10. El Regalo
Capítulo 10
El Regalo
Corro por los pasillos mientras siento que el aire escapa de mis pulmones, el dolor en mis costillas y la tensión en mis músculos. Mi respiración es caótica, estoy completamente convencida en que necesito mejorar mi condición física, de sólo pensarlo, me da una flojera.
—¿Te quedaste dormida, de nuevo? — pregunta Edmun al verme entrar inopinamente y lanzarme al asiento.
—Deja eso, ¿te peinaste? — le secunda Jorge con diversión —. ¿Si quiera pásate un cepillo por tu cabello?
—Oh, cállate. La alarma de mi celular no sonó, ¿si?
—Se nota.
Saco la lengua de forma infantil, dejando la mochila sobre mis piernas y tomo mi libreta de química.
—¿Estudiaron? — inquirí sin quitar los ojos de mis apuntes.
—Si — mueve la cabeza de arriba a abajo —, pero dudo que me vaya bien. — termina con una mueca.
—No pienses en eso, creo que te irá genial. — sonrió en forma de apoyo, repaso los elementos y los valores de la tabla periódica. — ¿Y tú, Jorge?
—Sinceramente, esperaba que tú me pasarás las respuestas.
—Eres un caso perdido, ¿cómo sabes que no reprobare?
—Fácil, porque eres tú.
Entorno con diversión mientras niego — Eres un caso perdido.
—Lo sé. — dice como si fuera un cumplido.
Gruñendo, paso a la siguiente hoja, visualizando los ejercicios de Balance de ecuaciones Redox:
CO+Fe2O2 --> Fe+CO2
—Por cierto, ¿no han visto a Fany? — junto ambas cejas y dejó de leer para mirar a las sillas de atrás.
—No me digan que se le ocurrió faltar, no puede hacerlo, reprobara.
Paso mi mano por mi cara, —Tranquila, mujer. — se burla Jorge —Seguramente se quedo dormida igual que tú. — da un suave golpe en mi frente.
—Si tal vez a ella la veamos llegar sin un zapato.
—¡Son muy crueles! — los dos sueltan una carcajada. Les encanta molestarme todo el tiempo, es como su hobby.
Un bostezo escapa por mi boca, sin duda será un día demasiado largo, ¿por qué la escuela debe iniciar tan temprano? Los de la tarde entran a las dos y salen como a las diez, no sé si me gustaría salir tan tarde.
Que difícil decisión.
—Odio tener que despertar tan temprano.
—Y aún así llegas tarde.
—Y sin peinarse — le secunda Ed.
—A veces parece mentira que eres un chico tierno, Ed.
Se encoge de hombros avergonzado, ahora soy yo quien suelta una carcajada. Edmun es un chico sumamente tierno y educado, él junto con unos cuántos más son lo mejorcito que hay en esta escuela.
—Ya chicos, es mejor que estudiamos. La profesora Duarte no es amable con sus exámenes.
—Es una perra, esta demente si cree que un examen de cincuenta reactivos con una una infinidad de ejercicios en cada uno se podrá resolver en dos horas. — se queja, su molesta es obvia.
—Estas en un error — por un momento su mirada se ilumina —, solo nos dará una hora y media.
—¡Carajos! — gruñe.
Regresó mis ojos a la libreta, — sólo espero que Fany llegué a tiempo. La profesora no la dejará entrar si no llega antes de que inicie el examen.
Edmun observa el reloj de su muñeca, relamiendo los brackets de sus diente —La profesora ya tardó cinco minutos.
—Espero que no llegue. — Jorge echa la cabeza para atrás.
—Estudia.
—No gracias, prefiero que me pases las respuestas.
Jamás aprenderá. A pesar de lo que dice, estoy segura que ayer estudió locamente para aprobar este examen.
—Ayer me encontré con Fernando. — murmuró bajamente — ¡Oye! — exclame al instante en que bajaron de un sopetón mi libreta.
—Por favor, dime que no regresaste con esa rata de biblioteca que le gusta jugar fútbol.
Niego rápidamente, a ellos nunca les agradó. No entiendo porqué, sí es un chico amable y atento, se gana la simpatía y el cariño de los demás con facilidad.
—Que alivio, ¿y cómo vas con Hamilton?
Mi expresión cambia casi de inmediato a una sería. No quiero recordarlo —Ni lo menciones.
—¿Oíste lo de ayer? — cuchichea una compañera al otro lado del salón — Penélope se acostó con Liam Hamilton, dicen que se encontraron en Galerías Coapa y después fueron a la casa de él.
—Una más en su lista, creo que la fascinación por Alex duro muy poco, ¿no?
—Ay, ya sabes como es Liam, una vez que obtiene lo que quiere te dice: "Bye" "Bye"
Juego nerviosamente con mis manos, he oído mencionar mi nombre, eso no esta bien. Se supone que mi vida escolar se basaría únicamente en el reconocimiento de los profesores, no de los alumnos. Esto era a lo que me temía, a los malditos rumores y las autodidacta imaginación morbosa de los alumnos.
—¡Oigan, Linda, Cecilia! — las susodichas miran a Jorge —. controlen su patosa voz de urracas, ¡son más escandalosas que un megáfono!.
Medio salón estalla en risas, dejando con cara de pocos amigos a esas chicas.
—Pues nadie te dice que escuches.
—Y a ti nadie te manda a tener un hocico tan grande y a Linda a tener pico de perico.
Indignadas acomodan su espalda en el respaldo de la silla.
—Gracias.
—Eres mi mejor amiga, tonta, no voy a dejar que nadie mas que yo y Edmun, te joda la vida. Ah, claro, también Hamilton — le reprocho —, ¿qué? Él asusta. Al profesor de Tics le dieron tres puntadas después de que lo golpeó.
Le doy la razón, en ese entonces, creo que sorprendió a muchos que no expulsaran al chico nuevo, después los rumores de quién era y qué es lo que había hecho en sus antiguos colegios para llegar al nuestro estallaron. Y que se juntara con los matones de esta escuela solo sirvió para que aquellos no se disiparan.
—Sinceramente, no entiendo qué es lo que le ven. No hay nada genial en ese tipo.
—Es atractivo. — me quedo con la boca abierta, — no pongas esa cara, lo sabes, es atractivo, las cosas como son Alex.
Hice una mueca.
—Si y lo que tiene de atractivo lo tiene de patán.
Esos dos no dejan de mofarse de mí, por mi "magnifica suerte". Suerte es que no haya intentado nada en contra de mí, quizás no le parezca lo suficientemente atractiva, cosa que no me molesta demasiado.
—Guarden libros y cuadernos, lo único que quiero ver en sus paletas es una pluma, lápiz, goma y sacapuntas, ¡ahora! — entra repentinamente la profesora. Su dura expresión visualiza de un lado a otro los rincones del salón, el sonido de la bancas reacomodándose y el sonido de sus tacones crean un eco sinfónico en las cuatro paredes del salón. La profesora, — que viste un uniforme color azul marino y su cabello recogido con una diadema hacia atrás y arrugas cubiertas por un kilo de maquillaje — relame sus labios, contando el las hojas en sus brazos.
Me asomo por la ventana al corredor, maldición, la profesora ya esta aquí y Fany no ha llegado.
—Profesora... — me atrevo a hablar antes de que comience a entregar la hoja del examen en la primera fila del otro lado.
—¿Sí, señorita Peñaloza? — trago en seco, siento mi corazón palpitar de forma frenética.
—Disculpe, pero no me quedo claro como van a ser los ejercicios, ¿todos serán a lápiz o debemos pasarlos a pluma? Es que la vez pasada, a muchos les tomo medio punto por dejarlas con lápiz.
Estoy esperando el regaño, la profesora de química es muy exigente con respecto a sus indicaciones.
—Buena pregunta, señorita. — sonríe con aprobación.
Va a contestar antes de que un par de estruendosas risas la interrumpan, una femenina y una masculina, arruga el entrecejo por lo ruidosas que son, o mejor dicho, lo ruidosa que es el de la chica.
Por favor, que esa ruidosa chica no sea Fany. Por favor que esa chica no sea Fany.
—Gracias por el favor. — viene acompañada de Hamilton.
Los murmullos resuenan vagamente.
—Uta... ya te lo bajaron, Alex. — murmura Jorge a un lado de mí.
Estoy furiosa, no porque salga con alguna otra chica, sino, porque sea mi amiga. ¿Qué pretende?
Hamilton le guiña un ojo a Fany antes de dejarla en la puerta del salón y macharse.
—Apúrese, señorita Sanchez.
—Lo siento, profesora. — dice con una sonrisa boba.
Nada más la lastima y me olvido de mi papel de chica buena e invisible.
Camina por los espacios que hay entre las sillas y su sonrisa se ensancha más cuando me ve, al pasar por mi lado murmura — Tengo algo para ti.
Se sienta en el último asiento guardando una pequeña caja envuelta en papel metálico rosado y un moño rojo.
—Ahora, si la señorita Sanchez ya no tiene nada que agregar, respondo a su pregunta. — mira de mala forma a mi amiga. — Todo es con pluma. Hacen los ejercicios y antes de entregar el examen lo pasan a pluma, tienen una hora.
Entrega un bonche de hojas a los primeros chicos de cada fila boca abajo, al entregarle al de la última se para en medio de la tarima e indica el inicio. Lo malo de los exámenes es que no puedo dejar de ponerme nerviosa, siento que todo lo voy a responder mal.
El examen finalizó más rápido de lo que imaginé, por suerte tuve tiempo de corregir mis errores y pasar mis resultados a pluma. Cada que la profesora daba media vuelta después de revisar de nuestro lado que nadie hiciera trampa le mostraba mi examen a Jorge y él me enseñaba el suyo.
—¿Cómo les fue? — pregunto Ed un tanto nervioso.
— Bien, al menos eso espero. — de mi mochila, saco un peine y comienzo a cepillar mi enredo de cabello. Lo detesto, siempre esta embarañado. No puedo dejarlo ni cinco minutos porque se enreda con facilidad y duele cuando intento deshacerme de los nudos, ni porque lo tengo hasta el hombro me resultan fácil las cosas.
—¿Volverás a pintarte las puntas? — cuestiona, me le quedo viendo — NO MALINTERPRETES, se te ve genial es solo que creí te duraría más el tinte.
Observo las puntas de mi cabello, en lugar de mi color natural que es negro son de color paja. Ni muy claro para ser oxigenados ni demasiado oscuro, las vendedoras dicen que debo decolorarmelo más.
—Yo también creí eso. — hago una mueca de dolor cuando jalo de mi cabello.
—¡Me ha ido fatal! — chilla Fany, llegando a nuestro lado.
Niego con severidad, quizás de haber llegado temprano en lugar de estar paseando por los pasillos con cierto sujeto para nada agradable, hubiese estudiado y obtenido una mejor nota.
—Deberías haber estudiado más. — le hago saber con un tono más duro de lo que quería hablarle.
Fany soltó un lamento y apoyó la cabeza sobre la mía.
—¿Estás cómoda?
—Es injusto que ayudes a Jorge y a mí no.— hace puchero.
—Estabas en al final de la fila— acaricio con dulzura su cabeza. —¿Cómo hubiera podido hacerlo?
—Tal vez haciéndome algunas señas, ¡NO SÉ! Algún movimiento de cabeza o algo por el estilo.
Reí divertida por sus ocurrencias, a pesar de haberlo intentado dudo que funcionará, el lugar que ella escogió estaba a cinco asientos detrás de mí.
—Lo siento, Fany, verás que en el próximo te irá mejor. — trate de animarla.
—Eso espero, si no, mi madre me matará.
—Oh, Fany.
Nunca he podido ver a mis amigos desanimados, me parte el corazón y no exagero.
Ella se separa abruptamente, — Casi lo olvido, tengo algo para usted, señorita Peñaloza.
Inclino la cabeza para verla mejor, sus ojos brillan con picardía.
¿Ahora que trama esta loca?
Regresa con su mochila, sacando de nuevo la pequeña caja rosada envuelta como regalo y me la da.— Toma, es para ti.
La tomo con curiosidad, inspeccionándola.
—Vamos, ábrela. — me presiona con emoción, aplaudiendo y con la sonrisa del gato de Alicia en el país de las maravillas sobre sus labios.
Los chicos y yo intercambiamos miradas confusas mientras ella sigue dando saltitos en su lugar animándome. Con cuidado, quito el moño recibiendo abucheos de Jorge.
— No soy un animal, esto se hace con cuidado.
—Solo es un moño y papel, Alex.
—Lo que sea, se ve muy bien como para arruina su envoltura.
Resopla con ironía, yo lo ignoro.
Al quitar la envoltura de regalo, una nota cae, le doy un vistazo rápido.
Para que cambies tu cháchara, sé que dijiste que solo lo necesitabas para dos cosas, ¿adivina que?, esté también cumple con los requisitos.
Tómalo como una disculpa por lo sucedido ayer en la pizzería. Créeme que yo jamás haría nada para lastimarte.
P.D. Ni siquiera pienses en devolverlo. A veces llegas a ser tan terca, Sheccid, que en vez de una princesa, echas chispas como Pikachu.
Liam, (Hache o el Idiota) Hamilton.
A continuación, mis ojos se abren grandemente— como dos platos grandes y redondos—, al ver una caja color blanco con la imagen del Galaxy a5 rosa metálico.
Escucho como mis amigos y los que nos rodean dejan salir un largo "Wow", por unos segundos estoy sin palabras, no sé que decir, hasta que reacciono y empiezo a reír fuertemente mientras niego varias veces con la cabeza, tanto, que todos me miran como si estuviera loca— ¡Estás loco, Hamilton! — dejo salir al aire —. No, loco se queda corto. ¡Es un demente!
Me levanto de mi lugar, los chillidos de las chicas me aturden y están a punto de romper mis tímpanos.
—¿A dónde vas, Sheccid?— pregunta Jorge remarcando el apodo.
—A devolverle el celular a ese desquiciado. — informo,—. Y no me llames así. — lo que me faltaba, que los demás también me cambien el nombre.
—Un momento — mi amiga corre —, no puedes hacer eso. — me detiene — Sería grosero de tu parte.
—No, es lo correcto. No puedo aceptarlo, si lo hago después va querer atribuirse algo que no le corresponde, además, no quiero deberle nada a nadie.
Miro a Fany, ¿cómo diablos pudo ayudarle? ¡Yo soy su amiga, no él!
Definitivamente, no puedo aceptarlo. Este celular es muy costoso, aunque para ese chico el dinero no sea un problema, él no tenía ninguna razón para darme un cosa como ésta. Okey, si, lo que hizo en la pizzería no fue lo correcto, pero tampoco es para que me dé semejantes disculpas. Tengo que devolverle el teléfono a ese loco inmediatamente. Despacio, me suelto del agarre de Fany, cuelgo mejor mi mochila sobre mi hombro derecho y salgo completamente del salón, pienso en donde podré encontrarlo, la escuela no es uy grande, sin embargo, no conozco su horario. Podría estar en cualquier parte desde la cafetería, alguno de los salones, en el patio o las jardineras.
¡Maldición!
Primero voy a las jardineras, espero encontrarlo aquí como la última vez, genial, no tengo éxito. Camino en dirección a la cafetería mientras doy un vistazo al patio, tampoco esta por aquí. Una vez que llego a la cafetería de lo primero que me doy cuenta es que esta abarrotada de gente, todas las mesas estás ocupadas.
Lo bueno es que todavía no es hora del receso.
Ahora hay que buscar una solución para encontrarlo sin ser aplastada en el intento. Estoy a punto de darme media vuelta pero ese lado terco me lo impide. Es qué, sólo a él se le ocurre hacer una cosa como esa, miren que darle un celular así de costoso a alguie que hace unos días conoce. Tal vez sea una táctica de conquista, él es muy conocido por ello. Joder, ¡no lo va a lograr!, yo no voy a caer.
Subo las escaleras que dan a la cafetería e incluso me paro de puntitas para poder tener una mejor vista del lugar, no obstante, eso no funciona. Suelto un suspiro melancólico, soy consciente que en menos de cinco minutos inicia la siguiente clase. No puedo perderla por buscar a Hamilton, asi que, me rindo. Supongo que puedo regresársela más tarde.
Juego con la caja del celular mientras camino de vuelta a la salida, no pasa ni un segundo cuando algo empieza a vibrar y una melodía timbra dentro del empaque — por el sonido sospecho que trata de alguna canción de electrónica o algún género parecido —. Los nervios recorren mi cuerpo, incluso, casi se me cae de las manos. ¿Por qué rayos suena la caja?
No seas tonta, Alex, es el celular dentro de la caja.
¿Por qué diablos esta prendido el celular? La abro y sí, están llamando.
"L"
Al ver eso no puedo evitar pensar en el personaje de la serie animada Death Note, jamás voy a superar su muerte, ¡madre mía! Hasta quiero llorar, a pesar de ser un personaje ficticio siempre tendrá mi respeto.
Junto las cejas y lo cojo no sin antes deslizar el icono de un pequeño móvil verde.
—¿Bueno...?
—Sheccid, veo que te gusto tu regalo.— dice animadamente.
Idiota.
—De hecho...
—Date la vuelta.
Hago lo que me pide, en la mesa detrás de mí, esta él con su grupo de amigos y una chica sobre su regazo, ¿es enserio?
Ni siquiera sé de que me sorprendo, típico del bad y fucking boy. Sonríe bobaliconamente, la camisa de la escuela se amolda perfectamente a su cuerpo, joder, si que esta bueno, lastima que es un imbécil del primera.
Tomo aire, recuperando todo mi coraje.
Solo debes devolverle el celular. Se lo das y ya, no hay gran ciencia en eso, Alex. Si no quiere, se lo avientas en su cabeza y sales corriendo.
Sencillo, ¿no?
Solo espero que sus amigos no me atrapen, mi velocidad es más lenta que la de un caracol y una tortuga juntos.
Cuelgo y me acerco a su mesa.
Sus ojos se encuentran con los míos, su expresión divertida cambia a una seria. —Deja adivino, quieres devolverme el teléfono, ¿o me equivoco?
Niego — No, aquí tienes. Mira es extrañamente amable de tu parte, pero no puedo aceptarlo.— digo apenas.
—¿Extrañamente? — cuestiona alzando una ceja de manera dura.
Este chico intimida.
Asiento.
—Lamento informarte que es de mala educación.
—¿Mala educación? ¿Y porqué lo sería?
—Porque es un regalo, obvio. ¿Acaso nunca te han dado uno?
Ruedo los ojos, ahí esta de nuevo.
—Claro, pero no hay ninguna razón para aceptarlo. Mi cumpleaños es dentro de meses y el día de reyes aún no llega, aunque lo fuera, no tienes corona.
—¿Quién dijo que necesitaba corona?— sólo me mira y sus compañeros también, eso hace que quiera huir de este lugar.
La chica en el regazo de unos amigos suelta una risilla que me molesta profundamente,— ¿Solo recibes regalos en tu cumpleaños o día de reyes? ¿Qué hay de navidad, Santa no llega a tu casa?
—Él solo es una invención estadounidense, estás en México, querida.— sabía que debía quedarme callada, conociendo a las de su tipo comenzarán a hablar y distorsionar la historia.
Además, a ellos que les importa si recibo o no frecuentemente regalos.
—¿Y tú novio no te da?
Decido no responder eso,— Tan solo tómalo, Hamilton, anda tengo clases.
—No seas terca, es mejor que lo aceptes. Dudo que tu madre puede comprarte uno mejor que ese, no sólo eres tú, también tus hermanos.
Lo miro perpleja, preguntándome si debo asustarme — ¿Cómo sabes eso?
—No soy tan idiota como piensas, chica torpe.
—Cómo sea,— bufo— gracias pero no puedo ni voy a aceptarlo.
—¿Por qué eres tan terca?
—¿Tú por qué lo eres?
No me gustaba como sus amigos ni mucho menos, sus amigas me veían, se burlaban.
—Lo vas a aceptar y punto final. — afirma rigorosamente.
Oh, no Hamilton. Te topaste con la chica equivocada si piensas que se harán las cosas como tú digas. Mi mirada viaja a la chica en el regazo de este "jefazo", creo tener una idea de quién es, gracias a mis buenas compañeras de Linda y Cecilia. Toca su pelo con mucha dedicación, ¡abre los ojos amiga!, este tipo ni se percata.
—Eres tan extraño, ni siquiera bipolar se adapta a ti.
Sus ojos en azules verdosos me miran con intensidad,— Creo que eso lo podemos agregar a tu larga lista de opiniones de mí, ¿no te parece?.— dice con normalidad— Peny, quita.
La chica lo mira con la boca abierta sin poder creer lo que le dice, al ver que no le presta tención, la pasa al regazo de su amigo de a lado.
Maldito, mezquino.
Liam se pone de pie, me da una sonrisa de suficiencia, acercándose a mí— ¿Qué tiene de malo ser amable?
—Que tú amabilidad nunca es gratis, ¿debo recordarte lo que paso?
—Si, ¿qué paso?— susurra en mi oído, el cosquillo que inicia mi cuello, recorre todo mi cuerpo.
—Un metro de distancia, Hamilton.— lo empujo, él se ríe con fuerza.
—Ya no te enojes tanto, Sheccid. — pasa su mano por mis hombros y me aproxima a su cuerpo, me remuevo incómoda como pez salido del agua, cada que intento alejarme él me jala más.
—Aléjate, la gente volverá a hablar.
—¿Por qué te importa tanto lo que diga la gente?
—Porque si, dependiendo de lo que unos digan es como los demás te conocen.
Resopla y despeina más su castaño y oscuro cabello.
—Vaya forma de pensar.
—Lo que digo es cierto, tú no sabes donde puedas encontrarte a los demás, es mejor que te quedes en las buenas impresiones a unas de locura, eso podría ayudarte en un futuro. Nos guste o no las apariencias forma un factor muy importantísimo en la sociedad.
—Lo dudo. — suspiro — Yo opino que los libros y las personas tenemos algo en común.
Alzo un poco la cabeza, mirando cada una de sus facciones, — ¿De verdad?— hace un movimiento afirmativo,— ¿En qué?
Se relame los labios y la pieza que los adorna— Siempre seremos juzgados o queridos por el contenido de nuestra portada, no el de nuestras páginas. Eso es lo que tenemos en común con los libros, no cualquiera es capaz de leer después de mirar que hay en frente. Si les gusta tu portada te tomarán pero si no te dejarán escondido en un anaquel. Sólo muy pocos se atreven a leerte completamente.
—Oh— discurro unos instantes— Ya veo, buena frase.
—No solo se trata de una frase, es una realidad que no cualquiera es capaz de ver.
Siempre he pensado que no se deben juzgar a las personas por su apariencia, sino por sus acciones. Políticos, artistas, amigos, enemigos... casi siempre inicia con solo una mirada, la mirada que decide si es digno o no para nosotros. ¡Santo cielo! Al idiota del presidente muchas lo eligieron por su supuesto atractivo, creo que a esas señoras les hacía falta unos lentes pero bueno, el gusto se rompe en géneros. Cantantes que se burlan de sus fans sin tomar en cuenta que gracias a ellos tienen su fama y sus millones. Amigos que traicionan y supuestos enemigos, porque en realidad, no existe un motivo estructurado.
—¿Estas bien?— me saca de mis pensamientos.
Lo miro, no creo que eso aplique con él. Se ha encargado de demostrar que es lo que todos dicen, admito que por una fracción de segundos si que sentí lastima. Todos esos amigos con los que hace unos instantes compartían mesa, la otra noche no hablan muy bien de él; debo decírselo, no esta bien que hagan eso. Aunque tampoco puedo hacerlo, ¿si no me cree? ¿Si ellos asi se llevan? No sería la primera vez que un par de amigos se hablan mal entre ellos.
Eso es lo malo de pertenecer a un círculo igual al de él.
—Si, estupendo. — digo y luego nos quedamos en un prolongado silencio que dura hasta que llegamos a la puerta de mi salón.— Bueno, gracias y lamento haberte hecho gastar un dineral en el celular. Sólo, no intentes darme otra sorpresa como esa.
—Espera.
No le hago caso, estoy a punto de entrar al aula, como es costumbre de casi todo el mundo— me detiene del brazo.
—Suéltame, por favor.— susurro.
—Solo quería pedirte perdón por lo de ayer.
—Y yo ya te dije que estas perdonado, solo deja de darme sorpresas como la de hoy.
Vuelvo a hacer afán de caminar meterme al salón, él vuelve a sujetarme.
Lo miro exasperante, sin saber que es lo que ahora quiere.
—No te enojes mucho, ¿vale?— estoy a punto de preguntar a que se refiere, cuando me toma por sorpresa al besar mi frente.
Virgen santísima, ¿qué cosa fue eso? Sin dar explicación o pedir disculpas, se da la vuelta y camina a las escaleras. Como una tonta me quedo ahí clavada, mirando su espalda y como su figura desaparece al bajar las escaleras.
—Ey, Alex, entra antes de que llegue el señor calvito— me habla Fany risueña.
Le hago caso y entro al salón, con una sonrisa de oreja a oreja.
—Quiten esa sonrisa, le regrese el celular.
Fany hace un puchero,— Eres cruel, mujer.
—Además de loca, ese celular cuesta una fortuna.
—Lo sé, es por eso que se lo devolví.
Abro la mochila, buscando mi libreta de calculo, rechino los dientes y aprieto con fuerza mis puños dentro de la mochila.
¡Hamilton!
—Creo que alguien metió el celular mientras no veías.— canturrean los tres a la par.
¡Yo lo mato!
No logró entender como diablos metió el celular a mi mochila sin que yo me diera cuenta, es cuando caigo, todo el tiempo mantuvo su mano sobre mi espalda.
Joder, sí que soy tonta.
El celular vuelve a vibrar, una notificación de mensaje se visualiza en la pantalla del móvil.
"Te dije que es de mala educación regresar los regalos, sé que tú le darás un gran uso, Sheccid."
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Voten y comenten 😉
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