20. La Sirena
Capítulo veinte
La Sirena
Me gustaría decir que después de eso no le respondí otros besos, que lo empuje, me aleje y que corrí de él, pero hacerlo sería una grandísima mentirota.
Porqué, después de que sus labios hicieron contacto con los míos ya no hubo nada que me hiciera pensar con congruencia, perdí la noción del tiempo, lugar e incluso de la persona a la que dejaba devorar mis labios.
Suaves, húmedos, carnosos, cálidos....
En esos instantes yo era una chica soltera besando a un chico sexy, tatuado y sensual. ¿Cuál era el problema?
¡Maldición, Alex! Deja de pensar en eso, no seas una hormonal. Lo que menos necesitas es perder el tiempo con cosas hormonales y menos cuando se trata de ese chico. A pesar de todas las revelaciones, seguimos siendo completamente dos polos opuestos, de una u otra manera, él buscaba el caos y yo la tranquilidad.
¿En qué mundo podría eso funcionar?
Con un largo suspiro salgo de la ducha, con suerte un poco de agua caliente me ayudará a no amanecer mañana con fiebre o algo peor.
Casi le da un infarto a mi madre por verme llegar con la ropa empapada y llena de lodo. Sólo Dios y los santos patronos sabrán el interrogatorio que me espera, debo ser muy inteligente para no echarme de cabeza, no le puedo decir que fuí en medio de plena lluvia al cementerio acompañada de un chico que no conoce y es muy diferente a mis amigos. Se volvería loca.
—Alex, ¿dónde te metiste? — entra repentinamente cargando el cesto vacío, —. Mira cómo esta tu ropa, ¿y de quién es esta sudadera? — pregunta, curiosa.
Se nota claramente que no es mía, tiene el doble de tela.
—De mi amigo, olvide llevar un suéter y él me presto el suyo. — dije, encogiéndome de hombros.
—¿Cuántas veces debo recordarte que debes usar un suéter? Si te enfermas, tú no vas a pagar las medicinas.
Ni tampoco las tomaría. Saben horrible.
Muerdo mi labio nerviosa, ya le he explicado una cosa, aunque, todavía no el porqué esta manchada de lodo. Ella espera que lo haga, sigue clavada en el umbral de la puerta, inspeccionando cualquier rastro de debilidad.
—Me caí en un charco por la lluvia —técnicamente no es mentira, mi torpeza nos hizo resbalar a los dos.
Tuve suerte caer en blandito.
<<Caíste encima de él, ¡lo usaste como colchón, Alex!>> Al parecer mi consciencia no me dejará tranquila, ¿por qué soy tan torpe?
—Deberías tener más cuidado, Alex. Podría pasarte algo, un mal golpe y ya te he dicho tú no pagas el hospital.
No comprendo, incluso me siento molesta y, por otra parte, culpable. Mi madre siempre ha hecho todo por mí y yo no puedo dejar de meter la pata.
—¿Con que amigo?
Maravilloso, esto era lo único que me faltaba. Cómo si no fuera ya suficiente, a mi mente vienen los recuerdos de hace unos momentos; su boca devorando deliciosamente y su lengua explorando dulcemente la mía. Antes de que se me ocurra siquiera detenerlo, mi cara se enternece. Genial, siempre terminó siendo un libro abierto.
—Ya veo. ¿Fernando? — la miro confundida, ¿cómo rayos llegó a esa conclusión? —Sólo espero que tú no lo hayas buscado, Alex, recuerda que siempre debes darte tu lugar. Si te quiere que te busqué, tú no tienes porque rogar amor, princesa.
Y tampoco debí haber caído en las patrañas de un imbécil como él. Me dan náuseas y me asqueo conmigo misma al recordarlo.
—Sé que es un buen chico, pero, aún así, tú vales mucho.
La miro directo a los ojos. No saben las ganas que tengo por contarle lo que paso, decirle lo que ése imbécil me hizo y desahogar esto que carcome mi mente. Necesito su comprensión y apoyo, saber que a pesar de mi error ella será incondicional a mí, pero no puedo. Tengo miedo que al mirarla de nuevo a los ojos únicamente sea capaz de ver la decepción, ¿si me aborrece?, no soportaría oír salir de sus labios que fue mi culpa.
Dejaría de ser perfecta para ella.
—Meteré esto a la lavadora, te puse un poco de té, iré a calentar la cena. Apurate a cambiar y bajas cuando te llame.
Le sonrio y afirmo con un suave movimiento. Cuando sale no puedo evitar tirarme a la cama, desesperada paso las manos sobre mi cara, tengo unas enormes ganas de gritar al cielo.
—Basta, Alex. Las lamentaciones no te van a llevar a nada. — me digo para ponerme la pijama.
Cepillo mi cabello, es horrible. Todo el tiempo se enreda y se hacen nudos horribles, lo detesto. Creo que haberme teñido las puntas no fue la mejor idea, está hecho paja.
No sé que es lo que me pasa.
¿Por qué me siento de esta manera?
De un momento a otro, lo que creía se fue por el caño; Hamilton no es el maldito mujeriego que parecía y Fernando no es el estúpido caballero que aparentaba.
No es que quiera estar con ninguno, lo que pasó hoy con Hamilton fue algo excepcional, no volverá a pasar.
Y ya no tengo intenciones de pensar en ello, fin del asunto. Es mejor mi mente en algo más productivo.
Manos a la obra.
Busco dentro de mi mochila, ¿dónde está?
¡Guala!
Abro la libreta profesional rayada, tomo el lápiz entre mis dedos dejando que el movimiento se despliegue redonda y planamente conforme cada letra.
****
Correr.
Su respiración se aceleraba con cada salto que sus pequeñas piernas daban, escapando poco a poco de sus pulmones y su aliento combinandose con cada copo cayendo del cielo.
Era una noche fría, llena de aquel blanco velo. Sin embargo, no dejó de correr. Ni siquiera cuando las ramas golpeaban su cuerpo o cuando casi resbala por la acumulación de la nieve. Jamás dejaría de correr. Era su monotonía desde que ella de marchó, corría hacia su madre.
No importaba dónde fuera, lo único que quería era ir a su lado.
«¿Dónde estaba?» se preguntó en más de una ocasión.
Era pequeña que no se daba cuenta lo que ocurría a su alrededor.
No tenía la mínima idea de dónde estaba, no veía más de lo permitido: la nieve recorriendo cada centímetro.
Oscuridad, eso describía perfectamente la velada más fría de toda su vida. Sin luna que protegiera la noche ni estrellas que alumbran su camino y, mucho menos, recuerdo más doloroso que la hicieran olvidar aquel día.
Y a pesar de ello, seguía sin preocuparle.
No se inmutó en dejar de correr en cuánto los gritos que la llamaban desaparecieron. Cómo tampoco, se percató del lugar en que se adentraba; un oscuro bosque, donde los árboles susurraba tenebrosos ante el movimiento de su follaje.
¿Te da miedo la oscuridad?
Podía seguir corriendo y, aún así, no sería capaz de encontrar a su madre. Estaba perdida, mucho más que antes.
Se detuvo sintuendo arder la garganta y las laterales de sus costillas, intentando recuperar todo el oxígeno que sus pulmones había perdido, mirando desorbitada a su alrededor: árboles a lado de otros, con el tronco grande y cubierto de la blanca y fría escarcha.
Llena de esperanzas, fijó su vista al cielo, esperando que algo la iluminara. No sucedió.
¿Podría ser capaz ver sombras en la oscuridad?
Aquella que se movía rápido entre los troncos, como si la vigilara y, a su vez, quisiera ser seguida.
Y eso hizo, corrió detrás de ella.
— ESPERA— gritó —¡Espérame, no soy muy rápida!
¿Había sido capaz de gritarle a una sombra? ¿Realmente la perseguía? ¿Esa sombra querría comerla?
Eran tantas preguntas acumulándose dentro de su cabeza que Eris no podía hallar la respuesta para cada una.
Aquella persecución paro al instante, la sombra había desaparecido dejándola una vez más sola.
—Frío— susurró ella—¿Qué es el frío?— preguntó, estirando la palma de su mano y atrapando un pequeño copo —Blanco — repitió, contemplando la figura desvaneciéndose — ¿Qué es blanco?
—Algo que es absoluto — respondió una voz.
—¿Qué es absoluto?
—Es lo independiente a lo oscuro y a ellos. Debes huir de ellos.
—¿Quiénes son ellos?
—Aquellos que transforman el blanco en rojo.
Durante unos segundos no fue capaz de comprenderlo, no entendía como el blanco podía fransformarse en rojo hasta que lo vio.
Aquel color antes puro teñiéndose lentamente, como si el punto fuera cubierto por una mancha absoluta.
—Rojo.
Su figura era imponente para ser niños —aparentemente — de su edad. La textura de su piel pálida, con la belleza mortal más perfecta que jamás hubiese imaginado y aquel color bajando por su garganta, rojo.
Tres cuerpos frente a ella. Dos chicos y una chica, los tres rodeando el cuerpo con el segundo tono más oscuro de la humanidad.
La claridad de sus ojos se inyectó de carmesí cada vez que Eris veía chupar de su piel.
—¿Porque de sus labios brota el rojo?
"¿Tienes miedo?"
—No
"Entonces, ¿por qué tiemblas?"
La confusión se apoderó de su cuerpo, tanto que no pudo reaccionar a tiempo ni siquiera cuando, ellos la miraban.
—¿Estás bien?— preguntó uno de los chicos.
Su cabello castaño y sus pupilas inyectadas del mismo tono que el líquido sobresaliendo de sus labios, retomando paulatinamente su tono natural, verde.
Sangre. Estaba segura que eso era. Inconsciente, retrocedió un paso, acto que no paso desapercibido por ninguno.
—Mi nombre es Máxime, no te haré daño. Puedes confiar en mí — extendió la mano con una sonrisa amable.
¿Podía confiar en él después de verlo devorar el cuello a alguien?
—Tranquila, te cuidaré, ¿sí?
Aquello no había sido esperado por nadie, ni por sus acompañantes, quiénes, confundidos intercambiaron miradas entre ambos, extrañados por su comportamiento. Tendía a menospreciar aquellos que no conformarán originalmente parte de su círculo.
La pequeña pelinegra estuvo a punto de tomarla, sin embargo, fue interrumpido por una carcajada de su compañero.
—Que gracioso eres Máxime. Hasta yo me la creí.— dijo, secándose una lágrima.
La diversión en sus ojos color ámbar paso repentinamente a la seriedad, aspirando por la nariz el olor que la niña producía a su alrededor. Acechandola con sus pasos.
— ¿Te perdiste? Hueles delicioso, ¿me dejarías probar un poco de tu sangre?— preguntó de manera incluso caballerosa, lo cual, hizo que la niña retrocediera y esquivara la mano del primero.
—No lo escuches— se apresuró a decir el castaño—. Yo no te haré daño. Lo prometo.— su voz era nerviosa y aunque fuera cierto, ella sentía que algo no cuadraba.
Sabía lo que eran. Vampiros.
"Huye o te comeran" De nuevo hablo esa voz.
No dudo, dio la vuelta y corrió. Llorar, eso era lo que quería.
—El monstruo va a comerme— se decía entre sollozos sin parar de correr.
"No lo harán, lo prometo"
—Ellos son los que vienen por mí, ¿verdad?
"No. Nadie vendrá por ti"
—Tengo miedo.
"Yo estoy contigo y te protegeré."
—Sangre fresca. — el siseo de la voz le puso la piel de gallina, obligándose a detenerse.
¿A qué estraño mundo había llegado?
Estremecida, observó como la bella mujer fugazmente tomaba el aspecto de una anciana, llena de barros y cabello hechos de paja.
— Acercate. ¿Te gustan los dulces? Tengo muchos para ti, — reía jocosa, dando una de las visiones más terroríficas que en su infancia recordaría.
—Moriré, ellos van a comerme.
No.
Eris, cerró los ojos apretando los párpados con fuerza mientras esperaba que su final llegará al mismo tiempo que la bruja la miraba maravillada por el miedo que emanaba. Para ella era igual a una invitación.
El soplo del viento disfrazó su llegada, lo último que se hubieran imaginado es que no estuvieran solas.
—Vampiros, lobos, brujas... A veces deberíamos recordarles a los monstruos porqué no deberían existir. ¿Cómo puedes intentar dañar a una niña?
Por única vez, esa noche fue iluminada. Un rayo de luz golpeó el estomago de la mujer, desapareciendola con un grito agonizante y volviendo de nuevo a la oscuridad.
Ella abrió los ojos, debía estar loca porque a pesar de ello, podía admirar a la persona que la había salvado.
Rubio con algunos mechones dorados, su mirada clara como el cielo, su tez era blanca y facciones finas. Lo más impresionante es que no se trataba de un adulto, sino, de un niño con apenas un par de años más que ella.
—¿Eres un vampiro?
—Edek, mi nombre es Edek. Hijo del sol.
A paso sutil, seguro que no huiría, camino en su dirección.
— ¿Estás bien? ¿Te lastimaron?
Cansada, sin oportunidad de responder, cayó en un profundo sueño, esperando que todo hubiese sido una pesadilla.
***
—Alex, te estoy hablando.
Cerré rápido la libreta y la miré.
—Lo siento. Ya bajo.
Mi madre se cruza de brazos enarcando severamente una ceja, —¿Qué estás haciendo?
—Tarea. —respondo sin pensar.
A ella no le gusta que pierda el tiempo con "tontos escritos" (cómo ella los llama), habían otras obligaciones más importantes que escribir realidades alternas en una libreta. Ni siquiera son buenos.
—¿Segura?
Asentí nerviosa. No quería que me regañara de nuevo, es muy estricta con las reglas.
—Sí. Quería adelantar unos cuestionarios, ya sabes que luego me desespero un poco. Y Haziel seguramente tendrá tareas.
Parece creerme.
Esboza una sonrisa agradecida —De acuerdo, que buena hermana eres. Muchos me envidiadan por tener una hija tan tranquila como tú, siempre dedicada a sus estudios. — empiezo a sentirme mal por haberle mentido y usado a mi hermano como excusa. — Ya está la cena, vamos.
Al bajar, veo a Haziel sentado junto a Jorshua comiendo hot cakes con lechera. Me siento a lado del pequeño y, ya que no me gusta mucho la lechera les echó a los míos mermelada de fresa.
—Haziel, — susurro mientras veo a mamá y Jorshua hablar de la escuela, mi hermanito me mira de reojo y sigue comiendo — ¿Dormirías hoy conmigo?
No quiero dormir sola hoy, ¿y sí los espíritus del panteón vienen a jalarme la cobijas, o peor, los pies? Podría poner la biblia en el salmo noventa y uno, y cerrar súper bien las ventanas y puerta, pero, el problema es que los fantasmas no usan ventanas ni puertas.
Se muestra pensativo, frunce el ceño y mete otro pedazo en su boca, —¿Por qué?
—¿Por qué soy tu hermana y quiero dormir con mi hermanito pequeño? — trato de no sonar como una miedosa desesperada.
—¿Haziel qué recibirá?
Ah, con que esas tenemos.
—Mi gratitud.
Con los ojos más tiernos que se pudieran imaginar y la sonrisa de un pequeño diablillo, ladea la cabeza de un lado a otro negando.
Agh, pequeño demonio con cara de angel, ¿acaso no puede compadecerse un poco por su hermana mayor?
Sin duda alguna, él se aprovecha de mi amor.
Después de "razonar" y darle uno de mis esponjosos y exquisitos hot cakes, acepta.
El cielo cruje repitadas veces, las luces parpadean repetidas veces hasta que, finalmente, se apagan al mismo tiempo que un rayo cae al final de la calle, el arco eléctrico brilla y retumba con fuerza.
El grito chillón de mi mamá no sólo nos asusta o lastiman mis tímpanos y los de mis hermanos, también nos hacen reír sonoramente.
Suena cruel, pero santo cielo, fue tan aterrador y gracioso que no se puede evitar. Reímos hasta que el estómago nos duele, incluso, ignoramos los regaños de mi madre.
—Tranquila, mamá. — le pido entre risas, siento que me haré pis.
La oscuridad se apodera de toda la manzana, aun así, puedo ver su silueta. —Saben que me dan miedo los rayos. Iré por unas velas.
—¿Quieres que vaya yo? —me postulo para hacer las paces.
Niega y me sienta otra vez.
—¡No! Conociéndote capaz que azotas, yo voy, Alex.
Ruedo los ojos, enfurruñada.
Considero que un poco de confianza no me haría mal. Aunque tiene un buen punto, soy tan despistada que a mis diecisiete años ni siquiera sé acomodarme los tirantes del brasier, — no es que tenga mucho busto, soy como una tabla..., pero lo uso —, que vergüenza.
Una llama flameante flota dentro la negrura de la casa, mi madre detrás de ella sosteniendola sobre un plato pequeño nos entrega una a mí y otra a Jorshua para mandarnos a los tres a nuestro cuarto mientras ella habla con la abuela de quién sabe que cosa.
—Yo quiero también una vela, mamá. — llora Haziel pensando que es todo lo que un niño grande haría.
—No, que tu hermana la lleve, podrías quemarte con la cera. Ahora, a dormir. —señala las escaleras.
Como un trío de niños pequeños y miedosos a su madre, subimos no sin antes escuchar una última advertencia:
—No estén con su celular, podrían atraer un rayo.
Jorshua y yo afirmamos, a pesar de que estaba claro que no le haríamos caso.
Sin luz, sin televisor y a las ocho de la noche con diez pesos de crédito —en caso de Jorshua — era lo único que teníamos para no morir de aburrimiento, así es señores, somos adictos en cierto punto a la tecnología del teléfono.
Nos abrimos paso con el tenue fulgor de la candela recorriendo el oscuro corredor.
—Alex — me detuve al escuchar la voz de Jorshua, quién, permanece bajo el umbral de su puerta, recordando algo —. En la preparatoria me encontré con Fernando — oír su nombre me deja estupefacta, el temor se apodera de mi cuerpo.
¿Y sí le dijo algo? ¿Si lo manipula contra mí?
—Me preguntó por ti —su mueca es de desagrado —, todos los días lo hace. Habla con él, es molesto que me paré todo el tiempo para preguntarme por ti, sólo lo soporto porque es el capital del equipo de fútbol.
¿Le pregunta por mí?
¿Por qué?
Desgraciado, infeliz.
—Si lo vuelve a hacer ignoralo. —decrete y seguí con mi camino.
Intentando controlar mi velocidad entre a mi habitación, inhale una gran bocanada de aire sintiendo mis venas hervir de frustración, enojo, ira y repulsión.
En un abrir y cerrar de ojos ya no estaba camino a mi puerta, sino, encima de mi cama golpeando la almohada contra del colchón y mis puños, llena de furia mientras la humedad de mis lágrimas bajaban por mis mejillas y mi paladar sentía su sabor salado.
—Que asco. ¿Que te paso? —preguntó Haziel, entrando a la habitación.
Rápido, me limpio con las mangas del suéter mis ojos y la nariz, logrando que mi hermanito hiciera otra mueca de asco.
—¿Quieres que vaya por mamá?
Negué muchas veces. Era lo que menos necesitaba, si lo hacía, ella interrogaria y yo no sería capaz de callar más.
Lo sabría.
Se daría cuenta que yo no era buena, se enojaria y me diría que le fallé.
No podría.
No quería
No lo permitiría.
Escuche el crujido de la puerta cerrándose y un pequeño peso extra a mi lado, —No llores, sé que te da miedo la oscuridad, pero yo voy a cuidarte, ¿sí, Alex?
Sus pequeños brazos pasaron detrás de mi espalda, depositando su cabeza sobre mi hombro con cariño. Esto era lo que había necesitado desde la tarde en que desperté en ese hotel: el apoyo de mi familia. No importa si fuera mi hermano pequeño, Jorshu, mi abuela o mi mamá, yo necesitaba sentir su apoyo, dejar esa faceta de víctima o de niña buena.
Podía equivocarme, aunque sea por unos segundos, a lado de mi hermano podía hacerlo. Joder, vaya que me había equivocado demasiado, primero con Fernando y, luego, hoy con Hamilton.
¿Qué seguiría después?
Estaba sucia, mancillada, era miserable, patética y débil, no era inocente ni —al parecer — tampoco honesta.
Odiaba sentirme así, vulnerable. Era una sensación horrible, me hacía sentir que no podía con nada, y, quizás era cierto.
Lo único que mis sentidos pedían era una gota, ingerir el ardor y lo amargo recorriendo mi garganta, la solución para olvidar.
¿Cómo podía cuidar de alguien cuándo ni siquiera se cuidarme yo misma?
—Tranquila, tranquila... — su voz apaciguadora de cierto modo me hacía recuperar la cordura, un nudo sobre mi garganta y en mi estómago. —Me estás mojando la pijama. — ríe suave.
<<P A T E T I C A>>
Como si pudiera remediarlo, con las mangas intento solucionarlo, sin embargo, solo hace una mancha de mocos más grande.
Haziel no puede evitarlo y suelta una estruendosa carcajada que me contagía a mí.
Lo abrazo y beso muchas veces sus mejillas, tengo la suerte de que su risa y su sonrisa sean tan contagiosas que calma mi corazón.
—¿Ya no le tendrás miedo a la oscuridad?
—No. — ojala pudiera ser literal y no hipotético.
Sonríe e infla el pecho con orgullo, cómo si esto fuera su máximo logro hasta el momento.
—¿Buscamos historias de miedo?
—¡No! —exclamo apresurada ante su propuesta.
Ni loca invocó a ningún espíritu o pesadilla, tendré suerte si los del panteón no se enojan con nosotros. No es que sea supersticiosa, pero, es mejor prevenir que lamentar, ¿no?
Haziel, me echa un vistazo confundido. Sabe que me gustan las historias de terror, aprieta los labios y antes de que siquiera pregunté ni pío, le hago otra propuesta:
—¿Y si mejor escuchamos música?
Lo piensa unos segundos, infla su cachete izquierdo y hace una mueca porque no coincidimos demasiado en gustos musicales.
—Ya que, pero yo la escojo.
Aliviada, le doy mi pequeño móvil. Me duele, porque si la luz no regresa pronto no tendré pila para mañana y no podré oír música mientras voy rumbo a la escuela.
—Por cierto, ¿qué le paso a tu celular rosita? Ese me gustaba más.
<<Verás, se lo arroje en la cabeza a un chico que antes creía un patán porqué me dio una cachetada y me tiró la cerveza encima. Sin embargo, ahora creo que no es tan malo, pero que estoy segura no volvere a ver. En fin, se rompió, supongo.>>
No, no creo sea una buena explicación para éste niño.
—Lo perdí. —suelto al final.
Con diversión, rueda los ojos imitando a mamá cuando hago algo similar.
—Mamá tiene razón, eres muy descuidada. Un caso perdido.
Lo sé.
Me esfuerzo, y ni así logró hacer nada bien. Siempre me equivoco y cometo tonterías.
Todos tienen razón al decir que soy una buena para nada.
—Esta me gusta —dice reproduciendo una canción.
Que irónica es la vida.
Story of my life. Inconsciente, regreso horas atrás y mis recuerdos puntualizan desde la conversación con Darién, el juego del tequila junto al sabor a tabaco, el cementerio y el —los — beso(s).
Un torbellino de emociones gira dentro mi estómago, corre a mi pecho y suben a mi cabeza, mis mejillas se encienden y estoy casi segura que si no fuera por la oscuridad mi cara se vería súper roja.
¡Deja de pensar en eso!
Puede que no sea el mujeriego que decían, no obstante, sí es un imán de cosas que detesto, como las peleas, golpes y violencia. Su sola presencia me haría perder credibilidad como la chica buena ante los ojos de los demás.
Liam es como una sirena de la mitología griega, tentador y seductor, yo por mi parte soy como Odiseo, si no tengo el debido cuidado puedo caer de nuevo en su canto y perderme en las profundidades.
A veces, las personas debemos hacer elecciones. Elecciones que no siempre son justas, a pesar de ello, son fundamentales. Por Dios, soy un desastre de persona que apenas puede consigo misma, si me dieran más caos me desplomaría, eminentemente, y perdería todo.
Debo ser la buena chica que todo a creen: aplicada, educada, pacífica, solidaria y que no se mete en ningún problema.
Y Liam, bueno, él es un problema.
Como si mi hermano quisiera activar —completamente — mi modo sad, continúa con una lista muy oportuna; under pressure- queen, evanescence, Hozier, Gotya, the heart wants what it wants, oasis y rematamos con boulevard of broken dreams de Green Day.
Hace mucho que no la escuchaba, amo esa canción, pero, ¡joder!
No conforme con ello, la repite una y otra vez hasta quedarse dormido.
—Que buen día para repetir canciones.
¿Saben que es lo peor? No es que te guste ni que te pongas colerica o familiarizada por alguna —extraña — razón, sino, sentirla hasta los huesos.
Si, oyeron bien.
No solo es el ritmo introduciéndose dentro tu piel, sino, el significado de todo, de toda tu maldita existencia.
Yo sólo quería paz.
Indudablemente, este día había sido bastante largo, muchas experiencias en tan poco tiempo.
Con lentitud, mis párpados empiezan a ceder ante el cansancio y sueño.
A mitad de madrugada entre el ajetreo de golpes contra el metal y la pared, gritos y maldiciones, yo y Haziel abrimos los ojos.
Ojalá hubiera sido un sueño, durante segundos creí que lo era, desee compartir sueño con mi hermano. Claro que eso resultaba una tontería.
Aparte de ser real, para nuestra mala suerte no eran los vecinos o una persona ajena a nosotros, era esta casa y era nuestro padre.
—¿Que pasa? —interrogó Haziel con voz ronca y somnolienta.
Sus ojos se entre abría y su cuerpo se tambaleaba sentado.
Suavemente, volví acostarlo en la cama, bajando con una mano sus pequeños párpados y dormilo de nuevo. Se acomodó dentro las cobijas y no volvió a despertarse.
En ese momento, luces azules y rojas brillaban afuera, cada vez acercándose más hasta parar delante de mi casa.
Sin pensar dos veces, aparte las cobijas y corrí a la ventana. El árbol de enfrente de ella me quitaba poco más de la mitad del panorama de visión, sin embargo, podía oír los gritos y la burla de mi padre gracias a los efectos del alcohol y —tal vez —inhalantes, los golpes sobre su cuerpo y mi mamá pidiendo que se calmara o se lo llevarían.
El goteo de la lluvia sigue siendo pronunciado, me pregunto sí mi padre tendrá frío, sí mi mamá usa un paraguas o suéter. Me pregunto tantas cosas que de una y otra forma duele.
No hay estrellas ni tampoco electricidad, no puedo ver mi sombra, apena, puedo ver mi reflejo contra el vidrio que se opaca con mi aliento y sólo escucho el sonido de la sirena alejándose mientras sus luces dejan de brillar intensamente.
Sé que se llevaron a mi padre en ella, no es la primera ni será la última vez que ocurra.
¿Hasta cuando acabará?
No importa cuánto tiempo pase ni tu edad, nunca terminas por acostumbrarte.
He leído y oído que las familias son como una unidad de amor, confianza y comprensión, pero yo solo veo gritos y desintegracion.
¿En que momento empieza o termina el amor?
Sé que mi mamá sufre, esta harta y a la vez, sigue teniendo esperanza.
¿Eso es amor?
Yo no lo quiero. Al menos, no de pareja, prefiero sentirlo por mis hermanos, mi mamá o mi abuela a tenerlo por alguien que pueda traicionarme igual cómo mi papá lo hizo con mamá, cómo Fernando lo hizo conmigo.
Y se repente, te das cuenta...
Andas sobre una línea, intentas no ver hacia los lados, pero mientras más caminas, más te das cuenta que no hay borde, sino, un vacío. No hay nadie quien quiera encontrarte y es por ello que a veces buscas la aceptación de los demás y cuando no lo logras buscas adaptarse de una u otra forma. Te aferras a ser lo mejor para los demás y para ti.
Porque eso es lo correcto.
Vives en un mundo donde los gritos, los reclamos y las expectativa son tan grandes que terminas acostumbrandote a que no lo quieres más, solo piensas en llenarlas para tratar de estar unos minutos en paz.
Debo ser más que suficiente.
*****
Una vez concluidas las clases, arrastró los pies en el piso y sujeto la correa de mi mochila.
Estoy hecha puré, un asco total.
No supe cuánto paso para poder conciliar de vuelta el sueño, pero sí que desperté al cuarto para las siete, tuve menos de quince minutos para "arreglarme", mejor dicho, ponerme el uniforme y correr, mi celular se quedó sin pila cinco minutos después de salir de casa y soporté las burlas de Jorge y la histeria de Fany, por su culpa y su maravillosa idea de arreglarme el cabello, el profesor de cívica casi no nos dejan entrar.
¿Qué más da cómo me vea? Voy a estudiar no a lucir bien para otros.
Meto una menta en la boca, ni siquiera me tiempo de lavarme los dientes en la mañana, ya quiero llegar a casa.
Antes de dar la vuelta a la parte de la entrada, me detengo y me escondo detrás del muro. Ahí está Liam Hamilton montado en su motocicleta y platicando con un grupo de chica que sólo se enredan el dedo en el cabello y pasan sus manos por el de él.
Creo que hay cosas que nunca cambian.
Ése no es el punto, Alex.
¿Qué diablos hace aquí?
No me ha visto y eso es bueno.
Doy la vuelta sobre mis talones apresurando el paso en dirección contraria. Maldigo para mis adentros, es una tarde ascendente y el sol da en todo su esplendor de este lado.
Odio los días calurosos, maldito cambio climático.
—¡Eh, Sheccid!
Inconsciente, me detengo irritada por el apodo, ¿por qué lo gritó? No se ha despejado la escuela, los de la mañana salen y los de la tarde llegan, ¿cómo me vio entre tanto estudiante?
¿Será mi mala postura? ¿Mi mochila?
Fingo no escucharlo nada y sigo, escucho el rugido del motor junto a unas llantas en el pavimento, al principio pienso que es de algún carro, pero no; de un segundo a otro, doy un salto hacia atrás al ver como un enfermo me obstruye el paso.
Le doy una mirada desaprobatoria y molesta mientras él sonríe con autosuficiencia.
—Sheccid.
¿Es lo único que tiene que decir?
—¿Estás loco? ¡Pudiste matarme o ocasionarte un accidente! — reprochó muy enfadada.
No dice nada, parece divertido. Es un inconsciente, ¿qué rayos tiene en la cabeza?
—¿Estás preocupada?
Abro la boca pasmada, ¿sólo escucho eso de lo que le dije?
—¡No, animal! Me preocupe por mi vida. — le digo en un murmullo, algo me dice que ciertos chismosos están atentos.
Discreta, observó en todas direcciones y como lo pensaba hay quienes nos miran con curiosidad, entre ellos, el grupito de chicas que lo acompañaban, ellas son las más interesadas.
—¿No deberías de regresar con tus chicas?
—¿Mis chicas? —pregunta con su pose pensativa.
—Ajá. Las de allá atrás. —respondí con desinterés.
Sin disimulo dirige su atención a donde estaba antes y les sonríe con galantería.
Estoy empezando a dudar en lo que me dijo ayer.
—¿Estás celosa? —se rio cuando lo fulmino con la mirada.
¡Por supuesto que no! Sólo no me gusta como me ven, creo que hasta quieren hacerme mal de ojo.
Esta parado sobre su moto, se inclina centímetros escasos centímetros de mi cara, siseando roncamente:
—Te dije que sólo te amo a ti. —finaliza, besando mi mejilla.
Maldita sea, ¿por qué hizo eso?
Tuerzo los ojos y antes de escuchar su teoría de mi tic, doy la vuelta para seguir mi camino. Justo cuando creí que las cosas regresarían a la normalidad y yo al anonimato.
¿Le gusta joderme la vida?
Entre los grupos se secretean, es muy injusto, si una pareja se besa en las aulas o fuera de la escuela nadie le toma importancia, ah claro, pero si se trata de este tipo hasta quiere publicarlo en primera plana.
Tan problemático es este sujeto que siempre termina siendo el centro de atención. Si voy a sobresalir será por mis buenas notas y por mí, no por Hamilton y su imagen de chico malo.
—Sheccid, Sheccid, Sheccid — exclama a los cuatro vientos.
Trate de ignorarlo, seguí mi camino soportando sus gritos. Parece en verdad querer molestarme, de nuevo el sonido de la moto pero en sentido contrario se escucha, lo tengo pasos detrás de mí llamándome.
Sí el carril no fuera de doble sentido estaría multado, aunque dudo le importe.
Sin aguantar más, giro la cabeza harta —¡¿Qué quieres?!
Soy la mira de todos y el punto del chisme cuando baja de su moto y corta la distancia.
—Eres tan refunfuñona—suelta como si nada.
Madre Santa. Maldito arrogante.
—¿Qué haces aquí, Hamiton? Si vienes por tu suéter ayer se fue la luz en mi casa... —me detengo cuando él niega. —¿Entonces? Ni siquiera vas en esta escuela, ¿no deberías estar en el Tecnológico?
—Quería saber si estabas bien después de anoche, ya sabes, si no estabas enferma — Lo miro a los ojos, la sombra de las hojas con los huecos dando a su rostro generan un reflejo digno de una foto trumbl.
Debería ser modelo. Tiene un aire peligroso y es atractivo.
Antes de poder responder o decir alguna tontería, inclina su cabeza y me besa.
Lo empujo, —No hagas eso. No me lave los dientes hoy.
Suelta una estruendoso carcajada y yo me muero de vergüenza.
—Te dije que me gustabas, y que te lo demostraría hasta que me creyeras.
Oh, joder. Eso no era parte de ningún trato.
—Demos una vuelta.
—No, sólo quiero llegar a casa.
—El día es perfecto para un paseo. — que insistente es.
Sonrio forzada, —En verdad, no me siento bien.
—Sube.
¿Acaso no entiende?
—No, te dije que no.
—Si tú lo dices, pero te recuerdo, ayer me besas...
Antes de que termine la frase, tapó su boca.
Fijo la vista a los lados, hay quiénes nos miran fijamente, esperando cualquier movimiento, contemplan curiosos y temerosos a Liam.
—No digas nada.
No pues hacer como si no existiera, esta claro que no funcionaría en en absoluto, ha dejado en claro que seguirá insistiendo.
—De acuerdo —gruño vencida —, dejaré que me lleves a casa. —No sonríe, pero si me deja ver el aire arrogante sobre sus facciones —Pero, te veré en la gasolinera a un lado del teatro abandonado.
—¿Puedo confiar en tu palabra? —su voz es mecánica, carente de cualquier sensibilidad.
¿Cómo puede cambiar de humor rápidamente? Bipolar, tripolar, cuatripolar, quintipolar... ¡todos los polares que existan?
Le dedico una mirada llena de molestia, —Si, ahora, largo.
Le doy la espalda e inicio mi camino, el rugido y aceleración de la motocicleta desapareciendo me tranquilizan de cierta forma. Una vez que me alejo lo suficiente del panorama visual de la escuela, camino rápidamente al lugar acordado, yo siempre cumplo, aunque, a veces — como esta —no quiera. No hay nadie más que nosotros y un empleado que barre fuera del tétrico lugar, exhalo una gran bocanada de aire mientras subo detrás de él y me aferro con fuerza a su cintura.
Rezó y ruego a Dios, al cielo, a las vírgenes y todos los santos para no morir sobre esta Harley Queen del mal, cierro mis ojos y arranca llevándose un grito que sube de mi garganta al exterior.
¿Por qué siempre debe ir a una velocidad alarmante?
Escucho su risa burlándose de mí, si no tuviera tanto miedo de caer le asestaría un buen golpe.
—Eres un imbécil. —reclamo sin abrir de broma los ojos.
—Me lo has dicho tantas veces que me resulta difícil creer que tu imaginación sea limitada.
—Pudrete.
No deja de reír, aumentando mis ganas de golpearlo. Juro que cuando baje besaré el cielo.... De acuerdo, no.
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¡Hola wattleaders o wattleatters! Eh vuelto, jajaja. La verdad es que este capítulo no estaba planeado para esta semana, sin embargo, alguien cambio mi lista de reproducción y ¡taran! Así que, este capítulo se logró gracias a "Story of my life- Bon Jovi" y "Boulevard of broken dreams- Green Day", hablando de eso, también estoy trabajando en un fanfic inspirada en esa canción junto con otras, en sí, ya tengo el título, el prólogo y la idea, pero sigo sin estar segura del todo.
Ya sé, ya sé... soy un caos, aun no terminó una y ya inició otras. Lo siento, bellas personitas.
Oh por cierto, hice un intento de tic toc de la novela, se los dejaré en los comentarios para que puedan verlo y darle su love.
Estoy muy contenta porqué el capítulo anterior casi llega a 30 votos, sé que para algunos no es la gran cosa, pero para mí lo es, porque aunque no parezca o no se vea, me ayudan demasiado.
Si les gustó, regalenme una linda estrellita. ☆☆
Voten y comenten. ❤
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