llorando hacia las habitaciones.
—Qué dramática es mi familia —murmuré dejando la cabeza en el respaldar.
—No lo es —Sam se sentó frente a mí, puso una mano en mi rodilla con cara también de pena—. No sé cómo pudo ocurrírsele eso a tu padre, pero tal vez haya visto... no me prestes atención
Dejó la cabeza en el respaldar agotado.
Un rato después mamá me avisó que Alonzo quería hablar conmigo en la terraza. Al verme sin decirme nada me ofreció una taza de té. Lo abracé porque a veces lo culpaba por no apoyarme cuando Catalina se me imponía, sentía que solo lo hacía por ella y por mí no. A veces entendía que Catalina no era fácil, ni yo misma por lo que terminaba cediendo. De igual forma me entendía y también respaldaba.
—Mamá no debe seguir prohibiéndome... ya no. Y sé que es por el juicio, por eso tolera a los chicos —comenté luego de beberme el té.
Me puse de pie mirando el panorama de la ciudad. Ya hasta había olvidado que él quería hablar conmigo.
—¿Para qué negártelo? Pero yo no pienso igual que ella. Yo te apoyo aunque creas que estoy de su lado. Tengo que admitir, sus soluciones no han sido descabelladas.
—¿Qué ibas a decirme?
Se puso de pie mirándome con una seriedad que me asustó un poco, se puso a mi lado para mirar la ciudad también.
—Como consejo te pido que no debes grabar las conversaciones que mantienes con Jessica ni con nadie —dijo con un retintín molesto y decepcionado.
Yo no sabía a qué se refería por lo que él me lo explicó con voz rota.
Oh, mierda.
El informático que contrató Ruiz había llegado con el diagnóstico de la información de mi celular en la mañana, a Alonzo le dio curiosidad y escuchó una conversación que tuve con Jessica cuando estaba borracha en Nueva Orleans, antes de verme con Steve, se me activó la grabadora. Alonzo se enteró de todo.
Desde ese día había perdido la conexión de amigos que mantenía con mi padre.
El resto de la noche me encerré en mi habitación, no pude mirarlo a la cara ni ese día ni el siguiente que tuve la valentía de enfrentar el problema. Luego de la sesión con la terapeuta le pedí a Lucas que pasara buscándome.
Yim y Martínez se alejaron lo suficiente y yo me senté con la espalda contra un árbol, Lucas hizo lo mismo mirándome. No se resistió lo que me indicaba que quería hablar conmigo.
—¿Qué pasa? —me preguntó—. ¿Se trata de mí?
—De nosotros —dejé caer un suspiro.
—Con respecto a ti nunca se trata de mi —dijo adusto—. Menos de nosotros.
—No seas tan dramático.
—Me menosprecias y me estás echando la culpa que yo lo hago para que quede claro que soy yo el del problema.
—¿Qué? ¿Te estás escuchando? Tú fuiste el que me besaste.
—Yo soy quien te ama, tú no a mí. —Lo mire un segundo perpleja—. Y tú pareces la del problema.
—No sumes a la puta lista que el problema soy yo porque no te correspondo.
—Aparte de eso me ignoras.
—¿Qué? ¡Tú me dejaste de hablar hace semanas!
—¡Y no te interesaste por preguntarme por qué!
—¡Me besaste, no soportaste que te rechazara y desde allí no me hablas!
—¡Te revolcaste con el tatuador aquel!
—¡¿Y?!¡No mames, no es tu maldito problema!
Estaba tan molesto y contrariado que si me seguía viendo juro que me iba a clavar un cuchillo. Él se levantó y yo hice lo mismo.
—Si es mi maldito problema cuando ocurrió en mis narices luego de que me rechazaras, ¿por qué no lo rechazaste a él?
—¡Porque yo no siento atracción por ti! ¡Ya te lo dije, maldita sea! ¡Es incomprensible que estés enojado porque no te quiera!
—¡Yo no te quiero, te amo!
—¡De la maldita forma en la que lo haces!
—¡No me interrumpas!
—¡Y ya te dije que solo siento por ti afecto fraternal! ¡Que te enojes por cuanto chico salga o no te dirija la palabra porque tú te decidiste ignorarme es tu maldito problema!
—¡¿Y si es mi maldita culpa que te ame!?
—No lo es —dije más suave—. Creí que sí, pero no, nadie elige a quien querer. No tienes culpa, pero no puedes imponerme o hacerme dudar de lo que siento por ti. Ya te lo dejé claro.
—Cloy... —Se acercó a mí tomando en sus manos mi cara—. Por favor..., si puedes con otros puedes conmigo.
—No Lucas, no puedo hacer nada contigo.
—Cloy. No me lastimes.
—¡Alonzo lo sabe!
Bajó sus manos tan pronto procesó lo que Alonzo me había dicho la noche anterior.
—¿Qué? —El miedo se deformó en su mirada—. ¿Cómo?
Mientras le explicaba el color se le fue del rostro, se descompuso tanto que se volvió a sentar. Yo le dije que se calmara porque así no podríamos remediar algo, temíamos que mamá supiera algo, pero ese día había actuado normal. Lucas literalmente se puso a llorar, por lo que tuve que consolarlo acariciando sus hombros, sin emitir otra palabra.
Chantajeados
Teníamos una lista confirmada de todas las personas que testificarían a mi favor en el juicio. Que Logan haya hablado en mi defensa en la escuela disipó la duda y chismes, a pesar que Charlie seguía entubado por toda la sangre que había perdido. No mostraba señales de nada y era la victima principal, debía de despertar en cualquier maldito momento. Logan estaba cada día más nervioso y angustiado, y yo debía arreglarlo.
No es que estuviéramos hablando tanto. Yo quería mejorar, pero él estaba muy dolido como para darme otra oportunidad de confianza y se sentía culpable por montarle el cuerno a Chelsea conmigo. Era irónico que mientras establecía una mejor relación con los demás con él estaba estancada, que nos evitábamos en el instituto y nos limitábamos a hablar del juicio.
En la práctica me quedé ejercitando alrededor, hasta que acabó y lo llamé correteando tras de él que se giró de inmediato para verme.
—No corres mal —me dijo, yo me puse a su lado.
—Tú tampoco. Serías un buen jugador profesional de lacrosse —lo alabé.
—No es lo mío, al menos, profesionalmente. —Dejé de caminar al escuchar eso, él se detuvo también mirándome interrogante—. ¿Qué pasa?
—¿No irás a alguna universidad, estudiaras alguna carrera que te guste bastante pero no tanto como lacrosse y te consagraras como un jugador profesional?
—No —contestó con una sonrisa sintiéndose culpable.
—¿Por qué? —Fruncí el ceño.
—Se ven lindos juntos —nos aduló Hanck de espaldas antes de girarse yendo hacia dentro con los demás.
La escuadrilla de porristas estaban a un extremo conversando. Lo más probable que Chelsea nos estuviera mirando, había escuchado de Hanck al inicio de semana que Logan le había cortado, no me dijo el por qué porque yo lo sabía.
—McNaughton, tenemos que estudiar —me dijo Jerry con las manos en los bolsillos quedándose a un extremo prudente de ambos.
—Como todos los sábados, pelos rojos, te espero en casa.
Logan quitó la vista de nosotros caminando de aquí para allá muy incomodo y celoso.
—Allá estaré a las nueve. Adiós. —Me besó la mejilla y miro a Logan para chocar puño—. Pase linda noche capitán.
—Igualmente Taylor.
¿De cuándo acá él trataba a Logan así? ¿Con esa formalidad? Jerry se fue como si nada, yo me reí divertida.
—¿Por qué no me di cuenta antes de esto? —pregunté a la nada.
—¿Qué se dio cuenta antes que tú me encantas y como a él le encantas no le gusta vernos juntos?
—Lo consideras tu amigo.
—Claro, sí, hasta que hay distancias implícitas entre nosotros que debemos mantener. Son absurdas. Pero quiero mantenerlas.
Rodé los ojos, los hombres y sus cosas.
—Vamos. Los conozco, sé que odian estar así.
Solté una risita.
—Claro que sí, pero no puedo evitar sentir celos.
—Me dejó en la friendzone. Tú también, nosotros mejor dicho. Deberías de preocuparte por otras personas.
—¿Más de la mitad de la escuela? Ya lidio con eso, desde hace mucho.
—Aunque la conversación esté interesante, me acerqué porque venía a saber cómo estabas.
—Lidio con todo Cloy. —Echó un suspiro—. Es raro que me lo preguntes aunque no lo hayas hecho directamente y que me hayas hecho otras preguntas.
—La primera vez que me adoptaron preguntaba por todo porque estaba emocionada por tener familia. A ellos no les gustaba. Y por cada vez que hacía una pregunta o me encerraban en la habitación o me golpeaban. Los golpes sucedían más que todo cuando hablaba de más en sus cenas de galas.
»Por eso no hago preguntas. Pienso que si nadie me cuenta algo no tengo porqué preguntar porque no es de mi incumbencia ya que no le interesa contármelo. Y si alguien me pregunta a mí siento que eso es ser chismoso, pero sé que me cuesta contar mis cosas porque no quiero que nadie me hiera.
—Cloy... —susurró haciendo un puchero.
No esperé tanto y lo abracé, ambos sudados y todavía agitados. Me susurró también que lo lamentaba, yo le susurré que aunque no era positiva él era tan bueno en la vida que las cosas de él saldrían bien. Nos deshicimos del abrazo sin querer a los minutos.
—También lidias con peores cosas —dijo después—. Yo no te he preguntado.
—No es necesario, también tengo la cabeza vuelta un lío. Nos vemos.
Di dos pasos hacia atrás, hasta que me llamó por mi nombre.
—¿Por qué no lo preguntas? —Observó en dirección a las porristas—. ¿No quieres saber?
Sí, me moría. Quería saber si fue por mi o no, confirmado por él, que lo emitiera de sus labios.
—Creo saber la respuesta y no tengo cabeza para lidiarlo y a su vez tratar de que no te rompas más de lo que ya estás.
—Cuando pasemos todas estas secuelas podemos hablarlo. Me siento egoísta porque tú pasas por más presiones.
—Me siento egoísta porque son tus sentimientos. No creas que no.
Susurré otro adiós porque juraba que o nos besábamos como locos allí o nos pondríamos a llorar.
Tenía desde la mañana el plan de ir al departamento para saber cómo iba Duke, entré por el ascensor interno llamándolo.
—¡Duke, sorpresa! —me anuncié
Seguí caminando hasta que me llevé la sorpresa de ver a Matthew, Duke y Cristian sentados en la mesa del comedor junto a Steve que al verme se puso de pie.
—Como son tus amigos deberías de mirarlos mejor olvidando que me crees un urgido —comentó Matthew mirando su celular.
—Esta es la parte donde me dirás de tu presencia aquí.
—Es impresionante que no haga la pregunta y que orille a contestar —murmuró a los demás.
—Haz silencio.
No lo hizo sino que me explicó que Steve estaba allí porque era uno de los testigos claves en el juicio, por lo que tuvieron una cita para consolidar su testimonio.
—¿Por qué no me parece incómodo que estos dos tipos y yo estemos muy tranquilos en un mismo espacio sin tratar de matarnos? Hemos sido tus ligues —habló Cristian.
—Maldito imprudente.
¿Cómo se había dado cuenta que tuve algo con Matthew? Y en mayor medida no quería que Matthew ni nadie supiera el corto momento con Cristian, ni que nadie, incluyendo a Cristian, se enterara de mi largo momento con Matthew.
—Por el señor West no te preocupes y por mi menos, tu vida sexual es nula para mí. No llegamos a nada —dijo Matthew tranquilo.
—Me voy. No los soporto. A ninguno de los tres —dijo Duke poniéndose de pie.
—Hace rato presencié una escena de celos. No se pongan también más imbéciles —pedí acercándome a Duke al que le di un abrazo, se veía mejor aunque había perdido un poco de peso.
—¿Quienes? —me preguntó.
—Logan y Jerry. Me divirtió.
—Están locos por ti —afirmó Matthew anotando algo en su libreta—. Apenas he hablado con los dos una vez y no es difícil deducir.
—Logan se muere por ella. Restaría saber por quién se muere ella —dijo Steve hablando por primera vez.
Matthew alzó la cabeza sonriéndole.
—¿Ya te caigo mejor? —le preguntó.
—Te los dejo —murmuró Duke yéndose a su habitación.
—Ahora sí haré la pregunta directamente, ¿por qué la reunión aquí y no en casa?
—Eso fue lo que ordenó tu madre. —Matthew se puso de pie—. Me voy, le pasaré toda la información a Ruíz para retocar algunos aspectos. Nos vemos otro día.
Sonrió con pedantería recogiendo sus cosas y se fue por la puerta no importándole que nadie se despidiera de él.
—Te enfadaste por eso y no porque jamás te hayamos dicho antes que Tris gustaba de ti —repliqué a Cristian.
—Sufro mi duelo como me venga en gana. Me voy, no quiero estar cerca cuando empiecen a quitarse la ropa.
Y sin más salió del departamento por el ascensor que quedaba en diagonal a la puerta donde mi abogado y ex ligue había salido.
—Qué bueno que me estés ayudando —le dije a Steve—. Te lo agradeceré siempre.
Le eché una mirada porque mi juguete me pareció aburrido teniendo de frente a uno de mis mejores polvos. Era fácil deducir que Matthew y él fueron los mejores, pero era difícil decir cuál era el mejor entre los dos.
—Me lo pidió tu madre.
Él se acercó quedando más cerca de mí de frente.
—No me sorprende.
—Siento mucho haberme asustado por lo ocurrido en Nueva Orleans y no llamarte. Te lo dije en casa de Ada, pero no estabas del todo en tus cinco sentidos.
—Fuimos un polvo. Quedamos en el pasado. Porque no me pude acostar contigo en la casa de Ada no significa que ahora sí.
—¿De verdad te enojaste tanto por eso?
—Claro que sí. Fuiste un maldito cobarde que no me habló claro que no me vería más porque no quería más problemas. Creíste que al vernos en casa de Ada volveríamos a follar, pues no. Te hice pensar que sí porque mi mente era un puto lío como para coger.
—Lo siento.
Tomó mi mano, la quité. Maldita sea. A pesar que estaba enojada con él quería subirme sobre él, Steve siempre me hacía tener ganas. Supo mis intenciones porque se acercó a besarme con lentitud y subiéndome sobre él en el sofá. Nos manoseamos un par de minutos, duramos tanto conteniéndonos y en eso vi a Duke salir y entrar con rapidez al vernos.
Y en la habitación nos dejamos llevar.
Tiempo después que estábamos agotados y sin más condones nos quedamos mirando el techo. Era un buen polvo, pero no sentía la química que con Jerry y Logan sentí en los pocos acercamientos sexuales que tuvimos. Él era como un amigo para coger y ya. Mismo sentimiento que compartía con Matthew aunque la diferencia es que no lo creía mi amigo.
Se levantó y se puso la ropa. Como tenía hambre me puse una bata encima para salir a la cocina y comerme algo. Cortando un pedazo de pastel sentí un beso en cuello, nada romántico porque su mano bajó a mi uve.
—Me gusta lo prohibido —dijo.
—Yo no soy prohibida, estoy a tu alcance. Y tal vez sea una de las últimas cogidas que tengamos.
—Estoy seguro. —Sacó su mano—. Tu madre me contactó mucho antes.
Me giré de inmediato.
—¿Cuándo?
—Luego de Nueva Orleans, me pidió que me alejara de ti. —Claro, ella no me había preguntado por él más que una vez que al decirle que era una especie de ligue lo dejó estar—. Que no te convenía y otras mierdas más sobre que no me tomarías en serio. Por eso no te llamé más.
Se notaba que no le gustaba decirme aquello, aunque no podía esconderlo.
—¿Te amenazó?
—Básicamente. Quien me contactó ahora fue Matthew Sanders.
—¿Te ofreció dinero? —preguntó Duke en el marco de la puerta. Fruncí el ceño por segunda vez en la tarde.
—Sí. Lo rechacé, no soy ningún interesado.
Herví de rabia y me giré a Duke que procedió a explicarme que le había ofrecido dinero para que se alejara de mi cuando se mudó conmigo, también a los demás chicos cuando los invitó a la fiesta de cumpleaños. Incluso para más inri les ofreció dinero y los amenazó cuando me encontraron drogada coaccionada por Ramiro.
Yo me puse la misma ropa y salí como una loca a la casa mientras aquellos dos me seguían más los guardaespaldas porque decidí irme caminando.
En la entrada seguían algunos reporteros que me agarraron a preguntas sin dejarme pasar.
—Quítate de ahí maldita sea. —Empujé leve a uno, escuché que Duke soltaba un quejido y lo empujé más fuerte para ir atrás donde estaba él. Su camisa era blanca y se veía la sangre que salía de su espalda—. ¡Dejen la maldita mierda en paz! ¡No asesiné a Charlie Fodds! ¡Ni queriendo asesinaría a alguien porque tengo más sentimientos que ganas de idear un maldito plan de asesinato!
Me agaché cuando Duke tuvo que sentarse desorientado en el suelo, Steve estaba reteniendo a los demás mientras veía aliviado que ya los guardaespaldas venían corriendo.
—¿Le echa la culpa a Ramiro Banner? —preguntó uno, el maldito micrófono se lo tiré en el suelo.
—Quien le hizo esto a mi amigo va a pagar la maldita clínica y toda la mierda que le han hecho pasar en el departamento —amenacé.
Martínez cogió de los brazos a Duke, metí la puta llave que nos dejó pasar a la casa mientras Yim y Steve evadían a los demás.
—No duele tanto —decía mi pobre amigo mientras yo le pedía miles de disculpas.
Cuando llegamos al vestíbulo, todos estaban allí, Luz buscó el botiquín de auxilios mientras Martínez, que sabía de curaciones, se la limpiaba diciendo que no era grave y los puntos seguían.
—¿Quién es este chico? —me preguntó Catalina haciéndose la inocente.
—Es Steve West. Habíamos quedado con Ruiz que Matthew lo interrogaría —le explicó papá ajeno a todo.
—Tú y yo necesitamos hablar ahora —le pedí a Catalina llevándola del brazo mientras papá nos seguía.
Me detuve en la puerta de entrada de la casa luego de subir las escaleras.
—¡Pensé que nunca serías como esa malditas madres que chantajean por dinero! —exploté—. ¡¿Cómo carajos te atreviste a ofrecerles dinero a mis amigos para que se alejaran de mí?!
Me miro asombrada, indignada y furiosa a partes iguales.
—Te dije que se enteraría —dijo papá recriminándole
—¡¿Y tú lo sabías?!
—Nunca estuve de acuerdo.
—¡Aparte le ofreciste dinero a Steve! Maldita sea ¿Qué está mal contigo?
—Las cosas están mal conmigo —replicó ella.
—Sí, de acuerdo. Muy jodidas porque quiero a las primeras personas que conocí y me críe a pesar de sus defectos. A ti te quiero a pesar de tus malditos defectos.
Bien. No me esperé la cachetada que me metió. Que le dolió a su mano porque se la sobó mientras papá la miraba horrorizado.
—Lo hice por tu bien. Ahora por culpa de ellos vas a un juicio porque te creen una asesina —sonó ruda.
—Los mismos que van a sacarme del problema. Que tú quieres ahora porque son demasiados a favor de mí. Tú atrajiste a Ramiro cuando te dije muchas veces que no lo querías ver. No respetas mis deseos.
—Te van a meter en algo peor.
—Te lo diré únicamente: deja de joder metiéndote en mi jodida vida y con mis amigos, no me exijas ni una mierda más. No le ofrezcas dinero porque ellos valen demasiado para rebajarse por unos miles de tu jodida cuenta —le espeté.
—Te acordaras de mí...
—Con un jodido y maldito demonio Catalina Ponce —la corté bramando—, vendré hasta aquí pidiéndote perdón y dándote la jodida y maldita razón si alguno otro me defrauda.
—Ramiro y el otro ya lo hicieron.
Se cruzó de brazos con la ira en su cara de ojos marrones, con la expresión de cualquier madre mexicana que estaba hasta la madre.
—Ramiro ya estaba jodido. Estucha bien: ya no te doy el derecho de chantajearme por nada.
—Convenceré a Ruiz que ya no lleve el caso de tu amigo Killian.
—No si es con mi dinero —dijo Alonzo.
—¡¿Qué?!
Yo no sabía que ella no sabía eso. Ella lo miro traicionada y aunque papá lo sentía estaba firme en su decisión.
—Hazlo. Ya no te doy el derecho de hacer que me contengas para no estar con ellos. Ahora menos que menos me importa que lo pienses, lidia con esa mierda, Catalina por toda tu jodida vida.
Me giré para irme y llevarme a mi amigo, cuando ya estaba en el último escalón con la mirada de todos, puesta en nosotros. Steve ya no estaba. Samuel se había quedado y Cristian había llegado.
—Si te vas, no regresas y no te apoyaré económicamente —me dijo detrás de mi—, consigue una beca para la universidad. Y unos abogados que lleven tu caso y otros guardaespaldas.
—Con mi dinero llevaremos el caso —dijo Alonzo.
—No pretendía pedirte dinero —le dije.
—Acaba con la severidad Catalina —se adelantó Alonzo hasta mi lado y me tomó de los brazos—. Quédate allí, por favor. Considera lo que sucede con la prensa.
Su mirada desesperada y tono dulce me hizo recapacitar.
—No por mucho tiempo.
—Vale, lo acepto.
Me abrazó. Me giré a mis hermanos que lloraban los tres, mierda. No había por qué, aunque yo también lo estaba haciendo.
—Nos veremos, están invitados al departamento. Dejen de llorar.
—Si lo haces tú —me dijo Luis abrazándome.
—Bien, bien. Podemos mañana vernos, como siempre lo hacemos.
—Trato.
—Te llevaré las cosas dentro de unas horas —me dijo Lucas.
—Toda la ropa —me dijo Luz
—Regalé la ropa que me dio Ramiro así que, sí, está bien.
Les di un abrazo y caminé con Cristian y Samuel que llevaban a Duke que estaba agotado.
—Estás despedido —le dijo mamá siguiéndonos.
—Segunda despedida en un mes y ésta si me produce alegría —contestó Samuel secamente. Cristian se rio con ganas.
—Nada nos afectará, ya me he ido de casa antes —le dije—. Te quiero, pero ya no soporto seguir viviendo contigo.
Le afectó tanto que se dio la vuelta.
Me tomé del hombro de Cristian saliendo los cuatros ante la prensa como los invencibles no demostrando los jodidos que estábamos, yo sin derramar una gota más.
5/5
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