23. La Medianoche
Capítulo veintitrés
La Medianoche
Siento mis párpados pesados. Once y media, y ya estoy rendida ante los brazos de Orfeo. Me remuevo sobre mi cama, abrazo la almohada mientras me encojo dentro de las cobijas.
Me gustaría decir que mantengo un sueño tranquilo, pero no es así. El repiqueteo sobre mi ventana me hacen fruncir el ceño, no logró diferenciar si es parte de mis instintos imaginativos de esta noche o sí es real.
Y de nuevo, ahí está.
Más fuerte, precisó, como si quisiera llamar la atención y al mismo tiempo pasar desapercibido.
Con un gruñidos, abro los ojos e inconsciente bostezo frotandolos con las manos hechas puños.
¿Acaso no saben que es lo que ocurren cuando me despiertan? Nada bueno, debo agregar.
Apartó las sábanas de mi cuerpo y bajo con los pies desnudos en dirección a la ventana. Estoy dispuesta a correr a cualquier animalejo que se atreviera a perturbar mi sueño o en otras circunstancias llamar a un cura.
Al abrir las cortinas, brinco impresionada con un ataque al corazón. El aliento se me escapa cuando me encuentro con esa enigmática y fría mirada, una pizca de autosuficiencia se cruza sobre sus facciones al verme cohibida por su presencia.
¿Qué —carajos — está haciendo aquí?
No me lo puedo creer. Santa madre de los pectorales, virgen de las invisibles, milagrosa rosa de Guadalupe.
Abro las persianas, sin dar crédito a lo que veo.
—Ya era hora, chica torpe. — ahí vamos de nuevo. Si no estuviera muy impresionada, discutiria.
—¿Liam? —parpadeo muchas veces, como si por hacerlo él desaparecería —¿Qué haces aquí? — pregunto, impresionada.
—¿No es obvio? Dijiste que pasará por ti. — responde como si nada.
Cierto, quería darme una bofetada mental.
—Lo olvidé. —confiezo avergonzada, ¿en verdad iba hacerlo? —¿Y cómo sabes dónde vivo?
—No importa, debemos irnos, nos esperan.
—Oh, por Dios. ¡Me acosas! — exclamo horrorizada. ¿Qué otra explicación hay.
—O, simplemente, le pregunté a tu amiguita. — responde sin tomarle un poco de importancia.
Fany, traidora.
—Es hora, nos esperan. — le apresura mirando el costoso reloj que reposa en su muñeca.
¿A mí también? Confundida abro la boca para preguntar, debe haber un error, —¿Nos esperan? —asiente —¿Quiénes?
—En el domo. Te dije que la pelea era a media noche, ¡ya vámonos, Sheccid!
Le tapo la boca asustada, ¿acaso no sabe que la gente escucha?, examino en todos lados que nadie estuviera cerca o se asomara por sus ventanas, —Shh... Baja la voz, si mi madre se da cuenta, me mata. —murmuro bajamente.
Sin duda, tenía mucha suerte que todos mis vecinos estuvieran a esta hora dentro de sus hogares.
Liam sonríe desde abajo.
—¡Es cierto! Todavía castigan a ciertas chicas en pleno siglo veintiuno. — silba con una mala actuación de asombro.
—Y tú estás aquí por una chica que castigan.
—Touche —sonríe muy cerca de mi rostro.
En este momento, me doy cuenta de algo muy importante. Mi habitación se encuentra en la planta de arriba, entre cuatro o cinco metros —tal vez —, ¿cómo es que está aquí frente a mí?
Quizás, ¿por qué hay un árbol frente a la ventana?
Se sostiene del tronco, ni siquiera parece estar incómodo.
Éste chico sin duda es el karate kid, sinceramente, no le veo pinta de kung fu panda.
—Podría tirarte, en verdad, puedo hacerlo.
Una de sus perfectas y pobladas cejas se arquea, la línea de sus labios se curvan en una divertida sonrisa sabionda.
—No lo harías, eres demasiado buena. Es más, yo sé que tampoco vendrás conmigo, eres tan predecible.
¿Qué?
Una parte me dice que sólo busca provocarme. Eso le gusta demasiado, fastidiar a la gente. No quiero caer en su juego, enserio, quiero empujarlo haber sí esa sonrisa continua en su linda cara. Por otro lado, el hecho de probar esto nuevo hace que quiera hacerlo más. Además, es una buena excusa, ¿no?
¡Diantres! Nunca conocí a una chica más liosa que yo, quiero pero no. Tampoco puedo creer que necesite una excusa para probar algo nuevo, aunque, es peligroso. Él es peligroso, quizás es lo que más me asusta.
¿Que demonios pasa conmigo?
—Me pongo los tenis y un abrigo.
—¿Qué tiene de malo ir así?
—Que estoy descalza, animal.
—¿Ya vas a empezar con los malos apodos? —se burla.
—Tú me llamas chica torpe, — le recrimino, caminando hacia el ropero de madera descolorado, de donde, sacó un suéter de lana, cojo mis tenis y vuelvo a sentarme al borde de mi cama.
—¿En verdad, vendrás? — pregunta con incredulidad, entrando por la ventana para tomar asiento a mi lado.
Intento no establecer cualquier contacto visual mientras abrocho mis tenis, es imposible que pueda mantener esa táctica si tardó menos de treinta segundos en hacerlo. Su mirada penetra mis sentidos y desborda mi pulso cardíaco.
—Dije que lo haría, ¿no? Yo cumplo lo que digo.
No parece sorprendido, sólo satisfecho. Genial, ahora quiero darle un puñetazo en la cara por ello. Creo que Jorge podría tener razón al decir que soy una salvaje.
Cuándo se pone de pie, lo veo dirigirse a la ventana, haciendo una señal de que lo siga.
Me cruzó de brazos, enarcando una ceja, —Ni loca bajo por ahí, — esta demente, yo no soy de su misma especie. Mis padres no son Dioses griegos, okey exagero, pero con esa apariencia parece uno. No me agrada, del mismo modo en qué no estoy ciega —Yo voy por la puerta.
—No, bajamos por aquí, es mejor. Hay una mayor probabilidad de que te descubran si bajas directamente.
Admito que tiene un buen punto, pero me niego. Me da miedo, ¿y si me caigo?
Parece que lee mi mente, porque no para de decir lo que pienso, —¿No dijiste que no te daban miedo las alturas?
¡Por supuesto que me da miedo! Claro, como él se cree inmortal.
—No, no me dan miedo — musito, intentando sonar creíble —. Pero si no soy muy cuidadosa, caeré, mi madre despertará, dará el grito al cielo y te aseguró que te corta los testículos.
Suelta una estruendosa carcajada que milagrosamente logra reprimir al verme con cara molesta.
—Mierda, me impresionas, no me imaginaba que pudieses usar ciertas referencias, aunque te sigas limitando. Bien, tienes razón, si la madres es como la hija, mejor me cuido. — ruedo los ojos, su cinismo me exespera.
Antes de que oír su típico comentario sobre el estúpido "tic" que siempre me atribuye, cambio de rumbo:
—Ni se te ocurra decir nada, — le apunto con el dedo — te veré abajo, Hamilton.
Sin perder su humor, alza las manos indicando paz. Maldito, le encanta hacerme enojar.
—¿Te han dicho que eres muy mandona?
Le lanzó una mirada fulminante, sin saber la razón, sacó el dedo de en medio, Liam suelta una risita sin disimulo, aumentando más mi enfado.
Le doy la espalda mientras salgo de mi habitación y, cuidadosamente, cierro la puerta a mi espalda.
Maldición, ¿qué fue eso?
Ni siquiera he hecho eso a mis amigos, digo, golpeó a Jorge de vez en cuando, pero nunca le saque el dedo. No puedo creer lo que hice, yo no soy así, jamás le había sacado el dedo a nadie ni siquiera a la chica más fastidiosa del salón. ¡Madre mía, soy una grosera!
Dejó de pensar en ello, vislumbrando el corredor y las puertas a sus laterales, en cualquier segundo alguien podría salir. Mi corazón late cómo loco, mis piernas tiemblan igual a uns gelatina y mis nerviosme hacen querer hacer pis. Estoy muerta del miedo, si mamá me descubre soy chica muerta.
Tranquila, Alex, todo estará bien.
¿En qué momento se me ocurrió esto?
Respiro hondamente, contemplando la oscuridad de un viejo pasillo. La distancia se me hace interminable a pesar de que sé no es así, de puntillas con pasos cortos y mucho cuidado, camino entre la penumbra. Me estoy sugestionando, por más que quiero apresurar el paso sólo logró aumentar mi lentitud, mariposas o algo parecido viajan de un lado a otro, no es un sentimiento lindo ni placentero, es uno de pánico que corre despavorido dentro mi estómago.
Eso no se compara en nada a lo que experimentó cuando el sonido de una de las manijas me alerta, estoy a punto de echarme a correr de regreso a mi habitación, podría decir que sólo bajaba lo agua, lloraré. Definitivamente, lo haré. Sabía que esto era mala idea, muy mala. No debí seguido mis impulsos.
Antes de seguir lamentando mi estupidez adolescente, cómo si se tratase de un capítulo de esos programas milagrosos, en lugar de abrirse la puerta Jorshua maldice y se arroja a su cama, seguramente, está jugando con su celular una partida en línea y en equipo porque —literalmente — insulta a alguien, mejor dicho, algo.
Que suerte. Rosa de Guadalupe, mañana veré tu programa. Virgen de las invisibles, gracias por tu interferencia.
¿Desde cuando te inventas tantos santos?
Desde que conozco a Liam.
No espero más, bajo corriendo las escaleras. Estoy rompiendo todas las reglas que una chica como yo debería acatar, ¿por qué hago esto?
No podría explicarlo, de hecho, tampoco tengo una explicación. El miedo empieza a ser sustituido por una especie de adrenalina, en verdad, quiero hacer pis. Otra parte de mí esta ansiosa. Lo único seguro es que por una estupida razón estoy aquí, procurando que el desliz de la puerta sea sordo, arriesgadome a ser castigada por toda la vida.
No sé si sea una faceta de la adolescencia, lo que sí puedo afirmar es que la odio y la anhelo.
Afuera, lo primero que siento es la frescura de una fría noche, la primera que estoy fuera de casa a estas horas.
No es muy tarde, aún puedo decidir si regreso a mi habitación, olvidarme de ese dolor de cabeza llamado Liam Hamilton y volver a dormir. Pero, no lo hago.
Segura de tener las llaves dentro mi bolsillo, de un pequeño tirón abro la puerta de la calle y cruzó aquella raya que se dibuja en el umbral, la misma que divide mi hogar de lo demás. Es una puerta vieja, meto la llave en el pestillo para no hacer ruido cuando la vuelvo a cerrar.
—Creí que no lo harías. — murmura en tono muy bajo, cuando me doy la vuelta y lo miro.
Ni yo. Ahora me siento como una rebelde sin causa.
—Te dije que yo cumplo lo que digo. — mis rodillas se doblan, subo al asiento trasero de la motocicleta.
—Vaya que si. Me gusta tu pijama, es muy sexy. Creo que tendré que golpear a más de uno en el domo. — mis cachetes se ponen calientes, no quiero imaginar lo roja que debo estar.
—Calla..., ¿qué haces? — en lugar de arrancar, camina hacia la esquina más cercana con el motor apagado.
—Cuidando que nadie nos oiga. — aclara con obviedad. — Deberias agradecerme, nos estoy cargando a ambos. No soy tan fuerte. — inconsciente, miro mis pies, ni siquiera alcanzo el piso.
Esperen un momento, —¿Me estás llamando gorda?
—¿Qué? ¡No! ¿De dónde sacas eso?
—Lo hiciste, — golpeó su hombro.
—Ya, ya... Lo siento. — se disculpa, no lo hace en verdad. Ni siquiera le interesa.
—Jodete. ¿Sabes que? Yo me bajo. — hago afán de hacerlo, no concluyo porque la motocicleta tambalea y por miedo a caerme me agarró a él.
—Fue pésima broma. Joder, no creí que te lo tomarías enserio, estás muy delgada, parece que no comes.
Mentiroso, ahora quiero golpearlo el doble —Nunca le digas a una mujer que esta gorda, ni porqué lo esté, es una regla básica.
Claro, él no lo sabe porque se rodea de chicas que parecen súper modelos. No puedo creer que en verdad no logré percatarse de cuando le coquetean, sigo, dudando de ello, no, ya ni sé..., se supone que no debería importarme, no puedo evitarlo.
—Entonces, ¿debo mentir para complacer los oídos y las falacias de las personas? Dejarlas en su mundo de fantasía, sería más cruel.
—¿Qué? No me refiero a eso, sino, que debes cuidar tus palabras. Si le dices eso a una mujer puede que se ofenda o te miente la mamá.
—Y si lo hace, me dará la razón. La verdad suele doler, Sheccid, y eso pasa porque las personas se acostumbran a decir lo que no piensan sólo por quedar bien. A eso se le llama hipocresía, aunque, quizás, muchos no lo vean así.
—Es educación. —suspiro.
—Antes en la educación implicaba ser honesto, ¿ahora, es ser un lameculos?
—¡Ey! — exclame dando un suave golpe en la cabeza.
—Vas a descalabrarme, Sheccid. — se mofa. Ni siquiera le dolió. — Bien, bien, ya entendí. No ser honesto es tu virtud, pero la mía es la honestidad. Dicen que los polos opuestos se atraen, supongo que vamos por buen camino.
Estoy a punto de refutarle lo que dice, antes de que pueda hacerlo, vuelve a quitarme la palabra:
—Sujetate bien, Sheccid. — lo escucho encender el motor.
No necesito oír más, conozco su demente forma de conducir, mis brazos se aferran a su cintura. Esta vez Liam, mete la segunda, da gas y arranca a toda velocidad. Necesito mucho voluntad para no soltar un grito.
Con cada arranque siento que me caigo.
—Deberias abrir, los ojos.
Con él adelante, es imposible — Va a entrar aire a mis ojos.
—¿Acaso no es aire lo que respiras? ¿Cómo diablos obtienes el oxígeno?
—Más que honesto, eres un engreído.
—Vamos, que he bajado la velocidad. — bufa.
Con la cabeza pegada a su espalda, volteó ligeramente a la derecha, puedo sentir la velocidad del viento golpeando fríamente mi rostro. Pasamos la plaza Paseo Acoxpa, después cerca del Estadio Azteca hasta llegar a Perisur y rodear C.U.
¿Cómo pude llegar hasta aquí?
La motocicleta recorre algunas calles en penumbra y vacías, dan miedo. Sin duda, no seria la clase de camino que me atrevería a tomar sola, es un alivio venir con este problemático.
—¿Donde estamos? — apaga el motor el lugar esta muy oscuro.
Meto mis manos dentro las bolsas de mi suéter, no creí que en octubre hiciera tanto frío como en diciembre, demosle las gracias a los cambios de clima.
—Arriba de canteras.
Eso no ayuda en nada, ni siquiera sé que es eso.
Nos acercamos a un muro de piedra antaña hasta llegar a una rejas con un letrero que dice: "Peligro, alto voltaje"
—¿Qué haces? ¿Acaso no lees? — lo detengo antes de que toque el metal.
Niega con una sonrisa que verdaderamente detesto, —Hay gente que se cree todo.
—Bien, tocala. Mira que si te electrocutas, te dejaré ahí tirado.
—No lo harías. — dice muy confiado de ello, eleva su mentón mostrando su autosuficiencia — Eres demasiado buena, inmediatamente, correrías por ayuda.
—¿Tú como lo sabes? —cuestiono con una mirada feroz.
El reto empieza a recorrer sus pupilas —Estoy seguro de ello, te conozco.
—No me conoces. —digo mordaz.
—Lo hago, tú sabes que no me dejarías desamparado. Sólo te molesta que yo lo sepa.
Error. Me molesta que se jactee de ello.
—Vamos, ya tocala. Estaré muy feliz de dejarte aquí.
—No lo harás — asegura. Veo como se acerca a esa red metálica, estoy a punto de detenerlo o gritarle, no quiero ser testigo del homicidio de este inconsciente.
Alza un pedazo de red y me mira divertido ante la boca abierta que tengo.
—Las damas primero.
Pero, ¿qué?
—Vamos, Sheccid. Que en unos cinco minutos si que tendrá voltaje.
Salgo de mi transe y hago lo que me pide. Me agacho intentando no engancharme, entró y luego Liam lo hace. Toma de mi mano comenzando a caminar a oscuras, mi cabeza es un caos ahora mismo, las estrellas iluminan un cielo nocturno junto al color amarillento de una luna llena.
Al principio hay nada, sólo un piso de tierra mezclado con el canto de un par de grillos. Hasta que el terreno empieza a ser invadido de grandes camiones verdes —, la mayoría, — oxidados.
Empiezo asustarme, tanto que sin darme cuenta me aferro a su mano y me acerco lo más posible a su cuerpo. Un lugar así de solitario no predice nada bueno, aunque, hablamos del Domo. En realidad, no hay nada bueno en él, sólo chicos peleando por billetes. Y ahora, yo soy voluntariamente parte de él. Enserio que no pensé en las consecuencias.
Tras pasar una docena de vehículos con la tenue luz de la lampara de su celular, empiezo a escuchar ruidos. Voces, carcajadas y chillidos a lo lejos.
La mano de Liam suelta mi mano, llevándola a mi cintura. Le miro de mala manera, a lo que él con un susurro se inclina a mi oído:
—Debo cuidarte, no quiero tener más de una pelea esta noche.
Bufo.
—Claro, esta pijama hará que todos caigan redonditos. Es ridícula. — chille. Creí que si venía asi vestida él se avergonzaría, al parecer esa lógica me funcionó mal. Con esta pijama de conejitos blancos y el suéter de abuelita, parezco una nena perdida en busca de sus padres — ¡Debiste haberme dicho que me cambiará! — reclamo entre dientes.
—Me gustan los conejitos, te ves tierna. — se burla aprentando mi mejilla.
—¡Ay! ¡Duele! — me quejo a la par que doy un manotazo.
Si no pensará en controlar mi sonrojo ya le habría asestado un golpe.
—¡Hache! ¡Loco Hamilton! —exclama alguien.
Su expresión divertida se fundió en una una de seriedad, ni siquiera parecía que hace un segundo supiera el significado de una sonrisa.
Un grupo se acerca hacia nosotros, no tardó mucho en reconocerlos, son los mismos que conocí la vez pasada en ese bar.
—Uh, trajiste a Sheccid. — si no mal recuerdo, aquel chico se llamaba Renzo —Hace mucho que no te veíamos.
—No le digas así, su nombre es Alex — gruñe Hamilton, apretando la quijada.
Renzo trata de negarlo, pero puedo ver claramente signos de miedo.
—Tranquilo, amigo. —se ríe nervioso, apuntando la mirada sobre la mano de Liam, una sonrisa picara se curva sobre sus pálidos labios —No sabía que ustedes salían.
¿Qué? Entonces recuerdo donde la tiene y trató de apartarla, pero él sólo reafirma su agarre.
—¡No!
—Entonces, ¿por qué Hache te está abrazando de esa manera?, cómo si su vida dependiera de ello. — pregunta sin quitar la picardía dentro sus facciones.
—Em... Es que... —debo pensar rapido, buen momento para negarte a trabajar cerebro.
—Porqué es pequeña y tierna. — finaliza él sin más.
—No soy pequeña, lo que pasa es que tú eres demasiado alto, eres un dinosaurio. — no pude evitarlo, simplente salió de mi boca.
Su amigo suelta una estruendosa carcajada, no le importa que Hamilton este a punto de tirarle un puñetazo, se encoje mientras se sostiene del estómago.
—Lo siento, Terrier, pero tiene razón. Incluso eres más alto que yo.
Hache, Terrier, loco, puños de acero..., me volveran loca con cada cambió de nombre.
Se ríe sarcástico, su timbre es ronco y sexy, —Todos son más altos que tú. — Joder, este chico esta lleno de feromonas y testosterona.
Renzo alza una ceja, —Hermano, mido 1.97. Jasso es más bajo que yo.
—Escuche mi nombre — canturrea el mismo chico que presenta cada pelea, Tavo Jasso.
Graciela, lo acompaña, sé que quiere reírse cuando me ve. No lo hace por educación, eso quiero imaginar.
—Si. Hablamos de lo pequeño que eres de altura y seguro serás en otra cosa. ¿De qué número dices que calzas? — le enseña su blanca dentadura.
—Creo que calzó más grande que tú, por cierto, tienes manos pequeñas, ¿no?
Al principio no entiendo la referencia, Tampoco tardó en hacerlo, sus risas son bastante obvias para mi gusto.
—Asquerosos.
—¿Qué dijiste guarra? — se pone a la defensiva la pelirroja, ¿Lara?, ¿Leyla? No recuerdo su nombre —Te oí. — recalca cómo si me importará, digo, no quiero tener problemas, además, no le dije nada a ella —¿Qué mierda traes puesto? ¿Te perdiste en una tienda para bebés?
—Déjala, Lyra.
—Liam, ¿qué pensarán de ti los demás?
—Que he raptado a una linda chica, —dice sin tomar ningún interés en particular — no lo sé, no vine a saber que opinan los otros de mí, vine a romperles la maldita cara.
Y por los billetes también.
—Liam, no. — se queja Grachi, pero este no parece querer hacer caso a lo que dice. Continúa con la mirada fija en algun punto de entre tanta multitud, me gustaría saber a quién mira con tanta frialdad.
Al notar que no le presta atención, ella ocurre a Tavo —¡Jasso, dile algo! Esto no va a solucionar lo que paso en la escuela.
La verde mirada del Jasso menor es de disculpa, se rasca la nuca en un intento de disuadir la de soslayo de Graciela.
—La paga es buena, ganaría el doble que en una pelea normal. — murmura desviando los ojos a otra dirección.
—¡Por Dios, Gustavo! —grito en medio del estruendo al maestro de ceremonias, asestando varios golpes en su pecho.
En verdad esta enojada.
—Grachi, basta. Sólo es una pelea más. — resopla Liam, apartandola de su amigo.
—No es una pelea, joder, ellos son de otro nivel. Ni a Darien o a María les gustaría esto, no puedes pelearte con Ricardo, sólo porque estés enojado con el idiota de su hermano.
No parecen surtir efectos en Hamilton, sus ojos son fríos como el hielo —Jasso, inicia si no quieres que los asistentes te empalen encima de un carro — su voz carece de emociones, es automática.
Mecánicamente, sin prostestar, Jasso obedece. Se moviliza en medio de tanta gente, puedo decir que a comparación de otras veces nos tengo miedo que se me caiga el techo de un viejo edificio, en cambio, hay muchas más personas. No estamos en un viejo sótano, pero si, demasiafo apretados, hasta hay quiénes están encima de los techos de los camiones u otros vehículos.
Tavo, enciende una sirena y se lleva el megáfono a los labios, aumentando los gritos a un ritmo febril. Observo a Grachi, decir que esta enojada es poco, visualiza a Liam y al presentador de forma asesina, sus labios tiemblan de impotencia mientras sus manos se hacen puños. Tengo el impulso de ir hacia ella e intentar tranqulizarla, hasta el momento no he visto a Liam perder, ¿qué puede cambiar esta vez?
Estoy a punto de caminar a donde está Graciela, ella me ayudó cuando lo necesitaba, ahora siento que es mi turno corresponderle de alguna manera.
Antes de siquiera alejarme de Hamilton, toma de mi brazo y me jala con él abriéndose paso entre la multitud, en comparación de las peleas son más los asistentes que lo abuchean que lo apoyan.
—¡Hache Terrier loco Hamilton! — en verdad, no sé si felicitar a la imaginación de Jasso o darle ideas no tan exageradas.
Liam entra a un cuadrado de 2x2 dibujado con cinta amarilla, no sin antes acercarme a su amigo y pedirle —amenazarlo —cordialmente :
—Si le pasa algo, juro que te partiré la maldita cara. — oírlo decir eso, me dejo pasmada, el Hamilton burlón de hace minutos se había desvanecido, lo que en sus ojos se filtran era irá y sed de sangre.
Oh, no.
¿Dónde me vine a meter?
Escucho claramente el trago en seco de Tavo, éste me acerca a su lado.
Se aclara la garganta y anuncia al oponente —¡Nuestro siguiente adversario no necesita presentación! El luchador y estrella del equipo de Box, todos en u facultad lo conocen, Ricardo Paz, — de nuevo la multitud se separó igual que el mar rojo de Moisés, dejando a la vista un chico rubio con músculos más abultados que los de Liam, puedo escuchar a muchas chicas suspirando, pero, ¡joder!, son bastante más excesivos para mi gusto — ¡El demente del terror!
Tapo mi boca, reprimiendo una carcajada. No sé que haré con la imaginación de Jasso, estoy convencida que era o es fanático fanático las luchas AAA, esos nombres ya "originales" debió sacarlos de algún lugar.
—¡Ahora sí chicos, caguense de miedo y señoritas, tiren las bragas a su mejor apuesta! ¡Qué hoy hay baño de sangre!
El volumen se disparó, ambos se miraban con unas ganas. Es la primera ocasión en que veo a Liam de esa manera. Ambos contendientes estaban de pie, uno frente a otro dentro de la misma delimitación cuadrada, entonces, hicieron sonar la sirena.
A pesar de estar cerca de Jasso, seguía recibiendo codazos en los costados, el chico estaba de la misma estatura de Liam y velocidad. Dudo que tenga la misma ventaja que con los otros dinosaurios, digo, contricantes. Los puñetazos y patadas que intercambian entre ellos son gusto del público, los huesos de sus puños crujen al caer sobre el cuerpo del otro, el cuadrado es bastante más pequeño como para que puedan moverse de la manera en que lo hacen.
Liam tiene una cortada en ma ceja y el tal Ricardo escupe sangre, a pesar de ello, dibuja una mueca de mofa encima de sus labios, me mira y luego a él, inclinado le susurra algo a Liam que no soy capaz de escuchar, en ese momento, todo cambia. Ya no hay línea de oportunidad para Ricardo, Liam clava su rodilla contra la cara de su rival. Sin darle tiempo de recuperarse, volvió atacarlo; sus puños alcanzaron su cara ensangrentada repetidamente.
Definitivamente, Liam era una bestia en este mundo clandestino.
Antes de conocer a Hamilton solía moverme en un entorno bastante tranquilo, porque no decir también, monótono. Creía que esto sólo resultaba verdad en los libros o en las pelis, por eso me asustaba y sorprendía estar dentro este ambiente.
Cada evento se llevaba a cabo en un lugar diferente al anterior y se mantenía en secreto hasta horas antes de la pelea.
¿Que diría mi mamá?
Seguramente gritaría a los cuatro vientos lo loca que estoy y me enviaría a un internado de monjas, o bien, me encerrará bajo llave.
Mientras pienso en ello, una mano toma de mi brazo, —¿Qué demonios haces, Alex? ¡¿Quieres que Hache me despelleje?! — inquiere en voz baja.
No comprendo que quiere decir, hasta que parpadeo y comprendo, inconsciente comencé a caminar donde estaba la pareja de peleadores. De hecho, ni siquiera es mucha la distancia que los demas tienen con ellos, giró de nuevo la cara sólo para ver como Ricardo intenta aseatarle un golpe, pero Liam con más rapidez lo esquiva dándole un codazo derecho al tabique nasal del chico. Su sangre voló como a fuera cámara lenta, salpicandome el suéter. En un sonido sordo, el demente de no sé qué..., cae al suelo rocoso.
Apresurado, Jasso saca la toalla blanca y la tira sobre el cuerpo sin fuerza de Ricardo, provocando un estallido en la multitud. Cambiando dinero entre los presentes, dividiendo las expresiones entre satisfacción y frustración.
—Mierda, esa era mi paga de la semana. —escuche a alguien quejarse.
—¿Quienes son ellos y por qué están frustrados?
—Universitarios, no se creía que ese loco acabaría con su gallo.
¿Gallo?
—¡Eh! ¡Alejate de ella! — exclamo Liam, frunciendo el ceño a la par que apartaba la mano de Tavo de mi brazo.
De verdad, detesto ese lado mandon suyo. Sus mezclillas manchados de sangre, abdomen bien cincelado a base de ejercicio no de esteroides; cubierto de una capa de sudor, un tatuaje de ave y manchas carmín.
—¡Te dije que la cuidaras, Joder!
—Eso hice, la mantuve a mi lado todo el tiempo.
Hamilton sube una ceja, indicando más su molestia.
Hay con este chico.
—Vamos, y daré tus billetes. — indica, prestando su atención a otro chico de gabardina negra, con un fajo en las manos.
Aunque, hace afán de que lo siga, él no se mueve. Sus ojos no se apartan de los míos, un nudo extraño crece dentro de mi estómago e inexplicable, siento mariposas revoloteando. Esta vez, es una sensación agradable.
—Me los das mañana. ¿Trajiste lo que te pedí?
Jasso asiente, perplejo —Sí, esta en mi auto.
—Bien, dame tus llaves. —ordena extendiendo su brazo hacia él.
—¿Qué? Pero, Terrier, ¿cómo regreso yo? Mira que también Graciela esta furiosa conmigo y contigo.
Él rueda los ojos, saca de uno de sus bolsillos unas llaves, separa una del resto y se la entrega.
—Ahora, tus llaves. — asombrado, de forma parcial hace lo que dice. —Le pasa algo a mi belleza y necesitarás una cirugía de la madriza que voy a darte.
Asiente, ni siquiera es capaz de hablar. A decir verdad, yo también estoy confundida, creí que esa motocicleta era el amor de su vida.
Sin embargo, lo sigo. No me quiero quedar en este lugar, me da miedo y no hay en nadie quién pueda confiar. Parezco un cachorro que tienen miedo de perderse, siguiendo a su dueño.
Es difícil mantener el camino cuando sus fans hormonales no dejan de pararnos para felicitarlo y moverle las cejas de arriba a abajo. Decir que estoy incomoda es poco, me escanean para mirarme con asco y burla. Ellas no sólo se visten con tops y zapatillas, ¿cómo pueden mamtenerse con esas agujas? Yo caería apenas levantarme.
Me siento horrible a su lado, parezco una cría en comparación a ellas. Sólo soy un broma en el mundo, con tenis, una pijama ridículamente estupida y un suéter salpicado de sangre.
—Eh..., llevo prisa —corta sus parlanchines intentos de coqueteo, ha dejado a lado la cordialidad.
—¿No te gustaría llevarme a casa? — inquiere una morena con un minitop azul que a penas alcanza a cubrir el inicio de sus senos.
Lo más lógico sería que él aceptará. No me gustan las mujeres, pero esa chica es bastante guapa. Tiene la clase de cuerpo que yo me imaginaba tener a los siete años a esta edad.
—¿Necesitas lentes? — espeta con diversión amarga —, vengo con ella.
Todas me miran fulminante, se ve que quieren enterrarme viva. La mujer parecía tan ofendida que disculparme con la mirada sólo empeoraba las cosas. Se marchó enfadada con su séquito de amigas, Liam volvió a dar un suave empujón para continuar la marcha, el muy imbécil ni siquira notó lo mal que me sentía por ello.
¿Y dice que nunca ha ofendido a una mujer?
Sin duda, debería hacerle tomar un trago muy lago de tequila, no, de vodka sólo para que se le quite lo mentiroso.
—Ni siquiera la conozco, ¿por qué mierda la llevaría a su casa?
Oh, no. Madre santísima de los pectorales, no me digas qué.... ¿No se dio cuenta que le coqueteaba?
—Creo que te la hubieras pasada mejor con ella.. — comenté mientras pasábamos a lado de viejos autobuses.
—¿Bromeas? — me pregunto deteniendo mi andar, — tú eres mejor en todos los aspectos.
El aire sopla con fuerza creando un remolino de tierra, hojas y pequeñas piedras encima de nosotros, me cubre con su cuerpo.
—Mierda, — vuelve a tomar de mi mano y corremos.
Detesto los deportes, ¿lo he mencionado? Y este chico corre tan rápido que no puedo seguirle el paso. Se detiene, contempla la hora en su celular y unos segundo después, vuelve alzar la red para que salgamos. En lugar de acercarnos a la Harley, vamos directo a un nissan naranja brillante bastante cool.
—¿Podrías ponerte la camisa? — no me había percatado de ese detalle hasta que subí al asiento del copiloto.
—Me gusta así. — su cinismo me deja boquiabierta — Puedes deleitarte. — continúa con su burla.
—Eres imposible. — me cruzo de brazos, miré la pantalla de mi celular con los ojos bien abiertos. Es muy tarde, más de media noche.
No sé porqué me sorprendo, obviamente, temprano no era.
Intento no mirarle mientras contemplo la vista que brinda la ventana de lado. El camino que toma no es igual por dónde venimos, se aleja y sube por la carretera. Me gustaría decir que le reclame o proteste por ese hecho, no fue así, seguí observando el paisaje nocturno de esta velada.
Todo esto se trataba de algo maravilloso, siempre pensé que vivir en la ciudad resultaba poco atractivo; mucha contaminación, tasas delictivas, alta densidad poblacional. Tan sólo veía las grandes masas y omitía esos pequeños que, bien, hacían la diferencia. Me encerre en un pequeño mundo que me hacía sentir protegida, uno limitante que hacia feliz a los demás, el mismo que ahora me doy cuenta, me asfixiaba.
Yo tenía miedo del mundo, el mundo podía ser malo, pero, al mismo tiempo maravilloso.
Bastante contradictorio, cabe agregar, y de eso de trata. Si todo fuera perfecto seguramente la monotonía acabaría con la razón del mismo modo que un monopolio. Lo perfecto se encuentra en las imperfecciones que te da la vida, aquellas de las que eres capaz de aprender.
¿Quién lo diría? Que la chica invisible de la que sólo unos cuantos saben el nombre estaría a la medianoche con un el chico más problemático del colegio, dando un paseo en la oscuridad.
Bajo lo ventana para sentir el aire, la larga línea de árboles le da una mejor calidad. Es más fresco y con sin ninguna pizca de dióxido de carbono. Me gusta sentir su soplo recayendo sobre mi rostro.
Le escucho reír roncamente al mismo tiempo que baja el techo del auto. Le sonrió y despacio me levantó un poco del asiento, tengo confianza de que el cinturón de seguridad no me haga caer. Mis brazos de entienden a los lados sacando desde lo más profundo de mis entrañas un grito lleno en emoción. El viento despeina mi cabello, algunos mechones golpeaban mi cara, la frescura de una oleada acariciaba mi piel y la envolvía en una calidez de adrenalina.
Me sentía cómo Jack en el titanic: la reina del mundo.
Mi risa lunática contagia a mi conductor, parece complacido.
Se detiene cuando llegamos a un lado del arenal en el Ajusco, realmente no hay ningún auto a excepción del nuestro. Desde este ángulo todo se ve tan diminuto, lo primero en destacar es el follaje de enormes arboledas dando paso a una gran urbanización que —ahora mismo — es idéntica a una constelación de puntos brillantes y colores neón, semejantes a estrellas palpitantes.
Dentro de mi estómago hay un tsunami, es un vaivén de estimulaciones y emociones descontroladas ante las luces de una ciudad nocturna.
—Grachi estaba muy enojada — es lo primero que tengo que decir.
—Lo sé — respira hondo —, un chico quiso propasarse con María, el hermano de ese imbécil. Quise patearle las bolas, pero el muy marica se fue a esconder a la sala de profesores.
—Eso es terrible, ¿por qué no pasaron el reporte?
—Uhm, sinceramente, sólo pense en darle puñetazos.
Típico de él.
—No todo se arregla con violencia, ¿Sabes? Es eso lo que te mete en tantos problemas.
—Tú lo has dicho, ellos se meten conmigo, yo sólo me defiendo. — atina como si fuese un orgullo.
—No me refería a eso, eres el chico más petulante que he conocido. — dije, mientras intentaba acomodar mi enredado cabello.
Liam paso un mechón detrás de mi oreja, —Es la verdad, además, no es mi culpa que ellos me busquen si no soportaran el primer raund.
—Grachi, tenía razón. No podías simplemente romperle la cara a Ricardo, él no hizo nada. Yo estuve ahí, dejaste al tipo inconsciente.
—Estaba enojado. Además, yo no lo obligue entrar a ese cuadro. Créeme, Sheccid, él tampoco se compadeció, no le hubiera importado dejarme en coma.
—Pero...
—Pero nada. A veces, tienes que golpear muy fuerte para que aquellos que te quieran ver caer no lo logren. Debes luchar con fiereza siempre.
No tengo nada que decir, no se me ocurre algo inteligente para contradecirlo.
Recargo mis codos en la base del auto, torciendo los labios en un puchero involuntario que inflan mis mejillas.
—Eres muy tierna, ¿te lo había dicho antes? Pareces un hámster.
—¿Eh? ¡Yo no soy un hámster!
—No, pero sí alguien con mucha ternura en su interior. — pellizca mi mejilla. —¿Ves? Eres estrujable.
—¿No me digas es un nuevo apodo?
—Tal vez.
—Vete a la mierda.
—No creo que a tu madre le guste saber de tu vocabulario, señorita — levanta el mentón victorioso mientras yo sigo murmurando blasfemias. — Es broma, siempre serás mi Sheccid. — acaricia mi pelo hasta la punta — Por cierto, me gusta tu cabello.
—Estas ciego. Yo lo detesto, se enreda con mucha facilidad. Ni cinco minutos después de que lo cepillo y ya esta hecho nudos — resoplo.
—Deberias tener paciencia. Vaya, ¿qué haré contigo? — cuestiona, adoptando una pose pensativa —. No eres paciente ni tampoco honesta.
Relamo mis labios, —Tú tampoco eres paciente, al contrario. Además, sólo míralo, es mitad color paja.
—¿Eso te parece?
Afirmo sin pensarlo.
—Dime la verdad, Sheccid, ¿necesitas lentes? — ante su pregunta, me encojo de hombros,en efecto, necesito lentes que no utilizo porque no me gusta cómo se ve mi estética — Claramente, yo lo veo color dorado.
—Creo tú eres quien necesita lentes. — reí.
—No, tengo vista perfecta. Sé lo que digo, tu cabello es bonito. No es que tú no lo seas, también eres muy bonita.
—Okey, cada quién sus gustos.
—¿Quién lo diría? La niña buena escapando de casa para mirar la ciudad a la luz de la Luna. — dice, imitando a una persona impresionada.
—Bueno, es mejor esto a escapar para ir de fiesta o como otras chicas que escapan para hacer cosas indebidas con chicos.
—¿Cómo una pelea clandestina?
—No. Para tener sexo. — me avergüenza decir la palabra así de la nada.
—¿Es una invitación?
—¿Qué? ¡NO! — golpeó su cabeza.
Su risa retumba y hace eco en todo el lugar, se lleva una mano en la cabeza y niega —¿No dijiste que no estabas a favor de la violencia? Sheccid, me has violentado, descuida, no le diré a nadie — promete con voz inocente como un ángel. Un sexy angel.
Alex, no pienses en esas cosas. ¡Controla las hormonas!
—Tú secreto esta a salvo conmigo. — finaliza guiñando un ojo.
—Eres un tonto. — rio con él.
—Si, estoy tonto por ti. No sé como hacerte entender lo mucho que me gustas — sisea él, acercando su boca a la mía —Mierda, me muero por besarte.
Dios mío, tenía unos ojos preciosos. Unos labios muy tentadores... espera un segundo, ¿qué estoy diciendo?
—Podrás golpearme después todo lo que quieras, porqué estaré seguro habrá valido la pena.
Su respiración se mezcla con la mía, mis latidos se desembocan, su mano sujeta mi mejillas hasta que sus ojos se cierran y acorta el centímetro de roce. La carnosidad de sus labios se mueven con los míos e introduce su lengua en mi boca, entrelazandola con la mía.
Es un hecho que todo cambia a media noche. El cielo, la ciudad, las personas, las emociones y los impulsos.
Sólo éramos capaces de esperar el momento adecuado.
https://youtu.be/dD6qXgKjKzU
NOTA DE LA AUTORA :
¡Good night, wattleaders! Espero que tengan una linda madrugada. Quería publicarlo el jueves, ya que cumplí años, pero me fue imposible, estuve haciendo tarea de práctica.😭 Sé que tarde un poquis en este capítulo, pero la verdad estaba algo ocupada y bajoneada por una de mis novelas, que siento no progreso, al principio estaba emocionada con la masacara del payaso, pero luego empecé a tené muchas dudas, siento que no avanzó o que no es buena o yo no lo soy. Como sea, espero se pase pronto porque quiero terminarla y concursar en los wattys, pero con la escuela, dudo lograr el plazo.
Bien, sigamos, ¿les gustó? ¿les disgustó?
Comenten en este apartado, y voten si fue de su agrado. ❤😙
Sería genial si llegará a 40 estrellitas. Aunque, no es una meta, sólo creo sería increíble. Perdonen mis faltas de ortografía o narrativa, la primera es porque me es difícil en mi celular que se traba, son más de 3000 palabras y se vuelve loco.
¡GRACIAS POR DARME LA OPORTUNIDAD DE ESTAR A SU LADO!
Si la historia ha sido de tu agrado hasta el momento compartela con tus amigas o amigos que creen puedan disfrutarla también.
Posdata. Les recomiendo ese grupo, es muy bueno.
Besos, descansen.
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