5. El Domo II

Capítulo Cinco
El Domo II

Para entonces, mi estatura había dejado de funcionar, ya ni siquiera sabía hacia donde iba o en que parte del domo me encontraba. Sólo era capaz de observar lo mismo que los demás.

<<Ruinas que tarde o temprano caerían encima de una gran multitud de personas que adoraban este lugar.>>

Debía admitir que a pesar de la maldita incomodidad que me hace sentir este sitio, otra parte de mí está más que encantada por presenciar algo como esto. La adrenalina del momento se apoderaba de cada partícula de mi cuerpo, probablemente suene estúpido, pero jamás me hubiera imaginado que yo estaría en un lugar como éste, presenciando esta clase de pelea.

Mi corazón dejaba de palpitar con más fuerza a cada segundo dentro de mi pecho, el disparo del volumen era como una llamada para que la vieja estructura cayera sobre nosotros, los gritos resonaban con tal intensidad que creía, muy probable, que mañana todos ellos terminarían afónicos y con dolor de garganta.

Todo aquí era nuevo y sorprendente para mí, incluso, llegué a creer que este mundo clandestino sólo existía en las películas y libros para adolescentes románticos.

Intenté balancearme de un lado a otro para darme paso entre la multitud y encontrar una ruta que me llevase a la salida. Sin embargo, nadie se movía de sus lugares. Lo único que buscaban era un mejor panorama de la masacre que se estaba dando delante de sus ojos.

Al tal Rino le estaban dando una paliza. Hamilton no le daba tregua ni parecía pretender hacerlo; su objetivo: acabarlo.

Cerca del centro, siendo el único lugar iluminado por una tenue luz fosforescente, un par de figuras tiraban golpes sobre sus cuerpos. A pesar de ser una pelea callejera/ clandestina — cómo quieran llamarla — no resultaba menos entretenida en comparación a una profesional.

Al principio, ambos hombres retroceden un poco; en el momento en que Tavo hizo sonar la sirena del megáfono, el chico del Tecnológico había optado por atacar, sin embargo, la lenta velocidad con la qué accionó sus movimientos provocaron que Hamilton atacará primero.

Su recio puño impacta una y otra vez contra el rostro del chico con el mal nombre. Pero, un descuido y el puño del chico fue contra la mejilla de Liam, un par de golpes extras en el abdomen y cara, hasta que Hamilton volvió a tener control.

Golpe tras golpe.

La determinación apremiaba su mirada, del mismo modo en que cada puñetazo que daba la sangre comenzaba a rodear su rostro, y, en un intento de parar parte de la paliza, abrió los brazos grandemente rodeando el cuerpo de Hamilton e intentó tirarlo al piso. Cuando el chico se inclinó hacia atrás el codazo del inglés impacto en su quijada, desequilibrado a su rival, volvió a atacar de nuevo; con cada golpe que daba sus músculos fibrosos se estimaban debajo de su tatuada piel mientras chocaba el puño contra la ensangrentada cara de su contrincante. Al perder su línea de visión, Liam lo golpeó con más firmeza sin darle oportunidad de reponerse.

No podía mentir, esto era algo increíble y único, aunque a su vez muy salvaje.

¿Cómo había terminado así?

— Le están dando una paliza al fresita ése, ¿no? —. escuché una risotada entre la multitud.

A pesar de que apenas fuese audible, tenía ese presentimiento de reconocer parte de esa voz, aunque con tanta gente me era imposible saber si estaba en lo cierto, o si se trataba de un producto de mi imaginación.

— Más le valía, aposté una cuantiosa cantidad por ese men.

Su voz me resulta familiar, recibiendo codazos y algunos golpes en la espalda me intente girar un poco para ver de quién se trataba, pero debido a la multitud me fue imposible.

— No deberías hablar así de él — se reía otra persona— Sí se entera, dejará de prestarte dinero.

Algo me dice que la persona a quien se refieren es nada más ni nada menos que al bad boy del colegio ese chico que parece dar todo en el ¿ring?

Maldición, ni siquiera sé cómo llamarlo.

Y eso, por extraño que suene me hace sentir rara de alguna manera.

Esto es un asco, Alex.

Liam estrelló una última vez el puño en el abdomen de su oponente para después elevar la pierna, de tal manera, que al dar un salto da el golpe final, estampándola contra la cabeza del tal rino que mata caras — literal —, ha terminado con el chico.

Puedo jurar que se vio en cámara lenta; la planta del pie golpeando su cabeza haciéndola girar 90 grados mientras escupía saliva y sangre — rociando a los de primera fila —.

La multitud estalló al mismo tiempo en que Tavo arrojaba una toalla blanca al centro. Unos festejaban y otros maldecían mientras el dinero era intercambiado de manos, sin importar qué, todo continua en una sinfonía de gritos, ovaciones, reproches y zarandeos entre los ruidosos asistentes.

Definitivamente, me quedare sorda.

— ¡Hache, el perro más loco de lugar, lo hizo de nuevo! ¡Nudillos de acero, gana! — informa.

Sonrió con diversión ante sus apodos, digo, es mucho mejor que el de aquel rinoceronte, pero sigue resultándome divertido.

¡Ey, este no es momento para tomar las cosas a juego!

Tengo que pensar rápidamente sí debo ir y exigirle que me devuelva el móvil, esperar o simplemente, buscar la manera de volver a casa sola. No sé qué hora sea o en dónde estamos — Debiste fijarte que camino tomaba — me reprende mi subconsciente.

¡Joder, le temo a la velocidad!

Suena estúpido, lo sé, aunque no es una obligación que a todos nos deba gustar lo mismo, ¿cierto? Además de qué creo, sería su obligación regresarme de donde me trajo.

Muerdo mis labios indecisa. Viendo como dejó a ese pobre chico dudo que sea buena idea gritarle de ahora en adelante.

Demonios, que decisión más difícil.

Miré hacia adelante, la sonrisa que en ese momento se curva sobre sus labios es de maldad y autosuficiencia. Vaya, al parecer es egocéntrico para todo. Aunque también debo admitir que se le ve desorbitantemente, feliz.

Gotas caen por su húmedo y desordenado cabello, pegándose a los lados de su cara. Con la poca luz iluminando su cuerpo se visualiza ese toque castaño de su cuero cabelludo, sus fibrosos músculos y, su desnudo y tatuado torso son cubiertos por una ligera capa de sudor. Llevándose una gran vista del tatuaje alado que recaía encima de su pecho y debajo del cuello, la combinación de los colores era majestuosos para el artista quien lo diseño; aquel tatuaje de pájaro en su abdomen cincelado. Vaya, nunca pensé que Hamilton tuvieran tantos tatuajes. También tiene un par en su brazo derecho, los cuales, no puedo definir debido a la distancia.

Madre Santa, ¿cuántos años tiene como para tener tantos tatuajes?

Para finalmente, recaer en el iris de sus ojos, cuyo tono, en estos instantes, ya no es azul con su reflejo verdoso como hace rato creí, sino, verdes con el contorno azulado.

Mientras observó al ganador y el tipo problemas, me doy cuenta que estoy perdiendo mi tiempo.
De continuar así, no saldré jamás. Nadie hace afán de irse, al contrario, pretenden ir hacia adelante, la mayoría queriendo felicitar al ganador y unos pocos para socorrer al caído.

Es aquí cuando ese lado impulsivo quiere correr hacia él para ordenarle que me saqué de este lugar, no conozco a nadie y cada vez se pone un poco más vesánico. Únicamente gruñen por llegar hacia los peleadores, otros pocos indican que es preciso salir de lugar antes de que la policía llegué, todos ignoran a estos a excepción de mí, claro está. No puedo imaginar lo que hará mi mamá o lo que me dirá cuando tenga que ir por mí a la delegación, no... ¡Qué Dios me salve!

Esa mujer da más miedo que el coco, doña Florinda y la bruja del 71 juntos. Rápidamente, busco una salida, algo imposible ante todas estas personas sordas y testaduras que se niegan dar vuelta atrás. Solo van hacia delante, jalándome consigo.

Juro que comienzo a sentir un ligero temor recorriendo mi cuerpo, y es qué, si dejó a ese sujeto de tal manera no puedo evitar pensar en lo que me hará a mí de estar en su lugar.

Okey, sí. Creo que soy una dramática de primera.

También admito que fue asombroso. Quizás fue por el frenesí u otra cosa, pero por unos segundos dejé de sentirme cómo aquella niña que siempre sigue las normas hogareñas. Por primera vez me sentí una chica mala que infringe el sistema de imposición, ósea, las reglas de mi madre.

Alex debes sacar siempre buenas calificaciones

No te desveles

No te subas la falda

Solo usa pantalones

Esa niña no me gusta para que sea tu amiga

No puedes tomar ni fumar

Una señorita no dice malas palabras

Las niñas bien no leen eso

Si quieres ser alguien en la vida, jamás debes irte de pinta

No olvides que mañana debes cuidar a tu hermano

Debes comportarte tal y como una señorita con clase, haría.

A, pero después...

¿Por qué no eres más femenina?

Tuve dos hijos no tres

¿Por qué no tienes amigas?

Deberías salir y no ser tan amargada

El sexo es algo normal, no debe darte pena, ni verlo con morbo

Defiéndete de las chamacas babosas que te molestan, dales sus putazos

Sencillamente, no logro comprenderla.

Mi madre tiene una gran tendencia por prohibirme cosas sin ninguna razón, y días después decir lo contrario. Lo peor de todo, es que no podía contradecir nada de lo que ella dijera, porque recurría siempre a su infalible respuesta: "Porque soy tu madre". Eso nunca falla, o por lo menos no a ella. Es demasiado inteligente para mí, sabe utilizar perfectamente la manipulación sin dejarnos ganar a nosotros ni una sola vez.

Creo que le temo más a mi mamá que a Hamilton— por lo tanto, mi decisión es obvia.

Lamentablemente debo olvidar mi celular y encontrar la manera de saber a dónde me trajo exactamente para regresar, mínimo cerca de la escuela.

¡Maldición!, el ajetreo es más intenso cada vez que intento alejarme un poco más.

Necesito salir de aquí.

Esto va de mal en peor, al parecer un par de asquerosos sujetos me están siguiendo.

¡Demonios Alex, solo a ti se te ocurre ir con un irresponsable cómo el bad boy! Es obvio que él nunca te cuidaría, menos si te trae a un lugar de mala muerte cómo esté. Intento perderme entre la gente, pero creo que no fue buena idea, en lugar de avanzar en dirección a la salida terminó más adelante.

Esto no es posible.

Mira rosa de Guadalupe te recuerdo que tú sólo eres un entretenido programa de televisión y más de la mitad de tus capítulos se resuelven solitos sin tanto lío, esto es la vida real, así que, ¡no me hagas esto!

No me puede pasar esto a mí, creo que me volveré loca, — ¡Le estoy reclamando a un programa de televisión!

Tranquilízate, Alex. En verdad te estás volviendo una neurótica de primera.

Hay que ser objetiva, reunir tu tranquilidad y paciencia.

Sigo caminando hasta qué una mano se posa sobre mi trasero y un cuerpo se detiene delante de mí, me lo impiden; aprovechan la situación para poder tocar lo poco que tengo.

— Nos gustan las colegialas — murmura uno de ellos.

Aquí me cuestionó: ¿en dónde quedó toda esa valentía que dije que tendría cuando me intentarán a hacer algo así? Ahora comprendo que decir y hacer, son cosas muy diferentes. Me remuevo con asco, admito que tengo pánico.

Intento gritar, pero simplemente mis cuerdas vocales no emiten ningún sonido, además los gritos de los asistentes forman un tanto ruido que se confundiría con mi voz. Vamos Alex, no podemos dejar que esto suceda, no otra vez.

Esto es completamente indignante y asqueroso. No lo pienso más e intentó meter un rodillazo en la entrepierna del que está pegado por el frente, provocando que ese bastardo gima inmediatamente de dolor.

— ¡Perra! — gruñe.

Su amigo me toma con fuerza de los brazos sin permitirme mover, nadie dice nada tampoco hacen afán de querer intervenir en esto; es más, ni siquiera prestan atención a lo que pasa a su alrededor, tan solo, van y exigen su dinero o sencillamente se lamentan haber apostado al equivocado.

El sujeto que golpee, levanta su puño dispuesto a llevarlo directamente a mi rostro mientras maldice e insulta a mi santa madre.

Nunca antes me habían golpeado, mejor dicho, un hombre ajeno a mi familia jamás me había pegado hasta este día. Puedo decir que tengo una pizca de miedo que no pienso demostrar, de hacerlo sé que les daría satisfacción, y no estoy dispuesta.

A pesar de todo trato de mantener un semblante neutral, está más que claro que nadie me va a ayudar.

— ¡Joder! ¿Qué mierda hacen, cabrones? — interviene alguien, impidiendo que el puño se estrelle contra mi cara.

Miró a mi salvador, es el mismo que presentó la pelea. El tal Tavo.

— Yo no haría eso sí fuera ustedes, — advirtió en tono serio —, al menos que quieran que Puños de Acero Hamilton les dejé el rostro tan deforme qué deban hacerles pruebas de ADN para reconocer sus miserables cadáveres.

Con sólo mencionar ese nombre, sus miradas cambian esporádicamente en un abrir y cerrar de ojos: de molestia a pavor. No los culpó, después de lo que acabamos de presenciar cualquiera adoptaría esa postura, al menos yo sigo conmocionada

— Qué bueno que te encuentro. — dice soltando un suspiro de alivio.

¿Acaso me estaba esperando? Yo ni siquiera lo conozco.

Se da cuenta, gracias al mohín que hago e inmediatamente aclara — Hache, me envío a buscarte — sonríe —. De hecho, tú fuiste la condición para que subiera a pelear — murmuro —, sentí mi muerte cerca si no te encontraba.

Esto debe ser un error, debí escuchar mal. Hamilton ni siquiera se percató de mi ausencia.

—Vamos antes de que me golpeé — señala hacia adelante.

Me niego, lo que necesito es ir a mi casa no con ese salvaje.

— Tengo un poco de prisa, ¿podrías decirme cómo puedo salir de aquí lo más rápido? — pido con timidez.

Sin decir nada, negarse o acceder comienza a reírse fuertemente. — Que graciosa eres, Chibi. — frunzo el ceño ante la manera en que me llamo. — Ven vamos. — sujeta mi mano con firmeza y avanza — ¡Déjenme pasar! — grita, abriéndose paso entre la gente. Me sorprende lo rápido con lo que él se abre el paso, creó que yo no hubiera podido.

Pareciera que Hamilton es como un Dios en este bajo mundo clandestino. Todos le obedecen como si su palabra fuese la ley. ¿Esto no será en una secta?

Llegamos la parte delantera del domo, dónde se mantiene dividido por las gradas y chicos que impiden a más el paso. Muchas de sus fans están cerca de Liam, parecen gatas peleando por una bola de estambre de la que ansían adueñarse.

— Vamos Liam, yo puedo curarte — insiste una con voz melosa, a lo que él sonríe.

Aún sigue con la parte superior desnuda junto ese cabello despeinado, las heridas sin curar ni limpiar y aquel ambiente que crean él junto con sus chicas, sólo rezumba una cosa: sexo y rebeldía.

En ese momento, una exuberante chica morena con cadera ambulantes que se enmarcan claramente con sus jeans y una blusa que con la que se nota no usa brasier, se acerca a él para susurrarle al oído, y después sentarse en su regazo, aprovechando para toquetearle el pecho.

— Loco Hamilton — lo llama, una vez que estamos cercanos a él —, te he traído a tu chica.

Ruedo los ojos ante su afirmación, es más que claro que, yo no soy su chica. Y jamás lo seré, que Dios me libre.

Hamilton deja de sonreírle a la chica de su regazo, clavando sus ojos en mí del mismo modo que ella.

Incomodidad.

Me escanea de arriba a abajo, queriendo soltar una carcajada en cuanto llega a mi uniforme y a mí para nada exuberante busto, parando en mi cabello:

— Que horrible cabello tienes niña, deberías decidir si lo quieres de negro o color paja. Además ¿te exploto el boiler? — canturrea jugando con su perfecto cabello negro. Debería decirle algo, sin embargo, me muerdo la lengua, no soy lo suficientemente valiente ni tampoco se me ocurre nada.

Su sonrisa de gata combina perfectamente con su delineado.

Antes de que pudiera seguir con la humillación de sus palabras, Hamilton relaja las rodillas mandándola directamente al piso.

— ¡Ay! — se queja, con una mano en el piso y la otra sobándose el trasero.

— Su cabello es grandioso, creo que tendrás que buscar otro chico que te ayude con tu cansancio, Nat. — sin mirarla, se pone de pie y se acerca a nosotros colocando su brazo detrás de mis hombros

— ¡Liam! — chilla mientras se pone de pie, queriendo encontrar un acto de apoyo.

Cosa que no funciona. Hamilton mira hacia otro lado, ignorándola.

— ¡Idiota! — resopla furiosa corriendo a otro lado.

Como si nada hubiese pasado, se dirige hacia el rubio que presento la pelea de la tarde, noche o lo que sea.

— ¿Dónde la encontraste? ¿Y por qué tardaste tanto? Creí haberte dicho que te partiría la cara por no haberla cuidado. — dice, usando un tono sombrío.

Estoy confundida, no creía que le importará, suspiró y me interpongo entre los chicos — Déjalo Hamilton, tú fuiste quién me dejo. Ahora, mi celular. — estiro mi mano, observándolo con seriedad.

— Bueno, debía estar en la pelea — el nerviosismo que denota la voz del chico que presentó la pelea es asombrosa. Hace unos momentos se escuchaba y veía tan seguro de sí, que ahora sólo puedo creer que es el hermano gemelo versión miedosa. —. Apúrate para que te de tu paga.

Lo ignora y clava sus ojos en mí — Así que aquí estás chica torpe, ¿eh?

— No — le dije bruscamente— no me llamo chica torpe, tengo un nombre.

Eleva una ceja, cosa que me hace notar que ahí tiene una cortada y que no se ha limpiado ni curado todas las demás heridas.

— ¿Ah sí? Entonces, ¿cuál es tu nombre?

Decido no contestar, dudo que entienda algo de lo que digo.

— ¿Ves? Entonces te llamas chica torpe, o ¿prefieres Chibi o, tal vez, pikachu?

— Ninguno de esos — mascullo furiosa. — ¿Y quién te dijo que...

—Eso no importa. — me corta sin más.

Era como si disfrutará esto, parecía que le divirtiera la manera en que me dirigía a él, y eso solo lograba molestarme cada vez más.

— Anda que no tengo tiempo, quiero irme —. apresuro con desesperación, pero parece que sólo digo cosas graciosas porque únicamente sonríe, con la que debo suponer que es una de sus sonrisas encantadoras.

— No te desesperes, chica torpe.

Tengo ganas de gritarle un millón de cosas, mi coherencia me dice que estando en este lugar no es nada sensato, y menos si recuerdo la pelea.

— ¿Sabes qué? Olvídalo, no pienso seguir perdiendo mi tiempo contigo, me largo — no sé cómo haré eso y no me importa, ya no continuaré con su estúpido juego, no señor.

Comienzo a caminar, tratando de encontrar la mejor ruta para poder salir de aquí, no comprendo, ya no hay nada, pero continúan ahí amontonados esperando no sé qué. Y justo cuando me sentía a una distancia segura, Liam Hamilton apareció a mi lado.

— ¿Ahora a dónde vas? Eres muy enojona —. Susurra rozando el borde de mi oreja con sus labios haciendo que un escalofrío recorra gran parte de mi cuerpo.

— No soy enojona, pero por tu culpa mi madre va a regañarme. — me defiendo.

Suelta un bufido y pasa d nuevo su brazo sobre mis hombros, ahora soy capaz de asegurar que tiene un tatuaje que recorre completamente su brazo,

Se acerca a mi oreja — No te alejes de nuevo. — dice, su aliento es cálido y a la vez fresco. Este chico me pone de nervios, eso no me gusta ni un poco.

No puedo creer que me diga eso. Sí fue este idiota quien me dejo a mi suerte. Nunca me deja reclamar, tan sólo, camina conmigo hasta que llegamos a una puerta gris que dice:

Prohibido el paso

— ¡Ey, puños de acero! — gritan antes de que entremos. Esa voz...

Ambos volteamos por inercia, es al chico que antes de entrar estaba con él. Su cabello es pelirrojo artificial, de esos que se ven muy neón, su cuerpo es delgado, su piel bastante morena puede que sea por el sol y su usa unos jeans oscuros con una camisa que tiene el mismo escudo de mi escuela. Estoy segura que vamos en la misma escuela.

Siento que, hay algo más...

— Amigo, ¿cómo estás? — pregunta. Y llega otro chico que al igual que su amigo no es tan alto, este inglés les saca un poco más de una cabeza.

— Bien, Israel — de nuevo ese tono de comprensión —, Aurelio.

— Esa pelea fue asombrosa.

Hamilton les sonríe y entre los tres chocan los puños como grandes amigos.

— Debía hacerlo, era un amigo el que me necesitaba. No te preocupes Isra, sólo que mi pequeña asistente me cure y me den el dinero, te lo doy. — la sinceridad en sus palabras me subleva.

Ahora sé porque ese sujeto se me hacía conocido, y sí, se referían a Hamilton. Pero, ¿es qué esté es imbécil, o qué? Espero que me equivoque, porque de serlo, sería una tontería que no se diera cuenta, digo, es el mejor promedio de su clase, que digo de la clase de la escuela como para que no se dé cuenta o, yo estoy equivocada.

— Gracias amigo, pero ¿en verdad vas a meterla? No se ve que tenga experiencia ¿Porque no le dices a mi prima, estoy seguro que...

— No, ella lo hará excelente — le corta.

¿Experiencia? ¿Hacerlo excelente? Espero no sea lo qué estoy pensando, entramos a un pasillo bastante solitario, el miedo de lo que pueda intentar se empieza a apoderar de mí. No quiero que esto sea así, mucho menos que sea con este neandertal. Llegamos a un cuarto con algunas sabanas colgadas en el techo y el temor se apodera aún más. Pienso cómo podré escapar sin que él tenga ventaja, pero es tan malditamente intuitivo, que se apresura:

— Tranquilízate chica torpe — se echa a reír, sacudiendo la cabeza. —. Sólo necesito que me ayudes. — Nos mete a uno de los apartados y saca de una pequeña caja: algodón, alcohol y otras cosas más de curación.

Niego con la cabeza — yo no sé cómo hacerlo, soy pésima curando heridas. ¡Ni siquiera puedo curarme yo misma!

Sí, soy tan torpe, que suelo caerme muy a menudo y caerme antes de que yo misma me dé cuenta.

— Puede que en lugar de ayudarte sólo lo empeore. Además, necesito regresar...

Levanta su mochila y rápidamente me muestra la pantalla de mi celular:

"Mamá, saldré con un amigo. ¿Está bien? Es que, necesito ayuda en cálculo"

Sin poder evitarlo, abro grandemente los ojos.

¿Cómo pudo ser tan cínico?

Baja la pantalla, mostrándome la respuesta recibida:

"Está bien, suerte."

Ahora, sí que sentía que mi quijada se caía. No me esperaba eso.

Y es la mano de Hamilton, quien me saca de la impresión, cuando toma de la mía colocando un algodón con alcohol en ella, acercándola despacio a su pecho desnudo y abdomen cincelado, en donde se encuentran algunas de sus heridas.

— Tranquila, no tengas miedo. — su cuerpo parece de revista, el único miedo que tengo es el de que aparezca un sonrojo en mis mejillas que me haga parecer un tomate.

Nunca había tocado a un hombre de esta manera. Es algo inmoral, ¿no?

— Espera. — detiene mi brazo tembloroso y sonríe un poco.

Este es otro gemelo, ¡me lo cambiaron! Estoy empezando a creer que este lugar reproduce gemelos.

Me tiende otro algodón y comienzo a curar las cortadas de su brazo, para concluir con las de su rostro que en realidad sólo es una: la de la ceja.

Observó sus facciones perfectamente bien definidas. Sigo creyendo que esto tan sólo es un tonto sueño del que no he despertado, uno del que sobrepasa el nivel de cliché, y es que, esto me pasa por leer tantas novelas de romance. Estoy creando un mundo en donde existe un estúpido chico tan jodidamente atractivo que se encuentra en frente a mí.

¡Santa madre, tienes que despertar, Alex!

Es un sueño, porque algo como esto no pasa en la vida real, las chicas como yo no tienen ninguna aventura, ni se encuentras inmiscuidas en esta clase de peleas y mucho menos conocen a un bad boy sexi que le quita su celular y la sube en su moto cada vez que le plazca, eso solo en la literatura, y esto no es un libro.

Virgen santísima, pellízcame ya.

— ¿En qué tanto piensas? — me pregunta con curiosidad

Me encojo de hombros parando en sus carnosos y húmedos labios. No pienses en eso, Alex.

— Nada. — está bien, no es un sueño.

Una cosa es que sea un guapísimo chico odioso y otra muy distinta que se llegará a fijar en mí porque eso sí que nunca pasaría. Eso sería algo en contra de la naturaleza de los estereotipos y de la realidad, sobre todo de la realidad.
Liam Hamilton es completamente opuesto a mí; él es problemático y hasta el día de antier yo era invisible, él es un mujeriego y yo soy virgen, él es alto y yo ni siquiera sé cuánto mido....

¡Basta, Alex! No tienes por qué pensar en eso.

Ya sabes que no le gustas y que nunca le gustarás, no hagas una tormenta en un vaso de agua. Además, él tampoco te gusta, tu objetivo está en los estudios y tu mente con Fernando. Esto de los libros cliché te está matando, pero lo amas tanto que no dejarás de leerlo.

— Estas muy pensativa. — me interrumpe de nuevo.

— Y tú muy golpeado, y, aun así, no te digo nada. — suelta una gran carcajada. — ya cállate, ¿sí? Hagamos esto en silencio.

Asiente sin quitar una sonrisa, por lo que inconscientemente también sonrió.

— ¡Ah! ¡Por fin, una sonrisa! — guiña un ojo. Y yo niego, nunca creí conocer esta faceta de Hamilton.

Y después de eso nadie volvió a hablar, hubo un silencio total, o al menos, hasta que salimos del domo.

—¡Puños de acero! — exclaman detrás de nosotros.

De nuevo esos chicos.

— ¿Qué te parece si celebramos tu victoria? — propuso el pelirrojo mal teñido.

Dos chicas de cabello largo y rubio teñido con un par de tops con el logotipo de VANS se acercan a él pavoneándose sus caderas, intenta sacarme nuevamente del camino, para su mala fortuna, esta vez Liam me jala de vuelta a él.

— Esta vez, no te pierdes — ríe y sacudo un par de veces la cabeza.

Por la cara de los chicos, no es algo que hubiesen esperado, pero no le toman importancia y continúan: — Entonces, qué dices ¿vamos por unas cervezas y una buena borrachera que nos hará faltar mañana a la escuela?

Levanta las manos a forma de paz y niega con diversión; — lo siento, pero debo dejar a esta chica torpe. — se disculpa y todos miran mal — pero toma, espero tu mamá se recupere — dice entregándole un fajo de billetes.

¡Carajo! Nunca vi tanto dinero junto. ¿Eso es lo que se gana en verdad?

— Gracias amigo. — sonríe, esa sonrisa no es sincera, es más bien, ambiciosa. Suspira supuestamente afligido.

— ¿Te pasa algo? — le pregunta Liam con preocupación.

Con la cabeza baja da un asentimiento — sólo que me hubiese gustado celebrar contigo, y ya sabes, tomar una cerveza. Por lo de mi madre no me puedo dar ciertos antojos.

Que pésimo actor, aunque claro, no todos creemos lo mismo.

— Tomen chicos. — les da otro poco de dinero.

¿Tanto gana por intercambiar y recibir golpes?

— Gracias amigo.

No me lo puedo creer, estoy comenzando a dudar sobre la inteligencia de este inglés. ¿O será que la "desconfianza" que siento por medio mundo me hace imaginar cosas?

— Bueno, debo ir a dejar a esta pequeña torpe. — despeina mi cabello.

— Estás llegando al callejón de los golpes. — aviso, alejando su mano de mi cabeza.

Ladea una sonrisa de lado, llena de arrogancia y diversión — no sabes cómo añoro llegar. — siento mis mejillas arder, así como, escuchó a los demás reír.

Estoy completamente segura que estoy sonrojada, tan roja como un jitomate, tómate o cereza.

— Vamos Tomatito.

— Eres pésimo con los apodos. — le hago saber mientras caminamos.

— Nah, mis apodos son estupendos. ¡Espera! — paramos de golpe y lo confundida. —, tú cumpliste y me toca cumplir, así que, ten. — saca de sus bolsillos mi celular y yo sonrió.

No le daré las gracias porque él me quitó algo que me pertenecía.
Lo guardó entre las hojas de unos cuadernos, y me vuelvo a colgar la mochila.

Continúa muy pensativo.

Se rasca un poco la nuca haciendo una mueca con la boca— Creo que te hice pasar un mal momento hace rato — lo miro con ironía —, me gustaría comprarte algo, pero me he quedado sin plata. Todo se lo di a Israel, él lo necesitaba. Es un chico con muchos problemas, sin embargo, sigue luchando y esforzándose por su familia.

Ajá.

— Con que me devolvieras mi celular es más que sufi....

— Tengo una idea, espera aquí — interrumpe e intenta regresar hasta que sujeto de su brazo.

— Oye, no. Ya vámonos — le pido.

Suavemente aparta mi mano de la suya — no voy a dejarte, ¿sí? Toma mi mochila, no me tardo. — y sin dejar que me rehusara, corrió.

En verdad que Hamilton es como un grano en el trasero. Me recargo en la pared, sólo espero que no se tarde.

— Y una vez más le sacaste dinero a Hamilton. — de nuevo ese par de voces.

Pasan delante de mí, contando los billetes — por supuesto, es para lo único que sirve ese idiota — no lo puedo creer — mira que creerse que todas las semanas alguien de mi familia se enferma. ¡Sólo un pendejo!

— Me alegra ser tu amigo y no tu banco.— se burla su compañero.
— Para ser el problemático de las escuelas, debería sentirse agradecido que sea su amigo, en cualquier momento le partiría su madre.

Tengo el impulso de ir y decirle que no en sus sueños podría con el mastodonte de Hache Loco Hamilton, puños de acero o cómo me llamen.

No es alguien que me caiga de maravilla pero que se refieran así de él. Es estúpido, más sí es un hipócrita con cara de mustia, eso es de cobardes, poco hombres. Debería decírselo, es lo que haré.

— ¡Sheccid! — cierro mis puños, espera... ¿Cómo me ha llamado?, estoy tentada en gritarle, trae consigo una bolsa — espero que te gusten las hamburguesas. — sonríe.

Elevó una ceja, había dicho que no tenía dinero ¿cierto? Entonces, no comprendo.

— La chica del puesto me las ha fiado. Es una buena chica, mañana pasaré a pagarle.

No creo que lo haya hecho por buena chica, quizás Hamilton se ha prostituido.

— Gracias. — abro la charola.

Ambos estábamos sentados en un parque cercano del Domo. Por el cielo puede que no sea tan tarde como creí, ni siquiera es de noche, ¿no dijo que a las 11?

— ¿Qué haces? — cuestiona al ver que quitó el jitomate de mi comida.

— No me gusta — me mira inquisitivamente.

— Dame — gruñe y las coloca en la suya —, hay muchas personas que no tienen que comer, y tu desperdicias estos jitomatitos.

Estoy anonadada, no puedo creer que me esté regañando. Hablo igual que mi madre cuando de niña dudaba en comerme las habas.

— Lo siento, no creí.

Menea un poco la cabeza, pasa si mano por su rostro frustrado. No creí que él se pusiera así por un asunto como éste. Vuelve a mirarme y por instantes siento la frialdad con la que mira a todos.

— Tranquila no debí ponerme así. — suspira — Es sólo que mi madre me enseñó a que hay muchas personas que no tienen los mismos alimentos que nosotros, sin embargo, entre más tenemos, más los desperdiciamos

Asiento con un movimiento de cabeza, mi madre suele decirnos lo mismo.

— Entiendo.

No tenía nada más que decir, ni siquiera sabía qué. De lo único que estaba segura es que esto era sumamente raro.

— ¿Siempre vienes a pelear aquí? — con lo curiosas que soy, no pude evitar preguntar.

Da una mordida a su hamburguesa, negando — No siempre. Los lugares cambian constantemente, además de qué las peleas suelen ser en la noche.

Supongo que eso fue una suerte para mí.

— Si te soy honesto, me gusta estar en el domo, incluso cuando no hay ninguna pelea de por medio — el brillo del último rayo de atardecer pega en su piel, no es pálida ni blanca como originalmente creemos los ingleses tienen.

— Vaya. — murmure, en estos momentos no me encuentro apta para entablar una conversación coherente.

El aire golpea suavemente nuestro rostro, es un lugar solitario, apenas hay un par de niños con sus papás, y nosotros.

— ¿Siempre eres tan callada?

Me encojo de hombros — No tengo nada que decir, ¿qué esperabas?

— El domo no se trata sólo de una estructura o un lugar donde corre sangre para tener ganancias — eleve una ceja con incredulidad, él ríe —, vale lo que viste es común, pero para mí significa identidad.

Bueno si le gusta golpear a medio mundo, me parece bastante lógico.

— No hay nadie quien te joda, ni hay quien te distinga dentro de los demás. — sinceramente, no creo estar de acuerdo con lo que dice. — En él puedo encontrar más tranquilidad de lo que cualquiera podría imaginar. Me gusta ir cuando está solo, es muy tranquilo. Y cuando me toca pelear, he encontrado amigos inesperados — termina, pensativo, mirando fijamente al cielo mientras una sonrisa cruza suavemente por su rostro — Fue en ese lugar en donde por primera vez supe quién era en verdad.

— ¿Hache loco Hamilton o Puños de Acero? — interrogo, alzando las cejas. — Me cuesta creer que no te duele, o que no te lastimas.

Niega con diversión — Si, ese apodo me lo puso Jasso, el chico que envíe por ti.

Fruncí el ceño, ¿acaso, no se llamaba Gustavo?

— Gustavo Jasso — explica como si pudiera leerme la mente —. Desde el primer día que llegue, me de una u otra forma. ¿Te soy sincero? Es un alivio, porque él pensaba llamarme "Perro lunático", "Terrier loco Hamilton" o "Puños Dementes",
aunque casi siempre es "Hache loco Hamilton" o Puños de Acero.

Analizó cada apodo, consideró que el tal Jasso tiene mucha imaginación como para inventarse esos nombrecitos, no serán tan buenos, pero si son únicos, según yo.

— Comprendo lo de loco y lo de puños de acero — inició un poco insegura, no quiero problemas —, lo que no entiendo es porque te dice" Hache", de cualquier forma, usa tu apellido al final. —
no era algo muy lógico.

Se encogió de hombro — Supongo que por imbécil. — suelta una carcajada —, siempre dice lo primero que se le ocurre. — deja de reír abruptamente, —
Un momento... — lo miro curiosa, parece impresionado por algo — ¿Te estas preocupando por mí?

¿Qué?

Ladea la cabeza manteniendo la sonrisa de oreja a oreja — Así que... así se siente que una amiga se preocupe por ti y que vaya a dejarte la tarea a tu casa. No creí que se sintiera tan cálido.

No puedo creerme lo que está diciendo.

¿Preocupación? ¿Amiga?

Se está equivocando, por lo que rápido sacudo la cabeza — No estoy preocupada y tampoco soy tu...

Antes de que termine de hablar, él me corta. — Es hora de irnos. — indica colocándose de pie, me tiende la mano y la tomó para pararme.

Antes de empezar a caminar, recoge las charolas y más deposita en el cesto de basura.

Comenzamos a caminar en silencio, uno a lado del otro. No me siento tan incómoda como hace un rato, no obstante, la desconfianza tampoco desaparece.

No tardamos ni cinco minutos en llegar a su motocicleta y ya puedo sentir mis piernas temblar. No sé cómo le haré para soportar otro viajecito en esa cosa del demonio. Me aterra, la adrenalina y el pensar que en cualquier momento podría caer, lastimarme o algo peor. Simplemente no es lo mío, sin contar el hecho de que los accidentes de tráfico son muy comunes, y que este tipo conduce como un loco.

— ¿Te tendré que subir de nuevo? — inquiere.

Lo miro a los ojos: bajo rápido la mirada. Sé que ya sabe de mi temor a subirme con él, pero no quiero comprobárselo. Hago un berrinche interno, no quiero subir a eso, sin embargo, es el único transporte que tengo por el momento para regresar a casa antes de que se haga más tarde y mi madre sospeche.

— Dame un minuto, ¿si? Estoy mentalizándome — declaró para inhalar una gran bocanada de aire.

Sin poderlo evitar y sin que él de aviso, vuelve a tomar de mi cintura para colocarme sobre su hombro como costal de papas y subirme de nuevo a su moto.

— ¡Agárrate bien! — exclama al mismo tiempo que suena el motor, arranca.

Abrazo con fuerza su cintura, siento viento chocar con mi rostro no soy capaz de mantener los ojos abiertos, a pesar de la manera hermosa que él me describe el paisaje para animarme a verlo. Soy demasiado miedosa para la mayoría de las cosas. Al darse cuenta que no los abriré por nada del mundo, deja de insistir y agradezco que lo haga.

Sólo sigue relatando el paisaje que me pierdo, y las cosas graciosas que van pasando por las calles.

Titubeo mi dirección, el frío y la rapidez del viento golpeando en mi rostro crea un millón de mariposistas revoloteando por todo mi estómago. Cuándo por fin estamos en la esquina para, bajo rápidamente, mis pies se sienten como gelatina mientras el alma regresa a mi cuerpo.

¡Quiero besar el suelo! No miento.

— Vamos, no fue tan malo. — rueda los ojos.

Le envió una mirada asesina; ¡¿Qué no lo fue?!

— Gracias por acompañarme.

No fue por gusto, creo que ante mi cara lo comprende porque ríe con egolatría.

Imbécil.

— Fue un gusto conocerte, chica torpe. — según dice eso, despeina mi cabello.

Y sin nada más que agregar, arranca para esta vez marcharse.

A pesar de la oscuridad reciente, soy capaz de observar su silueta. Subo los ojos, las estrellas se ven tal como ese chico las describió: blancas, grandes y brillantes. Repaso todo lo que paso este día, sus cambios se comportamiento y la clandestinidad que ejerce después de clases.

Realmente somos diferentes, nuestro entorno no se parece en lo más mínimo. Sabía que ese chico era un problema, todos lo sabíamos. Pero hoy, conocí algo nuevo de él, algo que me hace admitir por un momento que no parecía el chico malo y problemático que hace pensar a todos.

Pero solo fue eso, un momento. Sé que mañana las cosas volverán a la normalidad, él regresará a ser uno de los chicos temidos y deseados, hará mi examen y...

¡Cierto! El examen.

— Maldición, lo olvide. — doy un suave golpe en mi frente. — sólo espero que Hamilton no se olvide.

Soy capaz de matarlo, no puedo perder una calificación importante.

No por su culpa.

Joder.

Sólo espero que después de este lío, no vuelva a tener ninguna clase de contacto con él.

Sólo fue eso, un segundo en el que sentí lastima por ese chico problemático.

Después de mañana, yo volverá a la normalidad, ¿cierto?________________________________________________________________________

Hola! Espero les haya gustado el capítulo.
Voten y comenten si fue así, los amaré. 😂😙

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