Segunda Parte: El caso de la joven viuda
DESAYUNO INGLÉS
Autora: Clumsykitty.
Fandom: Sherlock (BBC y libros).
Parejas: Johnlock, dear.
Derechos: nada me pertenece más que mis locuras.
Advertencias: un poco de angst, soy fan de la serie de BBC pero mucho también de los libros de Sir Arthur Conan Doyle, así que hay algo de ambos en esta cosa, combinada con temática Soulmate o Almas Gemelas. Inspirada en ese cuento "El caso del doctor" de Stephen King. Final feliz por si temen.
Gracias por leerme.
Segunda parte, el caso de la joven viuda.
Habiendo conocido mi escena dramática, comprenderán mis lectores entonces la angustiosa sorpresa que me embargó cuando luego de amanecer temprano con el corazón aun latiéndome aprisa debido a lo trágico de mi supuesto sueño, me encontré con un mensaje de Lestrade diciéndome que necesitaba mi ayuda para un caso puesto que Holmes estaba todavía en cama y según la Señora Hudson, no habría fuerza humana que lo sacara de ahí. Dividido entre la risa como el desconcierto, fui a la morgue para reconocer el cadáver de un hombre de mediana edad al que habían encontrado muerto y flotando a orillas del Támesis. Se me escapó sugerir que era un cartero, lo que me ganó un grito de emoción por parte de Molly como el rostro estupefacto del sabueso de Scotland Yard al escucharme como si hubiese sido alguna clase de mago realizando un truco sorprendente.
̶ Sirvió al ejército antes de retirarse con honores y dedicarse a repartir correo.
Esta vez no tuve una tentativa de desmayo, conservando intacta mi dignidad. Preferí aferrarme a mis habilidades como médico para inspeccionar el cadáver con las anotaciones más que justas de Molly sobre las evidencias halladas. Salud impecable, cero tóxicos en la sangre, fallo respiratorio causado por estrangulación y pulmones llenos de agua. No existían huellas de violencia como si la víctima no hubiese presentado pelea ante su agresor, ni tampoco señas de haber sido arrastrado o transportado al río. Debieron haberle asesinado ahí mismo. Scotland Yard ya tomaba muestras del terreno donde le encontraron para horror de Sherlock quien en un par de horas más seguro les recriminaría su falta de pericia. Vestía su uniforme del servicio postal londinense, apenas maltratado por la corriente.
̶ No hay mucho que pueda agregar ya... salvo que está casado -Parpadeé al ver el anillo de oro en su mano izquierda. Con los rayones propios de haber sido usado largo tiempo, un matrimonio estable si las enseñanzas de Sherlock habían funcionado en mí.
̶ Sí, su viuda espera en el pasillo para reconocer el cuerpo y llevárselo -Lestrade suspiró, metiendo sus manos en su gabardina, el frío de la mañana se unía al de la morgue- Ahora tenemos este caso también, que se agrega al de ayer.
̶ Oh, el robo en Glitter&Gold -apuntó Molly, escribiendo el informe.
El nuevo intento de mareo vino al escuchar el nombre, pero rápidamente lo calmé al recriminarme por haber olvidado ese detalle. Glitter&Gold era una librería de ejemplares antiguos o que jamás se volvieron a imprimir, sin dinero suficiente como para llamar la atención de algún ladrón, sus joyas como lo había mencionado el dueño del local, eran esos mismos viejos libros que ya nadie quería. Habían hecho un inventario para saber si algo faltaba sin ningún resultado. Sherlock había tomado muestras del charco encontrado en el rincón perteneciente a los estudios hechos sobre Almas Gemelas, sin explicación aparente ya que no había tuberías o sistemas anti incendios que lo hubieran provocado. Era lo que había estado trabajando cuando inicié mi historia, de la misma forma que el nombre de la librería se repitió en mi supuesta visión del pasado que comencé a tomar más como un sueño producto del estado alterado de mi mente.
̶ ¿No traía nada consigo? -se me ocurrió preguntar.
̶ Su morral de trabajo, claro. Lo están inspeccionando, ¿quiere verlo, Watson?
̶ Fuera tan amable, Lestrade.
̶ Haré que un oficial le guíe, debemos hacer entrar a la joven viuda.
̶ Gracias.
Salí por una puerta mientras que la mencionada dama entraba por otra, alcancé a escuchar su llanto desgarrador que me dejó una punzada en el pecho, recordando a Mary. Le había amado y amado mal en los últimos instantes, pero ella siempre supo hacia dónde dirigirme. Sacudiendo mi cabeza para disipar esas nubes negras, seguí al oficial que me llevó a otra sala en donde expertos peritos ya buscaban meticulosamente alguna evidencia en el morral como el contenido del asesinado cartero. Corazonada, una forma de distraerme de otros pensamientos, lo dejaré a su elección. Yo simplemente me acerqué a una de las mesas donde estaban paquetes empapados dispersos sobre la superficie metálica. Cartas, paquetes, obsequios... algunos con los remitentes ya desaparecidos por el agua. Mis ojos captaron un pequeño papel, a salvo por su cubierta plástica que señalaba un código con una llave pequeña típica de los candados en los apartados postales privados.
Tengo que ser puntual en la razón para haberme fijado en el papel entre tantos. Había una marca de agua en el papel, como un blasón. Ahora, dicho blasón ya lo había visto antes, en ese sueño tan macabro. Lo portaba la anciana viuda en el cuello como un medallón. Sherlock siempre alega que las coincidencias no existen, así que de inmediato sentí que debía hacerme de esa evidencia a escondidas de los oficiales y peritos. Con la excusa más tonta, señalando un paquete abierto cuyo contenido estaba perdido, llamé su atención hacia otra mesa mientras que con una mano robaba tan penosamente ese pedazo de papel, metiéndolo en el bolsillo de mi abrigo. Suspiré como un toque teatral a mi puesta en escena, despidiéndome de todos ahí con el pretexto de llamar al detective ausente. Sentía el corazón en los oídos mientras caminaba solitario por el pasillo que subía hacia la luz tenue de un sol escondido entre nubes gruesas.
Juro que anduve cual zombie durante el viaje en tren, mirando el papel entre mis temblorosas manos mientras contaba las estaciones para llegar. El apartado postal correspondía a la estación de Northwood Hills, el viaje era lo suficientemente largo para dejarme pensar en mis sospechas que tenía por seguras al mismo tiempo que me estaba considerando un loco. Hice acopio de fuerzas bien entrenadas durante mi vida en el ejército al momento de acercarme a los casilleros, tomando la pequeña llave y girando el candado que hizo un clic al abrirse con mi corazón latiendo con fuerza. Les diré que esperaba encontrar: el libro de aquel sueño trágico. Al menos, de primera intención no fui decepcionado pues dentro del casillero había un tomo del Tratado de Almas Gemelas, prácticamente igual que el sostenido por mi yo del pasado o la idea que tuve de ser yo. No estaba tan seguro de lo que estaba ocurriendo.
El libro estaba empaquetado con un plástico similar al que se usa para cubrir comida, lo metí dentro de mi abrigo, cerrando aprisa y cerciorándome de que nadie me había observado ni me siguió de regreso a casa. Tomé a Rosie para llevármela conmigo, prácticamente huyendo hacia la casa de los padres de Sherlock, a quien le envié un mensaje porque a estas alturas del juego yo estaba más que seguro que no dormía, eso había sido un mero pretexto para despistar a todos. Le dije que nos alcanzara en casa de sus padres sin mayores explicaciones, en tanto mi hija y yo íbamos en el taxi rumbo a lo que consideraba nuestro refugio temporal si acaso el libro terminaba siendo aquel tan ansiado en mis sueños pasados. La madre de Sherlock, como siempre, fue muy dulce para recibirnos sin previo aviso, invitándonos al almuerzo que estuvo encantada de preparar.
̶ Sher vendrá, ¿cierto?
̶ Por supuesto, Madam.
Mis pies bailaban bajo la mesa y no por mecer a Rosamund quien estaba encantadoramente bien portada, haciendo burbujas de baba mientras cantaba algo para sí misma. Dejé a los Señores Holmes entretenerse con ella en la sala mientras me dirigía al baño con libro en mano, no podía más, tenía que leer y asegurarme de que no estaba volviéndome loco. Rompí con prisas el plástico protector, mirando el ejemplar nada sobresaliente antes de recorrer ansioso las páginas con el corazón latiéndome desquiciado al momento de llegar a la parte final. Me senté en la orilla de la tina. Ahí estaba, la continuación infame del Tratado sobre Almas Gemelas de Rosenkratz. Una docena más de páginas que terminaban con la elegante firma del monje y el año en que había escrito su magnánima obra de consulta universal.
¿Por qué el resto de los ejemplares no tenían esta parte? Tenía la misma fuente tipográfica, el mismo papel desgastado por el tiempo, en un tono amarillento con el aroma propio de los libros antiguos. ¿Era una falsificación?
̶ John, cariño, ¿estás bien? -tocó la madre de Sherlock.
̶ S-Sí... enseguida salgo.
Hice una lectura rápida del contenido, sintiendo la boca seca no supe la razón. Algo que llamó mi atención fue que el buen monje alemán describía un fenómeno que sucedía cuando las Almas Gemelas se encontraban, siendo con mucho, el único signo que podría tenerse para confirmar que se estaba ante la otra mitad de nuestro ser. Se generaba una energía proveniente de la unión de ambas almas y que, en algunos casos, si las condiciones ambientales lo permitían, se podía ver a simple vista como un destello luminoso similar a los halos que se ilustraban en los santos. Dicha energía incluso podía tener un poder más allá, afirmaba Heindrich, algo muy cercano a la inmortalidad. Cuando las Almas Gemelas se encontraban pero algún infortunio las separaba, la posibilidad del reencuentro tenía más probabilidades porque esa energía funcionaba como ahora sabemos lo hace la gravedad con los cuerpos celestes. Entre más cerca, mayor atracción.
"... más tened cuidado, si os aprestáis en capturar el poder de las Almas Gemelas, es un regalo de Dios que puede maldeciros al enjaular el obsequio que ha otorgado a sus hijos..."
̶ ¿John?
̶ ¡Sherlock!
Casi brinqué de la tina al escucharle tocar la puerta, aferrándome al libro cuando me levanté para verle cuando abrió la puerta, asomándose por ella.
̶ ¿Todo bien?
̶ Sí, sí. No pasa nada.
̶ ¿Qué haces leyendo un libro dentro del baño? Dudo que sea material pornográfico que temas compartir con mis padres -bromeó, pasando dentro. Vestía como un obrero de construcción, lo que confirmó mis sospechas de que andaba encubierto.
̶ Es... ¡oh, Sherlock! ¡Tienes que escucharme!
̶ Creo que estoy haciendo eso, ¿a qué viene tanto alboroto?
̶ ¡No! No entiendes... es que... ¡creo que he resuelto el caso y es terrible! ¡Lo dice en el libro y ahora entiendo muchas cosas, estamos en peligro!
̶ John, John, cálmate -las manos de Sherlock me sujetaron por los codos como si temiera que fuese a desmayarme, mirándome fijamente- Respira conmigo, vamos.
̶ Pero...
̶ Vamos, uno, dos... así... de nuevo -sonrió tranquilo cuando al parecer mi semblante le dijo que me había calmado, aunque era en parte cierto- Ahora, a detalle y sin prisas, ¿qué estás haciendo adentro del baño de mis padres leyendo un libro... sobre Almas Gemelas?
Confieso que, de manera muy atropellada, le conté a Sherlock todo lo que sabía e incluso el sueño tan fatídico que había tenido la noche anterior. Por la narración tan incoherente es que me vi obligado a hacer pausas ante las preguntas necesarias de Sherlock, cuyo ceño fue contrayéndose a medida que me escuchaba, sobre todo en la parte en la que me declaraba triunfador al revelar el caso que nos competía en el tiempo actual. Bueno... los dos casos eran la misma cosa, trataré de explicarme mejor que con Sherlock.
Sucede que hay alguien que ha encontrado la manera de atrapar la energía de las Almas Gemelas, y su secreto debe ser bien escondido, no es algo que se quiera compartir a todo el mundo. Por eso la búsqueda del libro original, cuando el resto de las copias ya han sido alteradas por la misma mano que ahora perseguía el volumen en mis manos. Estaba seguro sin mucho fundamento, de que aquel cartero conocía ya la identidad del usurpador de energía de almas, motivo por el cual fue asesinado tan despiadadamente. Por ello era necesario preguntarle a su joven viuda sobre los contactos y amistades que tuviera y de ahí armar una telaraña donde cayera nuestro sospechoso. El robo en la librería apoyaba mi teoría, pues en aquel local tan único en Inglaterra, había sido el centro de atención del ladrón, quien por alguna razón dejaba a su paso esa clase de marcas como el misterioso charco de agua cuyos químicos eran de lo más arbitrarios... de no saber algunos trucos.
̶ Tú mismo dijiste que era una fórmula usada en la Edad Media para la transmutación de la Piedra filosofal, Sherlock.
̶ Y que ahora se usa como limpiador de pisos. Creo que has consumido algún estupefaciente.
̶ Lo que sucede es que has vuelto a molestarte porque resolví el caso.
̶ John, jamás me enfadaría contigo por resolver un caso. Al contrario, sería mi felicidad.
̶ Ustedes dos dejen de hablar en la puerta de mi baño y vayan al comedor, la cena está lista -la voz del Señor Holmes nos reprendió, acabando con la charla que se había extendido más de la cuenta.
Las miradas de Sherlock me dejaron inquieto, algo pensaba, pero ya conociéndole no era por el caso aparentemente resuelto por mí, era algo más. Yo también estaba inquieto. Cuando le narré sobre su yo del pasado hablando de los géneros en las Almas Gemelas, se quedó muy serio pero su mano sosteniendo mi brazo apretó su agarre. Lo único que interrumpió su mirada de halcón fue que el foco del baño se rompió al fundirse, distrayéndolo como alejándolo de mí al alejarse para cambiarlo sin tardarse mucho. Mi narración continuó hasta que el Señor Holmes vino a interrumpirnos. Rosie ya estaba durmiendo cuando nosotros ya íbamos en el postre, con la consabida invitación de la Señora Holmes a quedarnos en casa debido a la hora, preocupada por la seguridad de mi hija. Me encontraba en un estado de euforia pasiva que no pasó desapercibida por Sherlock, quien fue a mi habitación para llevarme fuera, un paseo alrededor de la casa de los Holmes y la calle adjunta por donde anduvimos ambos envueltos en bata y pijama.
̶ Estamos en peligro, Sherlock.
̶ Tú estás en peligro por haber descubierto a un ladrón de energías.
̶ Noto tu sarcasmo.
̶ Hablo en serio -Sherlock se detuvo, muy serio- Mycroft me envió un mensaje. De Eurus.
̶ ¿Qué...?
̶ Le llamó El Usurpador.
Me quedé muy quieto, tratando de seguirle el hilo a sus pensamientos. ̶ ¿Hablas del mismo...?
̶ Dijo que estaba tras de ti, desde hace tiempo. Rosie no está en peligro con mis padres, se la llevarán. Yo te protegeré.
̶ ¿Me protegerás mientras enfrentamos al Usurpador, verdad?
Sherlock sonrió entonces. ̶ Me alegra que me conozcas tan bien. Sabes que no huyo, John, menos si alguien está amenazándote.
̶ Pero...
̶ Sí, has resuelto el caso, aunque no has atado todos los cabos, pero tu descubrimiento me arroja luz sobre las incógnitas que había tenido hoy.
̶ ¿A dónde fuiste vestido de obrero constructor?
̶ Al edificio frente a la librería.
̶ ¿El Usurpador volvió? ¿Sherlock?
Parecía enojado, tuve que acercarme a sacudirle.
̶ Lo siento, John. Creo que lo hizo, pero nunca lo vi.
̶ ¿Eso qué quiere decir? A ti no te engañan.
̶ Ése es el problema que mencionó Eurus. No es posible detectarlo.
̶ ¿No es alguna clase de fantasma?
̶ John -Sherlock rió divertido- Es tan humano como tú o como yo. Sólo es que... tiene una manera de camuflarse que escapa a mi vista.
̶ Ahora sí estoy preocupado.
̶ Volvamos a casa, tenemos que salir en la madruga. Procura dormir, John, deberás estar con todas tus energías para mañana.
̶ Buenas noches a ti también, Sherlock. Y gracias por protegerme.
Fue lo último que le diría, porque un silbido nos alcanzó antes que nuestros reflejos pudieran evitar el aguijonazo coordinado en nuestros cuellos. Sherlock se llevó una mano al cuello, tirando de mi brazo como si quisiera protegerme, cayendo sobre mí cuando ambos sufrimos el infalible efecto de un sedante bien preparado por nuestro atacante, quien no tuve duda alguna se trataba del Usurpador. Mi último pensamiento fue de corte paterno, rogando porque mi hija no fuese lastimada por las imprudencias detectivescas de su padre. Para cuando desperté, me hallaba atado a un pilote curiosamente enterrado al filo de un precipicio en medio de un bosque que no supe reconocer. Seguía siendo de noche, pero la posición de la Luna llena me dijo que era una noche diferente a la de nuestro ataque.
̶ Watson -llamó mi buen detective, con voz rasposa.
Estaba de rodillas, visiblemente golpeado con las ropas maltrechas que lucían unas manchas de sangre que supuse eran suyas. Pálido, rabioso, temeroso. Todas esas fueron sus expresiones, respirando erráticamente como si tuviese un ataque de asma mientras trataba de mover sus brazos encadenados tras su espalda igual que sus tobillos en una posición bastante incómoda considerando que el suelo era rocoso, hacía mucho frío, aunque curiosamente yo no lo sentía pese a los efectos secundarios de aquel sedante. Nuestro atacante no andaba lejos, una figura esbelta no muy alta usando ropas tan oscuras que le camuflaban perfectamente con las sombras de los pinos cercanos nos observaba detrás de una máscara japonesa tan blanca como la piel de Sherlock y la Luna misma.
Fue cuando me eché a reír para sorpresa de mi detective y del Usurpador, el fresco de la noche devolvió a mi cerebro la capacidad para terminar de unir las piezas de aquel complicado rompecabezas que surcaba el espacio y el tiempo. Los ojos temblorosos de Sherlock callaron mis risas algo histéricas porque nuestro desconocido enemigo se me acercó entre zancadas al tiempo que apuntó una automática hacia mi frente, dejándome escuchar el claro sonido del seguro removido y el gatillo presto a volarme la tapa de los sesos en un sitio donde Mycroft tardaría una hora al menos en encontrarnos, demasiado tiempo para nuestra supervivencia. Ahora, queridos lectores, encontrarán que el relato llega a donde inicié mi historia.
Sí, descubrí que Sherlock Holmes era mi Alma Gemela, que era el Usurpador quien también se había dado cuenta, pero no en esos momentos... sino de tiempo atrás. Como un cazador diestro y paciente que persigue meticulosamente a su presa hasta tener el lugar y hora adecuada para atraparle, así el Usurpador nos estaba persiguiendo a Sher como a mí a través de los siglos, probablemente a través de los continentes. Nuestro agresivo asesino usaba un abrigo que le protegía del viento cada vez más helado en el bosque, mientras que Sherlock y yo estábamos en pijama con una sucia bata que muy poco hacía por mantener nuestros cuerpos tibios. Eso lo estaba haciendo la energía que se generaba de nuestra cercanía al encontrarnos a nada de darnos cuenta de que éramos el uno para el otro. Por eso el termostato se descomponía, no servía el termómetro o el foco en el baño se había roto inexplicablemente.
̶ Buenas noches, querida joven viuda... ¿o debería decir anciana viuda? -fue mi envalentonada oración sin mirar la boca del arma pegarse a mi piel.
Sherlock abrió sus ojos de forma graciosa, jadeando al ver caer la máscara japonesa y revelar un rostro hermoso, perfecto si se me permite darle crédito a la bella asesina conocida como Heindrich Ferdinand de Rosenkratz. La Usurpadora.
̶ Para ser alguien a punto de morir, luce muy tranquilo, Doctor Watson -replicó con una voz aterciopelada la femme fatale- ¿Le molestaría explicarme cómo supo que era yo?
̶ El blasón, el libro, el cartero que ahora estaba casado con una misteriosa dama, un sueño, y su capacidad camaleónica de cambiar de forma a voluntad usando la energía de las Almas Gemelas, dejando cómo único rastro ese charco de alquímica composición. ¿Le molestaría explicarnos el por qué y cómo cambió al género femenino?
̶ Es un mal necesario, me temo. La composición química varía y no siempre es posible ser un hombre todo el tiempo... o una mujer. Detalles insignificantes al gozar de la inmortalidad.
̶ ¿Inmortalidad? -Sherlock al fin salió de su estupor- Disculpe señorita, pero creo que su inmortalidad no le ha puesto en una posición ventajosa frente a la Humanidad.
̶ Todo lo contrario, me hace fuerte. No son las únicas almas que he atrapado, pero sí aquellas que se rebelan ante mí. Generalmente terminan viniendo a mí, cuando tiro de las redes, pero ustedes... particularmente usted, Doctor Watson. Es realmente un dolor de cabeza. La inmortalidad no es un cuento romántico de filósofos o poetas con sobredosis, es un arma que puede darte todo lo que deseas, y yo lo tengo -los ojos verdes de la Usurpadora brillaron de forma macabra- Soy capaz de prever el futuro.
̶ Entonces ha visto nuestras muertes... ¿desde que era un monje encerrado en aquella abadía escribiendo un libro de Almas Gemelas cuyo original alteró, dejando una única copia en sus manos que por algún descuido... o fui yo quien se lo arrebató? ¿Por eso la rabia, cierto? -Sherlock estaba impactado de mi explicación, con sus cabellos empapados del sudor meciéndose al viento.
̶ Desde siempre han sido un par que gusta meter las narices donde no les llaman. Pero ésta será la última vez, la penúltima el detective se me escapó, ahora los tengo a los dos y no sólo eso -nuestro alocado ente inmortal sonrió de oreja a oreja- Creo que me daré el lujo de llevarme a Rosamund y criarla como mi hija hasta que tenga la edad exacta para robarle su energía. Adiós John Watson, ésta es tu última estancia en el universo.
Yo solamente le devolví esa sonrisa. Algo he aprendido con Sherlock y es que ese tipo de locos que añoran poder para sí mismos, son fácilmente distraídos de usarse las palabras correctas, sazonadas con imprudencia de buen corazón. La automática silbó por encima de mis cabellos, cortando algunos por el paso de la bala que se perdió en el cielo. Heindrich aulló de dolor por el grillete que rompió su muñeca, apenas si girándose antes de ser tacleada por Sherlock. Grave error haberle confirmado que la unión de Almas Gemelas dotaba de habilidades apropiadas para pelear cual fiera contra un Usurpador o Usurpadora en este momento. Los reflejos felinos de mi detective eran diez veces más rápidos con el simple acto de mirarnos a los ojos y sentir aquel lazo formado desde hacía siglos.
No es lo que precisamente se diría una declaración romántica de amor eterno, ¿cierto?
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