25. La Feminazi

Capítulo veinticinco
La feminazi

Apenas abrí los ojos, veo el gran edificio blanco sobresaliendo en toda la autopista. Los mechones de mi cabello vuelan por el aire cada vez que Liam acelera en tercera.

-¿Qué hacemos aquí? - le pregunto cuando disminuye la velocidad, y pasamos a un lado de las grandes letras azules con el nombre "Tecnológico"

-Te dije que iríamos a la mierda, ¿recuerdas?

Asiento con recelo al recordar hace unos momentos, casi tengo el impulso de soltarlo y darle un buen golpe, aunque, si lo hago corro el riesgo de caer. Y lo que menos quiero es tener que dar explicaciones por llegar a casa con una nueva cicatriz o moretón. ¡Oh no señor!, me niego a escuchar a mamá repetirme lo descuidada y torpe que soy. Eso sí que no.

-Bien. Pues, esto es muy parecido a la mierda. - dice girando para entrar al estacionamiento.

-Eres increíble. - musite con ironía, poniendo los ojos en blanco.

-Lo sé, soy fantástico, ¿apenas lo notas, Sheccid? - secunda satisfecho, como sí mis palabras fueran un alago. Le doy un golpe y suelto un grito al sentir que me tambaleo de la motocicleta

-Te he dicho que soy lo único en que te puedes sostener, vaya que el salvajismo no va con una chica tan buena como tú. - se burla, el muy desgraciado.

Me sostengo firmemente de su cintura, mis piernas se pegan a la estructura de cuero y metal, claro, como sí eso de alguna forma ayudará a no caer.

Pisa el acelerador sin importarle que esto sea un estacionamiento y no una pista de carreras. En cuánto, aparca la motocicleta en un lugar sin vehículos, no tardo ni un minuto en bajar a la seguridad del pavimento.

Siempre que subo en esa cosa quiero besar el suelo cuando bajo.

-¿Habrá algún día que conduzcas responsablemente?

Liam se echó a reír con ganas apoyando la moto sobre su soporte antes de quitar la llave y desmontar.

-Pero, si he respetado el límite de velocidad.

-Ajá, claro. - suelto irónica.

¿Es mucho pedir que este chico respete - al menos - una regla?

¡Un momento!... ¿Es correcto?

-Oye, ¿no van a sacarme a patadas? - pregunté paniquiada, lo normal es que prohíban el paso a personas ajenas a la institución, ¿no? -¿Por qué me has traído?

Estoy tan preocupada por ello, que no puedo admirar el esplendor de este lugar. Si que tiene estilo, mi escuela ni siquiera tiene estacionamiento para los alumnos.

-¿Podrías calmarte, Sheccid? - siento como su pulgar y su dedo índice dan un suave golpecito en mi frente, atrayendo mi atención -Nadie va a sacarte, ¿vale?, confía en mí.

Me hubiera gustado decir, "Claro, porqué tú eres un catastrófico imán de problemas", sin embargo, soy consciente que no es completamente malo. Si, podrá ser un idiota, aun así, Liam me ha enseñado una parte de él que no creí existiría.

-Sí ibas a traerme a tu escuela, bien pude quedarme en la mía.

-Te lo explicaré en unos minutos. - afirma, guardando su llave dentro sus bolsillos para después pasar el brazo detrás de mi cintura, acercándome a él.

¿Qué cree que hace? Alguien puede vernos, mi entrecejo se frunce, estoy a punto de abrir la boca para protestar hasta que notó a Liam mirando seriamente un auto color amarillo canario con pinta bastante costosa acercándose al lugar vacío a un lado de su Harley, el chico detrás del volante vio a Hamilton y su expresión cambio esporádicamente haciéndolo dar la vuelta y, símplemente, buscar otro lugar.

Increíble. Rosa de Guadalupe, creí que eso sólo pasaba en los libros y en tus episodios.

-¿Qué fue eso? - Estaba pasmada. Vaya, sí que es popular.

-Nada, en especial, Sheccid. - responde con la sonrisa de niño pequeño e inocente.Sabía que mentía, era más que obvio que ese 'nada' significaba 'todo'. No necesitaba indagar demasiado para saber que -seguramente - ese chico temía del bad boy que estaba a mi lado.

No dije más, apretó mi cintura y me elevó unos centímetros para subir la banqueta, y luego, entrar por la puerta giratoria de cristal.

Creo que debí haberme resistido más.

No paso demasiado antes de que me sintiera sumamente avergonzada, mi apariencia en comparación a las chicas de este lugar era un desastre, inconscientemente, mis dedos empezaron a cepillar mi cabello, pasando mis rebeldes mechones detrás de mis orejas. Entre más veía a mi alrededor, más me convencía que me encontraba fuera de lugar.

Liam cargaba mi mochila, donde guardé mi suéter de la escuela. Al menos, no usaba el pants del uniforme pero eso no ayudaba en nada, el color marino se notaba bastante deslavado y con notorias costuras de hilo lila que había utilizado para entubar; mis tenis no eran completamente prolijos y mi blusa sencillamente blanca.

Sin importar donde mirará, notaba la clara diferencia estética entre ellos y yo. No por nada este era un colegio sumamente costoso.

-Si que eres popular, ¿ah? - pregunté mordaz.

Era incómodo tener la mirada de desconocidos encima de mí. Lo peor fue cuando Liam me acercó -aún - más a él. No podía creer la tranquilidad que reflejaba ante tantas miradas, me pregunto sí finge no verlos o, simplemente, los ignora.

-Supongo. ¿Qué más da?

-Típico de ti. - solté sin reparar en ello.

Se detuvo quitándose los lentes del sol, arqueando una de sus perfectas y pobladas cejas.

-¿Típico de mí? - siguió con tono adusto.

Maldición, hable nuevamente sin pensar.

-Olvídalo. - dije decidida a retomar un camino que no conocía. Al parecer, soy más torpe de lo que creía.

-No, Sheccid. - sujeto mi brazo, obligándome a mirarlo directamente, ¿qué voy hacer? - Dime, ¿cómo soy? - muerdo mi labio, indecisa, ¿si le decía y se enojada?

Con ser sujeto siempre es mejor callar que hablar, ahora no tenía una cerveza en la mano pero sí que podría dejarme aquí tirada y yo no conocía nada. Este lugar al parecer era triplemente más grande que mi escuela.

-Vamos, Sheccid, sé que puedes ser más honesta que un 'olvidalo'.

-No creo que sea de tu interés. - enseguida me tape la boca. Al parecer, era pésima ocultando mis pensamientos.

-Dijiste que era 'típico de mí', así que, creo que sí me incumbe y, por lo tanto, me interesa. - Hamilton empezó a verme de una manera muy extraña que incomodaba. Solté un gruñido exasperante.

-Un bad boy - dije sin ningún adorno ni arreglo. Él quería saberlo, ¿para qué darle vueltas al asunto?

-Un bad Boy. - repitió tranquilamente, -¿Por qué?

¿Realmente estaba preguntando eso?

-Ambos sabemos porque Hamilton, es demasiado obvio.

-Lo que es obvio, es que te gustan las novelas juveniles. - murmuró con una sonrisa socarrona, haciéndome sonrojar por la verdad de esa afirmación -Me gusta, mi chica no es una inculta.

¡Achis, achis los mariachis? ¿Eso cuándo pasó y por qué no estaba enterada?

-No soy tu chica, Hamilton. - repliqué cansada.

-Podrías serlo fácilmente con una sola palabra de dos letras. Rodé los ojos sin saber de dónde rayos había salido el tema, mira al frente Alex,- ¿Te das cuenta de lo absurdo que suena? Con sólo una mirada cualquiera se daría cuenta, incluso tus compañeros lo hacen, por eso ahora mismo hablan de nosotros.

-¿Y? Ellos pueden meterse sus rumores por el culo y seguiría sin preocuparme.

No puedo razonar con este chico, es imposible.

-Eres un desastre. Ni siquiera tendríamos que habernos conocido.

-Tal vez, Sheccid, pero nos conocimos y estamos juntos.

-Estás hablando en plural, el sentimiento no es recíproco. No estamos juntos.

-Si tú lo dices. - ni siquiera toma en cuenta lo que digo.

Me pilló desprevenida, creí que se ofendería o algo parecido, pero su atención se centra al otro extremo del pasillo. Un grupo de chicos que parecen del equipo de baloncesto reían a carcajadas y sin disimulo, señalando en nuestra dirección. Liam pareció molestarse por el objetivo de sus risas. Miraba por encima de mi hombro, con la mandíbula tensa.

Mierda, esos tipos quieren morir.

Ellos lo notan y palidecen ante la dureza de sus facciones, a excepción de - quién creo- es el capitán del equipo, continúa mirándolo retadoramente.

-Voy a destrozarle la cara. - gruñe tan amenazador que asusta. Habló en serio, no bromeó, su modo peligroso asesino está activado.

Da un paso, sé que si no hago algo, va a molerlo a golpes.

-Liam, dime que hacemos aquí. - intervengo antes de que haga una locura. Por alguna extraña razón, tengo la confianza que no me hará daño esta vez.

Aunque, no tardó en prepararme para correr en caso que no sea así. Esa mirada fría es igual a la de un homicida listo para el ataque. Casi pierdo el aliento cuando vuelve a pasar su brazo detrás de mis hombros para continuar caminando. No tengo la menor idea de quién de los dos está más tenso.

-Son unos idiotas, se están riendo porqué estoy aquí contigo... No suele ser mi estilo.

-¿Tu estilo? - intenté mirar hacia atrás, antes de darme un regaño mental. Por Dios, Alex, no seas indiscreta. Él parece pensar en lo mismo, regresa mi cabeza a la posición anterior.

Era evidente que se estaba conteniendo demasiado para no ir y partirles la cara, ¿acaso lo hacía por mí?

-Ya sabes..., tengo muchas amigas y a esos idiotas puede que les guste alguna.

<<Amigas>> repetí en mi cabeza. No creo que ellas piensen lo mismo, realmente es totalmente opuesto a mí. Yo no tengo ni perro que me ladre. Pobre de la chica que salga con él...

-¿Qué tendría de malo salir conmigo?

Joder, ¿acaso lo dije en voz alta?

-Sí, Sheccid, constantemente, sueles hacerlo. - abrí la boca impresionada y, también, avergonzada.

-Eres un desastre de chico. No podría lidiar conmigo y también contigo, colapsaría. - confesé incómoda, - Aunque, no eres tan desagradable como creía. - recurrí en un intento de hacer esto menos pesado para ambos.

-Me alegro de ello.

-De nada, bad boy... - según termino diciendo me doy cuenta de mi error, ¿acaso no puedo ser más cuidadosa?

Maldición. ¡Tonta! ¡Tonta!

No dijo nada más que un simple: -Sigamos.

Al entrar a la cafetería, tuve que tomar fuerza de voluntad para fi fingir que no estaba sonrojada. Liam me miraba divertido cuando casi me ahogo, es el doble, no, el triple de tamaño que la de mi escuela. Las mesas metálicas blanquecinas, pisos relucientes, una pantalla en los extremos y ¡un subway!. Esto es... Me quedo sin palabras.

Parecía que Liam buscaba a alguien, no dejaba de voltear hacia los lados, poniéndome nerviosa.

-Ahí hay una mesa, Sheccid, siéntate y yo iré por algo de comer.

Desconfiada, hice lo que me pidió. Ahora que lo pienso, no sé porqué. ¿Será por qué sigo maravillados de este lugar? Santa madre de las invisibles, nunca vi una cafetería tan bonita.

-Mejor no pregunto quién es la madre de las invisibles. - le escuché decir en tono de gracia.

Lo cuál, también me motivó para arrebatarle la mochila y salir corriendo rumbo a la mesa que señalaba, ocultando mi cara entre mis manos en el proceso.

¿Acaso se puede ser tan torpe?

De reojo, observó a Hamilton intercambiar palabra con Graciela, ella no se veía de muy buen humor, al contrario. Únicamente basto un par de segundos antes de que ella se lanzará hacia él y besará su mejilla para después correr hasta no sé dónde.

Inconsciente, frunció mi entrecejo, ¿ellos dos son esa clase de amigos? Un momento..., ¡a mí que me importa! Podría acostarse con diez mil chicas y no sería de mi interés, aunque, la realidad es que ese chico es virgen.

¿Quién lo diría? No lo parece.

Frustrada, sacó mi libreta mientras releo lo que escribí entre líneas y cuadros.

****

Habían pasado ocho años desde que su mamá se había ido, ocho años en los que no había recibido noticias de ella. En lo que ella respectaba, su madre podría o no estar muerta y aún así no era capaz de saberlo.

Se miró en el espejo, detallando cada una de sus facciones y líneas, no era la gran cosa como muchos de sus compañeros, pero sin duda alguna, era una joven sumamente hermosa. Su cabello color azabache caía en ondulaciones que llegaban hasta la mitad de su espalda -la mayor parte del tiempo, rebelde-, el color castaño de sus ojos se fundían más en oscuridad que el día antes de hoy mientras que unas largas pestañas contornean la forma de estos. Había pasado demasiado tiempo desde la primera vez que llegó a ese lugar, ocho desde que su madre la abandonó y siete desde que Edek, y aquella voz en su cabeza lo habían hecho.

<<¿Alguna vez, volveremos hablar?>> Eris solía preguntarse, constantemente. Siempre prefiriendo la duda, antes que la respuesta. Y, es que, una parte de ella, sabía que luego del accidente de Evolet nada regresaría a ser como antes.

Salió de su habitación, el ocaso en el cielo resplandecía tan llamativamente que parecía que la ausencia del sol pasara casi desapercibida, aunque hubieran rastros de luz no eran lo suficientemente mortíferas para la fina y pálida piel de sus compañeros de clase.

-¿Aún después de siete años, sigues sin acostumbrarme al horario de un vampiro?- la chica subió la mirada ante la elegante sonrisa del líder. Una amable, una sonrisa exclusiva para ella.

-Máxime. - susurró en un parpadeo de ojos, sin darse cuenta en que momento había llegado a su lado- No deberías cuidar a los demás antes de pensar siquiera asustarme.

-Me preocupé cuando no te vi abajo con los demás.

-Una simple humana no tiene la velocidad de un vampiro. - murmuró en un suspiro, saliendo de las puertas de aquella pequeña y sofisticada mansión.

Aquella que, estaba destinada solamente para los estudiantes nocturnos.

Porque, pese a que los habitantes del pequeño pueblo de Rosenholz creían que aquella se trataba solo de una escuela de élite, las irrompibles puertas ocultan más que simples estudiantes con belleza sobrenatural.

-Ambos sabemos que no eres una simple humana, Eris.

-En lo que a mí respecta, si. Ni siquiera estoy segura de quién soy.

Máxime la miró duramente, provocando que un estremecimiento corriera por las venas de la joven, un escalofrío que la incitaba a correr lejos de él. Sin embargo, a pesar de ello, sabía que él no sería capaz de lastimarla. No sólo se había dicho, también se lo había demostrado en más de una ocasión.

-¿Crees que ser hija de la luna no es nada?

Hija de la luna. Se repitió. ¿Eso es lo que era o lo que se supone debía de ser?

-No importa lo que creas, sigues sin ser un humano normal.- habló él con tranquilidad, sabiendo los pensamientos que fluyen por la mente de Eris, - Sí lo fueras, ten por seguro que no estarías aquí. - Sus largos, fríos y pálidos dedos tomaron de su quijada, obligándola a verlo a los ojos- La guarida de un vampiro siempre es peligrosa para ellos, no nos importa matar sólo saciar nuestra sed.

Con el desemboque de su corazón latiendo a mil por hora, desvió la mirada hacia el cuadro de toda la clase. Los vampiros no sólo tenían una belleza desencadenante, sino, una que te envolvía hasta hacerte caer en sus garras.

-Ustedes no son esa clase de vampiros, además, sé que nunca me lastimaría. - regresó la vista hacia los claros ojos de Máxime, esta vez, cómplices.

-Algún día las cosas podrían cambiar, Eris. Tú lo sabes. - su frío aliento se combinó con el aire que giraba alrededor de ambos. Con velocidad, sus rostros estaban más cerca el uno con el otro, sus miradas perdidas y retando a la otra. Sólo necesitaban un paso más.

-¿Era necesario que vinieras hasta aquí, hijo del sol?- gruñó con desinterés.

Eris, quién ni siquiera se había percatado de su presencia giro la cabeza contemplando con sorpresa una figura alta, el cabello dorado como el sol y una mirada seria capaz de intimidar hasta el hombre más valiente.

-Edek.

-Estaban tardando demasiado, creí que los vampiros se tomaban la puntualidad muy en serio. Irguiendo su espalda, Máxime lo miró de la misma manera en que Edek lo miraba a él. Odio.

-No creí que estuvieras tan pendiente de nosotros, Edek. ¿Me debería alagar?

El rubio esbozó una sonrisa irónica, -Es mi trabajo cuidar a los estudiantes normales de seres como ustedes. Tú lo dijiste antes, ¿recuerdas? Después de todo, soy el hijo del Sol y el guardián de la primera clase.

-Y yo soy el líder de este clan.

La tensión se sentía gravemente, incluso, sofocando a Eris en ella. Jamás lograría entender cómo ambos seres podían poseer tanto atractivo ni tampoco hasta qué grado serían capaces de extender el recelo y el odio que habitaban entre ambos.

***

-Son unas idiotas.

Levanté la cabeza, encontrando a Graciela sentada delante de mí con un enorme pastel de helado encima de la mesa.

Tomó una cuchara y sin prestar atención en los plantos, zambulléndose en el postre.

¿Dónde está Hamilton? ¿Cuándo llegó ella? ¿Qué rayos hago aquí?

-Grachi, - se veía muy furiosa, indecisa, me animé a preguntar: - ¿Qué tienes? ¿Estás bien?

-¿Te parece que estoy bien, Alex? - creo, debí quedarme callada, - Mierda, lo siento. No entiendo, ¿por qué existen tantas chicas idiotas?

No sabía a qué se refería pero sin duda, no era nada bueno.

-¿Puedo ayudarte en algo?- cerré mi libreta tan rápido que ella ladeó la cabeza curiosa.

-¿Otra vez estudiando? Sí que Hache se buscó a una matadita. - a comparación de las demás veces, su voz no tenía el mismo timbre de siempre.

-No estoy estudiando. Digamos, es algo que solo yo puedo leer.

Frunció los labios y entrecerró los ojos pensativa, - ¿Un diario?

-No. - respondí casi de inmediato - Aunque, sí algo parecido.

Dudosa, asintió tendiendo la otra cuchara.

-¿Qué te parece si mejor me dices que te sucede?- anime.

-Sinceramente, no tengo ganas de hablar. - regresa su mirada al pastel.

No podía dejarla así, se veía bastante mal.

-Es muy probable que me llames 'chismosa', pero puedes confiar en mí. A cambio, te diré mi truco para endulzar mi día, además de leer- y escribir a escondidas.

Sonríe sinceramente, ¡bien!

-De acuerdo, Sheccid- canturrea el apodo de Hamilton, no la corrijo y eso la hace curvar una línea sobre sus labios - El imbécil de mi novio... no, ex novio - corrige - acaba de terminar conmigo. - suelta tranquila - No me molesta, digo ni siquiera me gustaba demasiado, pero, ¡mierda!

Da un gran bocado, invitándome a comer con ella. Como no quiero hacerla enfadar, tomé la cuchara para comer.

¡Delicioso!

-¿Por qué terminó contigo? - tal vez no está enojada por el hecho, si no, por el cómo.

-Al salir de cálculo vine a la cafetería y una chica de intercambio, Angie- arrastró el nombre rencorosa- empezó a decir cosas estúpidas como "yo no soy de esas chicas que se pintan las uñas y están atentas a la moda. Me gusta la aventura y el reto, no soy una dramática" "¿Nunca han notado que las que se empeñan con el maquillaje tienen voces tan chillonas que desesperan? ¡Tontas!" - agudizó su voz. - Estúpida.

Moviendo las manos, le pido continúe.

-Entonces, yo le di mi punto de vista

-¿Y fue?

-Que no tenía derecho de hacer sentir mal a nuestras compañeras ni hablar por las demás. Todas somos diferentes, todas tenemos sueños y metas, y sean cual sean, no debemos ser juzgadas por no tener las mismas convicciones. - estoy muy de acuerdo. - Y la muy perra, me gritó ¡"Feminazi"! cuando me di la vuelta.

Ya entiendo todo.

-Entonces, tu ex le dio la razón.

-Si, terminó conmigo el muy cabrón justo antes de que yo lo hiciera. ¿Quién se cree? Durante un año estuvo jodiendo para que aceptará salir con él, me amenazó con suicidarse para no dejarlo y, ahora, sale con esto. Lo peor de todo, mi mejor amiga le dio la razón.

-¿No crees que es mejor? - alzó una ceja maldiciendo- Alguien así no es indispensable. Lo siento, pero pienso que mereces a alguien mejor.

Abrió y cerró los ojos - Si, lo merezco. - concluyó animada.

-Mira, como prometí, te compartiré mi secreto. No se lo digas a nadie, es vergonzoso.

-De acuerdo.

Buscó una canción en el celular, colocando mis audífonos y le tiendo uno para reproducirla.

Bastan los primeros cinco segundos para que Grachi suelte una carcajada, tratando de reprimirla con la mano sobre su boca. Fallando.

-¡Oh por Dios! Esa canción...

Es muy probable que sea una en un millón que sigue escuchándola.

-¿Quién lo diría? Sorprendente.

Tal vez, fue un error.

-¿Tiene algo de malo? - pregunté preocupada.

-Para nada. Me encanta. Asereje ja deje... - canta suave, moviendo sus manos una encima de la otra.

No es cosa de brujería que lo encuentre to' los días

Por donde voy caminando

Diego tiene chulería y ese punto de alegría

Rastafari-afrogitano

Ni siquiera podemos seguir la letra de la canción, es una suerte que el lugar esté casi vacío.

Y aserejé-ja-dejé
De jebe tu de jebere seibiunouva majavi an de bugui an de güididípi
Aserejé-ja-de jé

-Hache me dijo que estabas rara, ¿todo bien?

Lenta e involuntariamente, baje la mirada. No quería volver a vivir esos extraños recuerdos, podría ser un sueño pero yo sé de qué era.

-Sí.- me concentré en sonar convincente.

-No es malo hablar ni pedir ayuda, ¿sabes?

-No necesito ayuda ni hablar, solo olvidar. - comenté resignada.

No podía hacerlo, si lo hago otros sabrán mi error, mi imperfección... Me niego, no podría soportar las miradas, Grachi es un ejemplo de lo que temo, habrá personas que me miren igual que ella, con lástima y otros que me juzguen.

Yo no quiero eso, solo quiero seguir adelante.

-Bien.

Sentí culpa, no era mi intención sonar ruda ni tampoco hacerla sentir mal. A veces soy tan inconsistente que no me doy cuenta hasta que es demasiado tarde.

Quiero disculparme, el silencio se prolonga de forma corta, antes de emitir el mínimo sonido es ella quien me extiende su auricular.

-Es mi turno, Sheccid.

Ni siquiera tuve tiempo de responder, ella ya me había puesto el chicharito en el oído. Y esta vez fue mi turno de sorprenderme.

Santa madre de los pectorales, virgen de las invisibles, ¡es un clásico infantil!

-Nadie pasa de esta esquina, aquí mandan las divinas porque somos gasolina, gasolina de verdad... - articula sin voz, - Brenda Asnicar canta como Diosa esta canción.

-Yo recuerdo que gracias a esa canción, moleste a mi mamá por la pluma de Antonella. Estoy segura que se hicieron ricos con ella.

-Ah, sí. La versión argentina, no la tenía. - comentó pensativa.

-Sí, me gustaba más esa.

No puedo creer que estemos hablando de esto, nunca imaginé tener este tema de conversación con alguien.

Esto es... Inusual, y entretenido.

Y, hubiera sido perfecto si nos hubieran dejado disfrutarlo. No dejaron que siquiera terminará la canción cuando la luz del foco fue oscurecida por el efecto de un par de siluetas que nos hacían sombra.

Por inercia, las dos subimos la cabeza. El bueno humor de Grachi se había esfumado, eso quería decir que la mala del cuento hacía acto de presencia.

Es bastante bonita, muchas de las chicas de este lugar lo son.

-Hola Grachi

Uff... Oír eso la hizo tensar, si algo había aprendido de ella, es que muy pocos podían llamar así, claramente, su círculo de amistades y dudaba que esta chica perteneciera a él.

-No me digas así. Me llamo Graciela, ¿lo olvidas o te has diagnosticado Alzheimer?

-Vaya, el radicalismo se te da de maravilla.

Genial, ¿en verdad van a discutir? ¿Cómo rayos estoy en medio de esto? ¿Por qué? Detesto los problemas, ahora estoy en el centro de uno, supongo que mientras no me inmiscuya en él todo estará bien.

Mientras más escuchaba la discusión de estas dos, menos entendía porque ella hacía diferencia de quienes juzgaba, además de que la tal Angie era una mentirosa. Grachi no era nada de lo que decía, jamás la he visto comportarse de forma presuntuosa o engreída. Era una chica guapa, su figura se moldeaba a la de una modelo en plena pasarela, era de esas chicas que podía robarle el aliento a cualquier chico. Sí, Grachi, era una rompe corazones.

-¿Podrían parar, por favor? - entre las chicas del grupo de la chica, se oyó la intervención de la voz más dulce que nunca antes había escuchado.

Sincronizadas, las tres miramos hacia el mismo punto. Princesa. Eso fue lo primero que pensé cuando la vi.

Su cabello liso y sedoso color chocolate combinaba perfectamente con la piel aperlada y -aparentemente - suave, no parecía tener ni una sola perfección. No había acné, manchas ni marcas de varicela como en la mía. Ni hablar de sus ojos verdes, eran tan bonitos que me hacían desear haber nacido con unos iguales a los suyos.

-María.

¿Así que ella es la tan famosa María de la que Liam luego habla?

No soy lesbiana, pero admito que es muy hermosa. Tanto que podría ser confundida por un ángel.

-Dejen de discutir. Grachi, de ser intransigente con la situación, la gente habla de ti.

-Y que me importa lo que diga la gente, María. Ellos ni siquiera me mantienen.

-¿Te gusta que todos digan que eres una Feminazi? Porque, a decir verdad, con tu actitud es lo que das a entender. Angie sólo emitía un comentario...

Oh no, esto no estaba bien. Necesitaba hablar, si no lo hacía explotaría.

¿Dónde está la mejor amiga de Grachi? ¿No se supone que son como hadas madrinas?

-Déjala María, hay chicas que hasta el mínimo comentario les agrede. Ojalá cambies ese pensamiento, créeme cariño, te lo digo por tu bien. Yo apoyo el feminismo, pero ser feminazi no es cool. - le sonrió de la forma más hipócrita que me daban ganas de vomitar. - Espero tomes mi consejo, y dejes ser la feminazi del colegio. - finalizó.

O, al menos, eso fue lo que creí. Sin darme cuenta, ahora yo era su objetivo, podía sentir una intensa mirada querer taladrarme de arriba a abajo.

-¿Eres nueva? Claro que eres nueva, eres becada, ¿cierto?- ¿cómo supuso eso? Entiendo lo primero pero lo segundo... entonces, recordé que como venía vestida y no me pareció tan descabellado - Mira se ve que eres una buena chica, y aunque, no te conozca creo que necesitas que alguien te advierta. No te recomiendo ser amiga de una feminazi, no sabes en los problemas que podría meterte.

No me dí cuenta que mis manos estaban hechas puños, ni tampoco que por mi garganta subía una onda sonora, simplemente, actué por impulso.

-Prefiero ser amiga de una "feminazi", a serlo de una puritana engañosa como tú. Dime, ¿al menos sabes que es una Feminazi? - hable más fuerte de lo que hubiera querido.

Joder, Joder... yo no soy así. Lo que menos busco son problemas, no obstante, tengo el presentimiento de que he entrado en uno muy grande.

-¿Dijiste algo, niña? - sus ojos parecían ser esas máquinas de escáner. Uno que, casi quiere desnudarte de tanto que te sube y baja la mirada.

Dile que no. Discúlpate. Eres invisible, una chica buena no se mete en discusiones tan triviales.

-Si. Te he dicho que prefiero ser amiga de Grachi a ser tuya, ¿no fui clara?

¡Eso no debías decir, Alex! Vírgen de las invisibles, rescátame.

-Llamas a Grachi Feminazi, y sólo encuentro una razón lógica para que lo hagas. Y es que, no sabes lo que quiere decir, es eso, o estás tan desesperada por ser el centro de atención que no te interesa joder a otra persona. ¿Crees que llamar de esa forma a Grachi te hará una líder o algo por el estilo?

Esto no estaba bien, mi sentido común de supervivencia me gritaban que me echara a correr, sin embargo, mi orgullo me obligaba a quedarme clavada en mi lugar. Era algo estúpido, ni siquiera podía retener su mirada, aquella que me enterraba a más de mil metros bajo tierra. Puedo ver ya a la catrina acompañando a la muerte con su guadaña.

-¿Quién te crees que eres?- si, definitivamente estaba furiosa.

¿Fui yo, o ella se tele transportó rápidamente? Juro que hace unos segundos, estaba a diez pasos de mí, ahora está a tan solo uno. Su mano se alzo mostrando las largas uñas negras de diseñador, ¿acaso no le dijo a Grachi que ella odiaba eso? Su piercing de la nariz se ve tan brillante que se nota más con la dilatación de sus fosas nasales.

-Yo no haría eso si fuera tú, Angi.

-¿Crees que me importa lo que tú harías?

-Bueno, no me digas que no te lo advertí. A Liam no le gustará que toques a su novia. - adjuntó con la vista desinteresada en sus uñas a medio pintar.

Solo bastó con decir su nombre para que su expresión se desfigurara completamente. ¿Será malo querer reírme por ello?

-Mientes. ¿Por qué alguien como Hache querría salir con alguien como ella?

Porqué, esta demente. Y es un salvaje.

-Sólo mírala, es claro que no está en el mismo nivel, no tiene ningún sentido. ¿No tenías dinero para un pants decente?

-Tú tienes dinero y se te olvido comprarte un cerebro. - Allí iba de nuevo.

-Escúchame bien, porque sólo lo diré una vez pobretona- murmuró con voz apenas audible, ¿por qué lo hace? La miré sin poder comprender, - Liam...

Esperé a que continuará, estaba a punto de golpearme. Su mano sobre el cuello de mi blusa me lo confirmaba, aún así, había otra mano más grande que alargaba un musculoso brazo tatuado que la apartaba de mí.

Genial, el problema más grande de mi existencia ha llegado. No sé si eso sea bueno o no.

-Liam, ésta chica está mancillando tu nombre.

-¿Así?- me dedico un rápido vistazo, la frialdad que siempre daba escalofríos se reflejaba en sus orbes verde- azul, aunque no estaba dirigida a mi, sino, a esa chica.

Ella lo miró con una combinación de admiración y parálisis, así como las otras tres chicas de su grupo, ahí está la tal Lilia... no, así no se llamaba. Lima... no, esa es una fruta, ¿Lyra? creo que sí.

-Ella quería inmiscuirte en una cruel mentira, dañando tu reputación.

Hamilton le dedicó una mirada rápida a Grachi, ella solo comía y negaba con una sonrisa.

-¿Y qué dijo?- ordenó con ese tono helado que tanto lo caracterizaba como un chico peligroso y malo.

Antes de que la chica pudiera contestar, otra voz llegó hacia nosotros.

-¿Qué están regalando o qué?

Lo reconocía. Estaba en el bar ese día, ¿Renzo? Tavo lo acompañaba y sonrió grandemente al verme.

-Pero, miren quién está aquí. Si es la chica de Terrier loco.

-¿Qué?- la chica quería morir.

-Mi novia.

De inmediato, lo miré confundida. Ay caray, ¿qué?

-No soy tu... - dejé la frase inconclusa, me quedé atrapada entre sus brazos y pecho, una mirada asesina y el rebote de un balón de fútbol en el piso.

¿Qué pasó?

-Mierda. - percibí una voz masculina. Al alzar la mirada no pude evitar que todos mis sentidos reaccionan alertas.

Alguien iba a morir aquí.

Yo iba a morir, quería llorar y a la vez golpear a Hamilton.

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