II. "Compras"
Cuando terminaron de comer eran las dos de la tarde. Jason condujo a Jess hasta unas calles que no había pisado mucho por la mala fama, pero él parecía sentirse como en casa. Terminaron en un callejón, frente a lo que parecía la puerta trasera de un local.
-¿Para qué me has traído aquí?- Jessica no estaba cómoda en absoluto.
-Vamos a ver a Mikah, un jefe- ella abrió los ojos como platos.
-¡Y un cuerno!¿Para qué tengo que verle yo?- Dio dos pasos hacia atrás, furiosa y asustada.
-Tranquilízate, mujer-avanzó un paso hacia ella, pero ésta retrocedió de nuevo-.Voy a decirle que tú me has ayudado, así le caerás bien y podrás pedirle que te perdone la deuda- alzó los pulgares y sonrió, casi como si le hiciera gracia la situación. Jess negó y comenzó a caminar hacia la boca del callejón. Jason suspiró y se puso frente a ella-. Está bien, no tienes por qué entrar, pero no te vayas, te recuerdo que me tienes que ayudar. Estaré diez minutos, espérame en aquel Taco Bell- señaló la calle de enfrente. La mujer exhaló sonoramente y se cruzó de brazos, casi abrazándose a sí misma.
-Tienes quince minutos, y si veo cualquier cosa que me dé mala espina, me voy. No pienso jugarme el culo, no me gusta este lugar- escupió con desgana.Ambos giraron sobre sus talones y marcharon por su lado. Jessica se quedó frente a la entrada, apoyada en una boca de incendios. ¿Para qué iba a entrar si no tenía dinero? Entonces vio en el alféizar de la fachada un vaso de papel abandonado, parecía vacío. Se acercó, lo cogió y lo escudriñó con la mirada. Parecía limpio de no ser por unas marcas de pintalabios que había en un lado. Miró a su alrededor para ver si estaba siendo observada, y cuando se sintió cómoda con la idea de coger un vaso de la calle, entró y fue hacia las máquinas de bebidas. Lo llenó de refresco de cola y hielo y volvió a salir. Allí, sentada de nuevo sobre la boca de incendios esperó veinte minutos a Jason. No le parecía correcto irse, y le daba miedo hacer cualquier movimiento en falso y que le subiera la deuda porque sí. Prefería no arriesgarse.
-Al final has esperado más de quince minutos- escuchó su voz detrás de ella. Se giró para mirarlo. Tenía un porte altanero.
-Al final quise tomar algo- agitó el vaso haciendo sonar el hielo.
-Tenemos cosas que hacer- le hizo un gesto con la mano para que caminara tras él, que había recobrado el paso vivo y se disponía a cruzar la calle. Jessica se levantó y apresuró el paso hasta alcanzarle.
-¿A dónde vamos?No quiero entrar en ningún lugar con pintas sospechosas- recapacitó unos segundos-. De hecho, no quiero entrar en ningún lugar, y te agradecería que ahora me expliques las cosas que vamos a hacer.
-En cuanto termines de hablar- refunfuñó-. Vamos a Union Street, para ser exactos, al cruce con Nevins. Vamos a por la compra- dijo girándose hacia ella y alzando las cejas, remarcando "la compra"-, y luego iremos a repartirla- Jessica asintió, creía entender lo que estaba diciendo. No tardaron en llegar hasta el cruce que había descrito Jason, mas como debían entrar en un edificio en obras la chica optó por quedarse fuera como había advertido. El muchacho volvió con dos mochilas, una rosa y otra verde.
-Toma- le tendió la rosa-. Sigamos caminando- prosiguieron con su ruta. Mientras caminaban le explicó por lo bajo que en la mochila había una considerable cantidad de drogas. Jessica comenzaba a sentirse como una mula, una de esas personas contratadas por las mafias que pasaban droga de un lugar a otro.
-Dime qué es cada cosa, no tengo ni idea de cómo lucen las... compras- utilizó la misma jerga de antes.
-Las cosas están etiquetadas con el nombre del cliente y lo que es, soy organizado-dijo con tono de orgullo mientras se paraban frente a un parque-. Aquí tienes tu primera entrega. Te escribiré por mensaje una lista del resto de sitios a los que tienes que ir. ¿Estás nerviosa?
-Casi diría que tiemblo- se sinceró afligida-. ¿Cómo sabrán que soy yo la que lleva las cosas y cómo sabré quiénes son los clientes? Este plan tiene muchísimos fallos- se sobó la mejilla con nerviosismo.
-Tienes razón, no tienes nada que sea reconocible- Jason miró su ropa inquisitivo.Vestía unos vaqueros azules, una camiseta negra sin estampado y una chaqueta marrón con una pequeña mancha de pintura azul en una delas mangas. Tampoco llevaba joyería estrafalaria o extraña, más allá de un collar con una placas y una cuchilla de mentira-. No lo sé, prueba a hacerte algo en el pelo. ¡Hazte un moño!- Dijo como si hubiera alcanzado la iluminación. Jess alzó una ceja ante su reacción, pero lo vio razonable, así que comenzó a recogerse la melena.
-De hecho es una buena idea, tengo la nuca rapada y muchos pendientes, supongo que si les dices algún rasgo distintivo, ya sabrán a quién preguntar-terminó atándose el pelo en un moño algo desastroso.
-Genial, tengo otras dos entregas cerca, si te piden más droga dímelo- le dio un toque en el brazo y cruzó la calle, dejándola ahí parada. Recibió un mensaje de Jason.
¡Tú puedes! Ves al puesto de perritos cerrado que hay, te espera un cliente.
Jessica respiró profundamente un par de veces y comenzó a caminar. Volvió a vibrarle el móvil.
Y ni se te ocurra intentar quedarte el dinero. No intentes engañarme.
No comprendía cómo diablos funcionaba la cabeza de ese hombre. Las primeras veces que se vieron parecía simpático y normal, poco antes de que Alice desapareciera del mapa comenzó a ser más desagradable con ella, y hasta esa mañana había continuado igual, luego le dio por tener un bonito gesto con ella, ¿y ahora un mensaje que parecía intimidatorio? No, no lo parecía, lo era, estaba segura de que era la intención. ¿Pero por qué desconfiaba de ella de esa manera? En ningún momento había hecho nada para que desconfiara de ella de esa manera. Excepto deberle tres mil dólares por culpa de otra persona, claro.
-Perdona- un muchacho joven se acercó. Parecía algo nervioso-. ¿Tú eres la amiga de Jason?- Jessica asintió y se giró hacia él intentando parecer confiada. Estaba increíblemente nerviosa, incluso sentía como temblaba-. ¿Tienes lo mío? Me llamo José- volvió a asentir mientras se descolgaba la mochila. La abrió y comenzó a rebuscar entre las pequeñas bolsitas transparentes y otros paquetes más grandes. Entonces se preguntó: ¿y si justo lo que quería José lo tenía Jason? ¿Habría hecho una lista de los clientes y la habría partido por la mitad para repartirla en ambas mochilas? ¿Y si le había dado la mochila que no tocaba y no tenía lo de José? ¿Y si había más de un José? Estaba aterrorizada de hacer las cosas mal.Por fin encontró una pequeña bolsa con el nombre, la única que había visto hasta el momento. Se volvió a colgar la mochila y le tendió la mano con el producto. En el mismo momento que recogía la bolsa soltaba unos billetes doblados en su mano mientras miraba a su alrededor. El chico se guardó la bolsa en el pantalón y comenzó a caminar sin siquiera despedirse.
A lo largo de la tarde recibiría mensajes de Jason, diciéndole hacia dónde tení aque ir y el nombre de quien la esperaba. Jessica creía que a partir de la cuarta o quinta persona con la que se viera se le iría la vergüenza y el nerviosismo, pero éste no desapareció en ningún momento. Sabía que no le gustaba estar colaborando en esto y no por motivos éticos y nobles, sino porque tenía muchísimo miedo de que la policía la parase en algún momento. ¿Pero por qué iban a hacer eso? No tenía nada que pareciera sospechoso, y era increíblemente blanca, casi translúcida. Estuvo horas paseando de un lado a otro,sacando las pequeñas porciones de "compra" y aligerando el peso de la mochila con el paso del tiempo. Le hizo gracia pensar que la gente en Estados Unidos compraba incluso en menor cantidad que en España, pero desde luego parecía que consumía mucha más gente, lo cual no era de alegrarse.
(...)
Eran las siete y quedaba poco para que el atardecer diera paso a la oscuridad de la noche, y todavía le quedaba un último pedido en el mismo parque en el que había comenzado. Estaba más nerviosa si cabe que antes,porque quien fuera el último cliente (alguien llamado Tobias) era el que había pedido doscientos puñeteros gramos de cocaína. ¿Para qué diablos quieres tanta cocaína si con cinco rayas ya podrías morir de sobredosis? Pensó Jessica extrañada. Ciertamente sentía curiosidad por ver quién sería quien quería comprar semejante cantidad. Esa tarde había visto gente de todo tipo, desde mendigos sin dientes hasta mujeres ricas que perfectamente podrían ser amigas de las Kardashian. Para cuando llegó al punto de reunión el sol ya se había escondido entre los edificios y tan sólo las farolas y los carteles luminosos alumbraban las calles de Brooklyn. Algo cohibida por la situación, se resguardó bajo el foco de una farola, sintiendo que la luz la protegía de cualquier cosa mala que pudiera ocurrir.
-¿Eres la chica de Jason?- Oyó una voz tras ella. Se giró y pudo observar a un hombre más alto y con aspecto intimidatorio.
-Colaboro con él-corrigió, molesta por su forma de hablar-. Tú eres Tobias, ¿no?-El sujeto asintió a la vez que Jessica se descolgaba la mochila y la abría. El hombre tendió la mano y ella agarró el paquete, pero le incomodaba la naturalidad con la que actuaba el hombre. Iba a darle tan tranquilamente un paquete bastante grande de cocaína a un hombreen medio de un parque, y aunque no estuviera muy transitado en ese momento, no estaban solos. Intento convencerse de que no pasaba nada y le tendió la farla con cuidado de no tocarle la mano.
-Qué delicadeza-comentó casi sorprendido mientras sacaba dinero del bolsillo. No sabía cuánto había ahí, pero suponía que era lo que debía pagar. Jessica frunció el ceño y le miró extrañada. Qué tío más raro. Reparó en la cantidad de billetes que le tendía,sujetados por una goma y no pudo evitar poner cara de asombro.
-Vale, adiós-guardó el dinero en el bolsillo e hizo una mueca intentando sonreír,pero le costaba estando tan incómoda. Tobias parecía divertido por su reacción.
-Adiós- ambos comenzaron a caminar, dándose la espalda y volviendo por donde habían venido. Comenzó a pensar sobre la cantidad de gente que había visto hoy. A parte de ese extraño comentario, lo más raro que había vivido hoy era otro hombre que le había preguntado si "le podía chupar el pito por cincuenta dólares más". Jess hizo una mueca de asco al recordar aquel momento. ¿Por qué había gente tan maleducada y asquerosa en el mundo?
Cuando llegó a la entrada del parque decidió llamar a Jason.
-¿Hay algún problema?- Contestó.
-No, ya he terminado. ¿Dónde nos vemos?- Sacó un cigarro de la cajetilla y el mechero.
-Donde te he dado la mochila, en la entrada de aquel edificio. Hasta luego- espetó y colgó, parecía que tenía prisa por terminar aquella conversación.
Con la tranquilidad del cigarro anduvo hasta aquel edificio en construcción, que con las calles algo más tranquilas, parecía el escenario perfecto para una película sobre un asesino en serie. Aquel pensamiento no podría haberla asustado más cuando vio una sombra humanoide salir de ahí y aproximarse. Por un segundo sentía como había perdido el ritmo de la respiración de la impresión, pero en cuanto se iba acercando ala luz de las farolas vio con claridad que tan sólo se trataba de Jason.
-Joder, qué susto me has dado cuando te he visto salir- se rió tirando la colilla a una papelera.
-¿Por qué?- Su semblante mostraba confusión.
-No lo sé, estaba pensando en el mal rollo que da este sitio y de golpe he visto a alguien salir, no me lo esperaba- se quitó la mochila y se la dio-. Volviendo al tema que nos concierne, tengo todo el dinero en la cartera y un poco en los bolsillos pero no sé si es buena idea dártelo aquí- miró hacia los lados intentando señalar la presencia de la gente. Con serio ademán le indicó que le siguiera hacia el interior de la propiedad.
-No hace falta que entremos en el edificio, pero un poco más dentro del solar no hay tanta luz y podrás darme la pasta tranquilamente. Espero que esté todo- amenazó. Jessica puso los ojos en blanco, bastante molesta. Caminó hacia la oscuridad y sacó la cartera.
-No sé cómo de gilipollas te crees que soy, pero le tengo mucho cariño a mi integridad física y cuido de mi bienestar, no te voy a robar dinero cuando ya te debo mucho, ¿sabes?- Le dio los billetes de mala gana.
-No eres la primera persona que me debe algo y cuando intento ayudar me termina jodiendo aún más- comenzó a contar los billetes-. Parece que está todo.¿Qué te ha parecido la experiencia?- Su rostro cambió a una amabilidad inexplicable.
-Bastante "meh"-se encogió de hombros-, a excepción de dos hombres que eran extremadamente raros y ha sido muy incómodo.
-Bienvenida al mundo de las drogas, la gente es rara. Déjame adivinar, ¡uno te ha pedido que le chupes la polla!- Sonrió mientras guardaba el dinero.
-¡Sí! ¿A ti también te lo pidió o qué?- Se cruzó de brazos.
-Se lo pide a todo el mundo con el que habla, Phill está un poco mal de la cabeza-explicó con tono de excusa-. Bueno, ya es la hora de cenar. ¿Te apetece comida japonesa?
-¿Qué? Sí, claro, ya te dije que no quiero ser amiga tuya, y menos con los cambios extraños de humor que tienes- Jessica dio un paso hacia atrás con actitud chulesca. Siempre que se enfadaba actuaba así. Jason puso cara de pocos amigos.
-¿De qué cambios estás hablando? Pero si eres tú la que de repente se ha enfadado-él también cruzó los brazos.
-¡Reacciono a tus cambios! Cuando no estamos hablando de drogas o dinero pareces un tío muy simpático, pero luego me dices cosas con tono de amenaza, o me amenazas directamente. ¿Eso no son cambios de humor?- El hombre relajó la cara y bajó un poco la mirada.
-No te voy a quitarla razón. El dinero es dinero, y es más importante y peligroso aún cuando lo sacas de la droga. Es que- parecía nervioso- he visto la situación por la que estás pasando y está mal por mi parte que te cobre la deuda, porque ni siquiera tienes para comer. ¡No te estoy llamando pobre!- Puso las manos al frente, disculpándose.
-Tranquilo, puedes llamarme pobre, lo soy- dijo Jess con franqueza mientras relajaba la postura. Jason no sabía qué decir.
-Pero... No sé, las veces que no nos hemos visto por deudas, parecías una tía guay...Quiero decir, me gustaría ser amigo tuyo- se rascó la nuca algo nervioso. Jessica nunca le había visto actuar de esa manera, y tenía miedo de que realmente fuera algún otro motivo, pero no podía evitar sentir ternura por su forma de comportarse. Ahora que entendía su punto de vista, no podía enfadarse tanto.
-Bueno, ahora que me has explicado por qué actúas así a veces no estoy tan enfadada, y aprecio el favor que estás intentando tener conmigo, pero ya te he dicho que no me hace especial ilusión estar remotamente cerca del mundo de las drogas, y ya me estoy sumergiendo por completo- sus palabras rezumaban incomodidad-. Pareces un tío muy majo, pero no esperes que vaya a poner mucho de mi lado mientras estés metido de lleno en estas cosas.
-Ya te dije que a mí no me gusta del todo trabajar en esto- dijo algo decepcionado. Acto seguido sacudió la cabeza y volvió a sonreír-. Voy a meter la mochila y la pasta ahí dentro y vamos a cenar, ¿vale? Obviamente,pago yo-. Antes de que pudiera contestar, comenzó a caminar a pasos agigantados hacia el edificio. Jess se soltó el pelo por fin y sacó otro cigarro.
(...)
-¿Sueles comer comida japonesa a menudo?- Preguntó mientras Jason miraba con indecisión los platos que se paseaban sobre la cinta del restaurante. La muchacha agarró dos platos, uno con empanadillas y otro con onigiris.
-Bueno, no mucho- admitió cogiendo otro plato de onigiris para él-, pero hoy me apetecía. ¿Y tú?
-A mi madre y a mí nos encantaba la comida japonesa, y cuando podíamos nos dábamos el lujo de ir a un restaurante de buffet libre y comer hasta reventar-sonrió nostálgica escogiendo otros dos platos-. La verdad es que el arroz me gusta mucho y gracias a la comida oriental aprendí que las verduras pueden estar buenas.
-Pero si casi no hay verduras- señaló los platos que había sobre la mesa.
-¿Cómo que no?Estas empanadillas tienen verduras dentro, las algas del onigiri-señaló los triángulos de arroz- también son verduras, y esa sopa estoy segura de que tendrá verdura-. El semblante de Jason cambió por completo, poniendo cara de desaprobación.
-Entonces creo que voy a devolverlo- acercó las manos, pero Jess se adelantó e interpuso una mano.
-¡No! Si no te gusta me lo como yo, pero si no lo has probado nunca dale una oportunidad, a lo mejor te gusta. Yo me llevé una gran sorpresa- él alzó las cejas, no parecía estar seguro de sus palabras. Resopló, agarró la cuchara y probó la sopa. Ella comenzó a comer también.El hombre no volvió a quejarse de la comida y siguió eligiendo platos que paseaban a su lado.
-¿Cómo es España?-Preguntó con la boca llena. La pregunta la pilló por sorpresa.
-Es muy variopinta. Si te vas al sur hace muchísimo calor, y la arquitectura tiene muchísima influencia árabe.
-¿Árabe? ¿Qué pintan los árabes allí?- Le dio un sorbo a su cerveza.
-Pues que hace muchos siglos nos invadieron. Y menos mal, la verdad, porque fueron ellos quienes trajeron las escuelas, la medicina y la agricultura con sistemas de regadío que ahorraban mucha agua- señaló sonriendo-. En el norte hace frío, pero tampoco mucho, y es una zona muy montañosa. La parte central es más distinta, sé muy poco sobre ella, pero sé que están a mayor altura que el resto de España-. Empezó a apilar los platos que estaban vacíos-. ¿Tú naciste en Nueva York?
-Oh, no- miró como los apilaba-, yo nací en Alaska, pero mi padre consiguió trabajo aquí cuando yo tenía unos seis años y aquí me quedé.
-¿De qué trabajan tus padres?
-Mi padre era policía, pero murió hace ya unos...- alzó la mirada y murmuró algo-. Murió hace unos siete años, si no recuerdo mal. Mi madre era y es ama de casa.
-Vaya, siento que hayas perdido a tu padre- contestó afligida.
-Pues yo no, era un mamón- espetó agarrando la lata de cerveza-. Cuando yo era pequeño le quería mucho, era mi héroe, pero en cuanto se hizo policía empecé a ver cosas que no me gustaban.
-Si puedo preguntar, ¿qué pasó para que cambiase tu opinión sobre él?
-Un día se fue borracho al trabajo- agitó el envase vacío y lo dejó sobre el montón de platos- y también volvió borracho. Mi padre no solía hablar de su trabajo porque había muchas cosas confidenciales y todo eso, pero aquel día empezó a hablar sobre un caso de asesinato-Jessica abrió los ojos sorprendida, cosa que pareció descolocar a Jason-. Perdona, puede que no quieras oír cosas escabrosas, y menos cuando estamos comiendo.
-Yo siempre quiero saberlo todo, pero si no quieres hablar de ello podemos cambiar de tema- sonrió. El hombre le dirigió una mirada que no supo interpretar, y luego depositó de nuevo sus ojos en la torre que había sobre la mesa.
-Una señora mayor había sido hallada muerta en la calle, e investigando descubrieron que la asesina era su nieta, y el motivo era el seguro de vida. Pero la chica era guapa y rica, y el momento en el que la interrogó...-durante unos segundos calló.
-En serio, si quieres podemos cambiar de tema. No pareces cómodo- Jessica comenzaba a notarse algo incómoda también. No le gustaba sentir que le estaba forzando a hablar de algo que no quisiera.
-No, está bien- irguió la espalda y la miró, sonriendo de lado-. Es sólo que hace mucho que no pensaba en ello. Bueno, durante el interrogatorio compró el silencio de toda la comisaría e incriminaron a la chica que le limpiaba la casa-se encogió de hombros-. Aquel día mi padre se fue y volvió borracho porque fue a detener a la chica. Era una inmigrante guatemalteca, y ya sabes lo que pasa en este país con los inmigrantes- con la mano simuló disparar-. La chavala murió en el acto, y cuando volvió a casa nos los contó todo. Le molestó especialmente a mi madre más que a mí, y cuando ella le dijo que eso estaba fatal le- titubeó un segundo-, le metió una paliza con la porra.
-Dios mío- la chica se cubrió la mano con la boca.
-Mi madre es sagrada para mí, ella fue quien me dio la vida y es la que siempre ha estado para mí- prosiguió-, y aquel día también me pegó a mí. ¿Ves esta cicatriz?- Se quitó la gorra y se apartó el pelo, dejando ver un pequeño corte mal curado en la frente, justo en el nacimiento del pelo-. Es un botellazo de aquel día. Durante los siguientes seis meses estuvo bebiendo como un condenado y haciéndonos la vida imposible, hasta que tuvo un fallo hepático y la palmó-. Durante unos segundos ninguno dijo nada.
-¿Cómo lo llevas?-Preguntó ella por fin.
-¿El qué?
-Lo que pasó, lo que viviste. A mí algo así me hubiera dejado un trauma.
-Oh, créeme que lo hizo- se rió sin ganas-. En aquella época yo salía muchísimo de fiesta y bebía como un cosaco, y desde aquel día nunca paso de las dos cervezas, o los dos cubatas, o lo que sea. No me he vuelto a emborrachar.
-Me parece increíble que lo lleves tan bien, la verdad- se echó hacia el respaldo del asiento, aquel relato la había dejado exhausta-. ¿Y tu madre cómo está?
-Bien, ahora tiene otro marido, un hombre maravilloso que se llama Bob- sonrió mirando a la nada. Sacudió la cabeza levemente y volvió a mirarla-. ¿Has sabido algo estos días de Alice?- Una punzada de dolor sacudió el pecho de Jessica. Se cruzó de brazos y dirigió su mirada hacia la comida que desfilaba a su izquierda.
-Nada. El mismo día que me dejó me bloqueó en todas las redes sociales. ¿Tú no has sabido nada de ella tampoco?
-No...- Jason apoyó los codos sobre la mesa-. He intentado hablar con conocidos suyos y ha sido inútil. Una amiga suya me ha dicho que se ha ido a Texas, y otro que se ha ido a Conneticut.
-Si la vuelvo a verle voy a partir la cara- escupió con resentimiento, a lo que él respondió abriendo los ojos con sorpresa.
-No te creía de ese tipo de personas.
-No juzgues un libro por su portada- le miró de nuevo sin poder esconder el dolor que sentía. Carraspeó un poco intentando recoger las lágrimas que se amontonaban sobre el párpado inferior y comenzaban a interferir en su visión.
-No suelo leer tampoco- ambos sonrieron. El chico se desperezó-. ¿Has acabado?
-Estoy a reventar-se tocó la barriga. Él hizo un ademán al camarero para que se acercase.
Después de pagar caminaron en dirección al apartamento de Jessica. Jason argumentó que quería acompañarla porque las calles de noche no son seguras, lo cual le parecía muy acertado y decidió aceptar su compañía.
-Por cierto- comenzó a decir Jess-, quería preguntarte una cosa.
-Dispara.
-El último pedido eran doscientos gramos de perico, y me ha dado una cantidad impresionante de billetes en comparación con el resto de personas, y también he visto a más de una persona que parecía tener mucho dinero. ¿Sueles tener muchos clientes de la alta esfera?
-Desde luego, diría que no tantos como gente normal, pero los ricos se meten cosas mucho más caras. ¿Acaso no has visto todos esos cantantes entrando en rehabilitación? Britney Spears, Justin Bieber o Demi Lovato han tenido escándalos por cosa de las drogas, y por lo general suele ser perico o algo así- Jess rió entre dientes, a lo que él la miró extrañado-. ¿Te hace gracia?
-Tan sólo he recordado que hay un partido político en España que es muy conocido por el consumo de drogas de su antiguo líder.
-Vaya, ¿en serio? Sabía que no éramos los únicos con escándalos por el estilo en política- se rió.
-De hecho, existen pruebas de que este hombre consumía cocaína, y días más tarde de su dimisión apareció una maldita tonelada de farlopa en la costa de Francia porque había naufragado un barco que transportaba droga-ambos estallaron en risas.
-¿Cómo se dice cocaína en francés?- Preguntó Jason con verdadera curiosidad.
-Cocaïne- pronunció de forma exagerada.
-¿Sabes francés?
-En el colegio era una optativa, y por no tirar tres años de estudiar francés a la basura, me saqué el título, así que sé hablar francés nivel intermedio.
-¿Eso es mucho o poco?
-Bueno, sé decir cocaína en francés, pero no te puedo recitar la biblia en cruasán-volvieron a soltar una carcajada. Llegaron por fin al portal de su bloque de apartamentos y se pararon frente a las escaleras.
-Mañana nos vemos otra vez, recuerda que tienes que ayudarme dos días más- espetó con severidad. Jessica puso los ojos en blanco y puso los brazos en jarra.
-No me agobies.
-Sólo te lo recordaba- Jason se rascó la perilla.
-¿Por qué necesitas mi ayuda si ya has ganado más hoy de lo que te debía?
-Ya te lo dije- frunció el ceño-, yo me quedo una pequeñísima parte de todo lo que saco, el que está por encima de mí se lo lleva casi todo y lo mismo con el que está por encima suyo. Es todo una cadena- explicó el gesticulando con las manos-. Y la parte que me quedo yo es ridícula en comparación con lo que puedo llegar a ganar vendiendo, también te dije que no se gana mucho con esto. Entonces- seguía gesticulando mucho-, si tú me debes dinero, haces que yo deba dinero al que le compré la droga y que además no llegue el dinero prometido al de arriba, lo que hace que toda esa cadena se rompa, y a mí me rompan los huesos.
-Es decir, que tienes que vender muchísimo, pero muchísimo para quedarte una diminuta parte y poder vivir tranquilo- él asintió. Jessica suspiró y escondió momentáneamente la cara entre las manos.
-Por eso necesito que me ayudes tres días. Ya, lo de los planos era un extra para mí y un colchón de seguridad para ti. Si Mikah reclama más dinero, que a veces lo hace- la chica tragó saliva-, podré recordarle que fuiste tú quien le ahorró dinero con los planos.
-¿Le dijiste que fui yo quien hizo lo de los planos?- Preguntó irritado.
-Sí, ¿por?- Jason parecía no comprender su tono de voz.
-Porque cuanta menos relación tenga con él, con las "compras"- hizo el gesto de las comillas- y con esos malditos planos más tranquila estaré.¿Y si necesita más arreglos y te manda a que contactes conmigo? Joder...- Comenzó a morderse una uña.
-Oye, tranquilízate, te pones nerviosa muy rápido- hizo ademán de que se calmara.
-¡Pues claro que me pongo nerviosa! Maldita sea, te dije que no quería relacionarme con toda esta mierda- volvió a elevar su tono de voz. Cogió aire profundamente y miró a Jason-. Me lo he pasado muy bien durante la cena, pero ya no estoy de humor, francamente. Nos vemos mañana,¿sí?- La mirada del muchacho recordaba a la de un perro regañado.
-Claro, nos vemos mañana- se despidió con un gesto de cabeza y siguió caminando, dejando atrás a Jessica. La chica suspiró y entró al portal.
Cuando llegó a su piso lo primero que hizo fue ir a la cocina, para ver qué había dejado Jason esa tarde. Había un paquete de arroz, otro de pasta y otro de pan de molde, y en la nevera un paquete de filetes y dos briks de leche. Realmente ese detalle le había parecido maravilloso, y demostraba que el chico no era realmente una mala persona, pero eso no le eximía de trabajar en lo que trabajaba ni del ambiente en el que se movía.
Cansada, arrastró los pies hasta su cama, donde se dejó caer mientras se quitaba los pantalones y la chaqueta. Mientras se quedaba dormida repasaba el día entero. Desde luego, lo que había vivido esa tarde no era nada del otro mundo, pero tampoco era lo más común. Y a pesar de todo, lo que más le había llamado la atención era descubrir que había drogas de pobres y drogas de ricos. Los párpados le pesaban cada vez más, y decidió rendirse y desaparecer en medio del sueño.
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