CAPÍTULO 17
<1/?>
Diez semanas antes
El beso de tres segundos
En la tarde del último día del año aparecieron mis hermanos, quienes llevó Roque. Luis me pidió a ruegos que me regresara y yo le expliqué que no había chiste en hacerlo porque sería todo igual y más bien Catalina estaría angustiada de que en cualquier momento lo haría de nuevo.
—Mamá no te castigará más —me dijo él.
—¿Te lo dijo? —pregunté sabiendo la respuesta. Negó con la cabeza—. No gusta de mis amigos, pero no por eso me fui, Luis. Me fui porque estaba controlando mi vida y yo estaba usando una especie de doble identidad para que lo no hiciera más. ¿Quién quisiera vivir así? ¿Recuerdas que me habían adoptado antes de ustedes? Sería algo así de desastroso.
—¿Qué pasó con los que te adoptaron? —preguntó luz intrigada desde el otro lado en el comedor.
—Nunca me prestaron atención y les interesaban más las galas benéficas —dije.
Era una verdad a medias, la realidad fue que apenas me atendían y me querían tener como el trofeo del año, cuando hacía preguntas recibía regaños y cuando no los obedecía me golpeaban. Era una de las razones por las que desconfiaba de las personas y era arisca. Por eso cuando regresé al orfanato con tan solo diez años mi actitud cambió, lo que empeoró fue que Ramiro que siempre fue agresivo conmigo comencé a defenderme de él golpeándolo. Y casi nueve años después seguía resentida por esa adopción.
—Muy poco hablas de esto —dijo Roque al lado de Luz.
—Es cierto —dijo Lucas que estaba de pie mirando el departamento.
—Había un visitador activo por mi edad, se dio cuenta y les quitó la patria potestad. Algo bueno dentro de todo eso —dije.
—Debió de ser traumático —dijo Luz levantándose y apretando mis brazos.
—Vi a psicólogos en ese momento.
—Estoy confundido, entonces, ¿fue por eso que te adoptaron? —preguntó Lucas—. Por eso las visitas del sociólogo los primeros años.
—Sí —mentí.
Ninguno sabía, a excepción de Alonzo, que fue porque vi a una niña muerta en el bosque del otro orfanato. Mi travesía en esos lugares indicaban que si yo no me iba pronto acabaría muerta, por eso siempre había llamado a Alonzo y Catalina mis salvadores. Y las cosas estaban jodidas.
—No entiendo nada —dijo Luis.
—No es difícil comprenderlo—le dijo Lucas y me miro—. Has pasado por tanto, al menos nosotros no hemos sido tan malos ¿cierto?
Mire a los cuatro.
—Claro que no y por eso los quiero.
Roque miro hacia otro lado, la cuestión era que sabía que Alonzo se lo contaba todo. Y que en ciertos momentos en mi nueva vida con los McNaughton también yo recurrí a él.
Lucas me distrajo cuando miro por la ventana y habló:
—Ahí está tu amigo, Duke, pueden ir a preguntarle sobre alguna heladería que quede cerca. —Nos miró y luego a Roque con significancia, al menos yo no era la única que mantenía secreto con el mejor amigo y socio de mi padre—. Quiero hablar con Cloy a solas.
—Nos quedaríamos un ratito más —protestó Luis.
Ya era un poco tarde, ya que debían alistarse para una fiesta de fin de año, que agradecí no ir, en casa de la familia de la amiga de Luz. Me acerqué a Luis y lo abracé fuerte, luego fui por Roque y luego por Luz que casi se ponía a llorar. Cuando nos quedamos solos, Lucas se me quedó observando de pie de espaldas a la puerta.
—Cloy... No imagino si lo crees o no... Te quiero.
—Yo también.
—Es que me porté mal contigo.
—No pasa nada.
Lo abracé y él se aferró a mí.
—Todavía no he comprobado lo que sabes de Cynthia y quiero creerte pero no puedo ser arbitrario, no tengo nada contra ella. Y me siento mal porque lo quiero, quiero encontrar una razón para terminarle.
—Hazlo si es lo que deseas —dije alejándome.
Él volvió a tomarme de las manos, y, entonces me miro de una forma más atenta, como si tras sus ojos brillosos quisieran decir lo que no podía contar.
El sonrojo de su rostro no era normal, no era la mirada dulce de un hermano a una hermana, era esa mirada de deseo de un chico a una chica. Me sentí extraña, ante esa situación porque, estaba consciente que cuando comenzamos a convivir era cauteloso y muy dulce conmigo. También no podía olvidar que lo escuché hablar con Roque cuando teníamos eso de quince años que yo le gustaba, hasta que en un punto o quizás consejo del otro dejó que yo fuera su centro de atención.
—He pensado en: «Si Cloy no fuera mi hermana...»
—No pienso en nada acerca de ti que no sea hermandad —dije de golpe evitando que continuara—. No soy estúpida para darme cuenta que el niño bonito, dulce y atento que es el hijo de mis padres adoptivos se sonroja cuando me ve y me mira de forma curiosa cuando estoy descuidada. Eso lo pensé hace seis años.
Vi dolor en su mirada, no fue bueno contarlo con elocuencia.
—No puedo. Lo intento y no puedo. Quizá porque cuando llegaste empezaba mi pubertad, será porque eras tan hermosa y decidida que no pude hacer que me dejaras de llamar la atención. Era un niño Cloy, no controlaba ni sabía de la magnitud que eso representaba.
—¿Miras así a Luz?
Se carcajeó abriendo y cerrando sus ojos de forma impactada.
—¡Por lo mismo es que te miro diferente! ¡Porque a ella la veo como mi hermana! ¡Y ni siquiera debo pensar si la miro así o no! ¡Es automático!
—¿Y es automático la forma en que me quieres?
—¡Es automático la forma en que te quiero así! ¡Sí!
Se acercó mucho a mí. Su ansiedad y desesperación lo confirmaba el latente movimiento de su pecho y la capa de sudor que se le formaba en el cuello.
—¡Hola! ¡No tengo doce años, a ti no te llega la pubertad! ¡Te llegó!
—Y esa es la maldita razón en la que te miro diferente porque, ni siquiera puedo definir si me gustas, me atraes, es obsesión o estoy enamorado de ti.
—Maldición, no, Lucas. Debes parar con esto.
Me alejé dos pasos de él.
—Te tengo sentimiento familiar, lejano, pero eso no quiere decir que sea únicamente de hermandad.
—Si Luz no fuera tu hermana...
—¡Maldición! ¡No! —me interrumpió gritándome—. No vengas usando a Luz en esto...
Dio unas tres vueltas graciosas, así como cuando los perros se quieren echar y no consiguen buena comodidad, hasta que se pegó en la puerta para controlarse, pude reír pero estaba muy enojada.
—Yo me siento de la mierda jodida como dices tú sintiendo esto. Me siento sucio —habló en voz más baja.
—Y por eso no debes quererme así. Solo estás algo trastornado conmigo.
—¡No estoy trastornado! —Se vino hacia mí con violencia—. De que me seas mi hermana adoptiva y te tenga poco cariño de hermanad hacia a ti, no quiero decir que esté trastornado.
Le exhalé en la cara para que se apartara, no hizo eso, ¡me besó!
ME BESÓ Y SOLO POR AL MENOS TRES SEGUNDOS NO LO APARTÉ.
Cuando mi cordura se asomó me alejé y vi su expresión estaba impactada, tanto que él fue el que salió apenado del piso.
Atrapada
Por más que pensé que con el alboroto que teníamos en pleno puente Brooklyn en año nuevo estábamos distorsionando el orden público no hubo consecuencias más que unos que otros acabar borrachos vomitarse encima. El problema real comenzó unos tres días después en el cumpleaños de Samuel en su piso.
Estábamos comiendo pastel cuando Cristian, quien ya no me veía como la que cumpliría sus fantasías, tocó el tema.
—Ya que estamos todos y no estamos llorando o enojados el uno con el otro. Samuel ¿vas a decirles a los chicos que estuviste en la cárcel por culpa de Ramiro? —dijo con nada de sutileza.
Alguien aulló y no si fue Byron, también se escucharon jadeos de impresión y algunas profanidades hacia nuestro ex amigo.
—Samuel, ¿Por qué no nos dijiste nada? —le preguntó Lindsay.
Él bajó la cabeza abochornado unos segundos y cuando volvió a mirarla hacia una clara disculpa.
—¿Fue cuándo nos pediste alojo? —le preguntó Katrina seria.
—No quería preocuparlos de que es cierto de que cumplió su amenaza y está confirmada. No quería que eso los dominara —explicó Samuel.
—Ya ha cumplido su amenaza dos veces, ¿hasta cuándo dejaremos que se salga con la suya? ¿Lo denunciamos o no? —le preguntó Jessica.
—¿Cuál fue la primera? —pregunté
Samuel fue incapaz de mirarme cerrando los ojos unos segundos.
—A él fue quien amenazó directamente luego de tu fiesta —habló Duke—. Samuel fue el único que en ese momento tenía algo con que meterse, el trabajo, lo despidieron porque supuestamente quería algo con la hija del jefe. Por eso no tenía trabajo y estuvo viviendo en casa de Jessica por unos meses, consiguió algunos empleos nada estables y desesperado llamó a tu papá.
Miré a la cara a Samuel que se encontraba liado.
—¿Por qué...?
—¿Qué podrías solucionar? —me cuestionó Cristian como si yo fuera una inútil, y sí que lo fui pero porque no supe.
—Amenazar a Ramiro, ayudarle con trabajo con quien sea que conozca, amenazar a Ramiro de nuevo para regresarle el trabajo. Cuéntame que hiciste tú —dije con violencia.
—Apoyarlo —habló Tris—. Y no estuviste. Tú no hiciste nada.
—Porque no me dejaron.
—No discutan por eso chicas —nos frenó Sam.
—Viejo, ¿por qué no nos dijiste que fuiste a la cárcel? —le preguntó Byron.
—No quería preocuparlos.
—Pero siempre sales perdiendo de lo que Ramiro hace, ¿Y Cloy qué? —volvió a hablar Tris—. No le hace nada y sigue haciéndose la ofendida.
—Eso es muy cierto. Mientras vive en su mundo de fantasía de dinero...
—Sí, Cristian claro que me siento culpable.
—Ni debería de sentirse culpable, no es su culpa —nos trató de hacer razonar Marco—. Estamos en un punto equivocado de la conversación.
—Ramiro me llamó esta mañana para hacer lo mismo que a Samuel —espetó Cristian—. Le ha jodido la vida, ¿qué crees que me hará? Me enviará a la cárcel y en vez de prevenir su ataque estoy aquí luego de comerme un buen pastel y discutiendo con ustedes.
—Y tratando mal a Cloy —le interrumpió Ronney—, y no deberías. Ella no pidió esto y ni siquiera tu pobreza, porque a eso te refieres que con todo el dinero que tiene no ha solucionado tus problemas. Y no estamos hablando de tus sufrimientos internos.
—¿Qué carajo te pasa?
Duke se levantó y tomó de un hombro a Cristian y llevárselo a otro lado. El silencio se hizo porque parecía tener la razón. Y yo me sentí mal aunque no debí.
—Nos desviamos de lo importante —dijo Jessica mirando a Samuel—. ¿Pasa algo más?
—También me llamó. —Él cerró los ojos y me miro—. Quería hablar contigo pero yo estaba en el trabajo. Me amenazó, de nuevo, quiere que te vayas a tu casa.
La ira corroyó en mí ser, no podía de nuevo amenazarlos como si nada. Era tan maldito, tan despiadado. Traté de calmarme y le pedí el celular a Samuel porque yo mantenía mi celular apagado, creía a Catalina capaz de rastrearme.
La sala estaba en tensión que cuando a Duke le sonó el celular pensamos que era Ramiro.
Por la expresión que puso no era nada malo, ni siquiera cuando le pasó el celular a Killian, que a los pocos minutos le regresó el celular.
—Mamá me mandó al mercado, ¿quieres acompañarme? —le preguntó.
—Creo que no podría ahora.
—Yo te acompaño, pero vamos a pie porque no traje mi auto —se ofreció Marco.
Ellos prometieron regresar antes de irse.
—Hay que contraatacar —dijo Byron.
—No tenemos ni idea donde pueda estar —dijo Tris.
—No es lo ideal, tenemos que tener pruebas y llevarlas a la policía —dijo Jessica.
—Las cámaras del otro edificio donde viví no sirven —dijo Samuel—, están de lujo.
—No tenemos nada contra él —dijo Duke.
Pero yo tenía contactos que tenían buenas conexiones, caminé a la otra ventana donde daban unas incomodas escaleras de emergencias. Justo cuando estaba por llamar a Alonzo tocaron la puerta y mientras esperaba que contestara vi como al menos tres policías llegaron diciendo que era una orden de cateo.
Mientras Samuel fue el primero en arrodillarse y alzar los brazos, los demás lo observaron porque entendían el por qué actuaba pacíficamente. Los cargos que tenían.
—¿Por qué vienen a catearnos? —preguntó Cristian despectivo.
—Recibimos una llamada de que había ruido y...
Dejé de escuchar al que habló cuando afuera, abajo, veía a Marco y Killian ser derrumbados por otros policías. Yo corrí las escaleras ignorando que uno de ellos me llamaba, en cuestión de menos de un minuto estaba tres pisos abajo empujando a la mujer policía que tenía contra el suelo a Killian.
—¡Es menor! ¡Déjalo! ¡Lo estás asfixiando! —le grité.
La tipa me miro enrabietada sentada en el suelo por su ataque, alrededor caía una nieve ligera y más allá de donde estaban metían a Marco a la patrulla. Quedé un momento paralizada y fue cuando sentí un empujón desde atrás que me derribó dejándome con la nieve pegada a la cara.
—¡Policía! Quieta.
Me esposó, me levantó de forma brusca, escuché una sirena de otra patrulla cerca.
—¿Por qué corres? ¿Tienes algo que deber? ¿O algo ilegal? ¿Droga? —preguntó detrás de mi sosteniéndome.
—¡Suéltenla! ¡Ella está limpia! —gritó Killian, desde mi pobre ángulo vi como lo alzaban.
—¡Cloy! —gritaban mis amigos.
Qué bien sensatos que eran, no como yo, que se mantuvieron al margen.
—Ni se les ocurra llamar a Catalina —pedí mientras el policía que me había derribado me alzaba.
La hora del té con los chicos privilegiados de Manhattan
Hubo una orden de cateo porque los idiotas de Marco y Killian estaban fumando un tabaco de marihuana en la entrada cuando los policías llegaron. Por eso nos trataron como unos drogadictos descarriados, lo único bueno fue que no consiguieron algo más en los bolsillos de los chicos.
De alguna u otra forma mis padres se enteraron. Fue oportuno porque la policía había presentado un cargo por atacarla y tenía que pagar para que me dejaran salir. Catalina solo gritó y gritó mientras yo le pedía dinero para la fianza de Killian porque sus padres ni se habían acercado y los padres de Marco contrataron a un abogado, pero la situación estaba mal porque servicios sociales se había implicado en el caso.
Mamá me obligó a irme con ella a casa y solo lo hice porque quería el dinero para un abogado para Killian. No conseguí más de ella que insultos para mis amigos y que viera la realidad de ellos.
En mi familia escuchaba a menudo «tus amigos reales son los que están en la cárcel y en el hospital.» Duke, Jessica, Cristian y Samuel estuvieron en la estación, pero Logan también estuvo allí en casa tras saberlo, y lo aprecié de todos modos. De mis chicos por hacerme saber que luego de tanta distancia no dejaban de apoyarme y de Logan, quien recientemente, su amistad era incondicional. Además me había regalado unos guantes de boxeo por el regalo de navidad.
Esa misma tarde planeé una merienda a la que invité a los amigos de Lucas, Luz y los míos para pedirle a cada uno dinero para el abogado porque la multa había sido retirada juzgándolo como menor y quedaría a cargo de servicios sociales, pero si sus padres peleaban podría dejarle la patria potestad.
Lo habían adoptado el año anterior con todas las ganas y amor, pero la cuestión cambió cuando Killian era un chico que parecía tener algún peso en sus hombros porque fue recogido de las calles cuando tenía seis años y alejado de su madre indigente. Su personalidad seria y seca no les era fácil tratarlo porque apenas él les daba palabra. Así que a medida que la interacción fue sucediendo descuidaron su atención.
Por eso Killian estaba muy poco en su casa y se la pasaba con Duke, no asistía a clases y no tenía ganas de nada. Más que drogarse. Por eso ellos estaban dudosos de pelear lo que estaba perdiendo en su derecho como padres y Samuel los había alentado a hacerlo para qué él no cayera en algo peor en un reformatorio de menores.
Regresé a la mesa donde estaba aquella docena conformada por Mark Nichols, Kevin Lawrence, Jase Kendall, Madeline Roberts, Johana Hilton, Jerry Taylor, Dickerson Collins, Mary Anne Reed, Chelsea Stone y Logan Hilfiger, más mis dos hermanos. Éramos hijos privilegiados en Manhattan, y tal vez yo ya no.
—Regresaste —me dijo Jase con su característica curiosidad respaldado en la silla—. Ahora sí cuéntanos por qué nos reuniste.
—Estoy comiendo literalmente ansias —dijo Dickerson llevándose a la boca un cup-cake.
—Estás matando el ansia con carbohidratos —le dijo Johana, una de las dos amigas de mi hermana—. Literalmente.
—Entonces cuéntales, Cloy —me dijo Luz.
—Tengo un amigo al que a sus padres servicios sociales le quitó la patria potestad porque le consiguieron droga. —Sus ojos estaban en mí expectantes por lo que decía porque nunca había ido tan al grano y hablar de un tema delicado—. Hay muchos factores implicados. Van a quitarles los derechos a sus padres y no queremos eso porque sabemos que si un orfanato es malo un reformatorio lo es aún más.
—Qué mal estar en una situación así —dijo Mary Anne Reed—. ¿Cómo podemos ayudarte?
—Con dinero para el abogado para que peleen sus padres la patria potestad —dejé caer.
La mirada de algunos fue de no querer estar en el lugar, se respiraba un aire pesado, pero no fue por el dinero sino porque ninguno quería estar involucrado en algo así de ninguna forma.
—¿Por qué no recurren a uno público? —preguntó Mark.
—Porque son miles de papeles que llenar y solicitudes que hacer, no hay tiempo —contestó Luz.
Era un poco mentira, solo que la idea de presentarse con un abogado con los padres de Killian sería más atractiva para ellos y Samuel los convencería.
—¿Y qué hay de tus padres? ¿Están en bancarrota? —preguntó diciendo sin decir que no estaba de acuerdo.
—Es un tema delicado ahora, ¿crees que mamá pondrá dinero para un drogadicto? —le devolvió Lucas defendiéndome—. Ella lo mira así, pero nosotros no. Solo tiene quince años, puede convertir su vida en algo bueno con ayuda correcta.
—Mamá aberra a los amigos de Cloy por cosas que han pasado —dijo Luz.
—¿Nadie de aquí se ha drogado? —preguntó Lucas.
Ninguno dijo nada girando sus cabezas, pero era una respuesta falsa.
—Yo sí y no me jodí, pero si jodí la relación con mis padres —dije—. No se los pido por mí, sino por él. Están controlando su vida, ustedes no tienen la mínima idea del infierno que se pasa en un orfanato.
—Lo he escuchado —respaldó Logan—. No miente porque sé de cosas terribles. Yo puedo apoyar con lo que sea necesario.
Logan era el único que sabía mi cuentito en la cárcel, nada más, apenas nada del contexto real, pero ya se podía hacer una idea de cómo estaban las cosas.
—Yo también —dijo Jerry—. No debe de ser fácil que estés en manos de terceros.
—El sistema no es amigable —dije—. ¿Quiénes más quieren ayudar? No les pido mil dólares, lo que puedan. Mis amigos han reunido algo.
—Les preguntaré a mi familia —dijo Madeline, la otra amiga de Luz.
—Si les dices y le preguntan a mamá se vendrá abajo todo. Cloy se escapó de la casa y ella está muy sensible con el tema.
—Oh —jadeó la otra.
—¿Y te consiguieron? —preguntó Dickerson pícaro—. Fallaste al escaparte.
—¿Podrías ser menos imprudente? —lo atacó Mary Anne.
—Solo decía...
—Fueron unos días, nada del otro mundo —dije.
—¿Y dónde estabas? —me preguntó Chelsea con las manos unidas.
—Con unos amigos en Brooklyn. Vi como lo tenían contra el suelo. Y fue lo mejor haber estado ahí porque ellos jamás me dirían que necesitaban dinero.
—Debió de ser horrible —dijo Mary Anne sobando mi brazo—. Cuenta conmigo.
—También conmigo —dijo Jase.
—¿Dónde hay que transferirlo? —preguntó Chelsea.
Eran distintos en todos los sentidos a mis amigos, ellos no habían tenido dificultad económica alguna. No sé que tanto estaban en el mundo de las drogas, o que padre los querían moldear para su propio beneficio. Y lo que sabía es que todo eso pasaba en todos los estratos sociales, pero al menos esos chicos privilegiados de Manhattan tenían el dinero para cubrir alguna necesidad. Y también había veces donde ser acaudalado o ser pobre no servía de nada porque el dinero era un medio para un fin, no un estado definitivo.
***
Cuando despedimos a nuestros amigos Luz tuvo que dejarnos porque le tocaba darle una vuelta a Luis que estaba en su habitación con su amigo jugando videojuegos. Entre lo que me habían dado en efectivo sumaba dos mil trescientos y lo demás estaba en mi cuenta personal, la que no manejaba mi madre. Al final todos habían cooperado.
Me puse de pie y me acerqué a Lucas porque debíamos hablar de lo obvio.
—¿Vas a golpearme por besarte?
—¡No! Solo quería decirte que no es sano para ti ni para mí que me evites porque me besaste. No sé si sientes culpa, vergüenza. Quiero que me hables, que hablemos y dejemos eso de lado. Me mata que no quieras hablar conmigo.
Se quedó algo sorprendido por mi revelación que me preguntó con torpeza tragando saliva.
—¿Te mata?
—Claro que sí, eres mi hermano Lucas. No quiero que estemos así, como si nos hayamos enterrado cuchillos.
—¿Estás molesta por qué te amo?
—Estoy molesta porque no hayas encontrado una forma de controlar tus sentimientos y eso me lastima. Yo no siento lo mismo por ti. Pero si me evades es como si me odiaras porque yo no siento lo mismo por ti, y está bien. Pero no me lastimes tanto.
Por su mirada supe que no se imaginaba nada de lo que le estaba diciendo.
—No pensé que te lastimaría. He estado molesto porque no sientes lo mismo que yo... pero lo lamento si has sufrido.
Mi celular volvió a sonar anunciando una llamada de un número desconocido que volvía a llamar, eso de encenderlo de nuevo no me estaba gustando.
—¿Por qué carajo dejaste que te atrapara la policía? —me preguntó Ramiro.
—No es tu puto problema. Te enteras de cada maldita cosa que pasa aquí, deja el acoso.
—No pagué dinero a los vecinos de tu querido Samuel para que te metieran presa —se mofó.
La sangre bajó caliente por mi cuerpo que comenzara a temblar de rabia.
—Parece que te salió el tiro por la culata.
—¡Nadie te mandó a irte de tu casa! ¿Qué coño quieres? ¿Vivir en la miseria luego que un tipo como ellos te preñe? ¿No te quieres?
—No te quieres tú que pareces un patético acosador. Deja de joderme la paciencia Ramiro, no tienes idea de lo que soy capaz.
—¿Qué? ¿Golpearme? ¿Ellos a mí? No pueden tocarme, Cloy, ni tú porque tengo a tu madre de mi lado.
—Eres un maldito despreciable.
—Y si sigues con ellos les irá peor, no te preocupes tanto por ti, si porque todavía no voy contigo, te daré una oportunidad para que te arrepientas.
—No tienes el poder de nada.
—La próxima casa a la que pondré droga es a la de tu adorado Cristian.
—¡Mil veces maldito!
Colgué porque no podía seguir escuchándolo, me enfermaba su veneno.
—¿Qué ocurre? —preguntó Lucas frente a mí.
Yo me quedé pensado hasta que hallé una forma de joderlo, de acabar con él.
<>
¿Quién creen que se acerca físicamente al chico de arriba?
O mejor dicho, ¿quién creen que sea?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top