CAPÍTULO 19
<<<3/3>>>
Chantaje
Cuando me desperté Ramiro no estaba y mi bolso estaba en un sillón. Me metí al baño con mi cepillo de dientes, me asee y salí de la habitación. Él estaba comiendo pizza sentado en la isla.
—Buenos días, coletitas grises —cantó en español recordándome cuando le decía así a mi peinado de seis años—. Buenos días señor sol.
—Buenos días, esponjoso. Si empiezas a comer calorías y carbohidratos en las mañanas todos los días te dará un ataque cardio-respiratorio cabrón.
—Lo dices porque odias la pizza.
—Sabes que sí.
Rodó los ojos, pero luego al instante se impulsó a darme un beso en la frente.
—¿Cómo amaneciste?
—Me siento peor que ayer.
—Compré hamburguesas y carne para ti, dime ¿cuándo fue la última vez que comiste así en un desayuno?
Arrugué la cara y me senté lejos del olor de la pizza y de él.
—No recuerdo. Ahora me alimento bien para mantener mi resistencia al boxear.
—Te veo mejor. ¿A cuántos has noqueado?
—A ninguno, pero se han ganado mis golpes.
Me sirvió y en el silencio mientras masticábamos recordé algo.
—¿Y Caddie?
Su expresión se deformó de inmediato en seriedad y una mueca donde me dejaba claro que no quería tocar el tema.
Candice era la chica de la que él decía haberse enamorado a primera vista uno dos años atrás, todo fue tan rápido que a los ocho meses se mudaron juntos como pareja. Ramiro nunca había estado tan feliz y encabronado con ninguna otra novia que con ella, lo que quiso decir que iba en serio su relación. La chica tenía tres años menos que él y me caía de maravilla, contrario a lo que Ramiro era.
—Me dejé con Caddie y como sabía que en este diciembre pasado regresaríamos a Chicago, no quise tener aquel departamento, lo vendí. A un tipo —dijo la primera parte como tratando de decirme que no la mencionara y que me concentrara en lo otro.
—Lo conocí.
—¿Por qué?
—Pensé que te quedabas allí.
Alcé los hombros quitándole importancia. Él se carcajeó fuertemente escupiendo en el proceso pedazos de la asquerosa pizza en la mesa.
—¡No puedo contigo! —Se rió tanto de mí que llegó al punto de botar lágrimas—. Es decir, sabias que estaba en Chicago por tu madre, entonces te escapaste y fuiste directo a mi anterior departamento pensando que vivía allí. ¡Debí haber visto tu cara de mensa cuando te dijeron que no vivía allí!
Al menos di y recibí sexo oral y vaginal. Súper casual.
Me hice la tonta indignada viéndolo reírse.
Me dediqué a comer lanzándole miradas furtivas mientras él se burlaba de mí. Hasta que se puso serio.
—Ese día creí morirme de la furia cuando te vi en ese estado. Pensé que te daría alguna sobredosis Cloy, me sentí mal hasta conmigo mismo por ir a coger y dejarte con los chicos.
—Debí medir que tan mal me caería la droga.
—¡No debiste consumirla! —Le dio un puñetazo a la mesa que no me inmutó.
—Y por eso tú le mentiste a los chicos. Si tú no soportaste lo que hice. Eres un mal nacido.
—¿Acaso no miras que muchos de nuestros amigos no progresan en sus vidas? Se volvieron dependientes en eso porque no saben qué hacer con sus jodidas vidas —fue su justificación
—El sistema jamás lo ayudó...
—¿Te escuchas? —me interrumpió—. ¿Qué tiene que ver el maldito sistema con que se droguen porqué no quieren avanzar por sí solos? A la mierda el sistema. Ya es cuestión de ellos, si nunca contaron con un apoyo familiar, ¿por qué cuentan con una maldita droga que no es persona? Que saben que los jode.
—¿Te escuchas tú? No tienen apoyo Ramiro, ven la solución allí. Ponte en su perspectiva.
—Te pusiste muy bien tú cuando te ofrecieron fumar esa mierda. Estás pensando erróneamente ¿depender de una maldita sustancia que a la larga te deja el cuerpo y la mente destrozada? Eso es de ignorantes y malditos dependientes drogadictos.
—¿Hablas de moral cuándo has estado en fiestas todos estos días y no precisamente a solo bailar? Has estado bebiendo porque tu cara de desastre no es por ver películas hasta tarde, y críticas a los chicos.
Mi golpe bajo no le gustó en nada.
—Te critico a ti que quieres ser como ellos, termina de entender Cloy que a ti no te tocó vivir la vida de ellos, buena o mala para ellos. Ellos pueden elegir por sí solos sin que sus padres estén detrás. Y a ti te tocó eso, bien. Tú querías una familia, ellos también, a ti te adoptaron a ellos no y es lamentable. Y eso no es razón para que echen a perder su cuerpo.
—No tienen a quien recurrir.
Se levantó tirando la servilleta a un lado.
—¿Te quieres volver una maldita drogadicta solo porque entiendes su condenada situación?
Me levanté también golpeando con mis manos la mesa.
—De que entienda su situación no quiere decir que me volveré drogadicta de por vida.
—Mierda Cloy. —Me miro más serio que enojado, dio la vuelta a la mesa, me tomó de la cara para examinarla—. ¿Estás fumando hierba?
—Me dices todas estas cosas porque sabes que no tienes justificación alguna. Tú no soportas que ellos sean mis amigos, solo quieres que dependa de ti. Por eso los engañaste y me trataste de manipular alejándote con tu indiferencia. Ya nada de eso me hace daño. Solo quiero que dejes de hacerles daño porque el problema es entre tú y yo.
Me observó con la ira a mil. Se me abalanzó logrando taparme la boca. Le mordí la mano.
—Puta, puta.
Se quejó mientras se sostenía con la otra mano y saltaba de un lado a otro inclinado.
—¡La madre tuya!
—¡No te metas con mi madre maldita. —Se me abalanzó de nuevo logrando pegarme a una pared con la mano no mordida en mi cuello, lo mire más suave dándome cuenta de mi error—. Ella es sagrada, Cloy.
Eso no fue lo mejor en decir.
—Ya no quiero más de tu mierda ¿no lo entiendes? Entiende que ellos son importantes para mí.
—Te perjudican. Tenías tiempo sin verlos y en la mínima oportunidad te metieron a la cárcel estando en su barrio. Tú no lo entiendes Cloy. Te quiero proteger.
Golpeó su mano contra la pared varias veces. Para que dejara de hacerlo lo abracé por detrás pidiendo asustada que parara. Quería que parara, pero no le creía. Yo no quería caer en el círculo vicioso de nuevo, y, allí estaba de nuevo agotada mentalmente.
—¿Me dirás lo que pasó con Caddie? —le pregunté.
—Caddie está enterrada y no se habla de ella —cortó enojado.
—La amabas.
—Y eso murió. Ahora no es relevante eso..., no es fácil hablarlo.
—¿Nuestra vida ha sido fácil? Lo hemos sobrellevado, ya nos estamos acostumbrando —hablé luego de unos minutos de pausa—. Nuestra relación se está pudriendo, quedarán las cenizas cuando yo no quiera esperar por tu respuesta.
¿Qué había ocurrido con ellos? Sé que Ramiro no era una persona tan accesible por ser tan tosco gracias a su niñez. Quentin y Bárbara Banner, estaban en la ronda de los cincuenta pero como todo multimillonarios se veían de treinta y cinco. A pesar de ser ricos de cuna fueron muy amables al adoptarlo. Él no podía tener queja alguna de ellos, decía constantemente que no reemplazaban ni de cerca a sus padres pero fueron un gran apoyo a él que no le había quedado nada de familia en ese accidente.
Los padres de Ramiro habían emigrado de Guatemala cuando él tenía siete años, vivían mejor que cualquier indigente de la calle pero no mejor que de la talla de sus padres adoptivos, al tener diez años en un día normal de jornada laboral sus padres decidieron llevárselo a su trabajo ya que había tenido problemas con un compañero de la escuela que pensaba que los latinos eran una plaga mala.
El peor día de todos para la familia Cruz.
Un esquizofrénico que manejaba un camión de materiales industriales impactó contra el bus donde iban los tres. Vio morir a sus padres en cuestión de minutos mientras la ayuda llegaba, por milagro él no se lastimó grave porque su padre lo protegió en el impacto logrando un golpe en la cabeza que fue una contusión y una herida que se formó desde el final de la oreja hasta la mitad de la mandíbula. Como no les quedaba familia cercana en Guatemala y aquí en Estados Unidos no tenía a nadie, el sistema lo adoptó como hijo.
Y luego de años de vivir allí y acostumbrarse a los orfanatos siempre guardando la esperanza de que lo sacaran de ese lugar. Los Banner se interesaron en el acento de Ramiro como de su extrovertida personalidad, es así como ellos lo adoptaron llevándoselo a Canadá. Como un buen amigo les dijo que se portaría como niño bueno si veía a sus amigos frecuente, es por eso que él logró visitarme en cada fecha especial así que cuando llegaba la temporada de invierno sus padres adoptivos se trasladaban a Chicago por trabajo y luego él venía a Nueva York a verme.
***
En la tarde tuve una conversación con Catalina.
—Odio que no me digas mamá. No creas que porque te fuiste me llamarás así —dijo con acidez.
—Entonces, me llamaste solo para reprocharme... —le dije.
—Y a pedirte que regreses, no puedes vivir en ningún otro lugar que no sea aquí.
—Ya sabes que no quiero hacerle caso tus prohibiciones
—Y yo no quiero que arruines tu vida gracias a ellos.
—Puedo arruinar mi vida perfectamente sin ellos. Y estás consciente porque no soy correcta —teoricé también con rabia—. Estoy cansada de que no estés de acuerdo con ser amiga de ellos, de que solo sea amiga de los chicos del instituto. Haz estado feliz desde que sabes que soy amiga de Logan y desbordabas alegría cuando los chicos de instituto fueron a casa. Pero tú no elijes mis amistades, si crees que me adoptaste para eso, estás equivocada.
—No quiero que te des cuenta tarde, cuando algo malo te pase Cloy —dijo en un tono preocupado.
—Catalina no te contesté para que me repitas lo mismo una y otra vez.
—Por supuesto, no dejaré que ninguna hija mía esté por allí sin dinero y sin nadie responsable aunque confíe en Ramiro. —Él a mi lado sonrió sobrado—. Si emito una orden de tu desaparición irán a buscarte.
Me levanté de la cama por la indignación que me envenenaba.
—No me chantajees —espeté—. Ya no tienes poder sobre mí, soy mayor de edad y puedo ser independiente.
—Regresa.
Pensando algo rápido para amenazarla una idea me llegó.
—Puedo irme del país si quiero y ya no me verás ni controlaras.
—Están a nada de emitir un reporte si no te apareces. E incluso daré dinero al que te encuentre.
—Hablas de mis amigos, pero muy bien que te estás organizando un plan ilegal. Puedo llamar a la estación doce y decir que estoy bien.
—¿No me estás escuchando? Lo mejor es que vuelvas —dijo como último recurso, no podía sostenerse en nada.
—Con tus condiciones no regreso ni drogada. Regresaré si ahora pagas el abogado de Killian.
—¿Qué?
—Lo que escuchas, si es un no. Créeme que me esconderé muy bien para que nadie me consiga.
Calló durante unos minutos sin saber qué hacer, escuché la voz de Alonzo al que ella no dejó tomar el teléfono.
—Hecho, tenemos un trato. Tienes que venir.
—Necesito ayudar a Ramiro en otras cosas, necesito unos días más.
—¿Cuántos?
—Cinco.
—Si vienes en dos te consigo un departamento para que vivas. —La oferta más tentadora que sabría tendría algo detrás aunque en ese momento no me importó la consecuencia.
—Hecho, nos vemos mamá. Saludos a todos —dije con fingida emoción antes de cortar.
—¿Qué carajo fue eso? —me preguntó Ramiro conmocionado, más lo estaba yo.
—Nos acabamos de chantajear —musité con voz lejana.
—No entendí a partir de policía y abogado.
—Yo sí. Tengo que ir a Nueva York en dos días.
—Y me voy contigo. Si quieres irte de nuevo lo harás conmigo —dijo posesivo.
Mierda. Ya Ramiro no me hacía falta... ¿o sí? Tenía que buscar una forma de controlarlo.
—Como quieras. Abrázame, amo a mi madre pero no me entiende.
Lo hizo consolándome, de nuevo no sentía nada de nuestra conexión. Me hacían falta otros brazos de mis verdaderos amigos.
Pero el plan era ese, hacerle creer que estaba de su lado y que dejaría a mis amigos para tener pruebas suficientes e incriminarlo sobre lo que nos había hecho. Todavía tenía a mi lado a Alonzo.
—Puedo pagar el abogado —habló a mi lado en la terraza horas después—. No porque quiera que Killian esté afuera, si no porque tal vez Catalina te haya tendido una trampa para que fueras.
Estaba poniendo en peligro todo, pero era la única forma.
—Trato, pero es si Catalina se niega a la final —acordé.
—Como sea. Solo no quiero que te involucres con ellos a partir de ahora.
Y allí estaba la maldita condición que me condenaba.
—Si Catalina lo termina pagando no hay trato —me negué.
—Buscaré la forma de que Catalina deje de joderte tanto y si lo hago tienes que alejarte. Estás ciega, pero pronto te darás cuenta que ellos no te convienen.
Repetí lo último que le había dicho, me abrazó como si nada y me pidió ir al centro comercial a hacer compras.
En la tienda de ropa, me senté en el mueble en una clara posición de no querer nada. A él no le importó, habló con las vendedoras y ellas escogieron ropa para mí. Le dije que no me pondría esa ropa y me dejó yendo a otras tiendas e incluso de ropa interior. Yo dejé que hiciera lo que le diera en gana y llamé a Duke para avisarle que estaba bien, no le gustó nada que estuviese con Ramiro que me preguntó si podía irme a buscarme, yo me negué y le dije que nos veríamos en dos días.
Llamé a Samuel que estaba trabajando para decirle lo mismo y pedirle que no dejara hacer a Duke ninguna tontería, me garantizó que lo calmaría. Habían mensajes y llamadas de Logan al que también contesté diciéndole que estaba bien, con enviar eso no tardó en llamarme. Como no estaba para llamadas con Ramiro haciendo desbanque a sus padres, colgué para enviarle un mensaje diciéndole que estaba ocupada. En última instancia le envié a Jessica para que también estuviera pendiente de Duke.
Reunión descarada
Timothy Dixon era un psicólogo, profesor universitario y escritor al que le llamé la atención porque literalmente había llorado en la sala de su departamento y también tuvimos sexo no solo en su casa sino también en el baño del centro comercial donde me escapé de Ramiro mientras roncaba la resaca por la borrachera que se había metido el día de las compras. Pero también tuvimos que volvernos a ver cuando su hija me pidió vernos en la pista de hielo.
Y lamentablemente Ramiro nos acompañó, pero se mantuvo a raya sus celos por los niños. Le enseñé a patinar a Antonella. Y por último propusimos buscarle alguna cita entre la gente del lugar, pero no tuvimos éxito.
En el estacionamiento Ramiro caminó a su camioneta y yo me quedé para despedirme de los niños y le prometí a Antonella que iría a visitarla, besé la cabeza de Aleph y Timothy al haberlos asegurado en los sillones de su auto regresó a mí.
—Una causalidad si vengo de nuevo a Chicago en el año —le dije a D.T.
—Si sería una causalidad de que viaje por ejemplo a Inglaterra que es donde siempre viajo y te encuentre. —Sonrió.
—No tengo familia allá. —Puse un peso en un pie mientras me mordí el labio.
—Entonces contaremos con que vengas para acá.
—Mañana me voy. Mejor porque Ramiro me conoce demasiado y sabe por mi mirada que te deseo mucho.
—Aunque me haya gustado me arrepiento porque eres muy menor para mí.
—Son ocho años. Nadie lo sabrá. Menos lejos.
—¿Ves? Nuestra disposición no se acopla en nada. Nuestro deseo sí.
Me acerqué a él para besarlo pero reaccionó y me pidió que me quedara allí, se metió en la camioneta y buscó algo, cuando se acercó lo hizo con una bolsa blanca con un logo editorial.
—Te dije que soy escritor, publiqué hace tres años esta novela. —La sacó, su nombre era Costumbres rosas—. Quiero que la leas, no tienes cara de lectora pero así sea que leas una línea cada semana.
—No me interesan los libros, pero lo leeré.
Guardó el libro y sacó otro de la misma bolsa.
—Eso espero, quiero que me digas lo que opinas, y está este, es de psicología, te ayudará con los problemas que enfrentas.
Y eso que ni siquiera le conté lo que me sucedía, pero tiene ese ojo que adoptó en la práctica de su profesión.
—Si no leo normalmente ningún libro por voluntad propia uno de psicología no lo leería.
—Te ayudará. No te veías bien ese día en mi sala.
—No creo leerlo.
Sin embargo sonrió y me entregó la bolsa al haber metido ambos libros.
Susurré su apodo y llevé mis labios a los suyos, solté la bolsa, rocé mi entrepierna con la suya cuando alcé mis piernas obligándolo a sostenerme. Nos besamos sin control, con entrega y pasión en el beso más largo que nos habíamos dado, nuestro contacto culminó cuando nos quedamos sin aire y me abrazó sin ganas de ser sexual hasta bajarme
—Sé que no te enamoraste de mí. No te doleré —dije.
—Te dolerá que no podremos vernos y ser amigos.
—Usemos las redes sociales y te puedo enviar nudes si te sientes solo.
—Vete ya Cloy.
Rió apartándose más de mí negando esa idea.
—Palmea mi culo y estamos en paz.
La idea le tentó, miro a la camioneta, Antonella que nos había estado observando también se había quedado dormida. Me giró y me nalgueó, lo tomé desprevenido y le hice un chupón en el cuello que le dejó una buena marca roja. Me abrazó pidiéndome que me portara bien, le dije que no actuara como viejo que lo que estaba era bueno. Se volvió a apartar de mí, yo lo hice mirándolo por última vez para luego girarme e ir a Ramiro.
Hay personas como Timothy que conoces en poco tiempo y te hacen parte de su vida.
<<</>>>
Fin del maratón
Besitos problemáticos ❤️
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top