6. Chica Buena

Capítulo 6
Chica Buena

¡Esto es horrible!

Había tenido días mejores, de eso no tenía duda.

Era mejor ser una completa desconocida ante los ojos de los demás a ser la nueva conquista entre sábanas del idiota del chico malo del colegio. Aunque las cosas nunca sean ciertas, eso no impide utilizar la imaginación y crear rumores a los ajenos.  

Sólo me bastó con un par de días para que mi nombre junto a mi desconocida persona, estuvieran en boca de toda la escuela.

—¿Quería hablar conmigo, profesora? — pregunto, asomándome por el umbral de la puerta.

La mujer que mira los documentos, levanta su clara mirada y afirma con una tenue sonrisa curveando sus labios — Adelante, Alex. — caminó a pasos lentos, y tomó el asiento que me indica mi profesora de economía.

A comparación de otras veces, en esta ocasión su semblante se ve más que molestó, preocupado y bastante asombrado. No necesito ser una genio para saber que es lo que la tiene así.

— Usted y el señor Hamilton... — inicia. Lo sabía, la llegada de ese tipo a mi vida no me repararía cosas buenas. — ¿Salen?

¿Salir? Brincos diera.

Rápidamente muevo mi cabeza de un lado a otro, no quiero que haya más malos entendidos, él no puede arruinar mi pacífica vida estudiantil así de repente. Por un momento la expresión de mi profesora se relaja para después de unos cuantos segundos regresar a su severidad.

— Alex, creo que ya estás consciente de los rumores que se han iniciado desde el día de ayer. — afirmó con un movimiento de cabeza.

¿Quién no lo sabe ya? Si el chico malo del colegio retó a una profesora con tal de sacar a una de sus estudiantes de su clase. ¡Pero es que sólo al idiota de Hamilton se le ocurre hacer tal cosa! Lo peor de todo, es que la historia se fue distorsionando de mil maneras posibles, todas muy lejanas a la verdadera razón del porqué.

La profesora Miriam continúa con su mirada fija sobre mí, estoy comenzando a sentirme como esos sujetos en las películas de policías en donde los interrogan con miradas inquisitivas hasta confesar su crimen. — Debo decir que te estimó, eres una de mis mejores alumnas.

En lugar de sentir alivio por sus palabras, me siento más tensa que antes. Un peso grande cae sobre mis hombros ante la tensión que adopta el ambiente, en un par de minutos cambio drásticamente su forma usual de verme y no entiendo porque. Yo no hice nada malo, al menos, eso es lo que creo. Yo no le pedí que la Urraca de la coordinadora me enviará a la casa de ese neandertal, ni que él se pusiera al tú por tú con la profesora Selene...

Entonces, ¿por qué me mira así? Espero a que me diga algo más, pero sólo se queda callada, se reacomoda los lentes mientras me recorre con los ojos.

— Creí que te lo pintarías de nuevo.

—¿Qué? — no entiendo.

Su dedo señala las puntas de mi cabello — Ya que no tienes muy largo el cabello, podrías teñirte de negro la parte de abajo o todo, si buscas que se vea parejo. — recomienda.

Mi cabello me llega un poco más abajo del hombro, naturalmente es color negro, sin embargo, después de mucho esfuerzo por convencer a mi mamá de permitirme teñir el cabello de morado y que el color se cayera más rápido de lo que creía, ahora las puntas son rubio paja.

— Eso, daña tu imagen, Alex. Tú eres una gran estudiante, una chica buena y no me gustaría que tu reputación se viera afectada por pequeñeces.

Entiendo lo que dice, en verdad que lo hago. Sin embargo, no quiero, me costó demasiado lograrlo, estuve casi cuatro horas en la estética esperando que estuviera listo.

Y aunque ya no fuera el mismo color, simplemente era injusto que las normas y reglas estudiantiles apliquen sólo para algunos cuantos. Hablan de dejar atrás sus estereotipos estudiantiles, pero la realidad es que sólo logra ser un soporte para su base.

—Lo tendré en cuenta. — le digo con una sonrisa, que de inmediato me corresponde.

Una ola de tristeza me invade, siempre viví creyendo que por el hecho se ser la chica perfecta más de un error estaría solucionado, pero la verdad es que los errores no se solucionan sólo se simplifican aun más mientras buscas la una manera factible para no ser tan recalcado. Porque el hecho de que seas un chica de las que todos tienen muchas expectativas, resultas una persona con más peso de lo que deberías cargar en los hombros.

Antes de que ninguna vuelva a decir algo más, la puerta se abre, dejando a la vista a una chica con lentillas y cabello liso que le llega hasta la cintura, usa el mismo uniforme que yo; sólo que el suyo tiene el instintivo del turno vespertino.

—Permiso, profesora. La señorita Ferreí le manda estos documentos.

Entra con la postura firme, denotando la seguridad que siente sobre si misma.

Todo lo contrario a mi.

A pesar de lo — extraordinariamente — bien que me vaya en mis calificaciones, nunca he sido muy buena entablando relaciones sociales. Simplemente, es imposible para mí, por algo, siempre fui la chica invisible.

—Gracias, Ashley. — la chica le sonríe mientras espera que le dé de regreso los documentos con su firma.

Mira por los lados de la oficina, hasta detener sus ojos encima de mí.

—¡Dios mío! ¡Eres la nueva conquista de Hamilton! — exclama, sus ojos quieren salirse de las cuencas. La profesora me mira con cara de "Lo ves" y yo sólo quiero esconderme en un rinconcito.

Esto debe ser un pésimo chiste. ¡Hasta los de la tarde saben de mí!

—Ashley.

La chica regresa la vista a la profesora Miriam, ahora parece apenada por su arrebato.

—Lo siento mucho, profesora. Sólo que yo esperaba, algo más... — me mira de arriba a abajo, escaneándome con una mirada de asco.

No debo ser un genio como para llegar a la conclusión que es una de sus conquistas, probablemente, ya dejadas.

Siendo sincera, tiene ese toque de ser una de esas chicas populares que disfrutan la atención de los chicos, esperando que todos caigan a sus pies. Es una lástima que haya caído a los de Hamilton, aunque, en esta ocasión por malo que suene, me alegro que sea así, no me gusta la manera en que me ve.

Nos miramos con desagrado, hay una incomodidad entre ambas. Ni siquiera sé porqué, no es mi culpa que a ese loco se le haya zafado la canica el día de ayer, ni que yo fuera la desdichada que tuviera que ser víctima de su demencia.

Todas quieren tu lugar.

Todas, menos yo.

El sonido de la pluma arrastrando sobre el papel, nos hace salir de ese extraño juego de miradas.

—Aquí tienes. — le dice la profesora, entregándole el folder color amarillo con los papeles.

—Se lo agradezco, profesora Miriam. Permiso. — se da la vuelta, bombeando las cadera como si quisiera restregarme algo.

Como si quisiera decirme: "Yo tengo un cuerpo espectacular, tú no"

Santo cielo, Alex. Deja de pesar en estupideces, no veas cosas donde no las hay.

Miro mi reloj, en nada me doy cuenta que no tarda de comenzar la siguiente clase. —Profesora, — ella me mira — ¿puedo retirarme?

No creo que hubiera tanto problema si llegaba tarde a la siguiente clase pero si tengo bastante hambre, por menos quiero comer unas papas. Quizás no sea el mejor alimento mañanero, pero no puedo ponerme exigente con el tiempo que tengo y con los malísimos cocineros que cuenta la escuela.

Los ojos de la profesora viajan directamente al reloj que cuelga sobre la pared, se ve pensativa, como si quisiera decirme algo y al final no logrará decidirse. Y luego de unos segundos, afirma con un movimiento de cabeza.

Esta conversación no fue una de las mejores que he tenido con la profesora, pienso que fue muy extraña. Por lo cuál,  estoy más que agradecida de que termine. No puedo creer que piense que entre Hamilton y yo, puede haber algo.

¡Por favor! Ese chico, nunca tomaría enserio a nadie y yo no pienso jugar algún absurdo fetiche de cambiarlo o cambiar por alguien. Tengo objetivos, o un intento, todos me ven como una chica buena, como alguien incapaz de romper un plato. Por consecuente, una persona "equis" — Eso sí que sonó horrible —, y por último desapercibida.

Vaya que vida más aburrida la mía. Y también factible.

Camino con una batalla interna de como he llevado mi vida estudiantil a lo largo de este tiempo, cuando de pronto, oigo:

—Por cierto, Alex. — volteó a verla antes de salir de su oficina — Ya he calificado los exámenes de este parcial, felicidades. — me sonríe, olvidando su molestia . —No esperaba menos de ti, de nuevo fuiste la única en sacar una nota perfecta de tu grupo.

Escuchar esas palabras me hace sentir orgullosa, veo mi esfuerzo rendir frutos. Es una sensación tan satisfactoria, por unos instantes puedo olvidarme de Hamilton y el problema que representa. Menos de un segundo, incluso la profesora se empeña en recordármelo:

—Y Alex, recuerda, Liam Hamilton no es un buen chico para ti. Ambos son como el agua y el aceite, lo que usted representa podría verse afectado por ese muchacho, no quiero que salgas lastimada.— no es necesario, lo sé de sobra, cómo también, me siento bien al saber que le preocupo a mi profesora. — Ah, y otra cosa, no se te olvide tu cabello.

Eso esta demás.

Sin embargo, no digo nada, sólo le sonrió y salgo de su oficina. Por fin, puedo soltar todo el aire acumulado en mis pulmones. Sabía que se crearían especulaciones sobre el día de ayer, lo que no me imaginaba, es qué serían de tal tamaño.

¿Es mi imaginación o me están mirando, y señalando? — me detengo para mirar a mis alrededores. Y en efecto. Me miran y me señalan, sin ninguna discreción. Murmuran en voces para nada silenciosas, los ojos de algunos me inspeccionan de arriba a abajo, buscando algo.

Sí, nos están mirando.

Mierda. Me hubiera negado rotundamente a llevarle su tarea.

No entiendo como las personas tienden a ser tan ridículas y tan crueles, como para impartir rumores que están más que lejos de ser una realidad, claro, cómo no son ellos a quienes ahora ven y señalan como una zorra. Sin contar las miradas curiosas de todas las chicas de falda corta que se creen el centro del universo.

Ni una semana desde que Hamilton llegó a mi vida, y ya me ha ocasionado estos problemas.
Solo necesite de un día y las voces salieron disparadas.

Él es demasiado sexi para ella.

— Nunca había visto a esa chica antes. — podía escuchar todo lo que decían.

—¿De verdad es su nueva conquista? No tiene nada que ver con las chicas que lo rodean.

— Lo sé, —  le dice la otra chica —, quizás, quería experimentar o yo que sé.

—Ella parece ser una chica diferente a él, kyaa, un amor prohibido; la chica buena y el chico malo.

— Lastima que ese chico malo, no es de esos que puedas cambiar.

La chica buena y el chico malo.

Disparates...

Yo soy mucho mejor que ella. ¡Mírala! No tiene las medidas, curvas ni la postura. ¿Qué le vio?

—El experimento de la Virgen, yo creo. 

—Si, sólo a la cama y adiós. Todas sabemos como operan los chicos como Liam, sería una tonta si se ilusiona.

Incómoda por ser el centro de muchas miradas furtivas, tomó con más fuerza de la correa de mi mochila. Me hubiera gustado ser reconocida por algo más apropiado, nadie se merece que hablen a las espaldas de uno, pero creo que como seres humanos, es parte de nuestra naturaleza.

¡Es injusto!

Bajo las escaleras lo más rápido que mis piernas me permiten, debería mantener la cabeza en alto. En cambio, no soporto esta situación incómoda, ser señalada por algo tan nefasto no es nada grato, nunca he sido buena en eso. Me siento pequeñita, desprotegida y con un peso encima.

Así qué, le doy vuelta al edificio, caminando por la parte trasera, esta un nivel más abajo y casi nadie se les gusta estar en esas zonas verdes, ya que, a pesar de ser un lugar tranquilo también es cierto que la mayor parte, tiene letreros de "Prohibido". Por supuesto, resulta estúpido si tomamos en cuenta que se pensó para o interacción de los estudiantes.

Me detengo abruptamente,— Esto debe ser una broma. — gruño vagamente.

Lo veo fijamente, a una distancia apenas considerable, sentado en las jardineras con su grupo de amigos, todos se están riendo como si lo más gracioso del mundo pasará frente a sus ojos, y, una tenue y delgada nube de humo los cubre hasta sus cabezas. Con un cigarro entre los dedos de cada uno de ellos, bueno, a excepción de Liam quien mantiene el suyo, en el borde de la oreja.

Una botella metálica de Jumex pasa de mano en mano por los presentes de esa bolita, la beben y vuelven a jactarse de no sé que cosa. Hay que ser lo suficientemente inocente para no darse cuenta del contenido de esa botella; alcohol, estoy segura que se trata de eso.

Las manos me sudan, mis piernas comienzan a temblar y ni siquiera, sé porqué. Tengo que alejarme, no puedo volver a acercarme a él por el peligro que ha representado en este par de días. No puedo permitir que mi vida se vea abrumada ni— mucho menos — afectada por ese sujeto.

Miro detenidamente el camino, no es muy angosto y si es una línea suficientemente larga. Si pasó, no me será sencillo pasar desapercibida, al menos que... Un grupo de cuatro chicas llegan junto con otro chico junto a ellos. Todos lo cubren a él.

Ahora o nunca Alex, ya no puedes perder más tiempo de lo que haz perdido.

Camino dudando, avanzó acelerando mis pasos. No dispongo de mucho tiempo, la siguiente clase y mi estómago son sumamente importantes. Cuando los paso, logró sentirme segura, hasta que su grito me hace salir de mi objetivo:

—¡Chica Torpe!

Más mala suerte en camino.

Decido que no escuché nada, sigo mi camino. Y una vez, que estoy a punto de poner la planta de mi pie en el primer escalón, de las escaleras que me llevarían al segundo patio, unos brazos cubiertos por el cuero negro que me son bien conocidos rodean mi cintura.

—¿Por qué tan rápido? ¿Acaso huyes de alguien? — su profunda voz sonó ligeramente ronca.

Me sentía vulnerable,—Suéltame, Hamilton. — no sé como logre para sonar desinteresada.

—¿Por qué debería? Pareciera que éstas huyendo de mi.

Si, eso es lo que estaba haciendo.

—No digas tonterías, hay clases de por medio, y no quiero perder mi tiempo en otro jueguito tuyo.

Hamilton se ríe con lo que parece diversión amarga, — Yo creo que estabas huyendo, nadie corre en lugar de caminar.

¿Enserio me vio? Y yo que creía que todas esas chicas lo tenían ocupado. Piensa rápido, Alex, di algo lógico que le baje los humos de "señor sabelotodo"

—Están fumando, no quería que mi ropa apestara a tabaco. Esta prohibido fumar en la escuela, ¿lo sabías?

—Claro que lo sé. — mis cejas se juntan al ver que sus manos siguen en mi cintura.

¿Qué rayos hace? No puede hacer eso, la gente va a empezar a hablar y hacer más chismes. Con intención de ponerle fin, me remuevo y envió una mirada molesta por su osadía. ¿Quién se cree?

Lo miro desde abajo, santo cielo, es demasiado alto.

Olvida eso, — Si lo sabes, entonces, ¿por qué lo haces? Estas infringiendo las reglas y el reglamento escolar. Podría ir ahora mismo a Dirección u orientación y reportarlo. — No lo haría, no me consideró una chismosa.

Lo único que espero es que con eso me deje ir, no me importa si me da una advertencia porque no haría nada.

Me doy la vuelta y lo miro, esperando a que me amenace o algo por el estilo.

Sus ojos permanecen muy concentrados en mí,  da miedo pero al final, esboza una sonrisa de malicia y satisfacción.

—No lo harías.

—¿Eso crees? — me cruzó de brazos y elevó ambas cejas. — ¿Por qué crees eso?

—Lo hubieras hecho desde que nos viste, hace... — mira el reloj de su muñeca — 5 minutos, si no me equivoco.

Detesto que tenga la razón. ¿Cómo pude sentir lástima por él? No se la merece.

—Estas equivocado. No puedes infringir las reglas, todo acto trae una consecuencia.

Sonríe con una arrogancia, que me hace querer quitarme el zapato y golpearlo en la cara.

Siempre tan violenta.

Se acerca a mí, causando estragos en mi ser. La distancia prudente que había trazado entre nosotros ahora se ve disminuida casi por completo.

—¿Me viste calando este cigarro? — me lo muestra.

Niego, — No, pero lo tienes entre tus dedos.

No dice nada, ni da señales de hacer lo que hizo. Arroja el cigarro a un lado, entre las plantas y pasto.

— ¿Qué cigarro? — pregunta con inocencia. Abro mi boca y ojos con sorpresa —. Ahora, no estoy infringiendo ninguna norma, ¿o si?

Si, digo no... ¡No lo sé!

—Veo que hoy no estas de humor — me lanza una mirada perezosa y yo le doy una fulminante. — Es una lástima, porque yo te traía noticias que, seguramente, te interesan bastante.

Liam esta a punto de darse la vuelta, muerda mi labio insegura, ¿estará diciendo la verdad? ¡Diablos!

—¡Espera! — lo detengo.

Se da la vuelta con ese aire ególatra, típico de él .

—¿Qué es eso, importante?

Sus labios se curvan egocéntricamente.

—La profesora Selene tuvo un accidente.

¿Accidente?

¡Dios mío! ¿Acaso Hamilton y su grupo o hicieron algo? Si es  capaz de golpear al profesor Gómez, creo que podría ser capaz de...

Sostiene mi mandíbula mientras pasa su pulgar por el contorno de mi labio inferior.

—Eso quiere decir que, el examen se pospone. —  afirmo, es lo más lógico.

Asiente levemente con la cabeza, fijó mis ojos en otro lado. Me siento rara, ni siquiera puedo explicarlo. Esto no esta bien, creo que hace una semana leí un libro, en donde el chico se le declaraba a la chica en una posición parecida, eso asusta. No quiero que se le ocurra hacer eso.

Relájate, no veas cosas donde no son. Hay que dejar de leer esa clase de libros.

No, eso nunca.

Si, te está sugestionando.

A pesar de mi lucha interna, soy capaz de sentir la pesada mirada de Hamilton. ¡Voy a colapsar!

— Ese es un problema. —  su profunda voz me llama. Lo miro confundida, no sé a que se refiere — El trato que hice con ella sólo aplicaba hoy, así que...

Apartó bruscamente su mano — ¿Eres consciente de que ella si va querer aplicártelo, y si no lo haces arruinaras mi promedio?

Afirma sin mucho interés. — ¡No puedes hacer esto! ¡Tú fuiste quien me metió en este problema, Hamilton! — Me dará un infarto.

— Si, pero yo accedí al examen HOY —  recalca esto último. — No otro día.

Hijo de su...

— ¡Hamilton!

—Chica Torpe, creo que tienes un tic.

¿Es lo único que tiene que decir?, — ¿Un tic?

—Si, un tic. No paras de parpadear y tus labios están temblando.

¡Porque no paras de hacerme enojar y sorprender, pedazo de imbécil!

Lo miré con desprecio.

—No puedes hacerme esto, yo cumplí...

—Y yo también. Te devolví tu celular, ¿o no?

Joder, — Si, pero.

— Pero nada, ambos cumplimos, la que no lo hizo fue esa profesora.

Quería golpearlo en la entrepierna, que sufriera lo que estos momentos yo sufría. Desde que llegó a este colegio supe que no traería nada bueno, lo que tenía de atractivo lo tenía de peligroso. Debí alejarme, era demasiado para mí y por una mala jugada, ahora estaba en un grave problema.

No me gustaba, ni tampoco me gustaba esta manera de arruinar a los demás sólo por su maldita voluntad.

—Hamilton...

Su mano se dirigió a mi cabello, un embarañado y poco acomodado cuero cabelludo, lo acarició. — No te enojes, podemos solucionar esto.

No pude evitar verlo con desconfianza, ¿qué estaba tramando?

— ¿A que te refieres? —  estoy segura que, mi voz adoptó el mismo tono.

Liam me mira directamente a los ojos, relamiéndose los labios. — Para realizar el examen cuando la profesora regrese, necesito un instintivo.

—No entiendo.

—Sólo Dios sabe cuando piensa regresar esa mujer — me cruzó de brazos —, así que debería prepararme diariamente para no olvidar los temas... —  deje de escuchar todos los sacrificios que haría para estar al día con los temas del examen. Si tiene un coeficiente tan alto, dudo que le sea difícil —. Además, un mal golpe sin ser cuidado adecuadamente sería un desastre y podría terminar reprobando.

Entorne los ojos en blanco, era un milagro que aun no escuchará el timbre, puedo olvidarme de desayunar algo.

— Ve al grano.

—Tendrás que seguir conmigo, seguirás siendo mi asistente.

Baje la mirada, el ambiente se sentía más tenso de lo que imaginé. No quería hacerlo, no quería ser otra persona más que estaría para él cuando chasqueara los dedos, no otra vez.

Levante dignamente la cabeza — No. —  incluso decirlo se sentía increíble.

No se lo esperaba,  podía verlo en sus ojos.

— Yo no soy el tipo de chica que vaya a lugares como esos. Pero, estoy segura que si deseas que alguien ayude con tus herida, y a cargar tus toallas, cualquier otra estaría más que encantada.

La sorpresa fue reemplazada por la tranquilidad y la inexpresión en sus rasgos. — Muy bien, creo que otro también estaría encantado en ayudarte. Hasta luego, chica torpe.

Admito que esto no salió como yo esperaba, vuelve a darse la vuelta y caminar hacia la bolita de amigos. No puedo permitir que mi calificación se vaya al carajo, sé que yo misma podría hacerlo pero Jorge me dijo que ayer después de que nos fuimos, la maestra advirtió a todos que sólo Hamilton podría hacer ese examen. No deseo aceptarlo en mi círculo de amigos, ni siquiera en el de conocidos. Sin embargo, ese examen es importante porque es la calificación de todo el semestre.

Me lleva,— ¡Esta bien!— exclame.

Estoy temblando del enojo.

Se gira de nuevo, su semblante es serio y satisfactorio.

—Te acompañare a partir de mañana. — me apresuro.

—Lo que digas, Sheccid.

Sin ánimos de continuar con esa conversación, soy yo la que se da la vuelta y sigue subiendo las escaleras.

—Así que la chica buena, esta con el chico malo. —  murmura alguien a un lado de mi. Una vez que estoy arriba.

— ¡Stefany! — me asusto — ¿Qué haces aquí? Creí que estarías con Amayrani.

Sonríe de oreja a oreja, recordándome al gato de "Alicia en el país de las maravillas".

— Que va, quería fumarme un cigarro. — me dice, —  yo creí que estabas con la maestra Miriam.

Me vuelvo para atrás, las chicas del grupito de Hamilton me miran de modo nada agradable.

Celosas.

— Ven, vamos al salón. —  la tomó del brazo, sin escuchar sus quejas la jaló conmigo. —  Si estaba en la oficina de la profesora.

Fany suelta una risilla que me molesta profundamente.

—Eso no me pareció.

—Me lo encontré de regreso, todos me miraban, señalaban y murmuraban, sabes que no soporto eso.

—Si, no por nada eras la chica invisible, invisiblemente visible.

Bufo sin ninguna gracias. —No te enojes, Alex. — me abraza animadamente. Hay con esta mujer.

—Pero aun así me parece tan kawai, el romance del chico malo y la chica buena. — chilla con emoción.

Me detengo, — ¿De qué rayos hablas Estefanía? ¿Cómo qué el chico malo y chica buena?

— Si, tú y Liam. — dice normal, mi quijada se me caerá. —Y no me llames así, me haces sentir regañada.

—Estas loca, eso es imposible. —  decreto, es terrible que mi amiga piense así. Yo y él, jamás.

—¡Por favor, Alex! Todos lo sabemos...

—No, todos piensan que me he acostado con él y que soy una zorra. — digo molesta. — ¿Cómo pueden llegar a conclusiones tan nefastas y estúpidas? Claro, como no son ellos los que están en esta situación, incluso dudo que les afecte porque a muchas se les mojan las pantaletas por un tipo que probablemente tenga sida en la boca.

Esto está mal, me altere demasiado y compartí mis pensamientos con alguien más.

—Tranquila, Alex. Lo siento.

Me esfuerzo por sonreír, aunque sólo logró una mala imitación.

— Olvídalo, ¿y Amayrani? —  trató de cambiar el tema.

—Viendo el partido. — cierto, hoy jugaban los grupos fútbol o jugaban porque acaban de tocar el timbre.

Creo que podré soportar hasta la salida.

Aprovechamos que la mayoría del alumnado se encuentra entretenido en los jugadores que acaban de tener su juego de fútbol. Cada vez que alguien me señala hago una mueca de desagrado, y continuó fingiendo que no escucho nada, sólo hablamos sin prestar atención a los demás.

—¡Esa es mi chica buena!

Rio ante la exclamación de Fany — Deja de llamarme así.

—¿Por qué? Si lo eres, o por lo menos ante la gente que te ve por primera vez o que a penas te conoce.

Eso es cierto.

— Yo soy un angelito caído del cielo. — finjo estar indignada.

Seguimos riendo y haciendo bromas de mi apariencia siempre santa, hasta que llegamos a la puerta del salón y saltó de susto. Edmun esta recostado en el marco de la puerta, sonriendo con sus metálicos brackets e inocencia.

—Que susto, Ed. ¿Y Jorge?

—Sentado, comiendo. —  se encoge de hombros con obviedad — yo salí porque quería ver el partido, pero después me aburrió.

—Ya veo.

—¿Qué te dijo la maestra Miriam? —  pregunta con curiosidad.

Entramos al salón, el cual, apenas tiene a un par de estudiantes a parte de nosotros. Tomó asiento en el mismo lugar de siempre, y dejó la mochila en el piso.

—Digamos que me confirmó lo que todos piensan. — Edmun me da un sándwich partido a la mitad — Gracias.

—Iba a darte uno entero, pero Jorge le quitó la mitad.

Intercambio miradas con Jorge quien me mira burlón — Tenía hambre y te tardabas, no pude resistirlo.

—Típico de ti. — No me molesta, sé que incluso hay ocasiones en donde él me comparten de su comida.

—¡Déjame! — se hace graciosamente el digno. — Entonces, la profesora también piensa que tú y Hamilton, tienen algo. — hice una señal afirmativa, — Déjame adivinar, te advirtió que no te convenía.

—Si, creo que fue un gesto muy amable de su parte.

—Eso creo. — me apoya, Ed.

Jorge y Fany se ven divertidos, aunque el primero, también parece pensativo.

—Pues claro, si es una de las favoritas de los profesores. — ríe mi linda amiga, yo sólo le doy un suave jalón de su trenza. — ¡Ey! — pongo cara de inocencia.

Edmun y Jorge se ríen, y las dos estudiantes que están concentradas en sus libretas nos miran de mala forma, diciendo: "cállense".

—Cómo sea. — pone los ojos en blanco, Jorgais — Creo que es porque no te conocen.

Me siento de mejor forma en mi lugar, — ¿A qué te refieres?

—A que no eres el dulce ángel que todos piensan que eres. Eres más cabrona de lo que creen. — agrega dramáticamente, Jorge.

—Si, eres una chica buena sólo para los que a penas comienzan a conocerte.

Me quedo pensativa unos segundos, tiene un buen punto.

—Bueno, es que todos tenemos cosas que ocultar, incluso las chicas buenas. — agregó con aire traslucido.

Los ojos de Fany se dirigen a mis piernas, lanzando su típica sonrisa pícara, musita con diversión —Creo que hoy alguien le hizo un dobles de más a su falda.

Me paró rápidamente, revisando el alineado de la tela — Son unos tontos. — los tres se sueltan a reír, ignorando las malas miradas que nos envían las chicas del otro extremo. — Mi falda esta perfectamente alineada con los dos dobleces que le hago siempre, pedazo de idiotas.

—¿No se supone que las niñas buenas no dicen malas palabras?

— Y no se suben las faldas. — le secunda Edmun a Fany.

Yo siempre daba una buena primera impresión, y la sustentaba con mi buen comportamiento y dedicación a la hora de las clases me daban la posición que ocupaba con los profesores.

—Bueno, si a esas vamos. Entonces, Edmun y yo estamos igual, o quizás él sea más bueno que chico.

—Probablemente, creo que el único problema es que tenemos amigos que están locos. — dice con la inocencia que lo caracteriza.

—¡Oigan, estamos aquí! — gritan a coro los chicos.

En esta ocasión, sólo somos Edmun y yo, quienes nos reímos.

—Ustedes siempre serán los alcahuetes y los que nos inducen. — miro mis uñas, conozco cada una de sus expresiones.

Deben estar frunciendo el ceño, cruzados de brazos mientras hacen un puchero con los labios.

—Claro, porque no te conocen, Alex. Si te conocieran como nosotros su visión cambiaría por completo.

—Lo dudo, no creo que algún día lo sepan porque son dos ámbitos diferentes. — aclaró.

Una cosa era la escuela y todo lo referente al estudio, y otro muy distinto, a como me desahogaba o divertía. Había una gran diferencia.

—Yo pienso que todos los maestros están enamorados de la chica buena y aplicada que ven en Alex, no creo que eso cambie. — opina Edmun, mirando a otro lado.

—Cierto, recuerden siempre. Las y los chicos buenos, sólo somos chicos malos que aun no han sido descubiertos. — les sonrió, quitándole la botella de jugó a Jorge  para darle un sorbo.

Sólo es eso. Admito que hay chicos que se ven más inocentes que otros, pero eso sólo se debe a la ingenuidad de cada persona.

La señorita Hotson, una mujer alta y rubia — que es norteamericana —, entra con el perfil en alto, observa cada lado del salón y se detiene en mí.

— Creo que los demás no han llegado — usa su acento. — Señorita Peñaloza, quería hablar con usted. — Creo que de lo mismo que la maestra Miriam — Me encontré con su profesora de economía, y me da gusto que no haya nada de que preocuparse.

No tardan ni cinco minutos cuando llegan corriendo más de la mitad del salón, con una mirada furiosa les permite la entrada, no sin antes reprenderlos por su falta de respeto a su clase y a su persona. 

Hubiera sido divertido, sino fuera tan molesto por hacernos perder nuestro apreciado tiempo.

—No vinieron a esta escuela solo para ve un partido de fútbol— no, estoy de acuerdo con ella. De hecho, creo que casi nadie vino por elección propia, sino, por ese examen de selección.—, ¡es inaudito! Quizás tenga que reportarlo a la Coordinación y exigir que se cancele, tal vez así, pongan más empeño a mi materia y no vuelvan a reprobar el examen. 

 Después de media hora de gritos y riñas, la mujer se dirige furiosa hacia el escritorio, sacando de su portafolios una gran cantidad de hojas. El salón palidece al momento en que se acomoda las gafas y se para en medio de la pequeña tarima. Debo confesar que yo también lo hago, estaba tan segura que lo aprobaría; trato de mantener mi semblante tranquilo, no quiero que piensen que me afecta— aunque si lo haga—.

Sigue nombrando con mala cara los nombres, entregado los exámenes. De pronto, una sombra cubre parte de la luz de mi lámpara y me hace subir la mirada, ahí esta ella. 

Su semblante serio es remplazado por una sonrisa— No esperaba menos de usted, miss. Peñaloza. Él único 10 de los tres grupos a los que les imparto clase.— recalca.

Le dedico una sonrisa agradecida para después mirar a mis amigos y articular un silencioso:

"¿Lo ven?"

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