34. Mala Influencia
Capítulo Treinta y cuatro
Mala Influencia.
Miedo. Muchos creen que es una sensación que radica solo a personajes de una película de terror o ficción, incluso, a animales poco atractivos. Sin embargo, la realidad es que el miedo va más allá de eso. Siempre había vivido en una burbuja, asustada y con temor de conocer y experimentar nuevas cosas, nunca he sido muy sociable ni tampoco agradable para las personas, me gustaba estar al margen de ellas, creía que de esa manera saldría inmune de la tradicional hipocresía social. Aunque, claro está, nadie escapa de ella.
Nunca pensé que algo así pasaría. Yo, saliendo con el temible y al mismo tiempo deseado Liam Hamilton, era una locura; tan loco como el que asistiera a carreras de motos, a peleas clandestinas, que me fuera de pinta a la playa... No cabe duda, que hago las mayores locuras a su lado, y eso en lugar de darme miedo, me emociona.
¿Qué más daba lo que opinara la gente? Antes hubiera dicho “demasiado”, la sociedad siempre estaba llena de prejuicios y estereotipos, sin embargo, a veces un desastre que inicia con la letra L, puede cambiar todo. Las colisiones son parte de la vida, y el inicio del caos, puede dar vida a brillantes estrellas en el cielo.
—¡POR FIN SON NOVIOS! — casi me deja sorda.
Fanny se colgó de mi brazo, saltando feliz muy parecida a una niñita pequeña a la que se le obsequia un dulce. Los chicos se mantienen al margen divertidos por la situación.
—Hasta que lo aceptaste. — dice Ed, sujetando firme la correa de su mochila.
—¡Pobrecito, no sabe en que se metió! — exclama Jorge, con una pose dramática, la cual, no tarda en cambiar por una expresión adolorida.
—Síguete burlando, Jorgais. — sonreí falsamente, pellizcando el brazo de mi amigo.
Jorge sobo su brazo, murmurando: «Salvaje.» A lo que saqué la lengua como un gesto infantil e ignoré sus quejas.
—Asi que tú y Grachi. — miré a Edmun, ensanchando una sonrisa pícara.
—¿Eh?
—No te hagas, Liam me lo dijo.
Sus mejillas enrojecieron tanto como un jitomate, se veía tan tierno. Esperaba que Grachi supiera la clase de chico que era mi amigo, aunque fuera atractivo, su timidez lo opacaba algunas veces para algunas chicas.
—Sí — tartamudeo nervioso, —, no es nada serio aún. Hablamos y ocasionalmente nos besamos, ella es una chica muy linda.
Estoy segura que ellos dos hacen una hermosa pareja, mi sonrisa se borra drásticamente al escuchar hablar a Fanny.
—Mierda. Alex, se te junto el ganado. — murmuró con fascinación y preocupación.
—¿De qué habla...? — me callé al ver a nada más y nada menos que Fernando parado frente a la escuela y recargado en la puerta de su auto, riendo.
Sí eso no fuera suficientemente malo, estaba acompañado por mi mamá, platicando animadamente. ¿Qué demonios hace ella aquí? ¿Por qué está con ése idiota?
El muy cabrón me sonríe. Sabe que no podré huir de él ni ignorarlo, rápido, busco a Liam, siento alivio al confirmar que Liam no está por aquí.
—¿Quieres que te acompañemos? — pregunta Jorge.
Tragué un poco de saliva y negué.
—Solo explícale a Liam.
Cuándo empecé a caminar en su dirección, mis piernas comenzaron a temblar, una sensación de temor y rencor subieron por mi espina dorsal. Aún así, sabía que tenía que ser fuerte y no demostrarle a ese malnacido que le temía; después de todo, mamá y Haziel están con él, no podrá lastimarme.
Inspiré hondo para recolectar fuerzas y no tratar de castrarlo con las tijeras que tengo en mi mochila.
—Ma, ¿qué haces aquí? ¿No fuiste a trabajar? — le pregunté, tratando de averiguar que hacía con él.
—Hoy descanse, Alex. — dice sonriente. Joder, lo olvidé. — Fui por Haziel al kinder y me encontré con Fernando, quién tuvo la grandiosa idea de venir por ti. — lo mirá cómo una suegra no mira a si yerno, es decir, con aprobación.
Mamá, si tan sólo supieras que es el ser más despreciable de la Tierra.
—Mira, Alex, Tiene un auto para llevarnos a pasear. — dice mi hermanito tiernamente, asomando su cabeza por la ventana del vehículo.
Pero no logro reconocerlo en un primer instante, subí a él el día en qué discutí con Liam y al ir a la maldita fiesta, pero se ve diferente, como si alguien lo hubiera tenido que arreglar.
Le sonreí a Haziel, pero cuando mi mirada se cruza con Fernando cambia a frialdad.
—No debiste molestarte. — dije seca.
—Es un placer. — sus dientes brillan, aquellos labios carnosos que antes me parecían perfectos, ahora me dan asco.
—Vamos. — indica mamá curvando sus labios mientras separa su espalda del auto.
No me gusta la mirada que nos dedica, antes me hubiera emocionado por este momento, realmente era una tontita padeciendo enamoramiento, pero, ahora, quiero correr lejos de él. Cuando estoy a punto de subir atrás junto a Haziel, mamá me detiene y me pide que vaya adelante, no tengo oportunidad de protestar, se mete y cierra la puerta.
Ella no lo hace con mala intención, cree que me ayuda. Me arrepiento tanto de hablarle tan bien de él, aunque, en mi defensa, en esos momentos yo creía a Fernando como el mejor chico del mundo, ¿qué podía hacer una estúpida disque enamorada?
Fernando me abre la puerta como todo un “caballero”, ruedo los ojos y entro, me conoce, sabe que aún no le he dicho nada a mamá y jamás lo haré, no comprendo, ¿qué gana con chingarme? Según yo, él sale con una chica mucho más bonita.
Un minuto, ¿acaso tiene remordimiento y espera disculparse?
Porqué..., ¿qué carajos piensa decir? ¿Oh, Alex, siento mucho haberte drogado y abandonarte en un hotel después de haberte quitado la virginidad con mis amigos? Sí me dice eso, juro golpearlo en los testículos, no importa lo que diga, lo quiero lejos.
—Hija, estás muy callada. — alcé la vista, mirando a mamá por el espejo — Fer, te está hablando.
—Lo siento, mami. Pero no me importa nada que venga de él. — musité sin darle importancia, antes de observar por la ventana.
—¡Alex!
—Tranquila, señora Julia, entiendo que Alex este molesta conmigo, ha pasado tiempo desde la última vez.
—Imbécil. — farfullé.
Parece que mamá no me escucha, porque no me regaña, aunque por otro lado, Fernando si que lo hizo.
—Yo si quiero helado. — dice Haziel animado.
—Jorshua, hará las pruebas el día de hoy para el equipo de soccer de la prepa, no olvides ayudar a tu cuñado. — bromea mamá, pero yo no puedo evitar ponerme melancólica.
—Que Dios lo libre.
—Alex.
No puedo evitarlo, sencillamente no tolero su presencia. Mamá no puede seguir regañándole porque el imbécil interviene.
—Necesitamos ver sus capacidades, pero podría haber ciertos privilegios. — dice dando una mirada cómplice.
No puedo creerlo. Cierro los ojos, cuento del 1 al 100 en mi mente para soportar el impulso de ponerme a llorar, es un hijo de puta.
Puede que esté dramatizando la situación, pero es cierto cuando digo que su cercanía me asfixia, me repito a mí misma que debo tolerarlo, o sí no mamá pedirá explicaciones y yo no seré capaz de revelar la verdad. No puedo con esto, una sensación de melancolía corre desde mi estómago hasta mi garganta y sé que debo detenerla allí, soportar el asco y las ganas de llorar. Todo fue mi culpa, no podría tolerar fallarle a mi mamá, ella muchas veces me dijo que tuviera cuidado, yo nunca le hice caso, yo me lo busqué por ingenua.
—Alex. Alex.
Parpadeo un par de veces, observando una mano subiendo y bajando frente a mí rostro.
—¿Si? — digo pasmada, apenas saliendo de mi breve shock.
El auto se detiene cuando el semáforo cambia de color, en el estéreo Fernando pone un poco de música de Kygo que sabe que me gusta, inconscientemente sonreí al recordar a Liam y aquel día terrorífico en el cementerio. ¿Por qué mi corazón late con esta intensidad?
Escucho una motocicleta a lado de nosotros, y siento el brazo de Fernando rodear mis hombros.
—¿Qué haces? — le digo entre dientes, desvaneciendo mi sonrisa.
Fernando no responde y acaricia mi cabello, cuando llega a las puntas la mira y murmura:
—Creí que ibas a pintarlas de negro, ¿no te regañan por llevarlas así a la escuela?
—Es lo que siempre le digo, pero nunca me escucha esta niña. — mamá murmura desde el asiento de atrás.
—No es asunto tuyo, Fernando. Ahora quítate, me das asco. — murmuré, sin que mamá se dé cuenta le golpeó la pierna con mi puño cerrado.
Fernando se aparta con una mueca, estoy segura que lo hace porque el semáforo vuelve a cambiar de color, y porqué también escuchó el sonido de los demás vehículos arrancando.
—¿De qué quieres tu helado?
—Yo no quiero nada de ti. — digo más brusca de lo que debo, no es mi intención, se supone que debo ser amable, pero no puedo.
—Esta bien.
Mamá y Fernando bajan junto con Haziel a la heladería con nombre “La Michoacana”, cuando los veo salir, admito que se me hace agua la boca, el cambió climático hace que el inicio de invierno sea una ola calurosa por las tardes y una friolenta en las noches. Y eso que en México no nieva, me gustaría saber cómo es, ¿realmente podría tomar la forma de bolitas blancas?
—Toma. — me dice mamá, entregándome helado en una canasta de cono con tres grandes bolas de helado de sabores cubiertas con chocolate y nuez.
Lo tomo feliz y sonrio al meter una cucharada en mi boca. Es delicioso, está debe ser la mejor heladería del mundo mundial, y no bromeó.
Observe el camino que tomabamos por la ventana, los vehículos y las persona caminando por la calle, algunos, quejándose por los rayos del sol. No necesite preguntar a dónde íbamos porqué ya lo sabía. Estacionó el automóvil a un lado del campo de entrenamiento de su preparatoria, la cual, se encontraba fuera de la misma.
Salí del automóvil, sin tener delicadeza, azote la puerta de su carro y camine junto a mi mamá y Haziel en camino a las gradas, o al menos, ese era el plan.
—Alex, ayuda a Fernando a cargar esos balones. — giré la mitad de mi cuerpo, Fernando cargaba una caja con algunos balones de fútbol, un par estaba a punto de caerse.
—El puede solo. — dije sin ninguna pizca de pena.
Normalmente ayudaría a la persona, incluso aunque no la conociera, pero está claro que con él es diferente.
—Alex. — su tono amenazador me asusto, echándome en cara mi poca empatía.
¡Joder, mamá! ¿Por qué eres así?
El miedo que me da su mirada es más fuerte que mi firmeza, hago un mohín molesto, y casi haciendo berrinches me giré para andar con Fernando.
—¿Qué tanto me rezas, Alex Peñaloza Medina?
Mierda, mamá ha dicho mi nombre completo, eso no es nada bueno.
—Nada, mami. — grité, llegando hacia el chico, saqué los dos balones a punto de caerse —Quita esa cara, imbécil. — dije molesta, mirando su sonrisa divertida por la escena con mamá.
Volví a darme la vuelta, y aceleré mis pasos en un intento de alejarme de él, sin embargo, eso sirve de nada, finalmente, él que tiene piernas más largas me alcanza.
—Necesitamos hablar. — murmura.
Santísima Trinidad de los pectorales, no sé si existas, pero si le rezo a la rosa, supongo que es normal que te rece a ti. Bien, Dios, soy muy mala contigo, pero tú también lo has sido conmigo, mira que permitir que este en esta situación.
Por un segundo, el cosquilleo nervioso y pavoroso dentro de mi estómago, sin embargo, recuerdo a mamá, y me convenzo que ella solo se merece lo mejor de mí.
—Estás equivocado, no hay nada.
Y por su propio bien, sera mejor que no insista.
Tal parece no entenderlo, porque sigue.
No le miro, pero puedo escuchar un suspiro de su parte.
—¿Sales con Hamilton?
Su pregunta me hace fruncir el ceño, le miro de reojo y contemplo que el se mantiene atento a mí.
—Eso no te importa. — solté molesta y a la vez confundida, era cierto, después de todo a él no tenía que afectarle lo que yo hiciera.
Ignora mis palabras, e insiste como si tuviera derecho de hacerlo.
—Creí haberte dicho que te alejaras de él. — manifiesta en tono despectivo, me detengo, confrontandolo con expresión confusa. — Primera vez que me miras en el día. — curva sus labios en una linda sonrisa que me imagino es una de sus más encantadoras, la cual, no me causa nada.
—¡Eres un puñetero idiota! — escupí entre dientes, sintiendo mi poca tranquilidad esfumarse.
Miré a mis lados, mamá me miraba con extrañeza y algunas animadoras del equipo de fútbol, murmuraban. Digamos que Fernando Godínez era el príncipe del lugar, sé que suena sacado de un libro super cliché, pero así es. Nadie sabe la mierda que él y sus amiguitos son en realidad.
—Puta madre. — grazné. Sé que para él es extraño, regularmente no digo esa clase de palabras.
Casi corro hacia la banca cerca donde si entrenador está instruyendo a los nuevos aspirantes, dónde por cierto, mi hermano es el más sobresaliente. Dejé la caja, y traté de subir por las gradas, pero Fernando llega y me pasa los brazos por la espalda.
—¿Qué crees que haces?
—¿Julia sabe que ayer te fuiste de pinta con Hamilton? — pregunta.
—¿Eso es una amenaza?
—No, es un quiero hablar contigo.
Abrí mi boca como un pescado, mis cejas se pegaban cada vez más al tabique de mi nariz.
—Ese es el problema, yo no quiero hablar contigo.
—Alex. — me llamó.
Justo cuando quise subir las escaleras, Fernando sujetó de mi brazo, verlo desde este ángulo me hizo latir un momento el corazón, Dios, ¿por qué debe ser así de atractivo? Afortunadamente, Brandon, uno de sus amigos, también toma su brazo.
—Fer, Victoria te está mirando. — inconscientes, los tres terminamos mirando hacia atrás donde una de las animadoras, le dedicaba una mirada perspicaz a Fernando, para después dedicarmela a mí antes de irse.
¡Agh! La reconocía, era la chica que la otra vez estaba con Fernando, su nueva novia. Genial, lo qué me faltaba, que piense que estoy detrás de su chico.
Estoy a punto de soltarme, algo tira de mí cuando alguien golpea la cara de Fernando.
Liam.
Me mira, sus ojos están llenos de furia, tanto que cuando Brandon y el mismo entrenador intentan dialogar con él, les pega en la espalda y el estómago con un bate, ocasionando el chillido de las animadoras, mamá viéndolo cerca de mí, baja rápidamente por las gradas para alejarme de él. Cosa que no pasa desapercibida por Liam, observa a mi madre, a Haziel y luego a mí sucesivamente, antes de darse la vuelta y subir a su Harley-Davidson para irse.
Sigo procesando los sucesos, quedando inmóvil a un lado de mi madre, quién no deja de tocarme la cara y preguntarme mi estado.
Fernando es socorrido por la tal Victoria que no deja de pasarle la mano por su cabellos, ¡por favor, ni que fuera gran cosa! Bueno, creo que le rompió la nariz, pero se lo merece y, más porqué no deja de mirarme, cosa que me dan escalofríos.
Liam:
¿Estás bien?
Yo.
¿Qué te pasa? ¿Por qué hiciste eso? ¡Perdiste la cabeza!
Lo mandé, esperé a recibir respuesta. Pero no estaba segura de poder lidiar con ella ahora, estaba preocupada. Todos los vieron, ¿y si levantaban una denuncia en su contra?
¡Diantres!
Por obvias razones, la elección se había terminado. Quería decirle a mamá que nos fuéramos por nuestra cuenta, que Fernando llevaría a su novia. Sé que está mal enojarme por eso, pero no puedo evitarlo, me hace sentir mal, sobretodo, humillada. Por años babeaba por él, esperanzada de regresar, mientras que para él siempre fue fácil reemplazar el lugar que quedaba vacío con el sustantivo novia.
Creí que podría respirar, en cambio, estoy sentada a un lado de ese gilipollas y mamá y mis hermanos en el asiento de atrás.
—¿Acaso no tienen personal de vigilancia? — cuestionó mamá, molesta —. Ese chico es un salvaje.
—El lugar es pequeño, y de origen público, la escuela lo utiliza para entrenamientos, nada más. — respondió Fernando, su playera estaba manchada de sangre al igual que su rostro.
Apenas vió que íbamos a salir, se lanzó en nuestro encuentro. Ni siquiera le importó limpiarse. ¡Hasta apresuré a Joshua!
—Pero, ¿quién es ese chico?
—Hamilton. El temible Hamilton.
Mamá frunció las cejas molesta, volteando hacia Jorshua.
—¿Tú cómo sabes eso? ¿Lo conoces?
Demonios, mamá es muy intimidante. Jorshua quita la vista de su móvil y niega.
—Sólo lo que dicen de él. Ya sabes, como que ha estado en un reformatorio, que golpea a los profesores o que enterró un cadáver. — dijo mi hermano de lo más normal — Además, de que también se acostó con una profesora.
—Eso no es cierto. —me apresuré a decir. Ganándome la mirada de todos, ¿por qué tuvo que ponerse en rojo el semáforo? — No todos los rumores son ciertos.
Además, el chico es virgen.
—Arruino mi auto, y está es la segunda vez que llega a golpearme.
—Se habrá obsesionado contigo. — bromeó Jorshua. — Lo han expulsado de varios colegios, dicen que es un peleador clandestino.
Jorshi, deja de lanzar leña al fuego.
—¿No lo habrán expulsado también de tu escuela Alex? — mamá preguntó, mi lengua se quedó patéticamente trabada con mi paladar, por lo que no contesté, —No importa, no quiero que mis hijos tengan nada que ver con ese chico. — sentenció.
Fue una suerte que Haziel estuviera oyendo música en el celular de Fernando.
¿Salir con Liam decepcionará a mamá?
Al llegar a casa, mi madre me hizo regresar con una playera limpia y un poco de algodón para limpiar el rostro de Fernando, claro, después de regañarme por oponerme a qué pasará a la casa o se quedará a comer.
Me gustaría tanto decirle la verdad.
Llegué nuevamente a su lado, verti un poco de alcohol sobre el algodón para empezar a pasarlo por su nariz.
—Aléjate de Hamilton. — musitó apenas lo toque.
—¿Qué?
—Es peligroso, por Dios, Alex. Participa en carreras ilegales y peleas clandestinas, ¿sabes cuántas veces ha desfigurado el rostro de una persona?
Si, yo lo he visto hacerlo. De hecho, casi me arrestan una vez.
—No quiero verte con él, ese chico es malo, no es para ti. Ha jugado con muchas chicas, te está usando, va a romper tu corazón como lo hizo con mi hermana y muchas otras. — habló tan rápido que apenas pude entenderle — Destruyó mi auto, tuve que mandarlo a arreglar, sin contar los rumores que se refieren a él como alguien de la mafia rusa o un asesino.
—¿De verdad rompió tu auto? — inquirí, no porque me afectará, sino por curiosidad.
—Los vidrios, las puertas, las luces.
Mantuve la vista fija en Fernando. Nadie nos escuchaba, estaba segura de eso.
—Que bueno, te lo merecías. — espeté sin ninguna pizca de compasión. — Limpíate solo. — termine arrojando algodón.
Hice afán de salir del auto, pero él me puso el seguro.
—Que maduro. — farfullé con un poco de ironía — Me parece gracioso. Dices que Liam es un delincuente, ¿qué me dices de ti?
Baja la mirada, relame sus labios, sus ojos reflejan culpa pura.
—Alex, yo... — se detiene, su voz empieza a quebrarse, su mirada se cristaliza —, no sé que decir, no quería hacerte daño....
—¿Daño? — mis lágrimas estaban al borde de mis ojos, ya no sentía tristeza o miedo, sino, enojo — No me hiciste daño, Fer. No, tú y tus amiguitos me rompieron, me hicieron saber que yo era basura y me trataron como tal.
—Cariño...— murmuró, una llama se incendio en mi interior, de pronto, mis manos se volvieron puños y mis puños contra él.
—No vuelvas a decirme así, no tiene derecho, ¡no lo tienes!
Era absurdo que actuará como un novio celoso, ¡el ya tiene novia!. Siento que me encuentro fuera de mi cuerpo, mirándome golpear a Fernando mientras él no trata de defenderse, ¿qué es lo que intenta? ¿Por qué se aferra?
—Alex...
—Te quiero fuera de mi vida, lejos de mí. Quiero olvidarte.
—Te amo.
Me quedé callada un segundo y luego le lancé un golpe más fuerte. Soltando una risa hueca.
—Estás enfermo, ahora, ¡abre la maldita puerta!
Sorprendentemente, él obedeció y yo salí corriendo. Azote la puerta de mi casa, por lo que recibí un regaño, subí a mi habitación y me encerré en ella.
¿Cómo pudo decir algo como eso? Entonces a mi mente volvieron los maravillosos momentos que viví a su lado, él siempre estuvo conmigo, cada vez que discutía con mamá o con mi padre, lloré en su hombro y me convencí de todo lo que decían, que él y yo hacíamos una hermosa pareja, que éramos perfectos el uno para el otro.
Después de tanto llorar, me quedé dormida. Desperté sólo cuando él timbre de mi celular pitó. Abrí los ojos, mis párpados a punto de cerrarse, y mi mano floja tanteando el colchón de mi mano.
—¿Quién? — contesté somnolienta, bostezando.
—¿Te desperté?
—Eso es obvio. — solté otro bostezo.
Oí una risita al otro lado de la línea.
—¿Podemos vernos?
—Mamá te verá, y digamos que no le diste muy buena impresión. — murmuré con la voz ronca, me limpie la baba que caí sobre mi boca.
—¿A la una de la mañana?
¿Qué? Me levanté de zopetón, abrí mucho mis ojos y miré la hora en mi celular. ¿¡Dormí por más de seis horas!?
—¿Sheccid? Sigues ahí.
—Si.
—Estoy afuera de tu casa.
Fui hacia la ventana, al abrir la cortina, frente a mí estaba Liam.
—¿Qué haces aquí? — cuestioné en un murmullo, después de abrir la ventana.
—¿Y tú por qué sigues con uniforme? — me inspecciona de arriba a abajo, arqueando una ceja.
Miré mis brazos aun cubiertos por el suéter azul marino de la escuela, mi falda, calcetas e incluso mis zapatos. De inmediato, mis mejillas se encienden llenas de vergüenza.
—¿Puedes salir? — mirarlo así, haciendo puchero, me hizo recordar a un pequeño cachorrito.
Reprimí mis ganas de sonreír, necesitaba estar molesta con él, suspiré y asentí con un suave movimiento.
—Te veré abajo, me cambiaré.
Afirmó en un suave movimiento, y bajó por la escalera recargada en mi ventana. Busqué rápido unos jeans y una blusa blanca, tomé un suéter tejido junto mis tenis. Sé que es muy tarde para cambiarme el uniforme por algo casual, pero no iba a salir con pijama, menos sabiendo a la clase de lugares a los que Liam suele ir.
Asomé mi rostro por la ventana, comprobando que Hamilton sujetará firme las escaleras, por lo cual, empecé a bajar. Cuando mi pie tocó el piso, me di media vuelta e inmediatamente mis labios chocaron junto a los de Liam. Sólo fue un roce, pero logro hacerme temblar mis piernas.
—Veo que le quitaste de nuevo el auto a Tavo. — señalé el auto amarillo canario.
—Le dejo mi hermosa Harley, no puede quejarse.
—Creí que habías dicho que tu motocicleta era el amor de tu vida. — arqueé una ceja.
Liam se encogió de hombros, pasando mi cabello atrás de mi oreja.
—Bien, ahora estás tú.
Él me abrió la puerta del copiloto como todo un caballero, para luego ir por la escalera y guardarla en el automóvil. Una vez que avanzó, llegamos a la avenida y en el primer semáforo en rojo le di un golpe en el hombro.
—¿Y dices que no te gusta la violencia?
—¿Cómo pudiste hacer eso? ¿De dónde demonios sacaste un bate? ¡Estás loco!
—Espera un momento — parpadeo unos segundos antes de adoptar un semblante molesto —, ¡lo estás defendiendo!
—¡No! Pero, fue muy estúpido lo que hiciste. ¿Y se supone que tú tienes el IQ más alto de la escuela?
—¿Querías estar con él, entonces? — cuestionó Liam entre dientes.
Me quedé con la boca abierta de indignación, ¿en verdad dijo eso? Sentí mi sangre hervir, ¿cómo podía pensar en algo así?
—Estás bromeando, ¿verdad? — soné irónica, aunque lo miré dolida.
Confieso que en algún momento llegue a sentir algo muy fuerte por ese chico, en cambio, él mismo lo arruinó. Y, es que, el pensar cuando dijo que me amaba, me hacía sentir náuseas. Me sorprendía tanto cinismo, aunque su mirada fuera suplicante sus palabras tendrían que ser mentira. Por qué, Fernando sabía que hacerme lo que me hizo iba a lastimarme, tenía que saberlo.
Liam se dió cuenta de su error, el auto seguía su curso, sin embargo, el silencio era más pesado que una tonelada.
—Sheccid, yo...
—Callate.
—Sheccid.
—Cierra la boca..
Rogaba que dejará de hablar, yo me conocía, si continuaba, iba a explotar y decir cosas que no quería. Necesitaba calmarme, en silencio.
—Por favor.
—No me hables.
—¡Rayos, Sheccid! No puedes simplemente huir del problema.
—Tú no debiste llegar así como así, solo a golpear.
—¡Tenía miedo, okey!
Seguramente mi cara debía ser un poema, una mezcla de confusión y otra curiosidad.
—Cuando vi que estabas con Fernando, temí demasiado. Creí, creí que tú habrías vuelto con...
—¿Él? — articule escéptica — ¿Creíste que volvería con él después de tratarme cómo mierda?
—¡Te estaba abrazando! — exclamó —. Los ví, él te estaba abrazando y tú estabas sonriendo.
—¡No es cierto! Yo no planee nada de eso, llegó con mi madre.
—¿Y por eso dejaste que te abrazará?
¿Acaso habló en chino mandarín?
—¡No es verdad! — exclame molesta, quería decirle que si sonreí fue porqué pensé en él, en cambio ahora mismo estaba tan molesta como para hacerlo — ¿Por qué siempre tienes que actuar como un idiota?
Se detuvo, y me miró molesto, sus fosas nasales se dilataban tanto como sus pupilas.
—¡¿Acaso no entiendes que estoy celoso?!— gritó antes de empezar a maldecir en inglés, golpeando su volante.
Esto no puede ser.
—¿Me estás diciendo que llegaste a golpear a tres personas solo por qué estabas celoso? — hice una pausa, moviendo la cabeza y golpeando el piso del auto con la punta del pie —. ¡Estás demente!
—¿Estoy demente? — su tono empezaba a sonar amenazador, sorprendentemente, no me asusto —. ¿Los estás defendiendo?
Avanzó después del pitido repetitivo de los otros autos
—No. Ellos me valen un comino, pero, sencillamente, no puedes llegar así como así a golpear a la gente...— hice una pausa, antes de que hablará y agregará, yo lo hice —, por mucho que se lo merezcan. Tú quedas mal.
—Me importa un carajo lo que la gente diga.
—A mí no. — solté — ¿Qué pasaría sí ellos te demandan? No puedes actuar sin pensar en las consecuencias, odiaría que ese hijo de puta te hiciera algo.
Ninguno dijo nada más. El ambiente se volvió tan incómodo que desee quedarme en casa. Incluso cuándo llegamos al club de Darién nos quedamos callados.
—¿Ed? — no podía creer lo que mis ojos miraban.
Esto debía ser un sueño.
Al verme, Edmun sonrió tímido, siendo llevado a la pista de baile por Grachi. Wow, ¿quién lo diría? Por fin alguien había descubierto a los chicos buenos no ser tan buenos.
Me gustaría decir que las cosas cambiaron y que la tensión entre Liam y yo había desaparecido, pero no fue así. En realidad, era tan notoria que me temo termino incomodando también a quiénes estaban a nuestro alrededor. Únicamente, cuando Liam fue por unos tragos, pudimos tener un poco de paz.
—¿Quién diría que ese chico podría producir tantos problemas?
—Mamá cree que Liam es una mala influencia, y bueno, tiene razón. — adquirí soplando un poco, mientras le quitaba un cigarrillo a Grachi.
—Nada es lo que parece. — dijo despistada, mirando de reojo a Edmun quien se encontraba abordado por Lyra y Rebeca.
Definitivamente, mi amigo es todo un galán.
—¿Estás celosa? — quise reír al ver la mueca de disgusto de mi amiga.
Grachi, salió de su transe y me dirigió un semblante menos conciliador.
—No, claro que no. Él puede hacer lo que quiera, nuestra relación es claramente abierta. — esas fueron sus palabras, pero su mirada claramente decía lo contrario, si fuéramos una caricatura estoy segura que saldrían chispas de sus ojos.
Entonces, Graciela se puso de pie y se acercó a Edmun, haciendo caso omiso a las chicas alrededor de mi amigo. Paso sus brazos detrás de su cuello, y lo besó.
Sople el humo retenido en mi garganta, riendo y negando al mismo tiempo, lastimosamente, mi humor se apagó en cuánto mis ojos miraron entre la multitud a Liam acompañado de Amelia. Ella se veía malditamente hermosa, con un mini vestido rojo de lentejuelas y unas zapatillas no muy altas. Vaya atuendo para un martes, quizás estaba celosa, sabiendo que a un cuerpo como el mío jamás le quedaría ese atuendo.
Ambos se sonreían y reían, por un minuto me sentí poca cosa, por qué, comparada con la rubia, ¿qué era yo? Nada, absolutamente, nada. El bajón termino conmigo, algo en mi interior ardía y me hacia temblar de impotencia, y recordé el día de ayer. Los momentos con Liam en la playa, no podía correr simplemente ni permitirme está sensación, por lo qué, decidida, caminé hasta ello.
—Sheccid... — me sonrió él.
Detuve la atención en sus labios, ligeramente abiertos, y sin pensar mucho, lo tome del cuello de la camisa negra para atraerlo hacia mí. Chocando sus labios con los míos. Ahora solo éramos él y yo, nuestras húmedas lenguas bailando como una sola mientras sus manos se ciñen a mi cintura.
¿Podría alguien hacerte mojar con un beso?
—¿Ya no estás enojada conmigo?
Lo besé una vez más, sin prestar atención a su pregunta o a quiénes nos miraban.
—¿Tabaco? — se alejo un poco, con una sonrisa arrogante.
Rodé los ojos, a su vez, sonreí.
—Al parecer la chica buena, no es tan buena para el chico malo que aún no sabe fumar. Curioso, ¿no? — susurré muy cerca de su boca.
—Eres una mala influencia para mí, Sheccid.
Enarque una ceja divertida, jalando de su labios, a lo que él soltó un suave gemido.
—Yo creí que tú lo eras para mí, no olvides que soy parte de las chicas que aún castigan en casa.
Liam, acarició mi rostro, besando mi frente para luego, abrazarme. No sabía si era mi imaginación, era un 99% que si, pero, podía escuchar sus latidos.
—Siento mucho ocasionarte problemas, te prometo, que no volveré hacerlo, solo... Sólo ya no estés enojada conmigo.
—No me enojaré si prometes no hacerlo de nuevo, ellos no me importan, me importas tú.
Levante despacio mi rostro, sus bellísimos e inusuales ojos me miraban con adoración y eso hizo que mi corazón enloquezca, una ráfaga electrizante se espacio por todo mi cuerpo.
—Lo eres todo para mí, Alex Sheccid Peñaloza Medina.
No pude evitar reír por su ocurrencia de tan peculiar nombre. Liam, sacó algo de su bolsillo, una pulsera, atandóla alrededor de mi muñeca. Eran un par de letras formando una palabra:
All.
—Tu misión es acompletar la frase en un futuro.
—¡Eso no se vale!
Mis piernas temblaron, su cercanía alborotaba mis hormonas.
—Nunca dije que fuera justo. — murmuró, besándome una vez más.
Hasta el momento, sabía dos cosas. La primera, mañana llegaría a la escuela con un par de ojeras por debajo de los ojos, y la segunda, quería a Liam. No cómo había querido a Fernando en algún momento, porqué, por fin abría los ojos, dándome cuenta que Fernando Godínez no era más que mi zona de confort, aquello que necesitaba para seguir con mi fachada de chica incapaz de romper un plato o salir de casa después de las seis. En cambio, Liam Hamilton, era aquello que quizás necesitaba para ser simplemente yo, una chica normal e imperfecta, capaz de equivocarse.
Espero les haya gustado el capítulo, voten, comenten y compartan si les ha gustado la historia. ❤️
No se olviden de las canciones que les recuerden a la historia, para hacer la playlist de la historia.
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