4. El Domo
Capítulo Cuatro
El Domo
— ¿Entonces, qué decidiste? — Edmun, uno de mis mejores amigos, pregunta con interés e inmediatamente miré mal a Jorge, seguramente fue él quien le fue con el chisme.
— No lo sé. — confieso haciendo algunos garabatos en mi libreta de historia, Edmun da suaves golpes en mi espalda como señal de apoyo; su rostro es blanco, aunque no cayendo al termino europeo, como los alemanes, irlandeses o ingleses; su cabello negro siempre estaba maravillosamente ordenado, y aunque, algunos barros se asomaban por sus mejillas, no le quitan ni un poco lo atractivo. Porque además se trataba de una persona muy amable y cortés.
— Debes pensarlo bien Pikachu. — aconsejó Jorge uniéndose a la plática mientras miraba por la ventana que no daba como tal algún a bello paisaje, sino, con material de construcción de la maquinaria del lote vacío a lado del colegio.
Odiaba ese apodo, aunque sonará lindo, cuándo te decían: "pikachu yo te elijo " o "ataque mordida". Resultaba un tanto molesto.
Bendito videojuego de pokemon.
A estos dos los conozco desde que entré al bachillerato, claro que a cada uno de diferente forma. Sin embargo, ambos se han mantenido a mi lado a pesar de tantas cosas que, en verdad creo que son los mejores amigos que pueden existir en este universo.
— Por una parte, está la promesa de que te devolverá tu celular. Pero, por otro lado, no sabemos a dónde piensa llevarte. — comenta Edmun, pensativo. — es una decisión muy difícil.
No puedo evitar darle la razón. Recargo la cabeza en la paleta de la banca, afirmando con tono pesimista — Lo sé, es tan difícil.
— Tienes que apresurarte, te dio hasta antes de terminar las clases y ya van a dar las dos. — Me informan mirando la pantalla de su celular.
Saber eso no me resulta nada conciliador, todo lo contrario, maldigo en mis adentros.
Esta clase de decisiones no se pueden tomar a la ligera, más cuando el "chico problemas" está involucrado. Pienso que debería haber alguna guía de como librarse del estúpido bad boy que te roba tu celular, o como aprender a no cruzarse en el camino de los chicos malos. Estoy segura que se vendería rápido y serviría mucho, al menos, yo la compraría.
¡Por Dios!, es que eso sólo pasa en las novelas juveniles.
—Tss... Tranquila Alex, aún falta como una hora. — eso me hace sentir más tranquila y odiar a mi amigo Jorge. — Deja de asustarla Jorgais. — rueda los ojos.
Supongo que, después de esto, es obvio quién es el mejor amigo bueno y el mejor amigo malo.
Por mucho que agradezca la aclaración de Edmun, aún soy consciente de que no puedo cantar victoria, porque una vez que sean las dos de la tarde tendré que darle una respuesta.
Es un alivio que la profesora de ecología no nos preste la mínima atención en lo que hacemos. Muerdo mi lápiz, necesito pensar cual será mi respuesta y la manera en que recuperare mi celular antes de que mi madre me pregunté por él. A pesar de eso mi ánimo no resulta el más conciliador, por más que lo intente sencillamente no encuentro la solución ni la lógica a todo esto, y menos lo haré sí esos chillidos no paran.
¿Por qué están tan chillonas en el instante en que más necesito concentrarme?
No entiendo que les pasa, se comportan como sí una celebridad apareciera en el colegio, en verdad, están como locas corriendo hacia el pasillo siguiendo la silueta de quién sabe quién, no miento al decir que se van a desmayar.
Miré a los chicos, y por el alardeo de sus ojos, sé que piensan lo mismo que yo.
Sólo somos capaces de taparnos los oídos mientras la maestra sin éxito intenta regresarlas de vuelta a sus asientos. Por horrible que suene, es divertido ver eso, la voz suave de la profesora contra el turbulento chillido de mis compañeras. Algo digno de presenciar.
—¿Tú porque no vas de chismosa? — se burla Jorge.
Le arrojo la goma en la cabeza— Graciosito. — volteó los ojos, cosa que aumenta su risa y con ella, mi molestia.
Como si me interesara copiar las acciones de las demás.
Por lo visto se trataba de alguien sumamente importante o famoso, las voces coquetas hacían una especie de coordinación con las poses qué daban al acercarse a la persona que venía por el pasillo; conforme se iba abriendo paso entre ellas, sus chillidos y la petición de que las llamará se intensifican cada vez más. Por mucho que no me interese, ese lado curioso o chismoso — cómo cualquiera lo quiera ver — me hace dirigir la vista hacia esa dirección.
Su figura comienza a vislumbrarse: su altura, su cabello, su chaqueta de cuero.
Mierda, ya sé de quién se trata.
— Carajo — musite en voz baja. Esto no pinta nada bueno, aún no es la hora.
¿Qué hace este tipo aquí?
Sin pensar en lo que los demás dirán, me tiró a un lado de mi banca logrando captar la atención de mis compañeros y de la profesora, a quien con súplica le imploro que no diga nada. Necesito salir de aquí pero no puedo dejar que me vea, así que lo único que puedo hacer es esconderme.
Gateo a un lado de mi fila, donde gracias a los alumnos que se mantuvieron en sus lugares, me cubren.
— Señor Hamilton, ¿podría hacerme el favor de salir de mi clase? — demanda la profesora, se nota que no le hace nada de gracia todo lo que este tipo provoca.
Soy incapaz de levantar demasiado la cabeza para ver la escena, de hacerlo podría descubrirme. Tan sólo me mantengo en el piso, escuchando.
— Por supuesto, profesora Jiménez, sólo necesito encontrar a alguien.
Mierda, mierda y doble mierda
Ay, que grosera soy.
Si mi madre me escuchará, seguramente la riña sería muy larga.
— Alex, no debes de pensar en eso, debes concentrarte, — me recriminó mentalmente.
Agarró la mochila de mi compañero, quien está a punto de reír, de no ser que ve mi semblante poco conciliador y se retracta de hacerlo, su mochila que me sirve de escudo me anima a asomarme un poco.
Liam recorre el salón con la mirada, parece estar buscando a alguien. Tiene unos bellos ojos ni como negarlo, el pantalón gris se acomoda a su cuerpo haciéndolo ver como el chico más sensual de la escuela, la playera blanca se moldea sobre su bien formado abdomen y bíceps mientras es cubierto con esa típica chaqueta de cuero, que le da ese toque de rebeldía.
Es entonces que su mirada se detiene en un punto fijo, mirando sin ninguna discreción al chico que uso como escudo, se acerca. Para mi salvación, Amayrani se planta delante de él, con emoción evidente.
—Hola Liam. — por primera vez, doy gracias a su intromisión.
Dejo la mochila en el piso para seguir con mi camino, no es muy cómodo el piso, pero es mejor que tener que lidiar nuevamente con ese arrogante. Justo cuando ya me siento segura, creyendo que Amayrani lo ha distraído completamente, odioso Hamilton aparece en el asiento a mi lado — Te encontré. — avisa burlón. Mi compañero tiembla.
No sé qué me sorprende más. Sí la facilidad que Hamilton tiene para asustar a los demás o su arrogancia para continuar en un salón a pesar de la orden de un docente.
Maldigo y blasfemo un par de veces antes de subir la cabeza para encararlo. Su brazo lo mantiene recargado en la paleta del asiento mirando hacia donde estoy, la postura en la que se encuentra les permite ver su trasero a todas las demás que no desaprovechan la oportunidad y comienzan a tomarle fotos desde todos los ángulos posibles.
Su absurda sonrisa me dice que se está divirtiendo con todo esto.
— No estamos jugando a las escondidas. — replicó, aunque por cómo estamos, pareciera que sí.
—¿Ya pensaste en mi propuesta? — pregunta mientras recarga su brazo en la paleta y la cabeza en su mano.
No puedo evitar hacer una mueca de nostalgia para afirmar con un movimiento de cabeza. — ¿Cuál es tu respuesta? — se recarga un poco más, esto me hace sentir en verdad vulnerable. Su altura no me ayuda en mucho.
¡No!
Mi respuesta absoluta es NO. Ni loca iré con él a ningún lado.
¡Santo cielo!, es un bad boy peligroso, mujeriego, creído, egocéntrico y apático.
No tengo que hacerlo, es más en estos momentos puedo decirle a la profesora. Sí, ella lo obligará a que me regrese el teléfono. O eso es lo que la parte racional de mi cerebro me dice, porque finalmente, terminó haciendo caso a la parte cobarde que hay dentro de mí.
—Aceptó —. Suelto de mala gana.
Esboza una sonrisa de superioridad, y camina hacia los últimos asientos para tomar mi mochila y guardar las cosas que tengo sobre la banca.
— ¡Oye! ¿Qué estás haciendo? — cuestionó, estoy cohibida con lo que hace que me tarde en reaccionar.
— Es hora de irnos—. responde colgándose mi mochila en su hombro.
¿Irnos? ¿A dónde? Es entonces que me percató que aún estoy tirada en el piso, sin pensarlo un segundo más me pongo rápidamente de pie y comienzo a seguirlo, preguntando nuestro destino, o, mejor dicho, mi destino.
— No se pueden ir — interrumpe —. Sí lo hace, voy a reprobarla, señorita Peñaloza— informa la profesora, quien nos hace detenernos unos centímetros antes de salir por la puerta.
—Idiota, espera...— lo jaló de la chaqueta e intento quitarle mi mochila, cosa que no funciona, ya que, él la eleva en lo alto. Estoy a punto de llorar, apenas un día de conocer a este chico y ya estoy en serios problemas.
Creo que la vida se empeña a echarme en cara la mala suerte que tiene destinada para mí.
Miré con horror a la profesora quien tan sólo es capaz de vernos con gran seriedad y una sonrisita que molestaría a cualquiera; observó a Liam, su mirada no es más conciliadora que la de la profesora, todo lo contrario. Su semblante era el más sombrío del lugar.
No puede ser posible, me niego a que lo sea.
Nunca me consideré una chica problemática, jamás busqué problemas, al contrario, siempre huí de ellos cada vez que los sentía cerca; los problemas lo único que pueden atraer, son cosas peores. Es por eso que por una parte me aliviaba ser la chica invisible o antisocial de los grupos, porque mi meta es licenciarme en contabilidad. No puedo dejar que este tipo, arruine las expectativas positivas que los profesores tienen de mí. Sencillamente, no puedo.
— Dame eso Hamilton. — saltó en un intento de tomar mi mochila y regresar a mi lugar, olvidando esto.
Me siento entre la espada y la pared, por un lado, tengo lo de mi celular, si lo pierdo mi madre me mata y por otro, si me voy con este bad boy, repruebo ecología.
¡Qué día más del asco!
Intentó quitarle mi mochila, esta escena que estamos plantando en el salón resulta cómica e indignante para algunos, odio su maldita estatura porque cada vez la eleva más alto, odio ser tan pequeña a lado de este dinosaurio.
—¡Dejen de jugar! — grita la maestra.
Ambos la observamos, debemos disculparnos, es lo que voy a hacer. Pero antes de decir ni pío, se me adelantan.
— Y usted deje de ser una bruja con la chica, es más que obvio que nadie presta atención a su clase, más de la mitad de este salón ya se ha ido. — dice sin sutileza, yo quiero que la tierra me trague. No puedo creer que se le pusiera de tú por tú a la profesora.
Una sonrisa de "lástima" se instala en el rostro de la profesora — Iba tan bien, señorita Peñaloza, es una pena. — finge estar afligida.
Necesitaba hacer algo, olvidé el hecho de que Hamilton tenía mi mochila y me acerqué a ella para razonar, un par de pasos antes de que llegara a su lado sentí como alguien me tomaba del brazo y detenía mi andar.
— ¿Por qué que no me reprueba a mí? — cuestionó, poniéndome detrás de él —. Yo soy el que interrumpió su clase y quien planeo todo esto. — eso es cierto, deberían reprobarlo a él. — o tal vez, debería reportar este acto de negligencia al Director. — continuó pensativo.
Lo miro con sorpresa, no entiendo, ¿qué trata de hacer? La seguridad que tornaba la expresión de la profesora Selene desapareció siendo reemplazada por un nerviosismo tenue — Sí hace eso, usted también saldría perjudicado.
Era cierto, para ser sinceros el historial de Liam Hamilton no dejaba mucho a la imaginación de nadie.
Su advertencia no pareció afectarle en lo más mínimo, dejando pasmado a más de uno, soltó una carcajada sarcástica, esto dictaba a que las cosas solo irían de mal en peor, dejó de reír —¿Cree qué me interesa? — y sus ojos solo reflejaban gran e intimidante seriedad, —. Dígame ¿quiere ver quién es el que pierde más? — reta en tono jocoso, descomponiendo el rostro de la señorita Jiménez —. Hagamos un trato, mañana presento un examen de su materia y si lo apruebo, deja a esta chica torpe en paz.
—¡Que no me digas así, idiota! — exclame golpeando su pecho.
Rueda los ojos y mira a la maestra— Si lo paso la deja en paz...
—Hagamos esto. Lo que saques en el examen, será la calificación que le pondré en el semestre.
No, no, no.
Ladeo la cabeza consecutivamente para hacerles saber que no estoy de acuerdo, deben tomar en cuenta, pero, ¡no lo hacen!
— Trato hecho. — finaliza, esto no puede ser cierto, debo estar en una horrible pesadilla.
Rosa de Guadalupe, ilumíname. ¿En qué capítulo pasa lo mismo que a mí me está pasando?
Santa virgen de las invisibles, permíteme ser invisible una vez más.
Estoy en shock, soy incapaz de razonar con estos dos estúpidos, debato en mi cabeza la mejor manera para solucionarlo y erradicar su estúpido trato donde la única afectada soy yo, mandar la mierda de la manera más adecuada a este ingles creído y arrogante.
—¿Bajas o te cargo? — me pregunta.
Un momento... ¿Qué?
Volteó a ver hacía todos lados, ¿Cómo es qué ya llegamos a las escaleras? Hace un momento estaba pensando en el salón, no puedo creer que haya estado tan cohibida. Lo único que puedo sentir es una gran confusión, al igual que los brazos de Liam cargándome para comenzar a bajar.
—Yo puedo caminar— le informo con molestia evidente, la cual ignora. Veo que es lo mejor que se le da: ignorar a la gente.
Salimos de la escuela. El guardia ni siquiera pide explicaciones, tan solo baja la cabeza.
Típico chico malo que se cree superior a los demás.
Una vez qué mis pies vuelven a tocar el suelo la calma regresa a mí por segundos; ante mí se encuentra el recuerdo, dónde mi calificación del bendito semestre está en manos de este tipo malo e imbécil.
Quiero reclamarle. Lo mínimo que se merece es una buena bofetada, en cambio, mis planes se arruinan en cuanto vuelvo a cruzarme con la severidad de su mirada, puede que esté loca, pero creo que esta vez el iris de sus ojos se torna más al contraste azul mientras su pupila se halla en la negrura de un perfecto tamaño, creando en un estúpido frenesí y parálisis.
Esto parece sacado de alguna página del típico cliché, esto está mal.
—Sube. — ordena.
Cuanta seriedad.
Lo miro, se acomoda la mochila delante del cuerpo, — Anda que vamos tarde— me apresura, que ni piense que voy a abrazarlo
— Mi celular primero — lo condiciono, cosa que solo le causa gracia. — si no me das mi celular, no voy. — decreto con firmeza, no voy a permitir que siga pasando de mí.
Ladea la cabeza de un lado a otro, hay burla en su expresión, chupa de su labio inferior para después morder de este. En verdad que el nivel de feromonas, hormonas o cualquier cosa que desprendiera este chico son increíbles.
—Pues, si no vienes conmigo puede que pierda tu celular. —. Creo que nunca dejará su ironía o sarcasmo.
Por lo que no puedo evitar soltar una maldición en mi lugar, no tengo más opción, o quizás sí...
— De acuerdo, pero necesito avisarle a mi mamá que llegaré tarde a casa. — En el momento en que me lo dé pienso correr.
Me va a dar un infarto.
Compruebo que le gusta cargarme, siempre lo hace tomándome desprevenida. No es la reacción que yo esperaba, es diferente a como mi mente maquilo el plan.
Una vez que me sienta en la parte trasera del asiento de su Harley Queen, sus movimientos son rápidos y concisos, todo pasa tan rápido que lo único que soy capaz de precisar es el rezumbido de la motocicleta y una última advertencia del castaño:
—Agárrate bien y no te preocupes, ya le he avisado a tu mamá.
—¡Qué! — grité al instante en que arranca abruptamente.
Siento que me caigo, y lo hubiera hecho de no haberme agarrado de su cintura. Manejaba como loco, el golpe del viento en mi rostro sólo provocaba que cerrará los ojos con fuerza y me aferrará más a su cuerpo.
Siempre escuche decir a todos los chicos y chicas que llegaban en su moto qué era una sensación única que cualquiera era capaz de disfrutar, sin embargo, yo no me sentía de esa manera. Al contrario, ya quiero bajar de esta cosa del demonio, nuevamente me planteó la idea de saltar pero la cobardía y sensatez me lo vuelven a impedir.
Si lo hago, tan sólo me lastimaría o moriría en el intento con todos estos carros que pasan como sí el mundo se fuera a acabar; en segundo lugar, ya llegue demasiado lejos para recuperar mi celular, no puedo dar marcha atrás.
Es cierto, que nunca he sido una chica aventada, y que tampoco he hecho muchas otras cosas que la mayoría de las chicas de mi edad hacen o han hecho, como, por ejemplo: perder la virginidad, tener un novio con el que durar más de cuatro meses, perder el miedo a las alturas, saltar en bungee... —Bueno quizás, me esté dejando guiar mucho por los libros y películas de adolescentes —, pero — ¡maldición! — el hecho de que la vida sea arriesgada, implica que habrá consecuencias y yo le temo a eso.
No soy una santa, pero he tenido que lidiar con demasiadas consecuencias como para tener que buscar más de las cuales no estoy interesada.
Aguafiestas, apática, mamona, matadita, amargada, nerd, teta, sosa... y muchos sinónimos más es la manera en cómo me denominan, a pesar de querer cambiar eso no deseo que una persona igual que Hamilton me ayude.
—Deberías abrir los ojos, no sabes de la bella vista que te pierdes.
¿Bella? Por favor, estamos en la ciudad. Aquí no hay vistas bellas, tan sólo vistas con edificios por delante y una gran cantidad de contaminación de por medio.
— Oh vamos, no seas miedosa. — insiste, sin ni siquiera bajar la velocidad.
—Deja de molestar. — gruño, abrazo más su cintura pegando mi frente a su espalda.
Tengo el presentimiento de que voy a desmayarme, no exagero 《bueno quizás, sí lo haga. Pero solo un poquito》, es la segunda vez que subo a una motocicleta con un loco amante de la velocidad. Me preguntó cuántas multas habrá acumulado hasta ahorita.
Llegamos a lo que para mí parecen una eternidad. Cuando saca su celular, veo que tan sólo pasaron a lo mucho veinte minutos. No estamos solos, gracias al cielo no lo estamos, volteó hacia todos lados y direcciones, soy la única que usa este horrible uniforme escolar.
—¿Dónde...
—Bienvenida al Domo, chica torpe. ¿Debería llamarte pikachu o chibi? — sonríe despeinando de mi cabello.
¿Cómo sabe que me dicen así?
Tengo muchas dudas y bastante curiosidad:
1. ¿Realmente le avisó a mi mamá? ¿Qué le dijo? ¿Y si no le dijo y sólo me mintió?
2. ¿Qué es el Domo y porqué estamos aquí?
3. ¿Ya me va a dar mi celular?
4. ¿A qué hora nos vamos a ir?
Sí, sé que apenas llegamos, aunque, no es como si yo hubiese deseado venir, ¿cierto? Cada vez que estoy a punto de preguntarle o cuestionar algo, sucede que no pregunto nada o cambia las cosas, por ejemplo:
—Liam, amigo. — se acercan para chocar los cinco con él.
Ven, esto es mala suerte.
—Israel — saluda.
— Que bueno que llegaste, creí que no vendrías— suspira con una muy mala actuación de estar afligido.
Liam toma de su hombro, dándole apoyo.
¿Acaso necesita lentes?, de ser así le prestó los míos que ni siquiera uso.
—Tranquilo, no faltaría. — la manera en cómo le habla, nunca antes la había oído. No es serio, ni intimidante, brusco o frío; más bien, parece comprensivo. — Todo va a solucionarse
¿Quién es este tipo?
—¡Liam! ¡Hamilton! — llegan más personas, entre ellas chicas que lo idolatran ¿Qué le ven?
《El físico, niña, el físico》 me reprende mi conciencia.
Y de pronto me veo desplazada fuera de esa pequeña multitud.
— ¡Vamos que la pelea ya va a empezar! — grita un tipo saliendo de una vieja edificación, por su estado puedo adivinar que está abandonada desde hace tiempo. Tiene forma curva dando la imagen de un domo de cemento, no tan grande ni tampoco tan pequeño como para almacenar a toda la gente que se encuentra llegando al lugar.
Ya sé porqué le llaman así. Es tan obvio que, por un momento, me doy un golpe mental.
Las exclamaciones por la noticia se escuchaban demasiado animadas, lanzando gritos de apoyo al inglés, quién, todavía no ha notado que ya no estoy a su lado. Sé que nunca dijo que me cuidaría, pero por educación o responsabilidad, cuando raptas a una chica es lo mínimo que puedes hacer, ¿o me equivoco?
Ni loca pienso entrar, no sé qué clase de gente venga a este sitio que no tiene buena pinta, además, no sé porqué estamos aquí o qué harán ahí dentro.
Prefiero quedarme aquí esperando. La pequeña bola que rodea a ese chico se lo lleva y ahora sí que comienza a buscar a alguien apresurado. Pero ni su maldita altura de dos metros lo ayuda, porque se ve rodeado de más gente.
¡Toma por puñetas!
Hay más gente de la que creí, me dispongo a buscar un lugar donde pueda sentarme y tener acceso a la vista de la motocicleta Harley Queen. No obstante, también termino involucrada cuando más personas intentan pasar junto a los demás, no logró dar la vuelta. Los presentes estaban demasiado juntos como para dejarme mover por mi propia cuenta.
Como lo imagine el lugar no tiene la capacidad para toda la gente que hay aquí.
Mi corazón palpitaba en mi pecho, de tal manera que creía se saldría. Eso sin contar que todo en este lugar declaraba que yo no concordaba ni un poco aquí. Sino, todo lo opuesto. Con una falda pavorosa gris, una playera escolar blanca y los calcetines marinos que combinaban a la perfección con los zapatos de agujeta; me sentía como la señorita petulante de la comarca.
Era la única que usaba un horrible uniforme.
Definitivamente, el corazón se me saldría. Parecía que la estructura pronto se derrumbaría, los ruidosos espectadores se encontraban más que juntos, yo diría, aplastados. El calor que irradia el cuerpo de todos juntos era excesivo, la euforia del público se hace más visible con los gritos en este pequeño espacio y la mezcla de todo ese olor me asqueaba, de tal forma que, creó terminaré desmayada, sino es por eso, será por los empujones o la asfixia de estar entre tanta gente.
Lo mejor será que me mueva, nunca creí decir esto, pero, en esta ocasión agradezco que mi estatura no sea tan alta, aunque tampoco es muy pequeña. Mido 1. 60 y tantos, creo que 1.64 o 1.63 a lo mucho.
Me escabullo dando y recibiendo pisotones, empujones, codazos y hasta golpes en la cabeza, al mismo tiempo que gritaban cantidades y nombres una y otra vez, moviendo sus brazos de un lado a otro, intercambiando billetes y toda clase de expresiones para intentar comunicarse. Sin duda con tanto ruido me encontraba muy desorientada, comprobado: yo no debería estar aquí.
Esta me las pagas Hamilton.
De pronto la poca luz es apagada, haciendo más fuertes los gritos y chiflidos.
— ¡Buenas tardes, perros! — No entiendo porque gritan cuando están hablando por el megáfono. — ¡Sean todos bienvenidos a nuestro precioso Domo! Ahora, ¿quién vino aquí para aprender repostería? — abucheos.
En verdad que estúpido, es más que obvio que nadie pensó venir a este lugar para eso —, oh... es una lástima, debo decirte que te jodiste en el lugar incorrecto porque, esto es ¡El Domo! ¿Quién vino a ver una lucha sangrienta? — gritos de afirmación. — ¡Eso quería escuchar! Ya saben mi nombre, pero para los que no lo sepan, me llamo Tavo— creo que lo correcto sería decir que se llama Gustavo, pero cada quién sus gustos — soy el puto amo del lugar, el que da las reglas y decide cuándo acaba, y déjenme decirles que esto nunca acaba.
¡Mierda! ¿A dónde chingados me trajiste Hamilton?
— Las apuestas terminan en el momento en que mi hermosa sirena suena. Nadie se mete, al menos que quiera una paliza por todos los peleadores, nada de dobles apuesta ni de querer tu reembolso, porque aquí no hay maricas. ¡No repito dos veces! — proclamó con gran seriedad.
En verdad, necesito salir de aquí.
— De este lado tenemos al universitario más vistoso y temido del Tecnológico, al huracán que detesta perder: ¡Rino Mata Cara! — las ovaciones e insultos subieron con fuerza, en cuánto un chico corpulento, alto y moreno, entró por la puerta derecha. Llevándose las miradas.
¿Qué? ¿Enserio, ese es un nombre?
Colocó mis manos sobre mis labios para tratar de no reír, pero es que me es imposible. Siempre creí que los luchadores tendrían nombres más originales y menos sosos, no lo sé, así como los de la AAA como: la parka, el cibernético, Charlie Manson, cheesman, muerte cibernética, octagon, mesias, psyco clown.
De acuerdo, quizás esos tampoco sean nombres grandiosos y sólo sea una exagerada, aunque se oyen mejor que "Rino Mata Cara", parece de caricatura. Lo que puedo afirmar es que esto me parece gracioso, frustrante y desesperante. Sólo quiero mi bendito teléfono para poder salir de aquí.
El espacio que se forma, da a un metro de distancia de aquel colchón, manta, lona o cualquier cosa qué sea eso de color rojo en el piso.
Rino, ignoraba los insultos que le dan parte de los asistentes, tan solo se mantiene en su lugar serio y truena los dedos de sus manos. Parecía enojado, y más en el momento en que, el tal Tavo, inició con la presentación del otro competidor:
— Demos la bienvenida a nuestro favorito — la multitud grita con más bullicio, en especial las mujeres. El volumen se dispara de tal manera, que tengo que taparme los oídos para no quedar sorda —, al chico que te vuelve rico o te deja pobre, aquel que, a todas estas hermosuras, seguramente, les moja las bragas. — guiña un ojo.
Asqueroso.
— Todos lo conocemos y sabemos lo invencible qué puede llegar a ser. El maldito loco del lugar, el demente que nunca olvidarás...— tal vez sea mi imaginación, pero creo que, lo está adulando de más. Necesito encontrar a Hamilton, salir de este lugar y olvidar que he venido aquí.
Esto no me puede estar pasando. La gente explota en cuánto lo ve entrar.
De la misma puerta de donde el rinoceronte salió, hace su entrada con el torso desnudo, unos shorts que no tenía ni la más mínima idea de donde lo había sacado. Con un semblante natural y lleno de tranquilidad.
—... ¡Hache loco Hamilton! ¡Puños de acero!
Estoy perdida.
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NOTA: Hola, espero les haya gustado la historia y el capitulo. Si es así, regalenme un voto y un comentario, y si no, pues y ni modo jajaja.
Gracias por haber llegado a este cuarto capítulo, muy pronto subiré el otro y prometo actualizar más seguido. ¡Excelente noche hermosuras! 😘❤
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