19. El Caos y las Estrellas
Capítulo diecinueve
El Caos y las estrellas.
—Hey-hey-hey, hey-hey-hey. Livin' like we're renegades, renegades, renegades.
Debía tener un tornillo zafado en el cerebro por aceptar acompañar a Liam Hamilton a no se dónde.
—¿Cómo se llama la canción? —pregunté curiosa, era la primera vez que la escuchaba y no me parecía nada mal.
—Renegades. Te dije que hoy seríamos dos renegados contra el mundo, Sheccid.
Nunca dijo eso, al menos, no con esas palabras.
Subió más el volumen del estéreo, en esta ocasión, veníamos en una automóvil negro. Estaba aliviada de no tener que subir a esa motocicleta del mal con la velocidad de este loco, ¿no sabe que hay un límite?
—Ponte el cinturón de seguridad, Sheccid. No por nada, deje mi amada Harley. —dijo, abrochando él mismo mi cinturón, dejándome pasmada.
—Tengo manos, ¿sabes?
—Sí, puedo verlas.
Rodé los ojos, y Liam sonrió con arrogancia, ya sabía que la idea del estúpido tic rodaba por su cabeza. Es que esto es el colmo.
—¿Y siempre has tenido el auto?
—Si.
—¿Y tienes licencia?
—Ajá.
No podía dejar de preguntar, si tenía carro, ¿por qué rayos siempre utilizaba esa Harley Queen maléfica?
—Pero no sacas mucho el auto.
—No, sólo en ocasiones extremas como esta.
Fruncí el ceño, a lo que él rápidamente, agregó:
—Sé que no te has acostumbrado del todo a mi bonita, por lo que, pensé te sentirías más cómoda en el auto.
Y lo estaba, al menos, no temía morir desparramada en el pavimento. Hoy en día, los índices en accidentes de motocicleta han ido en aumento. Con un loco como él manejando, mis posibilidades crecen con las mismas.
—Gracias. ¿Puedo preguntar por qué no te gusta el auto?
—¿Qué te hace pensar eso, Sheccid? — enarcó sus cejas perfectamente pobladas, sin quitar la vista del camino, pero prestándome absoluta atención.
—Cuando subimos, la expresión que pusiste fue muy diferente a la que haces al subir a la motocicleta.
—Bueno, es que mi Harly es...
—El amor de tu vida —rodé los ojos, eso ya lo sabía. Me lo había dicho desde un principio, aun así, tenía el presentimiento que había algo más.
La luz del semáforo cambio de color, dejando el resplandor rojo detenernos. Mismo momento en que él se gira rápidamente a mi asiento, como un acto de reflejo o de defensa, me hago para atrás, pegando mi espalda con la puerta del auto. No tenía la menor idea de que planeaba, pero ya estaba lista para jalar de la manija y salir corriendo de ser necesario.
Diantres, el cinturón.
—¿Todas las chicas buenas son tan curiosas como tú? — ya no tenía más espacio para recorrer, su aliento fresco con toques de tabaco y alcohol volaban creando una especie de cosquilleo fresco en mi piel —, parece que no comprendes del todo bien los límites personales, Sheccid.
No era la única.
Éste chico sabía mas cosas de mí de lo que creía. Conocía como me llamaban —ocasionalmente — mis amigos, información familiar, horario de clases, sólo falta que también sepa mi tipo de sangre o mi número de calzado. Eso sí que ya sería nivel acosador.
Sin embargo, yo era la única que me sentía avergonzada por ello. Mis orejas se calentaban y debía tratar con todas mis fuerzas de que el color no se apoderara de cada centímetro de mi rostro.
—Lo siento. — sujete con fuerza la tela de mis jeans. No quiero enfrentarme a Liam y su glacial mirada.
Ni siquiera sé porqué rayos vine. Es más que obvio, que no lo soportaría. Giro mi rostro hacia la ventana, el cielo se oscurece más rápido de lo que me gustaría mientras nubes grises se acercan, haciéndome temer una próxima tormenta. Mi corazón para cuando a través del reflejo de la ventanilla, veo a ese chico que no deja de verme.
No, no, no. Deja de hacerlo. ¿Por qué lo haces con esa intensidad?
Como la cobarde que soy, cierro los ojos, negándome al hecho de que algo esta cambiando. No quiero que nada lo haga, es atractivo y demasiado, es por ello, que debo tener cuidado. Ahora, sólo quiero golpearme por haber aceptado acompañarlo, me deje llevar por el tema de dos renegados, si lo pienso bien, no tiene ningún sentido.
—¿Falta mucho para que lleguemos con tu madre? Creo que lloverá.
Al principio, me intrigaba saber más de ella, porqué nunca estaba para poner en raya a su hijo troglodita. Tenía tanta curiosidad que no pensé con racionalidad, ahora creo que seria extraño conocerla, más porque su hijo y yo no tenemos ningún lazo relacional, sólo somos dos conocidos de la misma escuela. Sin duda, ésta no fue la mejor de mis decisiones.
—No, estamos a cinco minutos. — sentí una oleada de alivio cuando el color del semáforo volvió a cambiar a verde.
Vuelve a poner en marcha el vehículo y pasamos a lado de una reja bastante tenebrosa que me pone la piel de gallina. Doy gracias que no se detuviera ahí o creería que busca matarme de un susto. Dos minutos después detiene el automóvil, entre un muro grande con plantas sobre piedra y una unidad departamental pequeña, ambos bajamos, mientras yo contemplo la entrada de los departamentos, él lo hace en dirección contraria. Lo miro confundida, juntando ambas cejas interrogantes, ¿a dónde cree que va?
Esto es bastante extraño, se dirige a las raíces salidas de un árbol de ahuhuete, puedo ver a duras penas algunas ramas de otros sobresaliendo detrás del muro y de la oscuridad.
¿Que demonios? ¿Acaso va a robar una casa y me trajo aquí para convertirme en su cómplice? Oh no, debo gritar y pedir ayuda a los vecinos del lugar, no seré una delincuente.
Eso me pasa por aceptar venir con él.
—Vamos, Sheccid, sube. —dice arriba del árbol, extendiéndome una mano.
¿En qué momento lo hizo?
Aprieto los labios, negándome a cualquier cosa que tenga planeada, no voy a irrumpir una casa. Puede ir olvidándose de ello.
Suspira y se baja, caminando a donde continúo parada. Mi plan es quedarme clavada en mi lugar y no moverme, aunque claro, él no piensa lo mismo.
De repente, me levantan por los aires y Liam me coloca sobre su hombro al mismo tiempo que vuelve a trepar el gran ahuhuete, ¿cómo lo hace? Yo no podría subir ni un metro. Siento unas enormes ganas de vomitar mientras me sube.
—¡Bájame, Hamilton!— mascullé entre dientes, intentando golpearle la espalda con los puños.
Parece no afectarle en lo más mínimo.
—Tranquila, Sheccid, ya estamos arriba.
Maldición, sí que lo estábamos. Yo tenía un pavor a las alturas, ¿lo había mencionado antes?, intento no mirar hacia abajo, aunque de hacerlo, estaba segura que no encontraría más que una profunda oscuridad.
Sí que era estúpida por dejarme traer hasta aquí.
—Yo iré primero.— ni siquiera espera a que responda, sólo salta y desaparece en medio de la oscuridad.
Es mi oportunidad para dar la vuelta, sin embargo, saber sí está bien y, el hecho, que yo no sea capaz bajar por mi propia cuenta me hacen quedarme. Y cuándo escucho su voz, siento que mi alma regresa al cuerpo.
—Ahora salta, Sheccid— oírlo decir eso me hace recordar la última pelea del Domo al que lo acompañe.—. No tengas miedo, voy atraparte.
Dudosa, salto como me lo pide. Total, la primera vez, lo cumplió y me atrapó.
Santa madre santísima, no puedo creer que en verdad lo haga, definitivamente, debo ser una loca de primera. Mirá que seguirlo por pura curiosidad, solo se me ocurre a mí.
—¿Estás bien?— pregunta al tenerme entre sus brazos. Tengo cerrados los ojos, al abrirlos no puedo evitar que casi se me salgan.
¡¿Qué diablos?!
¡No lo llames, joder!
Flores secas, cruces de madera y piedra junto a tumbas y más tumbas, nos tienen completamente rodeados.
¡Que rayos!
Juro que intenté no recrear nada en mi cabeza, pero mi imaginación comenzó a volar locamente. Por unos segundos, todo tuvo sentido, Liam no era un alien como creía, era un vampiro que buscaba a quién enterrarle los dientes y beber hasta la última gota de su sangre o un psicópata asesino que traía a sus víctimas para hacer más fácil su trabajo y enterrarlas. ¿Cómo mi mamá va a encontrar mi cuerpo?
Okey, puede que esté dramatizando y exagerando demasiado.
Dijo que veríamos a su madre, ¿aquí se reunirán los aliens o vampiros?
¡Esto no es crepúsculo ni la reina de los condenados, Alex!
Creo que necesito ayuda profesional, no puedo solo dejarme convencer con tanta facilidad sin tener una dirección fija.
—¿Qué hacemos aquí?— lo miro acusatoria.
¿Tan renegados debíamos ser para venir al panteón?
—Venimos a ver a mamá. —repite con obviedad, una sonrisa melancólica se curvea en la línea de sus labios.
No tarde mucho en darme cuenta de que había metido la pata. Estaba pensando en tonterías sin percatarme de lo que en verdad pasaba.
—Yo. ..
No me dejo decir más, tomó de mi mano a lo que rápidamente me solté y él decidió no repetir su acción, sólo señaló con un movimiento que lo siguiera.
—Vamos, Sheccid. Yo también creo que no tardará en llover, hay que apresurarnos.
Intentó volver a tomar de mi mano, —Puedo caminar sola.
Que gran idea, Alex, mira que pasar lo que resta del día en un cementerio. Ahora temía que un fantasma se apareciera detrás de nosotros, ¿acaso nunca vio el vídeo de Facundo en el panteón? ¿No sabe que en México las leyendas son muy populares? Digo, no es que sea supersticiosa, pero debíamos respetar a los muertos, ¿no?
—¿Tienes miedo? —preguntó mirando hacia el frente, con una mueca de diversión.
Trague en seco, —No. —mentí lo mejor que pude. Realmente me estaba muriendo de miedo.
Decir que el panteón se ve horriblemente tenebroso es poco. Las ramas de los grandes árboles hacían que todo se viera mucho más oscuro de lo que en realidad era, ni siquiera se podía ver las estrellas del cielo nocturno y el retumbido de los truenos cerca de nosotros, no sólo avisaban el acercamiento de la lluvia, también, provocaba un estremecimiento desagradable recorriendo todo mi cuerpo.
Sólo faltaba que un relámpago cayera cerca de una tumba para hacer la escenificación perfecta de una película de terror.
Ni siquiera alumbraba adecuadamente la ruta, era anormal. Ambos caminamos cerca uno del otro entre la estrecha travesía de tierra y rocas, cuidando de no pisar ninguna lápida, tumba ni mausoleo. Podría ser dramatismo o como quisieran llamarlo, pero me sentía vigilada, cada vez que pasábamos a lado de una cruz o la imagen de mármol de una virgen tenía una horrible sensación de que algún fantasma saldría del piso, o nos encontraríamos con una mujer vestida de blanco y cabello hasta los pies, ya saben, tipo la niña del aro o la llorona.
Estaba segura que no era la primera vez que Liam venía, andaba perfectamente como si ya conociese el camino en esta misma situación, por mi parte, yo trataba de mantener el paso a su misma velocidad, iba tan rápido que por momentos siento que debo dar zancadas, debería tener piedad, él es del tamaño de un dinosaurio y sus piernas son más largas que las mías. Veo que me lleva bastante delantera, en un intento de alcanzarle, corro y tropiezo con una piedra grande en el camino, —es la tercera vez en menos de cinco minutos —, de no ser porque me alcanzó a sujetar de la sudadera de Liam, me doy un golpe de boca.
—Ten más cuidado, Sheccid. El velador, podría descubrirnos.
—¿Si sabes que por eso, existe un horario para el público en general? —tenía la piel chinita y mi cuerpo no dejaba de estremecerse, debí haber usado un suéter.
Además del crujido de las hojas y ramas secas, podía oír claramente el canto de los grillos y los búhos junto con el bombeo de nuestras respiraciones, literalmente, esto estaba solo y horrorosamente sombrío.
—Los horarios nunca han sido un impedimento. —me susurra bajamente. —Trata de no tropezarte, creeré que sigues siendo la misma chica torpe.
Ya se me hacía raro que no me cambiará el apodo.
Tenía muchas ganas de gritarle, aunque, no lo hice. Lo que menos me apetecía era meterme en un problema y hablarle a mi mamá por ello.
Lo seguí lo mejor que pude, el recorrido se me hacía eterno, al final, para poder equilibrar su paso tuve que sostenerlo de la sudadera, estoy segura que ahora mismo esboza una sonrisa arrogante sobre sus labios. Parezco un cachorrito perdido en busca de su dueño y a él no le desagrada en lo más mínimo, sinceramente, no entiendo porque hace esto.
Después de unos minutos, llegamos a lo que creo es el centro, porque es el único lugar donde no veo las ramas obstruyendo el cielo sobre las tumbas. La luna blanca y alta iluminaba el cielo junto a un millar de radiantes y brillantes cuerpos celestes; ya no me parece ser tan negro, sino, un tono azul marino. Si no fuera por las nubes que amenazan o por el lugar, sería una vista perfecta.
Me detuve al mismo tiempo en que él lo hizo, delante de una tumba rosa con algunos adornos blancos y una virgen encima de ella, a sus lados dos pares de floreros del mismo material cargando alcatraces y gardenias blancas, en el centro un libro de piedra abierto con letras cursivas y doradas:
Aylen Montiel Gutiérrez
1979- 2010
Amada madre y amiga, tus hijos jamás te olvidarán.
Sé que no es correcto. No pude evitar observar detenidamente cada centímetro de la cara de Liam, no quería perderme ninguna de sus expresiones, sin embargo, su rostro era tan neutral que por un momento dude si era o no la tumba de su madre. Aunque, era estúpido, porque, ¿quién pararía en la de una desconocida?, eso sin contar que estaba escrito el apellido de Darién.
—Hola, mamá. — se inclinó, acariciando dulcemente el contorno de mármol —¿Recuerdas que te hablé de Sheccid? Aquí la traigo conmigo, es ella. Es bonita, ¿verdad? —me señaló.
Mi corazón dejó de latir tontamente, un gran remolino de confusión y miedo se instaló dentro de mi estómago. Quería salir huyendo.
—Ven, Sheccid, te prometo que ningún zombi saldrá de la tumba.
Se está burlando de mí.
Me acerqué, sólo porque en verdad no dejaba de tener esa sensación de ser observada, lo único que espero es que no me jalen los pies ni las cobijas esta noche, es más, le pediré a mi mamá que me dejé dormir con ella o le diré a mi hermanito que duerma conmigo esta noche.
—Te hubiera encantado conocerla, las dos eran igual de refunfuñonas.
—¡Oye! —me queje en tono bajo.
Se rió un poco, cuidando de no hacer mucho ruido.
—Mi mamá estaba enferma, al igual que, Darién necesitaba un trasplante de corazón, Harvey prometió que la cuidaría y haría lo posible por encontrar un donador, pero no lo hizo. — hablaba con tranquilidad, su mirada decía otra cosa.
Estaba llena de rencor y dolor.
—El día en que se puso mal, después de llamar a la ambulancia yo le llame a él antes que a Darién, que estúpido niño más ingenuo — bufó amargamente —, dijo que tomaría el primer vuelo, ni siquiera estuvo en el maldito entierro. Ella lo amaba, Sheccid, mi madre quería ser perfecta para la estúpida familia Hamilton, quería estar a la altura sin darse cuenta que ella estaba mucho más por encima de ellos.
Hizo una pausa, tocando con la llama de sus dedos cada una de las letras.
—A veces demasiada perfección empieza aburrir tanto que pierde todo su sentido. — el viento soplaba con más fuerza,— muchos dicen que me parezco a mi padre, yo odio que lo hagan. Porque no quiero ser capaz del daño que le hizo a mi madre, convertirla en su amante y llenarla de ilusiones para destrozarlas por las opiniones innecesarias de un jodido grupo de personas. A veces pienso que fue su error, aceptarlo con la familia que arrastraba.
La ironía cubre con facilidad su rostro y niega sin quitar la curva amarga. Ahora entiendo, porque Darién lo cuida demasiado, su madre falleció cuando él —literalmente —era un niño, el respeto que Liam le tiene a su hermano va más allá de la línea fraternal. Sólo se tienen ellos dos.
—¿Sabes, una cosa mamá? Créeme que yo hubiera preferido tener mil veces el apellido Montiel que el apellido Hamilton. Siempre te esforzaste porque les agradáramos, nunca te diste cuenta que caías en la misma suciedad de apariencias que ellos.
No tenía nada que decir, bueno, si que habían muchas cosas, ninguna salía de mis cuerdas vocales. Yo era un asco para consolar a las personas, se supone que era algo mecánico pero por primera vez yo no quería serlo. Sentia mucha lástima por él, por un momento, pude justificar su extraño comportamiento, pero otra parte me decía que estaba muy equivocada.
Me sentía tan inútil, seguramente, su ex novia sabría que hacer en estos momentos. Yo no quería equivocarme ni darle a malinterpretar algo.
—Estoy seguro te decepcionarías de mí.
—No digas eso. — me atrevo hablar. — Eres un gran chico, algo conflictivo pero no eres tan malo como creí. Estoy segura que dónde tu madre esté, estará orgullosa de ti y de Darién.
Me exalté al verlo erguir su cuerpo y, con la voz más ronca, profunda y sensual (¡olviden eso último!), murmuró estando de espaldas:
—Hace un rato en mi casa, me pediste que fingiera que eras mi antigua chica, que esa sería tu estrategia para convencerme de regresar a la escuela.
Asentí, olvidando que no podía verme porque seguía de espaldas. Que tonta soy.
—Si. Esa es mi excusa.
—¿Por qué? No te agradó y, aun, así me defendiste ante Aurelio e Israel, accediste acompañarme y, ahora, intentas convencerme. ¿Por qué te esfuerzas tanto en agradarle a todos? ¿Por qué te empeñas en utilizar un papel de mediadora?
Parpadeé varias veces. ¿Caerle bien a todos? ¿Mediadora? No sabía de lo que hablaba.
—Si yo no te agradó, no deberías hacer todas estas cosas. Tendrías que alejarte.
—Y eso es lo que quiero. Sin embargo, también es cierto que a pesar de nuestros malos encuentros, igual te estoy agradecida. Y ya te lo dije, por mucho que me desagrades, sé que eres muy capaz de muchas cosas, aunque, si no tuvieras ese carácter que te cargas, sería estupendo.
—Eres extraña, Sheccid, te esfuerzas por ser alguien que los demás quieren. No tienes un criterio propio, sino, uno impuesto a los deseos de otros. Eres una chica buena porque es lo que los demás quieren que seas, te enjaulan en barreras de estereotipos e ideales, y, tú los dejas hacerlo.
—Estás equivocado.
¿Quién se cree para decirme todo eso? No sabe nada de mí.
—¿Lo estoy? —se gira en mi dirección. Sus rostro se contrasta con la luz lunar —Entonces, dime, ¿quién eres realmente tú? — la determinación de sus ojos me intimidaban, sus pasos eran peligrosos, tanto que me hacían retroceder —La chica perfecta que saca las mejores notas de sus clases, la que es comprensiva con sus amigos y la que busca mantenerse alejada de los problemas, prefieres el anonimato antes de sobresalir porque temes al que dirán. — acaricia mi rostro, creando olas de nerviosismo — Eres la chica que nunca rompería un sólo plato, pero por dentro tú sabes que estás muy lejos de ello.
—¡Aléjate! — aparto su mano con un manotazo. No entiende una mierda.
Quiero retroceder otro paso, pero pedazos de tumba y basura, me hacen perder el equilibrio. Tropiezo, antes de caiga, los fuertes brazos de Liam detienen la caída, ofreciéndome refugios en ellos.
—Lo siento, lo único que trato de decirte es que... — no quiero verlo, mis mejillas están sumamente calientes, arden.
—Creo que es necesario irnos, si las nubes siguen este curso no tardará en llover.
Me alejo, sin darle la cara mantengo la vista en el piso. Lo que menos necesito es resbalarme con alguna otra cosa, la torpeza se ha empeñado hoy conmigo. Siempre fui torpe con los pies, aunque, hoy obtuve un nuevo récord.
Liam me toma del brazo, lo miro directo a los ojos, unos bellos orbes claros, fuertes y profundo debajo de una fina y larga mata de pestañas negras. Mi corazón late a mil por hora, estoy empezando a preocuparme, quizás sea por el siniestro sitio. Espero a que hablé, pero antes de hacerlo, un par de gotas caen sobre nuestras cabezas, multiplicándose con cada segundo.
—Mierda. —grazna él.
De pronto esas gotas se convierten en un millar.
Ninguno de los dos se imagino que esto pasaría, el pronosticador del tiempo no menciono nada de una tormenta nocturna, una relámpago cae no muy lejos del panteón, asustada, salto y tropiezo con el pecho de Liam.
—Tranquila, es hora de irnos. —afirmo repetidamente de un lado a otro, eso me iría de maravilla.
Maldigo en mis adentros por no haber traído un suéter o una chamarra, al menos, él tiene una. Yo sólo puedo sentir mi ropa húmeda, pegándose a mi cuerpo al igual que mi cabello. Espero a que él comience a caminar, no lo hace, sólo me mira. ¿Por qué lo hace? ¿Tengo algo en la cara? ¿Hay una mujer vestida de negro o de blanco detrás de mí, furiosa por irrumpir su descanso?
Madre mía, Alex, deja de ver tantas pelis de miedo y concentrarte en la realidad.
Las manos de Hamilton bajan a los lados de su sudadera negra, subiendo la tela hasta sacársela por la cabeza, dejando a la vista sus musculosos brazos abultados y tatuados.
¡Dios! ¡La quijada se me caerá!
Se acerca los dos pasos que mantenían nuestra distancia y me pone la sudadera como si fuera una niña pequeña.
—Pero tú... —estaba segura que mi cara debía parecer un tomate.
¡Jodidas hormonas adolescentes! ¿Por qué me hacen esto?
—No interesa, no esta mal tomar un baño doble.
El nerviosismo y la incomodidad se propagan fácilmente, encendiendo una parte de mí, estoy cohibida que no me niego cuando toma de mi mano y jala de ella para echarnos a correr.
La tierra se vuelve lodo y dejan rastro boscoso de nuestra visita nocturna del cementerio. Mi respiración puede verse igual a la suya como una ligera neblina, la capucha de la sudadera cae constantemente sobre mi cara en más de una ocasión, vamos colina arriba. Sin duda alguna, necesito una mejor condición física, me siento desfallecer; no entiendo como él puede estar como si nada. Si no fuera por Liam, estoy segura que ya me hubiera quedado atrás, o peor aún, perdido.
Doy una zancada larga que me permita estar a su lado, no obstante, como mi mala suerte es grande, mi tenis se hunde en el lodo e irremediablemente resbalo.
—¡Sheccid! —exclama Liam, sosteniéndome de los brazos y resbalando conmigo. Sus brazos se aferran a mi cintura, siendo su cuerpo mi colchón. Dejamos de caer gracias a que Liam nos frena.
Ambos tenemos la ropa cubierta de lodo, aunque, él se ha llevado la peor parte.
—¿Estás bien? — estoy perpleja, unas cuantas lágrimas se amontonan dentro de mis ojos, me asuste tanto que creí lo peor.
Sin poder evitarlo, lo miro detenidamente, mi cuerpo esta encima del suyo, y lo abrazo mientras me tiro a llorar.
—Lo siento, en verdad, lo siento.
Liam susurra palabras tranquilizantes, acariciando mi cabello.
—Tranquila, tranquila, Sheccid, no me ha pasado nada.
No, pero pudo pasarle. Maldita torpeza mía, es una maldición.
Los truenos retumban con más fuerza cerca de aquí, si eso no fuera poco, mi pequeño celular no deja de vibrar, la pantalla se ilumina y veo el nombre de:
Mamá
Genial, ha de estar preocupada y si no contesto se enojará mucho, por otro lado, tampoco me encuentro en la mejor disposición de responder, conociéndola a ella y a mí, capaz que le termino diciendo donde estoy.
Así que, imaginando las futuras consecuencias que tendré por mi acto, rebotó la llamada.
—Sheccid, creo que si queremos avanzar, necesitas quitarte de encima. —murmura con voz seca.
Impresionada, rápido me levantó y lo veo a él hacer lo mismo. Se inclina un poco y me da la espalda, por lo que, ladeo la cabeza confundida. ¿Qué le pasa?
—¿Qué estas esperando? —¿Yo? —Sube, Sheccid. No tuvimos una gran caída, pero debemos volver a subir.
—¿Vas a cargarme? —pregunté estúpidamente.
—Sí, ahora sube o se hará más tarde. No creo que te guste ver a las almas en pena de este lugar persiguiéndote, ¿verdad?
No necesite oír nada más, de inmediato subí a su espalda y logre ver la mueca de burla y superioridad en su rostro.
Desgraciado, disfruta mi miedo.
Recargo mi cabeza en su hombro, es cómodo. ¡No, Alex!
—Aun pueden verse las estrellas.
Subo los ojos, con asombro veo que es cierto.
—Si no estuviera en medio de tanto muerto diría que es increíble.
—¿Quién diría que cuerpos incendiándose en el espacio formarían parte de una belleza descomunal? — una curva se alinea en sus labios —¿Te has preguntado por que brillan incluso después de extinguirse?
—No lo hacen, ¿si se extinguen cómo podrían brillar?
—Te lo dejo de tarea, Sheccid. Me gusta el caos que nace de ellas, porque al final, entre todas crean algo maravilloso.
¿Caos? ¿Desastres? ¿Catástrofes?
—Sinceramente, yo prefiero estar muy lejos de eso.
Contemplo de un lado a otro, y con incredulidad, me doy cuenta que ya hemos llegado a la cima, si que éste chico es rápido. Me pongo melancólica porque creo que era por mí que nos tardábamos. Bajo de su espalda, esta lleno de lodo, mucho más que yo. Nos acercamos al muro de concreto y un follaje de hojas verdes. Estamos a punto de subir, hasta que, unos pasos se empiezan acercar con una luz a lo lejos.
—Mierda, el velador. — maldice Liam.
Hábilmente vuelve a jalar de mi brazo y me pone en contra de una de las paredes laterales de un mausoleo, el lugar se ve tan fúnebre y oscuro que dudo que nos pueda ver. Sin embargo, trae consigo una linterna, una mirada en el sitio adecuado y puede ir preparando mi funeral tras la furia de mi madre.
Absorta estoy en mis pensamientos que no me di cuenta en la cercanía del cuerpo de Hamilton del mío. Nuestra respiración se entremezclaba convirtiéndose en una sola, su frente se pegaba junto a la mía mientras mi la sangre no dejaba de bombear frenéticamente circulando en mis venas, la lluvia caía sobre nosotros, y a pesar de ello, no era capaz de sentir el frío de hace unos momentos. La ropa se pegaba provocadoramente en su cinceleado abdomen y su bien trabajado pecho, usaba una playera sin mangas por lo que podía ver la perfección de un adonis en un alma mortal.
Quise alejarme, pero ya era demasiado tarde. El hombre estaba muy cerca de nosotros, un movimiento en falso y seríamos descubiertos. No podía estar quieta ni cómoda en esta oposición, ni siquiera podía apartarlo un poco porque la distancia que había entre el otro mausoleo era mínima.
—No te remuevas demasiado. —su gélida voz provocó un cosquilleo en mi cuello.
Rosa de Guadalupe, ¿este no es el momento donde tú haces un milagro?
—¿¡Quién anda ahí!? — gruñe alguien. Por su timbre, puedo deducir que ya es un hombre grande.
Se acerca más, y en efecto, es un hombre de edad madura, de estatura no muy alta y con un impermeable amarillo; a propósito, no viene sólo. Un bull terrier negro con manchas blancas viene a su lado.
El canino a detiene varios metros de nuestro escondite, se queda parado y mira hacia nuestro escondite sacando la lengua y meneando la colita de derecha a izquierda.
<<Perrito bonito, por favor, vete de aquí. >>
—¿Qué pasa, amigo, ves algo? —regresa su dueño.
El can lo ve y, luego, regresa su mirada a nosotros en las oscuridad, lo hace un par de veces. El anciano que ya sospecha algo, empieza a acercarse, ¡madre mía, va a descubrirnos! Eso es lo que creo, sorpresivamente, se gira a su derecha y empieza a ladrar para correr rápido. Sin perder tiempo, el hombre lo sigue.
Fiu, eso estuvo cerca.
—Creo que deberé traerle un premio a Benet la próxima vez que venga de visita.
—¿El perro? ¿Tú conoces al perro?
Asiente, —Vamos, Sheccid, no dudo que Guillem regrese.
¿Guillem? ¿Habla del sepulturero?
Salimos del lugar, la lluvia no ha cesado ni una decima parte, parece que Dios ha mandado un diluvio. Nos acercamos de nuevo al muro, no se como rayos subiremos, no hay ni un sólo árbol cerca de este para pasar, eso sin contar mi miedo a las alturas y que fue Liam quien me subió.
—Sube a mis hombros. —ordena agachándose.
Trago en seco, odio las alturas. No importa si es la más mínima, le tengo pavor. Pero, obedezca y subo, no miento al decir que es muy alto, ¿cuanto medirá? ¿Dos metros? Se sube a un roca, yo cierro mis ojos al sentir que me caigo. Se pone de puntas, sólo debo estirar un poco los brazos y elevar mi cuerpo hacia arriba, con su ayuda logró subir el primer pie del otro lado del muro y mantenerme arriba "establemente".
—Dame la mano, te ayudo. — le digo, extendiendo mi mano y mi cuerpo para adelante.
Liam niega con una sonrisa de autosuficiencia. Se aleja unos cuantos pasos para correr y saltar, sosteniéndose a la mitad de la hiedra, sólo un par de escaladas y un empujón, y, ya está arriba conmigo.
—¿Tú quién eres? ¿Karate kid o algo así?
—¿Karate kid? — pregunta primero confundido, después suelta una gran carcajada. —Que graciosa eres. Vamos, hay que bajar. Nos aproximarnos al árbol y me ayuda a bajar.
Bajo los ojos a mi ropa. Mis jeans, tenis y la sudadera que me prestó Hamilton se encuentran cubiertos de lodo y la humedad de la llovizna. Creo que es un milagro que no cayera granizo.
—Te tomaste muy enserio lo de ser renegados, ¿cierto, Hamilton? Sólo míranos. —rio, pero él no lo hace.
Trato de leer las facciones de su rostro. No puedo describir o explicar que hay en su expresión, porque no hay nada. ¿Cómo puede no mostrar ni una sola emoción?
Es tan bipolar que este término ni siquiera se adaptaba él, ¿tripolar, cuatripolar, milpolar?
—Hace rato no terminamos de hablar.
El aguacero rompe el cielo y él no quiere hablar en el auto, tendré que pasarle la factura de mis futuras medicinas.
Mis labios tiemblan, me abrazo a mi misma. La calidez que hace unos minutos sentí se esfumó al alejar mi cuerpo del suyo.
—No necesitas ninguna excusa, Sheccid, y mucho menos necesitas ser ella. Con que seas tú quién lo pida es suficiente.
—¿Qué?
—Que sólo basta con que lo pidas.
Junto mis cejas confundida. ¿Pedir, que?
Oh, ya entiendo.
—Eso quiere decir que irás al Tecnológico. — afirma, extrañamente, eso me pone contenta.
He cumplido con mi cometido.
Sonrio, mostrando lo orgullosa que estoy de su decisión. Es una escuela muy cara.
—Sheccid... — se acerca demasiado rápido, toma mi mano y la coloca sobre su pecho.
Abro los ojos asustada por su acción, —¿Qué pasa?
—¿Puedes sentirlo?
Niego, —¿Sentir qué?
—Mi corazón esta latiendo fuertemente. Creo que me gustas.
—¡¿Eh!? — suelto un grito —¿Te refieres como amiga, verdad? — rio exaltada.
Si, eso debe ser. Ya antes lo habia mencionado.
—De forma romántica. Creo que me atraes sexual y sentimentalmente.
¿¡Cómo mierda puede decir eso tan a la ligera?
Quiero separarme de su agarre, pero sostiene con más firmeza mi mano sobre su pecho. Es cierto que su corazón late con mucha intensidad, aunque, creo que se debe por todas las actividades, desde correr, caer, saltar. Esta delirando.
—¿Estás enfermo? ¿Tanto te afectó el tequila?
—¿Ah? ¡Habló en serio! — exclamó con desespero.
¿estoy soñando? Debe ser eso, pellizco mi brazo— ¡Auch!
No, no es un sueño.
—Eso es imposible, estas confundido por todo lo que ha pasado, sólo eso. — sonrió nerviosa.
—No lo creo, no me siento de la misma forma con mis amigas. Así que, supongo tomará más tiempo para que me creas. —suspira —Bien, puedo esperar, porque te aseguró mis sentimientos no van a cambiar. Sé que te amo.
¡Achis, achis los mariachis! ¿Qué cosa dijo que dijo? ¿Amar? ¡Hace un minuto dijo gustar!
¡Maldito, quintipolar! ¡Bipolar multiplicado por mil!
—En verdad que estas ebrio.
—Sheccid, sólo tomé un vaso.
Vuelve a su expresión severa, me toma de los hombros y me acerca lentamente a él. Estoy anonadada que no lo esquivo, sus ojos azules con la profundidad verde me miran determinante.
Se inclina despacio sobre mi rostro y, estrechándome entre sus brazos, junta sus labios sobre los míos. Abro los ojos sin podérmelo creer, sus labios son suaves, cálidos y frescos. Pasa una mano sobre mi cabello, apartando un mechón detrás de mi oreja, acariciando suavemente mi mejilla.
Algo se remueve dentro de mi panza, no puedo decir que se tratan de mariposas porque sería poco. Son más bien, una manada de dinosaurios grandes y feroces.
Y aun así, no se compara con la sensación que despierta cuando con la punta de su lengua toca el contorno de mi labio inferior, tentándome, lo jala dulcemente con los dientes y, finalmente, saquea mi boca. No hay nada inexperto en ese beso, al contrario, yo me siento como la inexperta. Lo disfruto y me dejo guiar con las caricias que su boca le da a la mía, me debe tener enloquecida porque puedo escuchar una canción en el fondo.
Mi respiración se vuelve acelerada, la sincronía de nuestros labios se vuelve más demandante y profunda. Me encuentro aquí disfrutando de sus labios, su boca, su beso y me olvido de quién es la persona que me besa. Es tierno y voraz al mismo tiempo que temo que pare.
Cuando sentimos que el aire se ha escapado por completo de nuestros pulmones, sin remedio, nos separamos. Besa mi frente y toma de mi cara, juntando nuestras frentes.
Mi pecho sube y baja. ¿Qué ha sido eso? Ni siquiera con Fernando me llegué a sentir como hace unos segundos.
—Raging — musita casi en silencio.
Ya veo que no fue mi imaginación, una extraña persona debió decidir que todos necesitábamos oír lo mismo que ella y le ha subido todo el volumen para ir en contra de la lluvia.
—Desastre. —eso era lo que formaríamos, si volvía a pasar algo como esto.
Él y yo éramos diferentes, no había ninguna razón para estar juntos.
—Lo sé, soy un jodido desastre. Transformó el orden en caos, pero no me importa. Porque, estamos debajo de uno y aún así, vivimos algo maravilloso.
¿Habla del beso? Porque, realmente, me olvide que estaba en medio de este fenómeno natural, empapándome.
—No debemos tener miedo a lo desconocido ni al volverlo a intentar, entre galaxias existen los choques y del caos nacen las estrellas.
Inconsciente, miré arriba. Las gotas azotaban contra mi rostro y todo lo que estuviera debajo de ellas, a pesar de ello, pequeños puntos brillantes resplandecían encima de aquel cielo lluvioso.
Liam hace que vuelva mi atención a él, y, me atrae a su cuerpo.
—Eres lo más bonito que pudo pasarme después de mucho tiempo.
Acoge mi rostro —una vez más — con un beso.
Otro beso que no deja carente ningúna expectativa. Tiemblo con su contacto y la sangre bombea velozmente recorriendo mis venas.
¿Cómo puedes sentir tanta pasión sin ninguna morbosidad ni mal intención?
Dejó de pensar en todo, y dejo de lado lo racional, me dejo llevar por la profundidad de este beso y sus brazos que se aferran a mí.
Hasta ahora, comprendo que esta es mi primera vez besando a alguien de verdad.
No se trata del que dirán, sólo somos él y yo junto a esa canción pegajosa que ahora sé, se llama Raging. Puede que mañana me arrepienta, pero hoy no.
Paso mis brazos detrás de su nuca, abandonándome a sus labios.
"Provocamos el caos para ver nacer una estrella."
https://youtu.be/ZhzN7-Q00KU
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¡Hola wattleatters! Como siempre espero que este capitulo les haya gustado, ¿creen que fue muy pronto? ¿Qué piensan que sucederá después?
Voten y comenten que les pareció, comentarios negativos por privado.
¿Creen que pueda llegar a 20 estrellitas?
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