7. ¿Dulce Hogar?

Capítulo 7
¿Dulce Hogar?

No puedo creer en que problema me he metido.

Llevo veinte minutos caminando sobre el pavimento, creí que así tendría más tiempo de pensar, pero en realidad no he logrado llegar a una conclusión satisfactoria.

¿Cómo le explicaría a mi madre qué todas las tardes deba salir con un chico?

Me pediría que se lo presentará y si lo hiciera, le horrorizaria tantos tatuajes en su piel. Además que la pinta de chico malo no se la quitaría ni bañandolo cinco veces, es atractivo pero eso no cambia el hecho de los problemas que atrae. Liam Hamilton es todo lo contrario a lo que a una madre le gustaría para su hija, no estoy insinuando nada ni mal pensando las cosas, sólo que las madres tienden a hacerlo y no quiero implantar ninguna preocupación a la mía.

Con un suspiro melancólico, acomodo la correa de mi mochila sobre mi hombro y subo todo el volumen.

¿Por qué me tuvo que pasar esto a mí?

Nunca hice nada para meterme en problemas y ahora estoy atada a uno, que digo problema, ese chico es un desastre.

Apresuró mi paso al ver la hora, tal vez no fue de todo buena idea regresar a casa caminando. Mamá y la abuela odian que llegué tarde a casa. Mi mente es un mar de ideas contradictorias, no quiero involucrarme en nada que tenga que ver con ese chico, por otro lado, tampoco deseo llevarme ecología sólo por una estupidez en la cual yo ni si quiera tuve voz y voto.

Era injusto, muy injusto.

Al visualizar la puerta negra de mi casa, inserto la llave en el cerrojo mientras respiró hondamente, recordando que el día de hoy mamá descansa. Lo único que espero es que se encuentre lo suficientemente ocupada para no darse cuenta de la hora y darme una buena regañada.

Te lo pido, Dios. — ruego graciosamente al cielo.

Abro y entró a la casa. Me siento desorientada y ofuscada, sin ninguna idea de cómo le haré para seguir yendo con Hamilton al domo. Me frustra no tener la respuesta, con pesadez, recargo mi espalda detrás de la puerta, mirando abajo el piso de tierra y cemento.

—No lograré nada si me quedo aquí parada. — me digo, antes de entrar a la estructura de mi hogar.

Es pequeña, con dos pisos de poca magnitud. Es un milagro que haya sido niña, sólo por eso tengo mi propia habitación mientras mis hermanos comparte la suya con una litera y mi madre se queda en otra. El baño afuera con el lavadero de lado y una pequeña lavadora.

Es sencilla, pero habitable y hogareña.

—¡Ya llegué mamá! — aviso en un grito.

Subo a mi habitación, mi ventana esta frente a un gran ahuehuete, por lo tanto, no es necesario que cierre las cortinas.

—¿Por qué tardaste, Alex? ¿Dónde estabas? ¡Me andandonaste! — dramatiza mi pequeño hermano.

Haziel.

Con sus labios en puchero, sus diminutos brazos y sus mejillas voluptuosas, me resulta tan tierno y tentador que no lo soporto e inmediatamente corro a él, tomandolo del rostro.

—Duele, duele. — se queja, aunque no resulta. Yo sigo hipnotizada con esa ternura que un hermano once años menor causa.

—Eres tan tierno. — chillo con emoción.

—Agoista, tu tienes tus cachetes. — vuelve a insistir.

Sonrió, al final dejo sus mejillas y sólo despeino su cabello. — Pero no soy tan tierna como tú.

Mi hermano tenía la boca abierta. Me observaba indignado en un intento de fingir seriedad, me sacó la lengua y corrió afuera de la habitación.

Este niño no cambia.

Me tiro y observo el techo, desde que Liam Hamilton piso el instituto supe que no traería nada bueno; fuma en horas de clase, golpea no sólo a los alumnos, sino también a los profesores, tatúa su cuerpo y su pasatiempo favorito —, supongo que — es participar en peleas clandestinas, claro si no es meter a diferentes chicas a su cama. 

¿Es que puede haber chico más desagradable que ese?

Por mucho que intenté encontrar algo bueno de esto, la verdad es que no la hay. Pienso tontamente en lo que Fany dijo: "La chica buena y el chico malo". Que estupidez.

Una vez más, colocó mis audífonos a todo volumen sobre cada uno de mis oídos, mirando perdidamente el techo blanco de la habitación. No puede ser cierto que la historia de la literatura se hagan realidad, sería un estímulo a la falsedad e ingenuidad de una simple idea. Involucrarme con Hamilton no es algo que pueda tomar como un destino amoroso, al contrario, es una fatalidad.

De un momento a otro mis sentidos no sólo sienten la vibración de la melodía, también me embarga esa intensidad de ser observada por alguien. Giro la cabeza sobre la cama y me paralizó al ver a mi madre recargada sobre el umbral de la puerta con los brazos cruzados.

—Pero, ¿qué haces ahí? — preguntó confundida y espantada, retirando los audífonos.

Su ceño fruncido es poco conciliador. Odia que suba todo el volumen, aunque para mí es lo más tranquilizante que pueda existir en este mundo.

—Te he estado hablando, Alex. ¿Qué te he dicho de los audífonos?

Agachó la cabeza, no quiero iniciar una discusión. No de nuevo. Además, que tengo miedo de decir alguna tontería y descubra que algo sucede. Digamos que mamá es como la mayoría de las madres que atrapa rápidamente a sus hijos.

—Lo siento. Dime, ¿qué es lo que sucede? 

Mi mamá no tenia una especie de estudios especializados ni nada por el estilo, sin embargo, a veces parece saberlo todo. Admito qué me sorprenden las palabras calmadas que salen de sus labios, cuando su semblante hace no muchos segundos parecía uno de los más serios que ella solía brindar.

Ya no se veía molesta o enfurecida por el asesinato a mis tímpanos  con cada onda fuerte de sonido, ahora se veía tranquila.

¿Qué le puedo decir?

La verdad, no quisiera preocuparla con un problema tan superficial como el que tengo. A comparación de todos los demás que existen en casa, no creo que el mío sea uno que merezca su atención, yo debo poder controlarlo. Después de todo, yo debería hacerlo. Demostrar que so una persona  madura de mi edad, en la escuela mis profesores lo dicen; así que supongo, soy capaz. 

—¿Alex?— inquirió con interés. 

Negué sonriendo suavemente— Nada mamá, supongo que estoy cansada. Ya sabes, despertarme temprana y lo perezosa que soy...

—Bueno, siempre te duermes tarde y te tardas tus horas maquillándote.

Bufo con su comentario, siempre me dice lo mismo.

—Apurate, Alex. — apresura mi madre. Es una experta en dar órdenes y empeñarse a que estas se cumplan.

Suelto un suspiró en lo que comienzo a despojarme de mi ropa, colocandome unos pescadores de mezclilla, y una playera de tirantes rosa. Me fijo en el largo de mis piernas, la marca del elástico de mis calcetas en tono rojizo.

—Tienes la piel muy reseca. — no respondo, me acerco a ella y le entregó la ropa.

—Hoy casi no llegaba a la escuela. Desperté un poco tardé.

—Típico de ti. Pero claro, prefieres pintarte como payaso a cuidar tu piel, ¿verdad? — rodó los ojos, arrebatando las prendas de mis manos.

Decido ignorar sus comentario, es necesario que haga algo para apaciguar este nuevo y tenso ambiente.

—Hoy me dieron la calificación de mi examen de inglés. — murmure, la atención que ahora me dedicaba era una mezcla de curiosidad, esperando que siga.— Saque 10.

Asiente con seriedad, — Bien, eso me parece perfecto.

No muestra ninguna emoción ni alguna expresión de orgullo. Tipico de mamá, ella piensa que es una obligación sacar dieces en los exámenes.

—. Alex — llama una vez más, alzó la cabeza, intentando no hacer gran contacto visual —, te quiero. Y eres una chica muy hermosa como para que quieras convertirte en alguien que no eres.

Permanece callada unos cuantos segundos esperando a que diga algo y al ver que no lo hago, continúa.

—No quieras ser otra persona, sé tú. Maquillarte para que alguien se fije en ti, subirte la falda, pintarte el cabello como lo haz echó sólo es una imitación de lo que muchas otras hacen, no te arruines así, hija. Vales más que todo eso, tú haz la diferencia.

Se da la vuelta, regresando sus pasos al lugar de donde había venido. Sus palabras me dejaban mucho que pensar. Continuó de pie delante del umbral de la puerta abierta, viendo el vacío del pequeño vacío y con los puños cerrados.

Diferencia.

Haz la diferencia.

¿Qué era la diferencia? ¿Acaso debía adoptar todos los comportamientos ideales para ella? ¿Qué tenía de malo mi cabello? ¿Acaso, insinuaba que yo era una copia de otra persona? Tantas cuestiones rondando mi mente que al final dolía. Porqué, ¿qué tenía de malo querer experimentar?

Niego un par de veces, siempre me ha gustado buscarle la razón a todo, sin embargo, también eh descubierto que ello puede llegar a ser tardado qué en ocasiones no alcanza el tiempo para poder averiguarlo. Y por el momento, no era algo con lo que contará excesivamente, había muchas tareas de por medio y dudo mucho que quedarme aquí parada me ayudarán de algo.

Camina, Alex. ¡Muévete!

Despeino mi cabello mientras camino a mi mochila que esta en el suelo, sacó los todos mis libros y libretas — de hecho, todos mis materiales escolares —. Me derrumbó en la comodidad de mi cama antes de volver a colocar mis audífonos en cada oreja —esta vez, teniendo el cuidado y la precaución de mirar constantemente, la puerta por si mi madre regresa.

Supongo que debería empezar por lo más sencillo.

Álgebra, sin duda alguna se me da mucho mejor que cualquier otra cosa. Al fin y al cabo, las matemáticas son sólo un juego de números con cambios de posiciones — aunque el cálculo y la estadística no es lo mío. —, prefiero el álgebra o la aritmética por ser juegos más factibles y sencillos. Sin darme cuenta del tiempo, mis tareas iban bajando considerablemente, entrecerre mis ojos ante el estruendoso sonido de la puerta de abajo.

Desorientada, sin saber que era todo ese escándalo en la planta de abajo dejé mis cosas a un lado y baje rápidamente. Mordí mi labio, mirando anonadada la escena frente a mí. Una silueta furiosa tambaleandose, un olor desagradable y sus ojos rojamente perdidos.

Papá.

—Si te veo con alguien más, te mató.

—Estas borracho, Mauricio. Ya te dije que cuando quieras venir, lo hagas en tu juicio.

—¡Te amo! — mi abuela salió al patio, observando de mala forma al hombre delante de ella. Jamás le ha agradado. La mandíbula de mi padre se tenso al verla, y después todo paso tan rápido que no pude darme cuenta en el instante en que se dio.

Mi padre intentando acercarse a mi abuela, mamá parandose delante de ella, papá empujandola, ella no aceptando ese empujón y llendose contra él. Los gritos de mi abuela diciendo que llamé a una patrulla.

Pero mis sentidos no obedecen, si les llamo se lo llevarán de nuevo. Si no lo hago, seguirá viniendo. No soy capaz de moverme ni de hacer nada más que no sea respirar y mirar la escena que mis padres montan. Mi abuela repite junto a mi mamá que le llame a una patrulla mientras Haziel se esconde detrás de mí, asustado.

—¡Llama a la patrulla!

Mamá, papá... Llorar. Tal y como hace años yo lo hacía, Haziel también. Asustada por una situación que jamás ha dejado de repetirse, una grieta que sólo hiere en el pecho. La misma situación reproduciendose como una película frente a mis ojos, una y otra vez.

Necesitaba reaccionar, moverme y hacer algo que sólo estar ahí parada.

Con los ojos llenos de rencor, desorbitados y entrecerrados. Mi padre alzó el puño, tome mi celular — antes de marcar una tecla — otra persona se lanzó en contra de él.

Joshua.

Su musculatura era casi igual a la de mi padre — con un par de centímetros ya lo alcanzaba —, su cabello ondulado y azabache podía visualizarse mientras se revolvia con el aire que creaba la riña entre ello. Joshua estaba furioso, impactaba los puños  contra su cuerpo y yo lo único que era capa de hacer era llorar.

Patética.

El peso de enojo se mezclaba con la pena y la tristeza en la mirada de mi hermano, era demoledor y me inundó una necesidad irreprimible para hacer algo, el problema era que no sabía lo que quería hacer para solucionarlo. Con rapidez, mamá se acercó a él para separarlo, hasta que escucho su voz lo hizo.

—Vete, Mauricio. — ordenó ella con voz demandante.

Sus ojos llenos de rencor se ensombrecieron con cierta locura impregnada en ellos, más al dejarlos caer sobre Joshua. Quería pensar que las palabras intolerable que apenas pronunciaba se trataba de los efectos de tanta sustancia tóxica. Luego de cinco minutos — que parecieron eternos, — él salió de la casa.

Levante la barbilla pero lo dude; nada cambiaba. Las miradas de reproches bombardearon por completo mi cuerpo, las lágrimas de mis hermanos caía por ambas mejillas (recorriendo todo su rostro). En la de Haziel sólo habitaba el miedo y la tristeza, tal como era la mía de pequeña; por el contrario, la de Joshua iba más allá que de todo ello.

—¿Por qué no hiciste lo que te dije? — cuestionó ella con molestia. —¡¿Acaso te gusta que tu hermano deba hacer estas cosas?! ¡Alex, ya no eres una niña pequeña! ¡Madura!

Me dije a mi misma que no volvería llorar, que no lo haría delante de ellos. Porque eso sólo era una muestra de debilidad, pero mis ojos no escucharon; de pronto, todas esas lágrimas que no pretendía volver a relucir, salieron.

—¿Por qué lloras? A ti no te hicieron nada, ¡deja de hacerlo! Entiende, llorando no me das soluciones.

Si tan sólo hubiera llamado al *911

—¡Si te doy una orden, la cumples! — estaba eufórica y una vez más, era por mi culpa.

—Lo siento, mamá.

—Limpiate esas lágrimas, no intentes hacerte la víctima conmigo, Alex.

Víctima, un papel en el qué — según mi familia — constantemente me metía.

La respiración de mi madre era agitada, sus ojos rojos pero sin ninguna gota saliendo de ellos, una vena sobre salía por su cuello. No sólo estaba furiosa, sino también, decepcionada.

—Siempre es lo mismo contigo, niña estúpida.

Ella no quería decir eso, ella me amaba sólo lo decía porque estaba enojada por lo sucedido. Mama nos amaba, sólo que había tenido que pasar por muchas cosas en su niñez que la hicieron hacerse muy fuerte desde joven.

Ella era más fuerte y más útil que yo.

Sentí la necesidad de pedirle perdón, así como también a mi hermano, aunque de antemano sabía que no lo haría. Podría disculparme, sin embargo, el perdón era mucho más costoso.

—Olvidalo. — resoplo — ¿Hiciste lo que te pedí esta mañana?

Abrí los ojos.

Mierda, las copias de la guía del preescolar.

—Lo olvide, ahorita mismo voy por ellas.

—Claro como no son para ti, ¿verdad? Dejalo. Pero no me vuelvas a pedir nada, eres una egoísta. — cada una de sus palabras eran como un corte en mi corazón —. Vete a la chingada, pero no me vuelvas a pedir nada. Ahora sube a tu habitación.

Hubiera querido tener la oportunidad de defenderme, aunque, eso hubiese implicado alzarle la voz y reiniciar con una discusión que no sólo iría encaminada a los gritos, sino que igual, perdería. Mamá siempre tenía la razón y yo nunca, esas eran sus reglas ¿Cómo contradecirla cuando vivo bajo su mismo techo y me brindaba tantas cosas?

Exacto, no resultaba tan buena idea.

Di la vuelta para subir las escaleras no sin antes mirar a mis hermanos. Haziel estaba enojado conmigo porque mamá lo estaba y Joshua... Bueno con él eso no es algo nuevo, no nos llevamos bien desde los diez años me culpa por cosas que apenas y tengo idea, entre ella la separación de mis papás.

Me encierro en mi habitación.

Recuesto mi espalda sobre el borde de mi cama, sentada en el piso y ocultando mi rostro entre mis rodillas, dejándome ser libre de llorar todo lo que quiera. La opresión en mi pecho es tan fuerte que por un momento me gustaría no tener nada latiendo para que no doliera si la vida es dolor, ¿qué seria la muerte? Lo único que he logrado hacer en mi vida es esto, llorar. Y no es que se trate de algo productivo, todo lo contrario, es estúpido.

—Todo siempre es tu culpa, Alex, eres una buena para nada.

"Egoísta"

"Malagradecida"

"Mala hija"

"Limón agrio"

"Inútil"

Y más, son todos los adjetivos que me describen con tanta facilidad.

Chica perfecta, chica buena.

¿Cuántas veces me han descrito así ante mamá?

Demasiadas.

Y no basta. Sacar buenas notas, tener un comportamiento impecable y no meterse en ningun problema no es algo que miré mi madre puesto que eso es una obligación, en cambio, si algo en ello cambiará sería la deshonra absoluta para ella. Es por eso que inmiscuirme con ese chico traerá consecuencias negativas a mi vida, necesito hallar una manera en que nadie se entere y que los profesores no se den cuenta. Es necesario que esa maestra regrese pronto para que ese problemático presente el examen y no tener nada que ver con ese chico.

—Lo único que espero es que llegué el fin de semana. — meto mi mano debajo de la cama, a un costado del metal y el colchón.

Pequeño y plateado con pa sustancias más deliciosa que podría existir en la humanidad. El líquido pasa rápidamente por mis papilas gustativas hasta rasgar mi garganta, no me importa. Lo único importante es que me hace olvidar, juegos en el aire, una imaginación infantil y una visión de la vida que no la llevará a ser nadie en un futuro.

¿Qué es lo que quiero?

Esa pregunta no ha dejado de rondar mi cabeza, y a su vez me resulta estúpida porque nunca he podido contestarla. Mamá decía que vivía en una burbuja en rosa y tal vez sea cierto, después de todo, sólo soy una chica buena que no le muestra a cualquiera su lado malo.

¿Que mierda será de ti después, Alex?

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¡Mis amores, volví!

Lamentó tardar en actualizar, pero eh estado en tiempos de examen y reprobe el de estadística 😭

Espero les haya gustado, como vemos no tiene una vida perfecta.

Voten y comenten si les gusto ❤

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