24. A la mierda

Capítulo veinticuatro
A la mierda

Susurros.

Todo da vueltas a mi alrededor. Igual a un foco dentro un cuadrado que no deja de girar, primero derecha y luego hacia la izquierda.

Grande y pequeño, pequeño y grande.

No siento mi cuerpo ni tampoco puedo dejar de reírme, ni siquiera sé porqué río, tal vez, porque ellos ríen conmigo. Sus manos me tocan, aunque no siento su tacto sé que lo hacen.

Su piel, no sé que pasa con ella. Sus sonrisas de pronto me asustan y mi lengua se pega a mi paladar. Todo lo que salía eran balbuceos que poco a poco se iban apagando.

Era como un caramelo que ansiaban desenvolver, un dulce para un niño pequeño que lo veía cómo lo más delicioso que pudiese existir.

¿Qué hacen? Paren, ¿Fernando? ¿Quiénes son ellos? ¿Dónde...?

—¡Peñaloza! ¿Que haces ahí parada? ¡Sigue con los demás!

El profesor Martín me grita, le miro desconcertante y maldigo al ver que ellos suben las escaleras mientras yo apenas estoy a la mitad del patio.

No digo nada, obedezco y vuelvo a trotar.

La cabeza me duele y un par de sensaciones indescifrables e indescriptibles crean un nudo dentro mi estómago que me hacen querer vomitar. No estoy segura si es por correr tanto o por ese fragmento distorsionado que causan pesadillas. Ahí estaba de nuevo, sólo que a diferencia de las demás veces en esta ocasión me había tomado —tanto — desprevenida como despierta.

—¡No te quedes atrás, Peñaloza! Tiene que terminar al menos siete vueltas.

¡Apenas iba por tres!

Claro, como él nada más nos mira se le hace fácil apresuraranos, ¿verdad?

¿Por qué no hace él ejercicio con nosotros, ah?

Corro lo más rápido que puedo. Literal, estoy agonizando. Los ligamietos y articulaciones de mis piernas arden, ni hablar de la opresión en medio de mis pechos.

—Vaya, no aguantas nada. — se burla Fany sin dejar de trotar.

Se detiene en el último escalón de las escaleras, esperándo.

—El ejercicio nunca ha sido mi fuerte. — confieso sin aliento.

En verdad, debo mejorar mi condición física. Es un asco.

—Y eso que apenas empezamos. — ríe a la par que retomamos el calentamiento y corremos bajando la rampa: volviendo al patio e iniciar otra vuelta.

—Te juro que ya no puedo.

No tardó demasiado, media vuelta y ya me siento desfallecer. Mi respiración es acelerada, mi pecho sube y baja aceleradamente mientras una corriente helada recorre mi garganta hasta la laringe, no dejó de buscar aire con la boca.

Observó a mi amigo Jorge que va a lado de Edmun, él muy maldito trota de espalda y me saca la lengua burlándose de mí.

Ojalá se caiga por imbécil.

Miró rápidamente a mis lados, en dirección al profesor para percatarme que no esté en su punto visual, al estar segura de no recibir ningún regaño, le muestro el dedo de en medio rápidamente a la par que le saco la lengua. Jorge abre mucho los ojos sorprendido, nunca de los nuncas y jamás de los jamases había hecho una cosa cómo esa, se da la vuelta para correr con normalidad y le susurra algo a Ed, tengo la certeza que me ha acusado porque éste me mira con curiosidad e impresión.

Chismoso.

—¡No te veo sudar, Peñaloza! — grita de nuevo, haciendo que exaltada vuelva a correr.

Maldigo en mis adentros, ¿acaso es mucho pedir que me dejen respirar tranquila? ¿Quién en su sano juicio pone a correr diez vueltas a un grupo? ¿Y si le digo que yo no sudo?

La frente y las patillas de la mayoría de mis compañeros están impregnadas en una ligera capa de sudor, la mía —al contrario — esta más seca que un desierto. Y no es porque no haya corrido..., de acuerdo, admito que, efectivamente a comparación de los demás llevo un par de vueltas menos, sin embargo, no es mi culpa. Ahora pienso, mas de la mitad de mi grupo no entra a su clase, además de que tampoco es una materia a calificar, ¿por qué yo si?

Se me olvidaba, porque debo dar un buen ejemplo de responsabilidad.

Que mierda, es sumamente difícil.

Sus risas retumban en un eco silencioso dentro mis oídos.

Tan lejanos y tan cercanos a la vez.

Nada es diferentes, todo sigue dando vueltas. Hay muchas luces que lastiman mi vista.

Fernando... te amo...

—Alex, ¿estas bien? — me toma Edmun del hombro, ayudandome a salir de ese transe.

¿Qué? Le miro desconcertada y confundida, lo que siento ahora mismo no es nada agradable. Es cómo si alguien te diera una fuerte patada en la cabeza después de un mañana de cruda.

Parpadeo varias veces, mis compañeros me pasan de nuevo, en cambio, Ed continúa a mi lado mirándome con preocupación —Te ves mal, pikachu, tus ojos están... ¿acuosos? — dice indeciso. Por inercia llevo mis manos a mis mejillas, espero no haya derramado lágrimas.

No, esto no puede pasar. Nadie puede saber, ni siquiera ellos que ya tienen un contexto aproximado.

—Estoy bien, sólo cansada. — aseguro sonriente.

Lo que menos quiero es preocupar a otros, no me lo merezco. Sólo soy una maldita y jodida broma en este mundo, una chica patética.

Miró hacia atrás de Ed, el profesor Martín no se ve muy contento. Se cruza de brazos observando a cada alumno en su rutina.

—Debo correr, o el viejito me va a regañar de nuevo — bufo, regresando al trote.

En verdad, el profesor se ha traído hoy conmigo un desquite fenomenal, en más de la mitad de este tiempo sólo se la ha pasado regañandome.

Subo las escaleras en trote, esto es muy difícil. Mientras bajo la rampa de cemento, Fany de nuevo me espera con la excusa de estirarse.

—Todo sería más sencillo si antes de ponernos a correr, nos dejará hacer estiramiento — se queja conmigo.

Niego de un lado a otro, estoy muy segura que ni con estiramiento doy una, se lo hago saber y se ríe.

—No da risa, en verdad, desde pequeña el ejercicio y yo somos enemigos mortales. — murmuro. Mis mejillas deben estar bastante rojas.

—Yo no te creo, por Dios, Alex. Estas delgada, yo quisiera estar igual de delgada que tú.

Sin poder evitarlo, ambas cejas se arquean, debe ser un mal chiste —Fany, eres mucho más delgada que yo. A mí las lonjas se me notan, estoy pensando mucho en ya no comer y mejor ahorrarme mi gasto del día.

—No mames Pikachu —llega alguien detrás de nosotras. ¡Rosa de Guadalupe! ¿Acaso le has dado súper poderes a este imbécil? —¿Tú dejar de comer? ¡Por favor! — se mofa.

—¿Cómo diablos llegaste hasta acá?

Jorge entorna los ojos, dejando en claro lo estúpida que le parece mi pregunta —Corriendo, dah — agrega en el tono mas obvio y sarcástico que conoce. —No es mi culpa que sean unas tortugas.

—Vete a la mierda. — gruñe Fany

—Sería un gusto, pero no conozco tu casa. — las mejillas de Fany se se vuelven casi tan rojas como las mías, a excepción de que las suyas es por enojo.

—Pendejo.

—Uy, ya se quién te pego esa forma tan grosa de comunicarte, Chibi — ríe Jorge con ironía, —. Como sea, no quiero que te vuelvas bulimica o anoréxica, no estas muy gorda — según dice eso, deja de correr a nuestro ritmo y regresa al suyo, dejándonos atrás.

—¿Qué mierda le pasa?

Sonrio de lado, conociéndo es muy amable de su parte.

—Por cierto, no me terminaste de contar lo de Hache.

Ah, con que eso es lo que le interesa.

—No entiendo a que te refieres, — me hago la desentendida, esperando que capte la indirecta de lo poco que deseo hablar de ese chico.

—¡Apresuren el paso o les haré dar otras diez vueltas! — se escucha el estillo duro del profesor, es un hijo de... ¡él esta tomando una coca- cola y comiendo una dona!

Genial, mientras nosotros morimos en el sol por el ejercicio él se refresca con una bebida gaseosa llena de calorías, ni porque sea 'light' se salva.

—¡Peñaloza! ¡Ramírez! — ruedo los ojos, pero no digo nada.

Puede ser timidez o estupidez, simplemente, no me atrevo. No quiero tener problemas, ni siquiera con un profesor cuya materia no se encuentre en el historial académico.

Como si eso no fuera suficiente, mi acompañante vuelve al ataque. —No te hagas, Alex. Me estabas contando en cálculo que saliste con él, — murmura muy bajo, y más bajo lo hace cuando sigue —¿Cómo entraste a tu casa sin que te descubrieran?

—Él le pidió a Tavo — No tenía que explicarle quién era, al igual que Liam, su nombre es bastante conocido en las escuelas de bachillerato por ser el presentador del Domo y sus raros apodos para los peleadores. Sólo que él era mucho menos popular que Hamilton — una escalera. Al llegar a mi casa entré por la ventana.

No respondí porque estuviese encantada, sólo no quería que estuviera todo el bendito día interrogandome, sería extraño y algunas intentarían escuchar para crear nuevos chismes.

—¡Que romántico! ¡Al estilo de Romeo y Julieta! —chilla maravillada, no puedo evitar rodar los ojos mientras una sonrisa escapa de mis labios.

—No se te ocurra decirle a nadie. — es lo que menos necesito.

Fany hace un puchero, — Es injusto, les cuentas más a Jorge y Edmun que a mí. ¡Se supone qje entre mujeres nos apoyamos más!

<<No es mi culpa, confiar más en ellos que en ti.>> A pesar de querer decirle eso, no lo hice. De mi boca sólo salió:

—Lo siento, es que a ellos los conozco más tiempo.

—¡Pero son hombres!

—¿Y? ¿Qué más da el sexo? Cuando confías en una persona lo haces, lo importante no es que sea fémina o masculino, sino, la capacidad que demuestren para poder guardar un secreto y apoyarte sin pedir nada a cambio.

No dice nada, sigue trotando dejándome atrás. Creo que se enojó.

Pie no su dije algo que pudiese ofenderla, en cambio, no encuentro nada. Simplemente, le dí mi punto de vista, ¿eso es malo?

Doy la vuelta, mis músculos contraídos son una molestia, no tanto como el profesor Martín. Mi pecho arde y siento que mis ligamentos no tardan en desprenderse. Me detengo, mis pulsaciones están a mil kilómetros por segundo, mis tablilla suben y bajan, apenas puedo mantener el aire y duele mucho cuando pasa por la garganta. Lo peor de todo, es que el profesor no parece cansado de llamarme la atención por mi poca tenacidad física. 

Encogida y agachada, sujeto mis rodillas intentando tomar un poco de aire, mi boca aspira todo lo que puede. Sé que esta mal respirar de esta forma y más en los deportes, pero maldición si que estoy agotada.

Odio a este profesor y sus clases..., en realidad, odio todos los deportes.

Alzó la cabeza, creo que alucino. Estoy viendo a Liam recostado en una de las jardineras comiendo una manzana sumamente divertido por el "espectáculo". Pero, eso es imposible, lo expulsaron.

—Okay, Alex, estás perdiendo la cabeza. — me digo.

No desaparece, al contrario. Me hace una señal pidiendo acercarme y no puedo evitar fruncir el ceño, ¿tan lejos ha llegado mi locura? Ahora hasta lo imagino en la escuela.

Ladeo la cabeza de un lado a otro, si me voy a otra parte ese profesor es capaz de obligarme a correr un maratón, abro y cierro los ojos esperando desaparezca su tatuada y "molesta" figura pero sigue allí.

Oh, madre de los pectorales, dime que no es cierto.

¿Qué hace él aquí?

Me dispongo a seguir mis vueltas, sin embargo, cuando estoy a punto de dar cinco pasos, Fany llega a mi lado y toma de mi brazo para acercarse al profesor.

—Maestro, Alex, esta hiperventilando. La llevaré rápido al baño para que se moje la cara. — grita en mi oído, provocando que salté del susto.

Santa madre de las invisibles, casi me da un infarto. Si sigo así, podría morir más joven de lo que creí, al menos que la Rosa de Guadalupe llegué a hacer su típico milagro de capítulo.

Sin esperar respuesta, me hace bajar los escalones izquierdos y luego correr a hurtadillas detrás del edificio C, donde están las jardineras, estoy anonadada que no me permito replicar.

Sólo nos ve llegar y se levanta mientras inclina la cabeza, dispuesto a besarme. ¡Esta loco! Giró mi cabeza, recibiendo el beso en la mejilla, que inoportuno.

Fany parece darse cuenta de la situación o cree hacerlo, tiene una imaginación bastante bochornosa.

—Bueno, yo los dejo. Le diré al profesor que te dejé vomitando en el baño. — me guiña un ojo y corre de regreso al patio. Dejándome con con la mano en el aire y la palabra en la boca, antes de negarme ya se había ido.

—Tu amiga es bastante intuitiva. — lo escucho con un ligero toque divertido.

Resignada, me doy la vuelta, mirándolo con los brazos cruzados. —¿Qué haces aquí?  ¿Cómo rayos entraste? — inquiero golpeadamente.

—Por la puerta  — responde lo más obvio.

—¡Ya se que entraste por la puerta! — es muy bueno para sacarme de quicio, parece ser su pasatiempo favorito —. A lo que me refiero es que tú no deberías estar aquí, si no, en tu escuela.

—Colegio. — corrige.

Le mire de con cara de "what", provocando que él suelte una carcajada.

—Hay una diferencia entre escuela y colegio, la escuela es...

—¡Ya lo sé! No necesito que me des una cátedra, Hamilton. — rechino los dientes, soportando las enormes ganas que tengo de estampar mi puño en su cara.

Y eso no es lo peor.

—Si tú lo dices, Sheccid, sabes que siempre estoy en disposición para ti. — sus facciones son duras, aun así, hay diversión en cada una de ellas.

—Alex, — le digo bruscamente — mi nombre es Alex. ¿Cuántas veces debo recordartelo?

El muy maldito me ignora, como siempre que tocó el tema.

—Claro, Sheccid.

Sonríe de forma arrogante, con los labios cerrados y una curva que los sube, cosa que me hace rodar los ojos.

—Todavía no respondes mi pregunta, Hamilton.

—En estas escuelas, sólo necesitas tener una credencial y ya está. — se encoje de hombros restándole total importancia al asunto.

Debo respirar un millón de veces antes de hablar con tranquilidad.
—¿Por qué viniste?

—No has respondido mis mensajes, estaba preocupado. Quería verte.

—Oh, bueno es que no he cargado el teléfono. — sí, es una mentira bastante estúpida. Hasta mi rostro se ruboriza por ello.

Por un segundo, las cejas de Liam se arquean e inospitamente suelta una estruendosa carcajada que admito me hace sonreír un poco.

—¿Por una semana?

—Ajá.

—Eres una pésima mentirosa, Sheccid.

Finjo sorpresa, mis cejas suben y mi boca se abre 'indignada' —¿Yo? ¿Una mal mentirosa?

Él afirma con un suave movimiento, avanzando un paso hacia él apuntándole con mi dedo sobre la playera negra.

—Te equivocas, yo soy una gran mentirosa. Sé mentir a la perfección.

Ni tú te la crees, Alex...

《¡Cállate, conciencia! ¿Quién pidio tu opinión?》

Divertido, me mira malicioso. Una mirada típica de un bad boy bravucon y arrogante, también, coqueto.

—¿Me lo juras?

—Lo hago. — afirmé en un murmullo retador, sin darme cuenta nos acercamos, más y más.

—No te creo. — insiste con altivez. Su mano toca mi mejilla, dándole suaves caricias con su pulgar, ¿intenta serducirme?

—Deberías hacerlo. — digo letamente, perdiéndome en sus ojos. Aquellos que hoy amanecieron de un color azul profundo como el mar sumergidos en reflejos y destellos esmeraldas.

—¿Así? — embobada, asiento y le detengo la mirada. Necesito ser fuerte, no puedo caer de nuevo en su juego.

Sin embargo, no puedo hacer mucho. Incluso su aroma amaderado de fragancia varonil y  su aliento a menta y tabaco pueden conmigo.

—Eres hermosa, Sheccid.

El dolor, el jadeo y mi cuerpo.

¿Que me hacen?

Las manecillas del reloj giran velozmente, ni siquiera puedo reír ni dejar de ver luces blancas, divago en un mundo monótono y abstracto, y pierdo el sentido del tacto o sensibilidad.

—Fernando.

—Eres hermosa, Alex.

El temor eriza mi piel, a pesar de ser un día caluroso puedo sentir el estremeciemiemto recorriendo mis venas. No lo soporto. Le empujo lejos de mí y saltó lejos de él.

Sus ojos reflejan confusión y preocupación. Cuando intenta acercarse, yo retrocedo un paso hacia atrás; negándome y haciéndole saber que no deseo que se acerque.

¿Por qué me pasa esto ahora mismo?

Se supone que cuando las personas sueñan despiertas es porque la fantasía te recompone un momento, no se supone que las pesadillas deban golpe arte en la cara a plena luz del día.

—Sheccid... — se acerca.

—No, — alzo mi mano, deteniéndolo — estoy bien. — la voz de mi garganta termina siendo insegura, no suena ni un poco creíble.

Frunce las cejas, sabiendo que miento.

—Dime, qué es lo que te pasa. — ni siquiera lo pide, lo ordena 

—Nada. Tengo clases. — trato de dar por terminada la conversación. Sin embargo, él vuelve a demostrar que no es bueno acatando lo que otros le piden y me sostiene del brazo sin darme oportunidad de escapar.

¿Acaso no entiende que no lo quiero cerca?

—Escapemos.

Está loco o escuche mal, sí, eso debe ser.

—¿Qué?

—Toma tus cosas y salgamos de aquí.

Definitivamente se les cayó a sus padres cuando era un bebé.

—No.

¿Que parte no ha entendido? ¿Acaso debo ir al grano y decirle 'largo'?

—¿Por qué?

¿Es enserio su pregunta?

Me mofo irónicamente, —No puedes venir y hacer lo que quieras, hay reglas. ¿Sabes?

—¿Qué reglas? Son imposiciones.
—Dah, eso justamente son. Pautas que establecen una sana prevalencia del sistema y una mejor convivencia.

—¿Acaso traes un diccionario de primaria escondido o algo así? Eso es muy ambiguo, Sheccid.

—Ambiguo o no, no iré a nigun lugar contigo.

Liam parecía tranquilo, usaba unas botas de piel que a simple vista lucían bastante caras, una playera que se pegaba a su bien estructurado cuerpo y unos mezclillas que le iban demasiado bien. Por mucho que quisiera alejarme, su proximidad y sus brazos abultados me colocaban en una posición bastante difícil.

—Cumplir siempre las reglas no te hacen una mejor persona, sólo un ser sin percepción. A veces es bueno romperlas esporádicamente.

—Tú las rompes siempre. —  Le recrimine, no voy a dejar que me hunda con él.

Eso no dijiste hace una semana, ni cuando estaban en el panteón.

¿Podrias callarte, cerebro? Nadie pidió tu opinión?》

—¿Si sabes que lo has dicho en voz alta? — preguntó colocándose unas gafas de sol.

Tonta, tonta, tonta. Me doy una bofetada mental, ahora podria pasar como la hermana de un jitomate.

—Es tierno, me gusta. — termina.

Hago una mueca.

—Eres demasiado molesto, ¿sabías?

—Y tú bastante refunfuñona, pero, ¿qué le voy hacer? Así me gustas.

—No me conoces en lo más mínimo.

—Lo sé, eso es lo que quiero. Conocerte, porque sé que lo que siento iría en aumento.

No sabe lo que dice.

Solté un suspiro, esto estaba mal. Esto no pasa en la vida real, ¿por qué alguien como éste loco se fijaria en mí? No estamos en un tonto capítulo de la sagrada rosa de Guadalupe ni un dichoso libro cliché que amo leer, ¿acaso tuve un accidente y estoy en coma creando esta historia? Pellizco mi brazo, sintiendo un fuerte ardor sobre la zona, auch. 

No es un sueño, pero tampoco es normal, va en contra de la naturaleza de los estereotipos. Y todos sabemos que eso es lo que manda. Y, estéticamente no es normal, él será un imbécil y ególatra chico —pero — muy atractivo y, que, además besa estupendamente bien, mientras yo..., bueno, yo soy un cero a la izquierda en cuestión de estética.

Suelto un suspiro.

—¿Quién dijo que quiero conocerte?

—Los besos que me has dado. — responde con tranquilidad.

Era el peor tipo petulante que pudiese existir en la faz de la humanidad. Estaba acostumbrado a tener todo el tiempo la razón, no importaba cuanto tratase de buscar, él siempre lograba responder de mejor  manera y eso me molestaba.

—Fueron un impulso. — me justifique, torciendo el gesto con asco.

—Claro —dijo, torciendo también el gesto sólo que con juerga. —Entonces... — alargó la palabra sin perder el humor para finalmente, soltar — ¿vendrás conmigo?

¿Acaso no habló español?

—No.

Puse una mueca de exasperación ante su insistencia, lo peor del asunto es que la clase no tardaría en terminar y yo seguía aquí con este chico tan terco, ahora quiero matar a Fany. Si ella no me hubiera traído yo no estaría aquí, pienso en que podría ser peor, quedarme oculta discutiendo con Hamilton o seguir corriendo unas chorrocientas vueltas con el griton de mi profesor.

Definitivamente, ninguna de las dos.

Regrese de mi lapsus de cinco segundos, sólo para darme cuenta que de nuevo Liam estaba a una distancia bastante corta de mí, cuando quise alejarme fue demasiado tarde. Ya estaba en contra del frío muro, su mano sobre mi mejilla la acariciaba con su pulgar. Odiaba sentir esta clase de sensaciones, odiaba a Hamilton por obligarme a sentirlas, esta no era yo.

Su nariz paso sobre la mía muchas veces consecutivas, haciendo que una oleada electrizante corriera por mis venas.

—Prefiero verte así, — junte mis cejas sin la menor idea a lo que se refería —altanera y orgullosa, antes de infeliz o triste.

Estaba metiendo la pata. Él, yo, ambos. No estaba bien.

—Alex..., Alex — una voz cautelosa me llamo.

Ambos nos giramos ante la voz cautelosa, encontrándonos a nada más ni nada menos que ha Fany, muy por detrás, Jorge y Edmun.

Miedosos.

Los tres nos miraban con picardía, lo que me hizo recordar en qué posición estábamos Liam y yo.

Empuje a Liam, quién gruñendo se apartó más de dos pasos de mí, mirando fijamente a mi par de amigo.

Me gustaría decir que me complacio ver sus reacciones de miedo, no obstante, mi atención viajó a las manos de mi lindisima y amable amiga.

—¿Por qué trajiste mi mochila? ¿Ya acabó la clase?

—Si. Tranquila, no te preocupes, le he dicho al profesor que te ha llegado la regla y con el ejercicio qué nos puso, te pusiste a vomitar en el baño.

Abro mucho los ojos sin poderme creer semejante mentira, es peor qué las mías

—Estás bromeado, —aun tengo esperanza.

—Nop.

Me va a dar un infarto.

—Tranquila, sólo dije menstruación y vómito, y se puso pálido. No puedo creer que aun haya un deja vu a temas normales y biológicos.

—Eso mismo digo yo. — habla Liam, quién, continua con la vista fija en los chicos.

—Hamilton — advierto y él sólo se encoge de hombros —. ¿Ves? Ya acabó mi clase, debo ir a la siguiente.

O, esa era la idea antes de que Fany abriera la boca.

—Descuida, yo te cubro con los demás profesores. 

Le fulmine con  la mirada, haciéndola dar cuenta de su error.

—Oh, cierto..., teníamos un examen muy importante hoy..., ¿am?... olvidaba el examen de ¿ecología?

No pude evitar golpear mi frente con la palma de mi mano por su deprimente intento de arreglar la situación.

—No me cabe ninguna duda, — dice, altanero con la cara muy en alto. Al ver mi mirada interrogativa se acerca a mi oído para murmurar —. No sólo tú eres mal mentirosa, también tus amistades.

Eso me hizo enfurecer, le encare manifestando mi irritación y con firmeza le aclaré:

—No necesito que mienta porque ya te dije que no iré contigo a ningún lado.

—Vamos, pero ni siquiera te he dicho a donde iremos.

—No me interesa, te he dicho que no.

Recalque hastiada de su insistencia, ¿era mucho pedir tranquilidad?, con este chico al parece si. Mire a mis lados, detras del vidrio de las ventanas podía ver las bancas vacías, eso era un milagro, luego recordé que quizás los alumnos tendrían laboratorio y cómputo, y todo tuvo sentido.

—Vamos, Sheccid, no puedes ser tan cruel con un alma caritativa.

¿Alma caritativa? ¿Ahora de que demonios hablaba?

Tú eres buena, Alex, siempre escuchas a los demás. Las chicas buenas siempre están atentas a los males de los otros para poder ayudarlos.

Inspire muy profundamente, tratando de juntar mucha fuerza.
—A ver Halmiton, ¿a dónde? — cuestione sin mucho interés.

—A la mierda.

—¿A la mierda? — intercambie una mirada bastante confundida con Fany — a la mierda y podrás ir tú, si quieres.

—Si, y tú vendrás conmigo.

De pronto, su mano jaló de mí muñeca al mismo tiempo en que le arrebataba mi mochila a Fany, quién, se quedó clavada en su lugar con una sonrisa embobada hasta la baba se le caía.

Por mi parte, todo fue tan rápido, de nuevo la falta de aire se apoderó de mis pulmones y los espasmos crecieron involuntariamente en los músculos de mis piernas, antes de dar vuelta a la derecha me Hamilton me estampó contra la pared en el instantante en que una cámara volteaba para ese lado, fue cuestión de un segundo para que fijará la lente en otro punto de la escuela y de nuevo ya estaba corriendo en dirección a la puerta puerta principal. No tenía la menor idea si había sido suerte o casualidad la ausencia del vigilante, ni siquiera era mucha distancia. En verdad, no miento cuando digo que todo fue muy rápido.

Liam tomó su credencial, y sin soltarme me jalo tan rápido que antes de darme cuenta ya estábamos afuera y como un par de idiota seguíamos corriendo.

La calle no sólo resultaba bastante ancha, también, muy larga. Más lejos de la mitad de esta, logré soltarme. Le di una mirada de odio, dispuesta a reclamarle no sin antes toser e inhalar una enorme bocanada de aire.

—¡Estás loco! ¿Cómo pudiste? ¿Sabes lo que pasará si descubren que me he salido así como así? ¡Yo no soy cómo tú, Hamilton!

Maldición, maldición. ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo se lo explicaré a mi mamá? ¡Va a matarme!

Quiero llorar, esto manchara indiscutiblemente mi buen historial de conducta. Y todo por culpa del imbécil de Liam Hamilton.

—No te alteres,  Sheccid.

Oh no, eso si que no.

—¿Qué no me altere? — bufe, verdaderamente, encabronada. Aunque aun podía sentir mi cerebro desincronizado con el poco aire que había juntado —¿Es que no te es suficiente con arruinar tu respiración que también buscas arruinar la mía?

—La reputación es subjetiva y temporal Sheccid — la tuya, no — Deja de intentar ser algo por los demás y empieza a ser alguien por ti, porque los demás seas buena alumna o una desmadrosa te van a juzgar. Siempre ha sido así, no importa lo que hagas siempre habrá alguien que vea tus defectos y te los recalque. Si te quedas con eso, te jodiste porque no podrás progresar por comentarios pendejos de gente que lo es más. 

Hizo una pausa momentanea y siguió dando su catedra 

—¿Cuantós realmente se preocupan por ti? ¿Por qué darles imporancia a quiénes no lo hacen?— admito, aquello me pilló desprevenida, — Sheccid, tú eres la única que decide a quién le das el poder para dañarte, no sé los des a personas que no valen ni la décima parte de lo que tú. 

Eso en otra instancia hubiera sido un argumento genial, más no en éste.

—Te gustan los problemas y que genial, me da gusto por ti. Pero no tenías ningún derecho a arrastrarme contigo, a mí me importa mi educación, mi futuro y ser una buena chica...

—Ajá, ahí está. — señaló.

—¿Ahí está, qué? — apreté la mandíbula.

—No tienes una identidad propia, sólo una adoptiva a la que has decidido adaptarte — habló con aburrimiento.

Mis puños se apretaban demasiado que podía sentir las uñas clavarse en mi piel.

—¿Quién eres tú para decidir si tengo identidad o no? ¿Tú que sabes de mí? Es más, tú por que te interesas en mi? ¿Quién te dio permiso?

—¿Necesito permiso? — inquirió burlón, —Yo no necesito permiso, ¿cómo voy a pedir permiso por sentir? Es una tontería.

—Tontería lo que tú hiciste — le recrimino, cruzándome de brazos. — Mira que, ¿querer llevarme a la mierda? — resople, torciendo los ojos.

—Mira que irse a la mierda es muy genial.

Es tonto, ¿o que? ¿A quién rayos le atraeria la idea de irse a la mierda?

—Mira que, ahora que lo pienso, no suena tan mal. Vete a la jodida mierda. — chille, mostrándole mi dedo de en medio.

¿Saben que fue lo peor? Que el muy hijo de Tutankamon, no parecía molesto, irritado, furioso ni nada similar a como yo me encontraba. No, él estaba no sólo  muy ameno o relajado, ¡le daba gracia!

Pude seguir haciendo mi rabieta, antes de darme cuenta de mi comportamiento, cayendo repentinamente avergonzada.

Inhala amor, exhala paz. Inhala amor, exhala paz.

No estaba funcionando.

Liam apoyó la espalda en una de las casas alrededor de la zona, clavando sus peculiares ojos —, que continuaba escondiendo detras de los oscuros lentes — en los míos.

—Sigo sorprendido por tu vocabulario tan coloquial, — mi mal humor le divertía — aunque, no decepcionado. Yo diría, mas bien, impresionado.

—Eres raro. — solté mordaz.

—Tú tambien, somos dos de un billón de raros en el mundo. 

—Quintipolar. — escupi.

—Me encanta que quemes tus neuronas pensando en apodos para mí — se carcajeo —, Sheccid.

No diría que mi molestia se disipo, en cambio, si que disminuía de forma involuntaria y solté un poco de aire.

—De eso se trata de ir a la mierda.

—¿Estás drogado? Estas diciendo disparates hasta más no poder — gruñi.

—No lo creo, Sheccid.

—¿A no? — interrogue, alzando una ceja.

Movió la cabeza negando.

—Manda todo y a todos a la mierda, y sé tu misma. Sé Alex sin ninguna etiqueta ni preámbulo, porque aunque te niegues a verlo, eres mucho más de lo que te imaginas, Sheccid. 

No tenía ni la mínima idea de que podía decirle, el fluido de mis pensamientos e ideas estaban detenidas en alguna parte de mi cerebro, estaba bloqueada y no sabía como salir de eso. Lo unico que era capaz de sentir era bochorno porque seguramente quedaba como tonta. 

Miré hacia atrás, ambos lados de la calle se encontaba desolada, la paletería, el billar y las maquinitas más cercana de la escuela apenas con un par de clientes dedicados en su juego. 

—Estás loco, Hamilton. 

—Ya lo he oído. — apremió, permitiendo que sus labios se curvaran en una cinica sonrisa, — quizás me he perdido en el borde de la locura. Lo cual es genial, sería muy aburrido vivir en una normalidad monotona, ¿no te parece, Sheccid?

—No, no me lo parece. Al menos, no te atraes problemas. — no iba a ceder, mucho menos con su altaneria y autosuficiencia. 

Él no respondió, y por primera vez en este rarisimo día yo sonreí por haberlo dejado sin palabras, al menos, eso creí. 

—De los problemas se aprende, atesoras experiencias.— se cruzó de brazos, recargando mejor la cabeza en la puerta de metal. 

Es imposible. Discutir con él, no sólo implica una perdida de tiempo, sino, una perdida de argumentos que son facilmente rebatidos por los míos. Odio perder y con él siempre lo hago.

—¿Y ahora qué? — ¿cómo podría entrar de nuevo? Quizás podría fingir que apenas estoy llegando, pero ¿y si me descubren? 

Liam enderezó la espalda, volviendo a centrar sus facciones en un humor ladino, que me preocupo. 

—Bueno, yo me iré a la mierda, puedes venir conmigo o explicarle a la señora de la casa porque has tocado el tiembre de su casa. 

Puse los ojos en blanco, aun sin darme cuenta de lo que decía— Míra que soy fan de irme a la mierda— inicié sarcastica antes de caer en cuenta. 

Un momento, ¿tocar el timbre? ¿Qué rayos?

Antes de poder preguntarle de que demonios hablaba, el chico tocó el timbre de la casa y salió huyendo mientras yo estupidamente continué parada sin reparar en lo que había hecho, fue hasta que escuche la voz en tono molesto de una señora junto con pasos acercándose que logré salir de la paradoja de tiempo.

Ese maldito, voy a matarlo. 

Corrí detrás de él, el muy infeliz solo reía mientras yo gruñia entre dientes su apellido con mucha molestia, observando cómo él subía al amor de su vida la Harley no se qué, pero que no es queen. El motor rugió cuando le infundio vida y yo salté casi por instinto al asiento trasero deslizando mis dedos desde el cuero hasta la tapa de plático de las luces. 

Liam, cogió mis muñecas haciéndome abrazarlo por la cintura. 

—Ya sabes que sólo puedes sostenerte de mí, Sheccid, no hay más. 

—Como sea, ¡ya arranca!— le grité apurada, temerosa de que salieran y nos vieran. Aunque, fuera una gran distancia. 

Él se rió, parezco su broma personal, ganandose un puño en la espalda.

—Auch,— fingió dolor— que agresiva. ¿Dónde quedo aquello de la "violencia no es buena"

—¡Arranca!— vociferé al mismo tiempo en que empujaba la moto hacia atrás con los pies, giraba la muñeca y salíamos despedidos como cohetes corriendo el la calle. 

Mi cabello se pegaba a mi cara, incluso, algunos debia cerrar la boca y los ojos para evitar entrará alguno. Recargué la mejilla en su espalda mantendiendo fuertemente cerrados los ojos, era un lunatico cuando estaba encima de esta cosa y yo una loca por acompañarlo. 

—¿Ves?, te dije que ir a la mierda sería genial.

—Vete a la mierda.— rugí molesta, aferrandome más a él para no caerme. 

Realmente quisiera poder enviar todo a la mierda, esos sueños que no dejan de atormentarme.

—Allá vamos, Sheccid. 

Aceleró al ver de nuevo el semaforo en verde. 

_______________________________________________________________________________

¡Hola hermosas wattlaeders!

Lindo domingo, espero se la estén pasando muy bien. Así como espero les haya gustado el capitulo. 

¿Les gustó el banner que hice? No soy buena en eso de diseño y así, por eso mismo, también cambio constantemente la portada, jijiji. 

Sé que Alex puede ser alguien complicada, pero ella aun no tiene muy definido casi nada, lo que trato con este personaje es hacerla de un modo algo distinto a otras protagonistas, la verdad, no sé si lo logro o no, pero no quiero que ella sea como aquellas que se cautiven rápido, creo que en la adolescenci muchos tienen una lucha consigo mismos y lo que los rodea, y no siempre se demuestran a muchos asi, si me equivoco perdón. 

También, te invitó a leer mis one-shots que ves en la imagen ☝☝, prometo que no te tomará mucho tiempo, te agraecería mucho si les das una oportunidad y votas y les comentas. 

Sé que tarde en publicar, pero recuerden que ya les había dicho que me iba a dedicar más a LA MASCARA DEL PAYASO. 

Voten, comenten y compartan la historia si les ha gustado. 

Un gran besote.😙 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top