Capítulo 88

Estaba moqueando acurrucada en el pecho de Jeff. No sabía cuánto tiempo había pasado, solo me quedé llorando sin parar al lado del cadáver de Lana.

Jeff carraspeó y se separó un poco para mirarme.

—¿Quieres que me lleve el cuerpo? —preguntó serio, solté un suspiro y limpié mis lágrimas.

—Jeff, por favor, haz que encuentren a Lana… Sus padres merecen enterrarla, son buenas personas, siempre nos trataron bien, los tres —le miré suplicante a los ojos.

Jeff se levantó y cargó el cuerpo en sus brazos, caminó pasando por el hueco, dándole mi último adiós con la mirada a Lana y salió por la puerta abierta.

Abracé mis rodillas mirando el charco de sangre que yo había provocado, miré mis manos y volví al llanto.

Tumbé mi cabeza en el charco, manchando mi cabello del líquido rojo mientras me lamentaba de mis errores con más volumen. Seguramente alguien más a parte de Jeff los habrá escuchado y más a estas horas.

Después de un largo rato, volví a escuchar pasos. Miré al frente y Jeff estaba pasando de nuevo por el hueco, pero esta vez con dos almohadas y una manta. Me tiró una almohada y la manta y las agarré, él colocó la suya al lado y se acostó sin decir nada.

Puse mi almohada en el suelo, encima del charco y me acosté, pasando mis dedos por debajo de esta y deslizándolos por la sangre. Me hacía sentir como que de alguna forma Lana seguía ahí.

—Duérmete, lo hecho, hecho está. No te sirve de nada lamentarte, Tenny —dijo firmemente y cerré mis ojos aferrándome a la almohada.

La luz ya había salido por la pequeña ventana de nuestra celda, lo sabía por los rayos de sol que estuve esperando desde madrugada. No había conseguido dormir ni un poco, pero no me sentía cansada, solo los ojos hinchados por llorar.

—Buenos días —saludó Jeff removiéndose con voz ronca.

—Buenos días —dije con el mismo tono mirando a la pequeña ventana.

—Nos vamos —dijo sin más estirándose y levantándose. Yo le seguí sin preguntar.

Salimos de la celda, tal vez era mediodía por la intensidad del sol, caminamos en silencio hasta su cabaña, pero no me dejó entrar.

Tras diez minutos esperando en la puerta, volvió con una bolsa de plástico y seguimos caminando, pasando por diferentes cabañas.

En una de ellas se encontraban una mujer y un hombre. Nurse Ann fue la única a la que pude reconocer a lo lejos.

—¡Jeff! —masculló molesta con una camiseta blanca de tirantes—. ¿Eres idiota, acaso? ¿Qué haces con ella? ¿No aprendiste nada?

—Por esa actitud no estás invitada a nuestra cena —contestó irritado Jeff.

—Estúpido ignorante, te creía más inteligente. Espero que tengas claro que cuando ella te entierre el cuchillo en el estómago te voy a dejar tirado en el suelo —escupió con rabia y Jeff rodó los ojos.

—Pues como si me trataran en cualquier otro hospital de aquí, no hay mucha diferencia —dijo con burla y se acercó al hombre—. ¿Vas mejor?

—Sí, mejor… —bajó la mirada y me miró. Tenía una gran cicatriz vertical en un lado de su cara—. Tu amigo está condenado, ¿lo sabes, no? —Me quedé callada, fijándome en la cicatriz—. Sí, soy Hoodie.

—Carl no es mi amigo —contesté seca—. Ya no.

—Vaya… —sonrió de lado—. Cómo cambian las cosas, ¿eh? Voy a matar a ese hijo de puta en cuanto Slenderman no esté mirando.

—¿Por qué? —preguntó Jeff—. ¿Qué tiene que ver Slender aquí?

—Lo dejó escapar, ¿no lo sabías? —Jeff abrió los ojos de la sorpresa, yo incluida—. Sí, esto ya me parece una puta broma. A mí casi me mata, y tú sabes lo que le hago a la gente solo por mirarme mal… —frunció el ceño y se cruzó de brazos.

—Pero… si lo dejé desangrándose para que vosotros… agh —soltó un suspiro pesado—. No entiendo qué mierda están haciendo Zalgo y Slenderman, lo han dejado vivir dos veces, y debería estar muerto —siguió Jeff.

—Yo tampoco… —murmuró Hoodie mirándolo realizando una mueca, haciendo que su larga cicatriz se deformara un poco.

—En fin, cosas de seres todopoderosos, supongo —dijo Jeff—. Cambiando de tema, ¿vendrás a la cena de Nochebuena?

—Obvio, tu hermano es el que mejor cocina, por una noche que no moriré de hambre no me la perderé. Cuenta con Toby y Masky también.

—¿Y Kate? —preguntó Jeff.

—No… la pobre tiene que ir a Argentina, una misión, ya sabes.

—Si tan solo Slender respetara los festivos —ambos rieron, Nurse Ann no me quitaba el ojo de encima, así que decidí encararla con la mirada.

—Niñata de mierda… —me insultó en voz alta, yo la miré seriamente. Jeff giró su cabeza un momento hacia ella y luego a Hoodie.

—Nosotros nos vamos —anunció y Hoodie se despidió con la cabeza, Nurse Ann no dijo nada, solo siguió mirándonos.

Caminamos en silencio a través del bosque, este trecho me sonaba.

—Me suena este camino —dije a los dos minutos.

—Ya hemos ido aquí, creí que sería buena idea volver para… calmar las aguas.

—Ja, ja, ja —sonreí levemente por su broma.

Después de unos minutos, llegamos al lago, el mismo lago gris, el mismo tronco caído, el mismo paisaje. Solo que esta vez no habría un Lost Silver que trate de ahogarme.

Nos sentamos en el tronco y Jeff sacó sándwiches envueltos en platina. Comimos y miramos el paisaje todo el día, incluso metí mi cabello y manos en el lago para limpiar la sangre por petición de Jeff.

Me desperté en una cama. Solo recordaba haber estado hasta que oscureció en el lago con Jeff. Miré a mi lado y ahí se encontraba, en el lado derecho de la cama, dormido como un tronco.

Me levanté cuidadosamente y sin hacer ruido tratando de no despertarlo. Abrí y cerré la puerta silenciosamente, caminé a la cocina escuchando ruidos, confirmando mis sospechas del causante.

—Buenos días, Tenny —saludó Liu friendo huevos.

—B-buenos d-días… Liu, siento de verdad estar aquí, puedo volver a la celda sola si quieres y… 

—No, está bien que te quedes aquí, a no ser que juegues al escondite contigo misma no tienes mucho que hacer allí, ¿no? —me cortó y me sonrió, tenía un pijama de felpa verde oscuro—. Jeff aún no despierta, ¿no?

—Está dormido —dije tímidamente—. Él me trajo, ¿cierto?

—Sí, dijo que te quedaste dormida en el lago mientras comíais.

—Siento lo de la… almohada —murmuré apenada.

—No te preocupes, la sangre no es tan molesta de limpiar como puede ser el vómito, mierda o vísceras. EEstamos acostumbrados a la sangre, pero que no sea menstruación —me señaló con la espátula en señal de "amenaza" y ambos reímos.

—Gracias, gracias por portarte tan bien conmigo, por lo de la venda y… lo de ahora.

—Le agradas a mi hermano —me acerqué para ver si podía ayudarle—. Mientras lo trates bien y no le putees me conformo.

—Te prometo que no le haré daño —dije segura y coloqué vasos, servilletas y tenedores.

«Me quiero matar».

No podía dejar de pensar en Lana. Estuve todo el día de ayer en el hospital, pero la recuperación fue rápida y hoy mismo, mañana del 24 de Nochebuena, me habían dado el alta. La apuñalada no me había tocado órganos vitales. Desearía que lo hubiera hecho.

—Carl… —Janna me acababa de tocar la mano, sacándome de mis pensamientos. Estábamos en el salón de la casa de Damian— Alejandra, tu psicóloga, te ha dado cita para el 26 a mediodía. ¿Te… te parece bien? 

—Preferiría no hablar sobre el tema —respondí mirando fijamente sus manos.

—Carl, escúchame —dijo ahora Damian inclinando su cuerpo hacia mí. Volví a mirar las manos de Janna— todo lo que te ha pasado es demasiado duro. Pero en concreto esto último es… —suspiró— tienes mucha fuerza, Carl. Mucha. Pero esa fuerza no entra en conflicto con pedir ayuda, con hablarlo. Si lo retienes, si repites esa escena en tu mente una y otra vez…

—Está bien —lo corté y le miré a los ojos. Estaba cansado del mismo discursito de siempre— iré con Alejandra. Hablaré con ella. Pero ahora mismo, no me saquéis el tema. No quiero pensar en ello… 

Damian y Janna se miraron entre ellos, y luego afirmaron con la cabeza.

—Está bien… —habló Janna con calma— Y… ¿de qué te gustaría hablar ahora mismo? O… ¿qué te gustaría hacer? Es Nochebuena, podemos… podemos ir al cine, o al centro comercial, o…

—Janna —la paró Damian y comenzó a susurrar, pero aún así podía escucharla— no creo que sea buen momento para exponerlo por la ciudad… 

—Tenéis que ir a comprar comida para la cena, ¿no? —Pregunté. Esta conversación me aburría— id alguno de los dos al supermercado y haced videollamada conmigo. Así será como salir sin salir realmente —Janna sonrió.

—Me parece una idea estupenda, Carl. 

—Sí —habló Damian— y… podemos hacer la cena juntos, y también un postre. Carl, ¿cuál es tu dulce favorito?

—Eh… Algo con chocolate. ¿Un mousse, quizás? —dije con desgana. Apreciaba que intentaran animarme pero mi mente ahora mismo solo estaba en Lana. Como habría deseado que Slenderman me matara. 

—Decidido entonces —dijo Damian levantándose del sofá con una sonrisa forzada— os llamaré en cuanto llegue al supermercado. ¡Y no pienso escatimar en gastos, así que aprovechad y pedid lo que queráis! 

Con el sonido de la puerta al irse nos quedamos Janna y yo en silencio, aunque ella hizo dos veces el intento de hablar.

—Janna, sé que quieres preguntarme cosas sobre lo que ocurrió ayer de madrugada —quería mirarla a los ojos, pero no podía. Ella me había salvado a mí y tenía la esperanza de salvar a los demás, ¿cómo iba a mirarla después de haber causado la muerte de Lana?

—Carl, yo… —respiró profundamente— no quiero incomodarte, entiéndelo. Pero hay… hay cosas que no me cuadran —noté como mi cuerpo se tensaba. Lo sabía. Sabía que ella no iba a caer en mi falso asesinato de Jeff.

—¿El qué exactamente?

—Jeff… Jeff The Killer. ¿Lo notaste en algún estado raro? ¿Tal vez borracho? 

—N-no lo sé. No estoy seguro. Siempre que nos visitaba parecía que tuviera alguna sustancia en el cuerpo, con esa forma de moverse, de hablar, de… —apreté mis puños. En realidad sabía que Jeff era así de impertinente sin necesidad de tomar nada. Sigo sin comprender cómo Tenny está de su lado…— puede que estuviera borracho. Muchas veces le apestaba el aliento al alcohol —Carl, miente bien. Más te vale que se lo crea— andaba muy raro, eso es cierto… y estaba algo torpe. 

—Por eso puede ser que fallara al apuñalarte… —contestó Janna pensativa.

—De hecho… en mi caso no creo que fuera por eso —se me aguaron los ojos. Janna me retiró el pelo de la frente y me miró, preguntando cuál era entonces el motivo— creo que Hoodie está vivo —la mano le empezó a temblar.

—¿Hoodie...? ¿Estás seguro? —No parecía tan sorprendida cómo creía que iba a estar— ¿Cómo… cómo sabes eso? ¿Lo dijo Jeff?

—Cuando me apuñaló me dijo que se iba a guardar las ganas de matarme… que dejaría que Hoodie cumpliera la venganza —comencé a llorar. Me temblaba todo el cuerpo— Janna… yo… n-no me explico cómo está vivo. Yo lo maté, lo golpeé en la cabeza repetidas veces, no es, no es posible… 

—Carl, mírame.

—No… no es posible, yo… 

—¡Mírame! —Janna me movió la cabeza para que la mirara, luego sonrió dulcemente— Carl, ¿sabes lo que eso significa? ¿Sabes lo que significa que Hoodie esté vivo? —No contesté, estaba confundido— Carl, significa que no has matado a nadie. Significa que no eres un asesino. No hay nada, absolutamente nada, que te haga similar a ellos. Sé que es algo que te atormentaba desde que ocurrió… ¿no es así?

—Sí… 

*RIIING RIIING*

El móvil de Janna comenzó a vibrar. Era la llamada de Damian.

—Ahora, despéjate y centrémonos en Nochebuena. ¡Hoy te puedes aprovechar de Damian y pedirle lo que sea!

Sonreí y Janna descolgó el teléfono. 

Liu llevaba todo el día en la cocina, cantando alegre y preparando dulces y otras comidas para la cena de hoy. En otro momento esa felicidad se me habría contagiado, pero hoy era un día… complicado para mí.

Recuerdo cuando Lana horas antes de Nochebuena venía a nuestras casas a darnos dulces y golosinas, Leo siempre la recibía con una sonrisa. Se llevaban bastante bien.

—Liu, ¿puedo ayudarte en algo? —lo miré, él se dio la vuelta con una sonrisa. Quería ver si conseguía animarme un poco con algo de actividad.

—Corta la carne si quieres —asentí y me acerqué a la encimera. Agarré el mango del cuchillo firmemente.

Se me vinieron a la cabeza los gorgojeos de Lana, la sangre, su cuello… Inmediatamente lo solté y alejé mis manos. En cuanto me di cuenta, estaba suspirando y temblando. Liu me miraba.

—¿Y si mejor te duchas? Jeff ya se ocupa de la carne —dijo serio. Sin decir nada caminé al pasillo, pero justo escuché que tocaban la puerta.

Fui hacia ella y la abrí, me encontré a Jeff cargando con dos sillas y una mesa.

—Hola —me saludó y agarré las sillas.

—Hola —las colocamos al lado de la mesa que ya tenían—. ¿Cuántos somos? —pregunté. Aún me parecía demasiado surrealista una cena de Nochebuena de Creepypastas.

—Somos diez, traje la mesa de Toby y las sillas de Masky.

—¿Cabrá todo?

—Sí, lo hemos hecho otros años, no te preocupes —asentí.

—Voy a ducharme, Liu quiere que cortes la carne.

—Espera —Jeff se fue a su habitación y lo seguí, sacó de su cómoda la ropa con la que me secuestraron—. Creo que es hora de que vuelvas a usar ropa de tu talla, te puse un parche en el rasguño de Laughing.

Sonreí enormemente y agarré la ropa con cuidado. Hice el ademán de abrazarlo, pero me paré, ya que recordé que no le gustaba el contacto físico. Entonces Jeff se acercó y me abrazó sonriendo.

—Solo por esta vez… —me susurró sin soltarme. Me agrada que me dé apoyo en un momento así. No dejo de pensar en Lana.

—Voy a ducharme, Liu dice que apesto —ambos reímos.

—Y tiene razón —Jeff me olió el pelo y puso una mueca rara y exagerada. Luego rio.

Me separé de él y entré al baño. Me quité la ropa y esperé el agua caliente. En cuanto tocó mi piel comencé a llorar. Espero que la famosa cena me despeje.

«Quiero olvidar todo por un momento».

—¡Bien! Nos ponemos a ver qué cocinamos —exclamó Janna viendo toda la compra y organizando todo. Me quedé mirando en silencio cómo Damian y ella hablaban de lo que iban a cenar, pero solo escuchaba murmullos, hasta que mi vista se perdió en un punto fijo.

—¿Qué te apetece a ti, Carl? —preguntó Damian sonriendo y volví a la realidad.

—Eh… ¿Pavo relleno? 

—Pavo relleno —repitió Janna sacándolo de una bolsa.

—¿Marisco? —Preguntó Damian. Asentí con la cabeza. No me apetecía hablar mucho.

—¿Quieres cortar la carne? —preguntó Janna y me acerqué. Agarré la tabla de cortar, un cuchillo y un pedazo de carne. Escuchaba cómo hablaban de la cena y distintas combinaciones de pavo relleno.

Coloqué el cuchillo e hice el primer corte, sonó hueco. Moví el cuchillo hacia otro pedazo, lo moví arriba y abajo verticalmente, abriéndose a mi movimiento. Salió algo de sangre y tiré el cuchillo a la encimera.

—¿Carl? —escuché la voz de Janna.

—N-no me encuentro bien, subo un momento. Ahora vuelvo.

Sin esperar su respuesta, subí las escaleras deprisa y me encerré en mi cuarto. Recargándome y bajando por la puerta. Todo lo que estaba reprimiendo salió por mis ojos. Lágrimas.

—Carl —tocó la puerta Damian—. Janna y yo nos encargamos de la cena, aprovecha para ducharte y despejarte un poco.

—¡Lo haré! —alcé la voz y traté de sonar lo más neutral posible, no quería que me escuchara llorar, no de nuevo.

Miré sobresaliendo debajo de mi cama una cuerda. Me arrastré y la saqué. Tomé ambos extremos con ambas manos y empecé a dar pequeños saltos, lo que fuera para distraerme. Mis lágrimas corrían por mi rostro con rapidez en cada salto. Cada vez que recordaba a Lana, su sangre, Tenny… Tenny estando del lado de Jeff… Jeff apuñalándome, Hoodie vivo, Slenderman dejándome ir, mis padres…

—¡Carl! —abrió la puerta Janna con el ceño fruncido—. Estás haciendo mucho ruido. Ve a bañarte y a arreglarte. Te ayudará más relajarte que subirte el pulso saltando tan fuerte —terminó de decir relajando el tono de voz. 

Janna dejó la puerta abierta y miré hacia abajo. No me había percatado de que había hecho mucha fuerza al saltar, mis pies incluso dolían un poco.

Enrollé la comba, la guardé dentro de la cómoda y fui directo a ducharme.

«Usa el dolor como combustible, usa el dolor como combustible…».

«Pensaba que no volvería a verme con esta ropa».

Me encontraba en el baño, mirándome en el espejo. Tenía el pelo limpio, olía bien y llevaba la ropa con la que llegué aquí lavada y planchada.

«Es curioso que me tomara mi tiempo para elegirla la noche que fuimos al bosque… No sé muy bien por qué, tal vez en el fondo sabía que algo malo pasaría, que no regresaría, porque tardé media hora en escoger mis dos camisetas favoritas de entre todas las que tengo, mis pantalones más nuevos y mis botas más caras».

—El parche de Jeff… —susurré. 

Me giré hacia el lado donde Laughing Jack me atacó y me fijé en ambas camisetas. En la de manga corta, la que tenía arriba de ambas, el parche que Jeff me había cosido era negro y se disimulaba bastante bien; sin embargo el de la camiseta de abajo y el que no se veía realmente era completamente blanco, y tenía pintado una sonrisa negra y un cuchillo rojo. Me hizo sonreír. 

—Tenny, ¿ya has terminado? Van a llegar en cualquier momento —habló Jeff a través de la puerta.

—Sí, ya salgo —solté un suspiro y froté mis ojos, preparándome para lo que venía. Giré el pomo y abrí la puerta, encontrándome con Jeff de frente. Llevaba una mini coleta, camiseta negra y camisa blanca abierta por encima, pantalones blancos y calcetines negros.

—¿Y ese atuendo?

—Se lo robé a alguien hace una semana, ¿te gusta?

—Se me hace raro verte así —sonreí levemente.

—Vamos poniendo la mesa, es lo que falta —me devolvió la sonrisa y asentí.

Las mesas ya estaban juntas y el mantel puesto. Colocamos los cubiertos, servilletas, vasos y platos e hicimos hueco para la comida que luego colocaría Liu. Me senté en el centro agarrando mis manos.

—No te preocupes, hoy no serás el menú —Jeff sonrió. Le devolví el gesto.

—Gracias por los parches.

—De nada —justo tocaron la puerta—. Voy yo.

Jeff caminó hasta la puerta y la abrió lentamente.

—¡Feliz Nochebuena, Woods! —exclamó la voz de un hombre.

—¡Feliz Nochebuena! —Jeff dejó pasar a tres hombres: el primero tenía el pelo negro y ojos azules; el segundo era un castaño de ojos marrones; y el tercero era Hoodie, tenía algo de barba de tres días y su cabello era más claro que el de los otros hombres, al igual que resaltaba su cicatriz desde el labio hasta la frente pero sin tener el ojo dañado. Cuando Carl lo atacó lo vi por unos segundos, pero no tan detenidamente como ahora.

—Deja pasar a Ann —dijo uno de ellos. Jeff se hizo a un lado y entró una mujer pelirroja, alta y esbelta. Llevaba un vestido negro largo, descubriendo sus brazos con partes de otras personas pero tapando sus piernas. También llamaba la atención su rostro, pues de nariz para abajo tenía la piel deformada y con muchas costuras. 

Recordé cuando por su culpa me alejaron de Jeff. Me alegré al ver que era terriblemente fea. 

—Bonito vestido —dijo Jeff hablando a la chica con costuras.

—Lo robé de una morgue —contestó, caminó hacia una de las sillas y, cuando fue a sentarse me vio, quedándose estática—. ¿Qué hace esta aquí? —preguntó alzando la voz, haciendo que los tres hombres se giraran y me vieran.

—Es mi invitada, quien sí está invitada por mí, y es mi cabaña —dijo con calma—. O te sientas o no tendrás sitio. De hecho… Mm… tenemos las sillas justas.

—¡Ahora se la pedimos a Ben cuando venga! —Gritó Liu desde la cocina. Me fijé en su ropa: iba totalmente de negro, con lo que parecía una camisa de satén. 

Los tres hombres se sentaron en la mesa sin parar de mirarme. Por las descripciones de internet diría que el de ojos azules se trataba de Masky, y el de ojos marrones Toby. Sin embargo, me extrañó bastante que Toby no tuviera ninguna cicatriz notoria en la mejilla, simplemente se le notaba una herida cicatrizada en el labio superior.

Lexy siempre había tenido razón. No por saber sus historias de internet los conocía realmente. 

Entonces, la televisión comenzó a parpadear. Jeff se cruzó de brazos y se fue acercando lentamente hacia ella.

Apareció estática y una mano comenzó a salir de ella lentamente.

—Oye, Samara Morgan, como nos rompas la televisión nos robas otra.

Una cabeza con pelo rubio salió poco a poco de ella, era Ben.

—Esto no se rompe —dijo sacando el otro brazo.

—Ve a por otra silla, tenemos otra invitada.

—Tiene que ser una broma —frunció el ceño mirando a Jeff.

—Y ni se te ocurra intentar pasar la silla por ahí.

Ben rodó los ojos y volvió a meterse por el aparato, dejándolo como si no hubiese pasado nada.

—La silla está en camino —dijo Jeff y volvieron a tocar la puerta, esta vez el toque era más suave—. Sally —murmuró.

Abrió la puerta y, efectivamente, una niña de apariencia de ocho años se encontraba en frente de él.

—Feliz Nochebuena, Jeff —dijo con tono dulce y Jeff la dejó pasar.

—Feliz Nochebuena, Sally.

—¡Tenny! ¿Qué haces aquí? —me saludó Sally con una gran sonrisa mientras se sentaba en el lado derecho.

—Jeff me invitó —contesté. Luego, saludó a Liu, Nurse Ann, Hoodie, Toby y Masky.

Tras un rato, volvieron a tocar la puerta. Eran Bloody, Eyeless y Ben con una silla. Por el número de ellas, parecía que ya estábamos todos.

Les felicitaron a los demás, estaban con una sonrisa hasta que me vieron.

Ya había visto a Bloody sin máscara, Ben estaba como siempre, entonces vi a Eyeless y me sostuve con fuerza a la mesa para no gritar.

Unos ojos vacíos, sus cuencas de hecho, expulsaban un líquido negro que manchaba su rostro. Tenía varias cicatrices en su cara, algunas eran recientes. Carecía de labios y su piel era gris muerto. No sabía qué me había dado más miedo hasta ahora, si la primera vez que vi el rostro de Jeff o esto. Vi cómo se sentaba al lado de Sally, desde aquí podía oler a muerto, sangre y… a algo fuerte que no lograba reconocer.

—Bien, ya estamos todos —dijo Jeff, fue a la cocina con Liu para ayudarlo a traer la comida.

Bloody se sentó a mi derecha, dejando un lugar de distancia entre nosotros.

—A ver, para que no pase lo mismo que el año pasado… En las bandejas azules está la comida especial para Eyeless y para los que la quieran probar, en las demás podéis verlo por vosotros mismos. ¿Se ha entendido? —Todos dijeron "sí" al unísono y empezaron a comer.

Liu se sentó a mi derecha, quedando entre Bloody y yo. Jeff a mi izquierda y Ben a su lado. En frente de mí se encontraba Toby, a su izquierda Eyeless y Sally, y a su derecha Masky y Hoodie, siendo Nurse Ann la única en ocupar una cabecera de la mesa, estando a mi izquierda.

Revisé los platos, viendo las bandejas azules.

“En las bandejas azules está la comida especial para Eyeless y los que la quieran probar”.

Eché un vistazo y se veía carne, carne cocinada de distintos tipos. Eyeless quitó la tapa de un recipiente y un delicioso olor se mezcló con el putrefacto de E.Jack. Me daba más asco admitir que esa carne humana olía bien a que verdaderamente hubiera tenido la pinta que esperaba.

—Vaya, Liu, mira que nunca he comido carne humana pero con esa pinta se me antoja —dijo Ben mirando al cocinero. Liu sonreía con orgullo—. ¿Qué es exactamente?

—Sesos, sesos rebozados —contestó. Miré a Jeff, puso una mueca disimulada de asco.

—Para tu información —me susurró al oído—, me da puto asco la carne humana —reí sin que se notara mucho.

—¿De adulto o de niño? —Preguntó Eyeless Jack—. Espero que no sean de anciano, esos no me gustan nada. 

—Tranquilo —respondió Liu colocando en su plato comida de las bandejas no-caníbales— son de niño. Ayer mismo lo… recogí —Liu le hizo una sonrisa cómplice a Eyeless. Una sonrisa llena de maldad que no le había visto poner nunca. 

Se me puso la piel de gallina… ayer mismo. ¿Cuando Jeff dijo que Liu fue a por comida para Nochebuena…?

—Tenny —me llamó la atención Nurse Ann, la terriblemente fea—, ya que eres la invitada especial de la noche, deberías probar todo lo que ha cocinado Homicidal Liu —dijo colocando en su plato tanto comida caníbal como normal. Me sonreía con prepotencia. Me daba mucho asco— ya sabes, sería descortés estando tan esquelética y muerta de hambre por el secuestro rechazar comida de uno de tus secuestradores.

Miré a Liu, sin saber muy bien qué hacer. Forzó una sonrisa.

—Tenny, no hace falta que lo hagas —me dijo. Noté que estaba sujetando los cubiertos con mucha fuerza. 

Temiendo que se estuviera enfadando conmigo, hice el ademán de agarrar uno de los trozos de sesos. 

—¡NO! —Liu me paró el brazo—. Tenny, hablo en serio. Es Nochebuena y tu secuestrador anfitrión —enfatizó esas palabras mirando a Nurse Ann, como burlándose de lo que ella había dicho— desea que estés a gusto.

—Tenny, tanto tú como yo sabemos que Liu es un gran chef y le queremos, pero ni borracho pruebo eso, respetando a los caníbales de la mesa, claro —habló Jeff y miró a Nurse Ann—. Pensé que los zombies tenían modales, pero ya veo que no.

—¡Esto es el colmo! —golpeó la mesa frustrada y Masky sacó una pistola apuntando al techo.

—¡EH, EH! ¡En mi cabaña no! —dijo Liu y Masky bajó la pistola serio.

—Por favor, es Nochebuena y somos adultos, ¿os podéis comportar? —dijo Sally al otro lado de la mesa comiendo una ensalada y un filete de las bandejas normales, las que no eran azules.

—Me voy. Hoodie, gracias por el favor pero nos vemos mañana —se levantó, abrió la puerta y se fue, no sin antes dedicarme una mirada de desprecio.

Nos quedamos en silencio los que habíamos hablado por unos segundos, los otros seguían comiendo.

—Bueno, ya podemos seguir comiendo —dijo Liu y comimos en paz.

—Normalmente nos divertimos más —me murmuró Jeff al oído y negué con la cabeza.

—No te preocupes, sé que no esperábais que ella viniese —contesté.

—Ella se coló, no puedes pretender que otros se adapten a ti cuando ya hay un grupo —asentí y Hoodie habló.

—Siento lo de ella, Liu, Jeff.

—Nunca me cayó bien esa chica —suspiró Jeff y siguió comiendo su muslo de pollo con los cubiertos.

Escuché que Bloody y Liu murmuraban por lo bajo; Toby, Masky y Hoodie hablaban de Slenderman; Sally y Ben se mantenían callados. Me llamó la atención que esos dos estuvieran comiendo.

—Ben —dije intentando calmar el ambiente—, ¿es necesario que comas? 

—Jeff, tu juguete sexual sigue haciendo muchas preguntas.

Liu escupió la comida de la risa. Enseguida pidió disculpas limpiando lo que había echado sin parar de reírse. Todos le siguieron la risa menos Sally y Jeff. Yo sonreí por compromiso.

—Tenny, mira que me he metido muchas veces contigo, pero jamás se me habría ocurrido eso —continuó riéndose Liu. Jeff lo miró de reojo serio.

—Y, respondiendo a tu pregunta: no, no necesito comer. Como porque quiero.

—Gracias —dije simplemente y seguí comiendo en silencio.

—Oye, no es mal apodo —dijo Toby, siguiendo la broma—. Pero conociendo a Jeff no le da uso —Jeff miró a Toby y Hoodie se rio.

—Eso no te incumbe y menos si viene del enano —contestó serio.

—¿Enano? Mido lo mismo que tú —respondió Ben.

—Modificar tu cuerpo a tu antojo no cuenta —contraatacó Jeff y terminó su plato para servirse más.

—Oye, Tenny —habló Bloody y le miré—. Me enteré de lo de Lana… —solté mi cubierto y le presté más atención que antes—. Siento lo de Lana… de verdad. Es por esto que… ¡mira, te he hecho un dibujo con su sangre!

Bloody sacó de su bolsillo un papel y lo desdobló extendiéndomelo. Lo agarré y lo miré detalladamente. Mis lágrimas comenzaron a correr por mi rostro en silencio y mis manos a temblar. Era un retrato hiperrealista de Lana. 

—Espera, ¿te refieres a la chica que quedaba con ella? ¿Qué pasó? —preguntó Hoodie.

—Hubo un percance —contestó Liu.

Me limpié las lágrimas lo mejor que pude y doblé el dibujo guardándolo en el bolsillo del pantalón.

—G-gracias, B-Bloody.

—Entonces solo quedas tú —dijo Ben mirándome—. ¿Quién lo habría imaginado?

Miré a Sally, quien me miraba apenada y triste, bajó la mirada y se levantó.

—Chicos, debo irme, es la hora. Muchas gracias por la comida y por invitarme, estaba muy rica como siempre, Liu, Jeff.

—Ten buena noche —le dijeron varios, otros "buenas noches" y un "ten cuidado".

—Oye, Liu, estos sesos te han quedado muy bien —dijo Eyeless en cuanto Sally salió mientras se terminaba el último—. ¿Tienes hígado?

—Sí —Liu agarró una bandeja azul, poniéndola donde estaba la de sesos.

—Yo la llevo —me ofrecí y tomé la bandeja, llevándola a la cocina.

Volvieron a tocar la puerta, Liu hizo ademán de levantarse, pero me apresuré a abrir yo. Ya que me estaban tratando demasiado bien tendría que ser útil de alguna forma… supongo.

Tomé el pomo y lo giré, pero al ver lo que tenía delante pegué un grito y cerré de un portazo. Retrocedí unos pasos hasta chocar con la silla de Toby.

—¿A quién viste? —se levantó Liu y abrió la puerta y tapó la entrada con su cuerpo—. ¿Qué coño haces tú aquí?

—Oh, vamos. Después de la grosería que me acabáis de hacer lo mínimo es dejarme pasar.

—Dos cosas: lár-gate —Liu se cruzó de brazos y miré a Jeff, quien tenía expresión de agotamiento y me hizo un ademán de que me sentase con él, cosa que no dudé en hacerlo.

—Jeff… esa cosa… 

—Sí, es horrible por dentro y por fuera —me respondió y solté un suspiro, tratando de asimilar lo que acababa de ver, aunque solo hubiese sido por unos segundos.

Era una cara blanca con cabello negro, muy oscuro y enmarañado con un vestido blanco. Pero su cara… su cara blanca, sin labios, ojos azules pero muy pequeños y redondos… su rostro parecía plastilina. Si pensaba que el de Jeff en su momento era horrible este era mucho peor, creo que habría muerto de un maldito infarto si la hubiese visto antes a ella.

—A parte, ¿quién es la maleducada?

—Eso no te importa —le contestó Liu a la chica, entonces, ella aprovechó un pequeño espacio entre el cuerpo de Liu y la puerta y se coló por él, dejándome verla mucho mejor.

—¡Feliz Nochebuena, chicos! ¡Feliz Nochebuena, Je…! —la chica se calló inmediatamente al verme.

Su boca estaba cortada por las mejillas, aún más profundo que la de Jeff. No tenía cejas, su cabello negro parecía quemado, ni siquiera tenía nariz. Su piel era extremadamente blanca, pero de manera antinatural, sus manos y brazos lucían extremadamente ásperos.

—¿Y tú quién eres y por qué estás al lado de Jeff? —me miró y no podía descifrar su expresión, ¡no había manera con tanta falta de rasgos!—. ¿Es tu cena, Eyeless?

—No, Nina, sabes que no me gustan al huesillo —contestó sin dejar de comer, los proxys la miraban con desagrado pero estaban atentos a la situación.

—Espera, ¿esta es Nina The Killer? —pregunté en alto señalándola con disimulo con el dedo, mirándola horrorizada.

—Ya quisieras ser yo —se sentó en la silla en la que estaba Nurse Ann. Era una chica alta, pero no tanto como Jeff. Tal vez medía aproximadamente 1'70 metros y se veía adulta.

—¿Una deforme? —contestó Jeff mirándola con cara seria, se notaba en el ambiente que no era bienvenida.

—Oh, vamos, Jeff. ¡Si lo hice por ti! ¡Ahora somos iguales!

—Sí, me llevas diciendo exactamente lo mismo hace tres años —dijo el aludido aburrido, pinchando una papa frita de una de las bandejas.

—¿Sabes? El operador me está diciendo que te necesita en este mismo instante —habló Toby mirándola.

—Buen intento, Tobías. Pero Slenderman mandó a Kate en mi lugar para ir a Argentina —abrió la boca mirándolo fijamente. Toby puso una mueca de asco.

—No vuelvas a llamarme Tobías nunca.

—¿No puedes matarla, verdad? —pregunté lo más bajo que pude a Jeff.

—No, al igual que Laughing y yo tampoco —me respondió y noté la mirada de Nina sobre nosotros.

—¿Qué andáis murmurando? —dijo con voz algo gruesa y arrastrando las palabras. Liu, que en cuanto entró cerró la puerta y se sentó a mi lado, soltó un suspiro pesado masajeándose la sien.

—Dejad que se quede —habló Ben—. Al menos tenemos un espectáculo nocturno —Eyeless y los proxys rieron ante el comentario de Ben.

—Solo los asesinos podemos estar en la mesa —dijo Nina sin quitarme la vista de encima.

—Todos somos asesinos en esta mesa —contraatacó Jeff con calma, atrayendo las miradas de los presentes salvo la de Bloody y Liu.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Masky, quien había permanecido callado.

—Que en esta mesa todos hemos matado a alguien. ¿No es así, Tenny?

Todos posaron sus miradas en mí y bajé la cabeza.

—Por si acaso, matar a una rata no cuenta como asesinato —dijo Hoodie.

—En ningún momento mencioné animales.

—Pero… ¿a quién ha matado? Necesitaría una víctima para eso, y ha estado encerrada todo el rato con… —Toby dejó de hablar.

—Degollé a Lana ayer.

Los comensales intercambiaron miradas, subí lentamente la mía para ver sus reacciones.

—¡Felicidades! ¡Ya mataste a tu primera víctima! —me felicitó Eyeless tendiéndome un trozo de hígado—. Al principio es difícil, pero una vez que sigues y te acostumbras sabes aprovechar lo mejor de tus víctimas —sonrió ampliamente mostrando su hilera de dientes afilados.

—Creo… creo que no me sienta bien la carne humana —respondí tratando de ser lo más cortés que pude.

—A Toby al principio tampoco, pero como dije, una vez que te acostumbras —se llevó el pedazo a su boca— es otra cosa.

Miré a Toby y agarró un poco de la bandeja azul.

—Entonces, ¿es verdad? —preguntó Hoodie—. ¿La mataste?

—Yo no lo vi —habló Bloody cortando con el cuchillo y tenedor un muslo de pollo con lentitud y calma—. Pero Liu y yo vimos el cadáver cuando Jeff la trajo, estaba degollada. De ahí saqué la sangre para mi cuadro. Es una pena, Lana me caía muy bien, prestaba mucho interés a mis dibujos y…

—A nadie le importa —habló Nina desde la esquina—. Cualquiera puede matar a una persona.

Al ver que nadie le hacía caso, menos Jeff, se levantó y caminó hacia la puerta, no sin antes clavarme una mirada. Dudaba mucho de que esa fuese la última vez que nos viésemos. Pasó su dedo índice por su cuello, abrió la puerta y se fue dando un portazo.

—Es como una niña pequeña, viene, patalea y si no le haces caso se va —dijo Jeff bebiendo una copa de agua—. En fin, niños… —murmuró y dejó la copa a un lado para sentarse mirándome de frente— ¿Podrás dormir esta noche?

—Esa cosa daba miedo… —respondí susurrando en medio de las conversaciones de los demás, el ambiente de antes había vuelto.

—Oh, vamos, no seas tan cruel con ella, simplemente quiso imitarme siendo una cría y le salió mal. Hay que tenerle compasión —sonrió burlonamente.

—¿De verdad hizo eso con trece años?

—No, con dieciocho. Ojalá haber sido adivino y haberle prendido fuego antes de que se recuperase. A Zalgo le sirve, pero a mí me incordia —hizo una mueca y bajó la mirada, yo guardé silencio haciéndome una imagen de lo que Nina hizo—. ¿Quieres tu regalo de Nochebuena?

—¿Me hiciste un regalo? ¿Por qué? —abrí los ojos de la sorpresa.

—Pensé hacerlo ayer —del bolsillo de su camisa, sacó una cuerda que estaba amarrada a un diminuto bote, atravesándolo por el cuello de la botellita. Contenía un líquido rojo.

—¿Es… un collar? —pregunté tomándolo en mis manos.

—Sí, de perro. Así cuando te saque a pasear… —ambos reímos levemente—. Es la sangre de Lana —miré el líquido y luego a él formando la letra "O" con mi boca—. Pensé que la querrías cerca a pesar de lo que pasó, como para… recordarla.

—G-gracias —me limité a decir y le di la espalda para que me colocara el collar.

«Supongo que es un buen castigo por todo lo que hice, tenerlo colgado de mi cuello y verlo el resto de mis días, acabe de la forma que acabe».

La fiesta continuó, todos hablando, riendo y felicitándome por mi primera víctima. No volví a sonreír en el resto de la noche.

—¡Huele tan bien! —exclamé con entusiasmo cerrando la puerta de la casa de Damian. Me había ido un momento para arreglarme, llevaba una camisa blanca de botones y unos pantalones negros un poco holgados.

—No has tardado nada —Carl me recibió y le di un beso en el pelo y un abrazo.

—Estás muy guapo —me separé para verlo mejor. Llevaba una camisa negra de botones remangada y unos pantalones vaqueros oscuros pitillo con calcetines blancos.

—No más que tú —me sonrió y fuimos a la cocina, la mesa estaba puesta y Damian colocó el pavo en el centro.

—Estáis perfectos los dos —dijo Damian.

Él estaba realmente elegante a la vez que sencillo: llevaba un jersey azul oscuro de cuello alto que marcaba su figura atlética, unos pantalones ni muy estrechos ni muy anchos blancos y unos zapatos del mismo color. Había que admitir que Damian era un hombre atractivo, y además sabía arreglarse.

—Tú no te quedas atrás —le respondí con una sonrisa y nos sentamos los tres a comer.

Nos la pasamos hablando y riendo mientras comíamos, creo que Carl finalmente podía distraerse.

El pavo, las brochetas de carne y verdura nos habían quedado algo quemadas, pero cuanto más crujiente más bueno está.

—Y entonces le dije… —el sonido de mi teléfono cortó a Damian, nos callamos y descolgué la llamada viendo que era Kimiko, una de las chicas que les había tocado turno de vigilancia hoy.

—Kimiko, ¿pasó algo?

Seniorita Janna —habló por el teléfono con su típico acento japonés—. Disculpe la molestia en esta noche tan importante, pero debo decirle que usted y el seniorito Damian deben venir a la entrada del bosque.

Miré a Damian y él me preguntaba con la mirada qué pasaba, yo ya me estaba temiendo lo peor.

—Ahora mismo vamos para allá, muchas gracias, Kimiko —colgué el teléfono y miré a Carl y Damian—. Ha… ha surgido algo, tenemos que ir al… bosque.

Damian miró a Carl y luego a mí.

—Tengo que ir con vosotros, ¿verdad? No puedo quedarme solo —Carl bajó la mirada y Damian y yo intercambiamos algunas. Solté un suspiro e hice un ademán de que nos fuéramos.

Salimos y nos montamos en el automóvil de Damian. Toqueteaba mi muslo con el dedo índice con nerviosismo. Es Nochebuena, ¿de verdad ni siquiera nos van a dar un respiro hoy?

Tardamos unos minutos en llegar a donde habían varios coches de policía y una ambulancia.

—Carl, quédate en el coche. Cualquier cosa rara que veas toca el claxon, ¿entendido?

—Sí.

Damian y yo nos bajamos y caminamos hacia el tumulto de gente.

—Policía, permiso, permiso… —nos fuimos haciendo paso entre la multitud hasta llegar al frente.

Llevé mis manos a mi boca conteniendo un grito y mis ojos se llenaron de lágrimas.

He visto cadáveres, he visto las peores escenas posibles, tanto como inspectora como… civil. Pero esto es crueldad. Caminé, acercándome más, quería leer el puñetero cartel que la pobre Lana tenía en sus manos mientras su cuello estaba atado a una soga, simulando que se había ahorcado con una rama de uno de los árboles.

Cuanto más me acercaba, más escuchaba el llanto de los padres que se encontraban a sus pies.

Al ver el cuerpo mejor, derramé unas pocas lágrimas.

El cuerpo estaba pálido, sus ojeras eran muy notables.

La ropa que llevaba puesta estaba llena de sangre.

Sangre seca rodeaba su cuello, al igual que ya estaba desprendiendo el olor que tanto se me hacía familiar en los cadáveres. Y, la guinda del pastel, podía notar varios insectos posándose en ella.

¡NO ENTRÉIS MÁS!

Estaba escrito con sangre, y me atrevería a decir que era la de Lana.

Los padres al verme no dijeron nada, siguieron llorando. La madre me tendió un sobre.

En él, había una nota que estaba escrito con sangre la dirección, esta misma dirección. Observé la caligrafía y era la misma que ese maldito bastardo. Jeff The Killer…

—¡No hay nada que ver! ¡Despejen la zona para la ambulancia, por favor! —escuché a Damian a lo lejos, tratando de disolver la multitud—. ¡CARL, NO!

Giré mi vista hacia atrás y vi a Carl parado. A pesar de estar rodeado de personas, era el más distinguido. No por su pelo rubio, sus ojos azules o su ropa elegante.

Era su expresión, mostraba el horror puro y duro. La expresión que denotaba a una persona cuando se quebraba. Hizo caso omiso a Damian y le hice una seña con la mano para que lo dejara ir.

Carl caminó lentamente, cruzando la carretera hasta llegar hasta mí, quedando frente a frente con el cuerpo.

Lo observé detenidamente, su nuez bajaba y subía con dificultad, sus ojos estaban rojos y su rostro mojado. Puse mi mano en su hombro pero no se inmutó.

Miré el cuerpo de Lana, la soga hacía presión en su cuello. Había sido degollada, la soga estaba traspasando la herida y muy poco a poco adentrándose más. Miré sus brazos y piernas, estaba esquelética, en muy malas condiciones, tal y como encontré a Carl, más o menos.

—Lo siento… —Carl susurró lo más bajo que pudo y los equipos de emergencia pasaron detrás de él.

Curiosidad n°88: Nina fue de las pocas fangirls de Jeff que siguió al pie de la letra su historia y sobrevivió, quedando con lagunas físicas y mentales por su intento de parecerse a su ídolo.

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