Capítulo 77
Las gotas de lluvia escurrían por el cristal del coche. Damian estaba tarareando una canción de la radio mientras conducía. El coche fue reduciendo velocidad hasta detenerse en frente de un edificio de cuatro plantas.
—Aquí es, Carl. El piso… 5B, en la planta baja. ¿Quieres que te acompañe?
—Creo que prefiero ir solo, pero gracias —dije no muy animado. No me hacía mucha gracia ir al psicólogo, pero si me era útil estaba dispuesto a hacerlo.
—Bien, pasaré por ti en una hora.
Salí del vehículo y nos despedimos, miré la puerta y toqué el telefonillo.
—¿Sí?
—Soy Carl, vengo a la consulta.
Emitió un sonido y abrí la puerta, caminé por el pasillo buscando entre los números y letras.
—Carl, aquí.
La voz de una mujer joven me guió hasta la puerta correcta, cuando entré, una chica morena de piel con cabello y ojos marrones me atendió con una agradable sonrisa.
—¡Hola! Soy Alejandra, pero puedes llamarme Ale.
—Gracias, Ale.
Me hizo pasar y me senté en el diván negro. Las paredes eran de color blanco y los muebles negros, una decoración curiosa pero atrapante.
Me encontraba inclinado, mirándola de frente.
Ella se sentó en el sillón agarrando una libreta y un bolígrafo.
—Bueno, Carl, como es la primera sesión empecemos poco a poco. Recuerda que yo estoy aquí para ayudarte y en ningún momento pretendo juzgarte. Escucharé cada palabra que digas y, si así lo quieres, te daré consejos con el objetivo de que puedas mejorar. Tus traumas y problemas no se resolverán al instante, llevarán un proceso y tú serás el único que tome tus propias decisiones. ¿Estás listo?
—Sí, lo estoy —respondí mirándola atentamente.
—Bien, Carl. Háblame de porqué estás aquí.
—La PCE me ha obligado a ir un psicólogo porque supuestamente me invento mi propio secuestro, mientras que la inspectora Janna y el comisario Damian se preocupan por mi salud mental.
—Bien… —musitó y aclaró la garganta— ¿pero qué hay de ti? Es decir, ¿has venido por voluntad propia? ¿De verdad deseas recibir esta terapia o lo haces por un tercero?
—Sinceramente nunca me había planteado ir a un psicólogo por mi cuenta, es decir, cuando estaba en el colegio fui al psicólogo que había allí, pero fue una pérdida de tiempo ya que no arregló nada.
—¿Puedo preguntar por qué motivo fuiste al psicólogo?
—Por bullying —cuando contesté, ella apuntó en su libreta.
—Bien, empecemos por ahí. ¿Desde cuándo sufriste bullying y cuándo paró? Si es que a día de hoy no lo sigues sufriendo, claro.
—Desde que era pequeño, no recuerdo exactamente la edad. Tal vez desde primaria, a los… ¿Seis? —me callé para pensarlo un momento, ya que no recordaba cuándo empezó por habérseme hecho costumbre. Escuché trazos de bolígrafo.
—No pasa nada si no lo recuerdas, es normal —dijo Alejandra con voz suave.
—Solo… solo recuerdo que fue desde pequeño.
Moví mi pie derecho a un lado y a otro, ella lo notó y volvió a apuntar.
—¿Puedo saber el motivo del por qué te acosaban?
—No lo sé, sinceramente. —Esto estaba yendo deprisa, pero me gustaba que así fuera. No quería perder el tiempo en tonterías.
—Por ejemplo, ¿te llamaban de alguna forma despectiva?
—Raro. Siempre me llamaban raro, el rarito, el abandonado o… o insultos en sí, eso antes, durante y después de los golpes.
—¿Golpes? —abrió un poco más los ojos sorprendida —¿Eran diarios?
—Sí, se podría decir. Era cuando les apetecía o no había ningún profesor. Y no, no se los decía porque me amenazaban y porque no parecía que les importase. Ni a los profesores ni a los que veían. Luego llegaba a casa y era más de lo mismo, mis padres desde que tengo uso de razón discutían, tanto a golpes como a gritos, tenían sexo, por un rato estaban bien y… se repetía.
—Dios… —se llevó la mano a la boca y miró un papel— ¿y has estado diecisiete años sufriendo abuso intrafamiliar y escolar?
—No… creo… Intrafamiliar sí. Mi padre cuando estaba en el hospital quiso volver a golpearme por exponerlos en televisión, escolar… creo que desde hace unos años no. Pero eso no significa que dejasen de hacerlo porque entendieron que estaba mal.
—¿Entonces?
—Por mi grupo de amigos.
—¿Te refieres a… los chicos que…?
—Sí, los que fueron secuestrados conmigo. Y no te preocupes, no me afecta hablar de ellos, ya les lloré y velé lo que tuve que hacer.
—Si estás listo, adelante.
—Bien —tomé aire—. Lexy era una chica bastante popular, ya que salía mucho de fiesta y conocía a muchísimas personas tanto dentro como fuera de la escuela. Cuando repitió curso, se juntó más con nosotros y a partir de ahí fuimos más cercanos, ella repitió a los trece años y se acercó a Josh, que le seguía a todas las fiestas.
—¿Cómo era tu relación con Lexy y Josh?
—Lexy y yo nos llevábamos bien, a pesar de que me uní algo tarde al grupo me aceptaron y Lexy fue la que más me apoyó. No me gustaba su estilo de vida ni lo compartía, el salir de fiesta y juntarme con otras personas para tener sexo nunca fue algo que me gustase. Sin embargo, como persona sí que era respetable, ella era de fiar, amable e inteligente aunque no muchos pensasen lo mismo. Lo malo es que dependía de Josh.
—¿Depender en qué sentido?
—Lexy tenía problemas en casa, igual que Josh. Parecía que tenían una relación extraña a veces, Lexy tenía que cuidar de Josh todo el rato, se divertían pero a veces parecía ser su niñera. Josh, en cambio, le gustaba ir a divertirse con Lexy, era más bien… como que le gustaba ser el centro de atención, le gustaba que Lexy estuviera encima de él diciéndole qué hacer.
—Ya veo, he visto muchos casos de esos. Se originan a problemas paternales y maternales —comentó Alejandra colocando su dedo índice en su barbilla.
—Sí, no tenían muy buenos padres a decir verdad, por eso no los juzgaba.
—Eso es ser un buen amigo, Carl —sonreímos ambos, la terapia por ahora no parecía ir mal.
—Gracias, aunque… bueno, acabase todo mal.
—Lo importante es que estás aquí, vivo, sano y salvo. Lo que les pasó a tus amigos es una desgracia y casi nadie se lo merece, pero no te sientas culpable por sobrevivir, fuiste muy valiente atravesando ese bosque.
—Gracias, Alejandra —sonreí esta vez ampliamente algo emocionado.
—Bueno, con Josh y Lexy te llevabas bien entonces, ¿no es así? —asentí— ¿Y con los demás?
—Mmmm… con Fu y Brian era… neutral, creo.
—Los Sanadesio, ¿verdad?
—Sí, ellos mismos.
—¿Quieres hablarme de ellos?
—Claro. Fu era una persona que le gustaba el deporte, era el mejor en educación física y había chicas atraídas por él. También le gustaba salir de fiesta y era muy amigable, aunque en los estudios no era muy bueno.
—Parecía un buen partido —bromeó.
—Sí, pero… supongo que en ciertos aspectos era una persona egoísta.
—Todos somos egoístas en algunos aspectos de nuestra vida.
—Sí, pero… él era algo más… notable.
—¿En qué sentido?
—Por ejemplo, es verdad que cuando quedaba con alguna chica, nos dejaba un poco de lado aunque solo fuese una relación superficial. Cuando terminaba, volvía como si nada. No es que nos ignorase, pero pasaba más tiempo besándose con esa chica en vez de ir a planes que nosotros preparábamos.
—Entiendo lo que dices, y no está bien dejar a tus amigos por otra persona y menos con la que no piensas tener una relación duradera. Pero esto es muy común entre los jóvenes de hoy en día.
—Sí, eso lo sé… aunque creo que el colmo fue cuando nos dejó tirados en la celda.
—¿En la celda?
—Cuando nos secuestraron estuvimos en una celda. Fu junto con Josh fueron los primeros en morir. Josh murió de manera muy estúpida, insultó a uno de los asesinos y lo acabó destripando delante de nosotros. Fu, en cambio, simplemente nos abandonó. Abrieron la puerta de la celda para intentar que escapáramos, pero Fu se fue sin decirnos nada, sin esperarnos. Y eso causó su muerte.
Alejandra alzó las cejas con expresión de pena, yo bajé la mirada un instante y la volví a mirar.
—Fu fue una persona egoísta desde que nació hasta que lo mataron. Brian es o… era una persona muy inteligente, a él si se le dan o daban bien los estudios, aunque por lo que nos dijo en la celda Fu se quedaba con todos los méritos y era el más mimado.
—¿Brian también fue asesinado?
—Cuando me escapé seguía vivo. ¿Pero quién sabe si ahora mismo ya no lo está? Prefiero no tener esperanza en si siguen vivos o muertos, así no me desilusionaré.
—No está mal no querer crearte falsas ilusiones, es lógico no querer caer en la desesperación, pero tampoco debes darles por muertos. No puedo garantizarte de que vayan a sobrevivir solo por mi divina palabra, ojalá fuese así, pero, debes mantener un mínimo de esperanza por ellos. Así como Janna y Damian la tuvieron contigo a pesar de ver el destino de tus amigos.
—Mmmmm… —me recosté en el respaldo del diván, pensando en lo que acababa de decir— ¿te refieres a que no llegue al extremo? Es decir, que no me despierte todos los días pensando en que aparecerán mágicamente en la puerta sanos y salvos, pero que tampoco los dé por perdidos, sino que trate de continuar mi vida.
—¡Exacto! Veo que eres una persona muy inteligente, Carl, y directa. Eso me gusta, y personas así pueden llegar lejos.
—Me has alagado mucho en esta hora, me vas a dar vergüenza —sonreí tímidamente y ella soltó una risita dulce.
—Eres una persona que va directa al grano y parece que tienes las ideas claras, solo quería recalcártelo.
—Ay, gracias, Ale —bajé la mirada avergonzado, noté que miró su reloj de muñeca.
—Ya es la hora, se me ha pasado rápido, sinceramente.
—A mí también —ambos sonreímos y nos levantamos.
Alejandra me acompañó hasta la puerta y nos despedimos, la próxima semana tendríamos otra reunión.
Caminé afuera del edificio, buscando a Damian con la mirada.
—Justo delante de ti, Carl —efectivamente, estaba delante de mí y me subí entre risas acompañadas de las suyas.
—Perdón, no te había visto —seguí riendo.
—Eso vi —revolvió mi cabello con su mano—. ¿Cómo te fue con Alejandra?
—¡Me fue demasiado bien! Aunque me asusta un poco ya que todo lo bueno tiene algo malo, pero no me puedo quejar.
—En eso tienes razón —soltó un suspiro—. Pero no te preocupes, tú nunca le encontrarás un defecto a ella.
—¿Tu sí? —pregunté curioso mientras Damian giraba el volante para salir.
—Es mi ex —abrí involuntariamente la boca alzando ambas cejas—. Pero no fue una mala relación, simplemente no nos complementábamos y quedamos en ser amigos.
—Oh, bueno… —bajé la mirada y luego la subí, mirando al frente.
—Entonces todo bien, ¿no?
—Sí, es la primera y única psicóloga que he visto que no es… invasiva ni apática, es cómodo hablar con ella, es como… hablar con alguien cercano.
—Hace muy bien su trabajo, fue una de las mejores de su clase.
—Se nota —miré a Damian y supe que algo andaba mal—. Damian, ¿pasa algo?
Él me miró sin decir nada e hizo una mueca.
—Vamos a ir a la comisaría, deberías seguir tu entrenamiento con el saco. Janna me dijo que no lo haces mal.
—Sí, eso pensaba hacer, de hecho. Creo que me gusta el boxeo o al menos pegarle al saco. Al menos él no me devuelve los golpes —logré hacerle soltar una risa Damian quién negó con la cabeza, yo sonreí.
—Eso nunca te lo voy a negar, cuando yo me peleaba me encantaba dar los golpes pero nunca recibirlos. Eso como todo el mundo. El truco es usar los golpes y el dolor como combustible, tienes que mentalizarte y solo irás a más y más.
—¿El odio sirve?
Damian me miró por unos segundos.
—Sí. No deberías tener ese sentimiento porque te corroe por dentro y es difícil hacerlo desaparecer, pero sí, el odio sirve, al igual que el amor. Parece una cursilería, pero el amor y el odio es de los sentimientos más fuertes que hay, ya que son los que te impulsan a hacer cosas que estando calmado o con la cabeza fria no harías. Es algo que me ha enseñado este trabajo.
El resto del corto viaje fue silencioso, pensé en lo que me dijo Damian, debía usar mi amor, odio y dolor como combustible. Es lo mismo que canalizarlo, ¿no?
Cuando llegamos a la comisaría, nos bajamos, esperé ver a Janna en la entrada, pero para mi decepción no fue así.
Fui a la sala de entrenamiento y Damian a su despacho.
Primero calenté como hacía siempre antes de correr, hice estiramientos y troté en el sitio.
—¡Ah, hola! ¿Eres Carl, verdad? —habló una voz a mis espaldas. Cuando me di la vuelta, era un chico rubio de ojos azules y de mi misma altura— Me llamo Noah, soy uno de los policías metidos en tu caso.
—Hola y… gracias, por… ¿estar pendiente de mi caso? —él rio.
—Es el caso más sonado en Precespyata y seguramente en otros lugares, o debería. Oye… tal vez esto es un poco brusco pero… ¿me hablas de ellos? Es que soy un gran fan de… O sea, me refiero…
—Eres fan de sus historias.
—¡E-eso! Soy fan de sus historias, pero condeno cada maldad que te hayan hecho a ti y a tus amigos, eso sin duda.
—Si me pones los guantes te cuento lo que quieras de ellos.
—¡Hecho!
Noah es un chico agradable, es un poco mayor que yo pero parece que nos entendemos bien. Le conté todo lo que había visto, escuchado y sabía acerca de ellos, al igual que cada vez que sus imágenes venían a mi mente y recordaba ciertas caras, voces y sucesos golpeaba más fuerte el saco.
—Por cierto, cuando Janna nos reunió a todos para hablarnos acerca de ellos, le pregunté algo sobre un Creepypasta, pero ella dijo que no existía.
—¿Qué Creepypasta? —dejé de golpear el saco para prestarle más atención.
—Jane The Killer —respondió y me crucé de brazos—. Es un Creepypasta que era vecina de Jeff y Liu antes de lo que les pasó, y que cuando Jeff mató a sus padres y Liu fue por ella, quemándola viva con gasolina después de asesinar a sus padres. Pero ella sobrevivió y busca venganza.
—Mmm… bueno, al menos yo nunca la vi, ni escuché de ella. No sé si realmente exista, pero si lo hace dudo mucho que estuviese con ellos estando Jeff ahí. Si Janna te dijo que Jane no existe pues… ha de tener razón, ella es la que más sabe de todos nosotros.
—Sí, cierto… pero puede existir, ¿no?
—Noah, Jeff ha arruinado muchísimas vidas a lo largo de la suya. Si lo piensas, Jane The Killer puede ser cualquiera, hasta un hombre. De hecho no solo en este caso, Jane The Killer puede ser cualquiera que quiera matar al asesino de su familia, pareja o amigo. Creo que Jane puede ser más bien un concepto que una persona en sí.
Noah entrecerró los ojos y se encogió de hombros.
—Razón no te falta pero… me habría gustado que esa Jane existiera, no me parece mal personaje, es como tú dices, una persona que solo quiere acabar con la persona que le arruinó la vida. Supongo que para mí es lo que hace interesante su historia.
—Por lo que me cuentas a mí tampoco, pero bueno, si no existe no podemos hacer mucho.
—A no ser que la creemos nosotros —bromeó.
—Oh, sí, te verías bien de mujer —reí.
—Me quedaría bien un vestido negro y una máscara —ambos reímos, pero paré de repente, me percaté de algo.
—¡Noah! ¿Qué haces aquí? —una chica castaña y ojos marrones de la misma edad del rubio apareció por la puerta— Tendrías que estar en junta, Janna está designando a los guardias para las casas.
—¡Perdona, Angie! No lo sabía, ¡ahora voy! —Noah me miró— Me caíste muy bien, Carl, si te quedas a vivir en la comisaría nos veremos más a menudo —reímos levemente y la pareja se fue, dejándome solo.
—Máscara blanca y vestido negro… —murmuré y fruncí el ceño— máscara blanca y vestido negro, máscara blanca y vestido negro… —abrí mis ojos cayendo en cuenta— Tengo que preguntarle, tengo que hablar con ella.
Decidido, salí de la sala de entrenamiento y me dirigí al despacho de Damian, que estaba vacío. Busqué por las salas hasta encontrar una grande, donde había un gran número de policías y Janna y Damian estaban en el frente.
—Tenemos que sí o sí custodiar las casas, no importa lo que diga la PCE, ¡se tratan de vidas humanas las que han estado en riesgo! ¡Y ellos no han hecho nada por evitarlo! Hoy, en la madrugada, la señora Namoc ha sido encontrada muerta en su hogar, y esta vez no fue un suicidio. Jeff The Killer la ha asesinado a sangre fria en su dormitorio, la sonrisa tallada está en su rostro, su cuerpo ha sido víctima de múltiples apuñaladas y su frase está en la pared escrita con sangre.
Salí de ahí antes de que me vieran y cabrear más a Janna y Damian. Volví a la sala de entrenamiento y volví a golpear el saco, sin parar.
Curiosidad n°77: Aunque la PCE vigila mucho que la comisaría no haga más de la cuenta, no se ven a muchos agentes vigilando ni investigando el bosque ni el pueblo.
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