CAPÍTULO 10
Ya tengo avances con la terapeuta, por fin le he dado algo de leer sobre mí. No estoy ansiosa.
Diecinueve semanas antes
Normalidad
El lunes mientras estaba intentando arreglar mis libros en el casillero Jerry Taylor se me apareció por un lado.
—Quería disculparme de nuevo por lo que pasó el jueves. Fui un confianzudo, brusco y grosero e hice que por eso te resfriaras. Me siento culpable y ya sé que no me perdonaras pero quiero que sepas que me siento como el lodo ese.
—Mojado.
—No, mal.
No era el mismo contexto que había conceptualizado, sin embargo, no comenté al respecto mirándolo seria reparando su aspecto; piel blanca con pecas, ojos azules y casi de mi altura. En ese momento no descifré si era buen chico o no, su expresión demostraba que estaba avergonzado.
—Supéralo Taylor, y, no te perdonaré. No hago nada que no sienta.
—Solo quería decirte lo apenado que me siento, debió ser incómodo e insoportable tener un refriado.
—No se me ha quitado, si sigues aquí frente a mí, se te pegará y me burlaré si te enfermas cuando te estoy advirtiendo que me alejaras.
—De acuerdo —murmuró—, nos vemos.
—¿Cómo tienes mi número telefónico?
—Se lo pedí a Luz.
—No molestes con mensajes.
Estuvo de acuerdo con un asentimiento y se fue. Mary Anne nos miraba curiosa, la ignoré, cogí mis cosas sacando aire pensando que era demasiado drama escolar en mi existencia.
Esa semana pasó algo lenta y con más normalidad, no tenía detrás a los jugadores y Cinhtya apenas me daba la cara, Lucas no me despreciaba tanto al verme vulnerable en la lluvia, aun guardaba sus distancia conmigo. Luz le había dado mi número a Jerry porque era amable y estaba arrepentido, no me pareció la idea pero ya le había quitado importancia, eso la tranquilizó porque pensó que me molestaría con ella
Sabía que faltaba algo y que por ahora debía hacerlo por mi misma ya que había rechazado a Matthew, y no estaba arrepentida por eso.
Dieciocho semanas antes
Tatuaje
La terraza de Logan era asombrosa como la de mi casa. Todo el paisaje se veía libre desde las alturas y el contraste con el cielo que parecía infinito le aportaba aun más naturaleza con la urbanidad que ya tenía de por sí.
Ese día me había pedido ir a su casa a darle consejos a cómo actuar en su primera cita con Chelsea Stone, la chica con la que lo vi en la fuente de soda, pero fue más para calmarle los ridículos nervios. Desde que había llegado había dicho una cantidad de palabras que no le presté atención para que se diera cuenta y se relajara.
—Dime quien te dijo que no sabes coquetear —pedí al girarme.
—Tyler. Además Mariana lo confirmó, dijo: «Por el Buda Logan, no sabes coquetear.» y quiso darme clases pero no funcionó.
—Tendría que haber funcionado, a menos que no haya sido buena. Tendría de haber sido buena, ya que tú eres malo... —Solté una carcajada suave de burla—. Maldición, Logan.
—Ninguna de las anteriores, Mariana es encantadora. No funcionó porque ella dijo que si me besaba te enojarías con ella.
Deformé mi cara en extrañeza.
—No entiendo porque deduce algo que ni al caso. Ella es la que no sabe coquetear si cree que besándote te va a enseñar a hacerlo. Un beso es un incentivo, o el final del objetivo. Qué horror escuchar algo como eso.
—Pensé que tú me coqueteabas cuando me besaste.
—Ni siquiera tuve que coquetearte. Maldición, estás en la ruina. Dame tu ejemplo de coqueteo.
—¿A qué te refieres?
Sin pensarlo mucho lo mire a los ojos suavizando mis gestos y hablé en voz baja.
—Logan, ¿te has dado cuenta que tu hoyuelo aparece de vez en cuando? Deberías de tatuártelo, te quedaría más sensual. —Su cara se tornó roja, tan roja que tuvo que darse la vuelta. Qué pendejo—. Supéralo.
Me crucé de brazos, se dio la vuelta de nuevo y dio pasos hacia mí que me hicieron reírme. Su seriedad me indicaba que iba a cagarla.
—Eres como un platónico, aunque eres inalcanzable en todos los sentidos amistosos me costó y todavía sufro pero a veces envías señales que malinterpreto como yo quiero que sea. Si es como lo interpreto por favor sé más clara y si no, no me atormentes haciendo cosas como estas que se asemejan a cuando me besaste.
Mi nariz murió de la cursilería que desprendió por el olor repugnante a miel y azúcar.
—Demasiado cursi, no soné con tanta profundidad, a tono de broma. Si quieres empalagar a quien quieres coquetear, adelante.
Su sonrisa se borró pero luego puso una pequeña.
—Eres difícil.
—Y exigente, nadie me viene con palabritas bonitas. Prefiero la sinceridad pero en vista de que te gusta el sentimentalismo fui suave.
—Me gustó.
—Lo tuyo no.
—¿Te estás dando cuenta que así nos coqueteamos?
—¿Esa es la imagen que damos cuando discutimos y nos contradecimos?
—Aceptemos la realidad. —Me miro los labios y yo los de él, sus bonitos ojos mieles y su sonrisa tímida. Yo dibuje lo mismo en la mía. Ahora si estaba confundida ¿le gustaba o no?—. Dijimos que seríamos amigos. Hagamos lo que tengamos que hacer como amigos.
Otra cachetada de realidad.
—Por supuesto, no he confundido que me estás enseñando lo que sabes hacer en coquetear.
Me acerqué a la baranda de la terraza estando de acuerdo con él. Se posó a mi lado de nuevo nervioso.
—¿Transpiraras, tartamudearas, enrojecerás cada vez que puedas? ¿Quieres perder tu encanto por estar cagado? —le pregunté llena de burla.
—Estoy nervioso. Ella no me pone nervioso como tú, pero no quiero ser torpe.
—Yo te pongo nervioso. Esa es mi venganza porque eres chicle.
—No me gusta ese apodo.
—Relájate Logan, ¿has estado en una cita antes?
—Algunas. Con Riley.
—¿Y él o ella es?
—Ella. La chica con la que creí tenía un noviazgo. Esta es algo más formal y me siento nervioso.
—Nerviosamente ridículo, entonces te gusta bastante, y no que lo veías como algo platónico.
Chelsea Stone era su platónico desde que él entró en el equipo de lacrosse y ella en el equipo de animadoras. No mantenían una gran relación, pero se reconocían y charlaban cortos minutos a veces. Por supuesto, aunque no me lo dijo, que por andar atraído por ella solo me quiso como amiga.
—No lo sé, solo la invité.
—Yo no invito a ningún chico porque no lo sé. Solo porque me gusta y me da la real gana de invitarlo.
—¿Has invitado a algún chico? —Se acercó a mi lado para mirarme.
—Sí. No me da miedo ni me sentiría cagada como tú.
—¿Has estado nerviosa por una cita?
—Sí, pero no lo demuestro. No había que demostrar importancia con los pocos idiotas que he salido.
—¿Cuándo fue tu última cita?
—Con un imbécil que merece mi puñetazo en su cara y bolas.
—Ya con eso no quiero invitarte a salir ni siendo amigos, si sale algo mal quedo perjudicado.
Me lo dijo con tanta sinceridad, lo único que hice fue mirarlo fusilante y sin despedirme me fui.
Esa vez no me siguió y lo agradecí, hubiera sido de lo más irritante que estuviera detrás de mí como un perro chicle insistente a que lo perdonara por su comentario que me enojó más de lo necesario.
Como me fui en metro ya que él llamó a mamá para que me dejara salir, caminé hasta llegar a una calle de tiendas porque no quise llegar a casa tan rápido. Necesitaba un momento a solas a mi merced. Al pasar una tienda me di cuenta que estaba en una parte conocida y al ver la tienda de tatuajes entré sin dudar, pues me dieron ganas de ver que podría tatuarme de nuevo.
Observé los diseños en las paredes hasta que una chica con un brazo tatuado se apareció frente a mí.
—Hola, ¿te quieres tatuar o solo miras los diseños? —preguntó con simpatía.
—Las dos cosas.
—Genial.
Me sonrió, yo me enfoqué en su brazo.
—Eso sí está genial.
—Alrededor de tres años, lento pero vale la pena.
—Yo solo tengo uno.
Había perdido tanto tiempo en hacerme más porque el grito que pusieron Alonzo y Catalina cuando me tatué las iniciales de sus nombres de mi familia en cuadros de rompecabezas nos quedó doliendo los oídos.
—¿Puedo verlo?
—Está en una zona peligrosa y se me haría complicado quitarme la blusa.
—Ya me caes bien.
—A mí me caen bien tus tatuajes.
—Soy Ada.
—Cloy. Y mi primer tatuaje fue aquí, un tipo llamado Pluto me lo hizo hace dos años.
—Yo entré un poco después que se fue de la tienda.
—Lástima.
—No es lástima, tenemos muy buenos tatuadores ahora.
—Cuando estuve aquí vi que hacían un buen trabajo.
—Steve, el chico castaño de allá. —Lo señaló con su dedo, estaba cerca de una puerta dibujando en un papel sobre la pared—. Está disponible aunque me dijo que quería terminar un diseño. Yo atiendo, pero tengo una cita de retoque dentro de unos minutos y el tipo está como quiere.
Sin decir nada se dirigió al chico así que yo la seguí, llamó su atención con un «Steve querido», le explicó que estaba indecisa, que me convenciera, ya que debía buscar los tonos. Desapareció por una puerta a mi izquierda y él chico me dio toda su mirada comentando que ella era una mandona, sonriente extendió su mano presentándose, yo choqué la mía de una forma más informal.
No se inmutó ante mi peculiar saludo, más bien dijo que era tatuador profesional para agregar algo, yo le respondí que me dedicaba a boxear.
—Sonó interesante a que te dedicas —bromeó ante mi falta de respuesta y me miro con más profundidad—. Yo te conozco... ya has venido aquí, Pluto te tatuó.
—No me acuerdo de ti.
—Era el chiquillo que tatuaba nombres al lado de Pluto en la sala compartida.
—Ya recuerdo que había un chico tatuando también.
—Lo maldijiste por el dolor.
—Sí, demasiado, muchas veces y ni se inmutó.
—Nunca nadie lo había insultado cuando tatuaba. Que yo supiera.
—Estrené eso.
—¿Si te tatúo me maldecirás?
—Depende, creo que sí, si me duele.
—¿Qué tienes pensado tatuarte?
Al decirle que un nombre me dijo que no era buena idea si era el de mi novio porque si rompía con él podría ir a maldecirlo, yo lo consolé diciendo que boxeaba. Sin más bromas que hacer me llevó a una sala alejada de donde la chica de antes se metió, no cerró la puerta como creía que sería. Procedió a enseñarme muchos diseños de nombres y unos mejores que otros, hechos por él, quise ver los dibujos, el que hacía en esos instantes, era un bosque muy vívido a pesar de que estaba en negro por el lápiz.
Todos me gustaron, orgulloso comentó que estudiaba diseño gráfico. Explotaba sus habilidades y también tenía miedo de tatuarme el nombre de mi novio y que cuando rompiera lo pagara con él. Estaba coqueteando. Le revelé que era el nombre de mi hermanito, lo que le pareció tierno, le aseguré que no iría a maldecirlo.
—Sin más palabras, tatúame.
—¿Dónde?
—Muñeca izquierda.
—No quiero que me maldigas.
Sonrió coqueto.
—Me contendré, he sentido peor dolor. Solo dirá Luis. Como esta tipografía.
Apunté a un diseño, se acercó y miro bien el papel.
Me senté en una silla reclinable y quité mi chaqueta quedando al descubierto en mis famosas camisas hasta las caderas, ignoró el hecho de piel descubierta y también se quitó su jersey mostrando sus brazos en una camisa de tirantes que no se veían de gimnasio, pero estaban bien. Un solo brazo estaba tatuado pero no era algo tan lleno como los de Ada, se veían muy bien en él.
Soporté muy bien el dolor.
Me dejó ver cuando terminó y me aplicó una crema desinflamatoria, antes de ponerle una venda. Dos chicos estaban afuera en el recibidor, que se notaban mayor entre Ada y Steve.
—Tatué un nombre de chico, si ella viene de regreso y está molesta no le digan que estoy o donde vivo o mi número. Claro, si me lo das y me avisas ya estaré advertido —me dijo Steve.
Le sonreí sin gracia.
—Que mal abordaje —le dije.
—Corro el riesgo de que no se te cicatrice bien y vengas a golpearme.
—Si pasa lo haré y no necesito darte mi número para advertirte. —Se cruzó de brazos interesado, los dos tipos nos prestaron atención, sobre todo a él.
—Puede que yo te escriba primero, te invito a salir, me porto encantador y eso te quitará la molestia de si algo malo pasa con tu tatuaje.
—No me parece. Adiós, buen trabajo tatuador.
—Fue un placer boxeadora.
Cuando salí sin mirarlo me di cuenta que no insistió lo suficiente si eso era lo que quería, tener mi número, pero yo soy así. Una palabra basta para querer algo. Y cuando iba en el metro me di cuenta que no había pagado.
Pero el tatuaje opacó todo eso sobre todo la emoción de Luis y las miradas de terror de mis padres. Luis tuvo un partido de tenis que ganó, en el almuerzo en un restaurante mostré su regalo, mi hermano estaba encantado, como era previsible Catalina y Alonzo no. Discutí con ellos y me fui de lugar sin que nadie me detuviera.
El lugar más idóneo para ir era la tienda para pagar.
—¿Te arrepentiste? —me preguntó Ada detrás de la caja al verme entrar.
—Para nada, solo mi madre se enojó demasiado más que el tatuaje anterior.
—¿Te gritó mucho?
—Estábamos en un restaurante, no.
—Bonito vestido. Fuiste muy nombrada ayer sobre todo por Steve, ¿a qué es guapo y viniste a darle tu número?
—No, vine a pagar. Me fui y supongo que a él se le olvidó cobrarme como a mi pagar.
—No te cobro si me dejas su número, está soltero y se ve bien los dos juntos.
—Mejor pago.
—Se te nota que eres rica.
—No porque quiero.
—Adoptada —aventuró—. Yo también. Los míos ya no tienen donde caerse muertos.
—Yo a veces detesto que sean millonarios, me hacen unos regalos carísimos.
—Hagamos un traspaso de padres adoptivos.
—No creo que ya estés en edad de adopción.
—Veintitrés, muy tarde para adoptarme legalmente pero si tus padres quieren ponerme su apellido muy gustosa.
—Eres interesada.
—Son los sueños de una chica de medianos recursos. Bromeo. Los viejos con que estoy les darían un infarto así que como no tienen nada que dejarnos ni a mí ni a sus hijos, no adelanto nada.
Ella me hizo recordar a Ramiro refiriéndose a sus padres. Me reí tan fuertem que Steve, un chico del día anterior y una chica salieron de una sala.
—¿Tan rápido se disgustó tu novio o tú?, ¿no le gustó el tatuaje? —preguntó él con gusto en la cara mientras se iba acercando.
Como si me conociera de hace tiempo besó mi mejilla.
—Tan rápido tú tomaste confianza.
—Nos conocemos de hace años.
—Han pasado dos de mi primer tatuaje.
—¿Le gustó a tu hermanito?
—Le encantó.
—¿Le dijiste que lo hizo un buen tatuador?
—No.
—Te perdono si me dices que vistes así porque me invitaras a comer.
—Vengo solo a pagar. Ya que no me pediste pagarlo.
—Te fuiste rápido y si no regresabas lo daba como un regalo de mi habilidad.
—¿Cuánto es Ada?
—Si le das el número a Steve, de esa forma no pagas nada.
—Tanto por un tatuaje de cuatro letras —dijo la chica que estaba con ellos poniendo su barbilla en el hombro de él—, de una chica con un vestido. Hombres y Ada.
—No creo que sea el vestido, el cabello sí y su cara de arte, también —dijo el otro tipo de forma amable caminando hacia otro lado.
—Profesor de arte, muralista, ha expuesto varias obras. Mi hombre perfecto, lástima que tiene esposa y es nuestra jefa —dijo Ada presentándolo.
La otra hizo un gesto de molestia con los ojos y habló:
—Paga si a eso viniste y deja de influenciarte por estos —en un tono tan demandante que quise voltearle la cara en un manotazo.
—Tú no me dices que hacer, y si me restriegas que el chico que me está coqueteando es tuyo como si fuera una sábana no me interesa, jódete —le dije.
Me gire a Ada que rio de lo más estruendoso mientras Steve sonreía.
—Siempre te gustan las perras —le dijo la otra chica a él.
—Ponme un dedo encima y puedo demostrarte que soy más que una perra. No me interesa lo que digas como te llames.
—No tenemos nada —aclaró Steve —, ni tuvimos. No me hago responsable de lo que ella te diga.
—Eres un imbécil por una con vestido caro —siguió ella.
—De paso eres una ardida por lo que visto, no me ofenderás perrita. Ada, ¿de verdad no sale con ella? No confío en las personas, pero si me gusta joderlas.
Ada sonrió malvada.
—Te lo puedo jurar por las niñitas nuevas resbalosas que te quitaban los amigos por ser nuevas en los orfanatos.
Con eso me decía la verdad, me giré a Steve pidiéndole que sacara su celular y lo desbloqueara. Guardé mi número y me tomé una foto con Ada porque ya me caía bien y para rabiar a la otra tipa.
—Si no tengo que pagar tengo que irme. Adiós, mucho gusto artista versátil.
Me despedí del treintañero, él se rió despegando la mirada de su tablet y movió su mano, Ada como me había quitado el celular de Steve me miro un momento y se despidió con un divertido adiós, mientras que Steve me pidió acompañarme hasta afuera.
—Te queda hermoso el vestido, ¿viniste a verme y te pusiste eso?
—Vine a pagar. Y no me puse el vestido por ti.
—Y a verme.
—Muy difícilmente puedo ver a un chico dos veces, solo si me gusta, y siendo sincera solo vine a pagar.
—Ya estaba pensando como volver a verte, ahora me lo dejas fácil.
—No lo creas.
—¿Te puedo llevar?
—Sabrás donde vivo, no. Además el número era para molestar a esa chica.
—¿Si te llamo te pondrás enojada o no contestaras?
—Te lo guardé por algo. Adiós Steve.
—Fue un gusto conocerte. Ya nos veremos.
De nuevo me besó como si fuéramos íntimos, esa vez muy cerca de mi labio inferior.
—Muy rápido —dije.
—¿Te gusta?
—Puedes preguntármelo luego.
Le sonreí por primera vez de una forma coqueta antes de girarme e irme.
Diecisiete semanas antes
Perjudicado es igual a enamorado
Logan desgastó el tema de su cita con Chelsea Stone el lunes cuando me vio entrando al edificio del instituto. Relató su esplendorosa y exitosa cita en al menos dos minutos camino al casillero, escuché atenta cada uno de los detalles e incluso tratando de meter un libro que luego usaría.
Luego nos fuimos al de él, en otro pasillo, y mientras lo organizaba seguía en su cháchara. Estaba irritantemente eufórico y feliz por tener algo con una chica pero no significaba que no estuviera como un chicle.
—Te distraeré —le dije hablándole desde que me lo conseguí en la puerta—. Mira el arte que me hicieron.
Le mostré más cerca mi mano, me miró como si no fuera para él creíble.
—¿Quién es ese idiota que se llama como tu hermano? ¿Por qué te haces un tatuaje con el nombre de un chico? ¿¡Estás loca!? —me reclamó.
—No seas un maldito idiota inservible para pensar Logan.
Lo miré tan contundente que por fin entendió.
—Lo siento Cloy, pensé mal.
—Hazlo fácil, porque no tolero que te crees ideas equivocadas y me reclames como si fuera tu puto problema.
Nos miramos destilando ambos fuego con los ojos, aunque quisiera estar molesta con él de por vida, había un magnetismo cada vez que nos mirábamos así, maldito sea. Mis hormonas crecían dispuestas a todo.
Me hacía falta el sexo. Era molesto luego de acostumbrar el cuerpo.
—No pensé que si se refería a tu hermanito. Lo siento —dijo evitando mirarme abriendo de nuevo el casillero dándome a entender que sintió ese deseo en nuestros ojos como su vergüenza por el mal entendido.
—Preguntar de una forma menos estúpida podría evitar todo esto. No sé por qué piensas mal de mí en una estupidez.
—Tú también desconfías de mí en estupideces y me lo trago.
Me dio una fugaz mirada, de pronto el malhumorado era él.
—Dilo cuando quieras decir lo que quieras, no te guardes nada. No te he mentido. No confiaba en ti, pero ahora todo ha sido más suave y me caes mejor de lo pensé —le susurré.
Mi cara quedó a poca de la suya porque siempre quería intimidar a la gente.
No era cierto, solo quería mirarlo de más. Putas hormonas.
—Yo..., lo siento.
—Yo sé que yo también he sido ruda cuando te he digo cosas que no deben decirse de esa manera y lo siento, pero jamás me he reservado lo que pienso de ti. Dime Logan, ¿qué mierda es lo que te pasa conmigo?
—Me puse celoso, eso es todo. Por un momento pensé que ese Luis ni lo conocía.
Diablos.
—Te dije que ni tengo novio ni salgo con nadie. El tatuaje siempre me lo quise hacer en honor a mi hermano y ayer ganó en un torneo de tenis, ese fue mi regalo.
Su expresión fue avergonzada.
—Creo que la cara avergonzada solo la toleraré de tus amigos, de ti no ¿te pongo nervioso? ¿Te intimido? Ni si quiera he tenido un impulso para golpearte realmente, sí lo he pensado, que creo es lo más violento de mí.
—Me pones nervioso y me intimidas de formas que ni te imaginas.
Carraspeó nervioso sin mirarme y seguro de sus palabras.
—¿Por qué?
—Cuando te poner ruda no me representa miedo o temor tan grande, tengo temor de otra cosa.
—Dilo.
—No nos hagamos los tontos que bien sabemos lo que pasa entre nosotros.
No lo entendía. No quiso tocar más el tema del beso, se buscó una cita y ahora venía a tratar de decir que eso que pasaba entre nosotros era notable, si nunca dijo que le gustaba.
—Te dije que sexo con amistad jamás.
—Y yo quise amistad porque no soy de amigas con beneficios.
—Si fuéramos de esos, no seríamos amigos. No lo tienes claro todavía.
—Si lo tengo. Y deseaba ser tu amigo, pero tú haces y dices cosas que me dejan confundido.
—Siempre he sido sincera contigo en relación de lo que quiero contigo.
—¿Y qué quieres?
—Siempre he sido sincera contigo. Merezco que tú lo seas, que me digas que es lo que sientes «que pasa entre nosotros».
—Atracción.
—De la que si tú accedes, no me importaría la chica con la que sales. Quiero experimentar.
Sus ojos brillaron como nunca.
—No puedo hacerle esto a Chelsea. No podemos ser algo más, no siendo amigos.
—Mi sinceridad no implica que voy a lanzarme a tus brazos, muy bien dijiste el sábado que no me invitarías a salir porque saldrías perjudicado.
Su rostro se atenuó a más seriedad si era posible.
—Con perjudicado me referí a enamorado —reveló.
Demonios. Abrí, cerré la boca y nada me salió. Yo no estaba preparada para hablar de romance y esas mierdas. Solo quería tener sexo.
—Te dejé sin palabras, aposté con Tyler si algún día pasaba.
Mary Anne Reed nos interrumpió cuando puse mi cara de maldita descorazonada para responderle.
—Hola chicos, los invito a mi fiesta en una discoteca el viernes, lleven acompañantes. Necesito tu número para enviarte el código QR —me dijo.
Nunca la mire por mirar a Logan que se mantenía apenado.
—No voy. —Ella y Logan no se lo podían creer—. No me esperes.
—Me encargué de invitar a tus hermanos para que tú vayas. —Frunció un poco el ceño.
—Eres masoquista, ¿te gusta que te traten mal?
—Sé cuando pararlo. Hay malos entendidos entre nosotras. Le enviaré tu pase a tu hermana. Los espero en mi fiesta.
—Gracias Mariana —le dijo Logan. Y ella se alejó sonriéndole coqueta—. Si no te cae bien Mary Anne es como que no te caigo bien yo.
—Tú me caes más que bien.
—Tengo novia —me recordó.
Cierto, ya eran novios.
—Lo sé, pero tú fuiste el que empezaste con que yo digo cosas que te dejan confundido hace días, ahora me preguntas que es lo que quiero contigo. Tú ya tienes novia, lo que demuestra que no estás confundido con respecto a la atracción que pasa entre nosotros, que no creo que sea mutua, no de tu parte.
»No tengo idea que pasa por tu cabeza porque no dices cosas con claridad. Pero a mí no me vengas a confundir porque el que te confundes eres tú confesándote conmigo cuando ya besaste a otra en un restaurante italiano. ¿Enamorado? No seas ridículo. Somos amigos, superémoslo.
Con ese vómito verbal honorable caminé a mi clase.
Yo no iba a permitir ser el plato de segunda mesa, porque me quedaba claro que estar de novio con esa chica le aclaró muchas cosas y entre esas que lo que sentía por mí no era tan fuerte y lo que sentía por ella lo era mucho más como para enredarse conmigo. Además, yo no era ninguna zorra quita novios.
Y más que nunca iba a permitirme estar en algo con él, quien ya había escogido a una a pesar de lo que «pasaba» entre nosotros.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top