III. El aserradero


Los dos siguientes días a la cena con Jason fueron bastante similares.Le ayudó con las entregas, que cada día eran más y más y volvió a cenar con él. Le era imposible no sentir simpatía por él. Aunque le hubiera obligado a ayudarle de esa manera, era mejor que dejar que se buscara ella sola la vida para conseguir tres mil dólares. Sin embargo, aunque le hubiera prometido dejarla en paz tras tres días de ayuda, le dio una entrada para el concierto de Burned Trains, el que creaba tanta expectación entre alternativos y drogadictos. Jessica sabía que él también iba a estar, lo cual no desconocía si era una forma de ligar con ella o de simplemente ser amable.Resopló frustrada mientras se miraba en el espejo del baño. Se había vestido para la ocasión, no todos los días podía ir a un concierto de punk. Vestía unos vaqueros rotos negros, un top con el logo de un pequeño grupo de punk llamado Sidosis, una camisa de cuadros y un chaleco decorado con parches y chapas. Por primera vez en demasiado tiempo se sentía guapa. El haberse esmerado tanto en su aspecto cuando últimamente le costaba incluso ducharse le hacía sentirse útil a pequeña escala.

-Ojalá te cuidaras tanto todos los días- masculló frente al espejo con nostalgia de una época mejor para sí misma. Recordó mientras se peinaba aquellos años en los que decidió de una vez cuidarse la piel y la cara. Se lavaba e hidrataba la cara todos los días con cremas especiales, y dos veces por semana se exfoliaba el cutis con mascarillas caseras. Sus preferidas eran las de miel con azúcar y canela, porque lo que sobraba se lo podía comer y estaba delicioso.El sonido de su móvil interrumpió aquel viaje mental al pasado y la devolvió al presente.

-Dime- contestó a la llamada.

-Ya sé que querías distancia entre tú y yo, pero- comenzó a hablar con rapidez Jason. Jessica no pudo evitar rodar los ojos y enfurruñarse- voy ya y está lejos de donde vives, ¿quieres venir conmigo? Voy con mi caravana.

-¿Tienes una caravana?

-Vivo en una caravana, así que técnicamente voy en mi casa- se rió-.¿Quieres que te lleve o prefieres ir sola? Entenderé perfectamente que quieras ir sola.

-La verdad es que me ahorrarías mucho dinero en transporte público-admitió mientras se aplicaba la última capa de máscara de pestañas-. ¿Estás muy lejos de mi casa?

-Estoy justo debajo, date prisa en bajar- colgó. Jess no pudo evitar sorprenderse. ¿Ya se dirigía a su casa corriendo el riesgo de que le dijera que no? Bueno, a lo mejor le pillaba de camino. Cogió con prisas todo lo imprescindible y bajó a toda mecha, no podía negar que estaba impaciente por llegar al aserradero. Al bajar vio la típica caravana hippie de los setenta, pero mucho más grande, y con un Jason asomando por la ventana. Los coches de detrás comenzaban a pitarle, haciéndola reaccionar y subiendo deprisa a la caravana.Arrancó en cuanto ella cerró la puerta.

-Siéntate, será más seguro- aconsejó él desde el asiento del conductor. Jessica giró sobre sí misma y observó todo el lugar con cuidado. Detrás del asiento del copiloto había otro asiento mirando hacia el interior de la caravana con una mesa frente a éste. Tras el del piloto comenzaba el mueble que hacía la función de cocina, con dos pequeños fogones y un poco más a la izquierda, una pica diminuta pegada a la nevera, que parecía inmensa al lado de tantos muebles que aparentaban estar metidos a presión. Frente a la nevera, en la otra pared continuaban los armarios y la encimera, pero no parecía formar parte de la cocina, sino ser simplemente espacio de almacenaje que acababa al lado de la puerta. La vista terminaba en en tres puertas, dos que llevaban hacia los lados y una que suponía que erala que llevaría a su habitación, pues no veía por ningún lugar sitio donde dormir. Caminó hacia el asiento del copiloto y se puso el cinturón.

-Así que vives aquí- volvió a echarle un vistazo desde su sitio. Jason asintió-. Es guay- miró hacia el frente-, tiene pinta de que te da mucha libertad.

-Oh, desde luego- corroboró-. Más de una vez me he ido a algún bosque o a una playa dos días y lo tenía todo igualmente. Es lo suficientemente pequeña como para no tener que pedir permisos al gobierno cada vez que quiero moverla de un lado para otro. Hay quien llama caravanas a casas con ruedas.

-Sí, las he visto en televisión, son una pasada.

La conversación derivó a muchos temas banales mientras se dirigían hacia el aserradero, que se ubicaba cerca de Old Brookville, entre la espesura de un pequeño bosque cerca de un campus universitario.Siguiendo por un pequeño camino que se adentraba entre los árboles pronto llegaron a un pequeño descampado donde había varios coches aparcados de forma algo desordenada, y siguiendo la forma de U que formaban los vehículos, aparcaron en uno de los extremos de la fila.

-Bueno,yo tengo que reunirme con unos amigos, supongo que tú también tendrás planes- dijo Jason cuando bajaron de la caravana.

-En realidad no, no tenía ningún amigo al que le apeteciera venir, pero está bien- alzó un pulgar y alzó las comisuras de los labios sin llegar a sonreír-, no es la primera vez que voy a un concierto sola.

-Ah, bueno, eso está guay- contestó sin saber bien qué decir-. Si en algún momento te apetece compañía puedes venirte conmigo y mis amigos- alzó el pulgar también-. ¿Has estado alguna vez en el aserradero?- Jessica negó-. Vale, te acompaño hasta la entrada y te doy un par de consejos, es un sitio un poco...- Sacudió la cabeza y comenzó a caminar-. Ya lo verás.

El aserradero se podía ver a lo lejos, y los graves de la música escapaban del lugar y guiaban a las personas hacia su interior. Continuaron su camino por un simple sendero repleto de botellas y latas.

-El portero se llama Kodak, parece muy intimidatorio, pero en realidad es un santo, enséñale la entrada y ya está. También es posible que te encuentres con algunos clientes- saludó con la mano a dos hombres que fumaban al costado del camino-, pero si te piden les dices que estoy yo y que me busquen, así no te molestarán.

-¿Y si no me dejan en paz?

-Si les dices que estoy yo van a ir directamente a mí, a ti te han visto una vez como mucho, yo soy el de confianza- sonrió ampliamente-. Oh, también hay un piso de arriba pero no te recomiendo que subas, la madera está muy podrida y los primeros escalones que hay que subir ya están hechos polvo.

-Vale, ¿algo más?- Llegaron hasta el exterior del aserradero. Era un edificio grande y alto, construido en madera la mayor parte, con algunos escombros y objetos que parecían abandonados a su alrededor. Al lado de la puerta había una fogata, y unos metros más a la izquierda, varias motos aparcadas don dos hombres discutiendo frente a éstas.

-No, yo creo que no. Lo demás lo puedes descubrir tú sola- le dio una palmada en el hombro y se adelantó unos metros a hablar con un hombre muy alto y ancho, casi parecía un armario.

-Kodak, ¿qué tal, viejo amigo?- Se abrazaron.

Aloha, Jason! Bien, estoy bien, mahalo por preguntar- sonrió tanto, que sus ojos parecían esconderse tras sus mejillas. Ahora que veía al hombre sonreír y tener una actitud jovial, no le parecía intimidatorio en absoluto. Llevaba una camiseta de tirantes roja que dejaba ver un gran tatuaje en su brazo, parecía una enredadera con flores al estilo tribal.

-Aquí tienes la entrada- sacó un papel arrugado de su bolsillo. Jess se preparó para darle la suya, mientras observaba la escena desde unos pasos más atrás.

-Sin problemas, ¡pasa, pasa!- Le abrió la puerta, y antes de entrar, el rubio se giró para mirarla.

-Venga, entra- y desapareció al girar a la derecha.

-Hola, ¿tienes la entrada?- Kodak volvió a colocarse frente a la puerta. Ella asintió y le tendió la entrada sin musitar palabra. El hombre le echó un vistazo, y acto seguido se apartó del camino sonriendo-. Que te lo pases bien.

-Muchas gracias, majo- dijo la última palabra en castellano por acto reflejo.

-¡Ah, de nada!- Contestó en español. Jessica sonrió y se adentró al aserradero.

Parecía más grande por fuera que por dentro, sobretodo porque la puerta daba a un pasillo que continuaba por la derecha, dando la sensación cuando entrabas de que no había salida. Caminó por dicho pasillo, que ciertamente era corto y se abría hacia una gran sala, donde había tres pequeñas mesas y una gran barra de bar ocupaba la mitad del espacio. Las paredes estaban llenas de grafitis, algunos bonitos, otros amenazas y los demás, restos de lo que un día fueron. Desde luego, el lugar tenía aspecto de poder derrumbarse en cualquier momento.

-Oye, tú- oyó a alguien a su izquierda-. Frunció el ceño confusa. ¿Tan pronto se iba a encontrar a alguien? Se giró con lentitud y cara de pocos amigos-. ¿Tienes fuego? Se me ha roto el mechero-. Un muchacho que parecía tan joven como ella pero no tan sobrio sostenía un cigarro poco prensado en la mano.

-Oh- reaccionó mientras buscaba entre sus bolsillos-, sí, aquí tienes-se lo tendió. El hombre se encendió el cigarro (un poco mal, a decir verdad) se lo devolvió y marchó sin mediar palabra-. De nada- musitó Jessica.

De pronto, el sonido de una conversación a medias llegó hasta sus oídos. No porque fuera interesante, sino porque detrás de ella había un hombre hablando -más bien gritando- por teléfono apoyado en un coche con el maletero abierto. ¿Cómo habrá llegado hasta aquí? Se preguntó. Éste parecía estar colocado de manera estratégica como un escaparate, pues había una caja repleta de camisetas del grupo principal que tocaba esa noche. Se acercó para echar un vistazo, pero el calvo estridente se interpuso.

-Son veinte dólares- indicó despegándose un segundo de su móvil. Ella no pudo evitar que la sorpresa invadiera su cara, indignada por un precio tan desorbitado por unas puñeteras camisetas.

-Menudo robo- oyó la voz de una chica detrás de ella. Dirigió la vista hacia la voz aguda, y vio a una muchacha no mucho más baja que ella pero sí bastante más joven mirar con desprecio el maletero. Sonrió divertida por el ímpetu que desprendía la rubia.

Asumiendo que no iba a conseguir una camiseta, giró sobre sus talones y depositó sus ojos sin mucha atención hacia toda la escena. Frente a ella, ahora que había dejado atrás aquel claustrofóbico pasillo se dio cuenta que con lo que topaba nada más entrar eran las escaleras podridas de las que Jason le había advertido. Formaban al otro lado una esquina, donde reposaban dos sofás, tan estropeados o más que el de su casa. Podría sustituir uno de esos sillones por el mío y no habría más diferencia que el color, pensó. Continuando se veía una puerta más, lo que suponía que podía serla puerta al baño, si es que este desaliñado lugar tenía. Rápidamente desechó la idea. Las ventanas ni siquiera tenían cristales y las paredes se caían a cachos, si hubiera un baño tampoco querría verlo, y mucho menos usarlo. El lugar era realmente pequeño en comparación con lo que se había imaginado, pero eso le daba cierto encanto. Un marco en la pared dejaba ver otro muro, así que intuía que había otro pasillo más, pero este parecía mucho más abarrotado y la música sonaba desde aquella dirección.

Su minucioso análisis del lugar fue interrumpido por un estruendo que la hizo saltar. Giró su cabeza en dirección a éste, y vio que el coche-escaparate había chocado contra una vieja maquinaria del aserradero. Se dio cuenta de que había una parte completamente abierta hacia el exterior, y que obviamente, habían entrado el coche desde ahí. El hombre calvo ahora se lamentaba gesticulando enérgicamente desde el morro del coche. No parecía que tampoco hubiera sucedido un accidente de tráfico mortal, pero a lo mejor se le había rallado la pintura, y por ende su orgullo. Simultáneamente, la misma chica de antes aprovechaba el despiste del afligido, para agarrar una camiseta y varios fajos de billetes. Jessica abrió los ojos con asombro ante esta actuación. No le parecía mal del todo, más bien brillante. La muchacha caminó frente a ella sin parecer darse cuenta de que había presenciado toda la escena, y ante semejante picardía, decidió dejarse llevar ella también.

-¿Adónde vas?- Le puso una mano sobre el hombro. La chiquilla pareció asustarse ante el contacto, y se giró echando un paso hacia atrás.

-¿Qué quieres?- Espetó a la defensiva mientras se cruzaba de brazos.

-Pasta. Yo no he visto nada si me das una pequeña parte del botín- extendió la otra mano, dejando la palma hacia arriba, esperando lo que pedía. Intentaba no parecer intimidante del todo, pues no quería ser una matona de patio, pero lo que estaba haciendo era bastante de matón. La rubia resopló, y con disimulo sacó cuatro billetes de veinte dólares y se los tendió. Jessica le sonrió con ternura-. Recuerda, no es ilegal mientras no te pillen.

-Lo que sea- giró sobre sus talones y caminó hacia el cúmulo de gente que salía por aquel corredor. No contenta con conseguir cuarenta pavos, decidió acercarse al accidente, y aprovechando que a nadie parecía importarle lo que sucedía (y mucho menos ella), agarró otra camiseta y con disimulo intentó alejarse de la escena como sino hubiera cometido ninguna fechoría. Un pequeño sentimiento de remordimiento comenzó a crecer en su interior, mas desechó con rapidez esa vocecita que le decía que había actuado mal. ¿Acaso está mal robarle al ladrón?

Con sensación triunfante agarró una cerveza que estaba en un cubo repleto de hielo y otras botellas, pensando en que era la primera vez que hacía algo así en los Estados Unidos. No podía decir que jamás hubiera cometido fechorías como esa, pero era muy diferente robar una pequeñez en España que en América del Norte. En su país natal no iban a hacerte nada si robabas una tontería más que prohibirte la entrada a la tienda, pero los gringos eran impredecibles. ¿Cómo podías saber cómo iban a reaccionar si te pillaban cogiendo algo? A lo mejor también te prohibían la entrada y llamaban a la policía,o te disparaban en la mano. Su diablillo interior había permanecido dormido durante mucho tiempo, y deseaba que siguiera igual, pues no era algo de lo que estar orgulloso. Tampoco era cleptómana, no sentía el impulso de robar porque sí, siempre había "cogido prestado" cosas que necesitaba, como ropa, comida o material para la universidad.

Tras un monólogo interior justificándose sus acciones decidió ir hacia donde creía que estaban los músicos tocando. Cruzó aquel marco donde todavía se encontraban los goznes marcados y llegó hasta la marabunta que bailaba enérgicamente incluso en aquel pequeño pasillo que daba a la sala principal. Intentó hacerse paso entre un dos personas que saltaban al ritmo de la música, pero en un brusco movimiento por parte de una de éstas trastabilló y chocó de espaldas contra alguien.

-¡Pero qué cojones!- Oyó una voz rasposa. Se giró intentando recuperar la compostura. Un hombre de unos treinta y largos años con canas en la barba y el pelo miraba con rabia su camiseta, ahora empapada de cerveza. Éste alzó la mirada y la examinó de arriba a abajo. Sonrió confiado-. Oye, ¿estás bien?

-Sí, perdona por tirarte la birra encima- se disculpó ella alzando la cabeza. Era más alta que ellos, pero quería parecer algo intimidante. No le causaban buena impresión y esa sonrisa socarrona le ponía los pelos de punta-. He intentado hacerme paso, pero me han empujado. Perdón- alzó las comisuras, sonriendo con algo de suficiencia.

-No te preocupes, guapa-. Jessica dio un paso al frente, dando a entender que quería pasar, pero estos no se apartaron.

-¿Adónde vas?- Dieron un paso al frente. El hombre que había tras el canoso parecía hispano, con la cara redondeada y barba de unos tres días.

-Déjanos invitarte a algo. ¿Estás sola?- Avanzaron de nuevo hacia ella.Intentaba permanecer firme, pero aquella invasión la hizo retroceder, mas no iba a permitir que vieran que estaba asustada. Una cosa que aprendió de su época adolescente bravucona era no dejarse achantar ante los babosos. Respiró profundamente y agarró la botella de cerveza con fuerza. Con la mano sacó un cigarro y se lo encendió, sin contestar a los desconocidos, pero sin apartar la mirada de ellos.

-¿Te haces la interesante?- Comentó algo molesto el de la camiseta empapada.

-Soy interesante- contestó de mala gana-. Y no estoy sola, estoy con mi novia y unos amigos. Ahora, ¿os apartáis?- Alzó una ceja desafiante y volvió a adelantar un pie. Se miraron entre los dos.

-¿Eres tortillera? No me lo creo, enséñanos a tu novia- se cruzó de brazos el hispano.

-Lo que te voy a enseñar es el culo de la botella- la agitó-, porque te lo voy a estampar en la nariz. Apartaos- no pudo evitar arrugar los labios, como un animal gruñendo. Cada vez le costaba más fingir que no estaba asustada, y no sabía si estaba temblando de ira o de miedo. Los desconocidos se apartaron de mala gana, y con aire desafiante caminó hacia el otro lado, mas no sabía hacia dónde ir. Por un segundo entró en pánico, sin saber cómo continuar la tapadera de no estar sola, entonces se le ocurrió fingir una llamada. Caminó hacia la salida del aserradero mientras sacaba el móvil, pero se topó de bruces con Jason, que entraba en ese momento. Jessica no pudo evitar dar un salto hacia atrás y soltar una exclamación, pero en cuanto le reconoció no pudo evitar sentirse más segura. El hombre no pudo evitar soltar una carcajada ante su reacción.

-Perdona Jess, no quería asustarte- le puso una mano en el hombro. Aunque el lugar no estaba precisamente bien iluminado, podía notar el enrojecimiento de sus ojos-. ¿Qué tal lo llevas?

-Oh, estupendamente, me he topado con unos tíos muy desagradables que no me dejaban en paz y he tenido que salir un poco por patas- se encogió de hombros intentando restarle importancia, como si no le hubiera afectado-, pero por lo demás se está bien.

-¿De verdad? ¿Te han hecho algo?- Anduvieron hacia el interior de nuevo y se sentaron en uno de los manchados sofás.

-Bueno, me han intentado acorralar ahí- señaló- pero me he pirado. Si preguntan, he venido contigo- juntó las manos, haciendo ademán de plegaria. Jason sonrió y alzó un pulgar.

-Al fin y al cabo es verdad, te he traído yo. ¿Quieres que te lleve yo también? Ya has visto lo que hemos tardado en llegar, y con lo que me has dicho no me hace gracia dejar que te busques la vida- su semblante se tornó serio. Jessica se sorprendió viendo la actitud del hombre.

-Dos cosas te voy a decir- alzó un dedo-, la primera es, ¡sí, por favor!- No pudo evitar reírse entre dientes-. Y la segunda es que no siempre necesito que la gente me ayude o me salve el culo. Parece que das por sentado que no sé hacer nada sin ayuda.

-No es verdad, pero si te puedo ayudar quiero hacerlo, tu situación no es la más fácil ahora mismo- puso cara de circunstancias. Jess volvió a enarcar una ceja, expresando su desacuerdo.

-Gracias por preocuparte por mí, pero ya te lo dije, ahórrate miradas de pena. No me gusta sentirme como si dependiera de todo el mundo para hacer las cosas bien- dio una calada y expulsó el humo por la nariz. Jason se rascó la barba sin saber qué decir.

-Bueno...- Puso las manos sobre las rodillas mirando en todas direcciones.

-¿Qué tal te lo estás pasando tú?

-Genial- sonrió de nuevo-, estábamos fuera fumando un rato, pero un amigo ha tenido que irse porque ha visto a alguien a quien no quería encontrarse- ambos rieron entre dientes-. Ellos querían quedarse fuera un rato más, pero ha empezado a hacer viento y tenía un poco de frío- se quitó el gorro y pasó su mano por el pelo, peinándolo hacia atrás. Jessica tiró la colilla al suelo y la pisó, apagándolas cenizas. Durante unos segundos quedaron sin decir nada, Jason mirando la escena y la chica observándole a él. Sus miradas toparon de nuevo, mas no de forma incómoda.

-¿Me acompañas a ver el concierto?- Se levantó desperezándose. El rubio hizo lo mismo y asintió.

Jason fue el primero en hacerse paso entre la marabunta, dejando un pequeño espacio tras él que ella aprovechaba para seguir. Cuanto más sea cercaban al escenario más difícil era pasar entre las personas, y entre el griterío y los empujones de la gente, Jessica terminó perdiendo de vista a su acompañante. Salió de entre el público y fue hacia el final de la sala, apoyándose en la pared. A pesar de ser alta, todo aquel movimiento le impedía verle, incluso siendo él más alto que ella. Echó un vistazo a su alrededor buscando algo a lo que poder subirse, pero lo más estable que encontró fue una mesa con las patas roídas por el óxido. Se acercó a ésta e hizo fuerza sobre la superficie con las manos. A pesar de su aspecto parecía ser lo suficientemente resistente como para que pudiera subirse. Con cuidado de no caer, puso los pies sobre esta, y al erguirse por completo se golpeó la cabeza contra una biga.

-¡Me cago en dios!- Maldijo en castellano. Mientras se frotaba la cabeza y doblaba ligeramente la espalda buscó minuciosamente entre la gente,mas la vibración de su móvil la distrajo. Puede que fuera Jason.

¡Te veo sobre la mesa! Voy para allá :).

Sonrió y guardó de nuevo el móvil. Antes de bajar echó un vistazo de nuevo al público, mas desearía no haberlo hecho.


-Alice- musitó incrédula. Ahí estaba ella, tan guapa como siempre bailando como los demás, pero ahora que la había visto no podía apartar la vista. Las luces del escenario hacían que los adornos de sus rastas brillasen entre el resto de cabelleras. Bajó de un salto a la vez que Jason aparecía.

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